Aspectos prácticos del desarrollo
del lenguaje Miguel Quezada Director, Clínica de Fonoaudiología Presidente, Fundación para el Estudio e Investigación del Desarrollo Infantil Cd. de Panamá, Panamá |
|
Para una mejor comprensión de los conceptos que utilizaremos en este taller y a manera de unificar criterios al respecto, sugerimos iniciar el mismo definiendo Lengua, Habla y Lenguaje. La Lengua es el conjunto de los elementos que conforman el medio de comunicación de una sociedad dada; como tal, es dinámica y cambiante y está afectada por las modalidades de comunicación que adopta el conglomerado social en cada momento histórico por el que pasa. El Habla es un fenómeno particular e individual de las personas, ligado más bien a la experiencia de cada uno y a aspectos personales más que sociales. Ambos componentes forman en común el Lenguaje que, como veremos es un concepto más generalizado y amplio. El Lenguaje es un fenómeno cultural y social que permite, a través de signos y símbolos adquiridos, la comunicación con los demás y con nosotros mismos y que se halla instalado sobre un desarrollo suficiente de funciones neurológicas y psíquicas. Al referirnos al Lenguaje nos dirigimos hacia una función adquirida y dependiente en su mayor parte del desarrollo cultural del medio ambiente y su influencia sobre el individuo. También consideramos de gran importancia referirnos a la relación existente entre el desarrollo del lenguaje y el juego; ya por su paralelismo, ya por su intrínseca influencia. El juego, vocación del niño, pasatiempo del adulto, está tan cerca de todos que apenas podemos observar de qué manera funciona. El juego es uno de los elementos universales más importantes en la vida de las personas. El juego enseña pautas, cambios de posturas, actitudes que se modifican con el tiempo, ofreciendo un medio relativamente seguro para el aprendizaje y la adaptación al medio. Es una herramienta que debe utilizarse en la enseñanza de los niños. Podemos definir juego como una actividad espontánea en la cual el individuo se compromete por diversión. Es desafiante por su propia razón y un fin en sí mismo (Chance). Vygotsky afirma que para los niños el juego no es una actividad al azar sino que es sumamente intencional. Se lo puede ver crecer durante nuestro tiempo de vida, desde características muy simples hacia las más formalizadas y abstractas de los adultos, y adopta muchas formas. Es tanto sistemático como regido por reglas (Garvey). El juego inicial puede surgir de las interacciones sociales tempranas del niño en la díada madre-niño. Su evolución parece ser paralela a la aparición de la sonrisa, la imitación, el conocimiento y el lenguaje, con la que se correspondería de diversas maneras, si bien las relaciones implicadas todavía no están completamente definidas. El juego debe cumplir una función en la actividad de enfoque simbólico que es tan esencial para el aprendizaje y “está ciertamente implícito en la adquisición temprana del lenguaje” (Bruner, Jolly y Sylva). El juego, tan necesario para el crecimiento, se desarrolla a lo largo de toda la vida y produce sus efectos en casi todas las etapas de la vida humana. Su proceso es más importante que los juegos específicos que emplea. Está intrínsicamente ligado con todos los otros desarrollos en los primeros meses: con el desarrollo pragmático, desde que surge de las acciones interpersonales de la díada madre-niño, y del desarrollo fonológico a medida que los niños aprenden a balbucear, dando origen a las habilidades motoras prerrequeridas para la vocalización. Puede considerarse que el juego evolutivo es decisivo, ya que efectúa una variedad de cosas para los niños. Por supuesto, los juguetes suministran el material para el juego, y el niño creativo los adapta de acuerdo con sus necesidades, pero el elemento más importante es la evolución del lenguaje (Levenstein). Bradley y Caldwell, al estudiar las relaciones entre el ambiente familiar y el desarrollo cognoscitivo, manifiestan que el factor más significativo para la estimulación del intelecto del niño son los materiales de juego apropiados. Así como el conocimiento se expande mediante la interacción con tales materiales, de la misma manera lo hace el lenguaje. El niño aprende y desarrolla muchas capacidades por medio del juego haciendo posible así su juego por medio del lenguaje. Con respecto al desarrollo del lenguaje, y las adquisiciones de los aspectos gramaticales de ese lenguaje, podemos expresar que dichos elementos parecen adquirirse en el siguiente orden, una vez hayan logrado un nivel razonable de madurez: 1°. Pragmática (el uso del lenguaje como una herramienta). 