Capítulo
4 EDUCACIÓN
PARA LA PAZ Y FORMACIÓN EN VALORES
4.1
De la educación para la paz y la formación de valores
Durante
el transcurso de las anteriores unidades se ha hecho hincapié en plantear
que una concepción de la paz y una cultura de paz implica necesariamente
considerar varios aspectos que son consustanciales: educación moral,
derechos humanos, formación ciudadana y formación de valores.
De su unidad e integridad, concebidas dentro de un sistema de influencias
educativas de educación para la paz, depende en gran medida que los
niños incorporen dentro de su personalidad en formación aquellas
rasgos, normas, reglas, sentimientos, y comportamientos que como adultos les
posibilitarán desarrollar una conducta activa hacia la paz y la aceptación
de una convivencia pacífica con los demás. Una conducta activa
que conlleva no una simple educación sobre la paz, que podría
referirse solamente a recibir y trasmitir información sobre los avatares
políticos del mundo actual, la relación entre los países
ricos y los países pobres, el devenir de la humanidad y sus conflictos,
sino una educación para la paz, enfocada a como trasmitir dicha información
para que se convierta en parte intrínseca del mundo afectivo e intelectual
del individuo, y su relación con el auto conocimiento o el enriquecimiento
personal.
Educación
para la paz que considera inseparables la forma y el contenido, y que ha de
combinar la enseñanza y el aprendizaje de muy diversas cualidades y
destrezas, tales como la cooperación, la solidaridad, la comprensión
y aceptación de la multiculturalidad, entre las primeras, y la asertividad,
el pensamiento crítico, la resiliencia, entre las segundas, así
como la formación de actitudes y de conocimientos, que en su conjunto
determinan que la misma no sea un simple contenido teórico, sino una
condición que debe caracterizar toda la actividad del sujeto.
Dentro
de este enfoque general de la educación para la paz, un planteamiento
fundamental ha sido el considerarla como una forma particular de la educación
en valores, que supone educar determinados valores que se consideran positivos
para la personalidad y la cultura de la paz, tales como la justicia, la cooperación,
la solidaridad, el desarrollo de la autonomía personal y la toma de
decisiones, entre otros, y al mismo tiempo que aquellos que son anti-éticos
y contradictorios con las mismas, como son la discriminación, la intolerancia,
el etnocentrismo, la indiferencia e insolidaridad, el conformismo, etc.
Es decir,
hay posiciones teóricas respecto a la educación para la paz
que la considera sinónima de la educación en valores. Por supuesto,
los valores impregnan todas las áreas del desarrollo de la personalidad,
y desde ese punto de vista todo lo que forme parte de la conciencia social
y moral del individuo son valores, pero la realidad es que el hombre no solo
está constituidos de valores, sino que también tiene emociones
y sentimientos, actitudes, habilidades, conocimientos. Los valores caracterizan
a la educación moral, a los derechos humanos, a la formación
ciudadana, pero la educación de la paz conlleva a su vez información,
comunicación, conocimientos y otros contenidos cognoscitivos, medios
de enseñanza y evaluación, que forman parte de un programa o
sistema de influencias educativas dirigidas hacia la paz.
Por ejemplo,
la educación en su sentido general, y la de la paz en su específico,
y los derechos humanos, están íntimamente ligadas a los procesos
de formación de la cultura desde los espacios de socialización.
Ello implica, por supuesto, la formación en los valores que la democracia
requiere, pero también nuevas perspectivas de la educación en
la preparación del niño en los saberes que el desarrollo técnico-económico
le exige.
La esencia
de la educación moral - axiológica radica en la formación
de valores que permite una conciencia moral, unos sentimientos morales, hábitos
y costumbres que exige la sociedad del momento.
De igual
manera, en la formación moral – axiológica del hombre
es importante tener presente que la conducta moral no sólo está
caracterizada por los valores, sino por un sistema de conocimientos, habilidades,
hábitos, que conduce a una acción.
Según
hemos visto, la moral es una categoría de la conciencia social que
implica un sistema de principios, exigencias, normas y reglas que regulan
la conducta del hombre en todas las esferas de la vida social. Ésta
no sólo nos establece los elementos necesarios para determinar cómo
actuar, sino además que trata de explicar por qué es necesario
actuar de una manera y no de otra.
Si lo
moral constituye uno de las categorías de los valores y la temática
de la educación axiológica es más amplia que la educación
moral, entonces debería asumirse esta dirección del trabajo
educativo como esencia de la formación de la personalidad.
Para lograr
la formación de actitudes altamente morales hacia las demás
personas, el humanismo, es necesario la formación de valores como la
honradez, la honestidad, la responsabilidad, el patriotismo, la solidaridad,
la laboriosidad, y la comprensión y aceptación de los demás.
En realidad
cuando se educa se trasmite de manera consciente o inconsciente una escala
de valores. Educar conscientemente para la paz supone ayudar a construir unos
valores y actitudes determinados tales como la justicia, libertad, cooperación,
respeto, solidaridad, la actitud crítica, el compromiso, la autonomía,
el diálogo, la participación.
En el
mundo de hoy día esto cobra particular significación. Al respecto
son significativas las palabras del Director General de la UNESCO cuando señala:
"En estos tiempos se necesitan más que nunca valores, puntos de
referencia, y es necesario y urgente un plan de acción educativo basado
en tres grandes pilares: la no violencia, la igualdad y la libertad. Estas
deberán ser las bases de la educación en todos los países,
cualesquiera que sean sus creencias, sus principios religiosos o sus sensibilidades
culturales."
Por lo
tanto, educar en sentido general, y educar para la paz implica siempre la
formación de valores, y sea o no sea su único contenido, es
quizás el más importante, de eso no cabe duda.
La ética,
tal como se vió en la primera unidad es parte de la filosofía,
por eso, la primera identificación de valores se dá dentro de
la reflexión filosófica. La elaboración del conocimiento
por el hombre como ser social e histórico, pone de relieve su ser y
estar en el mundo, es decir, el hacer haciendose con el otro, ante y parte
del mundo. Por tanto, definir el hombre es definir su ethos, su modo de ser
y estar en el mundo, su comportamiento.
Los valores,
como tales, son estudiados por una rama de la Filosofía que se llama
Axiología. La Axiología es, por lo tanto, la ciencia que trata
con la teoría de los valores y de los juicios de valor.
Pero,
hablar de valores sin definir a que nos referimos cuando hablamos de ellos,
puede llevar a muchas confusiones, por lo que se hace indispensable antes
de continuar, tratar de definir que es un valor.
4.2
Definición de valor
Con el
término “Valor” pasa lo mismo que hemos visto antes con
otras definiciones dentro de la educación para la paz: Existen múltiples
maneras de conceptualizarlos, en dependencia del punto de vista del que se
parta, del enfoque que se tenga, y de la proyección que existan de
los mismos.
En el
Diccionario Pedagógico de la Asociación Mundial de Educadores
infantiles se recogen siete definiciones de lo que constituye un valor, a
saber:
1. Relación
que algo (persona, hecho o cosa) tiene, en virtud de sus propiedades, con
determinadas exigencias o necesidades del sujeto.
2. Grado
de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o dar bienestar.
3. Alcance
de la significación o importancia de una cosa, acción, palabra
o frase.
4. Desde
el punto de vista filosófico, objeto intencional de un juicio acerca
de la vida y el sentido de ésta.
5. Desde
el punto de vista social, aquello que orienta y motiva la conducta de un sector
social, como entidades colectivas de índole cultural.
6. Criterio
de juicio y de acción al que una comunidad asigna particular importancia
y que constituye la base de su organización sociocultural, en relación
al cual dicha comunidad elabora una serie de normas explícitas e implícitas
que tienen la función de garantizar y defender la cohesión de
la comunidad y el funcionamiento de la estructura social.
7. Fundamento
esencial de las creencias y las conductas con relación al cual los
sujetos se sienten comprometidos, que generalmente se concretan en normas
de actuación.
En el
documento central de la Asociación sobre la educación para la
paz, “Aprender a vivir en paz” aparece la siguiente definición:
“Un
valor puede definirse, en su expresión mas general, como la organización
de una realidad conveniente al ser humano, tanto en el plano ideal y racional,
como en su mundo sensorial y vivencial, y que se forma y se expresa en su
actividad.”
En otro
documento afín aparece una definición semejante a la anterior,
pero no exactamente igual:
“Un
valor es un elemento real, deseable, objetivo y conveniente al ser humano
que lo interioriza a través de la experiencia individual y se convierte
en una norma moral de conducta.”
Incluso,
en el propio Diccionario Pedagógico de referencia se encuentra una
acepción terminológica que, sin embargo, en otros autores es
conceptuada como general. Tal es:
“Principio
y patrón de comportamiento que una persona posee, y que se deriva de
los patrones y tradiciones familiares, étnicos y comunitarios.”.
Se observa que esta es una definición eminentemente cultural, por lo
que podría referirse más que a una definición general
en sí, a un tipo de valores.
Como se
vé es amplia y variada la categorización que, sin embargo, no
completan la gama de otras definiciones, y que diferentes autores señalan.
Así, por ejemplo, se encuentran otras definiciones, más simples
o más complejas, pero definiciones al fin:
“El
valor es la convicción razonada que elige lo bueno o lo malo.”
