Durante las últimas
semanas hemos estado reflexionando sobre la Lectura para encontrar la
línea argumentativa que expondríamos en este artículo.
Cuando desde "Primeras Noticias" se nos propuso participar en
este número especial sobre la Animación a la Lectura aceptamos
el reto con un convencimiento: en nuestro trabajo trataríamos de
hacer meditar al profesorado y a todos los agentes del acto lector sobre
la lectura entendida como un proceso cognitivo e interactivo complejo
y apasionante; no estábamos dispuestos a fabricar un artículo
más sobre las maravillas de la Animación Lectora.
Rara es la revista especializada que
no incluye en cada uno de sus números algún artículo
que describe apasionadamente las virtudes de determinada estrategia de
animación lúdico/cósmico/literario/festiva. Y nuestra
intención no es criticar el trabajo de nadie sino tratar de aderezar
tanta música celestial con un poco de "fundamento" conceptual
y pedagógico.
Y es que –volvemos a argumentar una
vez más– si después de veinte años tejiendo hermosísimos
y coloristas tapices para animar a nuestros niños y jóvenes
a leer los resultados no son precisamente alentadores, la más sincera
y modesta autocrítica nos tiene que conducir a reconocer que nuestra
didáctica de la lectura no es todo lo eficaz que debiera. Y ante
esta constatación debemos ser rigurosos en nuestro análisis
buscando los puntos fuertes y débiles de nuestra metodología.
Ni hemos de desechar todo lo que estamos haciendo (¡hay cosas excelentes,
sobre todo a nivel de actitudes y deseos!) ni podemos seguir mirándonos
al ombligo echando balones fuera y culpabilizando a la T.V., los videojuegos
y las nuevas tecnologías de nuestro fracaso.
¿Por qué no cuaja la Animación
Lectora? Las causas son complejas y no pretendemos tener todas las respuestas,
pero trataremos de realizar un planteamiento crítico pero positivizante.
Tal vez la conclusión más global sería ésta:
no podemos entender la lectura como una simple técnica instrumental
ni como una operación mental uniforme y unidireccional. Bajo el
término "lectura" se agrupan una infinita y heterogénea
serie de procesos metacognitivos, intelectuales, afectivos, lúdicos
y sociales por lo cual su didáctica debe ser afrontada desde ángulos
muy diversos, con el empleo de recursos estimulantes y variados y con
el concurso de profesionales de diferentes campos del conocimiento.
¿Por qué no somos tan creativos
y estimulantes con nuestros alumnos en las diversas facetas de la didáctica
de la lectura? A la hora de planificar y llevar a cabo estrategias de
animación lectora damos de sí hasta el infinito, pero tal
vez deberíamos poner el mismo énfasis imaginativo y motivador
cuando estamos trabajando la técnica lectora (iniciación,
entonación, ritmo, velocidad), las habilidades lectoras (neuropsicológicas,
lingüísticas, intelectuales, emocionales, sociales), la lectura
de investigación, las técnicas de estudio basadas en el
acto lector reflexivo, la lectura selectiva, las estrategias metacognitivas
de comprensión...
El profesorado de Educación
Infantil y Primaria –y, en menor medida, el de Secundaria– lleva unos
cuantos años embarcado en el diseño de programas de promoción
de la lectura y la escritura. Los esfuerzos que se están realizando
son encomiables y ya va siendo hora de que por parte de las distintas
administraciones educativas y de la sociedad en su conjunto se comience
a reconocer y valorar la inquietud y entrega de los docentes, valoración
que no puede seguir quedándose en el aplauso de cara a la galería
sino que ha de concretarse en la reivindicación y puesta en marcha
decidida de un ambicioso proyecto de Estado, en la línea del "Año
Nacional de la Lectura" desarrollado en el Reino Unido entre 1998
y 1999.
Comencemos, pues, a desglosar
nuestros argumentos de cara a cimentar la que podría ser una nueva
Didáctica de la Lectura. Y decimos "nueva" no porque
vayamos a arribar a ninguna Ítaca utópica o revolucionaria
sino porque lo novedoso de nuestro planteamiento es tratar de defender
el diseño y desarrollo de un riguroso y pormenorizado Proyecto
de Lectura.
