Las migraciones
han existido desde tiempos inmemoriales, y la historia del mundo ha estado
enmarcada por hechos reales e imaginados de tales éxodos, desde los
relatos bíblicos de la propia creación cuando Adán y
Eva son forzados a dejar el paraíso, pasando por la migración
personal de Abraham y la colectiva huída de los hebreos liderados por
Moisés en busca de la Tierra Prometida, hasta las actuales migraciones
causadas por los desastres de las guerras fraticidas de finales del siglo
veinte, las intolerancias religiosas o las hambrunas que azotan a parte de
la humanidad, y que han obligado a miles de personas a dejar atrás
lo que hasta el momento ha constituido su hogar y su patrimonio, para ir a
buscar nuevos horizontes mas promisorios y que, temporal o definitivamente,
den un paliativo o una solución a su desesperada situación.
No obstante,
en el pasado estas migraciones nunca alcanzaron la amplitud y universalidad
que alcanzaron durante el pasado siglo, tendencia que continúa de manera
ascendente y sistemática en el momento actual, lo que plantea una problemática
de diversa índole: social, política, económica, demográfica,
cultural, educacional, ambiental, entre otras.
En estas
migraciones, de una u otra manera, hay siempre involucrados niños que,
por lo general, han tenido poca o ninguna participación o posibilidad
de decisión respecto a su situación de emigración y que,
sin embargo, suelen ser los mas afectados física, psicológica
y socialmente por esta acción que han determinado sus mayores. Es por
eso que se hace necesario profundizar en la problemática del niño
que emigra de su país, del niño que se convierte en un inmigrante
en otro país diferente, y que en la actualidad no constituye ya un
hecho fortuito o casual, sino una realidad presente en el convulso mundo de
estos días.
1.1
Sobre el concepto de emigración e inmigración, premisas para
un estudio
La situación
de migración implica siempre dos aspectos a considerar, el sujeto que
está involucrado en dicha situación, y el entorno, tanto el
nuevo al que llega o se dirige, y aquel al cual abandona. Es decir, que desde
un principio constituye una problemática dual, que empieza desde el
momento que se comienzan a elaborar las ideas para una posible migración,
hasta los resultados que se operan en el nuevo lugar al cual arriba.
Esto conlleva
una serie de implicaciones importantes y trascendentales para el individuo,
y que empiezan en su propio lugar de origen, lo cual de por sí tiene
efectos sobre el sujeto. Por lo tanto, suele ser un error considerar que los
problemas que se derivan de la situación de inmigración son
únicos y exclusivamente generados en el nuevo ambiente, sino que desde
antes, cuando se toman las decisiones de emigrar, comienzan ya a actuar sobre
la persona, constituyendo predisponentes de las situaciones que mas tarde
podrán sucederse en el desenvolvimiento personal y la conducta del
que ha emigrado.
Desde
este punto de vista el emigrante y la situación de emigración
son la contrapartida del inmigrante y de la situación de inmigración,
dependiendo su denominación del punto de vista que se adopte para analizar
esta problemática, si desde el país que se deja o de aquel al
cual se arriba. Ambos aspectos se engloban bajo el término de migración,
para señalar la unidad dialéctica entre los dos elementos que
componen esta problemática.
Esto es
importante a definir, pues está siendo cada vez más significativa
la presencia de trastornos de índole psicológica en los individuos
que han emigrado a un nuevo país, que pueden tener una relación
directa con la situación de migración, y cuyas causas no solamente
hay que buscar en los factores que han incidido desde su llegada, sino también
en todos aquellos que actuaron previo al momento de abandonar el propio.
Es así
que la situación de migración lleva implícita no solamente
implicaciones de tipo histórico, culturales, sociales, religiosas,
económicas, sociopolíticas, entre otras, sino que también
se convierte en un problema de salud, que afecta al individuo de diversa manera,
y de forma más intensa entre menor es su edad y sus posibilidades de
resiliencia.
De igual
manera, la causa de la migración, bien sea por propia voluntad o impuesta
por factores ajenos al individuo, va a tener en la situación anterior
vivida, elementos importantes que pueden tener una significación sobre
la problemática que el sujeto vive ahora en su nueva ubicación,
y que está de una forma u otra relacionada con las motivaciones que
lo impelieron a abandonar su lugar de origen como de las consecuencias que
la misma tiene en su vida actual.
Algunos
autores comienzan ya entonces a hablar de una "psicopatología
de la migración", que si bien afecta al individuo adulto y es
fuente de desórdenes psíquicos de diversa índole en el
mismo, es mucho más dramática y de implicaciones más
serias en los niños que están sujetos a la situación
de migración, tema sobre el que se abordará ampliamente durante
este material.
Desde
este punto de vista consideran a la migración como posibilidad de constituir
una experiencia traumática, que no solamente se manifiesta a partir
de la llegada al sitio nuevo y desconocido, sino que implica factores anteriores,
incluso previos al momento de la partida y separación del lugar de
origen, y que podría incluirse y categorizarse como situaciones traumáticas
de stress acumulativo, que a veces no conllevan expresiones visibles y amplias
susceptibles de observarse nítidamente, pero sí con efectos
profundos y duraderos que afectan los mecanismos mas internos de la personalidad.
Según
L. Grinberg, la migración es una de las contingencias de la vida que
exponen al sujeto que la experimenta a pasar por estados de desorganización,
que exigen una reorganización interna que no siempre se logra. Cuando
esto sucede, la migración se convierte en una experiencia potencialmente
traumática que se caracteriza por una serie de acontecimientos traumáticos
parciales, que pueden configurar una situación de crisis, la cual puede
haber sido el motivo de la decisión de emigrar, o también consecuencia
de la migración. O de ambos.
Esto,
por supuesto, tiene mucho que ver con la incidencia que las diversas circunstancias
externas y sus efectos en las condiciones internas del individuo, tanto en
relación con el grupo de pertenencia y el entorno que abandona (en
el que pueden haberse generado diversos sentimientos y situaciones conflictivas,
como culpa, persecución, pérdida, envidia, resentimiento, entre
otras muchas) como las que se suceden en el nuevo medio social (rechazo, desconfianza,
no aceptación, miedo, intolerancia, etc.).
En este
sentido las posibilidades de desarrollar un cuadro psicopatológico
estarán en estrecha relación con los factores previamente actuantes
antes de la migración, y los que ahora inciden en la nueva comunidad
en la que se encuentra, los cuales se imbrican con las propias motivaciones
y capacidad de soportar y superar psicológicamente el proceso de adaptación
a las nuevas condiciones, ajuste o integración que para algunos, y
en particular los niños, pueden ser bien difíciles de alcanzar.
Semánticamente
la palabra "migración" se ha utilizado para establecer la
traslación geográfica de un país a otro, bien sea de
manera individual, en grupos pequeños o en grandes masas. Esto ha sido
un fenómeno histórico siempre presente, desde las grandes migraciones
de la antigüedad con las tribus que invadieron la Europa de entonces,
hasta las correspondientes a los siglos XIX y XX, en que grandes grupos de
emigrantes europeos tomaron a América como el lugar de recalada, implicando
"olas migratorias" que los especialistas de estos temas han definido
claramente.
Las migraciones
también pueden darse dentro de un mismo país, por muy diversas
causas, y en este caso se les suelen denominar migraciones internas, pero
su significado mas extendido es aquel que se refiere al traslado de un país
a otro, o de una región a otra diferente y distante, por un tiempo
lo suficientemente largo como para valorar que se "vive" en el nuevo
país.
La definición
más general que aparece en los diccionarios y la bibliografía
especializada define a la migración como "acción y efecto
de pasar de un país a otro para establecerse en él". Ya
en este concepto están planteados dos elementos bien importantes del
fenómeno migratorio: el tránsito de un país a otro, y
la intención de radicarse en el país receptor. Esto es bien
importante de considerar porque tiene implicaciones de muy diversa índole
que son las que realmente caracterizan a la situación de migración.
