NUESTRO MODELO DE CENTRO
CAPITULO 1
LA EDUCACIÓN DE LA PRIMERA INFANCIA
La infancia es un producto del desarrollo histórico
humano, y un resultado relativamente reciente en la historia de la humanidad.
En los primeros tiempos no existía la infancia, y tan pronto el niño podía caminar
y valerse por sí mismo, era de inmediato incorporado a la lucha por la supervivencia,
a la recolección casual del sustento que mantenía la existencia de los componentes
del grupo humano.
En la medida que el hombre se fue desarrollando,
se dan sucesivas divisiones del trabajo, que lo conducen a aposentarse, a establecerse
y perder su carácter nómada. Aparece la agricultura diferenciada de la cacería,
y los primeros excedentes de la producción que van a permitir un mayor desarrollo
de la especie humana. En esta época al niño se le daban herramientas adaptadas
a sus posibilidades físicas que le permitieran incorporarse al proceso del trabajo,
instrumentos que eran iguales a los de los adultos pero mas pequeños. El niño
era un pequeño ser con responsabilidades semejantes a las de los adultos pero
a escala diminuta.
Con la sucesiva complejidad de la tarea laboral
y la complicación de los instrumentos, ya no es posible que el niño participe
directamente del proceso productivo, y los instrumentos que ahora se le dan
ya no son una copia reducida de los verdaderos, sino que semejan dichos
instrumentos, con los cuales el niño se va a entrenar para
su vida adulta. Surge entonces una etapa preparatoria del adulto en la cual
el niño se va a preparar para la vida futura. Aparece la infancia por primera
vez como tal, aparece el juguete como copia de los instrumentos que se utilizan
en el proceso productivo, surge el juego, en el cual el niño va a asimilar los
papeles que desempeñan los adultos, las acciones que dichos papeles juegan,
los objetos que sustituyen a los reales, en fin, todo aquello que va a caracterizar
a la infancia como etapa preparatoria de la vida adulta.
Dentro de la propia niñez, y como consecuencia
del progreso de la humanidad, van a darse etapas diferenciadas entre sí, a cada
una de las cuales corresponde un lugar y función en el curso del desarrollo
y a su vez actividades, normas, valores y particularidades propias del desarrollo
psíquico. Una de estas etapas es la primera infancia.
Primera infancia muy significativa en el desarrollo
que hace que solo en el paso de unos pocos años, de un individuo totalmente
indefenso y sin grandes posibilidades de supervivencia a no ser por el cuidado
que le brinda el adulto que le atiende y alimenta, pase a poseer prácticamente
todas las bases y facultades físicas y mentales que le han de posibilitar desenvolverse
posteriormente en el mundo. En muy pocos años desde el nacimiento hay una persona
que habla, siente y actúa y que, a pesar de sus pocos años ya es capaz de enfrentarse,
en la medida de sus posibilidades cada vez mas crecientes, a lo que le rodea,
y ser inteligente y útil a sí mismo y a los demás.
1.1.-La educación de la primera infancia
Cuando el niño nace, tiene todo un potencial
de posibilidades. Lleva en él muchas promesas, pero esas promesas serán
vanas si no reciben del medio humano y físico un conjunto suficientemente rico
de estímulos de todo tipo. Las ciencias biológicas contemporáneas, y sobre
todo la neurología, nos dicen que la materia nerviosa, especialmente desarrollada
en cantidad en la especie humana, no puede llegar a su evolución completa si
no hay unos estímulos exteriores que provoquen unas reacciones que permitan
a esas funciones ponerse en marcha, perfeccionarse y desarrollarse plenamente. Unas experiencias científicas muy precisas, realizadas con animales, demuestran
que, si un sujeto no recibe estímulos visuales, por ejemplo, no se desarrollarán
las zonas correspondientes de recepción cerebral (lóbulo occipital); la propia
materia cerebral no evoluciona como lo hace en el caso de los sujetos que reciben
normalmente estímulos visuales.
Las investigaciones del neurocientífico Dr.
