Trabajamos con niños
y niñas de 5 a 7 años en un contexto trilingüe en
el que el catalán y el inglés son lenguas no maternas,
por lo que estamos en una continua búsqueda de recursos, materiales
y estrategias que nos permitan desarrollar la lengua. Perseguíamos
un aprendizaje significativo, alejado del papel y el lápiz y
que motivase a nuestros alumnos y alumnas a aprender un idioma que les
resulta difícil. Decidimos crear un rincón sensorial para
trabajar la inteligencia lingüística incorporando a la vez
la lógica-matemática, corporal, espacial e interpersonal.
La primera propuesta que trajimos a clase fue un conjunto de ingredientes
para experimentar (arroz, colorante y vinagre). A continuación
recogimos todas las hipótesis, que fueron muchas y muy divertidas.
Una vez pasado este momento nos dispusimos a mezclarlos siguiendo un
determinado proceso. Lo mejor fue verlos disfrutar comprobando sus teorías
y sacudiendo las bolsas con la mezcla. Su sorpresa fue en aumento cuando
tras dejarlo secar se encontraron con arroz de todos los colores del
arcoíris. Dedicamos una sesión al simple hecho de disfrutar
dejándolo resbalar entre los dedos escuchando sus exclamaciones.
Ahora nos tocaba a nosotras provocar el aprendizaje de la lengua. Aunque
puede utilizarse para todas las edades, para los de 5 años, que
estaban aprendiendo inglés, volcamos todo el arroz en un gran
barreño y escondimos pequeños objetos para ir nombrándolos
y descubriéndolos. Pasados unos días con el mismo material
creamos frascos transparentes para jugar al veo-veo.
Además de trabajar con objetos, para trabajar el nombre en letra
enlazada (cursiva) los introdujimos todos en el barreño para
ir sacándolos y emparejarlos con su foto.
Más adelante se introdujeron letras y palabras a medida que iban
avanzando en el aprendizaje de la lengua y dependiendo de su edad. Cuando
encontraban una letra entre todos creábamos una lista de palabras
que contuvieran ese sonido. Posteriormente les colocamos en parejas
para que formaran frases al sacar palabras. El resultado tanto a nivel
oral como escrito fue espectacular.
Esta experiencia surgió
de la necesidad de trabajar dos lenguas adicionales a la materna y además
de manera simultánea por lo que la dificultad es alta. Para que
el aprendizaje de éstas fuese divertido y experimental nos planteamos
trabajarlo desde los sentidos por lo que planteamos una actividad totalmente
nueva e innovadora en nuestro centro.
Un día llegamos a clase con una bolsa llena de cosas y la curiosidad
se disparó de inmediato. Todos querían saber qué
traíamos así que primero presentamos los materiales: Colorante
de pasteles, arroz, vinagre y bolsas. Una vez vistos, preparamos el
“experimento”, pero sólo teníamos los colores
primarios. Les dejamos un momento para pensar y preguntamos: “¿Qué
pasará al mezclar colorante con arroz?”.
Recogimos todas las ideas e hipótesis por escrito: “Nos
lo podremos comer”, “Cambiará de color”, “Yo
quiero lila, pero no hay ¿Qué hacemos?” y muchas
más.
Calculamos que al final, para una clase de 25 alumnos se utilizaron:
- 3 kilos de arroz.
- Media botella de 1 litro de vinagre.
- 3 ó 4 frascos pequeños de colorante vegetal (el que
se usa para pasteles).
- Papel de periódico para secar.
A cada uno se le repartieron los materiales necesarios para hacer el
experimento: En cada una de las bolsas herméticas pusimos un
par de puñados de arroz, un chorrito de vinagre y unas gotas
de colorante.
No teníamos todos los colores, pero fuimos agregando y mezclando
para crear los que faltaban, así aprendimos cómo se puede
obtener cada color.
El mejor momento del experimento: Cuando todos podíamos sacudir
y mover las bolsas con el arroz para mezclar. “¡Wooow, es
magia!”, se escuchaba.
Tras mezclarlo, es importante dejarlo secar. Alrededor de dos horas
o toda la tarde dependiendo de la cantidad de líquido y cuando
ya está completamente seco, el color se mantiene fijado en el
arroz por efecto del vinagre y lo mejor… ¡No mancha!
También se puede utilizar como material para crear obras de arte
o para “escribir” letras con el dedo marcando el camino.
Pero en este caso, en nuestra clase lo pusimos en un gran barreño
para crear un rincón de juego sensorial, con objetos pequeños
que encontraban y manipulaban.
Para reforzar el aprendizaje de una lengua adicional, ya sea inglés
o catalán, decidimos meter objetos de la clase que queríamos
que aprendieran como parte de su vocabulario. Cuando involucran todos
sus sentidos, es más fácil que lo recuerden.
Al inicio de curso se pueden poner: lápices, rotuladores, colores.
etc.; o utilizar gomas de borrar con formas de diferentes objetos como
animales, flores, ropa, comida, etc.
La actividad consistía en sacar el objeto para nombrar, describir
y categorizar, incluso se puede jugar al veo-veo.
La siguiente actividad que planteamos fue la introducción del
nombre en letra cursiva ya que estaban aprendiendo a reconocerlo y escribirlo.
Metimos todos los nombres en el barreño y las fotos fuera. Así
cada niño iba sacando uno y colocándolo al lado de la
foto correspondiente.
Más adelante introdujimos letras
para poder trabajar su nombre, el sonido, qué nombres de la clase
la contenían, componer palabras con las letras que habían
sacado, reconocer en qué palabras la podíamos encontrar,…
y así creamos listas de palabras.
Cuando adquirieron un mayor dominio de los sonidos, incluimos palabras
y jugamos a construir frases cada vez más complejas. Para facilitar
la construcción de
frases, asignamos un color a cada elemento de ella. Todos los artículos
eran amarillos, los sujetos rojos, los verbos verdes y los adjetivos
azules. Con los niños de 1º de Primaria añadimos
más elementos a la frase con sus respectivos colores.
Para dar un paso más en el aprendizaje de la lectoescritura creamos
tarros de arroz que contenían un montón de artículos,
sujetos y verbos.
Así mientras iban dando la vuelta
al tarro apuntaban las palabras que encontraban y construían
frases con ellas.
Al finalizar el segundo año trabajando así observamos
resultados espectaculares en el desarrollo de la expresión oral
y escrita además de contagiar a las demás profesoras y
realizar un cambio metodológico a pequeña escala en nuestro
centro. Estos mismos rincones sensoriales relacionados con el aprendizaje
se están comenzando a ampliar también con otros elementos
como por ejemplo: mesas de luz, rincones de texturas, etc.. Ahora los
pequeños de un año cuentan con un rincón sensorial
de arroz donde se divierten desarrollando sus sentidos, los de P4, trabajan
los objetos y las letras y hasta algunas familias se han animado a seguir
la experiencia en su casa.
Nosotras, queriendo avanzar en la experiencia,
este año pretendemos ampliarlo a una búsqueda de tranquilidad
y relajación ya que estamos observando que el simple hecho de
manipular el arroz consigue crear un efecto calmante en niños
muy inquietos o con diagnósticos como por ejemplo TDAH o TEA.
Creemos que esta experiencia no ha hecho más que empezar y que
las aplicaciones pueden ser infinitas, sólo hace falta imaginación
y ganas de seguir aprendiendo.