En este
sentido hay una diferencia sustancial entre aquellos que marchan a un país
por razones de trabajo o personales, pero que mantienen sus vínculos
y su patrimonio en aquel país que dejan de manera temporal, y al cual
esperan regresar en un momento determinado, y los verdaderos inmigrantes,
que llegan con la decisión de establecerse de manera permanente en
el nuevo país, aunque tengan la posibilidad de volver si así
lo desean, o lo contemplen como una probabilidad aunque sea remota de retornar
al mismo alguna vez. Esta diferenciación es importante, porque va a
tener efectos diferentes en la psique del individuo, y en sus sentimientos
de soledad y desarraigo, mucho menos ostensibles en el viajero transitorio
que en aquel que ha tomado la determinación de comenzar una nueva vida
en un país diferente al propio.
El hecho
de que el sujeto esté consciente de sus posibilidades de regreso al
término de su estancia en el país receptor, y que los efectos
sobre su estado de ánimo sean menos significativos, no implica que
estos individuos no estén sometidos también a los rigores de
la migración, lo cual guarda una estrecha relación con el tiempo
de permanencia, los logros o desaciertos que tenga, las retribuciones morales
que reciba y, por supuesto el grado en que es o no aceptado en su comunidad
transitoria, sea esta una universidad, un centro de trabajo o industria, una
localidad, etc. Esta aceptación puede ser muy endeble y cambiar de
la noche a la mañana, en dependencia de los factores fortuitos que
se sucedan.
Así,
en las universidades norteamericanas en las que estaban matriculados estudiantes
árabes, y que en su gran mayoría desenvolvían su vida
de forma normal, de la noche a la mañana, a raíz de los hechos
terroristas del 11 de septiembre, la situación de aceptación
de estos estudiantes súbitamente cambió, y fueron rechazados
por gran parte de sus condiscípulos, dándose incluso hechos
de vandalismo en las residencias estudiantiles que habitaban, lo cual tuvo
que ser rápidamente controlado por las autoridades universitarias.
De esta manera su situación personal se transformó, semejándose
a las sufridas por los grupos de inmigrantes que en otras comunidades habían
recibido un trato semejante en otros momentos.
En esto
también van a jugar de manera muy importante los factores histórico-culturales
y lingüísticos, que pueden hacer una situación de inmigración
mucho más aguda y propensa a trastornos e inadaptaciones que en otros.
En estas
cuestiones de la migración, una diferenciación importante está
determinada por las causas que motivan la emigración, lo que permite
establecer dos grandes tipos de migración:
a) la
emigración voluntaria, en la cual el peso fundamental de la decisión
de emigración radica en el propio individuo
b) la
emigración obligada (forzosa o forzada también denominadas)
en la que la situación de emigración se da por factores ajenos
a la decisión individual, o la decisión individual está
determinada por la fuerza considerable de la acción externa
En realidad,
los límites entre una y otra a veces son bien difusos, pues la emigración
voluntaria puede estar promovida por el temor a un cambio negativo de las
condiciones circundantes que pueden poner en peligro su integridad, sus posibilidades
de subsistencia o su nivel de vida, es decir, por los factores externos que
condicionan la decisión personal, y en este sentido, en algunas condiciones
puede ser valorada como una emigración obligada.
Pero,
en resumen, nos lleva a la diferenciación en la calidad de la emigración,
y consecuentemente de los diferentes tipos de migrantes que, aunque tienen
en común el hecho de que abandonan su país para radicarse en
otro, los motivos de este hecho pueden ser bien distintos. De ahí que
se hable de inmigrantes, de exiliados o asilados, de refugiados, entre otras
denominaciones para connotar las diferencias de las razones que condicionan
la emigración.
El exilio
es una emigración forzosa que obliga contra su voluntad a una persona
a vivir fuera de su país de origen, por lo general por motivos de índole
política, ideológica o religiosa, que le impide volver a su
propia tierra. El exilio puede adoptar la forma individual o masiva, cuando
grandes grupos de personas, por las causas anteriormente señaladas
se ven obligadas a abandonar su patria o región.
El exilio
tiene raíces históricas que se pierden en el tiempo, y se sabe
que en las tribus primitivas el excluir u obligar a uno de sus miembros de
la comunidad significaba el condenarlo a muerte, pues fuera del grupo la supervivencia
era prácticamente nula.
La historia
también señala exiliados famosos quienes, temporal o definitivamente,
tuvieron que buscar refugio y acogida en otros lugares, para escapar de la
represión, la persecución e incluso la muerte. Dante, Sigmund
Freud, Thomas Mann, Albert Einstein, Alexander Solzhenitsin, Jorge Luis Borges,
José Martí, entre otros muchos, reflejan diversas historias
de exilio.
El exilio
como tal es una situación social y psicológica, en la que el
individuo experimenta una ruptura ontológica entre lo que representó
su vida anterior y el renacimiento en una nueva vida, y obliga al exiliado
a una transformación fundamental de orden social, espiritual y moral,
que conlleva un considerable esfuerzo de adaptación psicológica.,
muy diferente de aquel que emigra por su propia voluntad. Esto siempre se
acompaña con frecuencia de una manera interna e intensamente sentida
de una nostalgia por el territorio abandonado, y por el grupo y la comunidad
de la que formaba parte y conlleva una situación vitalmente traumática:
el forzamiento de su partida y la imposibilidad del regreso mientras se mantengan
las causas que condicionaron su proscripción.
Así,
el exiliado, al estar forzado a vivir fuera de su país, del cual ha
salido quizás prácticamente sin despedirse de sus íntimos,
mantiene por lo general una parte considerable de sí mismo aferrada
a la patria perdida, con sus consecuentes efectos psicológicos y psicopatológicos,
en los que el desarraigo y el sentirse "extranjero" en el nuevo
país les limita sus posibilidades de adaptación. Si a esto se
une que algunos encuentran dificultades para hacer una vida próspera
y gratificante, aumenta su drama interno: excluidos de su propio país
(en el que hubieran preferido quedarse y esperan volver algún día)
y excluidos en el nuevo país, al ser rechazados, segregados o no tomados
en cuenta. A esto se une en que su falta de estabilidad por las ideas recurrentes
de una vuelta rápida al país de origen, determina que en ocasiones
el exiliado muestre falta de interés en recuperar su antiguo nivel
profesional o social, lo que impide su desarrollo e integración social
en el nuevo lugar.
El exilio
asume una forma peculiar en el caso del asilo, en el cual el status de asilado
es una prerrogativa en la cual un estado, por una razón eminentemente
política, brinda protección territorial o residencial a un nacional
de otro estado que sufre persecución política y que sin ella
correría gran riesgo para su integridad física o moral.
El asilo,
como manifestación del exilio, tiene raíces históricas
que se remiten a las escrituras del Antiguo Testamento, pasando por las referencias
de Grecia y Roma, en la que incluso se creaban lugares dedicados al dios Asylaeus,
donde los perseguidos podían encontrar un espacio donde resguardarse
y escapar temporalmente a su persecución, asilo que en los tiempos
medioevales asumió un carácter eminentemente religioso, y que
solía situarse en las iglesias, los conventos, las universidades, entre
otras. Este derecho de asilo fue notablemente codificado a finales de la Edad
Media, en el que era corriente que una persona encontrara protección
en un estado-nación para huir de otro estado-nación en el que
su vida, por el acoso político o religioso, corría peligro.
La historia
moderna de América Latina durante el siglo XX fue pródiga en
la institucionalización del asilo político o diplomático,
práctica que fue refrendada y reafirmada en numerosas convenciones
que trataron esta problemática.
