Cuando yo era jovencillo, esta carretera, que pasa
a mi lado, era un camino tranquilo. De vez en cuando pasaba una
bicicleta o un carro. Ahora es más transitada. La han ensanchado
un poco y la han asfaltado. Y pasan motos, coches, algún
que otro camión, también alguna bici como antes, y
ese autobús que va y viene de la ciudad.
A lo largo de tantos años me ido haciendo
muchos amigos. Y, aunque aquí me tenéis enraizado,
y no me puedo mover, mis amigos vienen a verme: gorriones, lagartijas,
gotas de lluvia, copos de nieve, escarabajos, ruiseñores,
mariquitas….
Durante una temporada, tarde tras tarde, venía
el mismo perro a hacerse un hermoso pipí justo en mi tronco…
Nos hicimos buenos amigos y, de vez en cuando, se tumbaba un ratillo
a mi sombra.
Un buen día, mientras el perro descansaba
junto a mí, vi que se acercaba por la carretera, un hambre
con su hacha. Era del ayuntamiento, con su gorra y su uniforme.
¡Atiza venía a talarme! Quería colocar unos cables
de luz por donde yo vivía.
Cuando vio venir al hombre de uniforme con su hacha,
mi amigo el perro empezó a ladrarle como un loco. Ladra que
te ladra, consiguió espantar al del ayuntamiento que acabó
huyendo por pies.
Pero al cabo de unos días volvió a
talarme. Y esta vez venía acompañado de tres hombres
más, todos con su uniforma y su dichosa hacha. Y ya me vi
perdido, porque no estaba mi amigo el perro.
¡Ni él nadie que pudiera echarme una mano!
Pero estaba equivocado. Sí había alguien: ¡Mi amiga
la nube! Y cuando ya iba atizarme el primer hachazo, ¡Zas!, la nube
rompió a llover, y, hecha una furia, se volcó en truenos,
rayos y granizo. De repente uno de los rayos, ¡Cataplum!, cayó
justo a mi lado.
Los cuatro hombres salieron corriendo de estampida,
y ¡adiós muy buenas…! El ayuntamiento, claro debió
de pensar que un sitio donde caían rayos así no era
el mejor para los cables de la luz.
Nunca más han intentado talarme. Ni los del
ayuntamiento ni nadie más. Y yo he procurado seguir creciendo
alto y fuertote, para que me quieran mis amigos, y vean cuánto
les quiero yo también. ….
Y colorín colorado este
cuento se ha acabado. |