Shatz son muy esclarecedoras: los adultos que padecen cataratas durante largos
períodos de tiempo –por ejemplo, cinco años- se pueden operar para recuperar
la visión en el ojo afectado. Es decir, la cirugía restablece la visión en los
adultos. Sin embargo, si los niños que nacen con cataratas se operan a los cinco
años de edad, no recuperan la visión en el ojo afectado. Cinco años de una experiencia
visual anormal al principio de la vida tienen unas consecuencias distintas y
mucho más graves que esta misma experiencia anormal a edades más avanzadas.
Los Doctores David Hubel y Torsten Wiesel, que ganaron el Premio Nóbel en 1981,
desarrollaron modelos animales, empleando gatos y monos, en un intento de averiguar
por qué los adultos y los niños pequeños responden de una manera tan distinta
al tratamiento quirúrgico de las cataratas. Entre otras cosas, encontraron que
si se privaba a los gatos de los estímulos visuales en un ojo al principio de
su desarrollo, nunca recuperaban la visión en ese ojo. Esta investigación, según
el Dr. Shatz, subraya la importancia de las primeras experiencias para el desarrollo
del cerebro. Según él, para las ciencias del cerebro, hay unos periodos iniciales
de desarrollo, unos periodos críticos o “ventanas” en los que la
experiencia tiene una importancia fundamental para la conformación del sistema
nervioso.
Podemos afirmar que el desarrollo del individuo
está, en primer término, en función de su estado biológico y neurológico en
el momento de nacer pero que, más adelante, la acción del medio pasa a ser fundamental
para su ulterior evolución. No es que la acción del medio pueda hacerlo
o deshacerlo todo, sino que, en el momento de nacer, hay toda una gama de posibilidades
y que la acción del medio exterior hará que, dentro de los limites impuestos
por la situación biológica y neurológica, el desarrollo del individuo sea más
o menos amplio.
En este sentido se ha llegado a afirmar que,
al nacer, el niño no es más que un "candidato a la humanidad" (H.
Pieron). Esto quiere decir que el camino es muy largo entre el nacimiento a
la vida humana y la participación en la humanidad. El vínculo entre ellas, lo
que permite el paso de una a otra es la educación.
Y ello se confirma una y otra vez, sin que apenas
tomemos conciencia de ello. Sin duda las recientes declaraciones del Doctor
Venter, director de una de las dos compañías que han realizado la investigación
del mapa del genoma humano, son fundamentales al afirmar: “La idea
que las características de la personalidad está estrechamente ligada con el
genoma humano se puede considerar falsa. Los hombres no son necesariamente prisioneros
de sus genes y las circunstancias de la vida de cada individuo son cruciales
en su personalidad”.
Está claro que en los primeros años de la vida
constituyen los de mayor significación para el desarrollo del ser humano. A
esta etapa de la formación del individuo se le ha denominado con diversos nombres:
primera infancia, preescolar, inicial, entre otros, pero cualquiera sea el nombre
que se adopte, en lo que sí están totalmente de acuerdo todos los estudiosos
de la ciencia psicológica es que en esta etapa se instauran las bases fundamentales
del desarrollo de la personalidad, que en las sucesivas fases de la vida se
consolidarán y perfeccionarán.
De ahí la extraordinaria importancia que reviste
esta edad para el futuro del hombre como individuo y como persona, y de la necesidad
de conocer exhaustivamente sus particularidades: las causas y condiciones de
su desarrollo, el transcurso de sus procesos biológicos y madurativos, fisiológicos
y funcionales, psicológicos y sociales, de modo tal de poder ejercer una influencia
positiva en dichos mecanismos y estructuras que están en plena formación y maduración,
para alcanzar los máximos logros potenciales de este desarrollo, que posibilite
un individuo sano, apto y capaz de transformar al mundo y transformarse en este
empeño.
