I.  INTRODUCCIÓN

El artículo 29 de la Convención sobre los Derechos de los Niños aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1.989, dice:

Los Estados Partes convienen en que la educación del niño debe de estar encaminada a:

Desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capaciadad mental y física del niño hasta el máximo de sus posiblilidades

Inculcar al niño el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales y de los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas;

Inculcar al niño el respeto de sus padres, de su propia identidad cultural, de su idioma y sus valores, de los valores nacionales del país en que vive, del país de que sea originario y de las civilizaciones distintas de la suya;

Preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos y personas de origen indígena;

Inculcar al niño el respeto del medio ambiente natural.

Si bien no es una definición, sino "a lo que debe de estar encaminada" enmarca y define perfectamente que debemos entender hoy por educación en general y de la primera infancia en particular. Si analizamos las palabras claves, nos encontramos con que la educación del niño debe de estar encaminada a:

Desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades.

Inculcar al niño el Respeto a:
los derechos humanos
las libertades fundamentales
su propia identidad cultural
su idioma
los valores nacionales del país y de las civilizaciones distintas de la suya

Preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos y personas de origen indígena;

Inculcar al niño el Respeto del medio ambiente natural.

Con arreglo a ello, hoy podríamos definir educación, en general y educación inicial en particular como aquella ofrecida al niño para el desarrollo del niño, hasta el máximo de las posibilidades que la naturaleza ha dotado al niño, en los aspectos físicos, cognitivos y espirituales, a través de experiencias de socialización pedagógica y recreativa

Está muy claro que el concepto educación hoy hemos de entenderlo como «potenciación de las facultades que la naturaleza le depara al niño o la niña» y no como mero transmisor de conocimientos.

Cabría aquí hacer una pequeña reflexión, y es que la mayoría de las veces se confunden los términos ENSEÑAR y EDUCAR. Si bien existe una unidad dialéctica entre los mismos, entre el término enseñanza [1] y educación [2] hay diferencias. Educación  es un proceso más amplio que incluye la enseñanza, estando esta última más referida a la instrucción, al proceso de transmisión de conocimientos. Así decimos que educamos en valores, el sentido estético, las normas de convivencia, etc., y no decimos que educamos las matemáticas, la lectoescritura, etc. estas las enseñamos.

Hoy ya sabemos que cuando el niño nace, tiene todo un potencial de posibilidades. Lleva en él muchas promesas, pero esas promesas serán vanas si no reciben del medio humano y físico un conjunto suficientemente rico de estímulos de todo tipo.

Las ciencias biológicas contemporáneas, y sobre todo la neurología, nos dicen que la materia nerviosa, especialmente desarrollada en cantidad en la especie humana, no puede llegar a su evolución completa si no hay unos estímulos exteriores que provoquen unas reacciones que permitan a esas funciones ponerse en marcha, perfeccionarse y desarrollarse plenamente.

Unas experiencias científicas muy precisas, realizadas con animales, demuestran que, si un sujeto no recibe estímulos visuales por ejemplo, no se desarrollarán las zonas de recepción cerebral (lóbulo occipital); la propia materia cerebral no evoluciona como lo hace en el caso de los sujetos que reciben normalmente estímulos visuales.

Las investigaciones del neurocientífico Dr. Shatz son muy esclarecedoras: los adultos que padecen cataratas durante largos períodos de tiempo –por ejemplo, cinco años- se pueden operar para recuperar la visión en el ojo afectado. Es decir, la cirugía restablece la visión en los adultos. Sin embargo, si los niños que nacen con cataratas se operan a los cinco años de edad, no recuperan la visión en el ojo afectado. Cinco años de una experiencia visual anormal al principio de la vida tienen unas consecuencias distintas y mucho más graves que esta misma experiencia anormal a edades más avanzadas. Los Doctores David Hubel y Torsten Wiesel, que ganaron el Premio Nobel en 1981, desarrollaron modelos animales, empleando gatos y monos, en un intento de averiguar por qué los adultos y los niños pequeños responden de una manera tan distinta al tratamiento quirúrgico de las cataratas. Entre otras cosas, encontraron que si se privaba a los gatitos de los estímulos visuales en un ojo al principio de su desarrollo, nunca recuperaban la visión en ese ojo. Esta investigación, según el Dr. Shatz, subraya la importancia de las primeras experiencias para el desarrollo del cerebro. Según él, para las ciencias del cerebro, hay unos periodos iniciales de desarrollo, unos periodos críticos o “ventanas” en los que la experiencia tiene una importancia fundamental para la conformación del sistema nervioso. Esto se ha confirmado con humanos sometidos a condiciones extremas.

