Capítulo
5
EL PROCESO EDUCATIVO EN EL GRUPO INFANTIL DE NIÑOS INMIGRANTES Y DE
MINORÍAS ÉTNICAS
El pluralismo
cultural se ha convertido en la realidad de la sociedad actual. La creencia
de una sociedad culturalmente homogénea en la que la educación
es monolítica, ha sido un estandarte que con frecuencia se ha esgrimido
para justificar el status quo y la ideología política que sustenta
este planteamiento, y que ahora son seriamente cuestionados, no solamente
por el hecho y vigencia de las migraciones y la estabilización de los
inmigrantes, sino también por las continuas reivindicaciones regionales
y locales, culturales y políticas, de las minorías étnicas.
Esto es
un fenómeno común en la sociedad de hoy, en particular en aquellos
países ricos y altamente industrializados que generan un gran flujo
migratorio hacia ellos, por las esperanzas de los que arriban, generalmente
de países muy pobres y atrasados, de mejorar económicamente
y llevar una vida menos dura de la que tenían en sus países
de origen.
Desdichadamente
esta problemática no está muy concientizada en algunos lugares
y, por lo tanto, no se toman medidas para enfrentar y resolver de manera adecuada
esta situación que afecta, tanto a los que inmigran como a los que
los reciben.
De igual
manera, las minorías étnicas reclaman cada vez mas su participación
en las estructuras de poder que hasta estos momentos las han relegado, y llegan
a las ciudades en una corriente continua, en busca de los mismos objetivos
que los inmigrantes: el derecho a una existencia mejor, a una educación,
a una vida cultural.
A la escuela
como representación a pequeña escala de la sociedad, se le da
entonces el papel de asumir la integración a la cultura dominante de
todo este caudal humano que no se detiene, y para lo cual no está apta,
ni en su organización ni en sus programas educativos, y mucho menos
en su profesorado, para esta responsabilidad, quedando la atención
de este problema casi siempre al azar y a la creatividad de los educadores,
que se enfrentan a un aula multicultural, cuya dinámica y particularidades
es muy diferente a aquella que solía ser antes la mas característica:
el grupo unicultural.
Hoy día
es prácticamente ilusorio hablar de un aula unicultural, en la que
todos los niños pertenezcan a un mismo origen étnico y procedencia
cultural, la realidad es otra, y ante esa realidad el educador generalmente
no sabe que hacer ni está psicológica y pedagógicamente
preparado para lidiar con esta diversidad. De ahí la tremenda importancia
que tiene el definir esta diversidad, como la escuela puede asumir su papel,
y en que medida se organiza y se prepara para esta difícil tarea. Es
decir, la existencia de aulas complejas y diversificadas culturalmente, trae
como consecuencia la necesidad de transformar los métodos de enseñanza,
y en general de todas las estrategias educativas que en la actualidad se realizan.
En este sentido, la organización de las clases, los métodos
y procedimientos metodológicos, así como los objetivos de la
enseñanza, han de reorganizarse en función de las características
que ahora tienen los centros educacionales, y en los que el pluralismo cultural
es su característica más significativa.
La educación
multicultural implica, por lo tanto, la revisión de los paradigmas
pedagógicos que están en la base del currículo, establecer
una nueva relación con las otras culturas no dominantes, y un adquirir
un conocimiento mas profundo de la historia personal de cada educando, por
ser esta un reflejo de una experiencia intercultural en el plano cotidiano.
De hecho debe conducir a una nueva estructuración de los currículos
que respondan a las demandas actuales de una escuela crecientemente plural.
Mientras
esto no sea posible lo apropiado es valorar en que medida el currículo
actual permite la introducción de nuevos contenidos y, mas aún,
de nuevos procedimientos metodológicos que a partir del contenido dado,
permita su adecuación a las condiciones particulares de la educación
multicultural.
5.1.
Particularidades del proceso pedagógico para la atención a la
diversidad en el grupo infantil.
La atención
a la diversidad cultural constituye hoy día una tarea de primer orden
para el maestro, que encuentra en su aula niños provenientes de distintos
lugares y de disímiles culturas. El educador reconoce que su objetivo
primario es hacer posible que estos niños, que a veces incluso no dominan
la lengua oficial, se integren a la corriente de la cultura dominante, que
exige tal integración a los nuevos ciudadanos, que llegan de otros
países, en el caso de los inmigrantes, o de otras regiones del mismo
u otro país afín, y que constituyen minorías étnicas
y culturales, que también en ocasiones solo conocen su lengua autóctona.
Ante esta imponente diversidad el maestro se plantea "¿Qué
hacer?", encontrando que muchas veces su reclamo cae en el vacío.
Para esto
hay que partir del criterio, como plantea J. A. Jordán, de que hay
que concebir cada centro escolar como una microcultura, con sus normas, valores,
roles, status y finalidades, al igual que cualquier otro sistema cultural,
concebirla como un microcomunidad cultural en la que, junto a la cultura predominante,
se sostienen, valoran y cultivan también las diferencias culturales
coexistentes.
A partir
de este aserto, un primer planteamiento está referido al papel del
centro infantil o escuela, en el que un objetivo primordial en su proceso
educativo con esta diversidad es promover la identidad cultural de los diversos
grupos étnicos y culturales, para lo cual se requiere crear espacios
comunes en los que se posibilite la interacción y el encuentro con
aquello que les une o es afín a todos.
Para lograr
esto se hace indispensable y necesario la adquisición eficiente de
competencias o habilidades de comunicación, el desarrollo de actitudes
positivas hacia las diferencias culturales, la formación de una valoración
positiva de la propia cultura. Esto implica que el simple conocimiento cognoscitivo
de las otras culturas no es suficiente si no se acompaña del reconocimiento,
respeto y valoración de los otros y de sus diferencias, lo cual ha
de partir del propio criterio de la propia, pues no es posible valorar lo
de los demás si no está adquirida una valoración de lo
propio.
En este
sentido, lo primero entonces que tiene que garantizar el proceso educativo
en la educación multicultural es que cada niño conozca, sienta
respeto y estime positivamente su propia cultura, tanto aquellos que pertenecen
a la cultura dominante como los que no lo son. Es a partir de este presupuesto
básico que han de estructurarse los programas para la educación
de la diversidad, el cómo conseguirlo se corresponde con los contenidos
y procedimientos metodológicos a seguir, los cuales han de ser tratados
en el curso de esta unidad.
El segundo
objetivo radica en la formación de conocimientos, actitudes y valores
positivos respecto a las otras culturas, lo cual implica desarrollar en los
niños una comprensión de la diversidad cultural, que constituye
un elemento cognoscitivo, la creación de sentimientos favorables hacia
los otros niños diferentes, que implica un componente afectivo, y el
incremento de la interacción personal y la comunicación entre
los diversos niños del grupo infantil, que conlleva un comportamiento
activo hacia este contacto.
Es decir,
que el establecimiento de la aceptación de la otra cultura implica
siempre la labor pedagógica en tres planos principales: cognoscitivo,
afectivo y conductual, y cuando esto se logra en la labor pedagógica,
están sentadas las bases para una adecuada educación multicultural.
El tercer
aspecto, la creación de comportamientos, va a estar en relación
directa con estos espacios comunes de interacción y comunicación
a los que hacíamos referencia hace unos momentos, lo cual se posibilita
en gran medida mediante la realización de actividades dirigidas a estos
propósitos.
Así,
cuando se hace un juego multicultural, como el propuesto por Hoopes y Ventura,
de "Ayuda a las minorías" (juegos de los cuales se hará
una revisión posteriormente) y en los que el grupo infantil se divide
en niños de minorías y niños de la cultura dominante,
y estos se preparan para ayudar a los primeros, y en cuya base está
también un componente afectivo de solidaridad y cooperación,
se está trabajando en el plano comportamental lo que previamente se
ha asimilado en el plano cognoscitivo.
Estos
tres objetivos fundamentales están, por supuesto, particularizados
en cada etapa evolutiva, aunque responden a los mismos principios. Esto es
importante que el lector lo reconozca porque, muchas veces en el curso de
la descripción del proceso educativo con la diversidad cultural en
el transcurso de este material (aclaración que quizás debió
haber sido hecha al principio de este módulo) se puede estar utilizando
terminologías generales aplicables a cualquier nivel de enseñanza,
y que cada educador ha de caracterizar en el nivel en el cual trabaja.
Así,
por ejemplo, en el programa educativo un contenido curricular como puede ser
"Conocer particularidades de la música de otras culturas",
puede asumirse en la etapa del liceo mediante una actividad cultural en la
que se asista a un concierto de música interpretado por una orquesta
de la cultura seleccionada, en la de la educación básica mediante
el aprendizaje de canciones propias de esa cultura, y en la etapa del centro
infantil el solicitar que un niño inmigrante o de minorías (y
por supuesto también de los de la cultura dominante), cante una canción
de su tierra para que los demás niños la escuchen. El objetivo
es el mismo, un mayor conocimiento de la música foránea, pero
su realización pedagógica ha de ajustarse a la edad de los niños.
Esto ha de ser una constante en este material, que algunas veces estará
explicitado, y otras dejado a la creatividad y adecuación del propio
maestro o educador.
De esta
manera, otra característica del proceso pedagógico en la educación
multicultural (como en todo proceso educativo) es adecuar el contenido curricular
general a las particularidades de la edad del grupo infantil. En el mismo
juego de Hoopes y Ventura, reforzando el ejemplo anterior, la ayuda a las
minorías en el nivel de secundaria básica puede hacerse mediante
la realización de acciones directas en un argumento en el que los grupos
minoritarios requieran ayuda, mientras que en el preescolar esto puede concebirse
como un juego psicomotor en el que un niño de la cultura dominante
ayude a otro de otra cultura a "escapar del lobo que lo persigue".
Las variantes pueden ser muchas en cada contenido, y queda a la iniciativa
de cada docente como ajustarlo a su nivel de edad.
El proceso
pedagógico en la interculturalidad se caracteriza, además, por
ser un proceso activo con diferencias notables respecto a la educación
"tradicional". Mientras que esta está mayormente enfocada
a materias orientadas hacia un currículo, en la que los educandos adquieren
conocimientos sobre la realidad circundante, la multicultural se inclina más
hacia el factor humano, en como posibilitar un contacto afectivo entre los
alumnos, y donde se da un peso semejante a los componentes curriculares, y
a las relaciones e interacciones sociales entre los niños. En este
sentido los antecedentes culturales de cada educando se vuelven muy importantes.
Los cambios
en el proceso educativo tienen que ser llevados a cabo por un educador que
en sí mismo es producto de su propio contexto social, de su propia
cultura y que tiene determinados criterios y concepciones sobre como entender
el hecho educativo. Por tanto, la actitud del educador es otra característica
particular del proceso educativo en la educación multicultural.
En este
sentido el proceso educativo en la educación multicultural se caracteriza
porque exige un cambio de mentalidad en el modo de pensar la tarea pedagógica,
en los contenidos y estrategias de enseñanza, en las estructuras y
dinámicas de funcionamiento del aula, y en las relaciones con la comunidad
educativa en la que está ubicado el centro infantil o escolar.
Esto implica
relacionar el trabajo del aula con el de todo el centro infantil, pues de
nada vale que en un grupo se asuma una postura frente a la diversidad cultural,
y en el resto se plantee una concepción diferente. Esto obliga a lograr
un consenso en todo el equipo docente, evitando adoptar medidas particulares
en cada aula.
Es asumir
un proceso educativo integrado, en el que las expectativas del rendimiento
de los niños se valoren tomando en consideración las diferencias
culturales. Estas expectativas han de ser iguales hacia todos los niños,
independientemente de su procedencia étnica, status social, situación
de inmigración, sexo, entre otras variables, lo cual no exime de la
atención a las diferencias particulares de los niños o culturales
grupales.
El proceso
educativo también se caracteriza porque cada niño, tiene sus
propios conceptos sobre las particularidades de este proceso educativo. Esto
depende de su cultura de origen, y por supuesto, de la edad de cada niño,
pues unos conceptos estarán mas o menos enraizados en su mente de acuerdo
con las posibilidades de su desarrollo intelectual.
Esto hace
que la pluralidad cultural no sea solamente un problema del entorno hacia
el niño, sino también de este hacia su entorno, y el educador
puede encontrase entonces una variedad de enfoques y criterios respecto a
su proceder pedagógico, el estilo de trabajo en el aula, la asunción
de derechos y deberes, que por su disimilitud puede llevar a conflictos en
la dinámica del trabajo educativo en el grupo infantil.
Incluso
en niños muy pequeños en la etapa de la educación infantil
esto puede manifestarse con gran fuerza. Así, un párvulo puede
asumir que todo el tiempo de su estancia en el centro es para jugar (porque
en su centro infantil original esto era así), y ahora puede reclamar
y entrar en contradicción si el educador le plantea que realice determinadas
tareas pedagógicas en las que no todo el tiempo puede jugar. Por supuesto,
el pequeño preescolar no es capaz de concientizar esto, pero si de
manifestarlo en su conducta, que puede volverse crítica por su falta
de comprensión de que la situación es ahora diferente.
Si el
grupo es muy heterogéneo, la diversificación de los conceptos
y comportamientos de los niños puede llevar a choques culturales, que
no sólo se corresponden a particularidades de los grupos étnicos
sino de igual manera a problemas ocasionados por las diferentes formas de
percibir los niños el mundo circundante o por sus distintas experiencias
personales. Esto puede influenciar sobre la dinámica del grupo infantil
y condicionar los procesos de aprendizaje en el aula.
De este
modo el educador ha de reconocer que no siempre los niños perciben
el mundo de la misma manera, y que sus estilos de actuación y comunicación
pueden ser muy variados, lo que se acrecienta en el grupo pluricultural. Su
labor entonces consiste en valorar estos comportamientos particulares y proveer
los medios y espacios de interacción que permitan el acceso a claves
culturales que puedan ser afines a todos los niños, lo cual se relaciona
estrechamente con la aceptación de la identidad cultural de cada uno.
Esto es
importante de valorar pues con frecuencia se suele maximizar en la educación
multicultural los factores que inciden sobre los niños de esta diversidad,
y casi nunca se tienen en cuenta los que se generan en los propios niños
hacia su medio circundante. De ahí la significación de conocer
muy bien la dinámica interna del grupo infantil, algo que se analizó
en el capítulo precedente de este material.
Por supuesto,
esto no quiere decir que el educador se va a enfrentar a un grupo donde cada
niño tenga su propia mentalidad respecto a todas las cosas, pues en
definitiva las culturas comparten rasgos comunes, universales, tales como
los sistemas simbólicos (verbales y no verbales), los sistemas de relaciones,
roles y parentescos, y los sistemas de creencias y valores. Por tanto, van
a existir una variedad de criterios en los niños que coinciden entre
sí, y esto es lo que va a permitir cierta "homogeneidad"
en el grupo, aunque no excluye que puedan haber algunos niños en los
que, por la excepcionalidad de su cultura de origen, puedan tener criterios
únicos en comparación con los demás.