“Un
valor es un elemento real, deseable, objetivo y conveniente al ser humano
que lo interioriza a través de la experiencia individual y se convierte
en una norma moral de conducta.”
“Un
valor es la creencia estable de que algo es bueno o malo, de que algo es preferible
a su contrario.”
Finalmente,
C. Viciedo aporta una definición que parece englobar en su esencia
general gran parte de las demás. La misma reza:
“Los
valores pueden identificarse con cualquier objeto material o espiritual que,
al satisfacer una necesidad humana, se interiorizan por cada individuo, a
partir de elementos cognoscitivos y afectivos, a través de su propia
experiencia vital y bajo la influencia de determinado contexto histórico
– social, de esta manera dirigen y orientan la actividad humana de forma
consciente y, a la vez, como proceso individual, permiten diferenciar a unos
hombres de otros como entes únicos e irrepetibles.”
De esta
manera podrán llenarse decenas de páginas sobre lo que es un
valor, a veces con sutiles diferencias terminológicas entre unas definiciones
y otras, pero en lo que sí parecen coincidir todos los autores, es
en resaltar su importancia para el desarrollo de la personalidad, y como los
mismos son fundamentales de formar y educar en la sociedad actual, en los
que ven como única vía posible de lograr una
trasformación del hombre que posibilite la consecución de un
mundo de paz y de una vida civilizada.
4.2.1
Clasificación de los valores
Los criterios
para la clasificación de los valores en sistema de valores son disímiles,
y así se categorizan por el lugar que ocupan en la estructura de la
personalidad, por sus objetivos, por su contenido social y personal, etc.
Obviamente,
al haber tantas definiciones de lo que es un valor, esto lleva implícito
una escala o categorización de los valores, de las cuales hay igualmente
una gama bien amplia en la bibliografía especializada.
En esto
juega el hecho de que los valores siempre están establecidos de
acuerdo con una jerarquía, por lo que unos se consideran superiores
a otros, según el punto de vista de cada autor.
A partir
de la clasificación de Spranger, que clasificaba los valores en teóricos,
económicos, estéticos, sociales, políticos y religiosos,
han aparecido numerosas clasificaciones que han intentado aclarar un infinito
tan complejo como es el mundo de los valores, como la siguiente, basada en
mucho en la diseñada por Spranger:
Valores
sensoriales o hedonísticos: Referidos a cualidades relacionadas
de manera directa con lo perceptual o la satisfacción corporal: lo
agradable, lo desagradable, lo placentero o no placentero, lo doloroso, entre
otros.
Valores
económicos y técnicos: Localizados en el concepto de valor
de cambio como tal, lo útil, lo productivo, lo exitoso, etc.
Valores
vitales: Concretados a condiciones particulares de vida y salud. Entre
ellos están lo saludable, lo insalubre, lo fuerte, lo débil,
etc.
Valores
sociales y jurídicos: Tal como lo justo, lo injusto, lo solidario,
la igualdad, el honor, el orden.
Valores
religiosos: En concordancia con los preceptos de este tipo: lo santo,
lo piadoso, la creatividad, la caridad, lo sacrílego, por nombrar algunos.
Valores
estéticos: Lo bello, lo feo, lo bonito, lo elegante, lo cómico,
etc.
Valores
éticos: Lo bueno, lo malo, lo correcto, lo justo, lo incorrecto,
lo honesto, lo austero, lo prohibido, etc.
Valores
teóricos o cognoscitivos: Lo verdadero, lo falso, lo verosímil,
lo claro, lo riguroso.
Esta clasificación
se expone pone para mostrar la gama infinita de cómo pueden clasificarse
los valores de acuerdo con lo que cada autor valora como primordial.
La clasificación
siguiente es mucho más general y globalizadora, y se encauza en dos
sentidos primordiales, la universalidad o la individualidad que tienen los
valores:
Valores
terminales, que son, para este autor, los valores más abstractos
y de innegable universalidad (amistad, aprecio, armonía interior, autoestima,
belleza, estabilidad, igualdad, la paz mundial, la salvación, libertad,
placer, prosperidad, realización, sabiduría, familia, felicidad,
amor, plenitud vital). Estos valores a su vez, los clasifica en personales
e interpersonales.
Valores
instrumentales, que son los que se refieren a la estima que se tiene por
determinadas conductas y formas de comportarse de los hombres (abierto, afectivo,
ambicioso, animoso, autocontrolado, creativo, educado, eficaz, independiente,
intelectual, honrado, limpio, lógico, magnánimo, obediente,
responsable, servicial, valiente). El autor señala que esta escala
es relativa, pues de acuerdo con la consideración social de cada uno,
se dan preferencia a unos valores sobre otros.
Una tercera
clasificación tomada al azar en la bibliografía señala
la existencia de valores instrumentales, que sirven de medio para alcanzar
otros valores superiores; valores vitales, referidos a la ubicación
del sujeto en el mundo y a su relación con el entorno; valores sociales,
que tienen que ver con las normas de convivencia entre las personas y sus
relaciones; valores estéticos, que se refieren a la creación
de lo bello o su simple contemplación; valores cognoscitivos,
aquellos relacionados con el conocimiento de la realidad objetiva y sus leyes;
y valores morales,que
impregnan toda la escala de valores, al determinar su enfoque social.
4.2.2.
Particularidades generales de los valores y la educación en valores
Consideradas
ya las definiciones de los valores y las diferentes clasificaciones, se hace
necesario hacer una exploración sobre las particularidades más
generales que su educación implica, de la cual posteriormente se derive
hacia su formación en las primeras etapas del desarrollo, y de la cual
hay gran énfasis en la proyección de los diferentes sistemas
educativos a nivel mundial.
La educación
juega un papel trascendental en la formación y transmisión de
los valores y pautas sociales, según se ha visto en las unidades anteriores.
La misma se proyecta hacia la consecución en el individuo de aquellos
valores humanos y altruistas que promueven la dignidad humana, la interrelación
adecuada entre unos hombres y otros. Sin embargo, en el convulso mundo actual,
no siempre los valores que se forman pueden fomentar el respeto, la cooperación
o la comprensión entre los seres humanos, y más bien se contribuye
a interiorizar valores negativos o contravalores, tales como el individualismo,
la competitividad, el egoísmo, entre otros. Es por eso que conocer
las particularidades que tienen los valores y su formación es clave
para una eficaz dirección de dicho proceso educativo.
Se afirma
con insistencia que quizás sea la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de las Naciones Unidas, aprobada en 1948, el documento internacional
que mejor sintetiza el contenido de los diversos valores necesarios para asegurar
la dignidad de la persona y el camino de la humanización. No obstante,
como instrumento general en sí solo puede referir pautas generales
de acción, por lo que se hace necesario, en el plano más concreto
de la educación de cada individuo, como llevar a vías de hecho
ese proceso.
Pero de
igual manera se encuentran otras fuentes en que la que se encuentran valores
democraticamente establecidos, de los cuales los relativos a las primeras
generaciones se hallan en la Declaración y en la Convención
de los Derechos del Niño. Estos documentos requerieron años
para ser formulados y para lograr consenso y aprobación. Además
de esos valores, cada cultura, cada situación histórica, de
grupos, comunidades, familias tiene sus valores particulares. La educación,
como expresión de la formación del ciudadano en el plano mundial
y, al mismo tiempo ubicado en su comunidad, cuida de ambos grupos de valores.
Los valores
sirven para guiar las conductas de las personas, son el fundamento que determina
el que una cosa se haga o se deje de hacer en un momento dado. Dos personas
pueden realizar una misma acción y, sin embargo, estar impulsados por
valores diferentes, de ahí que se afirme que son significados subjetivos
que poseen un fuerte componente individual. En realidad la importancia de
los valores se mide por el descubrimiento, la incorporación y la realización
de valores que son afines para todos los individuos.
V. Didonet
afirma que es importante subrayar que el orden de importancia y prioridad
de los valores tiene relación con la situación histórica
que una sociedad esté viviendo en un momento de su desarrollo, y que
del análisis de los problemas actuales de la sociedad se sacan los
valores que necesitan ser destacados en la educación. Así, para
ejemplificar, señala que casi todas las relaciones de valores trabajados
en los últimos años en la educación infantil incluyen
la tolerancia. Eso expresa una preocupación con los problemas de la
convivencia derivados de la no aceptación de las diferencias, que genera
los conflictos actuales, las guerras recientes, la agresividad y violencia
entre las personas, de modo especial contra los niños.
Los valores
una vez interiorizados por las personas se convierten en juicios y pauta de
conducta. La persona, a través de su experiencia selecciona, elige
y hace suyo un sistema de valores que le ayuda a desarrollar una conciencia
moral y a adquirir el compromiso individual de organizar su conducta llevándolos
a la práctica. Siempre que se piensa que una persona tiene un valor,
ello implica que estima mucho una forma de comportarse los hombres.
Se habla
de que "las cosas tienen un valor u otro," de que tienen valor "positivo
o negativo." Esto es mirar el problema de los valores desde el punto
de vista de las cosas. Es por eso que importa considerar los valores como
algo que se tiene o es susceptible de tenerse en el interior de las personas.
