La expresión artística, ya sea pintura, dibujo, escultura, música o danza, da una pauta de maduración y desarrollo en el niño. En el arte el experto es el niño, dos pequeñas líneas rojas pueden ser un caballo, una torta o Superman. Así las ve el niño y así son.
Su original manera de pensar, sentir y percibir son mucho mas valiosas que su capacidad y sus conocimientos. Puede ignorar la realidad y dejar de lado la razón, sus temas pueden ser extraños, sus colores inadecuados y su elección incongruente de acuerdo a los adultos. Pero si es su expresión personal ha tenido éxito no solo para sí, también para las exigencias de la estructura social. El niño es libre de pintar un hombre verde colgado de un árbol rojo, o una luna roja sonriendo en un cielo negro; todo lo que tiene que decir es interesante y merece seria atención. En los niños el arte puede ser su mejor amigo.
La primera necesidad que debe ser satisfecha al trabajar el dibujo en los niños es la de sentirse libres. Libres para descubrir por sí mismos el ritmo oculto de todo lo que los rodea, lo que ven y tocan; todo aquello que sienten a través de las imágenes que se descubren en su imaginación. Libres para manifestar la diversidad de los colores, de las formas y de la alegría que viven al hacerlo.
En la infancia el arte es fundamentalmente un medio de comunicación. Los niños y las niñas son seres en constante cambio y la representación gráfica que realizan no es más que el lenguaje de su pensamiento. A medida que van creciendo, van percibiendo el mundo de forma diferente, por lo que la manera de expresar su realidad va cambiando.
Si no hubiera ningún tipo de interferencia, el niño se expresaría libremente y sin Inhibiciones, sin que fuera necesario ninguna clase de estímulo.
La educación, en general, debería tratar de estimular a los alumnos y alumnas para que se identifiquen con sus propias experiencias, y para que desarrollen los conceptos que expresan sus sentimientos, sus emociones y su propia sensibilidad estética.
Para trabajar con los niños en el ámbito de la expresión plástica es imprescindible comprender las diversas etapas de desarrollo y poseer un conocimiento de los alcances el arte en cada una de ellas.
Los niños dibujan de una forma predecible, atravesando etapas definidas que parten de los primeros trazos en un papel hasta el progreso de los trabajos durante la adolescencia. Aunque consideramos estas etapas como diferentes pasos en la evolución del arte, resulta a veces difícil decir dónde termina una etapa y comienza la otra.
Las afirmaciones de que los niños dibujan lo que saben y no lo que ven, no tienen fundamentos lógicos, cualquier niño pequeño puede describir los rasgos de las personas y las cosas con mucho más detalle de lo que le interesa representar.
Parecería que lo que el niño está dibujando es lo que para él tiene importancia en dicho momento.
Si se considera el dibujo como un proceso que el niño utiliza para trasmitir un significado y reconstruir su ambiente, el proceso del dibujo es mucho más complejo que el simple intento de una representación visual. El mismo niño está incluido en cada dibujo y es espectador y actor al mismo tiempo.
Los dibujos de los niños y niñas nos permiten apreciar que comienzan desde un punto de vista egocéntrico para ir adquiriendo progresivamente una mayor conciencia de sí mismo como parte de una sociedad.
En la etapa del garabateo, el niño hace trazos desordenados en su papel que poco a poco se van organizando y controlando. Pero, a partir de los 4 años, las figuras dibujadas comienzan a ser más reconocibles.
La siguiente etapa es la llamada preesquemática, que llega hasta los 6 años aproximadamente, en la cual el niño hace sus primeros intentos de representación. La característica esencial de esta etapa es el dibujo del ser humano con lo que se ha llamado «el monigote», representación que por lo general se limita a cabeza y pies. Cualquier otro objeto del ambiente puede ser representado sin relación de tamaño y de espacio.
La siguiente etapa es la esquemática, entre los 7 y 9 años; el niño desarrolla un concepto definido de la forma, sus dibujos simbolizan parte de su entorno de forma descriptiva, e inician una etapa de creciente realismo.
En general, los niños suelen ser «pintores de cosas». A medida que el espíritu decorativo les penetra, ensanchan sus alas y crean a su antojo sus propias combinaciones de color, preocupados únicamente por dar a su trabajo una realidad estética, aunque este concepto no sea el mismo en el niño que en el adulto, no podemos olvidar esa atracción que el niño siente por el color solamente con colores, sin excluir el lápiz negro.
El niño lo funde todo en una realidad viva y no tenemos el derecho a entorpecer el proceso interior del niño imponiéndole unos moldes arbitrarios, creados por mentalidades adultas independientemente de la percepción y expresión infantil. Por ejemplo una clásica casita de techo de dos aguas saliéndole humo de su chimenea, dos ventanas y una puerta; un sol amarillo en una esquina de la hoja y unas nubes azules.
Sin embargo, sí podemos proponer la imitación de una obra de arte que se ha analizado con anterioridad, con la finalidad de observar y describir los detalles en esta. Al proponer este tipo de trabajo, encontramos que los niños pueden ser sensibles a la obra, no solamente copiándola, sino realizando una variedad de trabajos alrededor de esta.
Nuestra propuesta es trabajar a partir de la obra artística de pintores famosos, de las cuales pueden surgir discusiones, investigaciones y por lo tanto un gran conocimiento en los niños. Creemos que los niños preescolares tienen la capacidad de observar aún los mínimos detalles en obras como las de Vincent van Gogh, Monet, Diego Rivera, Clemente Orozco, etc. Además de interesarse por la vida de dichos autores, así como entrar en discusiones enriquecedoras del lugar donde pertenecen las obras y donde se encuentran actualmente, y si dichas obras se relacionan con la cultura, historia y vida personal del autor. Muchas veces se ven atraídos a visitar museos donde se exponen obras de pintores que son conocidos por ellos o que han escuchado nombrar.
Las obras analizadas nos permiten escribir adivinanzas, contar el número de x objetos que se presenten en alguna obra, imaginarnos aventuras que terminan convirtiéndose en cuentos creados por los niños, donde el escenario es el propuesto en alguna pintura; y muchas veces nos animamos por qué no, a imaginarnos agregar detalles a la obra y cambiarle los colores.
Es una verdadera aventura entrar al mundo de las creaciones artísticas. Aún más de lo que pudiésemos imaginar cuando lo proponemos al inicio la obra. Los niños siguen por varios días hablando del autor y los detalles de la obra. Proponen nuevos autores y obras.
No pretendemos que los niños se conviertan en meros conocedores de obras de arte, sino que a través de estas, construyan una estructura de pensamiento, es decir, una manera de mirar que les forme más allá del cuadro, y más allá de las escuela, que les capacite no solo a apreciar el arte, sino también el mundo que los rodea.
En palabras de Freinet, «diría exactamente que el niño dibuja para aprender a dibujar, es decir, a copiar exactamente un modelo y que el dibujo profundice la observación y cultive el sentido del gusto».