«El niño es un ser musical por naturaleza, capaz de comprender y expresarse por medio de la música.»
Pablo Torres Parres
Desde que nace, y aun en el vientre de la madre, el niño puede percibir el mundo sonoro que lo rodea. No es casualidad que la mayoría de los juguetes para bebés tengan sonido. La expresión musical aparece desde los primeros momentos, desde que el niño respira rítmicamente y se expresa por medio de mensajes sonoros, como el llanto, el balbuceo, gritos, etc. No es de extrañarnos que al nacer llamemos la atención del bebé a través del sonido, el canto, las sonajas.
Se ha definido a la música como el lenguaje del alma y es un lenguaje universal, sin fronteras. En efecto, la sentimos en cada poro de nuestro ser sin que sea necesario hacer uso de la razón. Simplemente se siente y nuestro cuerpo reacciona. A veces, nos estremecemos con una pieza determinada e incluso nos sorprendemos cuando nuestro cuerpo se mueve inconscientemente al ritmo de la música.
Es triste ver que en lugar de sentir la música como parte de nosotros la vemos como algo ajeno. En innumerables ocasiones hemos escuchado que alguien dice: «La música no se me da» o «yo no sirvo para la música». Sin embargo, la música es mucho más que saber tocar un instrumento o cantar bien. Todos la llevamos por dentro, somos seres musicales. Y saberlo es un buen inicio para desbloquearnos, en caso de que tengamos la sensación antes descrita. El siguiente paso es entrar en acción: cuando somos niños, nos damos permiso de cantar, bailar y jugar con la música y esta se vuelve una parte muy importante de nuestro ser. A medida que crecemos, actuamos como si alguien nos hubiera dicho que la guardáramos y que solo le diéramos permiso de salir en los lugares socialmente permitidos, como son una fiesta, un bar, etc. Sin embargo, a pesar de que ella está ahí con nosotros, se resigna a quedarse guardada. En cuanto la dejamos expresarse, sale y nos invita a movernos y a disfrutarla.
El canto es un elemento muy importante para establecer la comunicación entre el adulto y el niño. «La canción infantil es el alimento musical mas importante que recibe el niño y se nutre de éste durante toda la vida», dice Violeta Gainza.
La canción es una herramienta de apoyo para cualquier área académica. Es un instrumento que «le da vida» a lo teórico. A través de canciones, el niño descubre el mundo que lo rodea y lo hace suyo. Conoce culturas y formas de vida diferentes, acrecienta su lenguaje, aprende nuevas palabras y forma frases novedosas, aprende a describir, a buscar homónimos y opuestos. Con las canciones, el niño se relaciona con sus pares de una manera gentil y amigable, Las canciones ayudan a relajar e integrar al grupo. Lo llevan de la mano a trabajar matemáticas a través del ritmo pues este se mide en tiempo y fracciones.
Utilizar el movimiento en canciones o rimas mantiene al niño constantemente motivado.
El movimiento, el ritmo y la música están íntimamente ligados. Los niños captan fácilmente el ritmo y la melodía de una canción infantil en forma global, como una totalidad y su cuerpo traduce ritmo y melodía en gestos y movimientos, sin ser necesario la comprensión profunda y racional de esta. Es por esto que, cuando oímos música, nuestro cuerpo reacciona de manera natural: nuestra parte musical interna se pone en contacto con la música de afuera y se produce una reacción corporal.
Emile Dalcroze –compositor y pedagogo musical– fue el iniciador de la gimnasia rítmica, donde se incorpora el movimiento corporal como un paso necesario para aprender el ritmo y la música. Afirma que nuestro cuerpo debe convertirse en música. La sensación del movimiento refuerza la percepción musical interior. De ahí la importancia de incluir movimiento en las canciones que se utilizan. Es el creador de las canciones con gestos. Debemos presentar las canciones acompañadas de diferentes movimientos y buscar todas las variaciones posibles. (Aquino Francisco: Cantos Para Jugar 2, Ed. Trillas.)
Debemos buscar canciones que nos agraden para cantárselas a los niños. Al mismo tiempo, debemos utilizar la imaginación y la creatividad tratando de encontrar la mayor variedad posible de actividades para hacer con cada canción. Podemos, por ejemplo, cantar una canción que el niño ya conoce con algún elemento nuevo. Puede ser cambiando el tono de voz, o cambiando el movimiento, o bien inventando otra forma para cantar, como puede ser substituyendo todas las vocales solo por la a
o la e, por mencionar algún ejemplo.
