Siguiendo las huellas de una tortuga marina, Yuli Mirada Dulce caminó descalza por la arena. Sonriendo traviesa llegó hasta la orilla del agua. En ese momento, cariñoso, el mar lanzó una suave ola que le acarició los pies.
—Hola, Señor Mar, saludó Yuli con una reverencia.
Y el Mar gritó con sus olas
—Buenos días, Yuli. Qué feliz me hace verte, y lanzó una brisa de agua salada que envolvió a la niña y le hizo cosquillas que la hicieron carcajearse.
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Entonces, felices las olas crecieron de tamaño y eufóricas empezaron a golpear con fuerza las rocas y la orilla del mar.
Yuli tuvo miedo y temerosa dio unos pasitos hacia atrás.
—¿Está enojado, Señor Mar?, le preguntó.
—Al contrario, le contestó el Mar. Tu risa me hace reír, y yo me río con mis olas.
El Mar, al descubrir el miedo en los ojos de Yuli, se preocupó por la niña y poco a poco fue calmando su oleaje.
—No llores, tierna Yuli, le dijo, y disculpa si te espanté con mis carcajadas.
—Pensé que se había enojado y que me quería llevar hasta lo más profundo del agua, le respondió Yuli mientras se limpiaba una lágrima.
—Nunca haría eso, y si me reí contigo, fue porque quiero que seamos amigos.
—¿Usted cree que podamos ser amigos?
—¿Por qué piensas que no?, preguntó el Mar.
—Porque somos muy diferentes, le dijo Yuli. Usted es enorme y yo chiquitita. El Mar es muy fuerte y yo soy muy frágil.
—Pero también hay cosas en las que nos parecemos, le dijo el mar.
—¿Cómo cuales?, le preguntó la niña mientras se sentaba en la arena.
—A mí me gusta reírme como lo haces tú. Igual que tú juego con los rayos del sol y, también como tú, cuando lloro porque alguien me hace daño, lanzo tristes lágrimas saladas.
Yuli se quedó en silencio durante un largo rato, pensando en otros gustos que compartía con el señor Mar, como emocionarse al ver el vuelo de las aves, jugar divertida con la arena y dormir tranquila bajo la mirada de la luna.
—¿Sabe en que se parece usted al cielo?, le preguntó Yuli cuando por fin volvió a hablar.
—¿En el color azul de mis aguas?, preguntó el Mar.
—No, respondió ella. En que usted, como el cielo, está lleno de estrellas.
Y el mar rió contento y envolvió a Yuli con una brisa salada, y los dos sonrieron porque sabían que desde ese día y para siempre, el Mar y la niña serían amigos. |