Así,
al igual que sucede con respecto al rol de padres e hijos, al de los sexos
masculino y femenino, también se dan con relación al maestro
y alumnos, lo importante aquí, como se especificó en párrafos
anteriores, que el educador esté consciente de esta situación,
y pueda diferenciar en que aspecto de sus relaciones con los niños
hay coincidencia en la mayoría del grupo, y hay disidencia de algunos
en particular.
Lo anterior
no implica que, porque los niños muestren conceptos particulares y
los cuales hay que respetar el educador mantenga una posición acrítica
hacia estos conceptos. Por ejemplo, es típico en muchas culturas la
existencia de creencias y valores que a veces rayan con la intransigencia
o la barbarie, como pueden ser la obligación de la mujer de vestir
el shador (en la cultura árabe) o la cliteridectomía, en las
africanas, costumbres que, por supuesto, en la sociedad civilizada actual
son inadmisibles. El educador tiene que hacer que sus educandos desarrollen
una posición de no aceptación de tales creencias, utilizando
métodos (como se verán en la planificación del trabajo
educativo) que vayan paulatinamente eliminando estas concepciones y evitando
su difusión en el grupo.
Los ejemplos
mostrados son quizás extremos, pero hay muchos comportamientos sociales
menos llamativos, que se dan en la práctica cotidiana en la familia,
la comunidad y la escuela, que son abiertamente retrógrados y que no
pueden ser admitidos en el aula multicultural, como puede ser la discriminación
de las niñas en cualquiera de sus manifestaciones, y que a veces incluso
los niños reflejan en sus juegos. El autor recuerda una anécdota
observada en un centro infantil: Una educadora estimuló a los niños
a que realizaran el juego de la familia, y para ello les solicitó se
distribuyeran los roles, seleccionaran los materiales para jugar, etc., cosa
que los niños hicieron con prontitud. Las niñas tomaron la cocinita,
los útiles de limpieza, la tabla de planchar, etc., y se pusieron a
realizar acciones propias de estos roles en la familia. El niño, que
fungió como papá, tomó una silla, se sentó, asumió
imaginariamente que leía un periódico, y entonces, de vez en
cuando, les decía a alguna de ellas que le trajeran sus sandalias para
descansar, que le prepararan el baño, que le hicieran café,
entre otras acciones francamente expresivas de una subordinación de
roles de la mujer al hombre, cosa que el autor de inmediato hizo notar a la
educadora, para que esta sugiriera al pequeño que ayudara en las tareas
hogareñas, lo cual el niño hizo rápidamente sin mostrar
ningún rechazo.
Por lo
tanto, en el aula multicultural mantener una postura crítica ante las
manifestaciones indeseables de una cultura, constituye otra particularidad
del proceso educativo. Esto, por supuesto, ha de hacerse con mucho tacto pedagógico
para no lesionar la sensibilidad del niño, que simplemente realiza
o expresa lo que en su medio social anterior se le enseñó o
asimiló de manera espontánea.
El grupo
multicultural, por la diversidad de procedencias que tienen sus miembros,
no es un grupo fácil de enseñar, porque lo que es evidente para
los niños de unas culturas puede no serlo para los otros, o entrar
en contradicción con sus hábitos y creencias. Así, un
niño procedente de una cultura árabe puede señalar que
lo que está comiendo otro niño de un origen distinto "da
asco", simple y llanamente porque el otro niño está ingiriendo
carne de puerco, algo que a él le han enseñado previamente "que
no se puede comer". Esto puede originar un conflicto entre ambos niños
y en dependencia de la mayor heterogeneidad del grupo extenderse a todos.
Ello plantea
como una particularidad casi siempre presente en el aula pluricultural el
surgimiento frecuente de conflictos de índole cultural entre los niños,
como consecuencia de la diversidad, y que el educador ha de saber maniobrar
correctamente para impedir que se convierta en una característica permanente
de su grupo. Esta posibilidad es directamente proporcional a la menor o mayor
heterogeneidad del grupo: entre mas culturas implique la diversidad de niños
que componen el grupo infantil, asimismo será mayor la eventual manifestación
de conflictos.
Una causa
primaria también suele ser cuando el educador no entiende la lengua
de sus niños, no es capaz interpretar de manera correcta sus comportamientos,
y mantiene aplicando los mismos procedimientos metodológicos que han
resultado ineficientes, surgen conflictos, lo que le obliga a diseñar
nuevas estrategias para su solución.
En el
caso de los niños el educador ha de organizar sistemas de resolución
de los conflictos que puedan aparecer, creando contextos sociales y comunicativos
que permitan a sus educandos interactuar entre sí de forma conscientemente
orientada. La organización de estos contextos se facilita si se logra
que todos los niños reconozcan las diferencias entre las culturas,
se exploran los diversos patrones de comportamiento de los niños de
un diferente origen, y se apoya que estos tengan acceso a las mismas posibilidades
que tienen aquellos de la cultura dominante.
Esto implica
que el educador ha de planificar las interacciones de sus niños, y
en el que se puedan analizar las cosas que pueden ocasionar una fricción.
Esto es muy importante porque, si las interacciones se dejan a contactos esporádicos
o al azar, las mismas pueden reforzar los estereotipos ya conocidos, o incluso
generar otros nuevos.
G. Allport
señaló algunas condiciones para organizar las interacciones
en el aula de modo tal que posibilitaran la formación de actitudes
y comportamientos amistosos entre los niños. Entre ellas destacó:
1.
El contacto entre los niños debe ser lo suficientemente íntimo
como para permitir un conocimiento y entendimiento recíproco.
En este
sentido, la organización de pequeños grupos de discusión,
de actividades pedagógicas más limitadas puede conseguir efectos
más sólidos que cuando se hacen actividades extendidas.
Por ejemplo,
para suprimir los conflictos que puedan surgir por las diferentes culturas
alimentarias, el educador puede hacer una actividad pedagógica en la
que los niños expresen que les gusta comer y que no, que pueden comer
y que no, para hacer un intercambio de opiniones que se anticipe a las situaciones
originarias de conflicto. En el caso anterior del niño árabe
que rechaza comer la carne de puerco, el que los demás conozcan que
no lo hace porque así se lo enseñaron y que no es bueno burlarse
o denigrarlo, funciona para que este a su vez no critique o exprese "asco"
cuando ve a otro que lo hace. Incluso los niños pueden hacer una relación
de que platillos les gustan y pueden comer todos, para insistir con los padres
que el refrigerio que traen los niños al centro infantil se ajuste
a esta relación. En el caso de un centro infantil que elabore la comida
que los niños ingieren, se hace indispensable conocer por el personal
de la cocina aquellos platos que es conveniente preparar y cuales no son recomendables,
para que la dieta se haga balanceada pero sin que sea rechazada por algunos
de los niños.
Otra cosa
bien distinta es que pueden haber culturas en que no se ingieran ciertos alimentos
por no ser usuales en su dieta, aquí la situación es diferente
porque no va contra ningún patrón cultural prohibitivo, y corresponde
a la labor de educación nutricional del educador con estos niños
el acostumbrarlos a comer tales alimentos.
El conflicto
por diferentes costumbres alimentarias es un conflicto quizás simple,
pero en el grupo multicultural pueden surgir otros más complejos, relacionado
con las creencias, valores y normas, los cuales son necesarios enfrentar con
gran maestría pedagógica.
2.
En las actividades pedagógicas todos los niños han de ocupar
la misma posición social, sin que existan jerarquías entre ellos.
Esto ha
de conseguirse aunque sea en apariencia. Se dice en apariencia porque si los
niños de la cultura dominante son mayoritarios, las pautas del grupo
estarán determinadas por dicha cultura. El educador ha de saber manejar
esta desproporción para "hacer sentir" que todos los niños
que están participando de la actividad son iguales, con idénticos
derechos, con las mismas posibilidades de voz y acción.
3.
Las actividades han de planificarse de modo tal que su solución implique
la colaboración y participación de todos para lograr un objetivo
común.
Las actividades
para solución de conflictos han de procurarse que integren a todos
los niños en su realización, de modo tal que cada cual se sienta
responsable de su resultado, y de que los demás también han
tenido que ver con esos resultados.
En el
caso del conflicto alimentario ya señalado, si entre todos los niños
se llega a decidir cuales deben ser los menús que ellos deben tener,
y donde todos han expresado sus preferencias y aversiones, la lista final
es un producto colectivo que todos acatan, porque todos han tenido que ver
con su confección. Así, el hecho de que "no se incluya
la carne de puerco", ya no va a ser consecuencia del rechazo de un niño,
sino una decisión de todo el grupo, y ya esto deja de ser motivo de
un conflicto.
G, Allport
señala otras condiciones, pero ya referentes al apoyo institucional
que estas acciones deben tener, la necesidad de una autoridad que oriente
hacer esto en el centro infantil o escolar, y la formación de un clima
social favorable a este contacto, que van mas allá de lo que compete
al aula en sí misma, por lo que no se amplía al respecto.
Otra particularidad
importante del proceso pedagógico en la diversidad cultural es el hecho
significativo de que la mayoría de los niños tienen una escolarización
fragmentada. Esto, que es bien evidente en la escuela, no por ello deja de
ser una condición existente también en los grupos de la educación
infantil.
La fragmentación
del proceso de escolarización está dado por los frecuentes cambios
de ubicación a que han sido sometidos estos niños inmigrantes
o de minorías étnicas, que a veces van dando tumbos por diversos
países y regiones hasta que llegan a aposentarse en un lugar definitivo.
La inestabilidad de estos niños determina la existencia de grandes
"lagunas" en su proceso de aprendizaje, que obligan al educador
a llevar a cabo un diagnóstico inicial con cada niño y con el
grupo, como acción indispensable a realizar para comenzar el trabajo
educativo con los mismos, de lo cual se ampliará en este capítulo
en la parte referente a la planificación del proceso pedagógico.
C. Igoa señala que en su experiencia docente con estos niños,
mas del 75% de los mas de 100 niños con los que había trabajado
en sus últimos quince años, tenían lagunas en su educación
debido al proceso de traslación, el tiempo requerido como preparación
y documentación para entrar al país receptor, y la búsqueda
de un mejor lugar para aposentarse definitivamente, lo cual es un reflejo
de lo significativa que es esta problemática.
Como consecuencia
del cambio escolar la fragmentación del proceso de escolarización,
y particularmente en la escuela primaria, conlleva que los niños sean
continuamente ubicados en diversos grados o años, en ocasiones hacia
delante y hacia detrás, y de nuevo adelante o atrás, a veces
por tiempos tan increíbles como una semana o un mes, lo cual les causa
una desorientación muy notable. Esto dado porque en la escuela se siguen
los criterios de rendimiento escolar, en la educación infantil el problema
es menor, porque generalmente los niños son ubicados en un grupo por
edad cronológica, pero a pesar de esto, y al ser diferentes los programas
educativos de los centros en los que han estado, se dan de igual manera estas
"lagunas en el aprendizaje".
Existen
otras condiciones que caracterizan el proceso pedagógico en el aula
multicultural, que podrán ser señaladas adelante. Ahora, ya considerado la caracterización del proceso pedagógico
en esta aula de diversidad cultural viene por su propio peso la consideración
de los programas educativos para este tipo de aulas.
5.2
Los programas educativos y la diversidad cultural, la problemática
educacional del niño y la niña de las minorías étnicas
e inmigrantes.
Siempre
que el educador se enfrenta a la labor pedagógica con el aula de la
diversidad cultural, en el que sabe que tiene un grupo infantil disímil
y heterogéneo, numerosas preguntas acuden a su mente:
¿Qué
hacer con el programa educativo? ¿Debe mantenerse un currículo
igual para todos? ¿Es necesario introducir nuevos contenidos, o todo
se resuelve mediante la adecuación de procedimientos metodológicos?¿Cómo
lograr una adecuación apropiada de objetivos y contenidos? ¿Se
requiere una planificación o han de tenerse distintas planificaciones
de acuerdo con las particularidades de cada grupo minoritario? ¿Se
debe asimilar, aculturizar o interculturizar a los niños?
Muchas
de estas preguntas no tienen una apropiada respuesta, porque es muy poca la
evidencia experimental que las sustente, y se descansa fundamentalmente en
la experiencia de la práctica pedagógica, que a veces conduce
a errores muy serios. De igual manera las respuestas a una misma pregunta
son a veces distintas, en la medida en que cada autor asume una postura teórica
respecto a la educación de la multiculturalidad, y que dio origen,
y sigue dando, a diversos modelos de educación de la diversidad cultural.
Por supuesto,
al hablar de programas educativos esto lleva indefectiblemente a la cuestión
del currículo y a dos preguntas centrales:
¿Existe
un currículo, o debe existir un currículo, para el grupo multicultural?
¿El programa educativo oficial es suficiente o no para el grupo multicultural?
Las respuestas
nuevamente van a estar relacionadas con la posición teórica
que se asuma respecto a la diversidad cultural, sus particularidades y necesidades,
y el trasfondo político e ideológico que sustente tal posición.
Y van a manifestarse en la concepción del currículo.
Con respecto
al currículo y su práctica en la educación multicultural,
se han planteado, en opinión de A. Muñoz Sedaño, seis
modelos y estrategias para su realización:
1)
El modelo de educación compensatoria
2)
El modelo de educación segregada de inmigrantes y minorías
étnicas
3)
El modelo de mantenimiento de la lengua materna
4)
El modelo de educación bilingüe y bicultural
5)
El modelo de educación para la tolerancia
6)
El modelo de educación para la paz, los derechos humanos y el desarrollo
Entrar
a discutir cada uno de estos modelos podría hacer excesivamente denso
este material, donde además, algunos de ellos se explican por sí
solos al leer su nomenclatura. Lo importante es tomar de cada uno lo que realmente
puede aportar a una concepción curricular apropiada para la educación
multicultural, y tratar de llegar a un consenso mas o menos general de lo
que es mejor para los niños del aula pluricultural.
En suma,
a la hora de abordar la perspectiva del currículo para la multiculturalidad,
que se resumen en tres posiciones mas o menos definidas:
a)
Un enfoque de "contribuciones" al currículo ordinario del
centro, en el que, de acuerdo con el calendario se realizan actuaciones
puntuales respecto a la diversidad cultural, quedando así intacto
el currículo.
b)
Un enfoque aditivo, en el que se añaden temas, actividades, acciones,
al currículo ordinario dirigidas al objetivo de la multiculturalidad,
y donde queda igualmente sin cambio la estructura formal del currículo.
c)
Un enfoque de transformación, en el que se abordan los diversos temas
curriculares desde distintas perspectivas, y en el que el "mainstream"
no sea la única referencia válida.
Diversos
autores señalan que estos modelos no logran garantizar la formación
de actitud favorables y de respeto a la diversidad y a las distintas minorías
culturales, pues en todos el currículo está hecho sobre la base
de la cultura dominante.
Es por
ello que otros autores plantean un modelo de integración, que se caracteriza
por ofrecer a todos los grupos culturales el conocimiento de las claves culturales
comunes a todos; conserva y promociona lo particular de cada grupo cultural;
y afecta a todo el currículo ordinario haciendo que este se exprese
en términos de un lenguaje intercultural, sin que se pueda plantear
que se han hecho añadiduras o cosas ajenas al currículo.
