Pros y contras de ser unos padres permisivos: la importancia de establecer lĂmites
Este modelo de crianza se rige por altos niveles de afecto y comunicación, pero uno de sus riesgos es que los progenitores se olviden de poner normas, lo que puede derivar en niños con inseguridad, poca tolerancia a la frustración o que no aprenden el valor del esfuerzo Los niños deben experimentar por sí solos, lo que implica también que pueden equivocarse. Y ese espacio es necesario para su correcto desarrollo. “Cuando alguno de los comportamientos implica un riesgo o incumple una norma, debe quedar claro y debe ser reconducido. En el caso de que esto no lo cumplamos, o de que no haya normas claras establecidas, estaremos siendo permisivos”, asegura la psicóloga infantil y de adultos Nuria Urbano. El estilo educativo permisivo suele caracterizarse por presentar niveles elevados de afecto y comunicación, pero una ausencia casi total de normas y límites. “No debemos confundir el educar desde el respeto, el afecto y la comunicación con la falta de normas y límites”, añade Urbano. La falta de límites y rutinas claros genera inseguridad en los menores. Así lo piensa también la psicóloga Gema Castaño, especializada en tratamiento del trauma. La experta asegura rotunda: “El exceso de libertad y de autonomía puede generar una mayor ansiedad en los menores, ya que somos una especie que nace inmadura, tanto desde un punto de vista biológico como emocional, y necesitamos al otro para aprender”. Para Castaño la autonomía de un niño o niña es importante, pero con un modelo que les guíe, les enmarque, les explique. “No puedo afirmar que los padres permisivos hacen que sus hijos acaben siendo tiranos, pero sí que existe la posibilidad de que los niños crezcan sin haber interiorizado nociones como el respeto a los otros y hacia ellos mismos”, asegura. Así que la manga ancha para actuar como lo consideren, experimenten y les plazca, para la psicóloga puede derivar en inseguridad, baja autoestima y poca tolerancia a la frustración. Beatriz Castro Bayón es maestra de Educación Infantil en el CRA Villamañán de León y autora del libro Niños autónomos (Plataforma Editorial, 2022) junto con Óscar Casado Berrocal. Castro afirma que puede haber momentos en los que, sin ser padres permisivos, relajemos un poco el nivel de exigencia en el cumplimiento de ciertas normas o límites y eso no es malo: “Al contrario, es muy saludable para la relación con nuestros hijos y para su propio crecimiento y maduración que dichos límites sean flexibles”. Para la maestra, los niños tienen todo el derecho del mundo a comportarse como tal: “Esto es: gritar, reír, correr, saltar, hacer ruido y llorar”. Sin embargo, explica, esto no implica que todo lo que hagan sea correcto y adecuado. “Sus padres son quienes tienen que actuar como sus introductores en la sociedad y tendrán que irles ayudando a entender e interiorizar ciertas normas de convivencia, sin que ello suponga coartar su libertad ni su forma de expresarse”, reflexiona la experta. Para Castro, el conflicto reside en que algunos padres y madres confunden ejercer una crianza autónoma y emancipadora con enfoques irresponsables, basados únicamente en la permisividad y en el lema “Los niños tienen que experimentar y ser libres”. Ainhoa Carmona trabaja de educadora en una escuela infantil pública de Madrid y dice que el respeto a los ritmos de los niños y las niñas se relaciona con el estadio del desarrollo evolutivo de cada uno. “Si conocemos cómo funciona el cerebro de un menor, podremos entender qué es respetar su ritmo de aprendizaje y cómo funcionan sus emociones, y cuándo le estás alejando de la realidad, dejándole hacer todo lo que desee en ese momento”. Carmona afirma que otra cuestión es cómo ponemos esos límites: “Si los estás poniendo de forma respetuosa o los estás poniendo porque a ti te viene bien, no a él o ella, o sea, la vía más rápida”. Para Castro, la amplia permisividad tiene un efecto contrario a lo que madres y padres pueden pensar: “Paradójicamente, pese a lo que en un primer momento pueda parecer, para criar niños autónomos necesitamos establecer normas, porque les ayuda a sentirse más seguros porque les desaparece la incertidumbre, además de ayudarles poco a poco a relacionar las relaciones causa-efecto”. La ausencia de normas y límites, unida a modelos de paternidad sobreprotectores, solo consigue que se prive a estos niños del necesario aprendizaje que supone enfrentarse a situaciones en el mundo real. Así lo cree la también autora de Niños autónomos: “Se acostumbran a pensar que todo les tiene que ser dado simplemente porque sí, sin esfuerzo alguno. No aprenden el valor del esfuerzo, de conseguir algo por sí mismos. Y esto, a la larga, termina convirtiéndoles en pequeños dictadores que someten bajo su poder a unos padres inicialmente convencidos de que es lo mejor para sus pequeños, pero que cuando se dan cuenta del error ya es demasiado tarde y su pequeño se ha convertido, por ejemplo, en un adolescente ofuscado”. Educar a través de los límites y las consecuencias ayuda a los menores a sentirse más seguros, a gestionar emociones (como la frustración), a ganar autoestima y a tener un mejor concepto de ellos mismos, lo que les proporciona bienestar. “Establecer pautas y límites desde el afecto y la comunicación es la manera por la cual los niños entienden las consecuencias de sus actos, de poder inculcarles valores y sobre todo de que se sientan seguros y protegidos dentro de un hogar estable y equilibrado”, afirma Urbano. …Para leer el texto completo, acudir a esta fuente. |