El medio social y la estimulación del medio
circundante posibilita que estos procesos y formaciones se estructuren y permitan
un cierto nivel de desarrollo en todos los niños, determinando por un sistema
de influencias que funciona de manera espontánea y sin dirección exacta de este
desarrollo. Sin embargo, el medio social y familiar actuando por sí solos y
sin una dirección científicamente concebida de la estimulación, puede que no
sea el adecuado, no llegando a posibilitar que los niños alcancen todas las
potencialidades de su desarrollo.
Los padres de familia en el hogar generalmente
carecen de las posibilidades y conocimientos para poder ejercer de manera consciente
y técnicamente dirigida una acción de esta naturaleza, por lo que se requiere
del concurso de otros agentes educativos para poder realizar esta función.
Es necesario crear un sistema de influencias
organizado conscientemente y que, partiendo del conocimiento de las particularidades
evolutivas de los primeros años, dirija las acciones de estimulación en un sentido
apropiado, lo que permitirá lograr niveles cualitativamente superiores del desarrollo.
Así, por ejemplo, se sabe que en los primeros
seis años de la vida está presente el período sensitivo de la percepción, es
decir, el momento en que se encuentran las condiciones más propicias para la
formación de este proceso cognoscitivo, base de todo el conocimiento humano.
En un niño, en las condiciones de su medio social y familiar, las acciones perceptuales
se forman de alguna manera y su formación viene dada por las eventualidades
de la estimulación de su entorno, la misma no logra alcanzar el nivel de lo
que se conoce como percepción analítica. Mediante la estimulación espontánea,
se logrará un nivel de desarrollo , pero es muy posible que no sea el adecuado.
El medio posibilita hasta un determinado grado de desarrollo.
Es decir, mediante la creación de un sistema
de influencias científicamente concebido y organizado de una forma consciente,
se puede alcanzar metas del desarrollo que no es posible lograr mediante la
estimulación espontánea.
Inclusive, y tal como señalara Jean Piaget,
una insuficiente o ausente estimulación, puede propiciar que en la periodización
del desarrollo psicológico, donde siempre se sigue una determinada secuencia
en el surgimiento y cambio de las etapas evolutivas, puede darse el caso de
que su culminación, es decir, la formación de la etapa de las operaciones formales
del pensamiento, esa que permite el alto razonamiento y el realizar operaciones
lógico - abstractas de calidad, no llegue a formarse nunca, como consecuencia
de tal insuficiente y no conscientemente dirigida acción de estímulos.
Por otra parte, el hecho de que este sistema
de influencias pueda ejercer su acción en una etapa del desarrollo en que las
estructuras biológicas, fisiológicas y psicológicas están en plena formación
y maduración tiene una especial significación. En este sentido, Lev Vigotski,
uno de los mas reconocidos estudiosos de la etapa infantil, señaló que el hecho
de que esta acción se haga en un momento del desarrollo en que dichas estructuras
se están formando, permite ejercer un efecto mucho más significativo sobre los
propios procesos y cualidades que dependen de estas estructuras, y del propio
desarrollo como tal. Si bien la organización y dirección de un sistema de influencias
científicamente concebido es importante en cualquier etapa del desarrollo del
individuo, es en la primera infancia donde dicha estimulación reviste la mayor
importancia y significación para toda la vida del ser humano, por realizarse
sobre formaciones biofisiológicas y psicológicas que en este momento se están
formando, y no sobre estructuras ya formadas como sucede en la mayoría de aquellas
que se presentan en otras edades.
De ahí que se haya señalado a esta etapa como
crucial para el desarrollo, y de la necesidad de organizar un sistema de influencias
educativas bien pensado y científicamente concebido que se dirija a posibilitar
la máxima formación y expresión de todas las potencialidades físicas y psíquicas
del niño en estas edades iniciales.
Los padres de familia en el hogar generalmente
carecen de las posibilidades y conocimientos para poder ejercer de manera consciente
y técnicamente dirigida una acción de esta naturaleza, por lo que se requiere
del concurso de otros agentes educativos para poder realizar esta función, la
cual se materializa en el centro de educación de la primera infancia.
La educación de la primera infancia puede, por
su función social y su nivel técnico, asumir este sistema de influencias educativas,
el que, de conjunto con la educación familiar, puede alcanzar metas más altas
de desarrollo para todos los niños.
