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NUESTRO MODELO DE CENTRO
CAPITULO 5
LOS PROGRAMAS DE EDUCACIÓN DE LA PRIMERA INFANCIA.
CARACTERISTICAS Y PROPIEDADES
En la elaboración de programas para los niños
de 0 a 6 años es imprescindible considerar algunas cuestiones generales, propias
de cualquier programa educativo; y otras particulares, dadas por las características
de los niños a los cuales se dirigen. Entre ellas tenemos:
A. El programa educativo a desarrollar
ha de corresponderse con las particularidades del desarrollo físico, anatomofisiológico,
motor y psíquico de los niños de 0 a 6 años.
Esto que parece un planteamiento innecesario
o redundante, es una cuestión de singular importancia, pues son muchos los programas
de educación de la primera infancia que adolecen de una correspondencia científica
con las particularidades del desarrollo de los niños en esta etapa. Aquí se
destacan algunas situaciones:
· La consideración en el programa de
solamente algunos aspectos del desarrollo, con omisión de otros, o darle un
peso excesivo a determinadas áreas del desarrollo en detrimento de otras. Esto
hace que existan programas “cognitivos”, programas “psicomotores”,
etc., en lo que el énfasis se concentra teórica que los sustenta, pues en dependencia
de la misma, así se concibe el programa, partiendo de la concepción del desarrollo
infantil que la misma señala. En este sentido, si bien los elementos que tienen
que ver con lo físico, lo motor y lo psíquico, suelen estar representados (aunque
a veces con un reduccionismo entre estas áreas), lo referente a lo anatomofisiológico,
las particularidades fisiológicas, se omite con gran frecuencia en estos programas
y que, consecuentemente, adolecen de indicaciones, procedimientos, etc., que
tengan que ver con esto. Tanto es así que hay muchos programas en los que
no hay una simple mención al tiempo que deben durar las actividades pedagógicas,
lo cual está estrechamente relacionado con el sistema nervioso del niño, su
capacidad de trabajo y rendimiento intelectual, y la posibilidad de fatiga funcional
de su organismo.
· La introducción de concepciones
de edades escolares superiores en la concepción del programa y la correspondiente
organización del proceso educativo. Esta es una problemática muy frecuente en
la elaboración de los currículos, que se manifiesta tanto en los objetivos y
contenidos, como en los procedimientos metodológicos y el enfoque de la evaluación,
en la estructura formal del programa; y en la organización del trabajo educativo.
La problemática de los objetivos y contenidos tiene dos manifestaciones importantes:
la introducción de contenidos de otras edades que se conciben dentro de la edad (lo que tienen que ver con los criterios de la aceleración del desarrollo) por una parte; y por otra, el concebir el contenido semejante a las asignaturas
de la escuela primaria, tanto desde el punto de vista formal (y así se habla
de unidades, ejes temáticos, etc.), como del enfoque del contenido (fraccionados,
segmentados, no interrelacionados u organizados como sistemas de conocimientos).
Esto, por supuesto, está estrechamente relacionado con el poco conocimiento
de las particularidades del desarrollo del niño de esta edad, la cual se enfoca
como una premisa de la verdaderamente importante, la escolar, o como una fase
preparatoria de la misma, lo que determina que se conciba entonces con programas,
formas organizativas, de sistematización de conocimientos, semejantes a la edad
y la escuela primaria.
En este sentido, dadas las particularidades
del pensamiento y la percepción del niño, los contenidos han de estar dirigidos
a la formación de las capacidades y habilidades más generales, con un enfoque
globalizado, en la que los distintos contenidos se interrelacionen y se asuman
de manera general, y no específica. Contenidos que han de concebirse con
una unidad de los procesos cognoscitivos y afectivos; y no como áreas aisladas
de desarrollo sin interrelación alguna entre sí.
Todo ello se refleja en la organización del
proceso educativo, donde la actividad pedagógica, que tiene sus particularidades
propias, se concibe como una clase, en el sentido estricto de la palabra, y
la organización del tiempo como el de una escuela, sin entrar a considerar los
procedimientos metodológicos y organizativos que se estructuran igualmente con
un enfoque escolar.
Todo esto hace que a veces el programa educativo
establecido, tanto por su concepción como por su estructura y organización,
entre en contradicción con las particularidades del desarrollo, con su consecuente
perjuicio en la consecución de estos logros y la estabilidad psíquica de los
niños y niñas.
