La edad infantil constituye una etapa de
intenso desarrollo físico y psíquico cuyos logros se manifiestan
de forma visible y sus problemas se analizan vinculados estrechamente
con el desarrollo posterior del niño.
Este desarrollo, que no ocurre espontáneamente,
es el resultado de complejos procesos educativos orientados y dirigidos
por el adulto dentro de los cuales, la evaluación es uno de los
aspectos que revisten mayor significación e importancia.
En estas edades el proceso educativo
se dirige al logro de un adecuado e integral desarrollo de los distintos
aspectos que componen la personalidad del niño, tanto en el orden
físico, intelectual y moral como en el estético.
La evaluación, como expresión
del resultado del trabajo y como componente importante del proceso educativo,
constituye un factor fundamental para el análisis y valoración
del desarrollo del niño teniendo en cuenta sus particularidades
en cada etapa y los resultados en la aplicación de diferentes currículos,
siempre en relación con sus potencialidades físicas y psíquicas.
La actual concepción del proceso
educativo lo destaca como un sistema dinámico en el que interactúan
educador y alumno.
Este sistema dinámico lo integran
una serie de componentes esenciales como son: los objetivos, los contenidos,
los métodos, los medios de enseñanza y la evaluación,
los cuales se encuentran estrechamente relacionados.
No se podría pensar en la realización
del proceso educativo si faltara cualquiera de dichos componentes; sin
la indicación de objetivos, el proceso sería un barco a
la deriva; sin contenidos, un esfuerzo inútil; sin un sistema de
métodos, procedimientos ni medios de enseñanza, una acción
insegura; sin evaluación, una empresa de la cual se desconocería
su dirección y eficiencia, es decir, una tarea a medias.
Por lo tanto se concibe a la evaluacióncomo instrumento que permite establecer en diferentes momentos del
proceso educativo, la calidad con que se cumplen los objetivos del Proyecto
Educativo, y en dependencia de los resultados alcanzados, determinar los
aspectos que son necesarios introducir para acercar cada vez más
los resultados a las exigencias que demanda el desarrollo de los niños.
Al valorar la eficiencia del proceso
educativo, la evaluación permite establecer una comparación
entre los resultados del trabajo de la educadora y el nivel de desarrollo
alcanzado por los niños.
Si tenemos en cuenta su carácter
permanente, sistemático y continuo, la evaluación posibilita
la constante comprobación de los resultados del proceso educativo;
convirtiéndose a su vez en guía orientadora y de dirección
del mismo.
La evaluación no constituye
un fin en sí mismo, sino un medio para desarrollar en los niños
la capacidad de comprobar sus propios resultados y de esta manera contribuye
a que se fijen y desarrollen los conocimientos, hábitos y habilidades
que van adquiriendo en cada actividad. Por tanto la evolución es
tanto para la educadora como para los niños, no solo un medio para
comprobar lo logrado sino para aprender, con la comprobación de
los resultados.
Consideramos que los fines de la evaluación
en las edades infantiles son los siguientes:
Comprobar en diferentes momentos del curso en qué
medida se cumplen los objetivos propuestos.
Valorar los resultados y determinar qué
orientación inmediata debe tener el proceso educativo para el
logro de los objetivos propuestos en el Proyecto Educativo establecido.
El cumplimiento de estos fines permite
a la educadora comprobar la eficiencia de su trabajo en la aplicación
del sistema de conocimientos, hábitos y habilidades y el desarrollo
que van alcanzando los niños. Además, constituye un medio
efectivo de información, que le permite conocer las dificultades
y deficiencias que han afrontado en su labor pedagógica, tomándolos
como punto de partida para el análisis y las medidas que son necesarias
para comprobar la calidad del proceso educativo, entre los que consideramos:
Complejizar los medios de enseñanza empleados
y las actividades a realizar los por niños.
Rediseñar el nivel en que han sido trabajados
los objetivos.
Cambiar la dosificación de los contenidos
y aumentar o disminuir el número de frecuencias en que se trabajaría.
Determinar las formas más apropiadas a emplear
para evaluar.
