Había una vez un ratoncito llamado Rosco. A este ratoncito hoy le tocaba ir al trabajo de su padre a aprender el oficio porque su padre ya estaba muy mayor. Pero el animalito pensó que no lo podía hacer porque su padre era EL RATONCITO PÉREZ.
Se acercaba la noche y Rosco estaba cada vez más nervioso. Pasaban y pasaban las horas hasta caer la noche que es cuando todos los niños buenos se van a dormir. Rosco y su papá ya habían salido de casa. Pérez miro el mapa donde salían todas las casas de la cuidad y dijo:-“la primera casa es la de Bailey Boston una niña de 5 años a quie se le había caído 1 diente más.
Rosco fue a coger el diente pero no estaba. Se estaban preguntando porqué cuando oyeron la voz de un adulto. Entonces miraron a su mano y vieron para su sorpresa el diente de Bailey. Cuando el que parecía el padre de la niña se acercó, el viejo ratón le soltó una bronca, el padre al ver un ratón hablando se asustó tanto que salió corriendo y soltó el diente. “-¿Por qué ese tipo ha cogido el diente? Es tu trabajo-“ Preguntó Rosco con timidez a su padre. Pérez le contesto: -“los adultos de ahora no creen en el Ratoncito”. Al ver que la niña se estaba despertando los dos ratones salieron de su cuarto para mirar de nuevo el mapa. Rosco dijo:-“Ahora toca la casa de Marcus tiene 8 años y es el 4º diente que se le cae.
En la casa de Marcus pasó lo mismo, los padres habían cogido el diente. Bueno no fue la única casa en la que los adultos habían cogido el diente: pasó lo mismo en la 3ª casa y todas las siguientes hasta la última.
Al día siguiente Rosco decidió ir a la radio porque el locutor era el único hombre que aun creía en el ratoncito Pérez. De hecho cuando era pequeño conoció al abuelo de Rosco y por eso le tenía tanta confianza hasta el punto que le dejo decir por la radio esto: “- todos los adultos que no crean en Pérez, el ratoncito de los dientes, que esta noche dejen un trozo de queso y nosotros, todos los ratones de los pueblos Queso Fundido y Villa Roedores morderemos es queso y dejaremos nuestras marcas de pies en una plastilina que dejaréis al lado de el queso. Así os demostraremos que efectivamente existimos.
Ese día los quesos y las plastilinas de todas formas, olores y colores volaron de los mercados . Mientras tano, los ratones intentaban no comer nada para tener los estómagos vacios para el queso.
Era la noche en que todos los ratones salían de sus escondites, casas y madrigueras de camino a casa de todos los niños. Por suerte todos los ratoncitos, colaboraron y terminaron más pronto de lo que pensaban y se pudieron ir a dormir pero Rosco no consiguió pegar ojo durante toda la noche. Cuando el sol brillaba por detrás de las colinas todos los adultos vieron la plastilina y el queso con las marcas de los roedores y se sorprendieron mucho.
A la noche siguiente Rosco y su padre salieron a coger los dientes y todos absolutamente todos estaban debajo de la almohada. Su padre y todas las generaciones de ratones de los dientes se lo agradecieron mucho incluso le hicieron una estatua y cada vez que la gente pasa por delante de ella recuerda la historia del ratón más valiente, listo y curioso de todos los ratones que consiguió que todos, y con todos me refiero a todos, crean en el espíritu de el ratoncito Pérez. Bueno en realidad el RATONCITO ROSCO.
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