En este
sentido este modelo aboga por una educación "en" las diferencias
culturales, pero no "para" las diferentes culturas, creando un currículo
abierto, flexible y adaptable, es decir, un espacio educativo común
en el que quepan las diferencias. Desde este punto de vista el centro infantil
o escolar no solo ha de responder a las necesidades de cada grupo cultural
que lo compone sino también ayudar a todos los grupos a desarrollarse
culturalmente para vivir juntos, en suma, se estaría planteando de
acuerdo con esta posición un currículo básico y una diversificación
curricular.
En este
punto de vista se trata de evitar, como dice Hargreaves la "balcanización"
de las áreas de conocimiento, integrándolas a las de las actitudes
y valores, y no enfatizando la multiplicación de actividades y contenidos
curriculares diferentes de los habituales.
Sin embargo,
hay quienes se muestran partidarios de otros enfoques, uno que plantea que
los contenidos de áreas del conocimiento pueden ser los mismos del
currículo ordinario, pero con ejes transversales relacionados estrechamente
con la multiculturalidad (creencias, valores, religiones, formas de vida,
intereses); otros son más drásticos y exigen un cambio radical,
no sólo de contenidos sino de contextos en los que se proyecte el currículo,
organizando así un nuevo currículo para la diversidad, pero
sin caer en el relativismo cultural, pues, guste o no, plantean que no todas
las culturas tienen el mismo peso y valor en la sociedad, existiendo diferencias
que se han de respetar, estimular o combatir, en dependencia de su significación
social.
Al respecto
señalan que el currículo multicultural no puede concebirse como
la introducción dentro del currículo global o de los contenidos
de elementos "folklóricos" de las culturas minoritarias;
tampoco de agregaciones particulares del currículo general de todos
los alumnos; ni tampoco la introducción de "confrontaciones"
entre las culturas, así como tampoco de la trasmisión de informaciones
de otras culturas ignorando al sujeto (el niño que está en el
aula). Y que lo que hay que hacer es ir a la nueva estructuración del
currículo, de nuevos contenidos a partir de la óptica pluricultural.
Como se
observa las posiciones son a veces totalmente opuestas, y parece ser difícil
el que logren ponerse de acuerdo entre ellas. Lo que sí parece ser
básico y generalizable es que la simple exposición a la exposición
de las diferentes culturas (modos de vida, etnias, creencias, valores, etc.)
sin que se acompañe de estrategias adecuadas para apropiarse de esas
distintas realidades (formación de valores, desarrollo de empatías,
aceptación de las diferencias, etc.) no parece ser lo más provechoso
para una educación de la diversidad. Es decir, que la educación
multicultural no puede resumirse a lo cognoscitivo, sino que debe implicar
muy profundamente lo afectivo, en estrecha interdependencia y relación
uno con otro.
Así,
en el centro infantil no ha de bastar con que los niños un día
vengan vestidos con los atuendos de sus respectivos países o regiones,
que es una apropiación cognoscitiva del vestuario de las demás
culturas, sino que esto debe acompañarse de sentimientos de aceptación
de cómo los demás se visten, y que esto es tan "normal"
como la propia manera de hacerlo, lo cual significa una implicación
afectiva que refuerza el conocimiento de dichas culturas. Una educadora creadora
puede incluso sugerir el intercambio temporal de atuendos durante una actividad,
lo cual influye mas sobre los sentimientos que decenas de palabras sobre la
aceptación cultural.
Cabría
plantearse entonces, viendo la diversidad de criterios teóricos, lo
que un educador en su grupo multicultural puede hacer, le está permitido
hacer o ha de hacer con sus niños. Los que trabajan con niños
saben que esto es una tarea complicada, en las que hay que valorar los programas
que se usan, los procedimientos metodológicos que se aplican, las políticas
educacionales que se dice hay que cumplir, las teorías explicativas
que se adoptan. Al final, y con independencia de políticas, filosofías,
teorías y metodologías, el éxito o el fracaso de un niño
inmigrante o de minoría étnica para integrarse de manera sana
a una nueva cultura depende de lo que suceda en el aula en la que el niño
está, en el tipo de ambiente de aprendizaje que el educador sea capaz
de proveer, y como el educador es capaz de investigar y atender las necesidades
de ese niño.
Si para
esto requiere seguir un currículo ordinario e introducir contenidos,
o crear situaciones que se añadan al currículo, o incluso si
le fuera posible crear un nuevo currículo, esto quizás no sean
cosas tan importantes como la acción psicológica, pedagógica
y cultural que realice con cada uno de sus educandos multiculturales.
Al decir
de C.Igoa, los niños inmigrantes (y los de minorías étnicas)
son algo mas que una "minoría lingüística o cultural",
son niños que han sido desenraizados de su medio cultural y que necesitan
ser guiados para que no entren en contradicción con la nueva cultura
y con la nueva lengua, sino ayudarles a que reteniendo lo viejo se abran a
lo nuevo, y a que tengan éxito para que puedan ser productivos y contribuir
al desarrollo social.
Esto hace
que el educador pueda trabajar en la multiculturalidad con los programas educativos
actualmente existentes, que pueden ser acomodados para satisfacer las necesidades
de las situaciones particulares. Lo cual indica a viva voz que el sistema
escolar y los currículos deben cambiar para asumir la educación
multicultural, pues el maestro por sí solo no puede hacerlo todo.
También
refleja como en definitiva el educador asuma su relación personal con
los niños, planifique su acción pedagógica en el grupo
multicultural, y
como aplique los procedimientos metodológicos más apropiados
en cada situación, constituyen los elementos claves de su labor educativa
en la diversidad cultural.
5.3
El trabajo educativo en el grupo infantil con niños inmigrantes y de
minorías étnicas.
Todas
las cuestiones teórico-metodológicas tratadas anteriormente
constituyen el basamento sobre el cual ha de organizarse el trabajo educativo
en el aula con los niños inmigrantes y de minorías étnicas,
y que es donde realmente se materializa la educación multicultural.
De nada sirve poseer una buena fundamentación teórica si después
no se sabe como llevar eso a la práctica pedagógica cotidiana,
que a su vez ha de apoyarse en dicha teoría para ser verdaderamente
eficaz en lograr la integración de los niños a la cultura del
nuevo país o región en que han de vivir.
El pluralismo
cultural tipifica el centro infantil y escolar de hoy día. Desde este
punto de vista, todos los niños son portadores de alguna diferencia
cultural de una forma u otra, y el pluralismo cultural significa aceptar la
existencia de las otras culturas sin juzgar el otro modo de vida utilizando
los criterios de la propia cultura.
Al concebir
el trabajo educativo en el aula multicultural se hace necesario primero identificar
los aspectos sobre los cuales hay que prestar mayor atención en la
organización de la labor pedagógica, por ser los más
relevantes y de significación más sustancial en el proceso pedagógico.
En primer
lugar, todo lo que tiene que ver con la comunicación verbal. Este es
quizás uno de los aspectos mas tratados dentro de la educación
multicultural, al grado tal que a veces se confunde esta con la educación
bilingüe. Aquí no solo hay que considerar la posibilidad de que
los niños que integran el grupo hablen idiomas diferentes, sino que,
incluso hablando una misma lengua, puedan existir conflictos y dificultades
por los diversos usos semánticos y gramaticales que la misma pueda
tener en los diferentes países y regiones, su entonación, los
diferentes modos de uso, etc. Por su importancia, le lenguaje oral en el aula
multicultural ha de ser tratado en un inciso posterior.
La comunicación
no verbal, referida a los gestos, acciones motrices y expresiones no orales,
también tienen una significación importante, y determinar comportamientos
en los niños que pueden ser diferentes en función de la procedencia
étnica y cultural. Una forma de saludar, una manera de agradecer, una
conducta gestual al responder al educador, entre otros, son elementos que
hay que valorar en la labor pedagógica, para que no constituyan condiciones
que actúen desfavorablemente en el mismo.
La utilización
del espacio y el tiempo pueden variar en las distintas culturas, que pueden
crear estereotipos de comportamiento en los niños, que pueden ser distintos
de unos a otros. Así, mientras que para algunos niños al dormir
la siesta en esterillas o colchonetas la posibilidad de un contacto físico
es natural, para otros puede no serlo, por haber sido enseñados a dormir
separados en catres o camitas, la no comprensión de esto puede acarrear
problemas en la realización de esta actividad. De igual manera la estructura
organizativa que se adopte en el aula: grandes espacios abiertos con poco
mobiliario, o espacios mas concentrados con mesas y sillas puede ser también
un ejemplo de lo anterior, y que puede hacer que unos niños acepten
mas o menos esta ubicación espacial.
Con la
organización del tiempo pasa lo mismo, mientras que para algunos niños
las tareas pedagógicas deben ser organizadas una tras otras, para otros
es posible la simultaneidad de varias, y esto puede haber sido asimilado por
los patrones culturales previamente conocidos en su centro anterior.
La formación
de valores es un aspecto de crucial importancia. Los niños han aprendido
sus valores de manera natural e inconsciente, como consecuencia de la asimilación
mediatizada de las creencias y costumbres en su medio social anterior, y que
pueden resultar muy diferentes de acuerdo con cada cultura de origen. La consideración
de este aspecto en la realización de las actividades pedagógicas
y las libres es muy importante, pues pueden afectar de manera considerable
la dinámica de las interrelaciones entre los niños.
Por último,
los estilos de aprendizaje y de asimilación cognoscitiva, es quizás
uno de los más difíciles de compaginar en el trabajo pedagógico
en el aula multicultural, pues los niños inmigrantes y de minorías
étnicas que llegan, pueden haber sido enseñados a aprender de
muy diversas maneras, y que a veces está muy relacionado con su propia
cultura, donde unas descansan mas en la visualidad, otras en la comunicación
oral, hasta algunas incluso que no poseen siquiera una lengua escrita. Esto
es típico en la escuela primaria, donde al maestro le pueden arribar
niños que en lugar de tener el patrón motor de leer de izquierda
a derecha, como sucede en nuestra cultura, lo hacen de derecha a izquierda
(como sucede en los países árabes), e incluso de arriba abajo,
como pasa en muchas culturas asiáticas.
Es decir,
que los aspectos referentes a la comunicación verbal y no verbal, el
tiempo y el espacio, los valores y los estilos de aprendizaje, son aspectos
muy importantes a los cuales hay que prestarles una atención particular
en el trabajo pedagógico en el aula multicultural, y que su no consideración
puede conducir al fracaso escolar o a la falta de integración del niño
a la cultura dominante.
Es por
eso que prestarle la debida atención al ambiente de aprendizaje para
que las acciones a realizar tengan éxito es crucial en la educación
multicultural. Tal ambiente de aprendizaje podría definirse como un
conjunto de acciones técnicas, materiales y organizativas que el educador
del grupo pluricultural realiza para que sus niños se sientan bien
en el aula y dispuestos a aprender, es decir, a actuar positivamente en su
proceso de integración. Entre estas acciones se encuentran:
Establecer
la significación del aula
Para el
niño inmigrante o de minoría étnica el aula no constituye
solamente un lugar donde se aprende, sino también donde se refleja
su dinámica y también su problemática cultural. Es por
ello que, además de la figura del educador, lo que el aula simboliza
tiene una importancia crucial en su proceso de integración.
El niño
inmigrante y de cultura minoritaria debe sentir su aula como si fuera su casa.
Es por eso que el educador al inicio de curso, y de cada jornada, ha de hablar
con sus niños respecto a la significación de su aula, como esta
es parte de todos, como es producto de todos.
La
decoración multicultural del aula
El aula
multicultural ha de ser un reflejo de todas las culturas que integran su alumnado,
sin que una prime sobre otra. El educador puede solicitar a los niños
que traigan de sus hogares aquellas cosas que consideran pudieran servir para
decorar el aula, y ubicarlas en pares, anaqueles y espacios, de modo tal que
puedan ser vistas por todos y cada uno de ellos: cuadros, tapices, banderas,
adornos diversos, alfombrillas, etc., pueden ser situadas en el aula de manera
estética. Es importante no olvidar las muestras de la cultura dominante,
pues el aula no es un muestrario internacional sino un espejo de las culturas.
Esto hace que cada niño se pueda sentir orgulloso de su cultura, y
de que esta comparte al mismo nivel de las demás.
Dentro
de esta expresión multicultural, cada niño inmigrante o de minorías
podrá traer sus propios objetos personales, los que podrá ubicar
sobre su mesa de trabajo o lugar asignado, al igual que el educador sobre
su mesa tiene artículos personales que le sirven para su labor. Esto
les imprime un sentido de pertenencia que colabora en mucho durante el proceso
de transición a la nueva cultura.
El
apoyo material para la labor docente del aula
Las familias
inmigrantes o de minorías suelen ser por lo general de escasos recursos,
pero aún así se debe crear en ellas el sentimiento de que su
ayuda es importante para la labor docente del aula. Solicitarles su cooperación
en libros, materiales para las actividades plásticas, objetos didácticos,
etc., apoya que sus niños sientan que en su casa se coopera con el
aula, y las interconecta. El sentido de esta acción es más simbólico
que material, y lo que procura es crear lazos de interrelación entre
el hogar de estos niños (generalmente muy cerrados a la acción
exterior) y el centro infantil.
Esto puede
a su vez apoyarse con las donaciones que el educador requise de las autoridades
y otros centros infantiles y escolares, los centros de trabajo y organizaciones
comunitarias, entre otros, de modo tal que el aula cuente con recursos para
la realización de sus tareas. Involucrar entonces a los niños
en la clasificación, distribución y uso de estos materiales,
es una acción que también sea de promover.
La
distribución del trabajo en el aula
El educador
multicultural requiere de gran tiempo para el diálogo con cada uno
de sus niños, pues la experiencia demuestra que aunque los procedimientos
metodológicos para la enseñanza de los niños inmigrantes
y de minorías son importantes, la clave para ayudar a cada niño
a tratar con su propia problemática, es penetrar su mundo interno,
su dinámica psicológica, que muchas veces bloquea el aprendizaje.
Para esto el educador necesita tiempo y oportunidad, para poder dialogar diariamente
con cada uno de sus niños
Una manera
de poder hacerlo es distribuyendo el trabajo entre los niños del grupo,
preparando actividades productivas tranquilas en las que pudieran trabajar
de manera individual o en parejas sin la participación directa del
educador. Para esto puede apoyarse en aquellos niños mayores que puedan
"orientar" a los más pequeños en tales actividades,
lo que le deja tiempo "libre" para poder conversar con cada uno
de sus niños al menos unos minutos.
La
promoción de amistad entre los niños del aula
Los niños
inmigrantes y de minorías con frecuencia reflejan que su único
amigo en el aula es el educador. Sin embargo, a los fines de su aculturación
es importante el establecimiento de relaciones de amistad entre los propios
niños, pues estas no sólo palian los sentimientos de aislamiento,
sino que estimulan el aprendizaje. Por otra parte, como norma, el educador
suele permanecer siempre en un año de vida, mientras que los niños
se trasladan juntos a los años superiores, por lo que promover relaciones
amistosas duraderas es algo a tomar en cuenta en el trabajo con la diversidad
cultural.
