Cierto día no muy lejano, en el país de la Geometría, en donde todo se mide y calcula, hubo una gran reunión. El Rey muy preocupado convocó a todas las figuras para que rápido acudieran a su castillo real.
Las primeras en llegar fueron las Líneas Rectas que marchaban derechitas y ordenadas, todas muy bien peinadas, como soldados en un gran desfile. Después aparecieron las Líneas Onduladas zigzagueando y zigzagueando, moviéndose de lado a lado, dibujando por arriba, dibujando por abajo.
Rodando, rodando los Círculos iban llegando. Había grandotes y chiquitos, todos dando muchos giritos.
También arribaron los Triángulos. Puntiagudos, puntiagudos luciendo orgullosos sus puntas y sus tres fabulosos lados.
Y al final con pasos lentos y pesados aparecieron los Cuadrados. Fuertes y muy bien armados mostrando sus cuatro lados.
Una vez todos reunidos, el Rey apareció y con lágrimas en los ojos les contó:
_ Los he llamado a todos porque mi pequeño hijo, el Príncipe, no para de llorar. Esta triste y no se ríe, ¿ustedes me podrán ayudar?
¿Qué harían las figuras para al Rey poder aliviar?
_Una caja cuadradita con sorpresas! Dijeron los Cubos, eso le va a encantar…
_No, no, no, se adelantaron las Líneas Rectas, mejor son unos palitos para poder jugar…
Los Círculos querían hacerlo dar vueltas y las Curvas hacerlo bailar… ¡que alboroto se armó, todos querían opinar!
_¡Silencio!, gritaron los Triángulos, nuestro Rey quiere hablar y con tanto grito, tanto grito no lo podemos escuchar.
_Mi niño perdió su corona y cree que cuando sea grande no va a poder gobernar como un verdadero rey, esta triste muy triste y ¡¡no para de llorar!!
Todos calladitos vieron al Rey irse, despacio y muy apenado, sin saber que iba a pasar.
En ese momento preciso se pusieron a pensar como lo podrían solucionar, lo escribieron y lo borraron, trabajaron y trabajaron… Hasta que un circulito pequeño gritando alocadamente dijo:
_ ¡Lo tenemos, lo tenemos! ¡Todos juntos lo hemos logrado. Venga su majestad y traiga a su pequeño para que lo pueda observar!
Era una hermosa corona, de cuadrados y de círculos, de puntitas triangulares y de rectas y curvitas.
El rey la recibió emocionado y la colocó sobre la cabeza de su hijo. La carita del pequeño príncipe se ilumino y su sonrisa fue tan grande y hermosa que hizo brillar la corona de manera muy especial.
__¡Gracias mis queridas figuras! dijo el Rey aliviado.
Y desde ese día aprendieron que juntos es mejor trabajar. Que es bueno escuchar al otro, como buenas ideas dar. Que el esfuerzo vale la pena, que así todo se puede lograr…
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