Determinar la posible realización de cortes
diagnósticos
La eficiencia del proceso pedagógico
se determina por el grado de correspondencia que se alcance entre los
resultados obtenidos y los objetivos planteados a cumplimentar en cada
actividad con los niños. Este grado de coincidencia se puede observar
así gráficamente:
El primer paso exige conocer y determinar
el objetivo a evaluar; en segundo lugar, seleccionar las vías de
comprobación y determinar los métodos y formas organizativas
que se emplearán; el tercer paso sería el registro del resultado
obtenido.
Rasgos que caracterizan a la evaluación
en las edades infantiles.
La evaluación en la Educación
Infantil se caracteriza por tres rasgos fundamentales:
Los resultados de la evaluación son en
gran medida responsabilidad directa del trabajo de las educadoras.
Los resultados de la evaluación
están dados en el desarrollo que van alcanzando los niños
de acuerdo con el cumplimiento de los objetivos planteados en el Proyecto
Educativo, para estas edades, o de acuerdo a los fines y propósitos
que se establezcan para cada etapa del desarrollo. Es por ello que las
educadoras deben sentirse responsables ante los resultados de la evaluación
y deben ser capaces de valorarlos como producto de su trabajo directo
con el grupo de niños. La evaluación posibilita por tanto
precisar que debe trabajarse con cada niño a fin de lograr potenciar
su desarrollo, como también realizar "ajustes" tanto en contenidos
como en procedimientos metodológicos que favorezcan el trabajo
educativo con el niño o el grupo de niños.
Esto trae como consecuencia la necesidad
de una revisión de la efectividad del trabajo y exige a la educadora
una superación permanente que esta caracterice su labor pedagógica.
La necesidad de tener en cuenta el estado emocional
de los niños en todos los momentos de la actividad.
Teniendo en cuenta las particularidades
de los niños de edad infantil, tiene una gran importancia que
la educadora conozca su estado emocional al realizar una tarea, encomienda
o ejercicio y al responder a preguntas que sean motivo de evaluación,
ya que puede alterar los resultados.
Además es fundamental tener
también presente el momento del curso en que se encuentran al
evaluar al niño, de acuerdo con sus potencialidades físicas
y psíquicas.
La aplicación de los principios didácticos
generales y específicos de la Educación Infantil para
evaluar el desarrollo alcanzado por los niños.
Los principios didácticos generales
constituyen para el profesor, los lineamientos prácticos que le
permitan transformar la realidad, es decir, los principios de la enseñanza
sino el punto de partida del profesor y tienen una función transformadora.
En particular para evaluar el desarrollo
de niños y niñas, los principios de la Educación
Infantil.
Señalan que la evaluación
debe ser:
Objetiva y estar acorde con las edades de los niños
y la etapa del curso.
Sistemática y continua.
Preferentemente Individual, para garantizar una
valoración del desarrollo alcanzado por cada niño. Aunque
debe realizarse con igual exigencia, rigurosidad y uniformidad en la
norma y criterios técnicos.
Vista la evaluación como proceso
y resultado queremos determinar en algunas diferenciaciones y consideraciones
que nos parece conveniente analizar:
Evaluar significa emitir un juicio
de valor; en este sentido L. Boch afirma que la apreciación, el
juicio de valor propio de toda evaluación es siempre el resultado
de una comparación entre el dato que consideramos y otro que se
toma como referente. Es decir, la evaluación siempre significa
comparar un valor con otro, tomando para ello como base un criterio o
principio establecido.
El concepto de evaluación lleva
así, implícito, dos acciones: una de comprobación
a través de una medición cuantitativa o de una apreciación
cualitativa del grado en que se hallan presentes el o los rasgos o cualidades
de lo que está en consideración; y otra, la comparación
de los datos obtenidos con otro u otros que se toman como referencia para
derivar de ello el juicio de valor, y esto motiva agregar, que en todas
las actividades y situaciones de la vida humana, la evaluación
cumple un papel de fundamental importancia ya que es el medio a través
del cual nos ubicamos en la realidad y, consecuentemente, nos sirve como
guía para programar nuestras acciones.
En lecturas de apoyo de los materiales
de la SEP de México (11992) se señala que la acción
educativa del enseñante en la escuela infantil no consiste en trasmitir
un saber ya organizado sino en poner a disposición del niño
las situaciones que permitan a cada uno en enriquecimiento progresivo
de su personalidad, sus estructuras mentales y su desarrollo; agregan
que, por ello evaluar nunca debe significar hacer un juicio de valor sobre
el niño, ni tampoco sobre su realización sino hacer más
efectiva la acción del educador (a) controlando los efectos obtenidos.
