Mil formas
Había una vez en el país de la felicidad, un enredo de formas. Todas fritaban y discutían cuál era la mejor. De pronto, la voz de una muñeca dijo: -¡Basta ya! Ninguna es mejor que otra. Todas son importantes-. El círculo, redondo y sin puntas, solito y sin compañía, le da forma a globos y pelotas para que los niños y las niñas puedan jugar. Pero si el círculo se convierte en lindas ruedas, cuando acompaña al rectángulo, con sus cuatro lados, dos largos y dos cortitos, dará la forma al vagón de un tren. Y más arriba, un cuadrado chiquitito, con sus cuatro lados igualitos, dejará salir el humo por un pequeño huequito. Si el círculo está sobre el amigo triángulo, con sus tres lados, a veces iguales y a veces no, podrá formar un delicioso barquillo, de cereza, quizás. Y cuando el triángulo está arriba, le da forma a la vela de los barcos para que puedan navegar. Así que ya no discutan más, porque todas unidas, harán las mil formas del mundo. Si no lo creen, ¡mírenme a mí!. El círculo es mi cara, el triángulo mi cuerpo, dos rectángulos mis brazos y mis pies dos cuadrados son. Y con gran alegría, las mil formas se unieron en el país de la felicidad. Irene H. de Pool |
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