NUESTRO MODELO DE CENTRO

EPILOGO

Desafortunadamente, y a pesar de que científicamente está bien definido el lugar de la primera infancia en el desarrollo del individuo, esto no está aún plenamente asumido por aquellos que tienen en sus manos las decisiones de políticas y los recursos, lo que hace que las expectativas de alcanzar una educación para todos propuesta por las asociaciones internacionales para esta década, estén muy distantes todavía en muchos países del mundo de alcanzar, en particular en aquellos de los llamados en vías de desarrollo. La infancia, con rarísimas excepciones, no tiene el apoyo oficial que debiera y, por lo tanto, no se garantiza la igualdad de posibilidades ni de oportunidades.

Curiosamente, en algunos países de los llamados industrializados o del primer mundo, en los que los problemas de la cobertura son menos acuciantes (aunque la calidad en algunos debería de valorarse cuidadosamente) resurge con fuerza una vieja tendencia ya caduca, como lo es el retorno al concepto de guardería.  No surge la necesidad de la educación de la primera infancia por el bien de los niños, sino la necesidad de la madre trabajadora, lo que evidentemente no es lo mismo, relegando la educación de la primera infancia a un mero programa de cuidado, muchas veces salpicado de falsas connotaciones educativas, que para nada tienen en cuenta las Conclusiones ni Recomendaciones de la Cumbre de Jomtiem cuando dice que:

“La educación comienza con el nacimiento. Ello exige el cuidado temprano y la educación inicial de la infancia, lo que puede conseguirse mediante medidas destinadas a la familia, la comunidad o las instituciones, según convenga”.

Sin duda es una forma velada de mantener la desigualdad y la injusticia social, pues las clases sociales económicamente altas son las únicas que puedan tener acceso a los centros de educación de la primera infancia, que poseen todas las condiciones para la educación y el desarrollo de los niños. Es una forma de profundizar en la brecha existente entre las clases sociales.

El nuevo concepto de la educación de la primera infancia implica no solo una tarea técnica de cómo concebir la educación de los niños de la primera infancia en el nuevo milenio, sino también una acción política y social para garantizar que dicha nueva educación sea asequible para todos los niños, y que se cumplan los principios de la igualdad y la justicia social plasmados en la Declaración de los Derechos del Niño.

Que se cumplan estos Derechos para Todos los Niños, es sin duda el reto más grande a los que se enfrenta la Educación de la Primera Infancia en el reto del tercer milenio.