Esta no
es una labor fácil para el educador del aula multicultural, pues hacer
amigos en un grupo diverso culturalmente puede ser a veces algo difícil
por las diferencias culturales. En este sentido, el juego es un medio fundamental
para la interrelación entre los niños y la formación
de lazos de amistad, lo cual el educador puede reforzar con actividades en
parejas o tríos, para estrechar los lazos en aquellos niños
que observa se relacionan mas entre sí en el grupo.
En este
sentido el educador ha de guiarlos y proveerles de tiempo para que los niños
formen amistad entre sí, hablándoles también de las condiciones
y características en las que se basa una buena mistad.
La
correcta distribución de actividades y espacios
El ambiente
de aprendizaje depende mucho de cómo se organizan las actividades,
y en este caso la distribución del tiempo que se dedique a cada una
de ellas, su relación con las particularidades de la actividad nerviosa
superior de la edad, y la combinación de acciones para aprender y de
acciones para jugar y solazarse es muy importante en los niños inmigrantes
y de minorías étnicas.
Los niños
han de tener tiempo no solamente para una situación de aprendizaje
orientada por el educador, sino también para hacer lo que desean por
propia iniciativa, y esto hay que organizarlo en el horario. A su vez, han
de tener asequibles algunos espacios en los que si lo desean puedan estar
solos o realizando una actividad individual.
En estos
niños que inmigran y de minorías culturales se señaló
que una de sus características psicológicas es la presencia
de un agotamiento físico y psíquico, que hace que a veces parezcan
indolentes, esto es realmente producto del estrés a que se ven sometidos.
Para evitar una sobrecarga adicional se ha de respetar escrupulosamente en
estos niños el tiempo promedio por unidad de estimulación, es
decir, la longitud temporal de las actividades pedagógicas de acuerdo
con la edad, lo cual puede consultarse en "Cerebro, actividad nerviosa
superior y los programas de educación" en la Biblioweb de la Asociación
Mundial de Educadores Infantiles.
Una vez
valorados estos aspectos del ambiente de aprendizaje el educador ha de integrar
los rasgos culturales específicos de cada niño con los objetivos
del trabajo pedagógico en el aula, esto requiere que considere la relevancia
que los factores culturales tienen en el rendimiento personal y escolar de
sus educandos, y saber correlacionar estos con los propósitos del trabajo
educativo. La integración de estos aspectos culturales diferenciados
en la actividad pedagógica cotidiana del aula requiere:
Combinar
las particularidades individuales de cada niño con la experiencia
grupal, para que la enseñanza tenga un significado concreto y ajustado
a la vida real.
Hacer
ver a los niños que todos son diferentes y a la vez semejantes,
por lo que es posible encontrar vías de solución de cualquier
problema que se presente.
Proveer
y promover sistemas de comunicación y habilidades, que permitan
el intercambio y las interrelaciones de todos los niños entre sí.
Hacer
comprender a los niños que las diferencias entre ellos están
dadas por los lugares en que se formaron, que las mismas han de ser respetadas
y toleradas, evitando el desarrollo de estereotipos étnicos y culturales.
Crear
situaciones y actividades en que los niños tengan que relacionarse
de manera efectiva, en un clima de aceptación mutua.
Hacer
que los niños comparen sus propias asunciones culturales, y contrastarlas
con la de los otros contextos.
Posibilitarles
que conozcan sus características físicas y las de los demás,
y a la vez de sus diferencias (en cuanto al sexo, tipo de pelo, color
de la piel, estatura, complexión, etc.).
Iniciar
el conocimiento e interés por los sentimientos propios y de los
demás, así como de los gustos y preferencias de todos.
Hablarle
a los niños de porqué se da la discriminación étnica
y cultural, y como prevenir que suceda.
La
manera en que esto se expresa en el trabajo pedagógico va a depender
de variados factores: la edad de los niños, la proporción
de niños de la cultura dominante y de las otras culturas, las historias
personales de cada uno, la flexibilidad del currículo para ser
adaptado a las particularidades del aula, la experiencia y actitudes del
educador hacia la multiculturalidad, entre otros muchos.
En el
caso del aula multicultural de la primera infancia el juego y las actividades
productivas (dibujo, modelado, pintura, etc.) pueden ser utilizados ampliamente
para estos objetivos, y no por el hecho de ser niños pequeños
considerar que en esta edad es irrelevante tomar en cuenta estos aspectos,
al contrario, se sabe que la formación de valores y el establecimiento
de los prejuicios se inicia y se conforman básicamente en estos primeros
años, y que son definitorios para su consolidación posterior.
Por su importancia, al igual que sucede con lo referente al lenguaje, se ampliará
en este aspecto en el inciso siguiente.
Para el
trabajo pedagógico es importante el equilibrio entre las diferentes
culturas, y el nivel de conocimiento que tenga el grupo de niños. De
ser posible, porque el centro infantil tenga la posibilidad de distribuir
por grupos a sus educandos, ha de tratarse de que la proporción de
niños de la cultura dominante sea semejante a la de los niños
inmigrantes y de minorías étnicas, esto facilita que la cultura
que es predominante no imponga sus reglas y normas a las demás, pero
lo más común es que la distribución étnica y cultural
quede un poco al azar y, por lo tanto, aunque lo ideal sería poder
compensar las diferencias, la ausencia de equilibrio cultural no puede ser
argumentada como un factor que explique las deficiencias del trabajo pedagógico
multicultural.
El nivel
de conocimiento si puede ser un factor que conspire contra la unidad del trabajo
pedagógico, es decir, las famosas "lagunas" de la escolarización
de los niños inmigrantes y de minorías étnicas pueden
significar dificultades para el trabajo con el grupo. Si bien esto es más
relevante en la educación básica, no por ello deja de serlo
en la educación multicultural en la primera infancia, en la que una
habilidad no lograda por un niño o niños, puede afectar el desenvolvimiento
de una actividad pedagógica. Así, si un niño inmigrante
no sabe recortar o rasgar porque nunca tuvo oportunidad de que se le enseñara,
si se le incorpora a una actividad pedagógica con otros niños
que sí dominan esta habilidad, puede ser rechazado o sometido a burla
por los demás, y esto acrecentar su cuadro de retraimiento y no participación,
además de reforzar los estereotipos culturales y étnicos.
Esto se
relaciona estrechamente con el tipo de estructura organizativa a adoptar en
el aula multicultural. Si se acepta que el aula de la diversidad cultural
exige un cambio en los métodos de enseñanza y los procedimientos
metodológicos, y en general en todas las estrategias de actuación
que se realizan con los niños, es obvio que el aula ha de estructurarse
en función de las características de este grupo infantil.
¿Cómo
ha de ser esta estructura organizativa?¿Competitiva, cooperativa, o
individualista?¿Cómo valorarla en la educación multicultural
en la primera infancia?
Partiendo
de la clasificación de Ames una estructura siempre responde a un determinado
tipo de objetivos, de educación y sociales, y que deben asumirse de
acuerdo con las características de su alumnado, en este caso un alumnado
pluricultural.
En la
estructura competitiva lo que un niño puede alcanzar como objetivo
concreto de aprendizaje está relacionado con la forma en que el resto
de los niños logre ese mismo objetivo, hay una constrastación
para determinar quien lo hace mejor, o quienes lo alcanzan de mejor manera,
y quienes no. En la estructura cooperativa todos los niños trabajan
para alcanzar un objetivo que es común, los logros individuales se
valoran dentro de la tarea que es colectiva. En oposición a las otras
dos la estructura individualista plantea que cada niño trabaja para
la obtención de objetivos independientes.
Si bien
es cierto que no hay "modelos puros", la estructura organizativa
que mejor se aviene a la multiculturalidad es definidamente la cooperativa.
En los métodos de aprendizaje cooperativos los propios niños
brindan ayuda a aquellos que aún no alcanzan los logros, lo cual eleva
las posibilidades de aceptación de los que pertenecen a las minorías
étnicas, culturales, sociales o lingüísticas, lo que conlleva,
según investigaciones realizadas, a que los niveles de competencia
y de adquisición de los conocimientos sean superiores.
Así,
los niños inmigrantes o de minorías que acceden al grupo y tienen
dificultades con la lengua dominante, o cuyo nivel de aprendizaje están
por debajo del promedio del grupo, suelen aislarse y no participar de las
actividades del aula, lo cual lleva aparejado trabas en su integración,
con su consecuente minusvaloración por parte de los demás. La
incorporación al trabajo colectivo grupal los puede ayudar extraordinariamente,
y hacer visibles a los otros niños sus logros, y como pueden aportar
estos niños inmigrantes y de minorías a todo el trabajo del
grupo, lo cual ha de acompañarse a su vez con la comprensión
por los mismos niños de sus avances.
Para esto
se hace necesario crear espacios múltiples y diversos que permitan
a cada niño mostrar diferentes habilidades y contribuir a la realización
de las tareas propuestas. Al posibilitar el desarrollo de las habilidades
de cada niño del grupo dentro de estrategias actuación cooperativa,
se logra una cohesión del grupo, en el que cada cual contribuye a partir
de sus destrezas particulares, y se propicia un alto nivel de interacción
entre todos.
Esto no
quiere decir que todo el aprendizaje se realice de forma grupal, ya antes
se habló de la posibilidad de hacer actividades solos, o en grupos
pequeños por parejas o tríos, también hay que atender
a las diferencias individuales, pero la estructura cooperativa de aprendizaje
debe caracterizar al aula multicultural.
Así,
en un grupo pluricultural de la primera infancia, en lugar el educador de
realizar actividades pedagógicas en las que cada niño hace su
labor particular, por ejemplo, de dibujo, de modelado, de recortado o rasgado
(y obtiene así un resultado individualista o competitivo), propone
hacer los preparativos para una fiesta y en los que cada niño ha de
tener responsabilidades en la confección de determinadas cosas y para
lo cual tienen que dibujar, recortar, pegar, etc., esto hace que la tarea
se vuelva colectiva y que todos cooperen entre sí para alcanzar los
logros que se proponen de conjunto: el niño que sabe dibujar ayudará
entonces al que tiene dificultades para hacerlo, el que no sabe rasgar se
esforzará en hacerlo bien para que los demás estén satisfechos
de él, una misma obra podrá ser realizada por varios (uno la
recorta, el otro la pega, aquel la dibuja y decora), etc. Esto a su vez fortalece
las interrelaciones, la aceptación mutua y la formación de valores
respecto a la ayuda mutua.
Aunque
a la estructura organizativa cooperativa se le han situado algunas críticas,
tales como la dificultad de evaluar a cada niño en particular, y de
si los niños más desarrollados pueden "atrasarse"
por la ayuda que brindan a los menos "aptos", o en realidad realizar
ellos todo el trabajo del grupo, lo cierto es que la habilidad del educador
para saber orientar y diferenciar en este proceso, tiene que ver mucho con
los resultados del grupo y de cada niño en particular, para lo cual
ha de aplicar diversos procedimientos metodológicos en los que se refuerce:
La
labor de cada niño está relacionada con la de los otros,
por tanto, los logros de un niño son los logros de todo el grupo.
Todas
las actividades y sus objetivos se organizan de manera tal que contribuyan
al desarrollo de las habilidades y capacidades particulares de cada niño.
El
logro del grupo se contrasta con sus resultados anteriores como grupo.
Esta organización
cooperativa del trabajo pedagógico con los niños no es fácil
de llevar a cabo, pero definidamente incide de forma muy favorable en aquellos
grupos en los que existe una gran diversidad cultural, al promover el contacto,
la ayuda, la colaboración y la aceptación de todos los
niños del grupo en la tarea común.
5.4
La planificación del trabajo educativo.
La planificación
del trabajo educativo con los niños inmigrantes y de las minorías
étnicas y culturales tiene tres direcciones fundamentales:
A)
Psicológica
B)
Cultural
C)
Pedagógica
Los aspectos
psicológicos y culturales constituyen la base de toda la acción
pedagógica, puesto que el niño que inmigra está sometido
a un estrés de tipo psicológico y a un choque cultural, que
de no ser apropiadamente atendidos, impiden su integración a la cultura
dominante, colaboran a su desajuste emocional, y, consecuente, conducen a
su fracaso escolar. Estos aspectos apuntan y aclaran la vía para la
intervención pedagógica y el rendimiento escolar de cada niño
inmigrante o de minoría étnica y cultural.
Si el
niño inmigrante o de minoría cultural puede sobrepasar la carga
psicológica de aceptar la nueva cultura sin rechazar o negar su cultura
original, si a su vez puede liberarse de sus emociones negativas de soledad,
aislamiento, miedo al ridículo, desesperanza y ansiedad, se vuelve
entonces relativamente fácil llegar a él y enseñarle.
Estas trabas emocionales pueden ser tratadas mediante una acción psicológica,
cultural y pedagógica, y las problemáticas del proceso de enseñanza
ceden en importancia una vez que el niño ya está realmente preparado
para el aprendizaje.
En este
sentido es significativo considerar no sólo como responde a la acción
educativa en el centro infantil o escolar y su estudio descriptivo, sino que
sucede en estos niños durante el período de inserción
en la nueva cultura y las consecuencias para su desarrollo.
Por lo
tanto, la planificación del trabajo educativo no puede concretarse
al proceso pedagógico, a la realización del proceso de enseñanza
y aprendizaje, sino que implica mucho mas: conocer el mundo interno del niño,
valorar sus temores y sentimientos de desarraigo, conocer sus deficiencias
y eficiencias culturales, prever las condiciones de su historia personal (que
puede ser muy traumática), para a partir de este fundamento, dirigir
entonces el proceso de equilibración psicológica, la integración
a la nueva cultura, y su escolarización, condiciones todas ellas que
resultan indispensables para su inserción satisfactoria en la nueva
sociedad en la que ha de vivir. Es fácil enseñar cuando solamente
se siguen los procedimientos pedagógicos prescritos y no se penetra
en el mundo interior del niño, pero esto no es lo mejor para la educación
del niño inmigrante o de cultura minoritaria.
Estas
tres direcciones no son mutuamente excluyentes ni pueden valorarse aisladas
unas de otras. En este sentido el trabajo educativo con los niños inmigrantes
y de minorías no puede concebirse en que primero se actúe en
la condición psicológica, luego se atienda lo referente a la
inserción en la nueva cultura, y finalmente se proceda a la acción
pedagógica. Esto es una falsa tricotomía que solo puede conducir
a errores y fracasos en la educación de esta diversidad cultural, la
cual ha de concebir el trabajo educativo realizándose simultáneamente
en las tres direcciones. Cuando estos tres aspectos se equilibran, el niño
se siente atendido y considerado en su aula multicultural.
En verdad
el educador de la diversidad cultural, además de pedagogo, tiene que
ser un poco psicólogo, un poco sociólogo, un poco trabajador
social, un poco de todo, pues es bastante ilusorio que pueda contar con la
ayuda sistemática y permanente de estos especialistas para la atención
de los niños en su grupo multicultural. Ello implica dos cosas muy
importantes:
1.
Tener los conocimientos suficientes de todas estas áreas para poder
realizar las acciones específicas en cada una de ellas.
2.
Tener una actitud favorable al trabajo con la diversidad cultural, que
es muchas veces bien difícil, mal remunerado, y con frecuencia
bastante incomprendido o minusvalorado.