Los valores están arraigados en la misma condición de la existencia
y constituyen un punto de mira y el objetivo último en la formación
de toda la personalidad. De hecho, una fuente de ansiedad de los jóvenes
en la sociedad actual es la de no contar con los valores accesibles para construir
la base que le permita establecer su propia identidad y un modo personal de
relacionarse con el mundo.
El valor
es un producto socio – histórico, y una expresión de la
interacción práctica del sujeto con el mundo de los objetos.
De ahí, que el valor es una cualidad de los objetos surgida en el proceso
del desarrollo de la sociedad.
La fuente
de los valores son las necesidades humanas, como tal las cosas u objetos responden
a los intereses de un sujeto, tienen un valor para él, pues satisfacen
alguna necesidad. El valor está como cualidad en las cosas; pero sin
la conciencia de un sujeto, una cosa no sería objeto y por tanto, carecería
de valor. De ahí que la base del valor esté en el objeto y su
realización en el sujeto. El valor sólo existe en la relación
sujeto - objeto; pues se determina por la acción o reacción
del sujeto provocada por la cualidad del objeto.
Las creencias
sobre los valores nunca van solas, sino que siempre están organizadas
en la mente del hombre de manera que forman escalas de preferencia relativa.
En este sentido, cada individuo tiene una escala de valores, y el número
de valores que posee una persona es relativamente pequeño, pues los
verdaderos valores, que son los que le dicen al individuo como dirigir su
conducta, son pocos en realidad, pues la excesiva pluralidad de valores puede
conducir al sujeto a la dispersión y la despersonalización.
Entre
las particularidades más generales de los valores se encuentra su
carácter universal. Es decir, los valores son globales, y existe
un conjunto de valores que son comunes a todos los hombres y a lo largo y
ancho del mundo y lo que diferencia a unos hombres de otros, es la mayor o
menor intensidad que con los mimos se integran dentro del núcleo básico
de su personalidad.
Otra
particularidad general es que los valores son inseparables de la ética,
tal como se definió en la primera unidad cuando se habló de
las relaciones entre la ética y la moral. Ello es lógico, dado
que toda la conducta del hombre implica una dimensión ética.
Por eso es que educar en valores es una educación en libertad y para
la libertad, que es la base de la ética. Así pues, no es suficiente
conocer los valores, sino que hay que integrarlos en la propia vida.
Este
en realidad es un objetivo de la educación moral y de los valores.
El hombre es un ser ético o moral, y posee un conocimiento operativo
de la diferencia objetiva entre el bien y el mal, y de la posibilidad que
tiene de realizar actos buenos o malos. La bondad o maldad de un acto no depende
de su realización física, sino de su relación con su
propio fin y percepción. Un acto es bueno cuando se ordena para los
fines propios de su esencia humana. Ese orden de la regulación de los
actos humanos se expresa en la ley, donde ley, moralidad y valores, se encuentran
estrechamente relacionados.
Los valores
son bipolares, es decir, reflejan la manifestación de los valores
positivos y negativos de cualquier hecho o acto humano. Al respecto, algunos
catalogan como valores a los objetos y fenómenos que tienen significación
socialmente positiva, mientras que consideran como contravalores o antivalores
a todo aquello que posee significación socialmente negativa y que,
por tanto, dificulta en los hombres el crecimiento armonioso de su personalidad.
Los valores
son infinitos, en el sentido en que es infinita la realidad objetal
e ideal. Ello hace que realizando acciones que abarquen una gama importante
de aspectos de la realidad, se estén sentando las bases para la formación
de múltiples valores.
Los valores
son la base de la autoestima pues al organizarse como un sistema coherente
de normas y principios éticos, consolidan el “yo” del sujeto,
al permitirle definir algunos de sus objetivos de vida y darle a entender,
dar sentido y expresar su relación con el mundo y con las cosas de
manera integrada.
Existen
tantos valores como relaciones sujeto objeto, en este aspecto, son dinámicos
y dialécticos; pues al cambiar el sujeto cambia la relación,
y al cambiar el objeto, también cambia esa relación.
Los valores
no se ubican aisladamente, sino como un conjunto de elementos que constituyen
un sistema. Ello implica definir los valores se van a formar primero;
y conjuntamente el sistema de juicios y de elementos conductuales que lo componen,
para de ahí ir a la integración de nuevos valores. Este sistema
de valores es el que permite al hombre resolver los conflictos y tomar decisiones
que impliquen un conflicto ético o moral.
Dado
el contexto histórico social en que se desenvuelve el individuo, existen
valores que son considerados más importantes que otros, más
necesarios. Esto hace que los valores sean relativos con respecto al
contexto, aunque universales para la sociedad en general.
Los valores,
como son producto de una construcción social que implica el comportamiento
humano, tanto individual como colectivo, se relacionan con otras estructuras
también vinculadas con la acción social que están igualmente
relacionadas con las normas, actitudes y la ideología. De ahí
que se afirme que los valores sólo pueden ser concebidos en su integración
en una teoría general de la actividad humana.
Cada
individuo tiene una propia escala de valores, que reflejan su personalidad,
a partir de los generales impuesto por el grupo social, las instituciones,
las formas de la conciencia social, la cultura, y toda la sociedad. Esta escala
de valores es la responsable de determinar en cada caso los principios y reglas
de conducta que se pongan en funcionamiento. La carencia de un sistema de
valores bien definido confunde al sujeto, a la vez hace que otras personas
determinen sobre su conducta habitual.
Este carácter
preferencial de los valores es muestra de este orden o estructura jerárquica
de los mismos, por lo que en lugar de valores aislados lo que existe es un
sistema de orientación de los valores. De igual manera, en la medida
en que los valores son preferencias, es necesario formular el orden en que
se producen tal selección y ordenamiento de valores.
Al respecto,
Scheler propone como criterios para llegar a conocer el orden jerárquico
de un sistema de valores las siguientes condiciones o criterios:
•
Durabilidad, referida al carácter más o menos estable y permanente
de los valores.
• Divisibilidad, que implica que un valor puede ser descompuesto en
otros.
• Fundamentación, el hecho de que un valor puede dar origen
a otro.
• Profundidad de satisfacción, relacionada con la realización
o cumplimiento de un valor.
• Relatividad, grado en que un valor se percibe como más próximo
al valor más importante o central.
Teniendo
en cuenta estos criterios los valores se funden dialécticamente entre
lo objetivo y lo subjetivo, se estructuran jerárquicamente en cada
individuo y en muchos casos se manifiestan de forma inconsciente. Es por ello
que en la formación de valores se debe tener presente no sólo
lo intelectual, sino movilizar internamente en cada persona sus procesos afectivos.
De acuerdo
con J. R. Fabelo, los valores pueden ser analizados desde tres niveles o planos:
Un primer
nivel, en el que los valores se conciben como relación de significado
entre los diferentes procesos o acontecimientos de la vida social, y las necesidades
e intereses de la sociedad en su conjunto.
Así,
cada resultado de la actividad humana, tendencia, objeto, fenómeno,
proceso, sujeto, conducta o idea adquiere una u otra significación
social en la medida en que favorece u obstaculiza el desarrollo progresivo
de la sociedad. Estos valores se consideran objetivos, y su agrupación,
“sistema objetivo de valores". Este sistema es dinámico,
cambiante, dependiente de las condiciones histórico – concretas
y estructurado de manera jerárquica.
Un segundo
plano o nivel, en el que los valores objetivos son reflejados en la conciencia
individual o colectiva, es el modo en que cada sujeto social conforma su propio
sistema subjetivo de valores (como resultado de un proceso de valoraciones)
que puede tener un mayor o menor grado de correspondencia con el sistema objetivo
de valores. Estos valores subjetivos o de la conciencia desempeñan
una importante función reguladora de la actividad humana.
Un tercer
plano o nivel, que es el diferente grado de coincidencia entre el sistema
de valores socialmente establecido y reconocido oficialmente (que puede ser
resultado de la generalización de una de las escalas subjetivas existentes
en la sociedad o la combinación de varias de ellas) y el sistema objetivo
de valores.
Ello determina
que en el contexto social es posible encontrar entonces un sistema objetivo
de valores, una gran diversidad de sistemas subjetivos (de grupos sociales
e individuos), y un sistema socialmente establecido.
Cuando
los valores llegan a regular la conducta de las personas a partir de las condiciones
internas, o autorregulación, se puede afirmar que ya constituyen cualidades
de la personalidad, lo que implica un nivel de autoconciencia relativamente
alto sobre ellos y un sentido personal para el sujeto. Cuando esto no ocurre
así los valores pueden ser conocidos por parte de los individuos, y
llegar a cierto nivel de regulación, pero condicionados básicamente
por lo externo, de acuerdo con el contexto social inmediato en que se encuentren
inmersos.
De esta
manera, si las condiciones varían, o no existe la presión social
a la cual el sujeto ha estado acostumbrado, cambiará sensiblemente
la conducta y se demostrará la inexistencia de tales convicciones.
Es decir, se comprueba que el sistema de valores establecido era superficial
e inconsistente, y por lo tanto, sin forma parte integral de la personalidad.
