Katy era una niña muy bonita, pero tenía un gran defecto: no le gustaba hablar con nadie porque sentía que no había nadie que la igualara. Cuando iba por la calle todos la saludaban pero ella no contestaba, su hermanito Pepín la invitaba a jugar y ella ni siquiera volteaba a verlo. Su mami le pedía que la ayudara pero parecía que no oía. Cuando su papá llegaba del trabajo y Pepín salía corriendo a saludarlo, Katy permanecía callada. Tampoco daba las gracias ni pedía permiso para pasar.
La llevaron con doctores para ver si estaba enferma, pero todos decían que no tenía nada, solo que no le gustaba hablar
Cierto día, Katy despertó y como de costumbre, después de ducharse, bajó al comedor y se sentó en su silla para esperar el desayuno, pero ese día todo cambió: su mamá le sirvió a Pepín y a papá y luego se sentó a desayunar con ellos y charlaron alegremente. Katy esperaba que le sirvieran a ella y nada, golpeó la mesa con los cubiertos pero parecía que ninguno la escuchaba. Cuando terminaron, todos recogieron los platos y se dispusieron a realizar sus actividades diarias: Papá salió al trabajo, Pepín a la escuela y mamá al mercado, nadie le dirigió a ella una palabra ni le preguntaron por qué no iba a clase.
Katy salió de su casa enfadada, el vecino no la saludó, la señora de la tienda tampoco, ni siquiera Tintín el perro de la casa de al lado le ladró, eso le causó aun mas extrañeza porque a ella le gustaba sacarle la lengua para molestarlo.
De pronto Katy volteó al aparador de una tienda y lo que vio la dejó impresionada: ¡no se reflejaba su imagen en el vidrio! se movió a un lado y al otro, pero nada… todo a su alrededor seguía existiendo pero ¡ella no! Corrió a su casa asustada y para su mayor sorpresa ella no aparecía en los retratos familiares, entonces dio un gran salto de susto.
Cuando llegó su mamá la llamó varias veces, pero su mami no acudió, igual pasó con el resto de la familia, por más que ella gritaba y brincaba enfrente de ellos nadie la veía.
Katy lloró y lloró desconsoladamente hasta que se durmió. Entonces entró por la ventana un duendecillo y le cantó quedito junto al oído:
”Los niños que no saludan pueden desaparecer, porque ser su amigo no es para nadie de interés. Si cambia su proceder, Katy linda puede ser, muy amable saludar y con sus amigos jugar”
Se despertó sobresaltada y alcanzó a ver al pequeñín despedirse con los primeros rayos del sol cantando la cancioncilla.
Katy gritó fuertísimo ¡mamaaaaaaaá!, De inmediato aparecieron papá, mamá y Pepín preguntando qué le pasaba, Entre sollozos los abrazó, les dijo lo importante que eran para ella y que a partir de ese día les iba a saludar, a platicar todo y a jugar con Pepín.
En la escuela Katy cambió con la maestra y con sus compañeritos de clase, hasta con Tintín se hizo muy amiga y se convirtió en la niña mas popular y querida por todos.
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