Una clase
particular de los exiliados la constituyen los refugiados, estatuto que reciben
aquellos que a partir de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados,
adoptada en 1951 por la Conferencia de Plenipotenciarios sobre el estatuto
de los refugiados y de los apátridas se otorga "a aquella persona
que, como resultado de acontecimientos ocurridos antes del 1º de enero
de 1951 y debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza,
religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones
políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y
no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección
de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose,
a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes
tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no
quiera regresar a él".
En los
casos de personas que tengan más de una nacionalidad, se entenderá
que la expresión "del país de su nacionalidad" se
refiere a cualquiera de los países cuya nacionalidad posean; y no se
considerará carente de la protección del país de su nacionalidad
a la persona que, sin razón válida derivada de un fundado temor,
no se haya acogido a la protección de uno de los países cuya
nacionalidad posea".
La importancia
de la anterior definición es que proporciona una caracterización
universal de lo que se ha de considerar como un refugiado, independientemente
del origen del individuo, y que es posible de aplicar sin considerar el tiempo
ni el lugar, lo cual había constituido un asunto no resuelto en anteriores
legislaciones internacionales sobre el tema.
En este
sentido, la Convención de Ginebra a su vez definió las condiciones
para el término del status de "refugiado", las condiciones
que excluyen a un refugiado de su ámbito de aplicación, y determina
las garantías que los estados receptores han de proveer a los mismos.
La Convención
añade que la misma no se aplica a toda aquella persona que:
1) Si
se ha acogido de nuevo, voluntariamente, a la protección del país
de su nacionalidad, o
2) Si,
habiendo perdido su nacionalidad, la ha recobrado voluntariamente; o
3) Si
ha adquirido una nueva nacionalidad y disfruta de la protección del
país de su nueva nacionalidad; o
4) Si
voluntariamente se ha establecido de nuevo en el país que había
abandonado o fuera del cual había permanecido por temor de ser perseguida;
o
5) Si,
por haber desaparecido las circunstancias en virtud de las cuales fue reconocida
como refugiada, no puede continuar negándose a acogerse a la protección
del país de su nacionalidad.
Para ser
considerado "refugiado" es necesario como condición haber
franqueado una frontera internacional, puesto que aquellos que son expulsados
de sus lugares habituales de residencia, se les considera como "desplazados"
y desprovistos de status jurídico, como sucede en el caso del refugiado.
El status
de refugiado no obliga a los estados a otorgar a este el derecho de residencia,
y libera a cada país para establecer el procedimiento de reconocimiento
de la condición de refugiado, lo cual deja en manos de cada estado
el derecho a otorgar dicho asilo. Pero, como norma, y salvo casos muy extraordinarios,
el derecho de asilo es sistemáticamente concedido por los estados a
aquellos a los que ha reconocido en condición de refugiados.
No obstante,
las disposiciones de la Convención regulan la concesión del
status de refugiado y establece "que no serán aplicables a persona
alguna respecto de la cual existan motivos fundados para considerar:
a)
Que ha cometido un delito contra la paz, un delito de guerra o un delito contra
la humanidad, de los definidos en los instrumentos internacionales elaborados
para adoptar disposiciones respecto de tales delitos;
b) Que
ha cometido un grave delito común, fuera del país de refugio,
antes de ser admitida en él como refugiada;
c) Que
se ha hecho culpable de actos contrarios a las finalidades y a los principios
de las Naciones Unidas.
Los refugiados
clasificables como tal son, por lo general, confinados a zonas o campamentos,
en los que a veces las condiciones de vida son bien precarias, lo que agudiza
su drama individual y como grupo social, y donde muchas veces son víctimas
o siguen inmersos en la dinámica terrible de la que han pretendido
huir, al mantenerse actuantes en el plano mental los factores condicionantes
previos y el no contacto con la nueva comunidad del país receptor.
Por lo
general los refugiados escapan de condiciones de guerra, terror político
o religioso, hambrunas, y otros factores, pues siempre la opresión
ha sido causa de flujos de refugiados en diversas épocas históricas,
y que en la actualidad significan un enorme problema social, pues datos de
fines del siglo pasado, reflejaba la cifra de 26 millones de refugiados en
el mundo actual, lo cual explica la intensidad y magnitud de este fenómeno.
Esto determina
que a los refugiados se les señalen derechos y deberes que se consideran
inalienables, tal como la Convención establece al plantear que "todo
refugiado tiene, respecto del país donde se encuentra, deberes que,
en especial, entrañan la obligación de acatar sus leyes y reglamentos,
así como las medidas adoptadas para el mantenimiento del orden público"
De igual
manera señala que "Los Estados Contratantes aplicarán las
disposiciones de esta Convención a los refugiados, sin discriminación
por motivos de raza, religión o país de origen". Y agrega
"Los Estados Contratantes otorgarán a los refugiados que se encuentren
en su territorio un trato por lo menos tan favorable como el otorgado a sus
nacionales en cuanto a la libertad de practicar su religión y en cuanto
a la libertad de instrucción religiosa de sus hijos".
Por supuesto,
las problemáticas de índole diversa que aquejan a los refugiados,
particularmente a los niños que se ven obligados a vivir en estas condiciones,
son harto complejas, y tienen una dramática significación para
los mismos, lo cual excede las posibilidades de análisis de este material.
Sin embargo,
señalan algo que es de capital importancia para el sano desarrollo
y formación de los niños refugiados, al establecer que:
1. Los
Estados Contratantes concederán a los refugiados el mismo trato que
a los nacionales en lo que respecta a la enseñanza elemental.
2. Los
Estados Contratantes concederán a los refugiados el trato más
favorable posible y en ningún caso menos favorable que el concedido
en las mismas circunstancias a los extranjeros en general respecto de la enseñanza
distinta de la elemental y, en particular, respecto a acceso a los estudios,
reconocimiento de certificados de estudios en el extranjero, exención
de derechos y cargas y concesión de becas.
Esto,
por supuesto, no exime a la condición de refugiado de su carácter
traumático, pero indudablemente significa, al menos en la palabra escrita,
un apoyo social que ha de repercutir favorablemente en su condición
personal, particularmente la de los niños.
El emigrante-inmigrante
voluntario (voluntario en el más amplio sentido de la palabra), es
aquel que ha decidido establecerse de forma permanente en un nuevo país,
por lo que la ruptura con los anteriores vínculos tiene un carácter
más definitivo y, aunque pueden de igual manera obedecer a los mismos
motivos que obligan a los exiliados, tienen la diferencia de que su proyección
es de crear nuevos vínculos y llegar a formar parte de la nueva sociedad
que han elegido (en el mejor de los casos) para vivir.
El hecho
de que el exiliado como norma mas general lo sea por motivos que ponen en
peligro su integridad física, espiritual o moral, no implica que en
cierta medida la persona que emigra por propia voluntad no pueda haber estado
sometida a los mismos factores desencadenantes, y lo que los que diferencia
realmente es solamente su proyección psicológica hacia el país
de origen y el que los recibe, porque la problemática psicológica,
social, económica, etc, suele ser la misma y con idénticas implicaciones.
La historia
recoge igualmente personalidades que, por un motivo u otro, se convirtieron
en inmigrantes por propia voluntad, y que en su nuevo lugar de origen pudieron
tener un apropiado desenvolvimiento, como son los casos de Voltaire, Descartes,
Conrad, Picasso, Camus, Kandinski, entre tantos otros, algunos de ellos, como
en el caso de varios escritores, que adoptaron la nueva lengua y cultura del
país receptor para hacer su obra literaria, tal es el caso del mismo
Conrad, de Cioran o Ionesco.
A los
fines de este material se ha de hablar entonces de inmigrantes, aunque dentro
de esta clasificación puede haber exiliados, refugiados, asilados,
y toda la terminología utilizada para clasificar a aquellos que, a
pesar de las problemáticas que puedan encontrarse en el país
que los acoge, muchas veces con temor y aprehensión, siguen llegando
a estos países no solamente mediante las vías oficiales y aduaneras,
sino que arriban de igual manera a nado, o ocultos en camiones, o en endebles
barquichuelos, o extienden sus permisos oficiales, en busca de mejores condiciones
de vida, y que se refleja de manera dramática en los niños y las familias
que emigran.
