Su mágica alegría
Entre exclamaciones e ideas comenzamos a recoger todas aquellas estrellitas que estaban plasmadas en el suelo, sobre los jardines y muros de la ciudad. Lo logramos. Pero, ¿qué haríamos con esa cantidad de linternitas en las manos? No sabíamos como devolverlas. Paquito propuso buscar una escalera. Yo pensé en subirnos a la torre alta de la iglesia. Pero entre pensamiento y pensamiento resultó que la madre luna, en medio de su gran tristeza nos enviaba un rayito de frescura. En él, poco a poco, fuimos colocando todas las estrellas, luego de la despedida, sonrisas y agradecimientos, el rayito se fue elevando y en menos de lo imaginado, volvió a llenarse el firmamento de pequeñas cositas brillantes. Ya la luna estaba feliz y la noche nuevamente se convertía en luminosa. Nosotros, muy contentos, nos dimos las buenas noches y nos fuimos a soñar. Recostada sobre mi almohada, pensé, hoy hice una buena acción. ¡Devolví a la noche su mágica alegría!
Jennie Vassallo Govin |
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