NUESTRO MODELO DE CENTRO
CAPITULO 9
PROBLEMAS Y RETOS DE LA EDUCACIÓN DE LA PRIMERA
INFANCIA
En 1979 en su informe a la UNESCO sobre la educación
de la infancia G. Mialaret planteaba dos conclusiones generales del estudio
realizado:
- la existencia de un grave desequilibrio entre las afirmaciones
teóricas, las justificaciones generosas, las condiciones pedagógicas oportunas,
pero algo utópicas, respecto a la educación, y las realizaciones y puestas
en práctica de tales planteamientos,
- la existencia de una distancia demasiado grande entre
lo que se hace y lo que podría hacerse.
A más de 20 años de tales conclusiones, la situación
general de la educación, y particularmente de la educación de la primera infancia,
parece mantenerse igual, es mas, es posible que en algunos lugares estos planteamientos
sean todavía más desesperanzadores que en aquel momento. En esto ha influido
el rumbo que el mundo actual ha tomado, donde la diferencia entre los países
pobres y los altamente industrializados es cada vez mayor, donde los niveles
de pobreza y falta de escolarización producto de las políticas neoliberales
han aumentado considerablemente, y particularmente afectando a los niños, que
junto con la mujer y el anciano, constituyen los elementos mas vulnerables de
la sociedad contemporánea.
9.1.-Los problemas actuales
Los problemas de la educación de la primera
infancia se pueden englobar de manera esquemática en dos grandes apartados
- los correspondientes a la primera infancia como nivel
educativo en relación con las demandas que la sociedad impone o señala para
la educación de los niños de estas edades
- aquellos que corresponden a su teoría y la práctica educativa.
Sin duda el más señalado es la falta de recursos
en muchos países para el mantenimiento de los programas educativos existentes,
que posibiliten atender de manera suficiente las necesidades de cobertura y
de mejora de la calidad de este nivel educativo. Esto es consecuencia de la
falta de una vinculación política y económica del nivel educativo con las estructuras
que determinan las decisiones presupuestarias, que se refuerzan con la deficiente
fundamentación técnica de muchos de estos programas educativos, que en ocasiones
no son vistos como una forma de educación, sino simplemente como un medio de
cuidado y atención.
Otro problema general es la pérdida progresiva
de la especificidad, características y orientación especializada de este nivel
educativo, que ha llevado en algunos lugares a decrecimiento del valor de
su importancia para el desarrollo humano, y de que es una educación que puede
impartirse de cualquier manera sin que esto implique una consecuencia significativa
para ese desarrollo.
La aceptación de modelos pedagógicos no pertinentes
culturalmente ha sido, en particular en los países del tercer mundo, otro
de los problemas serios que enfrenta la educación de la primera infancia. Se
sabe que cualquier currículo no es válido para todos los contextos y si bien
esto está concienciado hasta cierto punto, la realidad es que con frecuencia
se asumen modelos pedagógicos provenientes de contextos sociales totalmente
diferentes para su traspolación mecánica a otras condiciones totalmente diferentes.
Esto ha sido un factor que ha ocasionado la
falta de credibilidad de las posibilidades de la educación de la primera infancia,
al no poder los programas alcanzar los logros del desarrollo previstos para
los niños.
A ello se une el que muchos programas educativos
de la primera infancia, carecen de la suficiente calidad curricular y evidencia
experimental de sus posibilidades, lo cual está muy relacionado con el criterio
de que lo importante en la atención de la primera infancia es cubrir la cobertura
requerida, relegando a un segundo plano lo referente a la calidad de su contenido.
La falta de articulación entre los diferentes
sectores que desarrollan programas de atención a la infancia, es otra problemática
relevante, que hace que en ocasiones se duplican esfuerzos, se sigan líneas
divergentes que no tendrían por que serlo, o se desconozca lo que se hace en
cada sector.
En el caso de la primera infancia, no es raro
encontrar un divorcio total entre la educación que se realiza por la vía institucional
y la vía no institucional o no escolarizada, que a veces ni siquiera están bajo
un mismo ministerio, o se encuentran pluridirigidas por numerosas entidades,
estatales, no gubernamentales, privadas.
La problemática de las necesidades de la cobertura,
unido a la falta de recursos asignados para la educación de la primera infancia,
conlleva a una falta de equidad en la atención a los niños de estas edades,
privilegiando aquellos que tienen mejores condiciones para recibir este tipo
de enseñanza, como son los niños que viven en zonas urbanas altamente pobladas,
y relegando a un segundo plano a aquellos que es mas difícil o compleja su atención,
como sucede en los niños de las zonas no urbanas o campesinas, de localidades
marginadas, de minorías étnicas regionales.
Esta falta de equidad conlleva a la larga a
diferencias en el desarrollo de los niños, y la misma debería favorecer y proveer
igualdad de oportunidades a quienes más lo necesitan, es decir, los niños de
los niveles más bajos del estamento social, de mayores niveles de pobreza, de
las zonas de gran dispersión y baja densidad poblacional.