4.2.3
Enfoques metodológicos en la educación en valores
Una de
las concepciones metodológicas más generales es que en la educación
de los valores hay que evitar su transmisión fría y esquemática,
y más que enseñar los valores como si fueran códigos
invariables e inmutables fijos, demostrar que los mismos están dialécticamente
condicionados en el contexto social en el cual se forman.
La educación
de los valores, como cualquier educación, se desarrolla en un plano
primariamente intelectual; pero no solamente se concreta a dicho plano, desde
este punto de vista, y en cierta medida, las actividades concretas para su
formación resulta fácil de programar y realizar cuando se trata
de hábitos particulares o destrezas, pero cuando involucra planteamientos
tan generales como “desarrollar la veracidad en las relaciones con los
demás” resulta bien difícil determinar qué actos
deben realizarse para adquirir tal disposición.
De ahí
que se haga necesario enseñar a hacer valoraciones propias a partir
de los elementos cognoscitivos que se propician, y autovalorarse en relación
con los mismos.
Claro
está que ello implica para el educador conocer muy bien que consideraciones
hacen los niños y jóvenes de los componentes éticos que
priman en la vida cotidiana, y como estos inducen su comportamiento, para
no ir en una dirección equivocada, que tarde o temprano conduce a una
doble moral de los valores.
Para ello
es indispensable, evidenciar el nexo histórico y social entre los valores
que pueden estar primando en el momento actual, y aquellos que inicialmente
los produjeron, para establecer el vínculo de continuidad de los mismos,
y que pueden coexistir en el medio social del individuo, Así, un concepto
de lo que es “moral” tenía una acepción a mediados
del siglo XX, y otro bien diferente a sus finales, y sin embargo, ambos coexisten
en un momento dado de la educación del sujeto, que se ve así
entre dos concepciones de moral de las cuales ha de construir un único
concepto si se pretende que posea en realidad “lo moral” como
un valor.
Pues los
valores, para ser válidos han de ser interiorizados, personalizados,
y unidos al componente afectivo del individuo, y no solo a su valoración
intelectual. Ello también implica la contrastación de los valores
entre los individuos, mediante la comunicación y la interacción,
pues se requiere que cada sujeto pueda orientarse en su esquema de valores
y compararlo con los que los demás plantean como suyos.
La estrategia
metodológica para la formación de valores en su enfoque más
general implica la determinación de las acciones específicas
en la formación de cada valor, estableciendo sus definiciones operacionales,
que posibiliten al educador diseñar un sistema de influencias educativas
para su proceso formativo, que conlleva tres pasos metodológicos básicos,
a saber:
1-
Determinar cuál es el contenido que expresa cada valor.
2- Definir cuáles son los rasgos cualitativos que caracterizan
la manifestación de tales valores, expresados en cualidades, actitudes
y conductas.
3- Establecer las acciones educativas concretas que contribuyen a formarlos.
Por supuesto,
definir lo que implica el proceso formativo de cada valor por separado persigue
saber y reconocer lo que hay que hacer con cada uno, pero a partir de una
integración de las acciones, dada la interrelación que existe
entre el contenido de los diferentes valores, que no se manifiestan de forma
aislada o independiente unos de otros.
Así,
por ejemplo, si se pretende formar un valor que sea la “aceptación
de la diversidad” o “comprensión de la diversidad cultural
de los demás”, tan importantes en la educación para la
paz, hay que conocer como otro valor mas general como puede ser “aceptar
o comprender a los demás” se relaciona con este de la diversidad,
que es mucho más específico, pero que obviamente tiene conexiones
muy importantes con el primero.
En este
sentido, y de acuerdo con F. González la personalización de
los valores, elemento esencial de desarrollo moral en el proceso educativo,
reúne desde un punto de vista psicológico, diferentes exigencias,
entre las que se señalan:
1.
Los valores no se agotan en las conductas, ni en las expresiones intencionales
del individuo.
Ello implica
que el valor no depende de apreciaciones subjetivas individuales, son valores
objetivos situados fuera del sujeto, en este sentido, el niño, joven
o adulto, el individuo como tal, incorpora y da sentido a aquello que se vincula
con su experiencia y sus necesidades reales, sin embargo, la educación
como proceso tiene sentido precisamente por ser una vía eficaz para
ampliar en el educando su sensibilidad hacia nuevos aspectos de la vida que
si bien no adquirieron sentido para él de forma espontánea,
la adquieren a través de la comunicación con el otro, proceso
esencial de la socialización.
2.
Los valores se forman en la comunicación interpersonal.
Esto está
dado no solo por la racionalidad implicada en este proceso, sino también,
por la calidad del componente afectivo definido por las emociones, las vivencias
y el desarrollo de la sensibilidad del sujeto hacia diferentes aspectos de
la vida.
Esto
quiere decir que los valores no son abstracciones, sino dimensiones ideales,
significaciones construidas y necesarias de relaciones humanas y del sentido
de la vida de las personas, que se personalizan y se expresan en las más
diversas formas de comportamiento.
3.
La personalización de los valores implica la congruencia de los nuevos
valores que se deseen educar, con una racionalidad individualmente asumida.
El momento
de contacto de la persona con nuevos valores no significa un cambio radical
con los valores anteriormente asumidos por la persona, pues el proceso de
cambio de valores o de adquisición de nuevos valores en un proceso
lento y gradual, que debe expresar una clara racionalidad cuando supone la
disposición consciente del sujeto.
Nada hace
más daño al desarrollo moral que el cambio brusco de los valores.
Esto tiende a crear inseguridad, escepticismo e incredulidad, porque el sujeto
a nivel consciente sólo puede personalizar aquellos valores que puede
justificar y explicar desde una racionalidad personalmente elaborada. Los
valores pueden ser realizados, descubiertos e incorporados por el ser humano,
y el descubrimiento, la incorporación y la realización de valores
constituyen tres pilares básicos de la tarea educativa en la formación
de valores.
No obstante,
el proceso educativo, debido a las crisis de los sistemas de valores, ha de
tomar en cuenta el cambio y los nuevos los valores que van emergiendo, para
modificar la forma de actuar como elemento efectivo de esta dinámica
formativa de los valores.
Dentro
de la estrategia metodológica planteada, la formación de valores
ha de verse como una acción y componente incluidos en la educación
integral del alumno.
La educación
en valores es un trabajo sistemático a través del cual y mediante
actuaciones y prácticas se desarrollan aquellos valores del contexto
social concreto que se asumen han de incorporar todos los miembros de dicho
grupo social, y que generalmente se explicitan en los documentos fundamentales
de los diferentes sistemas educativos.
Así,
insertar en los centros educativos una pedagogía de los valores es
educar al alumnado para que se oriente hacia el valor real de las cosas, reconozcan
el sentido de las cosas y de la vida, respeten la dignidad de todos. En este
caso el objetivo de la educación es ayudar al educando a moverse libremente
por un universo de valores, que aprenda a conocer, a querer y a inclinarse
por todo aquello que sea noble, justo y valioso.
El enfoque
más actualizado en la educación en valores es el valorarla como una propuesta transversal que se hace presente en todo el quehacer
educativo dentro y fuera del ámbito de la escuela, que hace especial
énfasis en valores como el respeto a la vida, la libertad, la solidaridad,
la convivencia, la honestidad e identidad nacional, básicos para la
vida, para la democracia y la convivencia social.
Educar
en los valores es educar moralmente, porque son los valores los que enseñan
al individuo a comportarse en la sociedad, establecer una jerarquía
entre las cosas, llegar a la convicción de que algo importa o no importa,
vale o no vale, es un valor.
Una vez
interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas de conducta
en cuya ausencia la persona queda a merced de criterios y pautas ajenas. Los
auténticos valores son asumidos libremente y permiten definir con claridad
los objetivos de la vida dándole su pleno sentido, ayudan a la aceptación
personal y de los demás, facilitando una relación madura y equilibrada
con las personas y las cosas.
Al considerarse
como parte de la educación integral, la educación en valores
parte de tres supuestos teóricos de la psicología de la Educación
que se definen de la siguiente manera:
1.
El proceso educativo es básicamente un proceso de formación
de valores
La educación
en valores es parte del proceso de educación integral de la personalidad
y supone por tanto tener en cuenta todas las estructuras psicológicas
que intervienen en el desarrollo y funcionamiento de ésta. De esta
manera los valores adquieren la categoría de contenidos actitudinales
por lo que deben ser objeto de un aprendizaje sistemático, y dirigidos
básicamente a la formación de valores de orientación
social positiva.
2.
Las acciones educativas tienen un carácter personalizado
El proceso
de educación debe ser personalizado en el sentido de que el trabajo
educativo sea un elemento de formación personal a través de
la elección de tareas y la aceptación de responsabilidades por
parte del escolar mismo, ello implica partir necesariamente de un diagnóstico
del alumno, de la evaluación de sus necesidades educativas, y de ahí
posibilitar la independencia del mismo, como un investigador activo que explora
y cambia el mundo que le rodea a partir de la activación y proyección
positiva de sus potencialidades en su actuación social.
3.