Resulta evidente que toda la actividad humana, la soporta el sistema nervioso, y cuanto mejor se haya constituido éste, mayor desarrollo de sus capacidades tendrá. Cuando el niño o la niña nace su cerebro, salvo una serie de reflejos que le permiten su supervivencia (reflejos incondicionados), está totalmente limpio de conductas genéticas y constitucionalmente heredadas, y lo que posee es una infinita posibilidad y capacidad de asimilar toda la experiencia social acumulada por la humanidad durante cientos de generaciones, y que le es trasmitida por el adulto que lo cuida y atiende. A esta capacidad de asimilar la estimulación del mundo que le rodea es lo que se denomina la plasticidad del cerebro humano.

El sistema nervioso en su conjunto del ser humano es una «máquina» extraordinariamente sofisticada que regula todas las funciones del cuerpo; su proceso de construcción es largo y se desarrolla en varias etapas, desde el mismo momento de la concepción hasta el tercer o cuarto año de vida postnatal.

Los recién nacidos tienen al nacer miles de millones de células cerebrales o neuronas, entre las cuales se establecen conexiones, llamadas sinapsis, que se multiplican rápidamente, al entrar en contacto el neonato con la estimulación exterior. Estas sinapsis dan lugar a estructuras funcionales en el cerebro, que van a constituir la base fisiológica de las formaciones psicológicas que permiten configurar las condiciones para el aprendizaje. Ya sabemos que los distintos circuitos neuronales, por donde va a discurrir toda la información del ser humano se forman en la primera infancia.

Sabemos que la facultad de constituir circuitos, conexiones, entre distintas neuronas, no es algo que se conserve a lo largo de la vida. Cuando el niño o la niña nace, o incluso in útero, es decir, en el momento en el que el cerebro se empieza a formar, las posibilidades de conexión son prácticamente ilimitadas. A partir de ese momento empieza una carrera contra reloj que va disminuyendo, y a partir de los 7 u 8 años, las posibilidades de constituir nuevos circuitos son prácticamente nulas, siguiendo una curva exponencial. Hoy son ya muchos los estudios que demuestran que estos circuitos no se forman de manera espontánea, sino por los estímulos del medio circundante al niño.

Actualmente se sabe que el desarrollo del cerebro antes del primer año de la vida es mucho más rápido y extenso de lo que se conocía y creía, y de que es más sensible a los factores del medio ambiente de lo que antes se reconocía. Esto hace que las condiciones a las cuales el neonato se ve sometido, van a tener un efecto inmediato en esta rapidez y sensibilidad del cerebro, y como consecuencia, en las cualidades y funciones psíquicas concomitantes. Si las condiciones son favorables y estimulantes esto tendrá repercusiones inmediatas en el aprendizaje y desarrollo, si son desfavorables o limitadas, actuarán de manera negativa, perjudicando dicho aprendizaje y desarrollo, a veces de forma irreversible.

Está claro que nacemos con unas determinadas potencialidades y el que las capacidades se desarrollen en mayor o menor grado depende, sobre todo, de los estímulos que el niño reciba, tanto de los adultos como de su entorno. Evidentemente los adultos aprendemos cosas, aprendemos nuevas habilidades, sin duda, pero las aprendemos utilizando las conexiones neuronales que ya se establecieron en la infancia.

Esta explicación permitirá comprender mejor los efectos positivos de la estimulación infantil sobre el desarrollo del cerebro del niño y nuestra misión. La Educación Infantil ha de basarse en la estimulación precisa para conformar adecuadamente el sistema nervioso del niño.

La explicación científica de este hecho está en las propias particularidades de la infancia, y en el conocimiento en la misma de los períodos sensitivos del desarrollo. Por este término se entiende aquel momento del desarrollo en que una determinada cualidad o función psíquica encuentra las mejores condiciones para su surgimiento y manifestación, que en cualquier otro momento de este desarrollo. De no propiciarse la estimulación requerida en ese período, la cualidad o función no se forma, o se forma deficientemente. No importa que la estimulación se aplique con posterioridad, transitado ya el período sensitivo, es poco lo que se puede hacer, o se puede lograr.