2°. Semántica (el significado de las relaciones contenidas en el mensaje lingüístico). 3°. Sintaxis (la estructura del lenguaje). 4°. Fonología (el sistema de sonidos del lenguaje). Aun cuando la fonología se identifica como la última área que llega a la madurez funcional, debe reconocerse que este sistema es el más temprano en el cual puede verse el comienzo del desarrollo, apareciendo en la primera infancia. En el caso de los niños normales y sus padres, el periodo de desarrollo de la comunicación es una época de crecimiento rápido y de una tremenda generación y expansión de ideas. El niño pasa de ser un lactante desvalido a una fuerza en movimiento y un comunicador dentro de su mundo, aproximadamente a los tres años y medio. Su éxito final en los últimos años de la escuela se construye sobre la base de la escolaridad. Mientras los niños están desarrollando sus capacidades sensoriomotoras, también deben adquirir los otros requisitos del lenguaje: experiencia lingüística, experiencia no-lingüística, y un deseo de comunicarse con los otros. Requieren conocimientos sensoriomotores para comprender cómo se relacionan ellos, el lenguaje y los hechos físicos entre sí en tiempo y espacio. Debe haber cierta noción de permanencia de los objetos, entendida como sustantivos en el lenguaje; espacio coordinado, entendido como conceptos de relación y de preposiciones; causalidad, entendida como el concepto de agente (o a sí mismo como agente) y las palabras que lo demuestran; y temporalidad, reflejada por ideas de tiempos de verbos y designaciones de diversas formas de representar el tiempo. Además, los niños necesitan experiencia lingüística para poder darse cuenta del potencial del lenguaje, ya que si nunca lo han oído hablar, no tienen forma de construirlo. La experiencia no-lingüística también es esencial si los niños van a tener algo que comunicar. Si no han ido a ningún sitio o no han hecho nada, no tienen nada de qué hablar. Los niños que no construyen un deseo interpersonal para comunicarse pueden saber muchas cosas, pero no desarrollan el interés o habilidad para mostrar lo que saben, piensan o sienten. Para ellos, el conocimiento y la capacidad lingüística son se convierten en comunicación, de modo que son derrotados en el mundo que los rodea. Sin embargo, cuando se logran los requisitos, los niños pueden tener el conocimiento necesario, pueden saber cómo puede sonar el lenguaje, pueden tener cosas que desean decir y pueden darse cuenta de que la comunicación con otros brinda numerosas satisfacciones. Están listos para comenzar. Johnston afirma que la pragmática es una capacidad, en crecimiento, de los niños para usar el lenguaje efectivamente y hacer que hagan lo que ellos desean. El avance pragmático estimula un crecimiento adicional, ya que a medida que los niños adquieren y mejoran su capacidad para usar el lenguaje para hacer cambios, aumenta su complejidad lingüística. Esta área de la pragmática puede alterarse en grado variable en cualquiera de sus cuatro componentes. E. V. Lucas, describe las posibles alteraciones que podrían causar disrupciones en el crecimiento pragmático, con efectos notables sobre el desarrollo de la comunicación general. Ella observa que los niños podrían fallar en: 1. El desarrollo de las reglas. 2. El establecimiento de un deseo o causa motivacional para tener una intención para expresar lingüísticamente. 3. Tener una necesidad de comunicarse con alguien que oye; 4. y/o ser capaces de participar en el proceso activo. El fracaso en cualquiera de estas áreas, en cualquier nivel, podría causar una brecha en el desarrollo y un consiguiente fracaso de la comunicación. Llevaría a una diferencia significativa en todo el desarrollo posterior –intelectual, lingüístico e interpersonal. El desarrollo de la semántica, relacionado con el significado de las expresiones, no puede separarse de la pragmática por una parte y de la sintaxis por otra. El significado del lenguaje está íntimamente vinculado con la pragmática (los usos del lenguaje consisten en agregar) y la estructura (el orden de las palabras y las declinaciones usadas para especificar el significado). El significado tampoco puede separarse del sistema de sonidos (fonología) que conlleva en sí mismo el significado en los niños