Esta falta de equidad no solo concierne a grupos
infantiles de población, sino que de igual manera se relaciona con la diferencia
de sexos, que hace que los programas educativos, incluso para estas edades,
tipifiquen estas diferencias, en los aspectos del contenido, de la organización
del aula, en la estructura del centro de educación de la primera infancia, en
el comportamiento del educador hacia los niños, y en el ambiente general, algo
que el informe Mialaret detectaba en 1979, y que todavía mantiene vigencia en
algunos sistemas educativos.
La insuficiente calificación y preparación
del personal educador de este nivel educativo continúa siendo un problema
no resuelto en el mismo, incluso en los países altamente desarrollados, aunque,
claro está, la situación es mucho más dramática en los del llamado tercer mundo.
La formación de los profesionales para trabajar
en estas edades es muy variada y a veces siquiera se exige un grado universitario
para ejercerlo, cuando en la educación básica es difícil que se acepte un maestro
no graduado. A su vez, la improvisación de personas para trabajar con estos
niños es muy habitual, lo cual está ocasionado por el hecho de no considerar
a esta educación con el grado de significación que la misma tiene para el desarrollo.
La concepción de asistencia, de realización
y prestación de un servicio social, y no de educación es una de las principales
causantes de esta problemática, que desafortunadamente tiene una revitalización
en los momentos actuales. Así, un concepto aparentemente ya trascendido como
es el de “guardería” para la atención de los niños de estas edades,
vuelve a tener una fuerza considerable, echando abajo lo que la ciencia ha mas
que comprobado en cuanto a la importancia de la educación en la etapa inicial
de la vida. Curiosamente este es un fenómeno que cobra vigencia en los países
mas desarrollados, que supuestamente tienen un nivel mas elevado de concepción
teórica y aplicación metodológica.
Un problema a señalar es la falta de legislación
expresamente pensada, que posibilita una creciente y mayoritaria acción del
sector privado sobre el público en la educación de la primera infancia.
Esto es una consecuencia de la falta de atención
oficial a las necesidades de la cobertura y la calidad de la educación de los
niños de estas edades. Al darse una progresiva concienciación en la sociedad
de la importancia de la educación de la primera infancia para el desarrollo
infantil, por una parte, y la mayor integración de la mujer al proceso de producción
social (que secularmente asumía la función exclusiva de atender a sus hijos
pequeños) por la otra, conlleva la demanda de más centros de educación de la
primera infancia para atender a estos niños.
Al no ser eficiente el Estado para suplir estas
necesidades, aparecen numerosos centros de educación de la primera infancia
regenteados por personas particulares sin ningún tipo de preparación.
Esto conlleva a su vez a una doble problemática:
una, la falta del necesario control de las autoridades estatales de lo que
se hace en dichas instituciones privadas, que hace que puedan proliferar multitud
de ”currículos” de acuerdo con los criterios de cada centro, y por
la otra, el situar en manos de personas no calificadas la dirección de este
proceso educativo, porque no es extraño que en algunos países el “dueño”
del centro de educación de la primera infancia ni siquiera sea educador.
9.2.-La conciliación de la cobertura con la
calidad de la educación, criterios para su solución.
La década de los años noventa del pasado siglo
fue testigo de importantes reformas en el campo de la educación. En la década
anterior, como parte de la política educativa algunos países realizaron esfuerzos
para tratar de extender lo más posible el acceso de niños, adolescentes y jóvenes
a la educación. No obstante, el aumento de la cobertura, la ampliación de
la capacidad, el aumento del número en términos de cifras no ha significado,
no se ha expresado, en el aumento de la calidad de la educación.
Por otra parte, los índices de cobertura han
de jugar necesariamente con la realidad objetiva de la misma. Así, (y lo cual
es muy típico en muchos países latinoamericanos), se refleja en las estadísticas
oficiales que, por ejemplo, el 100% de los niños de seis años están matriculados
en la escuela, dándose por sentado que esa cobertura oficial es cierta, cuando
la realidad social es muy distinta, observándose, por cifras emitidas por la
Organización de Estados Americanos, que solamente el 60% de esos niños realmente
está en las aulas, y que al término del primer año, solo queda un 40%.
A pesar de un incremento relativo de la incorporación
de niños a la educación de la primera infancia, la tasa de incorporación a nivel
mundial es baja, en particular en la región latinoamericana y de otras zonas
subdesarrolladas. Los países altamente desarrollados muestran, por lo general,
altas tasas de cobertura en estas edades, particularmente en la vía institucional.
No obstante, al comparar los rangos de edades, siempre hay un notable desequilibrio
entre la atención que se presta de los 4 a los 6 años, y la que se brinda a
los tres primeros años de vida.
Pero, decididamente, el hecho de aumentar la
cobertura es un índice favorable, aunque la misma aún no pueda acompañarse de
una calidad suficiente. En este sentido un incremento de la cobertura puede
conllevar:
- Las probabilidades de que un porcentaje de los niños alcance
al menos límites mínimos en el desarrollo, disminuyendo por tanto, el número
de casos en los que los programas deberán luego “recuperar”
lo no logrado.
- La posibilidad de apertura de alternativas de atención
diversificadas y pertinentes a las distintas realidades socioculturales
de la población.