· La no correspondencia de los programas
de educación con los objetivos que a la misma se plantean, dada la falta de
una concepción verdaderamente científica del desarrollo en esta etapa de la
vida. Esto se hace más evidente en los programas que se conciben como sistemas
de conocimientos, hábitos y habilidades, partiendo de la idea de que esta edad
es preparatoria de la escolar, y que lo importante es darle al niño el mayor
número de conocimientos posibles para facilitar dicho aprendizaje escolar. El enfoque más actual de los objetivos de la educación de la primera infancia,
consistente en lograr el máximo desarrollo de todas las potencialidades psíquicas
y físicas del niño, transforman la concepción de los programas, que se convierten
de programas para la formación de habilidades y conocimientos específicos en
programas de desarrollo, en lo que lo más importante es formar capacidades generales,
como anteriormente se había señalado. Enfocar el programa de educación de la
primera infancia de esta manera lo hace un programa más ligero, es decir, en
un programa que no tiene que tener al niño permanentemente en una actividad
pedagógica, a veces sobrepasando su capacidad de trabajo, a un programa en que
el niño juegue, desarrolle su propia iniciativa y creatividad, busque por sí
mismo las relaciones esenciales, construya su conocimiento bajo la apropiada
orientación del educador. Lo importante no es el conocimiento en sí, sino
formar los instrumentos del conocimiento, los procesos y propiedades psíquicas
que permitan la asimilación creadora por el propio niño de las más importantes
relaciones de la realidad objetiva.
Son incalculables las posibilidades del desarrollo
intelectual y cognoscitivo de los niños de las primeras edades, lo difícil es
como hacerles asequibles estas potencialidades y encontrar los medios apropiados
dadas las características de la edad. Los viejos métodos de reforzamiento,
la repetición y la asimilación excesiva de información han de quedar en el pasado
y buscar nuevas formas de realización, que se apoyen en un aprendizaje activo
por parte del menor y en el cual a la asimilación de los conocimientos se dé
en una actividad rica y dinámica, que posibilite al niño una incorporación activa
de las relaciones que se dan en el mundo de los objetos y las ideas que lo rodean.
B. El programa de la educación de la primera
infancia ha de partir de una concepción teórica bien fundamentada y propia de
la edad.
Si bien todo el programa de educación de la
primera infancia tiene que partir de un conocimiento profundo del desarrollo
del niño de esta edad, para que exista una correspondencia entre los contenidos
del programa y los niveles de desarrollo que se pretende alcanzar, también lo
ha de hacer de una concepción teórica general que fundamente dicho programa.
En este aspecto se dan cuatro problemáticas fundamentales que con frecuencia
suelen observarse en estos programas:
1) Algunos programas de educación temprana
no explicitan su enfoque teórico, el cual tiene que ser deducido a veces
del estudio de sus procedimientos metodológicos, lo cual puede llevar a inexactitudes
y confusiones.
2) Otros explicitan el enfoque conceptual
del cual parten, pero luego no se da correspondencia de la teoría con los
procedimientos metodológicos que plantean.
3) Muchos programas son eclécticos y
se apoyan en varios enfoques conceptuales, a veces antagónicos y contradictorios
entre sí, al ser asimiladas de manera mecánica las teorías que los sustentan.
En este caso se observa que los procedimientos metodológicos son igualmente
eclécticos y donde a veces ni siquiera hay correspondencia con algunas de sus
fundamentaciones teóricas.
4) Se da el caso de programas que tienden
a separar la etapa en sub-etapas. En este caso suele no darse una unidad
conceptual entre una edad y la otra y se recomiendan enfoques y criterios metodológicos
diferentes, que resultan extraordinariamente nocivos para los niños que
en el tránsito de un período a otro son sometidos a diferentes formas de organización
y sistema de aprendizaje.
Desde el análisis de estas problemáticas, un
programa de educación para estas edades científicamente concebido ha de explicitar
la posición teórica de la cual parte y existir correspondencia entre lo que
se argumenta teóricamente y lo que luego se hace en la práctica pedagógica.
De este modo la teoría dirige la acción metodológica y la práctica pedagógica
ayuda a confirmar y profundizar el enfoque teórico del que parte, la teoría
se confirma en la práctica, que es el criterio de la verdad, y a su vez la práctica
perfecciona y consolida la teoría.