Este sistema de influencias educativas se materializa
en un currículum que, de manera planificada y metodológicamente bien organizado,
estructura y dirige todas las acciones a realizar con cada niño en su devenir
evolutivo, y así lograr cumplir sus objetivos de alcanzar un nivel cualitativamente
superior de dicho desarrollo. Este currículum puede asumir formas muy diferentes
en dependencia de la base teórica - conceptual que lo sustente, pero no importa
cual sea su diseño, todos van hacia un propósito idéntico: lograr: alcanzar
los máximos niveles del desarrollo en todos los niños.
1.2.-Por que educación desde la primera infancia
La primera infancia constituye una etapa fundamental
en el proceso de desarrollo y formación de la personalidad. Esta afirmación
es generalmente aceptada y compartida por psicólogos y pedagogos, independientemente
de las tendencias, teorías y escuelas a las que se adscriben. Se fundamenta
esencialmente por la gran plasticidad del cerebro en estas edades, que sin constituir
una tabla rasa en la que puede inscribirse cualquier impresión, si ofrece amplísimas
posibilidades para el establecimiento de conexiones que van a servir de base
para el registro y fijación de las más variadas estimulaciones.
En toda actividad humana, para poder satisfacer
las necesidades biológicas, socioculturales, productivas o espirituales, se
articulan diferentes sistemas fisiológicos, psicológicos y sociales de alta
complejidad. Ello implica que cada persona tiene una particular manera de ser
y estar en el mundo, de relacionarse con la realidad, con las otras personas,
con el espacio y los objetos. Este esquema se construye y desarrolla especialmente
durante los seis primeros años de vida. Se puede afirmar que el niño comienza
a aprender desde el momento de su concepción, retroalimentando su mundo interno
de todo lo que recibe del exterior.
Los múltiples datos científicos obtenidos en
innumerables estudios e investigaciones han evidenciado que en esta etapa se
sientan las bases, los fundamentos esenciales para todo el posterior desarrollo;
así como la existencia de grandes posibilidades que en ella se dan para el desarrollo
y formación de las más diversas capacidades y cualidades personales.
Existen muchas razones para desarrollarla educación
de la primera infancia, entre las que destacamos:
Los primeros años de la vida del niño,
desde el nacimiento hasta los seis/siete años de edad, ponen los cimientos para
un crecimiento saludable y armonioso del niño. Se trata de un período
marcada por un rápido crecimiento y por cambios que se ven influenciados por
su entorno. Estas influencias pueden ser positivas o negativas, determinando
en gran medida cómo será el futuro adulto, las futuras generaciones y la sociedad.
Las investigaciones demuestran que los
déficit intelectuales o físicos se convierten en acumulativos. El
niño con déficit existentes en los que se haya incurrido debido a las privaciones
pasadas tendrá menos posibilidades de evolucionar hasta alcanzar niveles, aún
en el caso de proporcionarle dichos estímulos. La pronta identificación y
tratamiento/corrección de problemas relacionados con minusvalías físicas y mentales,
desnutrición, infradesarrollo social, cognoscitivo y afectivo, etc., podrán
solucionarse mejor durante los primeros años de vida, proporcionando así
al niño unas mejores oportunidades en la vida, reduciendo, por otra parte, al
mínimo los costes necesarios para la adopción de soluciones.
El cuidado y educación de los niños pequeños
mediante una acción integrada adecuada, proporciona un medio para remediar el
problema evidente de la desigualdad de oportunidades. Coincidimos en que
todos los niños nacen iguales y deben tener igualdad de acceso no sólo al conocimiento
y la cultura de todos los pueblos y deben crecer como ciudadanos iguales de
su país y del mundo en general. A pesar de ser una verdad universalmente
reconocida, por desgracia, existen muchos niños que aun no pueden ejercer este
derecho. Todo niño nace en una familia cuya situación social, económica y
cultural ejerce una gran influencia en su desarrollo que condiciona en gran
parte su crecimiento físico, intelectual y afectivo. Es inevitable, por
consiguiente, que las diferencias en el ambiente familiar tengan repercusiones
fundamentales en la educación, que la educación de la primera infancia deberá
compensar.