- El diseño de programas que no requieren de grandes inversiones
en la infraestructura, porque no funcionan en centros especializados (implica
la vía no escolarizada), tiene un costo considerablemente menor, y está
demostrado que puede ser de igual o mejor calidad que los programas más
formales.
Sin embargo, hay que tener presente que la calidad
no puede perderse como resultado de la implantación de modelos de bajo costo
o tratando de ampliar la cobertura de modelos ya probados. El argumento de que
los esfuerzos han de dirigirse al aumento de la cobertura antes de comprobar
su calidad, pasa por alto el hecho esencial de que sin calidad, se han de incurrir
posteriormente en mas gastos, bien para mejorar la escolarización o para remediar
lo que se ha hecho de manera deficiente: Los programas educativos de baja calidad
son inefectivos, privan a los niños de los beneficios, y representan una pérdida
de recursos.
Un programa educativo de calidad es aquel que
es apropiado para la etapa de desarrollo de los niños y que satisface sus necesidades
de aprendizaje considerando las diferencias individuales. Aunque la calidad
puede ser adscrita al nivel de implantación del programa, esto no puede ser
designado solamente por la legislación o por el establecimiento de normas y
estándares del nivel central.
El establecimiento de estas normas y estándares
han de incluir una clara definición de cuales son responsabilidad del nivel
central, el regional, y el local o comunitario. Es también importante que la
calidad sea definida de manera dentro del contexto nacional, pues a veces se
considera que la programación de calidad solamente puede ser identificada con
modelos de la primera infancia de alto costo, que no son apropiados ni deseables
dentro de un contexto nacional específico.
En lo que respecta a las insuficiencias de la
díada cobertura-calidad se pueden establecer las siguientes:
- Los sistemas de evaluación de la calidad miden por regla
general variables de producto, y se inclinan a comprobar solamente los aspectos
intelectuales o cognoscitivos.
- No se evalúan con suficiente profundidad variables relativas
a aspectos de la personalidad de los educandos, en especial la esfera afectiva
motivacional y la volitivo reguladora
- No toman en cuenta las variables de proceso, tales como
las características del proceso educativo y el cumplimiento de las funciones
culturales y educativas de la familia, lo que lleva a una postura descriptiva,
y no da la posibilidad de formular hipótesis explicativas acerca de las
posibles causas de las deficiencias detectadas.
- Los estudios se han centrado en ámbitos escolarizados,
y es más pobre la información de la población no escolarizada o que recibe
influencia educativa por la vía no formal.
En suma, los programas educativos han de poseer
criterios de calidad que permitan establecer cuando un programa educativo tiene
o no calidad. Al respecto, G. Fujimoto señala que el consenso generado en diversos
simposios regionales e internacionales, en los que participaron masivamente
delegados de los gobiernos y de la sociedad civil, aprobaron como los criterios
de calidad más importantes:
La actividad: El papel protagónico de
los niños en la construcción activa de aprendizajes.
La integralidad: Implica el desarrollo
armónico de todas las dimensiones del desarrollo: física, emocional, social,
intelectual, estética.
La participación: La intervención activa
de los diversos agentes educativos, el centro, la familia, la comunidad, e incluso
los propios niños.
La pertinencia: Que los programas respeten
las necesidades y contextos de los niños, apreciando su cultura, valores y tradiciones,
con currículums diversificados, y aprendizajes relevantes y pertinentes.
La innovación y modernización: El incorporar
aprendizajes útiles y significativos para los niños, su grupo social y su cultura,
a partir de las nuevas tecnologías que vayan surgiendo.
La flexibilidad: El adecuarse a las necesidades
y características socioculturales para responder a la diversidad con diferentes
modelos de atención.
La sostenibilidad: Que procura la permanencia
y continuidad de las acciones, no solo con los niños, sino también para la apropiación
de programas y servicios para los padres y la comunidad.
A partir de estos criterios se han de elaborar
los programas educativos, los cuales aseguran así la existencia de calidad.
Ya existe una conciencia de que los criterios
de cobertura han de estar muy unidos a los de calidad. Así, en el informe de
la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD) se refleja
que después del acceso (y por tanto, de la cobertura) el aumentar la calidad
de la educación de la primera infancia es la vanguardia en las prioridades políticas
en los países de la OECD, a partir del pronunciamiento de que los niños que
reciben cuidados y educación de alta calidad en los años tempranos, muestran
mejores habilidades cognitivas y de lenguaje que aquellos con bajas condiciones
de calidad.
Para los países menos favorecidos quizás la
problemática de la cobertura sea aún la consideración más importante, y por
eso las respuestas a como mantener también la calidad, encuentra mas dificultades
para su manifestación, dados los increíbles niveles de pobreza y depauperación
económica y social presentes en muchos de ellos.
La calidad en definitiva es inherente al hecho
educativo, pero a la vez es dinámica y compleja como la propia educación, no
es posible pensar entonces en hablar de cobertura si la misma no conlleva un
criterio de calidad, pero tampoco es posible plantearse una educación de la
primera infancia de calidad si esta está restringida a un mínimo porcentaje
de la población infantil. Y conciliar ambos criterios quizás sea una de las
tareas más arduas de muchos Estados.
9.3.-El problema de la centralización y la
descentralización.