prelingüistas. Ellos aprenden tempranamente a “significar algo” por medio de sus expresiones. Es probable que aprendan a utilizar las relaciones semánticas más necesarias a esta temprana edad por interacción con el medio ambiente y sus modelos ambientales, en una especie de experiencia del lenguaje sobre una base motora. El desarrollo de la pragmática y de la semántica precede al desarrollo activo de la sintaxis de los niños. Sin embargo, en el momento en el cual están produciendo relaciones semánticas de dos palabras, también están formulando, por otra parte, expresiones sintácticas de dos palabras. Chomsky, el padre de la gramática transformacional, cree que la gramática es innata en lactantes, que la estructura del lenguaje está presente en su conjunto genético y que sólo necesitan desarrollarla. Ciertamente esto no es posible hasta que el niño comprende los principios cognoscitivos con los cuales están relacionadas las formas lingüísticas. Sin embargo, tan pronto como comprenden los principios necesarios, pueden desarrollar las formas semánticas y sintácticas apropiadas para ellos. La similitud entre el concepto de Piaget de la construcción sensoriomotora de los niños y el de Chomsky, de la cualidad innata de la estructura profunda, acentúa el paralelo entre el encaje en la acción y el encaje en la gramática (Sinclair). Aunque los niños pueden no terminar de aprender su sistema fonológico hasta la última de las cuatro áreas de comunicación, lo comienzan muy tempranamente. Los lactantes son rápidos para reconocer el ritmo natural y el patrón de inflexiones de las voces familiares de lenguaje y para igualar patrones específicos con estados emocionales particulares de quienes hablan. Los pequeños reciben información acerca de las actitudes implicadas en las expresiones adultas: resignación, desilusión, censura, furia, placer, temor, aburrimiento, etc. y a partir de la prosodia usada. Desde estos comienzos elaboran patrones básicos que representan la forma con la cual se supone que suena su lengua nativa. Reciben y envían comunicaciones, comenzando con las bases y usando los suprasegmentales del lenguaje para llegar al significado. Extrapolan una serie de reglas para sí mismos acerca de cómo opera el lenguaje y sus experiencias las modifica hasta que finalmente llegan a la fonología adulta. Los niños hacen progresivamente aproximaciones más exactas de los sonidos en el repertorio fonético hasta que finalmente se convierten en usuarios maduros del sistema. Revisemos aspectos relevantes del desarrollo del habla y el lenguaje en el niño de 0 a 6 años: El habla y lenguaje normal del niño entre cero y nueve meses: Si partimos de la definición de Lenguaje dada anteriormente, no podremos llamar “lenguaje” a ninguna de las manifestaciones del recién nacido. Por lo tanto esta etapa la consignaremos como “pre-lingüística” y coincidirá, hasta el final de las reacciones circulares secundarias de Piaget, con las tres primeras etapas de la fase senso-motriz. Sabemos bien que el niño ya oye desde antes de nacer. Pero es evidente que si bien oye, no le otorga a lo audible una significación determinada. Durante los primeros meses, la percepción resulta evidente, pero no así la significación de lo percibido. Es recién entre los 8 y 9 meses de vida extrauterina que el niño comienza las imitaciones del mundo sonoro que lo rodea y su primera atención la dirige hacia sus propias emisiones sonoras que para esa época son silábicas. Durante los 8 primeros meses va a existir un continuo reaccionar reflejo frente a estímulos táctiles, kinestésicos, auditivos, visuales. Va a existir también una evolución en la postura y en el movimiento voluntario y todo esto va a ir dejando una experiencia concreta del propio cuerpo y del mundo circundante que debe ser aceptada como una condición necesaria para la aparición del habla. El habla y lenguaje normal del niño entre 9 y 18 meses: Durante este periodo el niño ve evidenciando atención y respuesta ante su nombre, en el décimo mes comprende o parece comprender significaciones convencionales del “no” y del “mamá”, si bien en un principio la significación que el niño le otorga a algunas palabras como “mamá”, no es la misma que le otorga el adulto. A los diez meses el niño imita al adulto. Repite sonidos y sílabas después que los hace el adulto. Hacia los once meses comienza el empleo de palabras sencillas con un significado preciso. Algunas palabras adquieren un carácter