No es condición suficiente para convertirse en un ser humano el hecho de poseer un cerebro humano. Se requieren condiciones humanas de vida para que el proceso de humanización se lleve a cabo, y que tiene que considerar no solamente que existan las condiciones, sino también que las mismas actúen en el momento preciso.

Un caso muy conocido en la literatura clásica sobre estos temas es el de las niñas Isabelle y Genie, las hijas ilegitimas de una sordomuda. Cuando se encontraron, Isabelle tenía seis años y medio y pasó deprisa las etapas normales de adquisición de la lengua y finalmente consiguió un cierto dominio del sistema de los adultos. Genie, sin embargo, fue encontrada a los catorce años y aunque desde el primer momento fue entrenada para hablar mostró muchas dificultades en aplicar las reglas de la gramática y no consiguió aprender las estructuras complejas de la lengua.

La capacidad de adquirir la lengua materna está restringida a la primera infancia, porque después, como se ha observado en estos casos de aislamientos extremos, no es posible hablar de una adquisición normal del lenguaje. El cerebro humano está especialmente preparado para adquirir una lengua hasta una determinada edad, a partir de la cual la adquisición del lenguaje se convierte en una tarea difícil o incompleta. Los trabajos de la doctora Patricia Kuhl, de la Universidad de Washington sobre la percepción del habla durante la primera infancia son muy significativos, y muy interesantes a la hora de abordar el tema del bilingüismo. Kuhl afirma que los bebés nacen con la capacidad de diferenciar los sonidos que se encuentran en todas las lenguas humanas. En su investigación ha encontrado que hacia los seis meses de edad los niños ya han captado los sonidos particulares que se emplean en su lengua materna. El simple hecho de oír hablar a los adultos altera los sistemas de percepción de los niños. Este aprendizaje perceptivo inicial hace que el niño sea sensible a su entorno lingüístico, pero también hace que sea vulnerable a él y acabe convirtiéndose prácticamente en un rehén del mismo "cuando el niño cumple su primer año el mapa auditivo ya está completado”, a los doce meses, los niños han perdido la habilidad para discriminar sonidos que no son significativos en su lengua materna y su balbuceo ha adquirido el sonido de su propia lengua".

El reconocimiento de estos hechos no es algo que haya estado dado por siempre, y la formación y educación del niño en las primeras edades, ha recorrido un largo trecho antes de alcanzar el criterio de cientificidad que hoy en día tiene.

Podemos pues afirmar que el desarrollo del individuo está, en primer término, en función de su estado biológico y neurológico en el momento de nacer pero que, más adelante, la acción del medio pasa a ser fundamental para su ulterior evolución.

No es que la acción del medio pueda hacerlo o deshacerlo todo, sino que, en el momento de nacer, hay toda una gama de posibilidades y que la acción del medio exterior hará que, dentro de los limites impuestos por la situación biológica y neurológica, el desarrollo del individuo sea más o menos amplio.

En este sentido se ha llegado a afirmar que, al nacer, el niño no es más que un "candidato a la humanidad" (H.Pieron). Esto quiere decir que el camino es muy largo entre el nacimiento a la vida humana y la participación en la humanidad. El vínculo entre ellas, lo que permite el paso de una a otra es la educación.

Y ello se confirma una y otra vez, sin que apenas tomemos consciencia de ello. Sin duda las recientes declaraciones del Doctor Venter, director de una de las dos compañías que han realizado la investigación del mapa del genoma humano, son fundamentales al afirmar:

“La idea que las características de la personalidad está estrechamente ligada con el genoma humano se puede considerar falsa. Los hombres no son necesariamente prisioneros de sus genes y las circunstancias de la vida de cada individuo son cruciales en su personalidad”.

Sin duda esta afirmación reafirma lo que desde hace muchos años los educadores han venido defendiendo. Es imprescindible, para el adecuado desarrollo de los niños que estos se desenvuelvan en un ambiente adecuado.

Los primeros años de la vida constituyen los de mayor significación para el desarrollo del ser humano. A esta etapa de la formación del individuo se le ha denominado con diversos nombres: infantil, preescolar, inicial, entre otros, pero cualquiera sea el nombre que se adopte, en lo que sí están totalmente de acuerdo todos los estudiosos de la ciencia psicológica es que en esta etapa se instauran las bases fundamentales del desarrollo de la personalidad, que en las sucesivas fases de la vida se consolidarán y perfeccionarán.