La educación de la primera infancia complementa
al hogar proporcionando la asistencia y educación adecuadas para la promoción
del desarrollo total del niño. Ha de ser punto de formación no sólo del
niño, sino de la familia.
La igualdad de oportunidades para las
mujeres que tienen que compaginarse en las necesidades y derechos
de los niños. Cada vez hay más y más mujeres que trabajan fuera de
casa, lo que plantea un problema para la asistencia y educación del
niño pequeño. La política debe integrar y englobar estas dos dimensiones. Equilibra los papeles sociales de la pareja al ofertar
servicios que eviten el apartar a la mujer del trabajo para atender a los niños,
frente a la legitimación del papel de la mujer como madre.
La educación de la primera infancia proporciona
una valiosa experiencia y preparación para la transición a la escolarización
a nivel primario. Los avances de la neurociencia, nos demuestran que
el sistema nervioso, base y soporte de la personalidad del adulto, se
forma en los primeros años.
No hay segunda oportunidad para la infancia.
Por tanto con todos los conocimientos basados en las investigaciones sobre la
importancia de esos primeros, años de la vida, es fundamental hacer todo lo
que sea posible por el bien de cada niño, su salud y nutrición, su crecimiento,
aprendizaje y desarrollo, su felicidad.
Por otra parte, muchas son las ventajas que reporta la asistencia a un centro de educacion de la primera infancia, como conocemos los profesionales:
El centro se presenta como el principal
elemento de socialización para el niño. Este va a aprender a compartir,
a esperar y a respetar; hecho, que adquiere una gran relevancia, ya que se presenta
como la estructura intermedia entre la propia familia e integración del niño
en los demás estamentos sociales.
El centro nos posibilita el seguir paso a paso
el proceso de desarrollo y maduración de cada niño. Así, podemos detectar los
posibles desequilibrios, desajustes o déficit que se vayan produciendo. Esta posibilidad de actuación preventiva va a ser determinante y fundamental
para el desarrollo de los niños.
La estructura del centro está concebida
en función de las necesidades de los niños, ofreciendo mayores posibilidades
para la manipulación y exploración de los objetos y el espacio. En el marco
familiar, los espacios suelen ser limitados, produciéndose continuas prohibiciones,
para que no cojan determinados objetos o alcancen o se suban a diversos lugares,
hecho que limita las posibilidades de experimentación de los niños.
El ver, observar y admirar a otros compañeros
sirve de gran motivación en determinadas actividades y aprendizajes.
En este sentido, todos somos conscientes de las posibilidades que nos ofrece
la imitación (control de esfínteres, comida, aspectos motores, etc.) a estas
edades.
A través del juego, los educadores facilitarán
los medios para favorecer el desarrollo del niño, generando en este sentido
de afecto, amistad, compañerismo, ternura y, en general, contribuyendo a una
mayor sensibilidad con los otros, lo cual es facultad para otra serie
de actividades, como la observación, captación, comprensión de estímulos, etc.,
que crean en los niños una mayor independencia y autonomía.
Abundando en los razonamientos expuestos, nos
encontramos fuertes razones de índole sociológica que apuntan por una generalización
de la educación de la primera infancia. El cambio social que se observa en el
mundo como consecuencia de la industrialización, la incorporación de la mujer
al mundo laboral, el incremento de la expectativa de la calidad de vida, la
exigencia social de un mayor grado de cualificación y especialización en el
trabajo, han producido una ruptura del modelo hegemónico de valores, actitudes
y comportamientos, que han incidido directamente sobre la estructura familiar
en varios sentidos:
El descenso de natalidad, que hace que el niño
se haya convertido en un “bien escaso”.
La incorporación de la mujer al trabajo, está
desligando a esta de la atención y cuidado de la ppapele.
Se ha roto definitivamente la estructura de
la familia extensa, implantándose cómo hegemónica la familiar nuclear de uno
dos hijos como máximo.
