EL JUGLAR DE LAS VILLASENDAS |
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Asertividad y bondad, pueden ir unidas. Ser asertivo no es ser egoísta | ||
Había una vez; hace mucho, mucho tiempo; en un país muy, muy cercano, tan cercano que es el nuestro; un juglar que se llamaba Eufemiano. Como todos juglares, recorría los pueblos cantando canciones para los campesinos. También sabía contar historias, y hacer juegos malabares. Aprovechaba para transmitir noticias de un lugar a otro. E incluso a veces llevaba pequeños recados de un pueblo a otro. De vez en cuando iba a algún castillo. Unas veces conseguía más dinero, otras menos, pero siempre se iba al tercer día, recorriendo cada año el mismo camino, en verano los pueblos más altos, en invierno los pueblos más bajos. La gente ya conocía su recorrido, con el tiempo había logrado perfeccionar su trabajo, y como veían que estaba dispuesto a ayudar en lo que pudiera, los que le conocían le recibían con agrado, incluso en los pueblos más pobres recibía un plato de sopa y un poco de pan. Después de invitarle a unas gachas y un vino, y cuando Eufemiano se despidió, el alcalde siguió pensando: “ ¡Cien maravedíes! Sólo con la mitad de ese dinero podríamos arreglar el molino junto al río, que ya se está cayendo!”. Se lo contó a su secretario, el Wenceslao, que había estudiado con los monjes y sabía latín y de números. A éste se le ocurrió una idea: -Pues mandamos a alguien del pueblo a que cante para ganarlos. Dicho y hecho, volvieron a llamar a Eufemiano y le propusieron el asunto. Él contestó: -No. Voy a seguir camino hacia Villasenda de la Montaña. Intentaron convencerle, diciéndole que les haría un favor muy grande al pueblo, y que él se llevaría la mitad del dinero, y que si no lo hacía no se lo perdonarían jamás.. Pero Eufemiano se mantuvo firme a pesar de los halagos y las amenazas. -Pero Eufemiano, ¿Por qué no quieres hacerlo?
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