Esto es particularmente importante, porque ninguna
teoría psicológica y pedagógica puede abarcar todas las posibles manifestaciones
que la práctica pedagógica pueda plantear al educador que, apertrechado sólidamente
de los principios teóricos, puede solucionar de manera eficiente la diversidad
de situaciones que se le pueden presentar en su accionar cotidiano en el trabajo
educativo.
Un programa de educación de la primera infancia
ha de corresponderse teóricamente con un solo enfoque conceptual, cualquiera
que este sea y asimilar dialécticamente lo mejor de otras concepciones que sean
compatibles con el mismo. Asimilar dialécticamente quiere decir que cualquier
forma organizativa, contenido, procedimiento, método, puede ser integrada al
propio programa siempre que se filtre, se le decante y se conciba dentro de
su concepción teórica, haciendo las modificaciones necesarias para permitir
esta fusión. Desafortunadamente esto no suele hacerse, y lo más común es que
se tomen estos procedimientos tal cual lo establecen las otras teorías, de manera
mecánica y cayendo en un eclecticismo. Hacer un programa cerrado, que no admite
la inclusión de ningún otro proceder teórico y metodológico, es tan perjudicial
como el ser ecléctico, pues en todo enfoque siempre hay elementos de verdades
científicas, que nutren la ciencia psicológica y pedagógica en un haz de conocimientos
que proviene del estudio y la investigación de muchos, sin que la verdad científica
sea patrimonio de una única escuela o posición teórica.
C. El programa de educación de la primera
infancia ha de concebirse con los principios propios de la educación y la enseñanza
de estas edades.
Realmente, cuando se habla de los principios
de la enseñanza y la educación, se dan principios que son generales a cualquier
nivel de educación, que se concretan y particularizan en cada edad. En el caso
de la edad que nos ocupa, considerada la misma edad desde el nacimiento hasta
la crisis de los seis-siete años, implica necesariamente su adecuación para
estos principios generales y la particularización del proceso educativo en
la edad, dada la obligatoria correspondencia ya señalada con las características
del desarrollo en estas edades. Estos principios generales son:
a.-La educación y la enseñanza del niño en
las condiciones del medio circundante.
Esto quiere decir que no puede concebirse la
educación del niño ajena a las particularidades del medio social en el que se
desenvuelve, en interrelación constante con ese medio y con procesos educativos
fundamentados en el sistema de relaciones de dicho medio, sin crear ambientes
artificiales o medios sui géneris del trabajo educativo. Esto es extensible
a los procedimientos metodológicos, que han de concebirse en unidad estrecha
con las particularidades del medio circundante y donde los logros del desarrollo
han de concebirse en estrecha conexión con las condiciones sociales de vida
y educación.
b.-El papel orientador del adulto en el proceso
de enseñanza-aprendizaje.
El educador juega un papel en la orientación
del proceso de asimilación por el niño de las relaciones del mundo que le rodea
y no puede concebirse este proceso sin la participación del educador, que es
quien organiza las condiciones y el sistema de influencias educativas para que
el niño, por sí mismo, construya su conocimiento, busque por sí las relaciones
esenciales, elabore su propia base de orientación. Por supuesto, la posición
que el mismo ocupe va a estar en estrecha dependencia con la concepción teórica
del programa, y podrá ser más o menos directiva, orientadora o facilitadora,
pero siempre formando parte del proceso de enseñanza-educación del menor y nunca
estableciendo que la educación espontánea, o el niño por sí solo, sea capaz
de alcanzar todos los logros del desarrollo esperables.
c.-La propia actividad del niño.
La apropiación de la experiencia social acumulada
por parte del niño, no sólo va a depender del adulto, sino que está en estrecha
relación con su propia actividad, pues las propiedades y facultades psíquicas
se forman y dependen de la actividad. Si la actividad no es rica, si el niño
no juega un papel activo en este proceso, la adquisición del conocimiento, la
formación de la cualidad psíquica es pobre y fragmentada y nunca alcanza los
niveles de desarrollo que cuando el mismo es adquirido en un proceso de una
actividad efectiva. Cada etapa del desarrollo va a estar caracterizada por una
actividad fundamental que guía ese desarrollo. En esta etapa tres actividades
van a caracterizar este desarrollo: la comunicación emocional niño-adulto
en la lactancia, la actividad con objetos en la edad temprana, el
juego a partir de los tres años, a los que se unen diversas actividades
de la vida cotidiana, productivas de diverso tipo: modelado, dibujo, entre otras,
que posibilitan en un mayor grado ese desarrollo.
d.-La educación y la enseñanza dentro del
grupo infantil.