¿Qué es leer?
Tenemos como bandera pedagógica
facilitar a nuestros alumnos los mecanismos intelectuales, afectivos y
morales para afianzar su crecimiento como personas autónomas, coherentes
y libres. Por eso estamos convencidos de que uno de los medios para que
puedan conseguirlo es enseñarles a leer –es decir, comprender e
interpretar textos escritos con diferentes objetivos y formulados en formatos
y soportes diversos–. Para ello, siguiendo a Isabel Solé, habremos
de convertir al lector "en un sujeto activo que procesa el texto
y le aporta sus conocimientos, experiencias y esquemas previos".
Entendemos la lectura como un
proceso interactivo en el que lector y texto se conectan y el primero
"intenta satisfacer [obtener una información pertinente
para] los objetivos que guían su lectura". Saber leer
es saber comprender y decodificar el mensaje textual, pero también
–como dice acertadamente el profesor Moreno– es "ser capaz de
juzgar su contenido y gustar de la lectura; leer no consiste sólo
en comprender un texto, sino en saber construir un contexto",
para lo cual el lector habrá de sumergirse en un complejo y constante
proceso de predicción e inferencia del significado.
Nuestra didáctica de la
lectura habrá de ser especialmente cuidadosa con estos matices
para lograr que los niños y niñas se conviertan en procesadores
activos del texto y se impliquen a lo largo de la lectura en una continua
emisión y verificación de hipótesis conducentes a
alcanzar la comprensión del mensaje. Y, ojo, no olvidemos que es
prioritario que el sujeto se sienta –porque lo es– verdadero protagonista
del acto lector; para ello habrá de manejar las riendas de su aprendizaje
y la práctica de lectura. No puede seguir siendo un agente pasivo
que se mueve según tiren de él los hilos que maneja el profesor.
El barniz del sentimiento
Como decíamos antes, parece
que al planificar actividades de animación a la lectura es cuando
ponemos en marcha todas nuestras dotes de ilusionistas, embaucadores y
magos de la palabra. Exprimimos nuestro magín para desplegar en
nuestras aulas y bibliotecas la didáctica más apasionante
y creativa posible y eso no debe sino contestarse con una ovación
cerrada de los dioses.
Pero ¿por qué no embadurnar
las otras facetas del aprendizaje de la lectura con el hechizador barniz
del sentimiento?, ¿por qué no desplegar la fantasía y la
motivación también cuando pretendemos que nuestro niños
y jóvenes aprendan las primeras letras, interioricen las estrategias
de comprensión lectora, se acerquen a la lectura literaria (¡incluso
la de nuestros clásicos!) o se enfrenten a la lectura como técnica
de estudio? Tal vez –¡sin duda!–, si lo hiciéramos comenzarían
a mejorar todas esas encuestas mediáticas que rebosan falta de
mesura y pesimismo.
Si algo valoran nuestros estudiantes
es la coherencia de sus adultos significativos y, por eso, no pueden entender
que tratemos de convencerles de que "leer os hará más
libres", "leer nos hace soñar", "leer es una
aventura maravillosa" y luego les sepultemos en un maremagno de hipocresías
y didácticas desmotivadoras, opresoras y nada respetuosas de sus
intereses y niveles madurativos e intelectuales.
Tendríamos que hablar más
con nuestros alumnos o, mejor dicho, tendríamos que dejarles hablar
más a ellos para que nos pudieran decir que las actividades de
animación a la lectura "molan mogollón" y que
"flipan" cuando les visitan Ana García Castellanos o
Pep Durán para emborracharles con la magia de su verbo bello, pero
que cuando trabajan la lectura en clase, día a día, les
hacemos sentir que leer es la actividad más odiosa, desmotivadora
y curricular de todas.
Hagamos examen de conciencia y reconoceremos,
si somos honestos, que a lo mejor debemos cambiar las grageas de Micebrina
con las que tratamos de superar el agotamiento escolar, por unas buenas
dosis de un nuevo brebaje: el Elixir del Sentimiento, una misteriosa
pócima sin efectos secundarios que hace descubrir a quien la ingiere
que "leer puede llegar a ser algo maravilloso", aunque
a veces sea una actividad aséptica y poco atractiva.
