El final del siglo XX y el comienzo del nuevo milenio han estado marcados por importantes progresos en los campos científicos y técnicos. Hoy en día se dispone de conocimientos y experiencias suficientes para resolver los retos a los que se enfrenta nuestro mundo, entre otros, el calentamiento global y el progresivo deterioro del entorno natural y sus recursos.
Hay otros retos que también requieren la cooperación de los gobiernos y la sociedad civil para su solución: las contradicciones sociales y geopolíticas que privan a países y regiones enteras del acceso a la educación y la salud y el creciente número de guerras y conflictos armados en diferentes partes del globo, que someten a las poblaciones civiles a formas inaceptables de sufrimiento augurando a los niños el peor de los futuros. Hay problemas más cotidianos en nuestras sociedades, como el racismo, la intolerancia de la diversidad, la violencia doméstica y su presencia en los medios de comunicación.
Para conseguir una sociedad mundial más justa y más humana se requiere un cambio de mentalidades, un alejamiento consciente de la violencia y la explotación para acercarse más hacia una cultura de paz y cooperación, de acuerdo con la Convención de Derechos del Niño. La defensa de la paz es, esencialmente, un trabajo de educación y construcción de nuevas maneras de pensar y actuar. Por tanto, este trabajo debe empezar en la primera infancia.
Por esta razón nosotros, los abajo firmantes, en representación de todos los delegados del Congreso Mundial de Educación para la Paz en la Primera Infancia, reunidos en Albacete, España del 20 al 22 de abril de 2007, considerando la necesidad de encontrar nuevos caminos para la transformación social y la paz mundial, en cooperación con los gobiernos, la sociedad civil y, especialmente con las familias, escuelas y servicios para la primera infancia, declaramos:
1. La iniquidad atenta contra los derechos del niño y se convierte en una seria barrera para la construcción de un entorno pacífico. Por ello, es imperativo apoyar a los niños y sus familias durante los primeros años para que construyan ese entorno.
De otra forma, las familias hambrientas podrían convertirse en familias violentas.2. Las políticas nacionales, legislación y reglamentos sobre el bienestar, cuidado y educación de los niños pequeños deberían apegarse a los acuerdos internacionales vigentes, un listado de los cuales se anexa a este documento. Al mismo tiempo, pedimos a los gobiernos que incrementen significativamente la financiación de los servicios para la primera infancia y las familias.
3. Una responsabilidad fundamental de cada nación es proporcionar a los niños pequeños educación temprana y actividades de alta calidad, integral, equitativa y accesible que incluya, entre sus componentes, oportunidades para que los niños pequeños se relacionen de una manera positiva y respetuosa.
4. Los gobiernos deberían cooperar de manera sostenible con las instituciones de la sociedad civil para incluir la educación para la paz en los servicios para la infancia temprana, desarrollando e intercambiando materiales y métodos educativos. Y facilitar la participación de los padres en el desarrollo y planificación de programas y apoyar las oportunidades de desarrollo profesional para el personal que trabaja con los niños pequeños.
5. La educación del niño debe entenderse como un proceso continuo, dinámico y permanente que facilite el pensamiento crítico y el aprendizaje participativo. El objetivo de la educación temprana es el pleno desarrollo del niño de una manera culturalmente relevante. La educación también debe promover la socialización positiva entre los géneros y reconocer sin prejuicios sus diferencias.
6. Los adultos deberían adoptar una actitud centrada en el niño, observándolos y escuchándolos, respetando su dignidad, necesidades individuales y puntos de vista porque su participación en la sociedad empieza con el nacimiento, a través de la interacción con su entorno inmediato. El entorno del hogar y la escuela debe propiciar la participación del niño desde la edad más temprana y animarles niños a expresar sus sentimientos, opiniones e ideas de diferentes maneras.
7. Para conseguir una cultura de paz, se debería eliminar el acoso y el castigo corporal en las escuelas, estimular la motivación para resolver los conflictos y la habilidad para hacerlo, incluyendo el uso apropiado del lenguaje y la imaginación creativa.
8. Se debe considerar a los niños no solamente como objetos a entrenar en la resolución de conflictos, sino como sujetos creativos y con recursos, no condicionados por reglas o experiencias pasadas. La resolución pacífica de conflictos sólo puede conseguirse cuando padres y educadores construyan entornos de paz junto a sus niños en cada acto de su vida cotidiana.
Esta declaración se firma en Albacete, España el 22 de abril de 2007, en representación de los expertos que la prepararon y aparecen en la lista y de los 1.200 delegados que asistieron al Congreso Mundial de Educación de la Infancia para la Paz.