Por tanto, para el educador de la escuela infantil la evaluación
se presenta como una forma necesaria de controlar los factores que intervienen
en el proceso educativo.
V. Peralta define la evaluación
como un proceso constante, sistemático, dinámico, que pretende
la objetividad, a través del cual se emite un juicio valorativo
que ayuda a la determinación de nuevas alternativas de decisión,
con relación a los diferentes agentes y elementos del currículo.
Destaca la objetividad como requisito
a alcanzar, pero que a la vez no se puede lograr plenamente por más
que se tomen en cuenta los criterios y normas para velar por ello, ya
que no deja de estar presente cierto nivel de subjetividad mientras la
evaluación sea un proceso que lo realice un ser humano.
El concepto de evaluación anteriormente
citado representa el enfoque más actual de la evaluación,
precisamente al considerarla un proceso que se lleva a cabo mediante un
procedimiento en el que intervienen tres momentos, también considerados
etapas del proceso:
La medición.
La evaluación propiamente.
La formulación de sugerencias o recomendaciones
para la toma de decisiones futuras.
La medición tiene como propósito
constatar, registrar y llegar a cuantificar el nivel de desarrollo de
un determinado aspecto. Para la medición se utilizan básicamente
la observación y la aplicación de diferentes instrumentos
de medición: registros, pruebas, escalas inventarias, entre otras.
Estos instrumentos pueden ser elaborados por la educadora u otro especialista.
Este proceso que delinea, clasifica, sistematiza y proporciona información,
se conoce como medición.
Por tanto, la medición es el
acto por el cual constatamos o apreciamos, cualitativa o cuantitativamente,
la existencia de un rasgo o cualidad que nos interesa en un momento determinado;
algunos autores lo consideran como una "visión fotográfica"
de ese rasgo o cualidad.
Una vez realizada la medición
utilizando uno o varios instrumentos previamente seleccionados o elaborados,
se hace necesario pronunciarse valorativamente sobre la significación
de la conducta medida, y este es en esencia el propósito de la
segunda etapa, la que denominamos evaluación como tal.
Al analizar la evaluación de
un currículo infantil, V. Peralta (1996) dice que para emitir el
juicio valorativo, es fundamental tomar algún punto de referencia
y apunta tres posibilidades:
Que se logra en función de un debe ser,
que se obtiene de un marco teórico general de tipo psicológico,
sobre lo esperable en educandos de esa etapa.
Que se haga en función del comportamiento
que evidencian los niños y niñas que componen el grupo
en el que participa el niño o la niña y que conforman
su grupo de iguales o de referencia.
Que se haga sobre la base de los antecedentes que
se tienen del propio niño o niña, considerando mediciones
anteriores.
La autora señala que las tres
posibilidades no son excluyentes y que es justamente el recurso que tiene
el docente de cambiarlos lo que favorece el enriquecimiento del juicio
valorativo. Por otra parte, destaca la importancia que tiene el no perder
de vista el enfoque personal de la última posibilidad expuesta,
aunque solo se pueda utilizar cuando existan antecedentes anteriores.
Debemos partir de la caracterización
de cada niño y niña, para de manera diferenciada, personal,
estimular sus logros y brindarle la ayuda precisa que requiere para obtener
mejores resultados. El conocimiento de los niños y las niñas
permite que el educador(a) conozca las posibilidades de cada uno, en función
del desarrollo ya alcanzado. Un pequeño logro puede ser enorme
para un niño o niña y para otro pudiera no constituir ningún
avance en su desarrollo, por tanto, se recomienda estimular el esfuerzo,
lo que se logra, aunque la calidad no sea la misma, debe estimularse tanto
a los que alcanzan un menor nivel de desarrollo, como a los más
aventajados y que sientan el deseo de hacerlo mejor; si no actuamos así
podrían generarse muchas frustraciones y pérdidas de interés
en uno u otro caso.
Lo anterior no implica que no se oriente,
ni se rectifique; las indicaciones sugerentes, precisas, contribuyen a
que el niño o la niña se percate del error, lo enmiende.