En numerosas ocasiones hemos defendido
que tenemos que ser sinceros con nuestros alumnos: nada de venderles la
moto de que "leer es fantástico"; las grandes palabras
se las lleva el huracán de la práctica aburrida y vergonzante
que muchas veces vertemos sobre ellos. Leer no siempre es un acto intelectual
erótico, pero tenemos la obligación (ésa es la que
no asumimos plenamente) de hacerles descubrir que puede llegar a serlo
si tenemos siempre unos objetivos claros de lectura y sabemos seleccionar
aquellas lecturas que nos complacen (¡sí, a nosotros!, no a los
miles de forofos feriales de Gala o Pérez Reverte) y nos enriquecen.
Abríamos nuestra reflexión
con unas esclarecedoras palabras de H.C. Brumana –"Leer no es
matar el tiempo, sino fecundarlo"– porque creemos que ahí
está la clave: tenemos que articular entre todos los docentes –no
sólo los de Lengua y Literatura– un Proyecto de Lectura que ayude
a nuestras chicas y chicos a leer para fecundar su futuro, es decir,
a leer sembrando sus corazones de experiencias enriquecedoras, de retos
intelectuales estimulantes y de vivencias emocionales intensas que les
cuestionen y les hagan poner en duda sus convicciones para llegar, algún
día, a reposar –serenos y satisfechos– porque habrán alcanzado
el puerto acogedor de su propia Ítaca íntima y única.
No hay recetas, pero sí
intuiciones
Hace unos días un compañero
que enseña y aprende rodeado de chavales de 11 años me decía:
"estamos de acuerdo: tenemos que diseñar un programa de animación
a la lectura desde abajo, pero ¿qué hago yo con esos chicos y chicas
que están en mi clase y que no tienen ningún interés
por la lectura?" La respuesta que le di la ofrezco ahora al lector:
profundicemos en la psicología, los gustos e intereses de los chavales
que tenemos en nuestras manos. Procuremos conocer a fondo lo que aman,
lo que les seduce, lo que desearían más que nada en el mundo
y desde esta información confidencial busquemos y rebusquemos en
el pozo de nuestros conocimientos bibliográficos para darle a cada
uno lo que desea.
Y si encontramos un muchacho indeciso,
que no termina de saber qué tipo de historias o de aficiones le
enganchan, abramos ante sus ojos un abanico lo más variado y atractivo
posible y enseñémosle las virtudes de cada tema. Luego él
mismo tomará la decisión y emprenderá el camino que
guste, eso sí, será su camino; no vayamos de liberales y
tolerantes y luego, cuando él se enganche sólo con "Pesadillas"
o cómics, le vayamos a aplastar con uno de esos "¡vaya tonterías
que lees!" o "¿qué haces leyendo eso, con lo mayor que
eres?", que con tanta fluidez solemos vomitar sin ninguna consideración.
Por tanto, el aderezo más valioso,
el único imprescindible en todo programa de promoción de
la lectura es la afectividad, el sentimiento, la ternura, la proximidad
que sepamos crear entre nuestros alumnos y nosotros. Si somos para ellos
algo más que un adulto que les exige, que les obliga a aprender
teorías y teoremas y que sólo evalúa sus conocimientos
y capacidades, estaremos en disposición de ganarles para la causa
lectora. Jaume Cela, en su hermosísimo libro Con letra pequeña,
lo explica mejor que nosotros: "La aventura que supone conocer
a nuestros alumnos y alumnas debe englobar toda la realidad en la que
están inmersos. El conocimiento del contexto en que se mueven nos
facilitará elementos que podremos utilizar para adentrarnos con
mayor acierto en lo que son".