generalizador. Por ejemplo: ante la pregunta ¿dónde está el auto? El niño busca cualquier juguete. Alrededor de los 12 meses ya el niño es capaz de realizar acciones motrices bajo la sugestión de órdenes dichas oralmente: el dame y el toma serán las primeras acciones de contenido verbal transitivo que llegará a captar. Imita con facilidad nuevas sílabas; pronuncia 10 palabras aproximadamente. Entre los 12 y 18 meses el niño alcanza a expresar un promedio de 15 palabras, comenzando con mamá, papá, a las que otorga un amplísimo significado y continuando con una “jerga” (habla infantil) que se va acentuando a medida que las posibilidades fonoarticulatorias van siendo mayores, y hasta el momento en que la etapa comprensiva logre desarrollarse suficientemente como para superar esta situación. No debemos olvidar que en esta edad las distracciones son frecuentes pero, aun así órdenes como “abre la boca”, o “dame la pelota” pueden ser comprendidas por la mayoría de los niños y realizadas correctamente. El habla y lenguaje normal del niño de 1 ½ años: A la edad de 18 meses el niño usa aproximadamente 20 palabras, incluyendo nombres. Refleja en el juego algunas acciones observadas con mayor frecuencia. Reconoce fotografías de personas y objetos familiares. Combina dos palabras, que en su mayoría son sustantivos (nombres) o verbos (acciones), tales como: “Papito va”, “mamita leche”, etc. Utiliza palabras para expresar lo que quiere, tales como: “más”, “upa”, “allí”, “abajo”, “no”, “ese”, “este”. Imita palabras o sonidos en forma precisa. Apunta y hace gestos para llamar la atención sobre algo deseado. Cuando se le pide, lleva objetos familiares de un lugar a otro. Hojea un libro volteando varias páginas a la vez. Dice “adiós” moviendo la mano. Imita actividades domésticas, tales como: poner la mesa, secar con toallitas. Sigue instrucciones simples. Tararea y canta tonadas sencillas. El habla y lenguaje normal del niño de 2 años: El niño próximo a los dos años, en ambiente de ciudad, posee unas 300 palabras promedio, aunque es preciso reconocer que varias de ellas son simplemente juegos fonoarticulatorios y auditivos placenteros sin significación alguna. Además, aun a esta edad la palabra con significado de frase (palabra – frase) existe, y es así como “agua” vendrá a significar “quiero tomar agua” o “está lloviendo” o “ahí hay un charquito” o “vamos a jugar con agua” etc. · Comprende preguntas e instrucciones sencillas. · Identifica las partes de su cuerpo. · Explica a su manera situaciones usando principalmente nombres de cosas, acciones y personas. · La entonación de su voz es importante al darle significado a las palabras. · Entabla “conversaciones” consigo mismo y con muñecos. · Elabora preguntas tales como: “¿Qué es eso?”, “¿Qué es esto?”, “¿Dónde está ...?”. · Construye oraciones compuestas de 2 ó 3 palabras que, generalmente, son sustantivos y verbos. · Se refiere a sí mismo por su nombre; empieza a usar pronombres personales (yo, tú, él ...). · Identifica y nombra dibujos. · Puede hablar en plural agregando la “s”; pero sus oraciones se caracterizan por no concordar en género y número. · Pide de comer, de beber o ir al baño. · Escucha relatos de cuentos ilustrados. El habla y lenguaje normal del niño de 2 ½ años: · Tiene un vocabulario de 450 palabras aproximadamente. · Dice su nombre · Usa el verbo “ir” en los tiempos presente, pasado y futuro más otro verbo en infinitivo: “voy a comer”. · Utiliza el género y el plural de algunas palabras. · Combina nombres y verbos en frases. · Comprende conceptos simples de tiempo: “anoche”, “mañana”. · Se refiere a sí mismo como “yo”, más que por su nombre. · Empieza a utilizar posesivos como: “de” + “el nombre”: “de Pepe”. · Trata de obtener atención de los adultos: “mírame”. · Le gusta escuchar cuentos repetidos. · Usa la palabra “no” en su lenguaje, utilizando frases de negación tales como: “no quiero”, “no está”. · Habla con otros niños, tanto como con adultos. · Empieza a controlar su conducta verbalmente en lugar de físicamente. · Aparecen las preguntas: “¿Dónde?”, "¿adonde?", "¿por qué?", "¿para qué?","¿cuándo?". · Usa frases cortas para hacer comentarios de lo que está haciendo. · Iguala o aparea de 3 a 4 colores. · Conoce los conceptos: “pequeño” y “grande”. · Dice su edad con sus dedos. El habla y el lenguaje normal del niño de 3 años: Alrededor de los 3 años el niño ha adquirido muchas palabras nuevas aproximándose a 1,200 el número de las que