¡Que bien! ¡Al pinar!- dijo Paulina muy
animada.
Paulina estaba de vacaciones en el pueblo de la
abuela Carmen y había decidido pasar la tarde sola en el pinar.
Su madre le había dado permiso tras hablar con ella por teléfono.
Su abuela le preparó un bocadillo de salchichón,
una manzana y una cantimplora llena agua y los guardó dentro
de una bolsa de plástico rosa. Paulina metió la bolsa
en su mochila junto con un tebeo. Nunca salía de casa sin algo
para leer. Lo que más le gustaba del mundo eran los tebeos y
los cuentos. Bueno, también le gustaban mucho las albóndigas,
pero ….¡Las albóndigas no se puede leer!
Así que salió de casa y se dirigió
al pinar. Primero a la derecha, luego a la izquierda y de nuevo a la
izquierda. Por el camino saludó a María, a Manuela y a
Juan, los vecinos de su abuela con quienes solía tomar la fresca
en las noches de verano.
¡Que bien huele! – fue lo primero que
dijo Paulina al llegar al pinar.
Buscó un pino grande, se sentó, sacó
su merienda y se puso a leer su tebeo mientras comía. Cuando
acabó la merienda, recogió todo y volvió a casa
de la abuela. ¿Todo? ¡Todo menos la bolsa de plástico
rosa que quedó olvidada detrás del tronco!
Al día siguiente, mientras daba un paseo
con su abuela, Paulina vio a un pajarillo que no podía volar
porque tenía enganchada una bolsa rosa en sus patas.
¡Oh! – Exclamó -¡Ayer
dejé olvidada la bolsa rosa y ahora no le deja volar al pajarillo!
Finalmente, el pajarillo se removió, pudo
deshacerse de la bolsa y salió volando.
Desde entonces, y al ver los problemas que causó
la bolsa al pajarillo, Paulina siempre se asegura bien de no dejar ningún
tipo de basura cuando sale por el pinar, por el monte o por la ciudad,
porque sabe que la basura estropea y no deja crecer a los animales ni
a las plantas.