El concurso de dibujo

Respeto a la Diversidad

En el concurso, los mejores dibujos fueron premiados. Los niños ganadores iban  al parque a divertirse. Ese era su gran premio.  Ellos habían dibujado de qué manera podían lograr la paz tanto en sus escuelas como en su ciudad o en el mundo.  Y por eso se merecían estar ahí.
Pero algo parecía muy extraño. Ningún niño era igual a otro. Estaban todos sentaditos escuchando las indicaciones para poder subir a los juegos o ir al arenero. Sin embargo, todos se estaban haciendo las mismas preguntas…

¿Por qué aquel niño tenía la piel tan oscura? Una niña tenía el cabello muy clarito, parecía que el sol le había regalado algunos de sus rayos. ¿Ese niño en verdad no podía pararse se aquella silla de ruedas? Y observaban que los ojos de uno de los pequeñitos eran ojos muy chiquitos, parecía que alguien se los había jalado un poquito.  Raúl  pensaba que la niña que estaba a su lado era muy grande para tener 5 años, sus brazos eran regordetos y su cachetes muy redondos, tan rojos que parecían manzanas.  Myrah sonrió al ver que ahí estaba una niña con el cabello muy chinito y negro;  ella siempre había querido tener el cabello así pero el suyo era liso, café y apenas le tapaba las orejas.
¿Cómo vamos a jugar? Se preguntaba Hamid. -Ni siquiera puedo entender lo que ellos dicen.  Una niña de nariz grande, ojos verdes y piel morena caminaba alrededor de todos esos niños, en Italia, todos parecían iguales pero aquí había tantas diferencias. Ese niño que se movía hacia adelante y hacia atrás sentado sobre sus piernitas era distinto a ella también, su cabeza estaba  más grande que la de la mayoría y sus ojos aunque redondos, parecían querer salirse de su cara.
Los juegos parecían no interesarles mucho, eran las diferencias que había entre ellos lo que les llamaba tanto la atención.
De repente,  José, un niño pequeño, morenito, de cabellos  negros, lacios, cortitos y parados, que vestía un pantaloncito de manta y guaraches, sacó de entre sus ropas un juguete que llevaba consigo.  Comenzó a enrollar la cuerda alrededor de un círculo de madera lleno de colores y ató un extremo a su dedo. Levantó la mano y dejó caer el juguete al suelo. Este rodó hacía abajo pero regresó de inmediato a su mano quedando enrollado otra vez.
Un niño se levantó y señaló el juguete. Entonces se acercó a José y le mostró que él tenía un carrito guardado en su pantalón.  Algunos niños y niñas se reunieron alrededor de ellos para ver sus juguetes y comenzaron a mostrar alguna cosa que tenían con ellos. 
Cuando menos lo esperaban,  todos aquellos niños estaban riendo unos con otros. Varias niñas se tomaron de la mano y corrieron hacia las resbaladillas muy contentas, otras se subieron a los columpios; unos más se acercaron al niño que estaba en silla de ruedas y lo llevaron hacia el camino de colores que estaba ahí y juntos comenzaron a jugar. 
En ese momento, todas las preguntas desaparecieron, todas las dudas de los niños se esfumaron por completo. Lo único que existía en ese parque era felicidad.  En el fondo, cada niño y niña ahí comprendió que lo importante no es lo que tenemos diferente unos con otros sino lo que tenemos por igual.

 

AUTOR: Katia Alba Núñez
PAIS: México
E-MAIL :katyalba@hotmail.com