La centralización y descentralización constituyen
en el momento actual una de las problemáticas de los Estados, no solo en el
plano educativo, sino en toda la estructura económica, social, cultural, administrativa,
etc.
Las políticas de descentralización se han transformado
en la clave del proceso de reestructuración institucional. Básicamente, las
mismas implican una nueva distribución de poder social mediante el establecimiento
de una estructura administrativa en la cual el Estado centralizado se desprende
de un conjunto de funciones tradicionales, tales como la administración y mantenimiento
de los centros, la contratación y pago de remuneración de los docentes, la preparación
de los presupuestos para los servicios, entre otros, para concentrar su atención
en tareas consideradas estratégicas: la formulación de políticas (educativas,
sociales, económicas); la evaluación de los resultados de la acción educativa
y su monitoreo; la investigación en áreas estratégicas, la identificación de
innovaciones y su generalización, entre otras.
En muchos países se han redistribuido competencias
y funciones entre los distintos niveles (centrales, regionales, estatales, locales),
lo que conlleva un incremento de niveles y de participantes en la toma de decisiones
de gestión.
El hecho de que el centro educativo tenga posibilidades
de determinar las exigencias curriculares para sus educandos, está vinculado
también al problema de la centralización y descentralización del centro de
educación de la primera infancia , como reflejo de procesos similares que
ocurren en el Estado, lo cual no debería estar reñido con el logro de una armonía
entre la unidad y diversidad de las concepciones curriculares.
La armonía entre la unidad y diversidad puede
estar comprendida a partir del establecimiento de un nivel básico común y obligatorio
que asegure la preparación mínima de cada educando, y de la suficiente apertura
para atender las exigencias locales que deban ser complementadas para dar respuesta
a las necesidades sociales en la formación del ciudadano, en correspondencia
con las características del escenario social en que se desenvuelva el centro
de educación da la primera infancia.
Estas reflexiones van dirigidas a fortalecer
la idea de que independientemente de establecer exigencias comunes curriculares
mínimas, en un país para todas las instituciones de un mismo tipo, como parte
de asegurar las exigencias necesarias para su desarrollo y la igualdad entre
las personas, es además, muy necesario que el currículo tenga la flexibilidad
suficiente para que el centro de educación de la primera infancia de respuesta
a las necesidades específicas y particulares de los niños y de sus docentes,
así como de las necesidades e intereses de la comunidad.
Sin embargo, la realización de una alternativa
curricular flexible que de respuesta a la unidad y diversidad desde el currículo,
plantea otro tipo de problemas, y a la vez exigencias pedagógicas que permitan:
- Que el currículo determinado como común sea lo suficientemente
general, para permitir atender las exigencias de los niños en dependencia
del desarrollo alcanzado por estos, así como la inclusión de exigencias
específicas del contexto que responda a los intereses de la comunidad, las
familias.
- Que el centro de educación de la primera infancia posea
los elementos necesarios para identificar con acierto las necesidades específicas
de desarrollo y formación de niños, así como las necesidades educativas
que den respuesta al contexto y que estimulen su propio desarrollo.
- Que el centro de educación de la primera infancia genere
toda su capacidad creativa para la identificación y desarrollo de vías idóneas
para el despliegue de su estrategia curricular específica y los elementos
e indicadores que precisa para la autoevaluación permanente de la calidad
de su producto.
Estas exigencias y necesidades se constituyen
en importantes retos al centro de educación de la primera infancia.
Los problemas de la descentralización se relacionan
estrechamente con los referentes a la adecuación curricular, a su diversificación.
No obstante, es importante recordar que la planificación del proyecto curricular
ha de ser lo suficientemente flexible para permitir modificaciones, incorporaciones
y sustituciones, en la medida que los resultados de la evaluación aconsejen
realizarlo, evitando los modelos curriculares rígidos que no permiten sino variaciones
instrumentales intrascendentes. Esto tampoco quiere decir que se posea una libertad
tal que la planificación permita introducir cambios que puedan cambiar la misma
esencia del modelo, lo cual conduciría, o podría conducir, a tantos modelos
curriculares como centros existan.
Lo ideal es tener un modelo curricular que,
estableciendo los objetivos del desarrollo esperables a alcanzar por todos los
niños a los que se aplica, permita su descentralización y diversificación pertinentes,
de acuerdo con sus niveles correspondientes, hasta llegar al proyecto curricular
del centro de educación de la primera infancia, e incluso el de aula, en el
que se puedan llevar a cabo las adecuaciones necesarias partiendo de las propias
particularidades del mismo, las características de los niños, el nivel de preparación
de su personal docente, las condiciones materiales y técnico organizativas,
el papel particular que juegan los otros agentes como son los padres y la comunidad,
entre otros factores.
En algunos países se cuenta con un modelo curricular
nacional, a partir del cual pueden hacerse las adecuaciones y diversificaciones
pertinentes, mientras que en otros existe un nivel de estado o provincia, que
expresa el currículo en términos de su territorialidad, y es a partir de ese
nivel donde pueden realizarse tales modificaciones.
En uno u otro caso siempre se señalan indicaciones
u orientaciones metodológicas que pueden ser más o menos flexibles, más o menos
rígidas, en dependencia de cual es la política educativa vigente. Esto en muchas
ocasiones plantea dificultades para la planificación del proyecto curricular,
que no tiene la suficiente libertad de acción como para tomar decisiones propias.
