“APRENDIENDO
CON
Taller descriptivo y vivencial.
Pablo Torres Parés.
La música: ¿“Panacea educativa”?
¿Qué podemos lograr mediante una canción? Es una pregunta obligada cuya respuesta permite valorar con objetividad y precisión la promoción de actividades musicales en los centros educativos donde se atiende a los más pequeños y aquilatar la importancia de poner en práctica un nuevo método de educación musical que garantice el uso adecuado de la actividad musical y contribuir así en el desarrollo integral de las capacidades musicales del individuo y, por lo tanto, de sí mismo.
¿Qué se puede lograr en el entorno educativo mediante una canción? Las respuestas a tal pregunta sugieren las más amplias posibilidades:
· Área cognoscitiva: la cual desarrolla la memoria, atención, discernimiento, análisis, creatividad, capacidades auditivas y analíticas; organiza y estimula la actividad mental, crea y propicia estructuras, etcétera.
· Área afectiva: socializa, ayuda a reconocerse a sí mismo, a fortalecer su autoestima, a formar hábitos, a convertir los procesos pedagógicos en actos plenos de emoción; se expresa, comprende a los demás, propicia ambientes agradables, felices, seguros, valora el entorno social, humano y ecológico, fomenta el sentido estético, etcétera.
· Área motriz: armoniza el movimiento, da ritmo y orden, favorece motricidades finas y gruesas, propicia la relación ojo-mano, etcétera.
La respuesta entonces es tan amplia, que cualquier listado podría omitir aspectos importantes. ¿Se podrá encontrar acaso algún aspecto del proceso educativo que no se favorezca mediante una canción?…
Contestar tal interrogante se convierte en una prioridad ya que permitirá ubicar con exactitud los límites precisos donde la actividad musical puede ser exitosa. Aceptar de antemano que la música es útil en todos y cada uno de los propósitos educativos, sin límite y medida, sería tanto como haber encontrado la “panacea educativa”. Tal vez no lo es tanto… tal vez existen límites bien determinados que ayuden a contextualizar adecuadamente a la actividad musical donde mejor actúa y así concentrar los esfuerzos precisamente en ese rango a fin de no perderse en el maremágnum panaceico.
A mayores esfuerzos por encontrar los límites de los beneficios de la música en la educación, mayores posibilidades educativas de este arte. Más aún, esta búsqueda ha llegado a lugares maravillosos donde la educación musical se confunde con la musicoterapia y los resultados admiraron a cuantos fuimos testigos. Es muy probable que estemos cerca de comprobar la panaceica función educativa de la música sobre todo en los primeros años de vida: plantearse tal hipótesis sin encontrar error en experimentaciones casi infinitas en toda época y lugar en donde ha habitado un ser humano también resulta un método de comprobación válido, cuando menos hasta que se demuestre lo contrario. No obstante, nuestro principal objetivo es crear el método más adecuado para llevar a cabo la actividad musical en donde se sabe que ésta funciona muy bien. Para lograr aquel propósito fundamental, es indispensable valorar y reconocer la importancia de la música en el proceso educativo; sin embargo, la hipótesis panaceica de la música debe encontrar enormes repercusiones tanto en el campo educativo como en el musicoterapéutico.
Si hasta aquí llegara la importancia de favorecer las actividades musicales, ya estaría bien justificado cualquier esfuerzo que se hiciera con este fin. Pero ahora viene lo mejor:
Integralidad de la Educación Musical:
La actividad musical no sólo afecta cada una de las áreas que conforman a un ser humano, mejor aún, las interrelaciona en lo que puede ser la máxima muestra de integralidad; así, sus efectos se multiplican hasta el infinito: Es posible ilustrar este concepto con el crecimiento de una semilla (experiencia pedagógica) que requiere tres elementos sin los cuales es imposible que subsista: el Sol (aspecto afectivo), la tierra (aspecto cognoscitivo) y el agua (aspecto motriz).
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Si la semilla se depositara en la tierra sin agua ni sol, terminaría desintegrándose tiempo después al igual que un conocimiento que, por ejemplo, se aprende de memoria. Si a la tierra se le agregara un poco de agua, la plantita empezaría a crecer mas, al poco tiempo, moriría inexorablemente.
Pero, si los tres elementos están presentes, la planta crecerá y florecerá tanto como su propia naturaleza se lo permita; tal vez pueda ella misma generar retoños que embellezcan aún más este jardín imaginario. Sin duda existen más variables, pero el ejemplo ilustra con claridad la interrelación necesaria entre las partes del todo. Entre estas variables hay otro aspecto que aclara algunas cuestiones igualmente importantes de las relaciones que surgen y vinculan los tres elementos: la calidad de éstos.