Protagonismo del alumno en el proceso educativo
En la
formulación de los proyectos educativos ha de participar el educando,
porque sólo esta intervención garantiza que tales proyectos
se realicen. En este sentido, el proceso educativo está dirigido a
convertir el conocimiento y las vivencias en el impulso que genere la toma
de una posición activa, es decir, lograr que las experiencias estimulen
una actuación que promuevan una reflexión crítica sobre
su actuación y el mejoramiento de los estilos de afrontamiento de las
contradicciones y contingencias percibidas, mediante el autoanálisis
y análisis crítico del comportamiento orientado hacia sí
y hacia los demás en las situaciones de comunicación social.
Teniendo
en cuenta que los valores se expresan en juicios, actitudes y normas, los
objetivos generales de un programa orientado a la formación de valores estarán orientados:
En primer
lugar al desarrollo de la capacidad para la comprensión crítica
y hacia la adquisición de criterios y convicciones propias.
En segundo
lugar ha de fomentar disposiciones, tendencias o inclinaciones para actuar
de determinada manera, es decir, para autorregular el comportamiento sobre
la base de actitudes coherentes con los valores deseables propios de la vida
social, y tomar conciencia de cuáles son las propias actitudes, valorarles
y modificarlas si es preciso.
En tercer
lugar, orientarse hacia el conocimiento y reconocimiento de las normas que
establece la comunidad, construir y respetar las normas de convivencia que
el grupo de referencia considere necesarias, conocer y aceptar el papel de
las normas en el contexto del funcionamiento de las colectividades.
Ello plantea
entonces como propósitos básicos de la educación en valores
el formar los valores que desarrollen a los alumnos como personas íntegras,
y en su relación con los demás, y potenciar aquellos valores
sociales que les permitan la participación activa en la sociedad democrática:
el conocimiento de sus derechos y deberes ciudadanos para un ejercicio eficaz
y responsable de la ciudadanía.
Para ello
la educación en valores se ha de incluir en el proyecto educativo del
centro y se abordará desde la práctica docente cotidiana de
todas las áreas y asignaturas como un eje transversal, independientemente
de contenidos específicos que se puedan incluir dirigidos a hacer que
los alumnos aprendan por sí mismos a convivir como ciudadanos críticos,
libres, justos y solidarios.
Estos
últimos planteamientos conducen a la problemática de los contenidos
específicos en la educación en valores. Mientras que con la
consideración de concebir la misma como un eje transversal parece existir
un consenso generalizado, con referencia a las posibilidades de contenidos
específicos hay muchos criterios y opiniones, en dependencia de lo
que se considere lo esencial de estos.
Así,
mientras para algunos lo principal es la educación moral, para otros
es la formación ciudadana de los niños, los más el respeto
de los derechos humanos. Entonces de acuerdo con esta valoración inicial
se empiezan a proponer diversos contenidos, a veces muy generales, otras más
delimitados.
Por ejemplo,
una requisa de la bibliografía señala la siguiente relación
de contenidos respecto a la educación en valores en la educación
general, en este caso a aquellos a considerar en la educación para
la paz:
Educación
para la comprensión internacional, enseñanza acerca de las culturas
de otros países y de los problemas mundiales.
Educación
para los derechos humanos: Declaración Universal de Derechos Humanos,
su historia, su práctica.
Educación
mundialista y multicultural, formar una identidad universal desde el respeto.
Educación
para el desarme, desmitificar la cultura de las armas.
Educación
para el desarrollo, la solidaridad a través del estudio y valoración
de los desequilibrios sociales, culturales y económicos de 1a situación
del Tercer Mundo.
Educación
para el conflicto, estudio y forma de afrontar los conflictos.
Obviamente
esta es una selección de contenidos específicos no desacertada,
pero cabría preguntarse si serían los únicos.
Los que
plantean que lo más importante en la educación en valores es
la formación ciudadana, señalan que “en una sociedad democrática,
la educación en valores debe referirse necesariamente a aquellos que
capacitan para el desarrollo de la ciudadanía. El desarrollo de
actitudes de respeto, tolerancia, solidaridad, participación o
libertad debe figurar entre los objetivos y las tareas del sistema educativo.
Ello exige, por una parte, exige proporcionar a los alumnos un conocimiento
suficiente acerca de los fundamentos y los modos de organización del
Estado democrático. Por otra parte, requiere ayudarles a desarrollar
actitudes favorables a dichos valores y a ser críticos con aquellas
situaciones en que se nota su ausencia. Por último, exige llevar a
cabo prácticas de democracia y participación ciudadana en
el propio ámbito escolar. La educación para una ciudadanía
activa y responsable es un entramado en el que todas esas vertientes deben
estar integradas (los subrayados son nuestros).
Como se
ve coinciden con parte de la relación anterior, y hacen hincapié
en aquellos referidos a la formación ciudadana.
En otro
documento oficial encontramos lo siguiente: “El currículo de
esta nueva área (educación en valores) profundizará en
los principios de ética personal y social y se incluirán, entre
otros contenidos, los relativos a los derechos y libertades que garantizan
los regímenes democráticos, los relativos a la superación
de conflictos, la igualdad entre hombres y mujeres y la prevención
de la violencia contra estas últimas, la tolerancia y la aceptación
de las minorías, así como la aceptación de las culturas
diversas y la inmigración como fuentes de enriquecimiento social y
cultural.”
En realidad
podría hacerse una larga lista de diversas propuestas de contenidos
a incluir en un sistema de influencias educativas dirigido a la formación
de valores, y todos serían apropiados, porque
señalan aspectos o facetas de un contenido mucho más general,
que es la formación de la personalidad del individuo.
4.3
La formación de valores en la primera infancia
En los
últimos años se ha suscitado un gran interés por la formación
de valores en el ámbito escolar, básicamente por la preocupación
de educar buenos ciudadanos que puedan ejercer una vida responsable en el
seno de la sociedad, ante el empuje de los contravalores, que han cobrado
una desmesurada propagación en el mundo actual. Es por ello que los
sistemas educativos han planteado encarecidamente el incluir la educación
en valores como parte integrante del currículo.
Así,
a finales de la década de los noventa se crea una comisión de
expertos de la UNESCO para reflexionar sobre los desafios para la educación
en el siglo XXI y sugerir caminos para la formación del hombre en el
nuevo siglo. Este estudio, coordinado por J. Delors, sugierió cuatro
pilares para la educación, que son, básicamente, cuatro grandes
valores: Aprender a Ser, Aprender a Convivir, Aprender a Conocer y Aprender
a Hacer.
Aprender
a ser no era un concepto nuevo, y ya había sido identificado como
objetivo primordial de la educación por la Comisión Edgar Faure,
también de la UNESCO, en la década de los años setenta,
que mantiene su vigencia, toda vez que la educación no es una superestructura
o instrumento externo que la persona usa para actuar en el mundo, sino que
es la persona misma haciéndose en la interacción social, elaborándose
y construyendo su vida.
Aprender
a convivir en una concepción holística de la realidad humana,
señalando la necesidad de la necesaria convivencia con los demás,
el reconocer, aceptar, y comprender la diversidad. La posibilidad cada vez
más real de estar en contacto con otros grupos sociales, otras culturas,
otros valores exige que cada persona sea capaz de entender lo distinto, comprender
su mensaje, aceptar lo diferente como riqueza de la humanidad.
Aprender
a aprender se impone como consecuencia de la acelerada producción
de conocimientos en los más diversos campos y de la imposibilidad de
la escuela de incluir todo el acervo en el currículum, por lo que aprender
a lo largo de la vida es condición para la persona siga comprendiendo
el mundo, la sociedad, el movimiento de las ideas, las fuerzas que van produciendo
los hechos sociales y económicos. Y por eso, desde la más temprana
in fancia, y en la escuela, el niño precisa aprender a aprender, para
que, una vez fuera del ambiente escolar, sepa ir en busca del conocimiento,
lo que significa el desarrollo del dominio de los instrumentos del conocimiento
además del repertorio de saberes.
Aprender
a hacer se refiere primariamente al desarrollo de ciertas competencias
y habilidades, así como la asimilación de lo nuevo y más
actual, lo que implica las dos dimensiones funcionales del hombre, la externa
e interna, la material e inmaterial, la concreta y espiritual.
Estos
pilares se citan y plantean porque son en su concepción, valores para
vivir, pues la educación en el mundo actual, un mundo convulso y violento,
carece más que de conocimientos en si mismos, de valores que habiliten
al hombre a enfrentar los desafíos de una época de profundos
y permanentes cambios, frente a los cuales se exige la formación humana
del ser que convive con el otro en una relación de cooperación,
respetando la diversidad y demostrando solidaridad.
El anterior
no es el único estudio que se haya hecho al respecto, y así
otro semejante elaborado por E.Morin, también para la UNESCO, en su
enfoque de lo que es necesario para una educación del futuro, dirige
sus conclusiones básicas también hacia el problema de la formación
y educación de valores, como parte integrante fundamental de lo que
hay que enseñar a los niños:
Enseñar
la condición humana, que implica enseñar la unidad compleja
de lo físico, lo biológico, lo psíquico, lo cultural,
lo social y lo histórico del devenir humano.
Enseñar
la identidad terrestre, o la integración del hombre con la tierra.
Enseñar
la comprensión y la ética del género humano, tales
como la democracia, la ciudadanía, la humanidad como conciencia común
y solidaria.
