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Como se explicaba en el capítulo sobre los manotazos y los mordiscos, posiblemente, una de las mayores dificultades que los padres se encuentran con frecuencia es saber cómo reaccionar y tratar las conductas de agresión de su hijo. La conducta agresiva del niño es un comportamiento aprendido, de manera que puede modificarse.

Durante la primera infancia, la agresividad es inconsciente y, normalmente, se manifiesta mordiendo a los objetos y las personas, con manotazos y empujones. Alrededor de los tres años, el mayor desarrollo neuromuscular provoca que el niño se muestre más activo y exprese su violencia tirando, destrozando, empujando, pegando, etc. Cuando el pequeño es capaz de empatizar, es decir, de ponerse en el lugar de los demás, su agresividad es consciente y debe aprender a reprimirla, canalizándola a través de actitudes más positivas. Normalmente, el niño no premedita los actos agresivos, son impulsos que no sabe controlar y, una vez que ha realizado el acto violento, se tranquiliza, sin sentirse culpable porque no ha existido intencionalidad previa.

¿Por qué el niño es agresivo? Exceptuando los casos en los que pudieran existir problemas neurológicos como la epilepsia, la causa más frecuente suele ser la autoestima baja. El pequeño tiene una valoración pobre sobre sí mismo que le produce sentimientos de profunda inseguridad e inferioridad; estos sentimientos provocan ansiedad y el niño trata de compensarlos con comportamientos agresivos.

El bajo sentido de quién es le hace sentirse incompetente  e inepto y se frustra con facilidad. Estos sentimientos generan emociones fuertes cuya energía no sabe exteriorizar de forma adecuada y la traduce en violencia. El niño con baja autoestima carece de motivación para relacionarse de forma positiva o comenzar nuevos aprendizajes, lo que suele originar multitud de problemas escolares. Cuando el pequeño tiene un concepto negativo de sí mismo y lo compensa con una conducta agresiva, las personas significativas de su entorno suelen calificarle de “malo”, él no duda de su opinión y cree ser “malo”, adaptando sus comportamientos a este juicio personal. Esos comportamientos reciben nuevos juicios negativos, rechazos y castigos, consolidándose el concepto negativo sobre sí mismo.

Otras causas que, con frecuencia, generan la agresividad del niño pueden ser el conseguir lo que desea, la carencia afectiva, los problemas del aprendizaje escolar, el obtener atención, la llegada de un hermano, la imitación de conductas de los adultos, etc. Siempre hay una causa que origina los comportamientos agresivos, hay que buscar y tratar la causa para que éstos disminuyan y terminen por desaparecer. Conviene recordar que los niños repiten las conductas porque con ellas obtienen algún beneficio (compensación, reconocimiento, atención, salirse con la suya, etc.). El primer paso para corregir la conducta desadaptada es asegurarse de que estos beneficios desaparecen.

Pasos que pueden seguir los padres para debilitar la agresividad infantil:

  • Identifiquen el tipo de comportamiento que utiliza el niño para expresar su agresividad: verbal (gritos, insultos, amenazas, etc.) o física (pataleos, empujones, destrozos, peleas, etc.) y la causa que puede generarla.
  • Fortalezcan su autoestima procurando que conozca sus propias capacidades, destrezas y habilidades. Asegúrense de que se siente útil, valioso y querido. Proporciónenle un clima familiar se seguridad y confianza donde puede expresar sus emociones. Denle oportunidades para que obtenga algo de éxito en las tareas que realiza y en las relaciones positivas que establece.
  • Jamás ofrezcan un modelo agresivo que pueda imitar. Los insultos, las amenazas, los menosprecios, las humillaciones, los chantajes emocionales, el autoritarismo desmesurado, etc., son conductas agresivas para imponer la voluntad de los adultos al niño y él las desarrollará para imponerse a los demás.
  • No utilicen el castigo físico, es un acto violento que el adulto utiliza para solucionar un conflicto o para contrarrestar su sentimiento de impotencia  ante la situación.
  • No emitan juicios de valor personal cuando se refieran al comportamiento. El niño siempre es bueno y maravilloso, su comportamiento es inadecuado. Pueden decirle: “Eres un niño muy bueno, pero te comportas mal”.
  • Traten de evitar que obtenga beneficios con su conducta violenta (insultar, gritar, amenazar, destrozar, etc.), que no consiga lo que desea, bien sean caprichos, atención, salirse con la suya, etc.
  • Aléjense de él cuando se encuentre en plena explosión emocional. No traten de explicar, razonar o sermonear; la rabia y la ira no le permiten comprender lo que le dicen.
  • En algunos momentos irá bien ignorar la conducta violenta, pero en otras ocasiones conviene reprenderle, con cariño pero con firmeza.
  • Asegúrense de que comprende cuáles son las consecuencias negativas del comportamiento agresivo, por ejemplo, la privación de privilegios como ver la televisión, salir a jugar con amigos, ir al parque, etc.
  • Frenen con firmeza las conductas anteriores al acto violento como insultar, molestar, empujar, etc. y si el niño no se tranquiliza, mándenlo unos minutos a su cuarto para que reflexione y pueda calmarse.
  • Ofrézcanle estímulos que le ayuden a controlar sus acciones de forma que desee esforzarse por conseguirlos. Intenten evitar que se presenten las condiciones que desencadenan la conducta agresiva.
  • Reduzcan el contacto del niño con modelos de comportamientos agresivos. Muéstrenle cómo puede relacionarse con los amigos de forma pacífica, compartiendo, respetando y colaborando. Ayúdenle a utilizar el diálogo, el razonamiento o la negociación para resolver conflictos de forma positiva.
  • Enséñenle habilidades sociales positivas y modos de no generar agresividad en los demás: manteniendo el autocontrol y la seguridad en sí mismo, no haciendo caso de los juicios de los demás hacia él, manteniendo la calma ante las provocaciones, respetando, colaborando, etc.
  • Refuercen los esfuerzos del niño para desarrollar conductas positivas, por pequeñas que sean. Las aprobaciones, las alabanzas y los premios son mucho más afectivos que la mayor de las reprimendas.
  • Anímenle para practicar algún deporte y canalizar de este modo su exceso de energía.