De ahí la extraordinaria importancia que reviste esta edad para el futuro del hombre como individuo y como persona, y de la necesidad de conocer exhaustivamente sus particularidades, las causas y condiciones de su desarrollo, el transcurso de sus procesos biológicos y madurativos, fisiológicos y funcionales, psicológicos y sociales, de modo tal de poder ejercer una influencia positiva en dichos mecanismos y estructuras que están en plena formación y maduración, para alcanzar los máximos logros potenciales de este desarrollo, que posibilite un individuo sano, apto y capaz de transformar al mundo y transformarse en este empeño.

El medio social y la estimulación del medio circundante posibilita que estos procesos y formaciones se estructuren y permitan un cierto nivel de desarrollo en todos los niños, determinando un sistema de influencias que funciona de manera espontánea y sin dirección exacta de este desarrollo.

Sin embargo, el medio social y familiar actuando por sí solos y sin una dirección científicamente concebida de la estimulación, no llega a posibilitar que los niños alcancen todas las potencialidades de su desarrollo. Para esto se hace necesario crear un sistema de influencias organizado conscientemente y que, partiendo del conocimiento de las particularidades evolutivas de los primeros años, dirija las acciones estimulatorias en un sentido apropiado y permite de por sí lograr niveles cualitativamente superiores del desarrollo.

En las condiciones del medio familiar, las acciones perceptuales se forman de alguna manera y, aunque su formación es hasta cierto punto caótica instaura las bases de conocimiento posterior.

Ahora bien, la creación de un sistema de influencias científicamente concebido y organizado de una forma consciente, puede alcanzar metas del desarrollo que no es posible lograr mediante la estimulación espontánea.

Sin conocer todas las teorías modernas de la neurociencia, ya Jean Piaget afirmaba que como consecuencia de la insuficiente y no conscientemente dirigida acción de estímulos, podría ocasionar que no se culminara la etapa de periodización del desarrollo psicológico. Esto es que como consecuencia de no recibir los estímulos en el momento adecuado, la etapa de la formación de las operaciones formales del pensamiento que permite el alto razonamiento y la realización de  operaciones lógico - abstractas complejas, no llegue a formarse nunca.

Igualmente Lev Vigotski, uno de los más reconocidos estudiosos de la etapa infantil, señaló que el hecho de que la estimulación se haga en un momento del desarrollo en que las estructuras se están formando, permite ejercer un efecto mucho más significativo sobre los propios procesos y cualidades que dependen de estas estructuras, y del propio desarrollo como tal.

Ello quiere decir que, si bien la organización y dirección de un sistema de influencias científicamente concebido es importante en cualquier etapa del desarrollo del individuo, es en la primera infancia donde dicha estimulación reviste la mayor importancia y significación para toda la vida del ser humano, por realizarse sobre formaciones biofisiológicas y psicológicas que en este momento se están formando, y no sobre estructuras ya formadas como sucede en la mayoría de aquellas que se presentan en otras edades.

De ahí que se haya señalado a esta etapa como crucial para el desarrollo, y de la necesidad de organizar un sistema de influencias educativas bien pensado y científicamente concebido que se dirija a posibilitar la máxima formación y expresión de todas las potencialidades físicas y psíquicas del niño en estas edades iniciales.

Los padres de familia en el hogar generalmente carecen de las posibilidades y conocimientos para poder ejercer de manera consciente y técnicamente dirigida una acción de esta naturaleza, por lo que se requiere del concurso de otros agentes educativos para poder realizar esta función, la cual se materializa en el centro de educación infantil.

La institución de educación infantil puede, por su función social y su nivel técnico, asumir este sistema de influencias educativas, el que, de conjunto con la educación familiar, puede alcanzar las metas propuestas de desarrollo para todos los niños y las niñas.

Este sistema de influencias educativas se materializa en un currículum que, de manera planificada y metodológicamente bien organizado, estructura y dirige todas las acciones a realizar con cada niño en su devenir evolutivo, y así lograr cumplir sus objetivos de alcanzar un nivel cualitativamente superior de dicho desarrollo. Este currículo puede asumir disímiles formas en dependencia de la base teórico-conceptual que lo sustente, pero no importa cual sea su diseño, todos van hacia un propósito idéntico: lograr alcanzar los máximos niveles del desarrollo en todos los niños.