La creatividad está en cada una de nosotros, lo importante es «echar a andar el motorcito» para que en cada actividad encontremos lo mejor que se pueda dar. Hay que olvidarse de los estereotipos y volvernos creativos, novedosos y divertidos. Vivamos cada actividad con la magia de la espontaneidad.
Los adultos que convivimos a cada momento con el niño, debemos permitirle llevar la música a flote, así como evitar cualquier obstáculo al desarrollo de su parte musical. La única forma de hacerlo es permitiéndonos disfrutar la música con él y dejar escapar esa musicalidad que tenemos dentro.
El Dr. Paul MacLean desarrolló la teoría del cerebro triuno, donde hay tres capas en la evolución del cerebro. El cerebro reptil que es el que se encarga de todo lo que tenga que ver con la supervivencia. Este cerebro está como botón central en el cerebro actual y se activa con música de tambores, ritmos y secuencias rítmicas. Es el cerebro más primitivo, que está en mayor actividad durante los primeros meses de vida. Este cerebro es el que nos motiva a movernos cuando escuchamos música, sobre todo si esta es rápida. El cerebro reptil se relaciona con nuestro actuar cotidiano, con el movimiento. El segundo cerebro es el medio, mamífero o límbico, que es el emocional, encargado de procesar las emociones. Es el cerebro de las relaciones y la motivación. Se estimula fuertemente con música de cuerdas y alientos y es la que nos lleva a la imaginación, al sentimiento. La tercera capa es la neocorteza, que es el cerebro intelectual, racional y conceptual. Tiene una relación directa con la escritura, la lectura, la lógica, y es donde las ideas se cristalizan. Esta parte del cerebro está relacionada con las habilidades de abstracción. Se ha observado que la música barroca lenta o el canto gregoriano la estimulan debido a sus determinadas frecuencias.
MacLean afirma que activar las tres partes del cerebro con la música y el movimiento corporal abre nuevos canales de percepción. Para poder llevar las ideas de la neocorteza a la acción por medio del cerebro reptil, es necesaria la motivación la cual viene del cerebro límbico.
Otra aportación importante es la teoría del cerebro derecho y cerebro izquierdo de el Dr. Roger Sperry, en donde el hemisferio derecho es el encargado de las emociones, el soñador, el ritmo; y el hemisferio izquierdo es el estructurado, el racional, el lógico Muchos tienen la creencia que si se trabaja con música solo se estimula el hemisferio derecho, pues entra en acción la emoción, pero también se trabaja la parte izquierda pues la música, ya sea en su creación, ejecución o disfrute, requiere de patrones de pensamiento lógicos, conocimientos matemáticos y manejo del lenguaje, que son actividades del hemisferio izquierdo.
La música se procesa en varias áreas del cerebro. El hemisferio izquierdo procesa el ritmo mientras que el derecho el tono y la melodía.
Además, si agregamos movimiento, entra en acción el cuerpo calloso y así se activa todo el cerebro.
Existen muchos estudios y teorías de la relación que existe entre la música y el cerebro para un mejor aprendizaje y todas tienen aportes muy importantes.
Desde mi punto de vista, como guía Montessori y educadora, y a partir del trabajo diario con los niños, puedo constatar que trabajar con música, cantar con los niños, movernos con diferentes ritmos, jugar a cambiar frases en las canciones, involucrarnos y convertirnos en gallinas para cantar como gallinas o buscar cantidad de palabras para describir las cualidades que tiene el pelo, hace que el niño se abra a recibir información, hace que este goce el momento y lo pueda retener en su mente, lo invita a querer saber más, a ampliar sus criterios y a investigar más sobre el tema, y esto lo hace de una manera amigable, divertida novedosa y creativa.
¿Cuándo empezar? En toda época, desde el nacimiento hasta la vejez, teniendo a la música como una compañera de juego, así como lo hace el niño, ese niño que se convertirá en hombre.
Tenemos que abrazar a la música como a una gran amiga e irnos de la mano con ella durante toda la vida. De esta forma, nuestra existencia será más plena, divertida y placentera.