Desde
estos puntos de vista anteriormente señalados el enfoque más
moderno de la educación de las nuevas generaciones ya no se centra
como antes en atiborrar a los niños de conocimientos, teorías
e informaciones, sino en formar personas que se conozacn y construyan en grupo
los conocimientos, que promuevan la armonía en las relaciones humanas,
el respeto, la solidaridad y la justicia, y que prefieran el diálogo
y el intercambio a cualquier forma autoritaria de solución de los problemas.
Para llegar
a lo anterior hay que partir de una ética, constituída de valores
generales de la humanidad, y del propio grupo social.además de los
valores de su propio grupo social. Estos esfuerzos actuales en pro del desarrollo
humano en realidad habían fracasado muchas veces en el pasado, porque
la importancia del factor humano, el sistema de relaciones, creencias, valores
y motivaciones existentes en el centro de toda cultura, fué subestimado
en muchos projectos de desarrollo.
Esto hace
que la educación en valores y para los valores, ya no se conciba como
una tarea que comienza en la escuela, sino desde la escolarización
más temprana. Esto es algo que los educadores de la primera infancia
conocen desde hace muchos años, pero que es ahora cuando cobra para
todos una importancia real.
El estudio
de las particularidades generales de la formación y educación
de los valores, constituye un antecedente necesario e indispensable para poder
entrar a la consideración de dicha formación desde las edades
más tempranas. Por su grado de generalización las cuestiones
analizadas previamente en las unidades anteriores son generalizables a estas
edades, pero no deben ser directamente aplicadas a la educación de
la primera infancia, si bien marcan la pauta general hacia donde la misma
debe dirigirse, pues en definitiva, lo que el hombre ha de ser en su formación
de valores comienza prácticamente desde el mismo momento del nacimiento.
En este
sentido hay proyecciones generales vistas que son extensibles de la misma
manera a la educación de valores en la primera infancia, otras requieren
su adecuación dadas las características de la edad, y otras
son propias y exclusivas de esta etapa de la vida. El alumno de este curso
debe ser entonces capaz por sí mismo de forma creadora de generalizar
y aplicar lo que ha incorporado del estudio anterior a las condiciones y particularidades de la formación y educación
de valores en esta etapa significativa de la vida del ser humano.
4.3.1
Enfoque de los valores en la primera infancia
El niño
desde que se nace es un ser social. Ello quiere decir que su desarrollo no
puede concebirse fuera del contexto social en el que nace y se desenvuelve,
independientemente de que el paquete genético y biológico que
trae al nacimiento constituye también un factor de desarrollo. Pero
este aporte biológico constituye una premisa, potencialidades que podrán
o no materializarse en dependencia de las condiciones reales de vida y educación.
Desde ese primer momento comienza un ininterrumpido proceso de crecimiento
y desarrollo que va a posibilitar que de un individuo con una serie de premisas
y potencialidades, en unos pocos años ya pueda hablarse de que constituye
una personalidad.
La condición
fundamental para poder hablar de que ya se ha alcanzado una determinada formación
de la personalidad en la primera infancia es cuando el comportamiento del
niño puede ser previsto, es decir, que ya indica una dirección
de dicho comportamiento. El punto central de esta formación es la observancia
de reglas de conducta que son socialmente establecidas, de normas de conducta
que los niños asimilan en su actividad y la comunicación con
los adultos y el mundo circundante, y que les permiten regular su conducta
de manera mucho mas efectiva que en etapas mas tempranas de su desarrollo.
Todo
en su conjunto determina la presencia de dos logros fundamentales del desarrollo
que indican que ya el niño es personalidad: la formación de
la autoconciencia y de una indudable subordinación y jerarquización
de motivos. Gracias a esto el niño adquiere un mundo interior bastante
estable, que le permite una activa y consciente participación en el
mundo que le rodea e imprime una determinada tendencia a toda su conducta.
Dentro
de estas normas y conceptos que se han interiorizado y que conforman su autoconciencia
y su jerarquización de motivos, un aspecto muy importante lo constituye
una formación y estructuración de valores, que dentro
de la organización de su mundo interno moral, dirija su comportamiento
hacia una relación apropiada con sí mismo y con los que le rodean.
A la educación
infantil corresponde un peso importante en la formación de los valores,
porque en la misma se instauran las premisas de los mismos, que posteriormente
se han de diferenciar y consolidar en etapas posteriores del desarrollo. De
esta manera, garantizando una actividad apropiada y rica en estímulos,
se propician las condiciones básicas para su formación, que
no difiere, en esencia, de la del resto de las formaciones psicológicas
cuyas bases se estructuran en estos primeros seis años de la vida.
Desde
este punto de vista, los valores se conforman en el proceso de desarrollo
del individuo, a partir de sus etapas más tempranas. La cuestión
más importante es entonces definir que valores y de que manera hacerlo.
El valor
como tal se conoce, se aprende y se elige en las acciones de la vida cotidiana,
por los comportamientos que los niños asimilan y por los que observan
en los adultos, y su formación puede darse de manera espontánea,
o dirigirse pedagógicamente. Esto último garantiza que el valor
individual concuerde con lo que constituye la norma o valor social. En un
principio el aprendizaje es externo, pero si los comportamientos que se aprenden
resultan significativos al niño y la niña, se interiorizan,
y comienzan a regular el propio comportamiento, hasta llegar a su función
de autorregulación.
Si las
actividades que se propician para la formación de los valores se acompañan
de satisfacción y bienestar emocional, el niño tenderá
a repetirlas, y se convertirán en habituales en la medida en que pasan
a formar parte del sistema regulador de la conducta.
Existe
una tendencia extendida de considerar que en la primera infancia, por las
particularidades del desarrollo intelectual de los niños la educación
en valores se dirija a la formación de las nociones de estos valores,
que luego se amplían en significados individuales los escolares de
primaria, posteriormente en la educación media se relacionan con los
significados sociales , para cristalizar en la etapa juvenil en la fijación
y asunción interna de los significados socialmente positivos en forma
de convicciones personales.
Este es
un esquema que olvida que el niño, incluso el de la etapa de la educación
infantil, puede hacer generalizaciones muy complejas, y que, además,
cualquier valor encierra en sí mismo los significados socialmente positivos,
pues todos los valores parten del contexto social, son un producto de la superestructura
de la sociedad en cuestión.
Lo que
quizá se pretenda distinguir es que el valor ya plenamente formado
e integrado al núcleo central de la personalidad, sigue un largo camino
de consolidación personal interna, lo cual es una particularidad de
toda cualidad psicológica del ser humano. Pero las formaciones psicológicas
que se construyen en cada etapa del desarrollo, implican siempre una negación
dialéctica de las precedentes, y sin ellas no podrían haberse
conformado en última instancia.
En este
sentido, es necesario señalar que a los conceptos morales generalizados
que reflejan aquellos que expresan los conceptos sociales, y que forman parte
de la estructura de la personalidad, se les suele llamar también valores
(y de hecho lo son).
En los
primeros años de la vida los valores tienen un enfoque globalizado,
al igual que sucede con los conceptos, las normas, las nociones, las capacidades,
habilidades y otras formaciones psicológicas, porque la actividad del
niño y la niña en estas edades tiene un carácter generalizado.
Ello quiere decir que se encuentran integrados dentro del conjunto de tales
procesos. Solo es hacia los finales de la edad preescolar que se comienza
a plantear una diferenciación de estos valores globales, en la medida
en que el desarrollo afectivo y cognoscitivo permite un conocimiento y una
vivencia mayor de la realidad circundante.
Eso determina
que realizando acciones que abarquen una gama importante de aspectos de la
realidad, se estén sentando las bases para la formación de múltiples
valores. Dentro de esta acción globalizada, en la edad preescolar se
instauran las premisas de los distintos valores específicos
que van a caracterizar al ser humano adulto, sin que se pueda pretender hablar
de valores específicos como tales en tan tiernas edades.
Dado que
al nacer los niños desconocen los roles, las normas, las pautas y los
valores morales y sociales de su comunidad, los agentes educativos (centro
infantil, familia, la comunidad, entre otros) se convierten en los facilitadores
de las experiencias y relaciones que facilitan su progresiva madurez social,
y de esta manera, y de forma paulatina, a través de dichas experiencias
seleccionan, eligen y hacen suyo un sistema de valores que les ayudará
a desarrollar una conciencia moral y a adquirir el compromiso individual de
organizar su conducta llevándolos a la práctica.
La educación,
ha de ofrecer una guía de conducta al niño desde su primera
infancia promoviendo la madurez interna necesaria para adquirir una conciencia
autónoma.
El pequeño,
en las primeras etapas del desarrollo, se abre al conocimiento de sí
mismo, del mundo que le rodea y de las personas de su entorno: se educa influenciado
por el ambiente en que se desenvuelve. Este ambiente debe ofrecer unos modelos
de roles y valores positivos aceptados por la comunidad, ayudándole
a alejarse de los valores negativos, las fuerzas destructivas o los contravalores.
Es por
ello que, para una integración básica del niño en su
medio social, se hace imprescindible educar desde la primera infancia las
normas por las que se rige, o debería regirse, esta convivencia. Normas
morales de conducta que determinan el que los valores sean infinitos,
tal como se ha hablado antes, en el sentido en que es infinita la realidad
objetal e ideal. Ello hace que realizando acciones que abarquen una gama importante
de aspectos de la realidad, se
estén sentando las bases para la formación de múltiples
valores en estas edades, o las premisas de los mismos.