En nuestra relación profesional
con los padres y madres siempre repetimos este mensaje: debemos ser tremendamente
exigentes con los niños, educarles con coherencia en el esfuerzo
y la superación de uno mismo, pero al mismo tiempo debemos hacerles
sentir que sus cosas nos interesan, que sus preocupaciones las hacemos
nuestras no desde la pose sino desde el sentimiento, que estamos deseando
compartir con ellos nuestro tiempo y lo mejor de nosotros mismos... Desde
esta filosofía es desde la que ellos confiarán plenamente
en nosotros si les recomendamos acercarse a determinados libros (uno de
mis alumnos –ocho años– está devorando ya el tercer tomo
de El señor de los anillos) o sumergirse en la lectura de
la obra de algunos de los magníficos autores de Literatura Infantil
y Juvenil que llaman a su puerta.
Maestro: mediador, compañero
de viaje y modelo
Pennac nos dice que el niño
"seguiría siendo un buen lector si los adultos alimentaran
su entusiasmo, si estimularan su deseo de aprender, si le acompañaran
en su esfuerzo, si consintieran en perder tardes en lugar de intentar
ganar tiempo, si hicieran vibrar el presente, si alimentaran este placer
–el de la lectura– hasta que se transmutara en deber".
Y, más adelante, desvela
una de las claves del contagio de la magia de la lectura: "¿y
si, en vez de exigir la lectura, el profesor decidiera de repente
compartir su propia dicha de leer?"
Víctor Moreno incide también
en el papel del maestro/profesor: "la importancia del maestro
me parece clave en las facetas de motivar: la motivación es fácil
cuando el niño lee lo que quiere, donde quiere y como quiere; ha
de estrujarse el magín elaborando actividades y juegos sobre el
libro que se desea leer. Y, muy importante, conocer a los niños
y niñas que no leen, los factores que han intervenido en esta inapetencia
y solicitar de ellos un plan concreto de lecturas que les gustaría
zamparse". Su reflexión concluye tajante y elocuentemente:
"si no hacemos buenos lectores, no habrá escuelas vivas,
donde el niño sea actor y creador" y nosotros apostillaríamos
humildemente: "no habrá una sociedad más dinámica
y tolerante".
Estamos convencidos de que el
lector estará formulando esta reflexión crítica:
"tú lo has dicho: la motivación es fácil cuando
el niño lee lo que quiere, donde quiere y como quiere; pero ¿y
cuando tenemos que obligarle a leer lecturas curriculares?, ¿cómo
conseguir vencer su rechazo?" Para contestar a esta pregunta nos
permitiremos dar "un rodeo elegante": hace algo más de
un año mi hijo mayor llegó a casa una tarde echando pestes:
"¿tú te crees que es normal que con 14 años me hagan
hacer una redacción sobre la primavera?" Parece una bobada,
pero pregúntese el paciente lector: ¿a Ud. le erotiza mucho estrujar
sus neuronas para realizar un ejercicio de creación literaria sobre
un tema tan apasionante como "la primavera"? Seamos honestos
y reflexionemos juntos: "Vamos a ver, sensatos profesores de E.S.O.
y Bachillerato: cuando planificamos una redacción ¿qué objetivos
pretendemos? Supongo que algo así como "comprobar el nivel
de coherencia discursiva", "valorar la capacidad de expresar
razonadamente nuestros puntos de vista", "calibrar el dominio
de la ortografía"... Bien, me parece válido y respetable,
pero yo me/os pregunto: ¿qué más os da pedirles a vuestros
muchachos que escriban sobre las estaciones del año o sobre temas
más estimulantes (eso sí, menos "curriculares")
como sus ídolos musicales, sus futbolistas o actores favoritos,
su opinión sobre la caza de ballenas o el servicio militar? Pero
existe una diferencia abismal: si el tema no les "engancha"
realizarán una composición desastrosa y que no os permitirá
realizar una evaluación válida porque su calidad será
inferior a la que potencialmente podrían haber alcanzado.
Además, otro matiz, aparentemente
banal; haced una prueba la semana próxima: llegad a clase y decidles:
"hoy vais a hacer una redacción sobre el tema que cada uno
quiera". El impacto que les causará vuestro "ataque de
liberalismo" les llevará a concluir: "¡caray, si parece
que a mi profe le interesa lo que pienso!" Os garantizo por escrito
que la redacción que cocinarán será digna de ser
presentada al Concurso Anual de Redacción de Coca-Cola.
