Había una vez, una mamá mona llamada Lulú y un papá mono llamado Fulgencio que vivían en una selva en donde los animales paseaban felices y disfrutaban de la belleza del lugar, como son sus colores, perfumes y sonidos.
Esta pareja de monos eran papás de Margarita, una mona muy buena y bonita, que le encantaba jugar con todas las otras monitas y monos que habitaban por ahí.
Un día Lulú y Fulgencio se enteraron que serían nuevamente papás, es que en la pancita de mamá mona estaba creciendo un bebé. ¡Qué alegría tenía Margarita! pronto tendría un hermano o hermanita y podría llevarlo a jugar con todos sus amigos y amigas. Además pensaba como le enseñaría a treparse por los árboles y saltar de rama en rama. |
¡El gran día llegó! Y… ¿adivinen quién nació? … Una pequeña monita hermosa, con hociquito muy rosa y una colita toda enroscadita. Le pusieron de nombre Mimosa porque le encantaba estar agarrada a su mamá.
Mientras los días pasaban, su familia se daba cuenta que Mimosa no era igual al resto de monos, porque no aprendía nada de nada, menos que menos, todo lo que había pensado su hermana Margarita.
La familia preocupada se reunió y tomaron una decisión, llevarla hasta la ciudad y consultar a un veterinario. En ese mismo momento Lulú y Fulgencio, junto a su bella beba, emprendieron la marcha llevándola a control.
Cuando el doctor la revisó, muy serió les dijo:- lo que tiene Mimosa, es que nació con una cola muy enroscadita, por eso no puede aprender las cosas que hacen el resto de los monos, esto solo se cura con el tiempo y los únicos remedios que le puedo recetar son la paciencia y el amor.
De regreso en la selva, Mimosa fue creciendo feliz junto a su familia compartiendo cariño y alegría. Pero su hermana Margarita estaba fastidiada y cansada de ver que el resto de monos vecinos discriminaban a Mimosa, nunca la invitaban a jugar, ¡peor que peor! ¡Ni siquiera la saludaban!
Un día Margarita, mientras hacia un collar de semillitas, tuvo una gran idea, decidió hacer una fiesta especial. Rápidamente preparó las invitaciones para todos los monos del lugar, la cual decía: “el sábado los invito a una fiesta muy divertida de monos y monerías. Para poder entrar tienen que venir con antifaz y sin que se les vea la cola, al finalizar se entregará un premio al que le haya durado toda la fiesta la cola escondida.
¡Qué alboroto sucedió! La selva se llenó de chillidos y ni les cuento lo gracioso que fueron los preparativos. Unas monas se confeccionaron antifaces con pétalos de flores y para esconder sus largas colas, las enroscaron muy pero muy fuerte y le pegaron unas hojas grandotas de helecho, otros monos construyeron su antifaz con corteza de un tronco viejo y se ataron la cola a la pata, disimulándolas con ramas de sauces. ¡Cuántas cosas inventaron! especialmente para esconder muy bien sus colas y así poder ganar el premio.
Mientras tanto Margarita le hizo a su herma un precioso antifaz con plumitas de un tucán y sobre su cola muy enroscadita solamente bastó con aplicarle una simple flor de jazmín.
Uno a uno fueron llegando los invitados, pero como todos estaban con antifaces y colas tapadas, nadie se reconocía, menos que menos se daban cuenta que Mimosa era una más de la reunión.
¡La fiesta comenzó! ¡Cuánta diversión! Todos juntos bailaron…, corrieron…, jugaron a las escondidas y se divirtieron muchísimo.
Antes de finalizar, Margarita los llamó y les dijo:- ha llegado el momento de entregar el gran premio que consta de: un cacho de bananas, 7 cocos y una liana para saltar la soga. Entre todos votaremos al mono ganador, solamente debemos ver quien escondió mejor la cola y no se le salió.
Cuando comenzaron a mirarse entre ellos, se dieron cuenta que a unos se le asomaba por arriba del lomo, a otros los pirinchos de la punta de la cola se les aparecían por debajo de la panza y a más de uno, entre tanto movimiento, les habían quedado su colas totalmente destapas. Todos se miraron y votaron por unanimidad, diciendo: -gana esa mona que tiene el antifaz con plumitas de tucán, porque ha podido mantener su cola escondida bajo la flor de jazmín.
Cuando la monita se quitó el antifaz, sorprendidos dijeron a coro: -¡pero, si es Mimosa!
Margarita replicó: -¿vieron qué con cola o sin cola seguimos siendo monos y lo mismo podemos divertimos juntos haciendo monerías?
Desde ese momento Mimosa es querida y aceptada por todos. Ya aprendió a treparse a los árboles, aunque todavía no salta de rama en rama, pero lo mismo se ríe, corre y juega muchísimo con sus amigos y amigas.
¡Ah! ¡Me olvidaba de contarles lo más importante! Mimosa ese día, compartió el premio con todos los invitados, se comieron las bananas y los cocos y desde entonces, en las tardecitas, monos y monitas se juntan a saltar la soga en el medio de su bella selva que está llena de colores, perfumes y sonidos. Por supuesto mamá Lulú y papá Fulgencio son los monos más felices del lugar junto a sus hijas Margarita y Mimosa la monita de la cola enroscadita. |