Las exigencias del ritmo de vida actual, que
han transversalizado todas las capas sociales, dificultando la educación de
los niños en el seno de las familias por falta de tiempo.
La ruptura del modelo familiar ha eliminado
los referentes actuales de la educación del niño (transmisión de conocimientos
y hábitos de como cuidarlo), sin que hayan sido sustituidos por otros nuevos
como consecuencia del desarraigo y aislamiento de las familias nucleares.
Según este panorama se configura un nuevo modelo
social pensado exclusivamente por y para el adulto en el que el niño, a pesar
de ser un “bien social deseado”, se ha convertido en una dificultad
a afrontar.
Esta nueva situación exige una respuesta
de la sociedad y las instituciones para resolver el cuidado y la atención a
la primera infancia.
La creación de servicios destinados al cuidado,
atención y educación de la primera infancia nos lleva a reflexionar y analizar
sobre cual es el mejor modelo para cubrir las necesidades y exigencia que la
actualidad nos plantea.
1.3.-Centros o familias
Uno de los grandes dilemas no terminando
de resolver es si educación de la primera infancia debe desarrollarse en
el ámbito familiar o en el ámbito de los centros. Existen corrientes importantes
que apuntan en una u otra tendencia.
La realidad es que han de ser las dos instituciones
las encargadas de desarrollar la Educación de la primera infancia.
Por desgracia, aún hoy existen muchas situaciones
familiares que hacen imposible el óptimo y deseado desarrollo de
los niños en el seno de la familia, si no se ha puesto una ayuda y colaboración
complementaria a su labor, haciéndose necesario que los niños acudan a centros
especializados en educación de la primera infancia, que actúen en estrecha
colaboración con la familia, debiendo de actuar casi siempre los centros
como Escuelas de Padres.
Por otra parte, los organismos internacionales
abogan por los centros, ya que ello permite a los padres una opción libre en
lo que se refiere a la distribución de su tiempo entre su vida profesional y
familiar.
Es evidente que han de ser los centros el punto
de confluencia de padres y niños y profesionales dedicados a la educación de
la primera infancia.
El niño convive, crece y se comunica con la
familia, y a ella le corresponde, en primer lugar, el derecho y el deber
de educar a sus hijos. Los juicios y actuaciones formuladas en el ámbito
familiar, no deben formular dicotomías ni marcar una distancia excesiva con
relación a los parámetros sociales vigentes, lo cual aportaría duplicidad y
controversia en la creación de los criterios básicos.
Por otro lado, la sociedad y los poderes
públicos deben tutelar y facilitar, mediante los recursos que sean necesarios,
el hecho de que el individuo disponga de los elementos precisos para el desarrollo
sistemático de sus capacidades personales. Es pues, en el ámbito de las
instituciones educativas donde deben favorecerse las vías de la socialización
y donde se sedimentan las bases de los procesos de aprendizaje.
El objetivo común de la familia y de la institución
educativa es, indiscutiblemente, conseguir el desarrollo integral y armónico
del niño. Ambas vías de actuación han de incidir en una misma dirección para garantizar la estabilidad y el equilibrio, factores indispensables para
una adecuada educación.
Por supuesto, las sociedades no tienen una existencia
separada de la de los individuos que las constituyen. La prolongación de la
escolaridad en los últimos años no sólo ha sido una respuesta a las necesidades
sociales ya aludidas, sino también a las demandas de los individuos. ¿Por
qué los padres desean enviar a sus hijos a los centros de educación de la primera
infancia?
En primer lugar, la educación es una
de las principales formas de preparar a los niños a ser miembros competentes
e integrados de su sociedad. Es decir, para su propio desarrollo personal.
En segundo lugar, la educación
es el medio principal de mejorar la condición social. Los estudios más
prolongados acreditan la capacidad del individuo para un trabajo generalmente
más estimulante, mejor retribuido, más prestigioso y menos fatigoso que los
empleos accesibles a las personas que han frecuentado la escuela un tiempo más
breve.
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