Pero, para facilitar la labor de adecuación
del modelo curricular se requiere, además de las normas metodológicas generales,
establecer propuestas curriculares abiertas y flexibles que permitan
su adecuación a las distintas realidades.
Incluso, en aquellos países en lo que se plantea
un modelo curricular poco flexible, la necesidad actual ha obligado a crear
proyectos particulares para determinadas comunidades educativas, que difieren
consustancialmente de la comunidad educativa general.
No obstante, la atribución de mayores niveles
de autonomía y participación en las diversas instancias de los procesos de descentralización
del sistema educativo se enfrenta en la actualidad con tres limitaciones importantes:
1. La resistencia de parte de los intereses
comprometidos con el sistema centralizado que podrían ver amenazado su poder
relativo,
2. La obsolescencia de las normas jurídicas
que perviven y rigen aún la educación, y la inflexibilidad de la reglamentación
existente en algunos países.
3. La distribución limitada y desigual de las
capacidades de gestión, lo cual puede generar inequidad y resistencia al cambio.
Vencer estas dificultades requiere concertar
acciones en las que los diversos sujetos, instituciones y niveles alcancen acuerdos
para actuar en función de determinados objetivos. Esta concertación, junto con
la coordinación, constituye la vía para una conversión de la participación en
una fuente permanente y actualizada de dinamismo para mejorar la pertinencia,
la eficacia, la efectividad y la equidad del sistema educativo, y la convierte
en una tarea de todos.
Ello lleva a su vez la profesionalización de
los educadores, que de simples trasmisores de información cognoscitiva se convierten
en una fuente de dinamismo en el seno de los procesos educativos, al poder realizar
las acciones y toma de decisiones previstas en la descentralización.
9.4.-Los retos del nuevo milenio
El peruano, Dr. José Rivero, experto de la UNESCO
en la sede de Santiago de Chile, establece las siguientes SIETE prioridades
estratégicas al inicio del tercer milenio en materia de educación de la
primera infancia.
1ª. PRIORIDAD: Consolidar una nueva cultura
de la infancia con educación de la primera infancia para todos los niños, enfatizando
estrategias de "discriminación positiva" en favor de los niños de
familias pobres y en situación de vulnerabilidad. Una nueva cultura de la infancia
debiera partir por el cumplimiento de los derechos de todos los niños sin excepción
alguna.
Aceptar esto supone:
· Aceptar la necesidad de un cambio en
las condiciones objetivas de vida de todos los niños. Dicho cambio se da modificando
realidades sociales concretas. Por ello, la generalización de una nueva cultura
de la infancia estará íntimamente vinculada a la modificación de las realidades
socioeconómicas en las que se desenvuelve la vida de los niños.
· El papel de la educación no puede limitarse
a la transmisión de valores culturales de una sociedad. Su función debiera orientarse
a posibilitar que el niño desde su nacimiento tenga todas las oportunidades
posibles para desarrollar sus potencialidades. Los niños de hoy y los jóvenes
y adultos de un mañana próximo, demandan contar o haber contado como base de
su andamiaje educativo, con una educación de primera infancia dada desde el
vientre materno y antes de su ingreso a los niveles de educación primaria.
2ª. PRIORIDAD: Propiciar aprendizajes en
ambientes que favorezcan el desarrollo afectivo y motriz del niño, reconociendo
y estimulando las capacidades infantiles
La rica experiencia de trabajos educativos con
niños y diversas investigaciones, coinciden en afirmar que los niños van construyendo
sus matrices de comunicación y aprendizaje a partir de una organización psicomotriz
desarrollada por lo menos en cuatro ámbitos:
· el vínculo con él o los adultos más
significativos.
· la exploración.
· la comunicación.
· el equilibrio.
Se señala, con razón, que la interacción de
estos ámbitos organizadores es la que permite al niño ir construyendo las bases
fundamentales de su educación primera y permanente: la representación mental,
la abstracción y, por ende, el desarrollo de su lenguaje y del denominado "pensamiento
operativo".
Para ello se deberá:
Dar la mayor importancia al mundo interno
del niño y a su núcleo psicoafectivo Aún con el riesgo de simplificar la
larga experiencia pedagógica se puede afirmar que todo aprendizaje puede llevarse
a cabo a través de dos formas: por el dolor, la compulsión estresante, la exigencia
externa o por el placer, la motivación, el afecto. De la primera forma sobran
experiencia y con malos resultados conocidos. "Todo lo que se memoriza
por la fuerza, a nivel del córtex, sin haber despertado ningún eco emocional,
no hace más que parasitar la memoria. El olvido entonces es signo de salud mental" nos dicen A. Lapierre y B. Aucouturier (1985). En cambio, a través del placer
y el afecto el niño tiene menos posibilidades de fragmentarse y puede, de esta
forma, desarrollar armónicamente sus áreas social, intelectual, afectiva, corporal
y emocional, como un todo.
