Había una vez en la sabana de África un pequeño leoncito que lloraba y lloraba desconsoladamente. Unas nubes que paseaban por el cielo se alertaron al escuchar tal desconsuelo. Una de las nubes le preguntó:
- Pequeño león ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás tan triste?
Entre sollozos el león pudo decir: - Hola nube. Estoy triste porque mi familia se tiene que ir de este lugar tan bonito porque el lago en el que bebíamos agua se ha secado y no encontramos agua para beber, tendremos que mudarnos a otro lugar donde haya agua y ya no podré jugar con mis amigos.
Y la nube le respondió: - ¿Sabes…? quizá pueda ayudarte, las nubes podemos hacer que llueva y formaremos un lago donde tu familia y tú podáis beber. Hablaré con mis amigas.
La nube habló con sus compañeras de viaje. Todas se pusieron de acuerdo, colaborarían para ayudar al leoncito y a su familia.
Todas las nubes formaron un inmenso círculo en el cielo y cantaron: “Pon, pon, pin, una gotita para ti. Pin, pin, pon, una gotita que cayó”.
Y poco a poco, la gotitas de lluvia fueron cayendo del cielo al antiguo lago que se había secado suelo cerca de la casa del leoncito. Las gotitas formaron un pequeño charquito que cada vez se iba haciendo más y más grande hasta que se convirtió en un hermoso lago.
El leoncito llamó a su familia gritando de alegría: ¡Mamá, papá, mirad! Ya no tendremos que mudarnos a un lugar lejano podremos quedarnos a vivir aquí. Tenemos agua para beber. Mis amigas las nubes nos han ayudado.
Los padres del leoncito se pusieron muy contentos y dieron las gracias a las nubes.
En agradecimiento, los leones decidieron ayudar a las nubes para que siguieran su viaje. Subieron a la colina más alta y soplaron todos juntos para que volviesen a su viaje por el cielo.
Desde entonces, los leones suben a las colinas para ver cómo las nubes viajan por el cielo. |