Aunque el currículo es un instrumento del desarrollo, él por sí solo no puede concretarlo, requiere de un adulto lo suficientemente capaz para llevarlo a cabo, que, en pleno dominio de sus objetivos, contenidos, métodos y procedimientos, planifique de manera consciente y dirigida los mismos hacia su meta final de lograr la manifestación de todas las potencialidades de los niños.

Esto nos lleva al educador para la primera infancia, el cual, dadas las especiales particularidades y especificidades de estas edades iniciales, requiere de determinadas condiciones psicológicas, nivel técnico  y rasgos de su personalidad para poder realizar una tarea de tal magnitud.

Mucho se ha hablado respecto a las relaciones de la educación y el desarrollo, y al grado de su influencia mutua, lo que ha llevado a asumir diferentes posiciones conceptuales respecto a esta relación, y al papel que el educador ha de jugar en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero, independientemente del marco teórico del cual se parta, y que generalmente se expresa en el currículo, siempre y necesariamente existe un educador que, en mayor o menor medida, posibilita el que los niños alcancen los logros del desarrollo en cada etapa evolutiva, y sin cuyo concurso este proceso de asimilación de la realidad es fragmentario y dejado al azar. Sin educador no hay desarrollo científicamente dirigido, no importa el rol más o menos predominante que juegue en el proceso educativo.

El hecho de que este educador ha de ejercer su influencia en una etapa tan delicada y temprana de la vida, obliga indefectiblemente a un profesional con condiciones específicas, que sea capaz de comprender las particularidades psicológicas de sus niños y niñas, y a su vez, esté lo suficientemente capacitado para saber que hacer y como hacer con sus educandos en este momento crucial de su formación y educación. Se requiere un educador diferente para una etapa diferente de la vida, que es, sin duda, la más significativa en la formación del individuo.

Obviamente un educador de este tipo no está al margen de lo que en la ciencia psicológica y en la práctica pedagógica cotidiana se consideran como paradigmas del proceso educativo y que, desafortunadamente, en ocasiones por simple desconocimiento de las particularidades de la edad, en otras por una deficiente concepción pedagógica, se vulneran en la realización del proceso de enseñanza y aprendizaje. Ello conlleva a enfoques desacertados, limitados o ineficientes en la formación del personal que ha de trabajar con estos niños y niñas, lo cual a su vez se refleja en la puesta en práctica del proyecto educativo, y conduce a la no consecución de los objetivos que se plantean a la educación en estas edades, y también como consecuencia, la de los logros esperables del desarrollo en los educandos.

De ahí que garantizar la formación de un educador apropiado para la labor educativa en estos años iniciales de la vida, constituya uno de los aspectos más importantes a tomar en cuenta en el desenvolvimiento de la educación de la primera infancia.

Sin duda, conocedores de lo anterior, la declaración final de la CONFERENCIA MUNDIAL EDUCACIÓN PARA TODOS, desarrollada en 1990 en Jomtien, Tailandia, incluyó como elemento central de sus conclusiones lo siguiente:

"El aprendizaje comienza con el nacimiento. Ello exige el cuidado temprano y la educación inicial de la infancia, lo que puede conseguirse mediante medidas destinadas a la familia, la comunidad o las instituciones, según convenga".

En línea y tal vez continuación con lo anterior, el Informe "LA EDUCACIÓN ENCIERRA UN TESORO" DE LA COMISIÓN INTERNACIONAL SOBRE LA EDUCACIÓN PARA EL SIGLO XXI, el conocido como informe Delors, presentado a la UNESCO en 1996, asigna a la educación inicial la connotación de "un pasaporte para toda la vida", subrayando la importancia de la educación de la primera infancia con estas frases:

"Además del inicio de socialización que los centros y programas permiten efectuar, se ha podido comprobar que los niños a los que se imparte una educación destinada especialmente a la primera infancia están más favorablemente dispuestos hacia la escuela y es menos probable que la abandonen prematuramente que los que no han tenido esa posibilidad. Una escolarización iniciada tempranamente puede contribuir a la igualdad de oportunidades al ayudar a superar los obstáculos iniciales de la pobreza o de un entorno social o cultural desfavorecido. Puede facilitar considerablemente la integración escolar de los niños procedentes de familias inmigradas o de minorías culturales o lingüísticas. Además, la existencia de estructuras educativas que acogen a niños en edad preescolar facilita la participación de las mujeres en la vida social y económica".

Sin embargo de lo anterior, el Informe Delors lamenta que la educación de la primera infancia esté todavía muy poco desarrollada en la mayoría de países, y que aún en los más industrializados hay mucho por hacer.