Poder
trabajar de manera integral con el niño inmigrante o de cultura minoritaria
es un reto que hay que saber como organizar en el trabajo educativo, puesto
que la excesiva atención a los aspectos psicológicos y culturales
puede llevar a no prestarle la debida importancia a los pedagógicos,
al igual que solamente brindarle consideración a estos últimos
puede hacer olvidar que estos niños sufren un proceso que puede incluso
dañar el sano desarrollo de su personalidad. Por lo tanto, hay que
encontrar el balance adecuado entre las acciones a llevar a cabo en estas
tres direcciones del trabajo educativo.
Así
al cuestionarse el educador sobre el niño inmigrante o de minoría
étnica que tiene ante sí pueden surgirle inquietudes sobre como
piensa el niño respecto a su país, como se siente acerca de
haber abandonado su lugar de origen o región, que podría hacerse
para mantener su lengua nativa, como se siente respecto a su centro infantil
o escolar, cual su historia escolar, porque su familia abandonó su
tierra natal, que amigos tuvo en su lugar de origen o tiene en la actualidad,
cuestiones todas que tienen que ver con las tres direcciones del trabajo educativo,
y a las cuales hay que darles respuestas y encauzarlas apropiadamente en pos
del objetivo primario del educador multicultural: la integración satisfactoria
del niño a la nueva cultura. Como se ha de realizar esta integración,
si la misma ha de significar su asimilación o su aculturación,
si en el proceso ha de perder su propia cultura para ser absorbido dentro
de la otra, o podrá mantener su propia identidad cultural y una incorporación
aceptable en la cultura dominante, son cuestiones discutidas ya previamente
en este material, ahora corresponde al como hacer estas cosas dentro de la
dinámica del aula, dentro de la práctica cotidiana del centro
infantil.
Para esto
el educador se plantea dos preguntas fundamentales:
¿Se
deben utilizar un acercamiento y metodologías diferentes para
la educación multicultural?
¿O
deben utilizarse los mismos procedimientos y metodologías pero
con un propósito distinto?
Dar respuesta
inmediata a estas preguntas no es fácil, y en realidad la mejor respuesta
sería decir "ambas cosas", puesto que en ocasiones hay que
hacer acciones que no están concebidas en el currículo, y en
otras aplicarlas de forma distinta a partir del mismo. Lo cierto es que cuando
un niño inmigrante abandona el país que fue su hogar (su lengua
materna, su cultura, su comunidad y sistema social), o el de cultura minoritaria
la región que fue su cuna, experimenta una enorme variedad de ajustes
emocionales y cognitivos a la realidad de la vida en el nuevo país,
esto como se vio en una unidad anterior, es extremadamente difícil
para el niño y puede acarrearle serios problemas de adaptación.
Esto puede llevar aparejado el miedo a nunca poder comprender la lengua del
nuevo lugar, o el de comunicarse en cualquier lengua, lo que obviamente conduce
al fracaso escolar y la no integración, incluso de manera propositiva
por el niño, en particular el más pequeño de la primera
infancia, que puede cerrarse a la comunicación y a hacer las actividades,
como mecanismo psicopatológico de recuperar lo perdido.
Es por
eso que el educador del aula multicultural tiene que personalizar su proceso
de enseñanza y apartarse del modelo habitual de educación, lo
que puede conllevar inclusive a considerar las propias ideas de los niños
de cómo organizar el trabajo educativo en el aula, y a combinar los
métodos pedagógicos con la exploración de los sentimientos.
Y a valorar las diferencias culturales, los signos de pérdida de lo
familiar, y el proceso fragmentado de escolarización experimentados
por muchos de estos niños debido al tránsito y a la relocalización.
En la
aproximación psicológica a la planificación del trabajo
educativo con estos niños es necesario recordar que muchos de ellos
se refugian en el silencio y se cierran a toda comunicación con los
demás, al percatarse de que el nuevo centro tiene una cultura diferente
a su anterior y donde su inhabilidad para comunicarse con sus coetáneos
está causada por esta diferencia lingüística o cultural.
Por lo tanto, una acción psicológica principal relacionada con
este silencio es ayudar al niño a encontrar vías para comunicarse,
verbalmente, no verbalmente, mediante el arte. Esto no es fácil de
lograr, y un poco mas adelante, al analizar la problemática del lenguaje
se tratarán de exponer algunos procedimientos para alcanzar este objetivo.
La experiencia
multicultural revela que la respuesta y comportamiento del niño que
inmigra en el aula y el área exterior resulta de una compleja interacción
entre su basamento cultural, su naturaleza individual, y el tiempo que el
niño lleva en el país receptor. En este sentido se dá
una paradoja: entre más tiempo lleva el niño en el país
sin que se haya resuelto su problemática psicológica, peor es
el pronóstico de su recuperación, cuando aparentemente el mayor
tiempo parecería podría aportar mas recursos psicológicos.
Esto está dado porque los elementos situacionales que provocaron su
primera reacción de adaptación, al no resolverse se consolidan
y refuerzan, y se transforman en una alteración de conducta. Por eso
es tan importante que el niño inmigrante o de la minoría étnica
no deambule de localidad en localidad sin incorporarse a un medio, como el
centro infantil, que trabaje desde temprano en su proceso de transición
a la nueva cultura, hasta lograr su integración.
Lo cierto
es que el niño inmigrante no se ha de realmente beneficiar de un diálogo
con la nueva realidad mientras que no tenga la oportunidad de expresar (y
quizás resolver) la intrincada complejidad de su mundo interno. Esto
tiene que hacerse posible de alguna manera, y no solamente utilizando las
vías del lenguaje oral.
C. Igoa
refleja que un método muy eficaz para llegar a que el niño inmigrante
revele su mundo interior es mediante el dibujo y la creación de historias
a partir de estos dibujos.
Para muchos
niños en situación de inmigración, que tienen serias
dificultades no solo psicológicas para comunicarse, sino también
cognitivas por no dominar la nueva lengua, el proceso de dibujo e ilustración
se convierte en un medio de comunicación y de autoexpresión.
La técnica implica el sugerir que mediante dibujos el niño refleje
lo que quiera de sí, organizando la serie de dibujos de forma tal que
se cree un argumento. Luego el educador visualiza de conjunto con el niño
la trama que este ha organizado, para luego podérsela mostrar también
a un amigo, y poco a poco a toda el grupo infantil.
Igoa sugiere
que incluso los dibujos pueden relacionarse con música de fondo y efectos
de sonido, prácticamente formando un "filme" hecho en láminas
por el niño. Su experiencia le ha demostrado que poco a poco los niños
siguiendo este filme "rompen" su fase de silencio y comienzan a
comunicarse con los demás.
Por otra
parte, el contenido de la historia planteada en la serie de dibujos constituye
una manera psicológica de expresar los sentimientos, las actitudes,
los temores del niño, funcionando como una técnica proyectiva
de su mundo interno, esto es aprovechable por el educador para determinar
las subsecuentes acciones psicológicas a seguir con el mismo.
Entre
las acciones psicológicas a llevar a cabo para proveer a los niños
que inmigran y de minorías de un aula que les funcione como refugio
emocional y no como campo de enfrentamiento con la nueva cultura se sugieren:
Establecer
un ambiente hogareño en el aula multicultural, eliminando la
estructura rígida e inflexible de acomodamiento de muebles, enseres,
etc.
Posibilitar
que en el aula haya espacios donde los niños puedan guardar sus
objetos preciados.
Detectar
los lugares del aula donde cada niño se siente confortable, y
hacerles posible permanecer en el mismo.
Utilizar
el relato y los temas de héroes con los cuales los niños
puedan identificarse.
Utilizar
dibujos, ilustraciones y fotos para hacer series dramatizadas y filmes.
Enseñarles a hacer estos filmes y luego permitirles hacerlos
solos.
Extraer
el mundo interior de estos niños mediante estas historias creadas
con los dibujos, propiciando su compartición poco a poco con
los demás niños.
Valorar
los productos de su actividad desde los logros y no de las deficiencias.
Darle
a los niños materiales que los hagan esforzarse, sin acelerar
el proceso, pero ayudando a cada niño a alcanzar su potencial.
Estimular
a los niños a competir consigo mismos, y no entre sí,
recordando que eventualmente el niño al final de su transición
se habrá de integrar a la cultura dominante.
Reconocer
cada niño en particular, como niño en un proceso de transición,
con una personalidad única y propia historia cultural.
Convertirse
en un aliado del niño, pero no permitir que le pase por encima
al educador.
Respetar
siempre sus criterios, y aprobar sus decisiones cuando están
resultan apropiadas.
Darle
a los niños un sentimiento de afecto, seguridad y de aceptación,
comprensión de sentimientos que es básica para desbloquear
sus energías psíquicas.
Proporcionarle
mucha atención, pero sin excluir a los demás.
Respetar
su falta de ánimo y de cansancio, siempre y cuando no estén
tomando "ventajas" de su fatiga.
Estimular
a los niños a que expresen libremente sus sentimientos, señalándoles
las diferencias que existen entre una conversación cotidiana
habitual y la expresión oral de lo que sienten por dentro.
Encontrar
vías para enseñar a los niños "que ellos pueden",
dándole cosas que puedan hacer y no aquellas que no pueden, pero
a la vez darles materiales que les signifiquen un reto.
Tratar
de investigar cada situación de su comportamiento tan claro como
sea posible.
Estas
acciones psicológicas descansan en la posibilidad de poder contactar
con el mundo interior del niño inmigrante o de minoría étnica,
y en este sentido la conversación constituye un procedimiento importante
para penetrar en esa dinámica interna.
Por supuesto
que esta no es una simple conversación social, pues persigue propósitos
bien definidos por el educador, en los que los participantes de la misma (el
niño y su educador) se involucran como colaboradores en el análisis
de este mundo interno, y en la que se han de posibilitar reflexiones críticas
de sus propias experiencias y vivencias. En este tipo particular de conversación
el educador pretende que el niño llegue a valorar con su ayuda los
dos aspectos de una conducta, de un sentimiento, de un pensamiento, y en este
proceso de comunicación se va poco a poco desbloqueando los factores
internos que impiden al niño inmigrante expresar su dinámica
emocional. Es bien conocido que los niños inmigrantes y de minorías
culturales "se cierran" a su mundo interior, y que es muy difícil
que expresen lo que sienten, pues siempre se parte del hecho de que creen
que no saben hacer nada, no lo comprenden o ellos no saben hacerse entender.
Este tipo
de conversación, al que C. Igoa denomina "intervención
dialógica", le hace ver al niño que todo tiene opuestos,
y que cualquier aspecto negativo de una situación, tiene uno positivo
que espera ser mostrado. Así, si el niño dice "Todo el
que pasa por mi lado se burla", el educador le contesta "Pero aquel
niño pasó y no se burló"; "No me entienden
cuando hablo" tiene su respuesta "Pero yo te estoy entendiendo";
"No sé dibujar" conlleva "Mas hoy dibujaste una escena",
todo esto incluso puede ser reforzado por los propios niños entre sí
"Mi dibujo está feo", al que otro contesta "Pero a mí
me gusta, está bonito".
Este diálogo
especial, que va mostrándole al niño inmigrante o de minorías
que sus sentimientos de autominusvalía tienen una contrapartida, ha
de ser utilizado en la conversación particular diaria del educador
con cada niño, con lo que lentamente se va posibilitando la propia
aceptación de sus aparentes limitaciones, le va mostrando sus posibilidades,
y consecuentemente, va poco a poco desbloqueando y dando acceso a su problemática
emocional.
De igual
manera, cuando el educador comprende las causas de esta problemática
emocional particular y llega a conocer la razón de su silencio y de
su dinámica psicológica, puede entonces reconocer que tipo de
apoyo necesita el niño para emerger de ese silencio y desbloquearse,
guiando al niño a transformar sus emociones negativas en positivas.
La aproximación
cultural constituye la otra dirección de la planificación del
trabajo educativo con los niños de la diversidad cultural.
El choque
cultural constituye una de las problemáticas mas severas que sucede
en el niño que inmigra o de aquel que se incorpora procedente de otra
región. Esto se va a expresar en tres situaciones fundamentales que
han sido previamente mencionadas:
a)
La exigencia de la asimilación, es decir, integrarse a la nueva cultura
eliminando todo lo que poseía de su cultura anterior. Aquí
se dá una anulación de todas las creencias, valores, modos
de vida, etc., previos.
b)
La integración a la corriente dominante de la nueva cultura, subordinando
la propia en todo aquello que entre en contradicción, y dejando supervivir
solo lo que es aceptado por el "mainstream".
c)
La integración a la nueva cultura, manteniendo la propia autenticidad
y conexión con su anterior cultura, y sin descartar creencias y valores
significativos anteriores.
E incluso
una cuarta posibilidad: Integrar ambas culturas en una única cultura
que tome lo mejor de cada una de ellas (lo cual constituye un sueño
de la educación intercultural).
La realidad
es que el niño inmigrante o de minoría cultural se enfrenta
a una de las tres posibilidades primeras, y esto siempre significa un choque
cultural, mas o menos intenso y dramático en la medida en que se ve
inmerso en un medio social que le exige una de esas tres posibilidades.
Es natural
que el niño que inmigra sienta una desorientación cultural cuando
se le desenraíza de su país o región y se le trae a un
medio diferente, que puede llegar incluso, por las situaciones de frustración
recibidas, según Milner, a desarrollar una tendencia a devaluar su
propio grupo étnico y procedencia cultural, lo cual tiene repercusiones
muy negativas en el sano desarrollo de su personalidad.
La transferencia
cultural no es un simple intercambio de objetos y cosas externas (aunque muchos
educadores creen que es así), y gran parte de las sociedades industrializadas
actuales (a las que acuden la mayoría de los niños inmigrantes)
piensan también así, por lo que no intentan integrarlos, sino
pretenden asimilarlos al sistema social y educacional, sin tomar en consideración
su "background" cultural anterior, lo cual se refleja en su política
educacional y en la orientación del proceso educativo, así como
en la estructura y organización escolar.
El educador
del aula multicultural tiene, por tanto, también que trabajar en este
aspecto, y planificar su trabajo educativo de modo que colabore a la sana
transición a la cultura dominante a la cual el niño está
obligado a integrarse.
Entre
las acciones en el plano cultural que el educador ha de planificar para los
niños inmigrantes y de minorías étnicas están:
Realizar
actividades en las que se estimule la diversidad cultural presente en
el aula.
Trabajar
individualmente con cada niño, de ser posible diariamente, para
mantener su identidad cultural y monitorear su progreso.
Estimular
el nombre nativo u original del niño, así como su idioma.
Hacer
reconocer quienes son estos niños, que tienen una historia personal
y una cultura propias.
Promover
actividades, uso de libros y láminas, videos, y otras diversas
fuentes para el aprendizaje de las culturas de estos niños.
Hacer
que los niños hablen de su propia cultura, música, e historia,
y ayudarles a mostrar los aspectos positivos de dicha cultura.
Enseñarles
a estos niños como participar en el nuevo grupo social sin perder
valores culturales importantes.
Trasladar
del aula al entorno inmediato del centro infantil la identificación
y aceptación de las distintas culturas del grupo, desarrollando
el respeto mutuo y la acogida de las diferencias.
Permitirle
a los niños su atuendo natal al aula, que la usen cuando lo deseen.