La personalidad se forma en el sistema de
relaciones sociales en que se desenvuelve el individuo, es un producto de sus
condiciones de vida y educación. Si esto es así, la educación del niño ha
de concebirse en el grupo, en la interrelación de unos niños con otros, en la
pequeña sociedad que constituye el grupo infantil, que tiene normas, valores,
posiciones; y una dinámica que le es propia. Es en este medio social que ha
de realizarse el proceso educativo, sin aislar al niño del contacto con los
otros, no promocionando un enfoque individualista del desarrollo, lo cual no
quiere decir que el niño no tenga oportunidades dentro del grupo de actuar por
sí mismo y por sí solo.
Al concebir los programas de educación de la
primera infancia, como ya se había señalado, hay que partir del conocimiento
profundo del desarrollo del niño, de sus objetivos y particularidades, de sus
ritmos de desarrollo, de sus períodos sensitivos, de sus ciclos y subetapas,
y muy importante, de los objetivos que se plantea a la educación de los niños
en estas edades, objetivos que ya no se concretan para proporcionarles una determinada
preparación para la escuela, sino que se dirigen al logro de las máximas potencialidades
físicas y psíquicas del niño, propias de la edad, por lo que se transforman
de programas de conocimientos, hábitos y habilidades en programas de desarrollo,
lo cual cambia radicalmente su enfoque, sus contenidos, sus métodos y procedimientos
metodológicos, en fin todo aquello que los hace más científicos y de mayor significación
para la ulterior formación de su personalidad.
5.1.-Principios específicos de los programas
de educación de la primera infancia.
Los principios generales anteriormente analizados
son afines a cualquier nivel de enseñanza, que se concretan en el caso de la
educación de la primera infancia, por las características de esta etapa del
desarrollo. No obstante, la pedagogía y psicología actual más moderna, consideran
además otros principios más específicos. Estos principios se refieren tanto
a los factores que condicionan el proceso educativo como a las particularidades
y características de los niños, en correspondencia con la etapa del desarrollo,
y que pueden expresarse como lineamientos que orientan su estructuración y su
orientación metodológica. Entre los principales tenemos:
Ø El centro de todo proceso educativo
lo constituye el niño.
El programa de educación de la primera infancia
tiene el objetivo central de lograr el máximo desarrollo de todas las potencialidades
físicas y psíquicas del niño, lo cual no puede lógicamente alcanzarse sin que
el niño participe activamente en todo el proceso. Establecer que el niño es
el centro de la actividad pedagógica, significa que la organización de su vida
cotidiana en el centro de educación de la primera infancia, la estructuración
de las actividades que se planifican, los métodos y procedimientos de trabajo
didáctico, las relaciones que se establecen entre el educador y los niños, tienen
que estar en correspondencia con su edad, sus intereses y necesidades, y poseer
un significado y sentido personal.
Los fines y objetivos de la educación han de
estar necesariamente condicionados en el proceso educativo, lo que implica que
debe buscar por sí mismo las relaciones esenciales, elaborar su propia base
de orientación, construir su actividad mental, y participar activamente en la
determinación de que hacer y como hacerlo, es decir, que comprenda la finalidad
de sus acciones.
Este lugar central que ocupa el niño ha de conjugarse
con el principio general que establece que el adulto juega un papel principal
como orientador del proceso educativo, pues es el que organiza, estructura y
orienta el proceso pedagógico que ha de conducir al desarrollo. Esto está dado
porque en la edad infantil las experiencias del niño son aún limitadas, el dominio
de sus procedimientos para hacer, necesitan de mayor orientación, y sus posibilidades
para el trabajo independiente están todavía en una etapa inicial de realización.
Ø Integración de la actividad y la
comunicación en el proceso educativo.
La actividad y la comunicación, como categorías
generales del desarrollo, son las que posibilitan en cada niño la asimilación
de la experiencia. En el transcurso de los diferentes tipos de actividad y en
las formas de comunicación e interrelación que se establecen entre los niños
y los que le rodean, es que se forman las más diversas capacidades, propiedades
y cualidades de la personalidad.
Aunque todas las actividades contribuyen al
desarrollo infantil, existen algunas que resultan más significativas en una
determinada etapa: la comunicación emocional niño-adulto en la lactancia; la
actividad con objetos en la edad temprana; el juego, cuando son mas mayorcitos.