La opción por lo lúdico en la educación de
la primera infancia tiene aquí uno de sus principales fundamentos. Aprovechar
el juego espontáneo del niño, posibilitará rescatar la gran riqueza que lleva
éste al centro o programa educativo, pues en dichas manifestaciones lúdicas
se refleja todo lo que está viviendo y su capacidad de intercalar con los otros.
Será importante, por otro lado, considerar que
los desafíos del siglo XXI tienen que ver mucho más con la salud mental que
con la salud intelectual Por ello, la formación de la autoestima, la seguridad
personal, la confianza en los demás, la tolerancia con lo diferente a sí mismos,
la capacidad de asumir retos y riesgos, será forjada en las primeras experiencias
educativas con adultos y con otros niños que representa la educación de la primera
infancia. La paz interior, la acogida ante las dificultades y el balbuceo de
la vida que se inicia será forjada y marcada también en las primeras prácticas
educativas.
Igualmente será importante descubrir y alentar
las potencialidades de cada niño. La educación de la primera infancia debe
ser instrumento que, unido a su nutrición y salud, asegure las bases de todo
buen desarrollo posterior de la persona. La calidad de las experiencias en relación
con otros niños y con adultos que pueda ofrecerse al niño, será fortalecida
si se toma en cuenta las propias capacidades infantiles y se alienta sus posibilidades
de proyectar sus movimientos, intenciones, inteligencia y afectos para modificar
su propio entorno ya sea familiar o educativo.
Hay que prestar mucha atención al desarrollo
del lenguaje con enfoques multiculturales. El lenguaje se adquiere en el
intercambio social. El lenguaje en sus diversas expresiones es imprescindible
para comunicarnos con los otros y para representar y configurar el mundo. "El
crecimiento intelectual del niño depende del dominio de los mediadores sociales
del pensamiento, esto es, del dominio del lenguaje" enfatizó L.Vigotsky.
El lenguaje desarrolla el pensamiento propio,
la convivencia con los demás y es principal factor de comunicación. Se señala,
con razón, que sin el lenguaje no sería posible construir los pensamientos ni
amar. Mas, para ayudar al niño a construir su expresión, comunicación y comprensión
a través del lenguaje, será fundamental partir del reconocimiento de las potencialidades
de todo niño, de su creatividad y de sus capacidades para producir.
3ª. PRIORIDAD: Vincular más a la familia
como agente educador y socializador, propiciando la reflexión y comprensión
de su papel en el desarrollo de la infancia.
La familia es mediadora activa entre el individuo
y la sociedad. Su importancia es tal que se puede afirmar que es ella, de acuerdo
a sus posibilidades y limitaciones, quien facilita o limita los procesos de
desarrollo que afectan a sus integrantes. Si su acción es adecuada, los resultados
favorecen a la propia sociedad. Es considerada, cada vez más, como el espacio
privilegiado para la acción de las políticas públicas y aquel en que ellas pueden
tener mayor impacto.
La influencia del entorno familiar es predominante
en todos los períodos cruciales de crecimiento; por ejemplo, los estilos de
comunicación interpersonal ayudan al niño a ir definiendo sus modelos de reaccionar
ante las experiencias, pensamientos y sentimientos de los demás. Cuando la educación
posibilita la participación de los padres; éstos mejoran su forma de comportarse
como tales, favorecen la independencia de sus hijos y ayudan a la autoestima
de ellos mismos, lo que repercute en el desempeño escolar de los niños.
Ella es agente educativo por excelencia;
el aprendizaje por imitación, determinante en los niños, es uno de sus productos.
Glen Nimnicht plantea que "al fin y al cabo en la mayoría de los casos,
la familia es la única influencia educativa permanente en la vida del niño;
los maestros van y vienen, el niño puede ser cambiado de escuela, pero la familia
permanece"
El ambiente familiar viene a ser la primera
oportunidad que tiene todo ser humano para constituirse como tal. Será por
ello decisivo considerar la presencia y acción de los padres o de la madre sola
como primeros educadores y de la familia –cualquiera sea la forma que
ésta adopte – como estructura primaria de pertenencia al niño donde éste
puede constituirse en sujeto en virtud de un proceso de identificación y diferenciación
que le permite adquirir su propia identidad.
Por lo anterior, todo programa de educación
de la primera infancia debe integrar a la familia si quiere tener real éxito
en sus tareas. Los programas basados en la familia tendrán mayor posibilidad
de logros educativos. Una cuestión clave en los programas de educación de la
primera infancia residirá en posibilitar que los padres ganen confianza en sí
mismos y desarrollen destrezas que mejoren su interacción con los niños.
Lamentablemente, en ambientes de pobreza, los
padres no tienen, muchas veces, posibilidades de reconocer su propio valor o
sus potencialidades como educadores. Una causa frecuente es que ellos mismos
no poseen una experiencia pedagógica exitosa durante sus años de escuela.
La mejora del ambiente cultural familiar y la
elevación de la conciencia paterna de que esa mejora repercutirá directamente
en el desarrollo educativo de sus hijos y en sus mejores aprendizajes, y de
que la vinculación de los adultos docentes con los niños debiera ser mediadora,
fueron valoradas y hechas explícitas en el ya lejano 1932 por Lev Vigotsky:
El nivel educativo de los padres, particularmente
el de las madres, aparece en muchas experiencias y determinados estudios como
el factor clave en la educación y salud de sus hijos; es también influencia
directa para la opción por dar a sus hijos educación en la primera infancia
y para evitar el abandono escolar en los grados superiores de primaria y secundaria.