1.2
Situación actual de la inmigración en el mundo, causas y particularidades.
La migración,
como fenómeno social, no ha sido siempre homogénea, por lo que
se han dado momentos de grandes éxodos masivos, las llamadas por algunos
como "olas migratorias", y otros períodos en que el número
de personas que emigran se reduce considerablemente. Esto, por supuesto, va
a estar en dependencia de los condicionantes macrosociales que actúan
en un momento dado, y que van a tener una influencia determinante sobre las
particularidades de la migración.
La historia
moderna de las migraciones refleja estas particularidades significativas,
que tienen un efecto sobre aquellos que emigran y sobre los que los reciben.
Esto determina que la menor o mayor incidencia de inmigrantes no es un hecho
que pasa inadvertido en la dinámica social de los territorios a los
que afluyen, y que conlleva reacciones diversas de acuerdo con estas particularidades.
Una comunidad no recibe de igual manera a algún que otro inmigrante
que llega de forma aleatoria, a cuando el flujo de personas que arriban es
constante y numeroso, lo cual provoca reacciones diferentes entre aquellos
que habitan en la localidad.
Las migraciones
masivas modernas se inician en el siglo XIX, y según datos históricos
se calcula que de la mitad de ese siglo hasta entrado el siglo XX, alrededor
de 52 millones de personas abandonó Europa en ruta hacia América,
particularmente los Estados Unidos que recibió a 38 millones de estos
inmigrantes, mientras que prácticamente el resto se volcó hacia
América Latina, en particular Argentina, Brasil, Cuba, Uruguay y México.
Entre los países emisores se destacaron Inglaterra en primer lugar,
seguida de Italia, España y Portugal. Lo interesante de esta migración
es que si se calcula la población existente en Europa en aquellos momentos,
resulta que más de la cuarta parte de toda la Europa emigró
a "hacer la América", como se solía decir en España,
e implicó una despoblación notable de esos territorios.
Por supuesto,
la despoblación de aquellos países trajo como consecuencia el
aumento de la población de los países receptores y así,
Argentina, por nombrar un ejemplo, incrementó en un 40% su población
en el período, así como los Estados Unidos que lograron un aumento
del 30%, dándose cifras significativas también en Canadá
y Brasil.
Esto es
importante de reconocer pues, en muchos de los países en los hoy que
se limita, denigra o no aceptan actualmente a los inmigrantes, o pasaron por
etapas de rechazo a los mismos, fueron en realidad formados por los inmigrantes,
los que conformaron o formaron parte importante muchas veces de su identidad
nacional.
En esto
también tuvo que ver los condicionantes de la migración, si
los flujos migratorios fueron de tipo voluntario, o provocados por las guerras,
situaciones políticas, o la violencia, así como la significación
de cada grupo migratorio, dado por su número, su capacidad económica
y cultural, etc, tuvo sobre aquellos países que los recibieron, lo
cual también se relacionó con los grupos étnicos que
se ubicaron en cada país, como el caso de los italianos y judíos
en los Estados Unidos, los españoles en Argentina, por solo nombrar
algunos.
Incluso
en un mismo país, la concentración de un tipo de etnia o nacionalidad
puede tener efectos diversos en su política e identidad, lo que con
el tiempo conllevó en algunos casos diferencias sustanciales con el
resto del país, como es el caso del estado de Santa Catarina en Brasil,
en el que afluyó un número notable de alemanes e italianos,
y que hoy en día, siendo brasileños, son muy distintos a los
brasileños del Nordeste.
Así,
al decir de C. Igoa, tomando como ejemplo el caso de los Estados Unidos, refleja
que los americanos nativos, y sus descendientes que lograron sobrevivir a
siglos de invasión, despojo y genocidio, son quizás los únicos
que en ese país pueden decididamente aclamar que ellos no son un producto
de la inmigración.
No obstante
esta verdad, la realidad es que, mientras que las actitudes hacia los ascendientes
inmigrantes van desde la nostalgia a la indiferencia benigna, las actitudes
actuales hacia los inmigrantes, en cualquier momento de la historia, han sido
predominantemente de miedo y rechazo a los mismos.
Paradójicamente
en la actualidad se da un tránsito a la inversa, y los flujos de migración
van ahora de la América hacia los países de la Comunidad Europea,
con la excepción de Estados Unidos y Canadá que concitan un
gran número de inmigrantes, por el desarrollo económico que
han alcanzado estos dos países. A ello se une la presión migratoria
que se ejerce de los países africanos y asiáticos hacia estas
mismas zonas, que han remodelado sustancialmente el flujo de la migración
en la etapa presente.
Así,
países como España, Italia, Alemania, e incluso tan diferentes
de la idiosincrasia latina como Suecia, han visto en los últimos años
arribar oleadas de chilenos, ecuatorianos, uruguayos, y de otros países
latinoamericanos, producto de la persecución política, la necesidad
económica, el desempleo. De manera contraproducente, en el caso de
España se produce un fenómeno singular: mientras recibe un número
considerable de inmigrantes de ascendencia latinoamericana, africana y en
menor cantidad de asiáticos, mas de un millón de españoles
han emigrado en los últimos veinte años hacia otros países
de la comunidad europea mas económicamente desarrollados y poderosos
financieramente, lo cual provoca una dualidad muy significativa.
Si bien,
al igual que en el pasado, una parte considerable de la migración se
hace con carácter definitivo, en los momentos actuales aparecen con
fuerza otros tipos de migraciones, como las temporales por motivos de trabajo,
de desarrollo técnico, por estudios, etc., que hacen harto compleja
la situación de migración, y conlleva el surgimiento de nuevas
problemáticas que no eran características de los flujos migratorios
históricos.
Así,
si bien antes la posición hacia la migración implicó
incluso políticas de incrementar la población, como sucedió
en países como Australia, Canadá, Argentina y Estados Unidos,
con amplios territorios y escasa población en un momento de su desarrollo,
hoy día se trata de restringir la inmigración, con regulaciones
legales especialmente diseñadas con estos propósitos, con leyes
que discriminan según la nacionalidad del inmigrante, con restricciones
jurídicas para la asunción de la nueva nacionalidad, con limitación
de derechos para su estabilidad e integración.
Incluso,
y como la inmigración se valora de acuerdo con las necesidades del
país que recibe, y esto posibilita la aceptación de los inmigrantes
porque los intereses laborales de los mismos coinciden con las necesidades
del país adoptante, sin embargo, la limitación de derechos y
de falta de protección oficial a los que se ven sometidos, determina
que sean remunerados por debajo de lo que generalmente perciben los nacionales,
y se les segregue en zonas de población, escuelas, servicios de salud
y asistencia social, lo cual agrega mas conflictos aún de los que se
derivan de la propia situación de inmigración como tal.
Esto incluso
afecta grandemente hoy día a aquellos que han sido definidos como asilados
o refugiados, y son cada vez más frecuentes, a pesar de lo establecido
en tantas convenciones y acuerdos, que las organizaciones no gubernamentales
que se ocupan del problema de los refugiados critiquen a los estados por la
reducción notoria del otorgamiento de la condición de asilado
y refugiado, y se observa que en la práctica, para ser considerado
refugiado, hay una tendencia a que previamente se le haya dado el status de
asilado al sujeto, lo que dificulta marcadamente el acceso al procedimiento
para ser clasificado con la condición de refugiado.