expresa. El niño de esta edad usa frases y contesta a preguntas simples. Aprende con facilidad versos y canciones sencillas. Emplea oraciones subordinadas aunque gramaticalmente no siempre sean correctas. · Entiende y produce frases de tiempo como: “ayer”, "el lunes”, “hora de la comida”, “esta noche”, “todos los días”. · Usa palabras para relacionar observaciones, conceptos e ideas. · Frecuentemente practica hablando consigo mismo. · Empieza a comprender oraciones de lugar, tales como: “pon el cubo (debajo, enfrente, detrás) de la silla". Sin embargo, le es difícil entender: “al lado”. · Conoce su apellido, sexo, el nombre de la calle en donde vive y algunas rimas infantiles. · Puede hablar de un cuento o relacionar una idea u objeto. · Usa oraciones compuestas de 4 a 5 palabras. · Aparecen oraciones adverbiales introducidas por preposiciones: “está en la escuela”. · Puede pronunciar los sonidos de los siguientes fonemas: /m/, /n/, /p/, /w/, /t/, /k/, /b/, /j/, /l/, /s/, /ch/. · Usa formas posesivas como: “mío”, “mía”, “tuyo”, “de”, más el nombre (de mi mamá), y los pronombres reflexivos “te” y “se”. · Usa formas verbales simples y complejas tales como: “estoy jugando”, “voy a jugar”. · Usa las oraciones de negación utilizando palabras tales como: “nada”, “nunca”, “nadie” y “ni”. · Empieza a usar oraciones compuestas unidas por “y”, “que”, “donde”, “como”. · Expresa verbalmente fatiga (dice que está cansado). El habla y el lenguaje normal de niños de 4 años: El niño de 4 años posee un vocabulario de unas 1,500 palabras: es el niño preguntón, a quien no le interesa mayormente las respuestas que obtenga pero si adaptarlas a su forma de ver el mundo; es el niño que acepta las respuestas globalmente, sin llegar al análisis de las palabras, es el niño que juega deliberadamente con palabras que sabe incorrectas para el uso que les otorga y que difiere las respuestas de preguntas concretas o de verbalizaciones no presentes para el momento en que su pensamiento se halla encausado hacia el sentido de la pregunta (respuesta diferida). · Sigue instrucciones aunque no estén presentes los objetos. · Entiende conceptos de: “en la mañana temprano”, “el siguiente mes”, “a cualquier hora”, “el próximo año”. · Señala el color rojo, el azul, el amarillo y el verde. · Identifica cruces, triángulos, círculos y cuadrados. · Formula muchas preguntas acomodando las respuestas más a sus pensamientos que a la explicación. · Utiliza oraciones empleando de 4 a 5 palabras. · Hace preguntas usando: “Quién”, “¿Por qué?”. · Utiliza oraciones complejas. · Utiliza correctamente el tiempo pasado y pronuncia adecuadamente los fonemas: /m/, /n/, /p/, /f/, /w/, /y/, /ll/, /k/, /b/, /d/, /g/, /r/, /ch/, /s/. El habla y el lenguaje normal del niño de 5 años: · A los 5 años de edad el niño conoce relaciones espaciales como: “arriba”, “abajo”, “detrás”, “cerca”, “lejos”. · Puede definir objetos por su uso (tú comes con el tenedor) y puede decir de qué están hechos los objetos. · Sabe su dirección. · Construye oraciones utilizando de 5 a 6 palabras. · Posee un vocabulario de aproximadamente 2,000 palabras. · Usa los sonidos del habla (fonemas) correctamente con las posibles excepciones de /rr/ y /z/. · Conoce opuestos comunes como “grande/chico” y “suave/duro”. · Entiende el significado de las palabras: “igual” y “diferente”. · Cuenta 10 objetos. · Sigue la secuencia de un cuento. · Utiliza los tiempos presente, pasado y futuro de los verbos. · Distingue izquierda y derecha en sí mismo; pero no en otros. · Tiene bien establecido el uso de los pronombres. · Usa todo tipo de oraciones, algunas de las cuales pueden ser complejas, por ejemplo: “Yo puedo entrar a la casa después de quitarme mis zapatos mojados”. El habla y el lenguaje normal del niño de 6 años: · Tiene una fonoarticulación correcta. · Usa una gramática adecuada en oraciones y conversaciones. · Comprende el significado de la mayoría de las oraciones. · Nombra los días de la semana en orden y cuenta hasta 30. · Predice lo que sigue en una secuencia de eventos y narra una historia compuesta de 4 a 5 partes. · Nombra el día y mes de su cumpleaños, su nombre y dirección. · Distingue entre izquierda y derecha. · Conoce la mayoría de las palabras opuestas y el significado de “a través”, “hacia”, “lejos”, y “desde”. · Sabe el significado de las palabras: “hoy”, “ayer” y “mañana”. · Formula preguntas utilizando frecuentemente: “¿Cómo?”, “¿Qué?” y “¿Por qué?”. BIBLIOGRAFIA:
|