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Se dice que un niño es diestro cuando el hemisferio izquierdo domina su actividad cerebral y tiene preferencia por utilizar el lado derecho de su cuerpo (mano, pierna, ojo, oído). En el caso de los niños zurdos, el dominio cerebral es del hemisferio derecho que dirige los movimientos del lado izquierdo del cuerpo. También hay niños ambidiestros que aún no tienen definida la dominancia de la actividad cerebral y utilizan por igual ambos lados del cuerpo.

Alrededor del diez por ciento de los niños son zurdos. En el caso de las niñas disminuye este porcentaje y aumenta en el de los varones. Se comprueba que los zurdos son minoría en una sociedad organizada según los parámetros de los diestros.

Al nacer, los niños son ambidiestros y, progresivamente, van manifestando una tendencia a utilizar un lado u otro del cuerpo. A partir de los tres años comienza a definirse la prevalencia o predominancia motriz y sensitiva de un lado del cuerpo en un proceso que se denomina lateralización. El período comprendido entre los tres y los siete años es conocido como de quirilancia o ambidiestrismo. En este período se va produciendo el proceso de maduración que permite la definición de la preferencia pero, aún no hay dominio claro de ninguno de los hemisferios, por eso en ocasiones suelen probar con ambas manos al realizar ciertas actividades. Es muy frecuente que en este período se observe una lateralidad cruzada: un niño diestro puede patear el balón con la pierna izquierda u otro zurdo tener predominancia sensorial y motora de ojo o de oído derecho.

En ocasiones se piensa, erróneamente, que ser diestro es mejor, cuando en realidad no es mejor, sino más fácil. Los zurdos encuentran muchas dificultades en una cultura pensada para diestros, además suelen ser considerados “raros” que hacen las cosas al revés. El lenguaje lo demuestra cuando el significado diestro tiene sinónimos asociados a cualidades positivas como hábil, justo, correcto, experto, prevenido, etc., mientras a izquierdo o siniestro se le atribuyen significados como torcido, desviado, malintencionado, infeliz, funesto o aciago.

Muchos padres sienten el temor infundado de que su hijo, con tendencia a ser zurdo, puede tener dificultades de aprendizaje, sobre todo con la lectura, la escritura y el cálculo; creen que su destreza manual sufrirá un desarrollo menor o que las habilidades lingüísticas y de orientación espacial se verán disminuidas. Estos temores populares sólo pueden ser ciertos en los casos de los zurdos contrariados que ha sido obligados a actuar y desenvolverse como diestros sin serlo y en algunos casos de niños mayores ambidiestros o con lateralidad mal definida.

Los padres pueden saber si el niño es diestro o zurdo observando sus actividades espontáneas para ver qué mano, pie, ojo u oído utiliza con más precisión. Por ejemplo: al tapar, destapar, enroscar o desenroscar botellas, botes y frascos; atornillando en los juegos de banco de carpintero; escuchar una caracola marina; mirar por un telescopio, por un agujero en el centro de un papel o por el objetivo de una cámara fotográfica; al patear balones y pelotas pequeñas o al saltar sobre un pie; cuando se peina, se cepilla los dientes, dibuja, escribe o colorea, etc.

Parece que hay una predisposición genética para ser zurdo. Según varios estudios, el cuarenta y seis por ciento de los hijos de una pareja zurda, también tienen prevalencia del lado izquierdo del cuerpo; mientras, los hijos zurdos de una pareja diestra son el cuatro por ciento.

Sin embargo, el caso de los niños ambidiestros no parece ser un rasgo heredable, sino de naturaleza adquirida. Puede ocurrir cuando a un niño zurdo le exigen utilizar la mano derecha o cuando, al sufrir una lesión en su mano dominante, ejercita la otra por un tiempo y termina habilitándola aunque no sea su mano dominante.

Las nuevas tendencias pedagógicas sugieren la importancia de ayudar a los niños a ser ambidiestros. De forma natural y espontánea, el niño debe desarrollar su lateralidad funcional. No obstante, al estimularle para dominar bien ambos lados corporales, hay una mayor utilización de los dos hemisferios cerebrales.

Al utilizar la mano dominante se activa y desarrolla un lado del cerebro más que el otro. Dada la flexibilidad y plasticidad del sistema nervioso, se puede enseñar al niño a estimular los dos hemisferios cerebrales implicando las dos partes del cuerpo en una misma actividad, o bien alternando la utilización de las mismas.

Cuando el niño desarrolla la identidad propia, adquiriendo la conciencia de su esquema corporal, empieza a conocer y utilizar las dos mitades de su cuerpo de forma independiente. Este es el momento para comenzar a enseñarle el modo de manejar los dos lados al mismo tiempo. En el hogar se pueden realizar juegos muy divertidos: establecer un día a la semana para hacer todas las actividades cotidianas con el lado no dominante (lavarse, peinarse, comer, vestirse, escribir, pintar, patear la pelota y lanzarla con la mano, etc.); pueden inventar juegos frente al espejo donde el niño debe seguir instrucciones sobre tocar con una parte de un lado del cuerpo otra parte (mano derecha-ojo izquierdo, oreja izquierda-pie derecho, etc.)

Ayudar al niño a ser ambidiestro, manejando con habilidad las dos manos, los dos pies, los dos oídos, los dos ojos, mejorará el desarrollo del potencial del niño, lo dotará de mayor calidad de vida y será más capaz de manejarse de forma independiente en su entorno.