VARITA MÁGICA |
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Autoestima, paciencia, sensibilidad, creatividad, confianza en sí mismo, gratitud, generosidad. | ||
Esta es la historia de una varita, pero no de una varita cualquiera, su nombre es Varita y su apellido Mágica. Varita Mágica era hija de otras varitas mágicas y nieta de otras varitas mágicas abuelas, pero curiosamente, no sabía para qué servía. Se sentía triste porque en el mundo mágico de las hadas, todavía ninguna se había fijado en ella. Un día un hada de luz la encontró e hizo con ella maravillas, ayudó a mucha gente y aprendieron de ella y se sentía feliz de servir para algo. Pero llegó un momento en el que el hada se fue de vacaciones y dejó allí guardada a Varita Mágica. Un día un niño aprendiz la encontró e hizo con ella travesuras, transformó a mucha gente en cosas feas y animales peludos, puntiagudos y menudos y Varita se sentía feliz de servir para algo, pensó que ese era su destino. Pero llegó un momento en el que el niño la dejó guardada en un cajón porque pensó que estaba gastada. Pasaron los años, las cuatro estaciones y los doce meses del año con sus días y semanas incluidos, y Varita Mágica cansada de esperar salió del cajón donde estaba. Su sorpresa fue grande al verse en un reflejo de una ventana, no era una varita mágica como siempre había pensado, si no un lápiz pequeño y gastado de color dorado. No sabía qué era ser lápiz, toda su vida había creído ser un objeto mágico y ahora parecía no servir para nada. Una mujer al oír al lápiz llorar, lo cogió y le dijo: -Gracias a ti, mis alumnos han podido entender mis explicaciones, cuando no entendían algo tú les ayudabas en sus respuestas. También te utilizaron los alumnos de infantil para la clase de plástica y se pasaron el año pintando animalitos peludos, puntiagudos y menudos, pero de tanto usarte, te quedaste pequeño y te guardaron en este cajón-. Varita Mágica dejó de llorar, ahora lo entendía todo, desde aquel día supo que siempre había sido útil, era el lápiz de una profesora que recorrió multitud de manos de niños y niñas, y eso, le enorgulleció. Desde aquel instante decidió no pensar en lo que creía haber sido, sino en lo que realmente era. Y así, fascinada por lo que le había ocurrido, volvió a dormir feliz en el cajón de la mesa de aquella profesora, sabiendo que muchos niños y niñas se acordarían de ella, en cada dibujo, en cada palabra, y… por qué no, a través de este cuento contado.
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