Estas
restricciones son tanto así, que hay estados que plantean que las persecuciones
que no sean originadas por las autoridades estatales no entran en el radio
de acción de la Convención de Ginebra, lo cual exime de protección
a los que puedan ser objeto de acoso por facciones políticas o religiosas,
por la existencia de disturbios sociales generalizados o guerra civil, entre
otros, a pesar de que en las cláusulas de dicha Convención no
existe referencia o indicación alguna sobre el causante de las persecuciones
y en la Comisión de las Naciones Unidas para los refugiados se destaque
que "dicha persecución pueda emanar también de sectores
de la población que no respetan las normas establecidas por las leyes
de su país".
No obstante,
en los países más pobres pertenecientes por lo general al sur,
en la actualidad se observa que amplían sus criterios hacia la admisión
de los refugiados, mientras que los mas industrializados y poderosos (y que
muchas veces se autoargumentan como campeones de la libertad) cierren de una
manera u otra el acceso a los perseguidos.
La política
discriminatoria también juega con la propia condición de calificación
de los inmigrantes, y así los profesionales, intelectuales, técnicos
y especialistas son mejor recibidos que aquellos que no han tenido oportunidades
de calificación en sus países de origen, al igual que aquellos
inmigrantes que poseen un determinado caudal económico o pertenecen
a clases privilegiadas en sus países anteriores.
Las causas
actuales de la migración son eminentemente de tipo económico,
si bien los acontecimientos mundiales actuales, marcados por la violencia,
la guerra, la intolerancia religiosa y la intransigencia política,
continúan siendo un factor importante en la decisión de emigrar.
En este sentido, el carácter de globalización de la actual economía
mundial, que ha determinado la separación marcada de países
altamente desarrollados con países donde la subsistencia diaria es
precaria y con niveles marcados de pobreza extrema, determina que gran parte
de la población decida "probar fortuna" y marchar hacia tales
regiones promisorias de un mejor nivel de vida, para lo cual utilizan todas
las vías posibles, y han engendrado negocios fraudulentos en los que
el objetivo económico es posibilitar que los inmigrantes, a través
de cualquier medio, lleguen a esas tierras de promisión, en las que
ven la solución de su problemática de la supervivencia.
Esta inmigración
ilegal se ha convertido en el momento actual en un serio problema para muchos
estados, que involucra a naciones que son blanco preferente de esa inmigración
ilegítima, y otras a las que se acusa de ser origen o tránsito
de tales acciones clandestinas, lo cual trasciende el plano migratorio para
convertirse en un problema político.
La realidad
es que la inmigración clandestina cobra cada vez mas fuerza, y cifras
del año 2000 reveladas por el Centro Internacional para el Desarrollo
de Políticas de Inmigración, con sede en Viena, Austria, reflejan
que a la Unión Europea, por nombrar un ejemplo, entraron alrededor
de 680,000 ilegales ese año, mientras que en 1998 había sido
de 400,000, lo que indica un incremento significativo de este fenómeno
migratorio.
Ello ha
conllevado que los estados comiencen a aplicar políticas cada vez más
restrictivas respecto a la admisión de inmigrantes, y refuercen las
medidas prohibitivas, como los controles fronterizos y la cooperación
entre las autoridades de los diferentes estados para reprimir este flujo ilegal,
tanto los que utilizan la llamada "pista azul" o marítima,
como los que lo hacen a través de la "pista verde", o sea,
la vía terrestre, a la vez que propugnan el endurecimiento y mayor
rigor en las políticas migratorias legales.
Esto incluso
vulnera disposiciones también aprobadas por la Convención sobre
el estatuto de Refugiados que en varias de ellas plantean:
1. Los
Estados Contratantes no impondrán sanciones penales, por causa de su
entrada o presencia ilegales, a los refugiados que, llegando directamente
del territorio donde su vida o su libertad estuviera amenazada en el sentido
previsto por el artículo 1, hayan entrado o se encuentren en el territorio
de tales Estados sin autorización, a condición de que se presenten
sin demora a las autoridades y aleguen causa justificada de su entrada o presencia
ilegales.
2. Los
Estados Contratantes no aplicarán a tales refugiados otras restricciones
de circulación que las necesarias; y tales restricciones se aplicarán
únicamente hasta que se haya regularizado su situación en el
país o hasta que el refugiado obtenga su admisión en otro país.
Los Estados Contratantes concederán a tal refugiado un plazo razonable
y todas las facilidades necesarias para obtener su admisión en otro
país.
Los Estados
Contratantes no expulsarán a refugiado alguno que se halle legalmente
en el territorio de tales Estados, a no ser por razones de seguridad nacional
o de orden público.
3. La
expulsión del refugiado únicamente se efectuará, en tal
caso, en virtud de una decisión tomada conforme a los procedimientos
legales vigentes. A no ser que se opongan a ello razones imperiosas de seguridad
nacional, se deberá permitir al refugiado presentar pruebas exculpatorias,
formular recurso de apelación y hacerse representar a este efecto ante
la autoridad competente o ante una o varias personas especialmente designadas
por la autoridad competente.
Como se
destaca, estas formas variables que ha asumido la inmigración hace
que la problemática de la misma se haya vuelto cada vez más
compleja, y afecte en mayor medida a sus integrantes, particularmente a los
niños y sus familias, que pueden estar involucrados como víctimas
en este fenómeno social que trasciende el plano psicológico
individual o grupal para convertirse en uno de dimensión más
general y que como tal los afecta de manera mucho más dramática
y desestabilizante de su salud mental.
1.3
Inmigración e identidad.
El
fenómeno de la inmigración siempre tiene, y ha tenido, un carácter
dual y que se manifiesta de manera abierta en lo referente a la identidad,
tanto la que se corresponde al grupo social (llámese local, regional
o nacional) como a la propia identidad personal.
Siempre
que a una determinada localidad, se da la llegada de un grupo de inmigrantes,
bien sea solamente de un número reducido de individuos o con carácter
más masivo, la comunidad que los recibe puede, o suele sentirse preocupada
por su identidad cultural, su lenguaje y creencias, sus costumbres, en suma,
su identidad grupal, lo cual llevado a escala de un país puede convertirse
en un problema de identidad nacional.
La calidad
de las reacciones de la comunidad que asume frente al arribo de los inmigrantes,
influye de muy diversas maneras en la futura evolución de su asentamiento
y de sus posibilidades de adaptación, pero a su vez de igual manera
en la propia evolución de la comunidad, pues la presencia de los inmigrantes
puede llevar al cuestionamiento de algunos de sus patrones de conducta, tanto
en el plano moral, social, religioso o político, e incluso en su propia
estructura grupal, lo cual puede conllevar réplicas y rechazo marcados
a los inmigrantes.
Estas
reacciones son particularmente negativas en los niños, que muchas veces
son discriminados, a pesar de que para la comunidad suele ser harto conocido
el principio 10 de la Declaración de los derechos del Niño que
reza: "El niño debe ser protegido contra las practicas que puedan
fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquiera otra índole.
Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia,
amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia
de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes".
Este cambio
en la comunidad puede asumirse de una manera mas o menos plausible, o adquirir
al decir de W.R. Bion un carácter de "cambio catastrófico",
y constituir una fuerza disruptiva que puede alterar de manera mas o menos
significativa la estructura del grupo receptor y la de los miembros que lo
integran. La migración en sí misma puede tener implícito
este cambio catastrófico, en la misma medida en que transforma estructuras
previamente establecidas, que se transforman en otras a través de cambios
sucesivos, que una vez elaborados y superados, pueden, de los momentos críticos
y difíciles, conducir a la posibilidad de una real trasformación
y evolución de la comunidad receptora.
En realidad
la historia de aquellos países que se caracterizaron por el flujo migratorio
en las etapas cruciales de su desarrollo, se caracterizó por estos
cambios graduales, a veces intensamente convulsivos, que fueron progresivamente
conformando su identidad nacional, la cual surge como una fusión de
las diversas culturas que la integraron en el trascurso de su formación
como nación. Cambios que no siempre fueron tranquilos sino que adquirieron
un carácter catastrófico en algunos casos, y que como mejor
solución llevaron al desarrollo de una idiosincrasia nacional que los
identifica como nación.