Una tierra de mala calidad, que no posea los nutrientes esenciales, en cantidades adecuadas para que puedan ser absorbidos por la planta, no ayudará a su crecimiento. El agua contaminada podría envenenarla, la luz artificial no le permitiría florecer, etcétera.
Resulta entonces muy interesante darse cuenta de que esta serie de relaciones existen también entre los elementos musicales: para que la música florezca es necesario que existan sus tres elementos constitutivos: ritmo, armonía y melodía. Cada uno requiere de los otros y sólo en la perfecta integración de ellos florece la música*; estos elementos son precisamente, como lo propuso E. Willems, [1] los que logran sobre todas las demás expresiones pedagógicas y artísticas una relación profunda, directa, trascendente y poderosa con el ser vivo y la distancian de ser una perspectiva puramente conductual:
En el cuadro anterior es posible notar cómo cada unidad —música y ser— es un todo equilibrado y funcional donde cada uno de sus elementos no es sin los otros, pero también es fácil darse cuenta de la interrelación que existe entra cada elemento y, más aún, entre los diversos elementos de una unidad con todos los de la otra unidad. Estas interrelaciones pueden explicar claramente el poder absoluto de la música en el ser vivo.
¿Cómo cantar sin sentir? Los mensajes sensibles de la obra, los propios emparentados con aquellos; ¿cómo cantar sin pensar? Ya sea con el uso de la memoria, la creatividad, los significados lingüísticos, los lugares, épocas, situaciones evocados por la obra; y ¿cómo cantar sin tener respuestas motrices? Abriendo y cerrando la boca, colocando cada sonido en el justo momento, percibiendo en cada célula del cuerpo los pulsos y los acentos, las figuras rítmicas que dan movimiento y vida a la obra, meciéndose suavemente al ritmo de la canción o llegando a la explosión del movimiento que inunda un ser que baila al compás de una pieza musical. En fin, pensar, sentir y actuar de manera integral y armónica para lograr la expresión más elevada de la experiencia musical: la sensación estética.
El proceso que genera el acto de cantar es intrínsecamente global al igual que el “goce estético” consecuencia de pensar y sentir para actuar. De actuar y sentir para pensar. De pensar y actuar para sentir.
El logro de un propósito musical motiva el desarrollo integral del individuo. Esto es: la adquisición de una habilidad musical redundará en numerosos beneficios integrales que, a su vez, podrán propiciar nuevas adquisiciones musicales en “espiral ascendente”. [2] Por ejemplo, “cantar afinado”, dará resultados óptimos, entre otras muchas cosas (memoria, atención, expresión, etcétera), en todo lo que corresponde al área del lenguaje; pero cantar afinado es un hecho que satisface una gran cantidad de necesidades (de expresión, de juego, de belleza, de seguridad, etcétera), y por ello se multiplicará de manera geométrica, permitiendo que la experiencia educativa tenga lugar exitosamente un número indeterminado de ocasiones; es decir, que el niño se la pasará cantando “de la mañana a la noche” debido al placer y las muchas satisfacciones físicas, afectivas y psicológicas que esta acción le proporciona, lo que generará una perfección cada vez mayor de sus habilidades de lenguaje; éstas, a su vez, propiciarán la adquisición de canciones más complejas y ricas en nuevos estímulos que repetirán la secuencia dada ahora en un nivel superior, en teoría, hasta el infinito; en la práctica, hasta donde la naturaleza del individuo lo permita.
Se ha dicho que la actividad musical puede propiciar todo el hecho educativo, pero este “todo” lleva implícito su riesgo: incluye todo lo bueno (positivo, constructivo) y todo lo malo (destructivo, degenerativo). Baste observar con detenimiento algún programa pseudoinfantil de la televisión comercial para darse cuenta de ello. Al ser la actividad musical un proceso inevitablemente integral, se garantiza su efectividad de manera profunda y a largo plazo. Así, la música también es capaz de fomentar óptimamente la violencia, la drogadicción, la desunión, la enajenación y muchas más cuestiones que, desde la perspectiva pedagógica se consideran, en lo general, negativas. He aquí la enorme responsabilidad que se desprende de la actividad musical para el educador y que obliga a tomar una posición ética en torno a la metodología que se utiliza para la actividad musical. ¿Cómo discernir con exactitud cuándo la “acción educativa musical” es perjudicial o no? ¿De qué depende el hecho de que una actividad musical proporcione un resultado positivo o negativo? Dos aspectos son elementales:
Ambos temas deberán desarrollarse en una nueva oportunidad en que el tiempo alcance para ello; sin embargo, permítaseme dar algunas generalidades acerca de la metodología que he desarrollado.