La comunicación, oral y afectiva, del educador
con sus niños constituye un fundamento básico del proceso educativo, y es a
través de esta comunicación que se le transmiten las experiencias vitales.
De esta manera, las acciones pedagógicas con
los niños han de desarrollarse dentro de una actividad y caracterizarse por
la más amplia comunicación, tanto de los educadores con los niños como de estos
entre sí, de esta manera se da una asimilación más efectiva de la experiencia
social, que redunda en una mayor calidad de los procesos y cualidades psíquicas
que la posibilitan.
Ø La unidad entre lo instructivo y lo
formativo.
En la etapa de educación de la primera infancia
se sientan las bases fundamentales de las cualidades de la personalidad, por
lo que la unidad de lo correspondiente a la enseñanza y a la educación cobra
una particular importancia. En este sentido, el programa de educación de la
primera infancia no solamente ha de comprender las posibilidades de alcanzar
un determinado nivel de los procesos cognoscitivos, sino también de los afectivos-motivacionales,
de modo tal de lograr un ciudadano completo y multifacético. En todos los momentos
de la vida diaria el niño en el centro de educación de la primera infancia,
además de promoverse lo instructivo (siempre en relación con las particularidades
de la edad), ha de conformarse lo formativo, la educación de sentimientos de
amor y respeto hacia la familia, sus compañeros y los educadores, hacia el país
y los símbolos que la representan, hacia el trabajo que realizan las personas
que le rodean y la satisfacción e cumplir con sencillas tareas, así como la
de cualidades personales positivas, como la bondad, la veracidad, la honestidad
y la perseverancia, la cooperación y la ayuda mutua, entre otras. Esto dentro
de actividades propias de la edad, que permitan que las mismas tengan una significación
y sentido personal para el niño.
Ø La sistematización de los diferentes
componentes del proceso educativo.
Los componentes del proceso educativo: objetivos,
contenidos, métodos y procedimientos metodológicos, medios y recursos didácticos,
y formas de evaluación, han de tener una necesaria interrelación y sistematización
dentro del programa de educación de la primera infancia.
Esta sistematización se expresa en distintas
formas de relación, tanto entre las distintas áreas de desarrollo para un mismo
ciclo o año de vida, dentro de una misma área de desarrollo, entre los diferentes
años de vida, implicando una articulación transversal y vertical del programa
de educación de la primera infancia, como de este con el inicio del programa
educativo de la escuela, al transitar el niño de la educación primaria.
Estas relaciones deben ser tenidas en cuenta
para los diferentes componentes del proceso educativo que ha de promover en
toda su extensión la unidad de los procesos cognitivos y afectivos, que han
de darse en integración, de forma tal que todo momento del proceso sea al mismo
tiempo instructivo y formativo, desarrollo de la personalidad en su integridad.
Ø La atención a las diferencias individuales.
Este principio, aunque general para todos los
niveles de educación, es singularmente importante en esta etapa, ya que por
darse el desarrollo sobre estructuras que están en pleno proceso de formación,
maduración y perfeccionamiento, y de manera brusca y acelerada, propicia que
se den mayores posibilidades para la existencia de diferentes ritmos en el desarrollo
de los niños, en sus distintas subetapas dentro de la edad, y aún dentro de
los niños de un mismo grupo de edad.
El trabajo diferenciado es indispensable, pues
cada niño tiene sus propias particularidades que lo hacen único, y hay que potenciar
las posibilidades individuales para alcanzar el máximo desarrollo en cada niño.
Esto se expresa metodológicamente, no en crear actividades específicas para
cada niño, sino en actividades que planteen diferentes niveles de complejidad,
para cada niño y para cada pequeño grupo de niños de similares características,
dentro del trabajo educativo grupal, lo cual ha de estar concebido dentro de
las orientaciones metodológicas del programa de educación de la primera infancia.
Este tratamiento diferenciado no tiene porque realizarse exclusivamente de forma
aislada, si bien esta manera puede ser utilizada para niños con posibilidades
por encima de la norma, y con los que presentan algunas deficiencias o tienen
un ritmo más lento de desarrollo.
La atención a las diferencias individuales ha
de realizarse de manera natural, de modo tal que los niños reciban el nivel
de ayuda sin que se les haga conscientes de que sus tareas, o las preguntas
a ellos dirigidas, son más sencillas o difíciles y complejas que las de los
demás.
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