Rectificar, señala M. Molina, es brindar ayuda para que el niño
o niña pueda hacerlo mejor, es ser guía y apoyo para desempeñarse
con más calidad, en lugar de ser juez para dictar sentencias.
La formulación de sugerencias
o recomendaciones para la toma de decisiones futuras, constituyen una
resultante de todo el proceso anterior y deben ser tomadas en consideración
en la proyección de futuras líneas de acción.
La evaluación es la acción
educativa sistemática, es el medio por el cual es posible determinar
en qué medida se han cumplido los objetivos propuestos; es decir,
en qué medida la acción educativa ha producido efecto en
quienes son objeto de la misma. Este efecto debe manifestarse en cambios
y estos se hallan implícitos en los objetivos que la educación
se propone alcanzar.
Una visión estrecha de la evaluación
considera que la principal función de ella en la labor educativa
es la de constatar, por lo general en una fase final de esta labor, el
nivel de conocimientos alcanzados por los niños y las niñas
y esta constatación determinaba el futuro inmediato y va dándole
al niño o niña un "cauce" determinado que puede ir limitando,
frenando o dirigiendo estrechamente las posibilidades de desarrollo de
estos.
La concepción actual, más
amplia y justa es la que considera que la evaluación en la acción
educativa es parte integral de todo el proceso que tiene lugar en la situación
en que la misma se desarrolle, dentro del propio proceso de enseñanza
– aprendizaje, visto en la relación entre dos, entre el que enseña
y el que aprende y en qué condiciones se produce este aprendizaje,
así como, cuáles son las exigencias establecidas para el
mismo.
En el proceso de enseñanza-aprendizaje
y en sus resultados participan tanto factores inherentes al sujeto que
aprende (desarrollo alcanzado físico, afectivo, intelectual, moral,
estético, así como sus experiencias previas) y otras, relacionadas
con las condiciones de vida y educación, con el medio físico
y humano en que este proceso de transcurre.
Se considera al niño y niña
un participante activo del proceso, mediante el cual se producirán
cambios en su desarrollo. La enseñanza, como parte del proceso,
es una actividad mediante la cual el educador conduce al aprendizaje del
niño y la niña, para lo cual es muy necesaria la precisión
de las metas u objetivos que se propone en cada etapa y que responden
a los fines de la educación en el nivel de que se trate, y los
mismos responderán al encargo social, es decir, a las exigencias
que la sociedad le atribuye a cada eslabón del modelo curricular
y de su proyecto educativo de acuerdo al país de que se trate.
No podemos perder de vista que si
bien la educación infantil tiene sentido en sí misma, también
lo tiene desde el punto de vista propedéutico, de preparación
para la etapa siguiente: la educación básica, y aunque no
deben producirse rupturas, todo lo contrario, se supone que una educación
exitosa garantice la continuidad, pero para alcanzar ésta, deben
producirse logros en el desarrollo que le permitan a los niños
y a las niñas enfrentar las nuevas exigencias escolares, aunque
en una primera etapa sea la escuela la que "se ajuste" a las características
de los pequeños.
Al respecto señala M. Carretero
en su obra Pedagogía de la Escuela Infantil: "... la educación,
respetando el nivel evolutivo en el que el sujeto se encuentre debe contemplarse
como un proceso optimizante, perfectivo, etc., que se posibilita por las
intervenciones educativas vinculadas a los objetivos (palterns), y elaboradas
atendiendo a ambas instancias: estadio en el que el sujeto se encuentra
(la intervención educativa así será más eficaz
porque promoverá acciones) y el objetivo optimizado perseguido
(generador de progreso...". Reducirse a un solo polo significa en un caso
inhibición y reproducción, y en el otro, esterilidad e ineficacia.
No debe descuidarse tampoco lo diverso
de los contextos socio – económicos y culturales y la importancia
de la atención educativa a las poblaciones de niños y niñas
entre 0 y 6 años, en especial a aquellos sectores más carenciados;
en estos casos hay que prever qué evaluar, es decir, las exigencias,
si bien siempre deben ser generadoras de desarrollo no pueden obviar cada
realidad y el que se garantice una estimulación que equilibre eficientemente
los indicadores de cantidad y de calidad.
La evaluación le sirve a todos
los educadores para el cuestionamiento permanente de su labor y como punto
de partida para la proyección del trabajo pedagógico.