4.3.2
Relaciones de los valores con los hábitos, habilidades, conocimientos
y capacidades
El hecho
de que la formación de valores se conciba dentro de la actividad general
del niño en estas edades, no implica que la misma se realice de manera
diferente a como se conforman los hábitos, habilidades, conocimientos
y capacidades, y mediante los mismos procesos y procedimientos educativos
que caracterizan a aquellos, y en los que se trabaja de manera globalizada.
De hecho,
y como la actividad del niño en estas edades tiene un carácter
generalizado, los valores, como todo en el niño, se inscriben dentro
de este enfoque, para luego irse diferenciando en la medida en que se avanza
en la edad, donde a sus finales pueden aparecer formas simples de valores
específicos, en la medida en que el desarrollo afectivo y cognoscitivo
permite un conocimiento y una vivencia mayor de la realidad circundante.
Como toda
formación psicológica, es imposible actuar directamente en
la estructuración de los valores, al igual que lo es en el de las
capacidades o la motivación. Para ello es necesario llevar a cabo actividades
bien organizadas y concebidas metodológicamente, que permitan que los
niños se orienten por sí mismos en su realización, base
de orientación que se transfiere a cualquier otra actividad semejante,
y que progresivamente forma la capacidad, el motivo o el valor en dependencia
de que es lo que se pretenda formar.
Por eso,
es una consideración pedagógica equivocada el plantearse el
trabajo educativo directo en la formación de valores, por lo que debe
hacerse es trabajar en las habilidades, hábitos, conceptos, nociones
y vivencias que van a dar como resultado la formación del valor.
Los valores
realmente no se enseñan como tales, sino que surgen como consecuencia
de la realización de actividades que sean de interés para los
niños y en las cuales se realizan acciones que van actuando sobre la
composición de estos futuros valores.
Esto,
por supuesto, no implica que no sea posible usar la concientización
en el plano verbal de lo que se hace con los niños en el plano de la
acción, sino que solo alerta en el sentido de evitar que se descanse
en el discurso y la verbalización como métodos de la formación de valores.
4.3.3
Estrategias, metodologías y formas organizativas de la formación
de valores en la educación
En las
unidades anteriores se ha hablado ampliamente de las estrategias a utilizar
en la educación moral y para la paz, en cuanto a los derechos humanos
y a la formación ciudadana, que en su sentido general son aplicables
a la educación de valores, puesto que, como ya se ha planteado e, independientemente
de alguna variación en los criterios, se coincide en que son afines
y parte una de otra. Es por eso que solamente se harán algunas especificaciones
respecto a las estrategias y metodologías ahora.
De inicio
se hace indispensable recordar que la formación de valores, al igual
que la educación moral, los derechos humanos y la formación
ciudadana, constituye un eje transversal que hay que trabajar en cualquier
contenido que se realice en las actividades del centro infantil, incorporándolo
como un objetivo general dentro del planeamiento de la actividad.
Esto que
parece consustancial y apropiado en la concepción general del sistema
de la educación de los valores, tiene con frecuencia incumplimientos
en la práctica pedagógica, por motivos diversos, como son la
dificultad para relacionar este objetivo general con los otros más
específicos, como trabajarlo en la misma actividad sin un contenido
propio, o como evaluarlo en referencia con los objetivos de la actividad,
entre otros.
La educación
en valores sugiere el empleo de un conjunto de estrategias de didácticas
específicas generales y específicas, entre las cuales la acción
directa sobre la realidad es fundamental.
V. Didonet
señala que la única y verdadera forma de aprender sobre valores
es vivirlos, lo cual coincide con el criterio anteriormente expuesto: no basta
con “administrar conocimientos”, no es suficiente el decir “como
hacer las cosas”, no es condición sufiente “explicar que
hay que sentir o pensar”. Hay que actuar.
En su
estrategia el educador como punto de partida debe tener bien claro en su mente
cuales son los valores que quiere trabajar con los niños. Si el centro
ifantil tiene su proyecto currcular y en el mismo se encuentran relacionadoslos
valores a formar, podrá elegir de ahí los que le parezcan más
apropiados, dada la edad de sus niños, el desarrollo del grupo infantil,
el momento del curso, las circunstancias particulares que el grupo esté
viviendo, entre otros factores. Pero si no existiera en el proyecto curricular
referencia a la formación de valores (lo cual es bien difícil
que suceda en el momento actual en que todos los sistemas educativos se preocupan
por esto), podrá establecer su propia relación de valores, preferiblemente
de mutuo acuerdo con el resto del colectivo pedagógico.
Una condición
importante para el aprendizaje de los valores como parte integral de la vida,
es que todo el centro infantil sea un ambiente educativo proclive a esta formación,
es decir, que todos sus espacios y tiempos comprendan esta cuestión
tan importante al desarrollo de la personalidada de los niños, de modo
que formen un todo dinamicamente articulado, coherente, en donde los valores
elegidos para aprender y vivir se expliciten en las formas cotidianas de relación
social entre los niños y los adultos, en la comunicación verbal,
en las actividades de juego y de movimento, en las actividadesd de la rutina
y la vida cotidiana, etc.
Todo ello
acompañado de sentimientos y vivencias, y no solamente de reforzamientos
externos para orientar la conducta de los niños. En este sentido, los
conocimientos por sí solos no garantizan la formación del valor,
sino que han de acompañarse de vivencias emocionales, que expresan
en este plano la unidad de los procesos afectivos y cognoscitivos.
Si las
actividades que se propician para la formación de los valores se acompañan
de satisfacción y bienestar emocional, los niños tenderán
a repetirlas, y se vuelven así habituales en la medida en que pasan
a formar parte del sistema regulador de la conducta.
De ahí
que lograr que las actividades dirigidas a formar los valores sean ricas,
estimulantes y propiciadoras de vivencias emocionales positivas, constituye
la vía educativa ideal para alcanzar una formación de verdaderos
valores, que los niños expresen en las mas disímiles condiciones
de la vida, regulando su comportamiento aún en aquellos que no les
fueron enseñados.
Pero,
existen criterios respecto a si la formación de valores ha de ser solamente
un eje tranversal o tener también objetivos específicos. Así,
V. Didonet de nuevo señala que los valores han de ser considerados
en el contexto de las actividades curriculares del centro infantil y no como
“temas” o ”contenidos” independientes.
Al respecto
ejemplifica que en este sentido el valor “solidaridad” puede ser
abordado de muchas maneras, tales como:
a)
en una visita a los bomberos, en donde los niños miran fotos de rescate
de personas del fuego, de las aguas de un río, perdidas en la floresta,
socorriendo heridos; entre otras actividades.
b) participando
de campañas de solidaridad a niños huérfanos de guerra,
refugiados, en su propio país o en el extrajero,
c) visitando
un amigo y colega que se enfermó, llevándole juguetes, un libro,
un dibujo, etc.
d) participando
de la campañas para la paz mundial, en que los niños pueden
obtener firmas en su familia y comunidad.
Si bien
el ejemplo aportado está más circunscrito a la educación
primaria que a la infantil por el nivel de las actividades, cabría
preguntarse si los mismos no podrían ser contenidos de la formación
de valores, al igual que lo son de la educación moral o la vida social.
Cuando
se realizan actividades para la educación de la paz, como pueden ser
la comprensión y el respeto a la diversidad mediante la realización
de fiestas folclóricas, con comidas, ropas, músicas, danzas
típicas, y que se pueden llegar a considerar otras expresiones, de
otras regiones del país y de otros países, hay presencia de
un contenido de la paz pero también de los valores que se corresponden.
Es por
ello que no entra en contradicción pedagógica con el enfoque
globalizado de la formación de valores, el que se realicen actividades
dirigidas a realizar acciones que van a dar como resultado la formación
del valor, como si fuera un contenido específico del programa educativo
cada uno de estos valores a formar.
De esta
manera en determinado momento el valor se integra como un objetivo general
dentro de una actividad general cualquiera, y se trabaja en otras como un
contenido particular y específico, la realización de uno u otros
procedimientos metodológicos va a depender entonces de las características
del grupo, el enfoque del tratamiento del contenido, los objetivos de la actividad,
etc.
Lo que
sí sería desacertado sería considerar a la educación
en valores como simplemente contenidos específicos, lo cual no parece
que sea la tendencia más generalizada en el proceso educativo actual
en los diferentes sistemas educacionales.
En la
educación general las formas organizativas mas asequibles y que realmente
son efectivas, comprenden los juegos de roles, las narraciones, de cuentos
tradiciones y mitos y las técnicas de trabajo en grupos tales como
los dilemas, los diálogos clasificadores, el análisis y resolución
de conflictos, la construcción conceptual, el trabajo con consignas,
ilustraciones, historietas, redacciones, teatro, redacción de autobiografías,
etc.