Evidentemente estamos exagerando
para llevar nuestras disquisiciones hacia una conclusión: cuidemos
siempre el aspecto motivacional en todos y cada uno de los procedimientos
metodológicos que pongamos en práctica con nuestros alumnos.
Y seamos especialmente cuidadosos con los chicos y chicas que muestran
más rechazo hacia la lectura y en las actividades "curriculares"
que a priori son más áridas y poco estimulantes. Pero ¡cuidado!,
no olvidemos otro matiz fundamental: la motivación no es un tesoro
que los profesores poseemos y tenemos la generosidad de regalar a nuestros
estudiantes. La motivación es un potencial que esconde cada persona
y que es radicalmente diferente al de los demás. Nosotros tendremos
que saber despertar la motivación intrínseca de cada uno
de nuestros estudiantes, para lo cual –vuelta al principio fundamental–
tendremos que conocerles lo mejor posible.
En la cabecera de este epígrafe
decíamos que el maestro ha de ser mediador, compañero de
viaje y modelo, pero eso no quiere decir que nuestro papel haya de ser
de protagonistas del proceso lector. Muy al contrario, habremos de ir
asumiendo nuestra progresiva pérdida de importancia en este aspecto
del proceso enseñanza-aprendizaje: si inicialmente habremos de
ir marcando minuciosamente los pasos a dar por el aprendiz mostrándole
las claves del código escrito, poco a poco iremos asumiendo el
papel de compañeros de viaje que le ayudan a descubrir las distintas
estrategias metacognitivas que puede poner en marcha para alcanzar una
plena comprensión del texto y, finalmente, sólo seremos
espectadores de todo su proceso de lectura en libertad; en este momento
ellos serán responsables del acto lector y nuestra compañía
sólo deberá aportarles un referente, un modelo y un apoyo
afectivo.
Víctor Moreno nos lo recuerda
con estas palabras: "El objetivo es crear gusto por leer –el placer
desinteresado de leer–, recrearlo y mantenerlo siempre terso y en tensión,
para que el ánimo lector no decaiga. El gusto por la lectura no
se adquiere leyendo bajo el efecto de la necesidad o de la obligación.
La lectura solamente puede ser fuente de placer o de alegría cuando
ha sido filón de descubrimientos. [...] Nuestra intención,
voluntad y perversa pedagogía es procurar que los niños
y niñas lean única y exclusivamente para el ombligo celestial
de su alma".
Colomer y Camps lo rubrican: "El
alumno tiene que llevar a cabo la actividad lectora él mismo, ha
de enfrentarse con los problemas de comprensión y tiene que intentar
resolverlos. El maestro tendrá que reducir su papel, ofreciendo
a los alumnos la ayuda necesaria para que ellos puedan llegar a una interpretación
adecuada del texto".
La lectura de regazo
Tomamos prestado de José
Quintanal esta hermosa manera de calificar al acto lector que se lleva
a cabo sobre todo en los primeros años del niño que, según
el profesor Quintanal, tiene lugar en el regazo, acogedor y gratificante
de sus padres y, para nosotros, también de sus maestros. Habremos
de conseguir que el primer acercamiento al hecho lector esté rodeado
de ternura, comodidad, creatividad y alegría. "Las primeras
lecturas marcarán la personalidad del niño en aspectos tales
como la autoestima, la seguridad, la sensibilidad o la apertura".
En este caso –como otras muchas
veces– sobran nuestras palabras: "Leer en el regazo es un acto
de amor, amor al otro, al niño en nuestro caso y, por supuesto,
amor a la lectura, a la experiencia lectora que cada uno lleva consigo,
porque ahí en el regazo no se puede expresar otro tipo de sentimientos
que no sean los más nobles. La lectura se ennoblece en el regazo
porque entra en lo más íntimo del sentimiento humano".
Asensi profundiza en la misma
idea: "En la experiencia compartida que supone contar un cuento,
el niño percibe que sus padres o sus profesores se acercan a su
mundo y lo comprenden. Al compartir sus fantasías con quienes más
quiere, el niño se siente seguro pues sus conflictos se enredan
en una maravillosa aventura que merece la pena ser vivida".