4ª. PRIORIDAD: Fortalecimiento del conocimiento
científico sobre la infancia, su familia y comunidad a través de la investigación.
Si existe el propósito de un real mejoramiento
de la calidad de la educación integral a la infancia, la investigación científica
será fundamental para alcanzarlo. Una prioridad de la investigación científica
en el desarrollo de la educación de la primera infancia, será tratar de conocer
realmente al niño con el que se trabaja. Partiendo del niño real y en un mundo
real, y, asimismo, procurando tener, a través de la investigación, mayor claridad
conceptual sobre el niño ubicado en ambientes concretos.
5ª. PRIORIDAD: Aproximación a las nuevas
tecnologías con predominio de los criterios pedagógicos.
La historia del siglo pasado es pródiga en ejemplos
del entusiasmo con que la educación ha acogido como potenciales medios educativos
al cine, la radio, la televisión, el vídeo y, más recientemente, al ordenador.
Pareciera que cada nuevo medio significó para algunos innovadores, respuestas
finales a problemas educativos acumulados. Sin embargo, al cabo de años de aplicación
cada medio resultó efímero en cuanto a las potencialidades que se le atribuían,
en gran medida por tratar de implantarlos como mecanismos educativos sin antes
tomar en cuenta los fines que se persiguen con su aplicación.
Ante las nuevas tecnologías es frecuente encontrar
posiciones que van desde las utópicas (la tecnología como panacea resolviendo
principales problemas en el aprendizaje) a las escépticas (la televisión y los
ordenadores pueden ser nocivos para los niños y estimulan un aprender inocuo).
Ambas posturas obedecen a una visión tecnocéntrica del problema, sin considerar
elementos humanos, culturales y contextuales y privilegiando sólo lo tecnológico,
sustituyendo indebidamente un fin por los medios. La cuestión fundamental no
es ¿qué se puede hacer con el ordenador o el televisor? O ¿qué hacen los ordenadores
o la televisión a los niños? Si no ¿qué pueden hacer los niños y los padres
de los niños con los ordenadores o la televisión? ¿Qué cosas pueden construir
con ellos?
Importa partir de admitir que toda nueva tecnología
no tiende a reemplazar la anterior. El ordenador no reemplaza al vídeo, éste
no reemplaza al televisor, ni éste a la radio. Cada una tiene su función, sus
potencialidades y limitaciones. De lo que se trata es que los niños desde pequeños
sepan de su existencia y sean motivados para usar cada medio con mente alerta
y atenta.
6ª. PRIORIDAD: Búsqueda del educador de excelencia
para la educación de la primera infancia.
Esta prioridad puede ser perfectamente la primera
y está asociada al buen cumplimiento de las anteriores.
Si asumimos la hipótesis de la importancia central
que tiene para el desarrollo humano y personal la educación de la primera infancia,
admitiremos la necesidad de optar por estrategias que posibiliten una selección
y formación inicial rigurosas de este personal docente así como darle posibilidades
de constante evolución y puesta al día profesional.
Tomando en cuenta el estudio de la realidad
y la opinión de los expertos consultados en investigaciones sobre la especialización
en educación de la primera infancia, se concluye que las características personales
que debe poseer un especialista en la atención al niño son fundamentales para
su buen desempeño. Estas características pueden agruparse en categorías como
las siguientes:
a. La relación con los niños. Esta condición es prioritaria. Se demanda a este docente ser cariñoso y afectuoso
con los niños, ser paciente pero a la vez activo para poder adaptarse al ritmo
intenso de trabajo con niños. Por ello, se señala, con razón, que es preferible
contratar a una persona que sienta amor hacia los niños, aún cuando no posea
calificación especializada, a otra con mucha calificación pero sin esa cualidad.
b. La relación con el tipo de trabajo. Un especialista en la educación de la primera infancia, necesita tener afinidad
hacia las actividades propias de su oficio. Su vocación de servicio tendría
que expresarse también en responsabilidad frente al trabajo, deseo de actualizarse
y de aprender para brindar mejor atención.
c. La relación con los demás. Sus facilidades de comunicación y el manejo adecuado de las relaciones humanas,
le permitirán una buena relación con la comunidad, con los padres de los niños
y con los compañeros de trabajo, aspecto importante para el desempeño en el
área. Por ello, en dichos estudios se recomienda que el especialista pertenezca,
en lo posible, a la misma comunidad donde funciona el centro de educación de
primera infancia o el programa.
d. La relación consigo mismo. El equilibrio emocional y la buena salud física y mental serán armas importantes
para enfrentarse con imprevistos frecuentes y situaciones difíciles que demandan
muchas veces sentido común y equilibrio para la toma de decisiones.
7ª. PRIORIDAD: La educación de la primera
infancia en el sistema educativo: mejor articulación del nivel inicial con la
educación primaria y mayor influencia sobre ésta.