Darles tiempo para que se acostumbren a hacerlo, que no sientan pena,
y les sea natural usar su ropa tradicional, pues estos vestuarios son
símbolos de sus orígenes.
Emplear
diversas técnicas con los niños para la continuidad cultural:
reportes y cuentos del lugar de origen, hacer dramatizaciones culturales,
desarrollar rituales culturales, hacer un mural con trabajos realizados
por los niños, entre otros.
En la
aproximación pedagógica es donde se materializa el trabajo educativo
con los niños inmigrantes y de minorías culturales, a partir
de la consolidación de la acción psicológica y cultural
que se realiza con estos niños. Exige, por lo tanto, una concienzuda
planificación para que se consigan los objetivos que se plantea la
educación en el aula multicultural.
La planificación
del trabajo educativo ha de tomar en consideración que la gran mayoría
de los niños inmigrantes y de minorías tienen en común
el hecho del desarraigo cultural y el drama psicológico que se deriva
de su situación de cambio de culturas, algunos con un silencio total
y falta de comunicación, casi todos con una escolarización fragmentada,
pero a los que, sin embargo, se ha de educar y posibilitar integrarse a la
cultura del nuevo grupo social. Esta es una tarea que hay que tener bien definida:
No se trata de "ayudar" con espíritu de buen samaritano a
los niños inmigrantes y de minorías étnicas a pasar del
modo mas humano posible a través del centro infantil o escolar porque
esto constituye un deber del sistema educacional, se trata de materializar
su derecho a ser educados, tal como reza en la Declaración de los Derechos
del Niño, previamente estudiada.
Estas
acciones pedagógicas pueden estar contempladas en el currículo,
o pueden trabajarse a la par con los programas educativos existentes, en cualquier
forma, han de planificarse de acuerdo con una dirección claramente
concebida, a partir del conocimiento y la aceptación de estos niños,
y el deseo de realizar una labor educativa compleja y problemática
como es la educación de la diversidad cultural, en un medio emocional
y culturalmente favorable que posibilite la habilidad más importante
que un niño puede alcanzar en su "autoempoderamiento": el
desarrollo de su escolarización.
Por supuesto
que cuando hablamos de escolarización se hace en el sentido más
amplio de la palabra, no haciendo referencia exclusivamente al proceso de
enseñanza o instrucción, sino al proceso de educación,
que implica la formación de las cualidades de la personalidad. De igual
manera ha de sobreentenderse que escolarización en la etapa de la educación
infantil significa alcanzar los logros del desarrollo correspondientes a cada
nivel evolutivo de su formación.
Para concebir
como planificar la intervención pedagógica, lo primero que tiene
que hacer el educador es plantearse una serie de preguntas a las que debe
dar respuesta para poder entonces planear que puede hacer. Entre las mismas
están:
¿Qué
experiencia individual tienen los niños de un centro infantil o
escolar anterior antes de abandonar su país o región?
¿Tuvieron una escolarización fragmentada?
¿Existía antes una clara comunicación entre el antiguo
centro infantil y los padres?
¿Tienen los niños un desarrollo acorde con su edad?
¿En que medida son dependientes del educador?
¿Aprendieron la lengua de la cultura dominante antes, o lo hicieron
después de haber llegado al país receptor?
¿Hasta donde aprendieron en su lengua original y que han aprendido
con la nueva lengua?
¿Han tenido experiencias en otro centro infantil en esta cultura
antes de estar en el actual?
¿Qué particularidades tiene la familia de cada niño?
Como estas
el educador puede hacerse decenas de interrogaciones, algunas de las cuales
serán más difíciles que otras de darle una contestación.
Ello indica y obliga como primer paso de la planificación del trabajo
educativo con estos niños el hacer un diagnóstico de cada uno
de ellos.
El diagnóstico
de los niños inmigrantes y de minorías étnicas y culturales
es bien complicado, porque no solo tiene que ver con los aspectos de su experiencia
escolar, sino también con las particularidades de su desarrollo psicológico
y su procedencia cultural, datos que a veces no son fáciles de obtener
de estos niños. Independientemente de ello el educador del aula multicultural
está forzado a hacer este diagnóstico, con el fin de conocer
a cada uno de sus niños, poder valorar el diagnóstico general
del grupo, y sobre su base diseñar la planificación de su labor
pedagógica.
Una vez
realizado este diagnóstico individual y grupal, se impone entonces
la atención particular que se ha de planificar con cada niño,
con cada subgrupo cultural (de haber varios niños de una misma procedencia)
y del grupo en su totalidad.
De este
análisis puede detectar una serie de dificultades que están
generalmente presentes en el grupo multicultural. Entre ellas están:
La fragmentación
del proceso de escolarización de los niños del grupo es una
primera dificultad, y cuyos datos son a veces harto difíciles de obtener.
La falta de una información previa, la pérdida de papeles y
documentos, el desconocimiento de los educadores anteriores, la información
incompleta por parte de los padres, las dificultades de la comunicación
en la lengua dominante, los cambios de localidad, son factores que inciden
en que el educador tenga dificultades para diagnosticar la fragmentación
educacional de sus niños y del grupo, base sobre la cual podría
concebir como planificar la equivalenciación del aprendizaje de su
grupo de educandos.
La movilidad
frecuente de estos niños, es otro factor adverso, no sólo de
un país a otro, no solo de una región a otra, sino dentro del
mismo país o región, y a veces, de un centro infantil a otro,
pues no es infrecuente que este tipo de familias cambien de comunidad por
las continuas relocalizaciones a las que a veces se ven sometidas. El cambio
de localidades a veces lleva consigo el cambio de tipos de centro infantil,
y hay niños inmigrantes que pasan de un aula multicultural, a un centro
infantil de la cultura dominante (del "maistream"), a un aula protegida,
con su consecuente choque emocional y cultural.
La incomprensión
de la multiculturalidad en la experiencia escolar previa del niño,
la cual puede haber causado traumas y rechazo del niño hacia el proceso
pedagógico por ineficiencias de sus educadores anteriores que, por
desconocer los condicionantes psicológicos y culturales de estos niños,
pueden haber aplicado métodos desacertados en su enseñanza,
o simplemente haberlos dejado sin ningún tipo de atención pedagógica
mientras estuvieron en aquel grupo.
Resolver,
o tratar de resolver estas dificultades iniciales es parte de la labor inicial
del educador del grupo multicultural.
Al planificar
el trabajo educativo en el aula multicultural se hace indispensable atender
a cuestiones y procedimientos que son importantes tener en cuenta. Así
entre las acciones pedagógicas a realizarse pueden estar:
Las
actividades han de depender en lo que sucede en el aula, el ambiente
de aprendizaje que pueda proveer el educador, y como este es capaz de
investigar ya tender las necesidades particulares del niño.
Ayudar
a los niños inmigrantes y de minorías a ganar confianza
en sus posibilidades, en particular en la primera infancia, de modo
que, cuando transite a la primaria de la cultura dominante, en que las
notas se dan compitiendo, pueda tener éxito.
Balancear
la protección del niño inmigrante y de minorías
en el aula, con acciones libres en la cultura dominante.
Combinar
las actividades estructuradas con aquellas en las que el niño
pueda hacer uso libre de su acción.
Hacer
aflorar la dinámica psicológica interna del niño
inmigrante o de minorías mediante el dibujo, los cuentos, las
actividades plásticas y relatos de vivencias, para hacer concordar
sus dos culturas.
Realizar
actividades de trabajo manual con frecuencia, en las que se usen signos
y símbolos de la cultura de origen de estos niños.
Organizar
el trabajo en el aula con actividades generales en pequeños grupos
que ocupen a todos los niños, a la vez que se trabaja en la atención
individual de cada uno.
Organizar
el horario de actividades de la rutina del día conjuntamente
con los niños, para que cada uno sepa lo que se va a hacer, y
que se espera de él.
No
dejar trabajar a los niños inmigrantes y de minorías mucho
tiempo solos, pues tenderán a aislarse, unirlo a otro niño
de la misma cultura, de otra cultura minoritaria, y cuando se hayan
acostumbrado, con niños de la cultura dominante.
Organizar
la planificación de las actividades preferentemente de forma
diaria, y no semanal como suele hacerse por la mayoría de los
educadores, por resultar muy importante continuar precisamente donde
se terminó el día anterior. Esto se debe a que como estos
niños suelen de inicio tener problemas en su comprensión
a causa de los factores psicológicos y lingüísticos,
el cambiar abruptamente de actividades los hace sentir ansiosos y frustrados
"precisamente cuando comenzaban a entender lo que se les enseñaba".
Aprender
canciones y danzas sencillas de las diferentes culturas, así
como cuentos e historias.
En
la actividad de recuento del día para hablar del grupo, referir
las cosas que gustan y no gustan, que son buenas y no lo son, que diferencian
e igualan a los niños entre sí (en cuanto a su comportamiento
individual, sin constreñirlo a la cultura).
Hacer
teatro de sombras con niños de diferentes culturas y resaltar
como en las sombras es imposible diferenciar la disimilitud étnica
o cultural, que todos son iguales.
Hacer
acciones de ayuda con niños de diferentes culturas, rotando a
los niños, e intercambiando sus roles.
Traer
padres al aula de las diferentes culturas para que cuenten a los niños
cosas de su país, bellas y hermosas, agradables, o simplemente
interesantes.
Para
realizar todo esto, y muchas otras acciones pedagógicas, el educador
ha de considerar como enfoca en
general la planificación del trabajo educativo, para lo que ha de tomar
en cuenta algunas cuestiones importantes a decidir.
5.4.1
La adecuación de los programas educativos a la situación pedagógica
del grupo multicultural.
En la actualidad se lucha por la comprensión de la necesidad de un
programa educativo que considere la diversidad cultural, pero no está
muy extendido en las políticas educacionales de los países que
tienen en la inmigración y la incorporación de las minorías
étnicas un fenómeno social cada vez mayor, a pesar de que la
bibliografía sobre esta problemática va siendo ya amplia.
En la
medida que se concientiza esta situación, generalmente se acepta que
en los centros escolares se trabaje la multiculturalidad a partir de los programas
oficiales, existiendo en el mejor de los casos directivas que, desde el punto
de vista formal, plantean la multiculturalidad como una dirección de
la labor pedagógica. Ante esto el educador se plantea si ha de continuar
trabajando con su grupo de la misma manera que lo hacía antes, o transforma
radicalmente su modo de actuar y de pensar.
Ante una
falta de respuesta los educadores lo que mayoritariamente hacen es el introducir
actividades que sin ir contra el programa oficial, amplían sus enfoques
y posibilita la labor pedagógica y cultural con sus niños inmigrantes
y de minorías, que suelen casi siempre estar por debajo de los logros
del desarrollo de los niños de la cultura dominante. Estas actividades
generalmente tienen un contenido multicultural, e involucran a todos los niños
independientemente de su procedencia cultural, siguiendo el criterio de Educación
para todos, sin diferenciar por ascendencia étnica.
Al proponer
solamente adicionar actividades el currículo se mantiene inalterable,
y como éste está concebido en función de la cultura dominante,
no hay seguridad de que los objetivos de la multiculturalidad realmente se
cumplan, quedando todo a nivel de información folklórica y sin
certeza de que se de un cambio en las actitudes del grupo.
La adecuación
de programas sigue los mismos lineamientos utilizados en las aulas uniculturales,
y es realizada por el educador bajo los mismos principios y condiciones, solo
que ahora con un enfoque intercultural. Al respecto se pueden plantear:
1.
La planificación de contenidos adaptados a la capacidad de cada alumno,
en que sobre la base del nivel de competencia de cada niño respecto
al concepto, la habilidad, la actitud, etc., y partiendo de los elementos
más sencillos del contenido, va progresivamente adentrándose
en los más complejos o que comportan mayor dificultad. Esto le permite
al educador que la mayoría de sus niños trabajen sobre los
mismos contenidos, evitando que los de las culturas minoritarias o inmigrantes
pasen un tiempo excesivo realizando actividades, y le permite atender a
la diversidad.
2.
La planificación de actividades adaptados a la capacidad del grupo
multicultural, a partir del desenvolvimiento de cada niño, esto determina
que el grupo marche a un ritmo que es propicio para todos los niños,
y posibilita que no se inscriban diferencias significativas entre los que
pertenecen al "mainstream" y los que son de las culturas minoritarias.
Esta adecuación
de programas implica a su vez una adaptación de objetivos y contenidos,
de acuerdo con las necesidades de cada grupo. En este sentido no hay un plan
igual para cada curso escolar, ni tampoco la repetición exacta de los
mismos objetivos, pues eso va a depender de las características del
grupo de niños en particular.
En este
caso se parte del principio de la flexibilidad del currículo que, ofreciendo
una base común a todas las culturas incluyendo la dominante, trabaja
sobre los aspectos particulares de cada una, y de esta manera todo el currículo
se organiza sobre un fundamento intercultural.
La inclusión
de nuevos contenidos requiere por una parte de que el educador tenga la suficiente
calificación para ser capaz de realizarlo con eficiencia y, por la
otra, que la política del sistema educacional y las posibilidades del
proyecto educativo le faciliten hacerlo. No obstante, hay educadores que lo
hacen en la práctica pedagógica del grupo multicultural, sobre
la base de su experiencia y, en particular, de su motivación para integrar
a los niños a la cultura dominante.
Contenidos
tales como el racismo, la diversidad religiosa y lingüística,
la comunicación transcultural, las artes plásticas y musicales,
suelen ser los mas socorridos al aplicar este enfoque.
No obstante
los nuevos contenidos, el aula multicultural demanda que los contenidos habitualmente
incluidos en el programa educativo vigente, puedan tener un tratamiento metodológico
diferente. Entre los contenidos indispensables de tener un enfoque metodológico
particular en el centro infantil han de estar:
La lengua
de la cultura dominante, a la cual ha de dedicársele el mayor tiempo
en el horario, porque del éxito de la comunicación del niño
inmigrante y de minorías étnicas dependerá en mucho su
integración.
El relato
y los cuentos son procedimientos muy asequibles a estos niños, a los
que se les propone hacerlos construyendo oraciones cada vez mas largas, contarlos
en pequeños grupos a toda el aula (intermezclando las culturas). El
relato de vivencias personales es muy importante, y se ha de comparar con
la de los niños de otras culturas en situaciones semejantes.
Estos
cuentos deben reforzar valores importantes de la cultura de cada uno de los
niños, así como la solidaridad y la cooperación entre
las diferentes culturas.
La expansión
del vocabulario de la cultura dominante es importante en estos niños,
para lo cual el educador podrá hacerles construir "diccionarios",
mediante láminas, fotos, diapositivas, etc., que serán engrosados
cada día con nuevas "palabras" (representaciones).
Con respecto
a la lengua materna, el educador ha de dedicar un tiempo al día (preferentemente
al final de la jornada) para que los niños inmigrantes y de minorías
escuchen y practiquen su propia lengua. De ser posible se han de buscar niños
escolares y personas que pudieran venir al grupo a hablar en las lenguas respectivas,
de no ser posible se les plantearán "tareas" para hacer utilizando
su propia lengua.