Más reciente en el tiempo, y a nuestra cultura, la X Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estados y Presidentes de Gobiernos celebrada en Panamá los días 17 y 18 de noviembre de 2.000, eleva el acuerdo de los Ministros de Educación donde se insiste en:

Que la educación es un proceso social ininterrumpido que comienza desde el momento de la concepción y se extiende a lo largo de toda la vida y, dentro de ella, la educación inicial (desde el nacimiento y hasta la educación primaria o básica, según las distintas acepciones en los países) es una etapa en sí misma, en la cual se sientan las bases para la formación de la personalidad, el aprendizaje, el desarrollo afectivo, la capacidad de diálogo y tolerancia en las relaciones interpersonales, así como el entendimiento entre pueblos y culturas

En la mencionada reunión de Ministros, se concluye, entre otras cuestiones en:

l       Reafirmar una vez más el valor de la educación inicial, como una etapa fundamental para el desarrollo de la personalidad, el logro de una educación de calidad para todos y para la construcción de la ciudadanía de los niños y niñas iberoamericanos, su capacidad de aprendizaje, de relacionarse con los demás y de realizarse como seres humanos.

l       Promover y fortalecer políticas públicas que conduzcan eficazmente a la ampliación de la cobertura y mejoramiento de calidad con equidad según sea apropiado para los tramos de edad correspondientes.

l       Reconocer la necesidad de definir y desarrollar estrategias que tomen en cuenta la singularidad de cada grupo etario en los contextos nacionales, priorizando el papel básico de las familias en la atención de las edades más tempranas y la generación y consolidación de condiciones de incremento de calidad y cobertura escolarizada en las edades inmediatamente anteriores al ingreso a la educación básica (primaria).

l       Valorar a la familia en su papel como institución educativa primordial e insustituible y asumimos el compromiso de promover acciones que tiendan a su fortalecimiento y a la formación de los padres y madres como agentes educadores responsables.

l       Señalar la importancia de fortalecer la especificidad y especialización del nivel inicial, en una estrategia de desarrollo articulado con los demás niveles del sistema educativo, en particular en el desarrollo de las competencias para un efectivo aprendizaje de la lectura y escritura en los momentos apropiados.

l        Propiciar instancias de formación y actualización de personal docente y de apoyo para la educación inicial, a través de modalidades presenciales y no presenciales, utilizando los medios de comunicación al alcance y las redes académicas, sociales, institucionales, tecnológicas, culturales, de intercambio y cooperación iberoamericanas.

l       Procurar instancias de reflexión y diálogo con los responsables de los medios de comunicación, especialmente la televisión, a efectos de obtener su cooperación en los planes y metas de la educación inicial.

l       Avanzar hacia la institucionalización de políticas y programas sostenibles de educación inicial de calidad.

l       Fomentar programas específicos de atención a las niñas y niños con necesidades educativas especiales en el nivel inicial, procurando mediante las adecuaciones correspondientes, su integración plena al sistema educativo.

Evidentemente “la educación de la primera infancia es uno de los factores estratégicos para garantizar la equidad, disminuir los efectos de la pobreza y promover la justicia en pos de la consolidación de la democracia, la convivencia social, así como en el apoyo al desarrollo económico y a la competitividad de nuestros países” [3] . Y tal y como entrelee en la propia declaración, la formación de sus educadores, la piedra angular del proceso.

El presente documento pretende exponer y fundamentar, llevar a discusión y señalar las pautas, que ha de reunir un educador de este tipo, el que dadas las condiciones del desenvolvimiento actual y el devenir científico-técnico de la sociedad, ha de reunir condiciones que a su vez lo significan como un modelo especial de educador, porque especial es la etapa del desarrollo a la cual ha de dedicarse, y de cuya acción y empeño ha de depender en mucho que los niños en estas edades lleguen a ser ciudadanos felices, multilateral y armónicamente desarrollados, y capaces de transformar al mundo y a sí mismos.


[1] Enseñanza, según su procedencia latina, quiere decir Instruir, adoctrinar, amaestrar.

[2] Educar, palabra procedente del latín se traduce como desarrollar o perfeccionar las facultades y aptitudes del niño o adolescente para su perfecta formación adulta.

[3] De la Declaración de Panamá, efectuada por los Ministros de Educación de Iberoamérica en julio de 2.000