Al finalizar el segundo año de vida, el niño o la niña concluye su primera infancia y las diferencias individuales en la evolución general de niños y niñas de la misma edad son muy marcadas.
El desarrollo motor en este momento es considerable, progresa mucho en control postural, los tobillos y las rodillas han ganado en flexibilidad porque está madurando la organización funcional de las neuronas que los controlan y el equilibrio también es superior, por eso cada vez va dominando más tipos de movimientos y desplazamientos.
Corre sin vacilar, pero aún no toma bien las curvas y no puede detenerse de repente. Sube y baja escaleras agarrado de la mano, aunque sólo aquellos niños y niñas que han sido estimulados correctamente alternan los pies. Se sienta solo en una silla con bastante habilidad, lanza y recoge balones e incluso puede patearlos cuando ruedan despacio hacia él.
La autonomía personal también realiza un progreso notable, es capaz de comer solo la mayoría de alimentos, colabora activamente al vestirse y desvestirse y elige las prendas de vestir apropiadas a su sexo, evita peligros en situaciones que le resultan conocidas e incluso puede comenzar el control voluntario de esfínteres al finalizar el trimestre.
En el niño o niña de esta edad aumenta aún más la curiosidad por explorar, conocer y dominar su entorno, le gustan los juegos de acción, mira expectante cuentos, libros y revistas, es capaz de voltear páginas, imitar trazos verticales y horizontales, colocar las tres piezas en un tablero de formas y realizar rompecabezas de dos piezas, intenta doblar y enrollar en papel y hace pares de objetos semejantes. Aumenta considerablemente el tiempo de atención concentrada y disfruta participando en actividades de expresión corporal, plástica y musical.
En este trimestre, el niño o niña utiliza combinaciones mentales para encontrar formas de resolver sus problemas, aparece el simbolismo y consolida la concepción del objeto como entidad en sí mismo. Hace imitaciones diferidas y comienza a formar juicios comparativos y negativos.
El vocabulario básico puede constar de unas doscientas cincuenta palabras. Forma frases cortas y evoluciona en el lenguaje de la simbolización. Cuenta sus experiencias en tiempo presente, imita la conversación del adulto y es frecuente que "parlotee" mientras juega solo. Domina el uso de algunos pronombres personales y posesivos y sus comunicaciones indican la intención y la acción. Da comienzo la etapa de las preguntas constantes como un medio más de relacionarse.
El pequeño o pequeña de dos años expresa sus emociones de forma explosiva, riendo a carcajadas, bailando o aplaudiendo. Los músculos faciales son más móviles y su rostro es muy expresivo.
Le gusta acumular juguetes y le cuesta compartir. Las relaciones con iguales siguen siendo de juego primario, comienza a distinguir las categorías sexuales y surgen las conductas de colaboración, solidaridad y simpatía hacia otros niños y niñas, sobre todo de edad menor. También mantiene de forma acentuada las conductas las conductas egoístas y celosas, dispone de un amplio sentido del "mío" y un sentido muy débil del "tuyo". El niño o niña de dos años manifiesta simpatía o antipatía hacia personas concretas.
El aprendizaje por imitación y los deseos de agradar y recibir aprobaciones le ayudan a desarrollar habilidades sociales. En ocasiones se opone enérgicamente a seguir las instrucciones del adulto o intenta imponer sus deseos mediante comportamientos de terquedad y rabietas. Con veinticuatro meses despliega un abanico amplio de comportamientos cuyo objetivo es obtener la atención en exclusiva de las personas con quiénes mantiene relaciones afectivas.