Dichos
cambios van a estar influenciados por numerosos factores que van a diferenciar
unas fusiones de otras. Por ejemplo, en el caso de América Latina,
colonizada fundamentalmente por los españoles, que dejaron una impronta
singular en cada uno de los países que la componen, sin embargo, y
a pesar de los lazos de identificación que los une por su origen común,
con lengua, religión y ascendiente cultural semejante, se dan notables
diferencias entre unos países y otros que, aunque aún reconociéndose
como miembros de una gran familia, constituyen identidades nacionales bien
diferenciadas, lo cual estuvo condicionado básicamente por el enfrentamiento
entre la cultura del colonizador y el tipo de grupo humano en el que dicha
colonización tuvo lugar, y su historia precedente de formación.
En la
medida en que los flujos migratorios posteriores determinaron una diferente
proporción de personas, países y culturas, asimismo los cambios
ejercidos fueron diferentes, y el proceso de identidad nacional se caracterizó
entonces de manera distinta en cada uno de estos países. Pero aún
así el elemento autóctono, formado por los pueblos que ancestralmente
radicaban en el lugar, jugó también un peso considerable en
la conformación de su identidad nacional, salvo raras excepciones,
como el caso de Cuba y parte de las Antillas menores, en que los nacionales
indígenas fueron totalmente desaparecidos en los primeros años
de la conquista, y su identidad nacional se formó sobre la base de
los recién llegados, y de otros que llegaron en oleadas sucesivas.
En el
caso de la América colonizada por los ingleses y franceses, la dependencia
y relación de la identidad nacional con la inmigración es mucho
más significativa, constituyendo estados que se han conformado básicamente
por el flujo histórico de diversas nacionalidades que les han dado
su propia idiosincrasia y que han determinado que la misma no responda a sus
originales habitantes, sino a los que se asentaron en migraciones sucesivas.
De esta
manera la migración, como fenómeno histórico y social,
ha jugado un importante papel en el desarrollo de numerosos países,
por lo que no se puede enfocar como un hecho negativo, sino como un crisol
de culturas que han aportado lo mejor de sí hacia el medio que los
recibe y que, en algunos casos, ha sido un factor determinante en la formación
y desarrollo alcanzados.
La migración
también tiene efectos en la identidad personal. Partiendo del hecho
de que personalidad del individuo se forma dentro del conjunto de relaciones
sociales en que se ha desenvuelto y donde los factores externos, objetales
e ideales, que se han interiorizado tienen un peso considerable en la formación
del sujeto, en su identidad, el cambio brusco de situación, en la que
la persona se enfrenta a la pérdida de lo que hasta ese momento constituían
los elementos básicos de su identidad personal, trae como consecuencia
un choque existencial que perturba grandemente su estabilidad emocional, su
comportamiento, su cosmovisión.
La migración
implica un cambio tan grande en el individuo, que puede poner en peligro su
propia identidad. El que emigra tiene una pérdida masiva simultánea:
de personas, de objetos, de idioma, de cultura, de costumbres, clima, en ocasiones
de la profesión y el nivel de calificación adquirido, todo lo
cual está estrechamente ligado con la esfera afectiva, que motiva recuerdos,
anhelos, depresiones y sueños respecto a todo lo que se ha perdido.
Es por
ello que con frecuencia el inmigrante, para autopreservarse mental y emocionalmente,
se aferra a objetos y elementos de su ambiente original, tales como objetos
diversos representativos de su anterior vida, la música y la literatura
que solía conocer, los recuerdos, anécdotas y sueños,
en fin, una gama de entes representativos de su comunidad de origen, lo cual
les ayuda a mantenerse psíquicamente relacionado con toda su vida anterior.
Si bien,
para mantener el equilibrio es indispensable que los vínculos anteriores
tengan una cierta permanencia e incidencia, se hace indispensable para una
integración cabal en el nuevo medio, que sus ideas de identidad se
modifiquen e incorporen las nuevas provenientes de su comunidad actual, lo
cual, de no hacerse así, puede conducir a problemas de inadaptación
permanentes que han de afectar su propia identidad como tal.
Partiendo
del hecho de que la migración constituye una situación traumática
diversa que implica múltiples cambios externos que repercuten en ser
interno, y donde el sujeto se enfrenta al temor de la pérdida de lo
anterior, ello genera sentimientos de inseguridad y aislamiento que obstaculizan
el sentirse perteneciente a un nuevo grupo social, lo cual afecta indefectiblemente
su sentido de la propia identidad, sobre todo partiendo del criterio, como
señaló oportunamente Erickson, de que la identidad expresa siempre
una relación entre el sujeto y su grupo, y donde el otro, y las relaciones
con los otros, son básicos para la formación del sentimiento
de identidad.
Esta situación
de la identidad personal puede tomar dos derroteros diferentes: o bien se
dirige a una evolución patológica de la personalidad del inmigrante,
que casi siempre implica problemas serios de la identidad, con depresiones
e inadaptaciones crónicas, o se encauza a una elaboración satisfactoria
de los problemas que causa la situación de migración en el sujeto
y que son inevitables dado el choque cultural y moral al cual se somete.
En términos
generales, si las condiciones de vida y educación previas han generado
una personalidad aceptablemente sana, si las decisiones de la asunción
de la migración han sido bien sopesadas y racionalmente analizadas,
y si el medio social en el país receptor es favorable, el individuo
migrante generalmente encuentra vías para ir progresivamente adaptándose
a la nueva vida, reorganiza su identidad y se adecua al nuevo grupo, con un
gasto de energía psíquica razonable y una reducción considerable
de los traumas que indefectiblemente acarrea la situación de inmigración.
Esto es
mucho más difícil de alcanzar en los niños, particularmente
en los primeros años y la edad escolar, por no poseer estos los mecanismos
psicológicos de defensa suficientemente estructurados para enfrentarse
a una situación que generalmente les es incomprensible, y donde la
identidad personal no está aún lo suficientemente consolidada
como sucede en el caso de los adultos.
Es por
eso que la Declaración de los Derechos del Niño plantea enfáticamente
en su artículo 2 que "El niño gozará de una protección
especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo
ello por la Ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física,
mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así
como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin,
la consideración fundamental a que se atenderá será el
interés superior del niño".
Esto es
particularmente aplicable en el caso de los niños inmigrantes, bien
sean aquellos que provienen de familias que han emigrado por razones económicas
o en carácter de refugiados, en los cuales la promulgación de
acciones protectoras constituye una vía para evitar la desorganización de su comportamiento,
y por ende, de alteraciones de su conducta.
1.4
Fundamentos económicos, sociales y políticos de la inmigración
en la actualidad
La significación que la migración ha tenido en la segunda mitad
del pasado siglo y que continúa de manera ascendente en el actual,
es un fenómeno multicausado en el que se imbrican factores de tipo
económico, social y político, sin que a veces sea posible deslindar
fácilmente cual es el principal. Esto determina que aunque un tipo
de migración pueda estar determinado principalmente por uno de estos
factores, en su base generalmente subyacen los otros, y que se interrelacionan
dialécticamente con el que aparentemente es el único condicionante.
En este
sentido cabe señalar que, por ejemplo, aunque la migración entre
Europa y América se destacaba como un proceso intercultural y psicosocial,
lo cierto es que era a su vez un proceso marcadamente mercantil, con intercambio
de capitales, mercancía, empleos. Esto mismo es lo que hace que en
la actualidad la migración se concentre fundamentalmente hacia los
países de mayor desarrollo económico, como es el caso de los
Estados Unidos, que en la actualidad significa para muchos la meta final de
su migración, por centrarse en este país los mayores criterios
de riqueza, de facilidad de hacer fortuna, "de oportunidad para todos".