El valor de la experiencia
José Antonio Marina, en
su magnífico libro La selva del lenguaje nos acerca una
reflexión de Rilke sobre el nacimiento de un verso que queremos
ofrecer a nuestros lectores:
"Para escribir un solo verso
hay que haber visto muchas ciudades, muchos hombres y muchas cosas; hay
que conocer a los animales, hay que haber sentido el vuelo de los pájaros
y saber qué movimientos hacen las flores al abrirse por la mañana.
Hay que tener recuerdos de muchas noches de amor. [...] Y tampoco basta
con tener recuerdos. Hay que saber olvidarlos [...]; y cuando ya no tienen
nombre, ni se distinguen de nosotros, entonces puede suceder que, en un
momento dado, brote de ellos la primera palabra de un verso".
Desarrollemos dentro del aula
una didáctica creativa, crítica, favorecedora de la investigación
y la reflexión y les estaremos legando a nuestros alumnos el tesoro
más valioso que la escuela puede regalar a la sociedad. Debemos
provocar el contacto continuo, impactante y atractivo de nuestros alumnos
con las distintas formas y soportes de la lectura. Permitámosles
manipular, experimentar con los cinco sentidos, y creemos situaciones
de aprendizaje que les provoquen a acercarse a los libros. Alguien dijo
en cierta ocasión que "sólo aprendemos aquello que
penetra por nuestros sentidos" y este aforismo es absolutamente válido
para el objeto de nuestro discurso.
Quintanal reflexiona también
sobre este matiz: "no se puede leer sino aquello que se tiene
almacenado con anterioridad en el cerebro (en forma de ideas personales
de contenido que habrán llegado hasta allí gracias a su
experiencia de vida previa). Empezar el aprendizaje lector sólo
será posible cuando se cuenta con un cierto bagaje experiencial".
El niño deberá contar
con un acercamiento y conocimiento de los materiales y entornos de lectura
antes de iniciarse en el aprendizaje propiamente dicho. Pierre Gamarra
nos invitaba a leer el mundo antes de leer los libros.
En estos primeros años
es donde nos estamos jugando gran parte del afianzamiento futuro del hábito
lector en el niño. En palabras del profesor Cerrillo "el
niño debe tener gusto por la lectura antes de aprender a leer". Los padres y las maestras de Educación Infantil tienen
que ser conscientes de la importancia de su papel como mediadores entre
el niño y los materiales de lectura durante los primeros años
de su vida, ayudándole a recrear el contenido del texto con el
apoyo de las imágenes.
Y, seamos honestos, la mayoría
de los educadores infantiles suelen mostrar esta sensibilidad, pero cuando
el niño llega a la escuela algo no funciona bien porque al cabo
de un cierto tiempo –en el mejor de los casos, varios años; en
el peor, tan sólo uno o dos cursos– la pasión lectora del
pequeño se apaga lánguidamente hasta quedar sumida en el
limbo de los encefalogramas lectores planos.
Las causas del alejamiento del niño
de la lectura son múltiples como hemos expuesto en diversos foros,
pero aunque algunas de ellas –MCM, videojuegos, reinado de la imagen sobre
la palabra escrita... – son extrínsecas a la escuela otras muchas
son competencia exclusivamente de nosotros los maestros y profesores.
Hagamos una autoevaluación crítica pero constructiva de
nuestra didáctica y, sin duda, llegaremos a descubrir aquellos
aspectos de la misma que deben mejorar.
Notas para docentes navegantes
La responsabilidad de sembrar
en los niños y niñas el gusto por la lectura es una tarea
compartida en la que han de implicarse tanto los docentes, como los padres,
las administraciones educativas y todos los estamentos sociales. Cada
uno habrá de asumir sus responsabilidades y aportar su granito
de arena que es único e insustituible. Si alguno de ellos falla
es cuando el proceso no alcanzará el éxito.
Centrémonos ahora en el
papel de los docentes. ¿Con qué cuenta la escuela para animar a
leer a los niños y jóvenes? Si tenemos claro que la lectura
es un objetivo curricular prioritario podremos ir definiendo los recursos
que tenemos en nuestras manos para alcanzar dicha meta.