Los niños
de la cultura dominante pueden interesarse en participar de estas actividades,
lo cual debe permitírseles, lo cual significa una experiencia motivante
para ambos niños, y el reconocimiento cultural de los menos favorecidos.
Las nociones
elementales de matemática por su carácter "abstracto"
suelen ser motivantes también para estos niños inmigrantes y
de minorías, porque como su comprensión no depende muchas veces
de los recursos lingüísticos sino de la comprensión de
las relaciones, esto les hace sentir seguros y a la par de los niños
del "mainstream". Esto puede también hacerse con pequeños
grupos apoyándose en aquellos que dominan las relaciones cuantitativas
para que trabajen en la zona de desarrollo próximo de sus coetáneos.
El dibujo,
el modelado, la construcción, el trabajo manual, como se ha visto ya
anteriormente son contenidos que ofrecen muchas posibilidades en el grupo
pluricultural, desde servir como vías de introspección y proyección
de los niños, hasta posibilitar acciones colectivas mediante la realización
de murales, frisos, etc. El contenido de estas actividades ha de tener igualmente
oportunidad de abordar los aspectos importantes de las culturas de los niños,
funcionando como vínculos con sus lugares de origen. Se ha señalado
que en la medida en que los niños inmigrantes ganan habilidades en
estas actividades productivas, los sentimientos de autoestima y autoafirmación
se consolidan.
La música
es un vehículo significativo para la apreciación de la cultura,
y los niños en el aula multicultural han de aprender a valorar las
de todas las culturas que componen el grupo infantil. Esto incluso puede realizarse
durante la realización de otras actividades, y donde la música,
tocada en una grabadora o sustituto, pueda servir de fondo auditivo, en este
caso ha de concretarse a la instrumental, para no añadir confusiones,
pero, y se insiste en este aspecto, de todas las culturas que integran el
aula, de no tenerse asequible, se ha de hablar con la familia del menor, o
hacer gestiones sociales en las representaciones diplomáticas, para
que el educador tenga en su poder representaciones musicales, instrumentales
y habladas, de todos los países que componen su alumnado.
Con la
música pueden hacerse juegos culturales en los que los niños
canten canciones de sus respectivos países, luego se juega a identificar
la lengua en que se cantó, pudiendo hacerse como competencias. Una
vez que los niños de las culturas minoritarias e inmigrantes han ganado
confianza en cantar en sus propias lenguas, se les debe estimular a que lo
hagan en la de la cultura dominante, para lo cual el educador ha de apoyarse
en los niños de esta cultura, formando dúos, tríos y
pequeños grupos.
El conocimiento
de la naturaleza y de la vida social tiene también su importancia,
particularmente para la realización de actividades colectivas
(de observación, de recogida de flores y hojas, etc.) y de experimentos
conjuntos con niños de diversas culturas.
5.4.2
Formación de normas y valores en el grupo de niños inmigrantes
y de minorías.
Todo
proceso educativo ha de enraizarse en la cultura de origen, es decir, en el
mundo de significados a través del cual el educador y el niño
interpretan y mediatizan toda su experiencia. El actual concepto de globalidad
ha promovido que las diferentes culturas reconozcan un mínimo universal
común, dándose una interrelación estrecha entre unas
y otras. No obstante, la cultura dominante suele imponer sus patrones de organización
social y sus modos de vida, que relegan a la marginalidad a las culturas minoritarias,
las cuales son "toleradas" mientras que no signifiquen una perturbación
de la cultura mayoritaria.
Ello conlleva
reducir la educación multicultural a la trasmisión de contenidos
culturales, a la asimilación de datos, conocimientos y costumbres a
veces folklóricos de las diferentes culturas, enfoque en los que prima
el componente cognoscitivo desprovisto de toda valoración afectiva,
cuando los valores culturales son ante todo diferentes modos de pensar y actuar
del hombre con el mundo material y espiritual que le rodea.
En esta
proyección de la educación de la diversidad cultural los valores
se presentan como información de costumbres y modos de vida de la cultura
propia y de las demás, como simples descripciones o narraciones de
la vida de los pueblos, sin relacionarlos con la experiencia, o conjunto de
significados en los que el valor es interpretado y vivido, y con la vivencia,
lo cual los despoja de su fuerza orientadora. Para ello es necesario partir
de la comprensión y formación de los valores de la propia cultura,
y a partir de ellos, comprender los valores de las demás. En este sentido,
la formación de valores constituye uno de los objetivos fundamentales,
si no el principal, de la educación multicultural.
Pero,
¿qué es un valor? La educación multicultural ha de respetar
y potenciar la individualidad del niño de minorías culturales
e inmigrantes teniendo en cuenta que no es un ser aislado sino un sujeto social
que nace y crece en una comunidad y evoluciona hacia la independencia en función
de la calidad de relaciones humanas que establezca.
Partiendo
de esta premisa y sabiendo que el niño cuando nace desconoce los roles,
las normas, las pautas y los valores morales y sociales de su comunidad, los
agentes educativos, la familia, el centro infantil, la comunidad, se convierten
en los facilitadores de experiencias y relaciones que facilitan su progresiva
madurez social.
El valor
se puede definir como un componente real, deseable, objetivo y conveniente
de la formación del ser humano, que es interiorizado a través
de la experiencia individual y que se convierte en una norma moral de conducta.
La persona,
a través de su experiencia, elige y hace suyo un sistema de valores
que le ayuda a desarrollar una conciencia moral y a adquirir el compromiso
individual de organizar su conducta llevándolos a la práctica.
La educación
multicultural, como cualquier otra, está cargada de un contenido moral
que ofrece una guía de conducta al niño que promueve la madurez
interna necesaria para adquirir una conciencia moral autónoma.
El niño,
en las primeras etapas del desarrollo, se abre al conocimiento de sí
mismo, del mundo que le rodea y de las personas de su entorno, es decir, se
educa influenciado por el ambiente en que se desenvuelve. Este ambiente debe
ofrecer unos modelos de roles y valores positivos aceptados por la comunidad,
ayudándole a alejarse de los valores negativos, las fuerzas destructivas
o los contravalores. Cuando se da un cambio brusco de este ambiente, por una
emigración o una relocalización, el niño se enfrenta
a nuevos valores que a veces entran en contradicción con los que ha
formado, y esto conlleva necesariamente un choque cultural.
Del mismo
modo resulta básico aprender a vivir en comunidad, aceptando a los
demás, para lo cual será imprescindible educar desde la primera
infancia las normas por las que se rige, o debería regirse, esta convivencia,
una educación encaminada al desarrollo de la personalidad, y de los
valores que permiten la convivencia entre las diversas culturas, hasta el
máximo de sus posibilidades.
El punto
central de esta formación es la observancia de reglas de conducta que
son socialmente aceptadas, normas que los niños y niñas asimilan
en su actividad y en la comunicación con los adultos y el mundo circundante,
y que les permiten regular su conducta de manera efectiva.
Desde
este punto de vista, los valores se conforman en el proceso de desarrollo
del individuo, a partir de sus etapas más tempranas. Dentro de esta
concepción los valores son infinitos, en el sentido en que es infinita
la realidad objetal e ideal. Ello determina que realizando acciones que abarquen
una gama importante de aspectos de la realidad, se estén sentando bases
para la formación de múltiples valores. Dentro del enfoque global
se instauran las premisas de los distintos valores específicos que
van a caracterizar al ser humano adulto.
La formación
de valores es universal, y como tal, a pesar de sus particularidades culturales,
se adapta a las diferentes culturas y comunidades, y ha de realizarse de la
misma manera en que se conforman los hábitos, habilidades, conocimientos
y capacidades, y mediante los mismos procesos y procedimientos educativos,
de manera globalizada. A los valores universalmente aceptados por todos los
entornos culturales, se han de añadir aquellos propios de cada cultura,
entre los cuales el niño ha de encontrar una relación armónica.
La formación
de valores en la primera infancia ha de organizarse de manera lúdica
y en la propia actividad, si bien la concientización y verbalización
como fase final del proceso de formación, ha de significar el momento
metodológico que culmine un determinado nivel de adquisición.
Como toda
formación psicológica, es imposible actuar directamente en la
estructuración de los valores, al igual que lo es en el de las capacidades
o la motivación. Para ello es necesario llevar a cabo actividades bien
organizadas y concebidas metodológicamente, que permitan que los niños
se orienten por sí mismos en su realización, base de orientación
que se transfiere a cualquier otra actividad semejante, y que progresivamente
forma la capacidad, el motivo o el valor en dependencia de que es lo que se
pretenda formar. Constituye un error conceptual plantearse el trabajo directo
en la formación de valores, y lo que se hace es trabajar en las habilidades,
hábitos, conceptos, nociones y vivencias que van a dar como resultado
la formación del valor.
Los valores
realmente no se enseñan como tales, sino que surgen como consecuencia
de la realización de actividades que sean de interés para los
niños y niñas y en las cuales se realizan acciones que van actuando
sobre la composición de estos futuros valores. Cuando en un juego de
roles o en una dramatización "el héroe" ayuda al amigo
desvalido, se están realizando hechos que ejercen una determinada influencia
sobre la concepción de lo que es la amistad y la solidaridad humana,
que paulatinamente, y por la repetición y enriquecimiento de esta actividad,
van convirtiéndose en lo que posteriormente ha de constituir un valor
en la personalidad.
El valor
como tal se conoce, se aprende y se elige en las acciones de la vida cotidiana,
por los comportamientos que los niños asimilan y por los que observan
en los adultos, y su formación puede darse de manera espontánea,
o dirigirse pedagógicamente. Esto último garantiza que el valor
individual concuerde con lo que constituye la norma o valor social.
Si las
actividades que se propician para la formación de los valores se acompañan
de satisfacción y bienestar emocional, el niño tenderá
a repetirlas, y se convierten en habituales en la medida en que pasan a formar
parte del sistema regulador de la conducta.
Es decir,
que la formación de hábitos y realización de actividades
dirigidas a formar valores deben desarrollar sentimientos y vivencias, y no
sólo reforzamientos externos para orientar su conducta. En este sentido,
los conocimientos por sí solos no garantizan la formación del
valor, sino que han de acompañarse de vivencias emocionales, que expresan
en este plano la unidad de los procesos afectivos y cognoscitivos.
Las actividades
dirigidas a formar los valores deben ser ricas, estimulantes y propiciadoras
de vivencias emocionales positivas, constituyen la vía educativa ideal
para alcanzar una formación de verdaderos valores, que los niños
expresen en las más disímiles condiciones de la vida, regulando
su comportamiento aún en aquellas que no les fueron enseñados.
El educador
multicultural, a partir del hecho de que esta educación tiene como
un pilar fundamental la formación de valores, ha de poseer un conocimiento
cabal de cómo los mismos se forman y como se pueden trabajar en el
grupo de niños del aula pluricultural, para lo cual se recomienda la lectura del Programa de Educación en Valores, de la Asociación
Mundial de Educadores Infantiles y la UNESCO.
5.4.3
La problemática del lenguaje en la educación multicultural
El
lenguaje constituye un aspecto tan importante en la educación de los
niños de la diversidad cultural que muchos por este motivo reducen
incorrectamente la misma a la educación bilingüe, olvidando que
aunque es la lengua natal es parte de la cultura, no es en sí toda
la cultura.
Pero,
decididamente el aprendizaje del nuevo idioma es crucial para el proceso de
integración del niño que inmigra o procede de una minoría
cultural que, por lo general, habla una lengua diferente, o variantes de la
que es representativa de la cultura dominante.
La posibilidad
del niño de comunicarse en la primera infancia, y de leer y escribir
en la etapa escolar, es una componente central de la autoestima y autoafirmación
del niño en el contacto con la cultura dominante, que le permite un
proceso de transición mucho menos conflictivo que cuando el niño
no posee los medios de establecer esta comunicación.
El educador
multicultural tiene por lo tanto ante sí un área de desarrollo
de especial significación, ante la cual ha de plantearse preguntas
como las siguientes:
¿Han
estado estos niños en un programa bilingüe?¿Se interrumpió
este proceso? ¿Se les enseñó a transferir habilidades
de una lengua a la otra?
¿Aprendieron
la nueva lengua en el país o la sabían de antes?
¿El
educador anterior tenía una clara comprensión del aspecto
acumulativo del idioma, tanto de la lengua natal como de la segunda?
¿Cuánto
realmente han aprendido de su propia lengua, de manera receptiva y reproductiva?
¿Saben
algo de lectura y escritura en su lengua?
El diagnóstico
en el área del lenguaje le ha de servir de mucho al educador para poder
responder a estas interrogaciones, y poder así encauzar la planificación
de actividades dirigidas a mejorar la comunicación oral y, en el caso
de la escuela, a leer y escribir de forma aceptable.
En esto
planificación tiene una especial significación la edad, la familiaridad
con la nueva lengua, y la connotación social de su cultura.
Así,
si un niño de cinco años va a vivir en un país extranjero
y desde el inicio se le permite jugar libremente con sus coetáneos,
lo más probable es que, a pesar de desconocer el nuevo idioma, lo aprenda
en unos meses y sin trazas de acento. Esto en una edad posterior ya no es
tan fácil. Mas, si al primer niño alguien trata de enseñarle
la nueva lengua sobre elementos significativos para el educador pero no para
el niño, su aprendizaje se lentificará o no lo aprenderá.
Esto, por supuesto se relaciona con el método de aprendizaje, para
lo cual el lector, para este aspecto y otros que se han de tratar poco mas
adelante, puede consultar el módulo del Curso Master "El aprendizaje
de un segundo idioma", de la AMEI.
La familiaridad
con la nueva lengua es otro factor importante, pues si en el país receptor
se habla el mismo idioma, o una variante del mismo, o una lengua con raíces
afines, el aprendizaje se facilitará. Todo lo contrario sucede cuando
el niño inmigrante se enfrenta a un nuevo idioma que quizás
nunca antes ha escuchado, o del cual tiene un conocimiento muy imperfecto,
que puede causar un "choque lingüístico" que repercute
muy desfavorablemente en sus posibilidades de comunicación y finalmente
de integración.
La connotación
social de la lengua materna de este niño, que puede ser repudiada por
los niños de la cultura dominante, puede ser un elemento muy desfavorecedor
en la incorporación del niño al aula multicultural, en la que
prima la lengua de la cultura dominante. Esto hace que el niño pueda
caer en la fase del silencio, al no poder expresarse en su propia lengua (que
es mal vista) ni en la del grupo (pues no tiene el suficiente dominio de la
misma).
Se hace
necesario entonces superar la barrera del idioma en el aula multicultural,
pues en la propia esencia de la multiculturalidad está la enseñanza
de la lengua. Ninguna forma de comunicación es efectiva si la misma
no es entendida, por lo que la integración en el proceso de enseñanza
de ambas lenguas, la nativa y la adquirida se vuelve crucial (al respecto
hay países donde tal integración ha sido lograda, otros donde
está en proceso, y algunos donde ni siquiera ha comenzado).
En esto
se corre el peligro de que una lengua, generalmente la de la cultura dominante,
ahogue o elimine a la otra, lo cual significa una pérdida de parte
de la identidad cultural del niño inmigrante o de minorías étnicas.
