Había una vez, un zorro, una colina de hormigas y un grupo de ratones, que vivían en una granja.
El zorro obligaba a las hormigas y a los ratones a que le trajeran la comida y el agua,
porque si no lo hacían, el zorro se comía a las hormigas y a los ratones.
Hasta que un día el jefe de los ratones y la jefa de las hormigas decidieron encontrarse para hablar.
- ¡Ya estoy harta! dijo la jefa de las hormigas.
- ¡Esto no puede seguir así! continuó el jefe de los ratones –El zorro nos hace trabajar mucho, siguió hablando el jefe de los ratones.
-y, mientras cogemos comida para el zorro, no tenemos tiempo para almacenar la nuestra, y en invierno pasaremos hambre, se quejaba la jefa de las hormigas.
-Debemos enfrentarnos al zorro, propuso el jefe de los ratones.
-Pero para eso deberemos entrenar a fondo: día a día, sin perder ni un minuto, porque el zorro es grande y fuerte, dijo la jefa de las hormigas.
-Pero si entrenamos a fondo como dices lo podremos derrotar, porque el puede ser que sea más grande y más fuerte que nosotros, pero somos más inteligentes y somos más.
Solo tenemos que creer que podemos, continuó el jefe de los ratones.
-Tienes razón, solo debemos creer que podemos. ¡Hormigas!, chilló la jefa,
-Venid, os tengo que comunicar una cosa muy importante, corred, dijo la jefa de las hormigas a sus compañeras.
- Venid, os tengo que comunicar una cosa muy importante, corred, dijo el jefe de los ratones emocionado, ya que su idea funcionaba.
-¡Hormigas! El jefe de los ratones y yo, hemos tenido una gran idea: nos vamos a enfrentar al zorro, todas las hormigas quedaron asombradas.
-¡Ratones! La jefa de las hormigas y yo, hemos tenido una gran idea: nos vamos a enfrentar al zorro, todos los ratones empezaron a gritar: BIEN, BIEN, a diferencia de las hormigas.
Al cabo de unos días… empezaron a entrenar a fondo: cada día se levantaban muy temprano para entrenar antes de ir a servir al zorro, y después de traerle la comida al zorro también iban a entrenar, entrenaban duro y a fondo, unos entrenaban pegando los sacos, otros haciendo pesas, otros saltaban a la comba…
Ya llevaban más de un mes entrenando a fondo, cada vez eran más fuertes y mejores luchando, aunque necesitaban entrenar más.
Llegó el día en el que se irían a enfrentar al zorro todos estaban nerviosos aunque a la vez muy asustados.
Llegaron hasta donde estaba el zorro, más o menos a la hora de comer.
El zorro los vio llegar, extrañado ya que no llevaban comida, y dijo:
-¿Qué hacéis aquí sin comida? ¡Ya es la hora de comer! ¿A que esperáis para traerme la comida? ¡Venga, vamos, a trabajar!, ordenaba el zorro sentado en el suelo.
-Perdona zorro, pero no hemos venido a servirte sino que hemos venido a luchar contra ti, dijo la jefa de las hormigas un poco asustada.
-Es injusto como nos tratas, y ya no lo queremos aguantar más, así que si ganamos no te volveremos a servir, dijo el jefe de los ratones confiado de lo que hacía.
-¿Y si perdéis? ¿Cuál es mi recompensa?, preguntó el zorro.
-Si perdemos continuaremos sirviéndote hasta el final de nuestras vidas, contestó la jefa de las hormigas no muy convencida de lo que hacía.
-Genial, dijo el zorro.
-¡Pues empecemos!
-Recordad solo creer que podéis hacerlo, dijo el jefe de los ratones.
Pasaron unos minutos, y todos los ratones y las hormigas ya no podía más, los jefes decidieron hacer media parte y…
-No lo vamos a derrotar, dijo una hormiga con el brazo roto.
-Es muy fuerte, dijo un ratón.
-Pues sino lo podemos derrotar con la fuerza lo haremos con la astucia…
Todos quedaron asombrados cuando la jefa de las hormigas continuó:
-¡Las cosquillas!
Todos se quedaron mirándola asombrados, pero lo intentaron, y al cabo de unos minutos…
El lobo dijo riendo:
-Vale, ya vasta me habéis derrotado, se acabó, sois libres.
Y los ratones y las hormigas vivieron felices sin tener que servir a nadie más.
Y un consejo: Aprovechar lo que se os da bien y no envidiéis lo que no tenéis.
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