Siguiendo al profesor Quintanal
podemos describir el equipaje que llevamos en nuestra maleta didáctica:
Proximidad: el niño tiende a identificarse,
en diversas etapas de la escolaridad, con su maestro, hacia quien siente
una mezcla de admiración y confianza; observa sus gestos, sus
acciones e imita sus formas de expresión y sus actitudes. ¿Por
qué no habrá de mimetizar también su hábito
lector si el maestro le ofrece modelos de lectura a lo largo del horario
escolar? (pregúntese el lector: ¿cuándo nos ven leer nuestros
alumnos?)
Tiempo: este factor siempre lo negativizamos
porque nos quejamos de que "¡no tenemos tiempo de leer porque hay
que completar los programas¡" Pero creo que no tenemos perdón
de Dios. Os contaré una anécdota profundamente triste:
en cierto colegio de prestigio los alumnos de 3º de ESO no tienen a
lo largo de la semana ningún rato para leer dentro del horario
escolar; sólo existe una "triquiñuela": si concluyen
alguna actividad curricular antes que sus compañeros pueden sacar
un libro y leer "mientras los demás terminan" (sé
de algunos que han sufrido un tremendo bajón en sus notas porque
terminan las actividades curriculares a todo correr para poder leer).
Nosotros nos preguntamos: un alumno se pasa alrededor de cien horas
al mes en nuestras aulas; ¿no somos capaces de organizar nuestro currículo
de modo que haya tiempo para la lectura compartida y también
para la lectura libre y espontánea?
Relaciones interpersonales: la escuela es
un campo de cultivo de múltiples relaciones sociales; los chavales
conviven consigo mismos (¡no olvidemos este aspecto!), con sus compañeros
(¡que no iguales!; cada uno de ellos es único) y con sus profesores.
Entre todos se establece una compleja red de actos comunicativos que
se basan en la palabra. Favorezcamos una pedagogía activa en
la que primen la expresión oral y escrita de los pensamientos,
sentimientos y actitudes personales, críticas y divergentes.
"La lectura se halla en el corazón del trabajo escolar,
y todavía más cuanto más activos son los métodos.
Cuanto más se intente favorecer la autonomía de los alumnos,
mayor será la frecuencia del encuentro con lo escrito y más
decisivo será el dominio de la lectura" (E. Charmeux).
Si el niño se siente apreciado sentirá deseos de comunicar
su mundo interior por escrito y eso favorecerá después
sus inquietudes por leer.
Recursos: aunque todo es mejorable, ahora
los docentes no tenemos la excusa de que nuestros centros escolares
carecen de recursos materiales; el abanico de materiales y recursos
de lectura con los que contamos es amplísimo y tenemos la obligación
de explotarlo y ponerlo al servicio de nuestros estudiantes. Estamos
convencidos de que en muchas escuelas e institutos los recursos están
infrautilizados. Pongamos en marcha proyectos de Biblioteca Escolar
y desde ella centralicemos y optimicemos los recursos humanos y materiales
con los que contamos para hacer que nuestra didáctica de la lectura
(igual que nuestra didáctica general) sea más estimulante
y eficaz.
Conclusiones
Dejemos que sea José García
Guerrero –uno de nuestros maestros– quien realice el balance de nuestro
discurso: "En conclusión, el fin último implica
la creación y el mantenimiento de un ambiente cada vez más
sólido que permita al alumnado, por un lado, experimentar el libro
como un objeto cultural de gozo y de conocimiento y, por otro lado, entender
y asumir la lectura y escritura como procesos, habilidades y competencias
al alcance de todos, para todos y para siempre. Y todo ello afrontado
con seguridad por niños y jóvenes, sin el miedo, los prejuicios
y demás exageraciones producidas por métodos y hábitos
poco afortunados del sistema educativo y del contexto vital".
Y el colofón lo pone
Eveline Charmeux al recordarnos que "el objetivo no es que disfruten
de una lectura de animación –en la que es otra persona quien lee–
sino que disfruten leyendo. ¡Es la lectura lo que debe resultar agradable,
no el dulce con el que la adornamos! La lectura no es una píldora
amarga que es preciso endulzar"