Es, como dice K. Hale, que la pérdida de idiomas es parte de un amplísimo
proceso de pérdida de la diversidad cultural e intelectual, donde las
lenguas políticamente dominantes agobian y oprimen a las lenguas y
culturas de las minorías étnicas.
Realmente
hasta el momento presente no existen soluciones institucionales armónicas
para el reconocimiento y conciliación de los particularismos culturales
y lingüísticos dentro de las estructuras de la mayoría
de los sistemas educacionales actuales.
A partir
de los objetivos primarios de la comunicación intercultural que son:
incrementar la comprensión de las otras culturas, desarrollar la habilidad
para una interacción eficaz en la situación multicultural, y
promover la comunicación entre los individuos de culturas diferentes,
la educación multicultural respecto a la lengua ha de dirigirse a que
los niños inmigrantes y de minorías aprendan de manera eficaz
la nueva lengua sin perder la competencia en su lengua natal.
En la
vida cotidiana de estos niños no hay contradicciones en su medio familiar
y comunitario inmediato, pues mientras que en la casa habla una lengua con
su familia, en el centro infantil y en la calle habla la otra, estando bien
diferenciadas las funciones de ambos idiomas, por lo que, como aprendizaje
de la lengua en sí mismas, no entran en conflicto, esto constituye
incluso una orientación terapéutica a seguir con los niños
en situación de bilingüismo (Ver material citado).
Otra cosa
es la realidad. Como norma el centro infantil y la escuela tienden a ignorar
y desvalorizar la lengua nativa del niño, y se plantean como objetivo
no solo la asimilación cultural sino también la lingüística,
consideran a la enseñanza de la lengua del país de acogida como
el problema central del educador y de la administración educacional,
a pesar de que para el niño que inmigra o de minorías la nueva
lengua no es una"lengua extranjera" en el estricto sentido de la
palabra, pues es el idioma que habla fuera del centro infantil, y que le llega
mediante la radio y la televisión, en el cine, jugando con los amiguitos
de su cuadra, y que le es necesario para la comunicación cotidiana
y medio de otros aprendizajes. Esto le da una dualidad muy especial a la enseñanza
de la nueva lengua: intencionada y dirigida en el centro infantil o escolar,
espontánea fuera del mismo, en el parque, en la calle, en un sitio
de entretenimiento.
Entonces,
en la planificación del trabajo educativo con la lengua el educador
ha de considerar que la enseñanza del nuevo idioma tiene que partir
de la especificidad de la lengua original del niño inmigrante y de
minorías, para prever las dificultades más usuales, y adaptar
e individualizar su aprendizaje.
En este
sentido, la competencia lingüística es condición necesaria
para el éxito en el proceso educativo del niño, por lo que un
aprendizaje rápido y eficaz del nuevo idioma es un elemento esencial
para su expresión comunicativa, para su inserción positiva en
el grupo, y para todo el proceso de integración a la nueva cultura.
En el
plano del lenguaje, entonces el educador puede planificar un sinnúmero
de acciones pedagógicas entre las que se encuentran:
Realizar
actividades que impliquen la utilización de la lengua oral en
situaciones de la vida cotidiana del centro infantil.
Enseñarles
a los niños técnicas para comunicarse, atendiendo a la
vez a las estructuras gramaticales de la lengua.
La
enseñanza de la lengua no ha de ocupar todo el tiempo de la rutina
del grupo, y aunque se dé en todo el horario de vida, como una
actividad pedagógica ha de requerir su espacio particular.
El
educador ha de ajustar el nivel de su lenguaje a la comprensión
de los niños de las culturas minoritarias, y no en términos
solamente de los niños de la cultura dominante.
Respetar
la fase de silencio de los niños, y valorar que aunque estos
no hablen, se está dando un proceso de aprendizaje a través
de la audición y la comprensión.
Leerles
libros a los niños que estimulen el desarrollo acumulativo del
lenguaje.
Enseñar
a los niños como transferir una habilidad lingüística
adquirida a una nueva forma de habilidad de este tipo, por ejemplo,
una vez que aprenden un fonema como reconocerlo en su grafía.
Reforzar
periódicamente el uso de la lengua natal en la medida en que
se vaya dominando el nuevo idioma, para impedir el "bloqueo"
y olvido de la lengua original. En este sentido, cuidar que los niños
se estimulen a hablar y preservar su lengua natal sin miedo a que el
aprendizaje de la nueva lengua les haga perder su lengua nativa.
Crear
una atmósfera donde cada niño no sienta aprehensión
por hablar su propia lengua, y que todos disfruten al escuchar hablar
a los demás en su lengua específica.
Tratar
de hacer actividades en los que el educador use alguna de las lenguas
foráneas, permitiéndole a los niños que "disfruten"
las dificultades del educador en este empeño.
Aprender
el educador una segunda lengua, para que pueda comprender a partir de
la experiencia propia como se incorpora un nuevo idioma al propio.
Hablarle
a los niños en la nueva lengua de manera tal no niegue que estos
tienen necesidad de dominar dicha lengua.
Realizar
juegos verbales en los que se utilicen las lenguas de los niños
inmigrantes y de minorías, para formar frases con
palabras de todos los
idiomas, cantar al unísono en las respectivas lenguas, entre
otros que resultan muy atractivos a todos los niños.
5.5
Formas de evaluación del grupo infantil con niños inmigrantes
y de minorías.
La evaluación de los niños en el aula multicultural plantea
muchas dificultades, por el distinto nivel de comprensión de la lengua
de los niños, las problemáticas psicológicas que presenten,
el grado en que el choque cultural les ha afectado, el tiempo en el país
receptor, entre otros factores.
La evaluación,
entendida como un instrumento que permite establecer la calidad del cumplimiento
de los objetivos del programa educativo, y sobre su base determinar las acciones
a seguir, comparando el resultado del trabajo del educador con el nivel de
desarrollo (y de integración) alcanzado por los niños, reviste
una importancia particular en el aula multicultural, a la cual ha de adaptarse
la evaluación.
Esta evaluación
ha de ser objetiva, sistemática y continua, para poder comprobar como
se da la paulatina incorporación del niño inmigrante y de minorías
a la cultura dominante, y en el aula multicultural tiene las mismas funciones
que en un aula unicultural: instructiva (determinando el grado de asimilación
del plan educativo realizado con los niños y estableciendo bases para
los nuevos conocimientos); educativa (señalando los errores y acciones,
y relacionándolos con lo todo lo demás hecho); diagnóstica
(revelando los logros y deficiencias de la labor pedagógica en contrastación
con los resultados obtenidos) y finalmente una función de control (permitiendo
comprobar y comparar, para de ahí reorientar lo que hay que hacer).
El diagnóstico
inicial y final constituyen evaluaciones indispensables en el aula multicultural,
la primera porque posibilita al educador conocer las particularidades de sus
niños y de su grupo con el que habrá de trabajar durante todo
un curso escolar, la segunda porque permite conocer lo que se ha logrado alcanzar
en los niños, y que sirve de base al educador del año de vida
siguiente. Pero, la frecuencia básica del trabajo de la evaluación
en la diversidad cultural ha de ser a lo sumo semanal, pues como se destacó
en la parte referente a los contenidos, la planificación del trabajo
educativo se sugiere sea diaria, por las particularidades de estos niños.
De las
formas de control usualmente utilizadas con los niños de la educación
infantil (la observación, la revisión de trabajos recopilables,
la creación de situaciones pedagógicas, las preguntas y la aplicación
de instrumentos y pruebas especiales), corresponde a las tres primeras las
formas más importantes para evaluar, puesto que la comunicación
oral, el dar respuestas a preguntas que se les hagan, puede encontrar un serio
rechazo en el niño inmigrante y de minorías, por sus problemáticas
ya conocidas del lenguaje
La observación
es básica, pues a través de ella es posible comprobar el progreso
o retroceso de estos niños, y la cual puede ser utilizada para valorar
aspectos específicos de su comportamiento, como pueden ser sus acciones
de aproximación al juego con otros niños, o sus acciones cuando
realizan una determinada actividad, entre otros aspectos.
La revisión
de trabajos recopilables, es decir, el análisis de los productos de
su actividad (dibujo, modelado, etc.) es un valiosísimo medio para
comprobar el grado de integración del niño inmigrante o de minorías,
pues es un medio que ellos suelen utilizar para expresar sus vivencias, sus
preocupaciones, a la vez que sus habilidades, que muchas veces rehúsan
demostrar si se les pide de manera directa.
La creación
de situaciones pedagógicas, como puede ser organizar una actividad
que permita evaluar su incorporación al grupo, o participar de una
actividad en la que se le "fuerce" a comunicarse, constituye también
una forma de control importante en el aula multicultural. El éxito
de este tipo de control ha de depender de la determinación cabal del
objetivo a evaluar, el crear condiciones que realmente respondan a ese objetivo,
y propiciar que se dé el comportamiento que se pretende evaluar.
Por supuesto
que la evaluación del niño que inmigra o se incorpora de una
minoría, no puede concretarse al proceso pedagógico, sino que
tiene que considerar los aspectos culturales y psicológicos, para llegar
a una verdadera valoración del desarrollo de cada niño, y poder
establecer la medida en que el proceso de integración está resultando
exitoso o no. Es por ello que la valoración de todo el sistema de influencias
educativas (salud y desarrollo físico y motor, actividad cognoscitiva
y afectiva, formación de capacidades, hábitos y habilidades,
comunicación y lenguaje, nivel de resiliencia, contacto cultural, entre
otros muchos aspectos) es de singular relevancia a los efectos de la evaluación
de estos niños. Ella dirá en que medida el educador del aula
multicultural está consiguiendo los objetivos que se ha propuesto alcanzar,
y la medida en que los niños en esta fase de transición se están
verdaderamente integrando a la cultura a
la que les ha tocado ahora entrar en contacto.
5.6
El grupo infantil con niños y niñas inmigrantes y de minorías
y el grupo infantil de niños inmigrantes y de minorías, particularidades
diferenciales.
El análisis
de la composición del grupo del aula multicultural constituye otro
aspecto del trabajo educativo que hay que tomar en cuenta, así como
el ratio, o proporción de niños en el grupo con respecto al
educador, el cual también está comprendido dentro de esta problemática.
Este es
un examen nada trivial, en el que hay que valorar el porqué se apoyan
unos criterios y otros, pues hay propugnadores y detractores de uno y otro
enfoque.
El trabajo
educativo entre un aula multicultural en que no existen niños de la
cultura dominante (el grupo infantil de niños inmigrantes y de minorías)
difiere marcadamente de aquel en el cual se incluyen niños que pertenecen
a la cultura dominante, el "mainstream", término tan utilizado
en la bibliografía especializada. Entre los argumentos que se plantean
a favor del primer tipo de organización se encuentran:
a)
El clima emocional del grupo es más favorable, puesto que los niños
inmigrantes y de minorías étnicas o culturales no sienten
la "presión" de los niños de la cultura dominante,
que obviamente manejan mejor los recursos de su cultura mucho mejor que
los recién llegados.
b)
Al ser mejor el clima emocional el proceso educativo particularizado con
estos niños se facilita, pues todo el grupo puede marchar a una progresión
más lenta, la cual es esencial para que estos niños puedan
asimilar con mas tiempo a su favor los contenidos curriculares y perfeccionar
sus medios de comunicación.
c)
El contacto entre las culturas es más satisfactorio, pues todos los
niños que componen la matrícula se encuentran en la misma
situación.
Para aquellos
que defienden la posición del aula multicultural con niños de
la cultura dominante, señalan que:
a)
La función final, el objetivo primordial del aula multicultural es
posibilitar que los niños inmigrantes y de minorías se integren
a la cultura dominante, por lo tanto la "presión" que ejercen
sobre los niños que recién se incorporan es beneficiosa, si
esto se acompaña de un clima emocional no tan favorable como en el
otro tipo de aula, ello corresponde con la realidad de lo que se van a encontrar
en toda su escolarización.
b)
La presencia de los niños de la cultura dominante constituye un modelo
que los niños que inmigran y se incorporan tienden a imitar, lo que
facilita y acelera su proceso educativo general, además de que estos
niños, por un más amplio y mejor dominio de los recursos de
su cultura pueden actuar sobre la zona de desarrollo próximo de los
desfavorecidos culturalmente.
c)
La prevalencia de las culturas originales de los niños no un reflejo
cabal de la realidad, pues la cultura dominante siempre ha de imponerse,
y los niños de las otras culturas han de aprender a integrarse a
la misma sin perder sus propias raíces culturales. Esto no es posible
de alcanzar en un medio artificial, y el aula cultural en la que pervivan
todas las culturas además de la dominante, constituye un medio propicio
para este aprendizaje.
En realidad
tratar de organizar un aula en que exclusivamente haya niños inmigrantes
y de minorías culturales parece bien difícil, cuando aún
ni siquiera los programas educativos contemplan la educación en la
multiculturalidad. Lo mas objetivo es que existan las aulas que se integran
con niños de las diversas culturas además de los de la dominante,
y donde la labor intercultural puede ejercerse en mayor o menor amplitud en
la medida en que el educador abrace la concepción pluricultural.
Teóricamente
el enfoque del aula multicultural con niños inmigrantes y de minorías
parece ser la más efectiva, por ser la que más se ajusta a como
la sociedad en verdad se manifiesta, una sociedad multicultural en la que
coexisten las más diversas procedencias étnicas, religiosas,
económicas, sociales, geográficas.
Por supuesto
que la labor en el aula multicultural no puede verse separada del ratio alumno-profesor.
Es insensato pensar que se pueda enseñar en un aula de niños
con numerosas lenguas, fragmentación escolar, y sin experiencia en
un centro infantil, y no considerar la importancia de la proporción
de niños por educador.
En un
principio cuando en los Estados Unidos se concibieron las aulas de "sheltered
English" se pensó que las mismas debían tener la misma
proporción de las aulas uniculturales, que en aquella época
era de 33-35 niños por aula. La experiencia demostró que tal
proporción era incorrecta, y que con esa cifra le era imposible al
educador trabajar con todos los niños por igual, a pesar de que le
ubicaran un asistente instructivo bilingüe a tiempo parcial.
Si se
pretende formar un aula multicultural en la que se equivalencien no sólo
las culturas, sino también la procedencia social, el sexo, la raza,
y otras variables que se consideren importantes, este número necesariamente
ha de decrecer. En el caso de referencia, al ubicarse otro educador en el
aula, el ratio bajó a 27 niños, y en ocasiones a 22-24, que
parecía más razonable. Pero ante la realidad social en la que
ingresan niños que nunca han estado en un centro educativo, por ser
cada vez menor la edad con que ingresan al sistema educacional, este ratio
debe ser considerado aún menor.
En la
consideración de la proporción también ha de considerarse
el tiempo que los niños llevan en el país o región receptora,
y si tienen o no problemáticas de tipo psicológico, como es
el hecho de estar en la fase de silencio o con alteraciones de conducta diversas,
lo cual debería ser considerado también en la proporción.
Todo parece
indicar que el ratio óptimo en el aula multicultural no debe exceder
de los 20 niños por educador, pues esta no es una simple labor educativa,
sino que implica una labor particular con cada uno de los niños que
integran la matrícula, si en verdad se pretende hacer un proceso de
transición que no sea traumático, y una integración eficaz
a la cultura dominante.