El Método Torres
Sin duda en la actividad musical existe una posibilidad emancipadora de la educación actual que pasa por una crisis de prácticamente todos los paradigmas que la habían sustentado. La actividad musical como motor de la formación de valores, de una verdadera educación integral, interesante y trascendente, en la construcción de capacidades y habilidades tanto cognitivas, como motrices y psico-afectivas; La actividad musical se vislumbra como una verdadera panacea en los países en donde se han obtenido los mejores resultados en los sistemas educativos. De ella depende, en más de un sentido, que los sueños de una educación bella y trascendente, sean una realidad en Nuestro País y el mundo.
El Mtro. Pablo Torres ha construido un sistema para la formación musical del niño y la actualización de las educadoras, maestros y demás profesionistas cercanos a la niñez, que permite no sólo hacer que resurjan los cantos y la música en las actividades cotidianas con los niños, sino que también sirve para acceder a una concepción moderna e innovadora de la educación del niño preescolar y de la relación que surge del trabajo académico en las aulas del Jardín de Niños. Este sistema se llama “Método Torres”.
Qué es
Se trata de un método completo, congruente y armonioso que pretende el desarrollo integral de los niños de 0 a 10 años a través del estímulo musical y de acuerdo al desarrollo bio-psico-social del niño.
Es completo porque incluye técnicas, principios filosóficos, éticos y estéticos, saberes psicológicos actuales, ya que se basa en la teoría psicogenética desarrollada por J. Piaget; bases pedagógicas y todo lo que se requiere para hacer de la actividad musical una actividad vital, armoniosa y feliz para todos los participantes. Es congruente porque, por primera vez en toda la actividad musical, se armonizan las metas y propósitos musicales con los ideales pedagógicos y el respeto al desarrollo natural e integral del niño con las más altas metas estéticas. Es armonioso porque logra integrar al niño en una actividad educativa con el respeto pleno a su individualidad, inmerso en un ambiente social afectivo, interesante y pleno de belleza.
Consta de cuatro fundamentos teóricos:
Este último punto posee cuatro aspectos musicales a desarrollar:
Nota:
La mayor parte de esta ponencia se desprende de los capítulos 2º y 3º del libro “El arte de educar”, de propia autoría.
Los propósitos del taller son:
v Hacer una breve descripción de la metodología.
v Vivenciar algunas actividades modelo del método.
El Mtro. Pablo Torres Parés
es egresado del Conservatorio Nacional de Música de México en donde estudió
Piano, Dirección de orquesta y coros y algunos aspectos de la composición.
También es Licenciado en Educación Preescolar y cuenta con un posgrado en
Investigación Educativa. También ha hecho diversos estudios en medicinas alternativas
y herbolaria. Es fundador y director del Centro de Estimulación Musical. En
donde ejerce su actividad pedagógica y musicoterapéutica. Es autor de una
veintena de libros y discos relativos a su labor pedagógica en donde destaca
su Libro “El Arte de Educar”. Una visión integradora de
Pablo Torres Parés.
Página web: infocem.org
Correo: ptp@infocem.org
Morelia, Mich., México
Abril, 2005.
Bibliografía:
Garduño, Teresa de J. Conferencia: “El desarrollo de la inteligencia en el niño”. Centro de Estimulación Musical en el D. F., México, diciembre, 1999. |
Piaget, Jean. La formación del símbolo en el niño. FCE, Colombia, 1994. |
Torres Parés Pablo. El arte de educar. Una concepción integradora de la educación musical. Ed. Santillana, colección Aula XXI, México, 2003. |
Torres Parés Pablo. Viva la Música. Libro de texto para preescolar, con CD. Y guía didáctica. Ed. Santillana, México, 2000. |
Willems, Edgar. El valor humano de la educación musical. Ricordi Americana. Argentina, 1978. |
* La música es un experimento constante y dialéctico, por lo que existen personas que bien podrían sustentar, desde un punto de vista artístico, la existencia de la música con uno solo de estos elementos, lo cual beneficiaría a la libertad que, como proceso artístico, debe tener la producción musical. No obstante, tal posición queda como mera concepción estética y no práctica, ya que aún en aquellos casos se podría determinar el uso melódico de los elementos rítmicos o armónicos, el uso rítmico de los elementos melódicos o armónicos y el uso armónico de cualquiera de los otros dos elementos. El autor pretende enriquecer el concepto pedagógico de la música y no empobrecer el concepto artístico de la misma.
[1] Edgar Willems, El valor humano de la educación musical, Ricordi Americana, Argentina, 1981, Pp. 69-70.
[2] Jean Piaget utiliza este término para explicar una evolución paulatina basada en los conocimientos o estados previos de manera tal que un nivel de desarrollo es superior y más complejo que el anterior que, a su vez, sirve de basamento de éste que culminará en uno nuevo más evolucionado, en una constante evolución que comienza con la vida misma y termina con la muerte.