Si bien
la migración entre Europa y la América tenía componentes
importantes de identidad cultural, la vinculación actual hacia los
Estados Unidos descansa en una base mercantil, y los intereses culturales
y civilizadores que caracterizaban la inmigración euroamericana han
perdido valor frente a los intereses económicos más poderosos.
De esta
manera los principales fundamentos que mueven en la actualidad los flujos
migratorios están determinados por el aspecto económico, que
si bien también presentes en las migraciones de antaño, no son
tan evidentes como ahora. Esto es una consecuencia del proceso actual de globalización
mundial y de la influencia del neoliberalismo, que ha llevado a la división
entre naciones altamente desarrolladas, que solo son unas cuantas, y la gran
mayoría de países con economías depauperadas, y donde
los porcentajes de pobreza extrema son realmente alarmantes. Ante esta situación,
que se va volviendo insostenible para el ciudadano promedio, que no encuentra
una manera apropiada de subsistir en su país, la idea de emigrar va
cobrando cada vez mas fuerza, pues ven en la misma la probable solución
de todos sus problemas en su lucha por la supervivencia.
Desde
el punto de vista social, en estas naciones superdesarrolladas, con altos
niveles culturales y técnicos, se va haciendo cada vez más difícil
encontrar quienes realicen las labores no calificadas, lo que les obliga a
establecer políticas de aceptación de inmigrantes, los cuales
siempre están dispuestos a aceptar los trabajos más menesterosos
y rudos. Esto crea una necesidad de mano de obra barata que solamente los
inmigrantes pueden satisfacer, lo que determina que en estas sociedades ultraindustrializadas
la inmigración se convierta en una necesidad de su desarrollo.
A su vez,
como estas sociedades también ofrecen oportunidades a los profesionales
y especialistas de los países menos desarrollados, se observa un flujo
constante de estos técnicos, a los cuales ofrecen promisorios niveles
de retribución económica, lo que ha dado como consecuencia la
tipificación de una nueva forma de migración que se conoce como
"fuga de cerebros".
La fuga
de cerebros, que cobra auge a partir de la segunda mitad del siglo pasado,
se manifiesta en dos vertientes: una, en la permanencia de aquellos estudiantes
que habían sido enviados por sus respectivos países a adquirir
calificación de nivel superior con vista a su propio desarrollo (y
que las naciones avanzadas retienen con ofertas económicas tentadoras),
y el propio éxodo de los profesionales ya formados y trabajando en
su país, a los cuales captan para que vayan a trabajar en estas sociedades
mas desarrolladas.
Esto ha
provocado una succión constante de inteligencias, que merman las posibilidades
técnicas de estos países menos avanzados, fenómeno que
en lugar de disminuir se ha ido acrecentando en el siglo actual, a pesar de
que en algunos de estos países menos favorecidos se han instrumentado
políticas de "regreso" o de "permanencia" de estos
técnicos para frenar en algo el drenaje de tales talentos.
Pero la
lucha es extremadamente desigual, porque los países ricos tienen muchos
mas recursos de todo tipo para atraer y mantener a los talentos, así,
estudios recientes revelan que en los próximos años los países
mas industrializados, tales como Estados Unidos y Canadá, Japón,
y la Comunidad Europea necesitarán, con vistas a conservar su ritmo
y nivel de desarrollo, un número de profesionales que abarca mas de
la mitad de lo que sus sistemas educacionales de nivel superior les pueden
proveer en ese período, lo que ha de implicar necesariamente el establecimiento
de políticas para continuar llevando a dichos países los cerebros
que los países menos favorecidos no pueden retener, por ser sus condiciones
socioeconómicas cada vez más difíciles.
Este nuevo
tipo de migración se une a las ya descritas, y hacen cada vez más
complejo este fenómeno social, y expande el universo de situaciones
que comprende.
La situación
política del mundo, cada vez mas deteriorada y caracterizada por conflictos
de diversa índole: guerras, intolerancia religiosas y políticas,
represión por grupos no oficiales, unido a un clima de violencia nunca
antes visto, hace que la migración por este motivo, particularmente
los clasificados como refugiados, se mantenga como una fuente importante de
éxodos y desplazamientos, que a veces abarcan grandes masas de población,
como sucedió en el caso de la Guerra de los Balcanes o los sucedidos
en Afganistán, entre otros.
Pero,
sopesados todos los factores, la inmigración actual se caracteriza
básicamente como una inmigración de tipo económico, en
la cual, aquellos que deciden emigrar se plantean mejorar sus condiciones,
en algunos casos con una idea de temporalidad (como la de "ir hacer la
América de antaño y regresar como indiano", es decir, con
fortuna), y que la mayoría de las veces no se cumple, lo que obliga
a los inmigrantes a permanecer en los nuevos territorios, en los cuales paulatinamente
se van integrando tras sufrir las secuelas de su inserción traumática.
Otros, en cambio, se marchan con la idea de no retornar, y
ello, en cierta medida, posibilita que la fase de duelo sea quizás
menos lacerante que en los otros.
1.5
Distribución geográfica de la inmigración. El mundo subdesarrollado
y la inmigración.
El fenómeno
de la actual migración es una problemática típica de
los países del sur, subdesarrollados. Así, los flujos migratorios
se dirigen siempre a los países mas industrializados y poderosos, aunque
a veces países del tercer mundo, que tienen una economía superior
a los iguales pero en peores condiciones económicas, asimilan parte
de estas migraciones, si bien por lo general de manera temporal, sirviendo
de escala o de "terceros países" en el tránsito hacia
aquellos de economías mas poderosas. Esto determina que en ocasiones
el proceso de migración se reanude mas de una vez, con sus consecuentes
efectos en la dinámica interna de este fenómeno y en los individuos
que migran, y que a su vez someten a sus componentes más frágiles,
los niños, a sufrir varias veces el proceso migratorio.
Esto igualmente
plantea una particularidad de las migraciones que hace mucho más difícil
este proceso, y es que, por lo general, se dirigen hacia países que
tienen una lengua materna diferente a la de los emigrados, lo cual añade
el problema del idioma a los habituales problemas que se derivan de la situación
de inmigración. Esto resulta de tal significación que la problemática
del lenguaje se convierte en una de las mas serias que influyen en la inadaptación
y falta de integración del inmigrante, como más adelante se
habrá de analizar en este material.
El tránsito
inverso, de los países industrializados a los menos desarrollados es
mucho menor, y en ocasiones se concreta a profesionales y técnicos
que van a estos países a trabajar, misioneros que se instalan en estos
países en función de sus deberes religiosos, miembros de organizaciones
no gubernamentales diversas que cumplen su labor en zonas marginadas o poco
atendidas por sus respectivas autoridades, entre otras.
Esto históricamente
ha creado una asimetría geográfica y cultural, que incluso se
expresa en el plano de los conceptos ideológicos y político-sociales.
De esta manera se destaca una proyección de discriminación y
subvaloración de los nacionales de esos países mas desarrollados
hacia los inmigrantes provenientes de estas zonas desfavorecidas, y una autominusvalía
y recelo en estos últimos hacia aquellos, lo cual se agudiza por las
problemáticas que se derivan de la falta de comunicación a causas
de la diferencia de lenguas. Esto llega incluso al extremo de acusar en muchas
ocasiones a los inmigrantes de los problemas que son consustanciales a dichas
sociedades, como son el aumento de la violencia y la delincuencia, la agudización
del desempleo, de los conflictos sociales, del auge de la drogadicción
y la prostitución, entre otros efectos.
En este
sentido, y a pesar de que en el siglo actual se discursa mucho sobre la integración
de los países subdesarrollados con aquellos industrializados, y se
firman acuerdos que aparentemente pretender crear vías para facilitar
dicha integración y crear una interculturalidad "democrática",
esta está mas relacionada que nunca con los factores económicos
y mercantiles, lo cual determina una distribución geográfica de
la migración que depende en mucho de estos factores o elementos condicionantes.
