La mariposa fea

Compasión, gratitud.

Era una mariposa fea. Tenía colores pardos y soltaba una pelusilla gris cada vez que se posaba en una flor. Volaba como si tuviese un ala rota, en tanto las amarillas lo hacían como breves fogatas sobre las olas del mar. Oculta tras un viejo árbol veía con admiración la fuerza interior de las monarcas; a ella le dolía el ala cuando volaba:

reumatismo juvenil, -le había dicho su mamá, -es cosa de familia. Por tal razón, hacía paradas frecuentes y eso molestaba a las flores pues manchaba sus pétalos con su pelusa gris. Esa mariposa tiene mucha caspa, -cuchicheaban entre si. Cuando ella se enteró dejó de hacerlo y se guareció en el viejo cedro.


Tiempo después, las flores se volvieron pálidas y una masacre de arrugas les llegó de improviso. Algunas en silencio padecían la vejez, otras sollozaban al verse ajadas y polvosas.

La mariposa fue hacia ellas y aún así tuvieron fuerza para decirle "llévate tu caspa a otra parte." Pero una flor infante, le dijo: acomódate a mi lado y cuéntame de la vida,
pues mi aliento se escapa y no conozco el mundo.

Le habló de la montaña, del viento, de la alegría del pájaro y del viejo cedro donde lloraba.

-Sigue contándome, -musitó la niña flor…

Los días siguieron como los caballos que trotan en la pradera, como la gota que rueda por el fruto, llovía pelusa gris sobre la flor. Hasta que un día pidió que la peinara y la mariposa vio que la luz había llegado de nuevo a sus pétalos…
La flor sonrió:

 ”Quédate conmigo y abrígame. Me has quitado la pena, y me has obsequiado el deseo de mirar las puestas de sol, y escuchar el clarín"

 

AUTOR: Rubén García García

PAIS: México

E-MAIL: estioestio@hotmail.com