Solo el 15% de docentes en infantil y primaria son hombres

Está tan normalizado que damos por hecho que es así, igual que el cielo es azul, y el carbón, negro. "¿Cómo se llama tu maestra?", le solemos preguntar a una criatura cuando nos interesamos por su vida escolar, dando por hecho que su referente en el aula será una mujer. Efectivamente, además, la gran mayoría de veces no nos equivocamos. Es así. Y las pocas ocasiones en las que no lo es, la respuesta nos sorprende por lo excepcional. Los datos, además, no dejan lugar a dudas. La situación que las maestras de infantil sean mujeres y los hombres solo empiecen a aparecer en la escuela hasta los cursos superiores, para impartir las materias 'importantes' no ha cambiado en las últimas décadas. La docencia en las primeras etapas de la vida, en el 0-3 y en el 3-6, por descontado, pero también en primaria, sigue siendo un oficio absolutamente feminizado.

Según cifras recogidas por el Observatorio por la Igualdad de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), en el curso 2022-2023 un 94,2% de las estudiantes que accedían en esa universidad al grado de Educación Infantil eran mujeres, y un 79,4% en el grado de Primaria, donde los chicos siguen siendo minoría y se concentran, además, en especialidades muy concretas, como educación física ('cosas de chicos'). Es decir, sumando Infantil y Primaria, las mujeres conforman el 85%. Fotografía casi idéntica en las distintas facultades de Educación del país, que se refleja, después, según los especialistas, en los claustros.

 

"El otro día se organizaron las jornadas de acogida de los grados, cuando recibimos a los de primero; de las cuatro reuniones de Infantil en cada sesión eran unas 60 personas la jefa de estudios contó a cinco chicos en total", explica Encarnación Carrasco, jefa de estudios del grado de Educación Primaria en la Universitat de Barcelona (UB).

Montserrat Rifà-Valls, profesora de Didáctica de la Expresión Musical, Plástica y Corporal en la UAB, habla una segregación vertical que hace que los hombres ocupen los lugares de mayor estatus social y económico (los profesores de las etapas más avanzadas, los que enseñan los 'temas importantes'), y las mujeres se encuentren en los puestos con menor reconocimiento (la etapa 0-3). Algo que "responde a fenómenos sociales y económicos más amplios, que tienen que ver con una cierta resistencia a los trabajos de cuidados de algún sector de la sociedad", señala Rifà-Valls.

David Altimir es maestro de educación infantil en la escuela pública (3-6) y ha trabajado sobre todo en I-3. Tiene 57 años y perspectiva histórica, y su vivencia confirma los datos. "Este sesgo responde a la importancia que se da en nuestra sociedad a la educación; al ser algo a lo que socialmente se ha dado poca relevancia, se ha vinculado a la figura femenina", señala, convencido.

"Es evidente que la educación de los más pequeños no es atractiva para los hombres como trabajo y nos tenemos que plantear por qué", prosigue el maestro, a quien le incomoda que se le pueda valorar más que a sus compañeras por hacer lo mismo. "No se trata de reconocer a los pocos hombres que nos dedicamos a esto, sino de poner en valor los saberes que han sido invisibilizados", resume.

Con unas palabras u otras, la respuesta es prácticamente la misma preguntes a quien preguntes. Se trata de una cuestión de prestigio social, "la misma causa por la que las educadoras de las 'bressol' son las que trabajan más horas y cobran menos", añade Altimir, quien tiene dudas sobre si la introducción de alguna reserva de plazas para hombres (discriminación positiva) ayudaría a cambiar la situación. "Estoy convencido de que el cambio tiene que pasar por prestigiar el oficio", subraya.

Perspectiva interseccional

De hecho, la feminización de los claustros también tiene efectos en la coeducación. La sociedad suele problematizar la falta de mujeres en oficios masculinizados, pero no la falta de hombres dedicados a los cuidados. De la misma manera que en casa se puede hablar de igualdad y luego desmontar los discursos si los progenitores se reparten los papeles según los roles tradicionales de género, en el colegio también surgen dificultades al abordar de forma crítica el sexismo y el machismo cuando apenas existen referentes masculinos que contribuyan a disolver hablando y actuando las viejas ideas sobre qué significa y qué no ser hombre. "¿Cómo enseñamos a las criaturas que los hombres también podemos ser buenos cuidando si no lo viven nunca?", apunta Pau Sobrerroca, maestro de 0-3.

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