1.6
La problemática sociocultural y religiosa del inmigrante.
Un factor
de extraordinaria importancia en la dinámica de la migración
está referido a los problemas de la cultura y la religión que,
aunque serán tratados en extensión mas adelante, merecen una
llamada de atención inicial.
El elemento
cultural tiene una significación tan importante en la migración
que muchos hablan de que gran parte de los problemas que se derivan de la
situación de migración se dan precisamente por el enfrentamiento
entre dos culturas, a veces totalmente disímiles, que suele provocar
lo que se denomina "choque cultural", y a consecuencia del cual
el individuo sufre el duelo y el desarraigo que caracteriza a la inserción
del inmigrante dentro de la cultura del nuevo lugar al que se incorpora.
Esto lleva
incluso al establecimiento de términos tales como interculturalidad
y multiculturalidad, entre otros, para referirse a las situaciones que se
derivan de esta inserción cultural, y crea, a nivel de las comunidades,
de los centros de trabajo, de las escuelas e instituciones, complejas relaciones
en que los problemas de la cultura ocupan un lugar preponderante, por formar
esta parte, como se sabe, de la identidad nacional y personal.
En términos
generales la cultura se define como un conjunto de procesos de producción,
circulación y consumo de las significaciones de la vida social, y que
se expresan como comportamientos de los productores, intermediarios y consumidores
de dicha cultura, y que se desenvuelven con cierta regularidad. La cultura
es un elemento significativo en la estructuración de la identidad,
y actualmente es reconocida la importancia de los procesos de identificación
sociocultural en la construcción de los individuos, las etnias, y las
naciones.
Al ser
parte integral y consustancial del sujeto, la cultura se convierte en integrante
de su ser, de su identidad, de su personalidad. Un cambio en la cultura entonces
no se refiere solamente a una transformación de elementos externos,
sino que implica una reorganización interna que en ocasiones puede
ser realmente traumática. Cuando el inmigrante se enfrenta a una nueva
situación cultural debe transformar su organización interna
para acoplarla a esta nueva forma de valorar las significaciones de la vida
social, ha de integrarse de alguna manera a los diferentes comportamientos
que constituyen normas en la nueva comunidad. Este tránsito no es fácil
para el individuo, y puede acompañarse de reacciones muy severas que
van a estar en dependencia también, como ya se dijo en algún
momento anterior de las condiciones previas de vida y educación, de
las particularidades de su personalidad, de su anterior cultura.
Por eso
es que se habla de choque cultural, de un enfrentamiento sociocultural, que
ha de ser resuelto si se pretende un proceso efectivo de integración.
Si esto
ha de realizarse fusionando su cultura totalmente en la nueva y perdiendo
la propia, o si ha de asimilarse manteniendo la anterior, va a determinar
la diferencia en los términos que hacen referencia a este problema.
Cuando
se habla de interculturalidad se está en cierta medida planteando la
fusión de una cultura en otra, y en que generalmente la cultura "superior",
en este caso la del país receptor, asimila totalmente a la otra, que
pierde su propia esencia en aquella. Cuando se plantea la multiculturalidad
se hace referencia a la cohabitación de ambas culturas, que se combinan
sin que ninguna de ellas pierda su propia esencia, algo que es consustancial
a la identidad del inmigrante.
Por lo
tanto, la integración del inmigrante ha de contemplarse con un enfoque
multicultural, y la multiculturalidad ha de caracterizar las instituciones
en las que se insertan los inmigrantes, bien sean instituciones estructuradas
como puede ser la escuela, o inestructuradas y formando parte de la conciencia
social.
Es por
eso que cuando se habla de la educación de los niños que provienen
de ambientes culturales diversos, es plausible hablar de multiculturalidad
en el aula, y del proceso pedagógico de la multiculturalidad, refiriéndose
a la diversidad étnica y cultural de los que forman parte del grupo
escolar.
Luego
está la relación de la migración con la religión.
A. Sorush, proveniente de Irán, señala que uno de los principales
problemas de la filosofía europea consiste en negar un elemento intrínseco
de la identidad nacional, la dimensión religiosa, y que al situarse
dentro de la laicidad Occidente se había privado de una parte de su
identidad, e vuelto incapaz de comprender a los demás pueblos de estructura
religiosa, en especial aquellos pertenecientes al mundo islámico.
Esta crítica
señala una de las problemáticas más acuciantes dentro
de la dinámica de la migración, y que es la que se refiere al
elemento religioso, que en algunos países que proporcionan un número
apreciable de emigrantes se caracterizan por una estructura estatal ligada
a la religión. Esto puede convertirse en uno de los factores que impidan
la integración y feliz inserción del inmigrante en la nueva
comunidad, que puede ver amenazadas sus propias creencias y principios religiosos
por la presencia de personas que tienen una religión distinta, que
a veces les es incomprensible.
Esto a
su vez constituye una forma significativa de discriminación, entendiendo
como tal la planteada en la Convención relativa a la discriminación
en la esfera de la enseñanza, de 1960. que establece que "se entiende
por "discriminación" toda distinción, exclusión,
limitación o preferencia fundada en la raza, el color, el sexo, el
idioma, la religión, las opiniones políticas o de cualquier
otra índole, el origen nacional o social, la posición económica
o el nacimiento, que tenga por finalidad o por efecto destruir o alterar la
igualdad de trato en la esfera de la enseñanza y, en especial:
a) Excluir
a una persona o a un grupo del acceso a los diversos grados y tipos de enseñanza;
b) Limitar
a un nivel inferior la educación de una persona o de un grupo;c) A
reserva de lo previsto en el artículo 2, instituir o mantener sistemas
o establecimientos de enseñanza separados para personas o grupos; o
d) Colocar
a una persona o a un grupo de personas en una situación incompatible
con la dignidad humana;
Es por
eso que el elemento religioso puede constituir una expresión de discriminación
muy significativo y es un aspecto importante a considerar en la adaptación
del inmigrante, y en su aceptación por la comunidad que lo recibe.
Al formar en algunos casos parte de su propia identidad, y ser uno de los
condicionantes más insertos en su cosmovisión, puede convertirse
en uno de los elementos más difíciles de integrar multiculturalmente,
y requiere de especial atención en el tratamiento y atención
de aquellos que poseen estas creencias.
En el
caso de la educación de los niños, ya no solamente se plantea
entonces que sea un proceso pedagógico que se base en la multiculturalidad,
sino de igual manera que sea multireligioso, por ser ambos elementos consustanciales
en la elaboración de su identidad, aunque la multireligiosidad pueda
implicar también la laicidad en aquellos que no poseen creencias de
tipo alguno. Y plantea una diferencia sustancial con lo habitualmente establecido
cuando se habla de la religión en la escuela, en que la mayoría
de los sistemas educacionales se habla de una educación "laica"
desprovista de un enfoque religioso. Mas, si para el inmigrante la religión
es parte de su identidad, habría que cuestionarse entonces si el proceso
educativo podría no tomar en consideración este aspecto.
En este
sentido, si la educación, tal como plantea esta misma Convención
relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza,
en su resolución adoptada en 1960 por la Conferencia General de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura, ... "debe tender al pleno desenvolvimiento de la personalidad
humana y a reforzar el respeto de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales, y que debe fomentar la comprensión, la tolerancia y
la amistad entre todas las naciones y todos los grupos raciales o religiosos,
y el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento
de la paz; " y a su vez más adelante, ..."respetarse la libertad
de los padres o, en su caso, de los tutores legales, ...de dar a sus hijos,
según las modalidades de aplicación que determine la legislación
de cada Estado, la educación religiosa y moral conforme a sus propias
convicciones; en que, además, no debe obligarse a ningún individuo
o grupo a recibir una instrucción religiosa incompatible con sus convicciones"
se hace obvio que la tolerancia religiosa ha de constituir un pilar fundamental
de la educación multicultural.