Cuando Asier escuchaba a su profesora recitar poesías, sentía que el tiempo se detenía.
Le gustaba tanto la poesía, que un día, decidió que quería ser poeta. Sí, él también escribiría cosas preciosas, rimando palabras, componiendo versos, leyendo estrofas…
Un día cogió un cuaderno y un lápiz y se dispuso a escribir sus primeros versos. Comenzó con mucha ilusión, pero a medida que el tiempo pasaba, se iba desanimando poco a poco. Las rimas no le salían. Bueno, si le salían pero no como él quería. Cuando buscaba palabras bonitas para rimar, no encontraba las adecuadas.
Para rimar con la palabra corazón, le salía melón. Para alegría, sandía. Para amistad, tempestad. Para luna, aceituna. Para belleza, torpeza. Y para ternura, herradura.
Todos los días intentaba, pero el resultado era siempre el mismo: versos incompletos y hojas emborronadas .Aquella tarde, al igual que otras tardes anteriores, Asier salió con su cuaderno y su lápiz en busca de inspiración. Y como cada tarde, no fue capaz de escribir ni un solo verso.
Estaba desesperado y se había esforzado tanto, que allí mismo, en el banco del parque dónde se sentaba todas las tardes, comenzó a llorar en silencio. De sus ojos caían dos enormes lágrimas, que se perdían por dentro del cuello de su camiseta.
En aquel momento, Auria, su profesora del colegio, le vio sentado en el banco del parque y se acercó a saludarle. Al verle llorando le preguntó preocupada.
- ¿Qué te pasa Asier? ¿Por qué lloras?
- Porque quiero ser poeta y no soy capaz de escribir ni un solo verso-respondió con un tono muy triste.
- ¿Te puedo ayudar?-preguntó Auria
- No lo se. Nunca encuentro la rima adecuada ni la palabra precisa-explicaba Asier.
Auria se sentó a su lado y le dijo:
- Verás Asier, debes usar la imaginación.
Asier se quedó sorprendido y confuso. Su profesora continuó.
- Imagina que tu cara es…no sé, un valle ¿Qué podría ser tu nariz?
- Una montaña.
- Muy bien. ¿Y las lágrimas que cruzan “el valle” de tu cara?
- Podrían ser dos ríos.- Asier se iba animando.
- ¿Y tus ojos?
- ¡El manantial del que nacen los ríos!
- ¡Muy bien Asier! ¡Ahora sólo tienes que describir tu cara pensando que es un valle!-dijo Auria animándole-¡Vamos, inténtalo!
Asier comenzó titubeando.
- En... en el valle de mi cara / una cumbre se levanta/ con un par de ríos que nacen/
de manantiales que cantan.
- ¡Estupendo! -dijo Auria emocionada- ¡Ahora tienes que hacer lo mismo con las cosas sobre las que quieres escribir!
Asier acababa de hacer su primer poema. Desde esa tarde, y con ayuda de su “musa”, Asier comenzó a mirar el mundo desde otra perspectiva. Comenzó a mirar al arco iris, como una diadema de colores para el cielo. Su lápiz, como una varita mágica que creaba versos. La lluvia, como lágrimas del cielo cuando tiene un día gris.
Desde entonces, Asier ha escrito muchos poemas. Pero nunca se ha sentido tan poeta, como aquella tarde en el parque, cuando descubrió que su cara, era un auténtico poema.
FIN
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