Gracias a los sentidos de la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto, el niño recibe información acerca del mundo exterior a su cuerpo. No obstante, el sistema sensorial también incluye los sentidos propioceptores, es decir, los sistemas cinestésico, vestibular y visceral que controlan las sensaciones y la conciencia del propio cuerpo.
Para que los niños optimicen su evolución física, intelectual y emocional, es imprescindible que consigan el perfeccionamiento de cada uno de los sentidos, incluidos los que suelen quedar olvidados como el gusto o el olfato, que también requieren un desarrollo adecuado. Por este motivo, los adultos deben desarrollar una intervención educativa intencional que garantice la evolución sensorial precisa para el desarrollo pleno del potencial infantil.
¿Es cierto que existe desarrollo sensorial antes del nacimiento?
Como se desprende de numerosos estudios, hay claras evidencias para poder afirmar que, durante la segunda mitad del embarazo, los bebés pueden ver, oír, oler, apreciar sabores, e incluso sentir y experimentar movimientos. Los órganos de los sentidos (ojos, oídos, nariz, lengua y piel principalmente) perciben las correspondientes sensaciones realizando acciones específicas.
El mundo dentro del útero es un entorno estimulante que prepara al niño para sobrevivir con éxito después de nacer. Hoy se sabe que, durante el tercer mes del embarazo, el bebé traga pequeñas cantidades de líquido amniótico que se reparten entre el sistema respiratorio y el digestivo. Este hecho, además de estimular la sensibilidad de las papilas gustativas por el sabor amargo, ejercita la práctica de la succión y la deglución que serán imprescindibles para sobrevivir después del nacimiento. También se detecta por las ecografías que, entre la semana decimosegunda y decimoquinta, el pequeño succiona el dedo con frecuencia, beneficiándose con esta acción el desarrollo de los músculos faciales que intervienen en la alimentación.
En el séptimo mes de gestación, el bebé abre los ojos y posiblemente puede ver su mano ya que la lleva a la boca con buena coordinación. Además, está comprobado por diversas investigaciones, que responde a la luz a partir de la semana vigésimo séptima.
También se sabe que percibe sonidos, aunque no los discrimina. El ambiente uterino es muy ruidoso, los movimientos y la actividad fisiológica de la madre producen multitud de sonidos que son conducidos fácilmente a través del líquido amniótico a 75 decibelios aproximadamente. Hay un sonido al que siempre responde el bebé, la voz de la madre, que suele llegarle a 85 decibelios, aunque la recibe atenuada por los tejidos y los órganos. Aunque más débilmente, también puede oír los sonidos del exterior, sobre todo en el último tercio de embarazo. Los padres que han seguido un programa de educación prenatal y han hablado al bebé durante la gestación, comprueban como nada más nacer, el pequeño busca la fuente del sonido al oír hablar al padre y cómo, antes y después de nacer, muestras sus preferencias musicales.
Desde el quinto mes de embarazo, el bebé gira flotando en el líquido amniótico, mueve las extremidades, dobla el cuerpo, se mece y, cuando va creciendo, está en contacto con la pared del útero. Toda esta actividad, entre otro tipo de desarrollos, estimula el tacto.
Con la comprobación de éstas y otras habilidades como el realizar gestos faciales semejantes al llanto, movimientos similares a la respiración pulmonar, etc., se constata que las sensaciones del ambiente estimulan el desarrollo sensorial del niño antes de nacer. Gracias a las ecografías, el control del ritmo del corazón o los ultrasonidos, se puede asegurar que, cuanta más estimulación reciba el bebé en su etapa prenatal, mayor será el nivel de adaptación al nuevo ambiente desde el nacimiento, y las posibilidades de que pueda desarrollar ampliamente su potencial se ven incrementadas.
¿Se puede estimular el desarrollo sensorial de forma temprana?
Nada más nacer, los padres pueden aprovechar la gran atracción que siente el bebé por todo lo que le rodea para ofrecerle estímulos de modo que perciba sensaciones de forma armónica y equilibrada. El desarrollo sensorial no es algo espontáneo que surge de los procesos de maduración porque depende de las experiencias y situaciones de aprendizaje que vive el niño. Estando atentos, los padres también pueden descubrir y corregir pequeños defectos que, sin una correcta intervención, podrían pasar inadvertidos.
El desarrollo sensorial está interrelacionado con el del resto de aspectos de la evolución del niño porque, a través de las acciones específicas de los órganos de los sentidos, se contribuye a la observación, la exploración, la experimentación y la investigación de todo cuánto rodea al pequeño. Por ejemplo, al estimular la visión aumenta el tiempo de atención concentrada del niño y esta capacidad de concentración es imprescindible para que se organicen los procesos intelectuales; otro ejemplo es la recepción de estímulos olfativos o gustativos que incrementan la curiosidad, la capacidad de atención y la memoria del pequeño.
Cuando se quiere estimular el desarrollo sensorial durante los primeros meses de vida, hay que tener en cuenta que el bebé no puede crear sus propios pensamientos acerca de las personas, los animales o los objetos. Necesita que el adulto le provea de la información y los recursos que estimulan los pensamientos acerca de las sensaciones que percibe.
Es recomendable que los padres jueguen con el niño procurando el estímulo del mayor número posible de sentidos en un solo proceso. La percepción, la discriminación y la memoria de todos los sentidos contribuyen a ofrecer una experiencia global del objeto o situación que presentamos al niño, de este modo guarda el recuerdo para otra experiencia similar futura.