La mayoría de los países en desarrollo ha entrado
en el siglo XXI con problemas del siglo XIX aún no resueltos. Sus déficits en
materia de cobertura, repetición y deserción siguen siendo muy altos. Los grandes
desafíos son, precisamente, cumplir con el sueño de una escuela efectivamente
universal y preparar a nuestras sociedades para asumir todo lo que implica el
tercer milenio en cuanto una integración exitosa y equitativa
La educación básica integral tiene que superar
los actuales resultados de dispositivos legales que demandan una escuela básica
obligatoria. No basta ni bastará con lograr la cobertura de las matrículas y
aproximarse al 100% de niños asistiendo a escuelas. Será indispensable atacar
los principales factores del atraso y fracaso escolar. Se tendrá como propósito
alcanzar los mínimos necesarios para lo que nos demanda el siglo XXI: bilingüismo;
habilidad matemática y de lectura correspondiente por lo menos a un octavo o
noveno grado; habilidad para un trabajo en equipo que ayude a resolver problemas;
comprensión y disfrute de la ciencia y tecnología; utilización de informática
y medios de comunicación; tolerancia y respeto a las diferencias.
Es en ese contexto futuro que tendrá que situarse
la importancia de una educación de la primera infancia de calidad y de su ubicación
en el conjunto del sistema educativo.
9.5.-Del papel de los gobiernos.
Cabría añadir, a lo expuesto por el Doctor Rivero,
aunque este en cierta forma lo recoge en su PRIORIDAD 1º una nueva prioridad,
como lo es que los gobiernos pasen a tener una política activa sobre esta
parcela de la educación. Esto es, la urgencia de lograr una conciencia
de corresponsabilidad de la sociedad, representadas en sus gobiernos, con los
padres de cara a asegurar un crecimiento óptimo del niño. La
educación de la primera infancia plantea hoy una serie de consideraciones y
exigencias que no pueden ni deben recaer exclusivamente sobre los padres.
Esta prioridad se plantea bajo las siguientes
consideraciones:
· Garantizar lo más posible la
igualdad de oportunidades del niño, independientemente de su origen y condición.
· Equilibrar los papeles sociales
de la pareja que eviten el apartar a la mujer del trabajo para atender a
los niños, frente a la legitimación del papel de la mujer como madre.
· La consideración de que la educación
es un proceso continuo e ininterrumpido desde el nacimiento que requiere
la especialización y profesionalización además del afecto.
Para ello será necesario que:
· Se creen un mayor número de centros
de educación de la primera infancia y no exclusivamente para los niños cuyos
padres trabajan. La calidad debe ser promovida en la misma medida que la
cantidad de servicios.
· Se asegure una mejor coordinación
y coherencia entre los sectores que operan en el terreno de la educación
a los niños.
· Se pongan los medios para favorecer
un mayor compromiso de los padres en los servicios de educación de la primera
infancia.
· Se mejore de una manera permanente
la formación de los trabajadores del sector.
· Los gobiernos ejerzan un papel
fundamental en la financiación, la planificación y la promoción de
las mejoras de la calidad de los servicios, aunque no los crea directamente,
ya que pueden ser competencia de otras organizaciones.
Se entiende ya universalmente que han de ser
los gobiernos, los garantes del derecho universalmente reconocido de los niños
a una correcta Educación, que sin dudarlo también se refiere la Educación de
la primera infancia. Hay que instar a los gobiernos a implantar paulatinamente
una educación de la primera infancia de calidad, compensadora de las desigualdades
de origen, que permita conjugar igualdad de oportunidades y compensación de
desigualdades. Para ello han de:
· Realizar una legislación acorde
con las necesidades de los niños.
· Garantizar el correcto desarrollo
de esta educación de la primera infancia mediante la oportuna dotación económica
de la misma.
Los siempre limitados recursos que se destinan
a la educación de la primera infancia deberían distribuirse de tal forma que
pudieran beneficiarse el conjunto de los niños y en consecuencia de la sociedad.
El profesor Mialaret, afirma:
"Para alcanzar perfectamente sus objetivos,
sería necesario evidentemente que los niños de todas las clases sociales pudieran
confluir en el seno de esta comunidad educativa. La educación de la primera
infancia no debe convertirse en un nuevo medio de segregación social, quedando
los niños de las familias pobres reunidos por un lado y los de las familias
ricas por otro. Si queremos que la educación de la primera infancia llegue a
ser un instrumento de lucha contra la injusticia social y prepare a los niños
para llegar a vivir en paz, es imperativo que luchemos por una generalización
de la educación de la primera infancia de modo tal que el niño, ya sea rico
o pobre, adelantado en su evolución o no, encuentre con alegría y amistad a
todos los demás niños de su edad, sin distinción de raza, nacionalidad, religión
u origen social. La educación de la primera infancia debe estar al servicio
de una autentica democratización en la que todos los individuos tengan las mismas
posibilidades de desarrollarse y las mismas oportunidades de triunfar en la
vida".
Igualmente la Organización Internacional del
Trabajo, recomienda que:
"Los servicios y las instalaciones de
educación de la primera infancia deben ponerse a disposición de los padres si
es posible de forma gratuita, o a un precio razonable, correspondiendo a las
posibilidades de cada trabajador (y más concretamente de cada padre).
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