En la
educación infantil el juego constituye la actividad principal del desarrollo
en la edad preescolar, y mediante el mismo el niño aprehende las relaciones
mas importantes de la realidad, constituyendo la principal forma organizativa
para la formación de valores. Por lo tanto, la misma en estas edades
ha de organizarse de manera lúdica y en la propia actividad,
si bien lo planteado de la concientización y verbalización como
fase final del proceso de formación, ha de significar el momento metodológico
que culmine un determinado nivel de adquisición.
Pero,
cuando en un juego de roles o en una dramatización "el héroe"
ayuda al amigo desvalido, se están realizando hechos que ejercen una
determinada influencia sobre la concepción de lo que es la amistad
y la solidaridad humana, que paulatinamente, y por la repetición y
enriquecimiento de esta actividad, van convirtiéndose en lo que posteriormente
ha de constituir un valor en la personalidad.
En suma,
un sistema de influencias educativas para la formación de valores en
edades tempranas ha de ser sencillo de llevarse a la práctica, ofrecer
un modelo positivo de los roles, y transmitir cualidades o virtudes fundamentales.
Cabría
entonces preguntarse de manera más definida cuales valores se consideran
los más apropiados para formarse en la educación infantil, y
si todos los sistemas educativos plantean esos mismos valores.
Al respecto,
al observar los valores que aparecen definidos en los distintos sistemas educacionales,
se destaca que, mientras algunos coinciden, como es el caso de la honestidad,
que aparece reflejado en casi todos, otros como la paz o la libertad, solamente
aparecen en algunos mientras que en otros no se hace mención de los
mismos, aunque se deduce que estén implícitos.
Vi. Didonet
cita un cuadro en el que se señalan las escuelas que en distintos países
desarrollan un programa llamado “Valores para vivir”. Estos son:
Barbados:
Respeto, cooperación y tolerancia.
India:
Paz, amor, justicia y libertad.
Malasia:
Respeto, comunicación, cooperación, cortesía y compromiso
Es interesante
observar la diferencia entre el número y tipo de los valores que se
correlacionan en cada país, y de la diferencia entre aquellos que pueden
considerarse como países del tercer mundo, y los de los altamente industrializados.
Obviamente los factores del contexto social y económico juegan un papel
en la selección de dichos valores.
A los
fines de las actividades de la educación para la paz como parte integral
de este curso, se han seleccionado un grupo de valores que se consideran fundamentales
en una formación de valores encauzados hacia la formación de
una cultura de paz.
Estos
valores y cualidades se enfocan en dos grandes aspectos de la personalidad
del niño: el Yo, referidos más directamente a la formación
de su carácter, temperamento y otras formaciones psicológicas
internas, y la proyección del yo hacia el medio que le rodea, o sea,
la familia, la comunidad cercana, la sociedad en general.
En realidad
la diferencia entre ambos dominios radica solo en al mayor incidencia del
trabajo pedagógico en uno de los aspectos del comportamiento del niño,
pues no se puede concebir un valor personal que no proceda de un valor social,
y a la inversa.
A modo
de ejemplo se incluye una relación de algunos de los que se trabajan
en los bloques de actividades de este curso. Entre ellos están:
Sinceridad
Confianza
Tolerancia
Solidaridad
Confianza mutua
Ayuda mutua
Amistad
Amabilidad
Respeto a lo ajeno
Justicia
Colectivismo
Respeto a los demás
Libertad
Trabajo conjunto
Respeto del bien común
Patriotismo
Respeto a la Diversidad
Cooperación
El número
de los valores es grande y abarca prácticamente todas las esferas de
la personalidad del niño, más la amplitud de la relación
solamente esta reflejando la complejidad de lo que lo significa la educación en valores como parte integral de la educación moral, y de su implicación
en una educación para la paz.
4.3.4
La evaluación de la educación en valores
Si la educación en valores se considera
un eje transversal y a su vez con contenidos específicos es obvio que
se plantee la cuestión de su evaluación.
La evaluación es un proceso que proporciona
información para hacer los ajustes necesarios en el proceso de enseñanza,
si se educa en valores es porque se espera que los valores puedan ser modificados,
como consecuencia de la acción educativa.
Esta evaluación implicaría el
juzgar en qué medida están siendo incorporados los valores y
actitudes que se promueven, para planificar y decidir qué nuevas acciones
educativas se han de adoptar.
La misma habría de contemplar los diferentes
tipos de contenidos de tal programa de educación en valores: los conceptuales,
referidos a los hechos, conceptos y principios básicos de la formación
de valores; los procedimentales, enfocados al uso de distintas acciones y
estrategias para alcanzar metas, y del aprendizaje en conocimientos y uso
de habilidades; y los actitudinales, relacionados con las actitudes, valores
y normas, la predisposición a actuar de una forma aceptada socialmente.
Una de las mayores dificultades de la evaluación
en la educación en valores es el desconcierto que plantea la imposibilidad
de evaluarlos, debido a que los valores se entienden como personales.
En la educación general los criterios
de aprendizaje de valores, normas y actitudes se pueden explicitar, puesto
que aprender un valor significa que se es capaz de regular el propio comportamiento
de acuerdo con el principio normativo que dicho valor estipula; aprender una
norma significa que se es capaz de comportarse de acuerdo con la misma; aprender
una actitud significa mostrar una tendencia consistente y persistente a comportarse
de una determinada manera ante diferentes clases de situaciones, objetos,
sucesos o personas.
Esta definición permite formular los
objetivos relativos a valores, normas y actitudes y, por lo tanto, los resultados
de aprendizaje, y concebir indicadores que se correspondan con las conductas
observadas. Estos permiten identificar y descubrir comportamientos específicos
que estén claramente relacionados con los objetivos finales que se
desea lograr en función de cada dimensión, de acuerdo con el
momento evolutivo de los alumnos y alumnas.
Lo anterior permite aplicar diversos principios,
métodos e instrumentos, tanto observacionales y narrativos, como la
propia observación y sus escalas, los registros anecdóticos,
las listas de control, el diario de clase, entre otros; y no observacionales,
como el uso de escalas de actitudes y valores, entrevistas, debates y asambleas,
distintas técnicas de simulación y “role-playing”,
etc.
Pero en el caso de la educación infantil,
esto es mucho más limitado, y descansa fundamental y básicamente
en la observación, la formulación de preguntas, el estudio de
los productos de la actividad, y la creación de situaciones críticas
de evaluación (que en el anexo de los bloques de actividades para la
educación de la paz se adjuntan al final de cada bloque)
En suma,
que es el comportamiento y la manifestación en la actividad el indicador
más importante para valorar y evaluar en que medida la formación
de valores ha sido exitosa en el desarrollo de la personalidad de los niños
en esta edad.
4.4
La formación de valores y su significación en la Educación
para la Paz
Entre los objetivos de los sistemas educativos
de la Unión Europea para el año 2010 se incluye el “velar
por que entre la comunidad escolar se promueva realmente el aprendizaje de
los valores democráticos y de la participación democrática
con el fin de preparar a los individuos a la ciudadanía activa”.
Este objetivo en la primera infancia se pone de manifiesto en la conducta
de los niños, en su formación moral, ciudadana y de respeto
a los demás, y que se expresa en la presencia de actitudes de respeto,
tolerancia, solidaridad, participación o libertad, entre muchos otros,
que deben figurar entre los objetivos y las tareas del sistema educativo.
El papel
entonces del educador respecto a entender la paz como valor humano significa
pues, convertirla en motivo para la actividad en las diversas esferas de la
vida social (moral, intelectual, laboral, artística, entre otras);
trabajar para influir en su interiorización en todos sus alumnos, y
contribuir a crear ambientes apropiados para el desarrollo armónico
de las relaciones interpersonales; aprender y enseñar a solucionar
conflictos de manera que estos sean fuentes de desarrollo y no causas de agresividad,
en fin, hacer todo lo posible por lograr que la paz, en su más amplia
concepción, ocupe un lugar significativo en la jerarquía de
valores, tanto en las dimensiones individual y grupal, como en la nacional
y en la internacional.
La formación
de valores en la educación infantil coloca los cimientos para que los
menores aprendan que son miembros de grupos en los que deben mostrar respeto,
amor, orden, cuidado hacia las demás personas y también a los
objetos. Pero básicamente hacia la relación con los demás
seres humanos, y a la convivencia pacífica.
Para
lograr los propósitos de la educación para la paz es necesario
en la formación de valores el considerar los aspectos de vivir en sociedad,
la convivencia, la participación y las estrategias educativas.
La tolerancia,
la cooperación, la reciprocidad, la consideración, la responsabilidad
y el aprecio a la diversidad, son elementos indispensables para vivir en armonía,
logrando objetivos individuales y comunes.
Los centros
infantiles son espacios donde se puede y se deben favorecer que los niños
aprendan a resolver los conflictos de manera pacífica, permitiendo
que tengan la posibilidad de reconocer, valorar y respetar distintas formas
de pensar, sentir y actuar. Así mismo desarrollarán actitudes
de ayuda y cooperación tomando en cuenta las diferencias individuales
y colectivas.
En la
Educación Infantil la formación de valores y la educación
para la paz consisten en brindar a los niños experiencias significativas
que favorezcan el desarrollo de actitudes y comportamientos en bien de sí
mismos y de los demás, y que se conviertan paulatinamente en el curso
de su desarrollo en componentes internos de su personalidad.