Los estudios e investigaciones
sobre el lenguaje aparecen con bastante frecuencia y amplitud en la bibliografía,
y no obstante esto, existen numerosos aspectos que requieren aun de un
mayor análisis y profundización. Todas esas investigaciones
han aportado conocimientos sobre el surgimiento, los factores causales
y coincidentes, su devenir evolutivo y las relaciones con otros procesos
y funciones psíquicas, mas, el hecho mismo de ser el lenguaje un
producto social, surgido de la necesidad del hombre de comunicarse durante
el proceso del trabajo, determina que los factores socioculturales tienen
una incidencia considerable en el nivel de desarrollo del lenguaje, y
las particularidades propias de la lengua, de acuerdo con las condiciones
generales de vida y el desarrollo científico-técnico de
la sociedad en cuestión. Esto hace que a veces resultados experimentales
valiosos no puedan ser generalizados a todos los tipos de culturas, o
que las propias características de la lengua natal constituyan
un impedimento para la asimilación de determinados resultados.
Por otra parte, el enfoque
que dichas investigaciones han tenido, hace que en algunos casos, los
resultados sean interesantes pero no arrojen gran importancia para un
determinado grupo social o para la propia ciencia. En este sentido, muchas
investigaciones han estado dirigidas desde un enfoque cuantitativo, positivista,
que ha almacenado una gran cantidad de datos empíricos que, sin
dejar de ser importantes, no tienen una gran significación por
no relacionarse estrechamente con la base teórica que pudiera sustentarlos.
A su vez, el propio desarrollo del conocimiento sobre el proceso del lenguaje,
ha hecho que las líneas teóricas que han fundamentado estos
estudios, hayan variado con el tiempo y se conceptúen de manera
diferente a lo que era usual en un momento anterior. Un ejemplo de esto
es el enfoque que a partir de Skinner comienza a tener la investigación
del lenguaje, que ha de plantear el análisis funcional del lenguaje,
sentando las bases de la distinción entre los aspectos formales
y funcionales de este proceso, la naturaleza interactiva del comportamiento
verbal, la relación del aprendizaje con la adquisición del
lenguaje, entre otros aspectos, que rompe con el concepto de lenguaje
propuesto por la lingüística formal tradicional, y que los
propios discípulos de Chomsky comienzan a plantear. Esto va llevando
hasta el enfoque del estudio del lenguaje dentro del contexto natural
del niño, que a partir de L. Bloom empieza a desarrollarse, que
van apartando cada vez más dichas investigaciones de sus previos
enfoques estructuralistas.
De igual manera surgen los
estudios sobre la importancia del lenguaje de los adultos en la formación
del lenguaje en los niños, en los trabajos de Snow, Rondal y otros,
y de la influencia que este lenguaje de los adultos tiene en el devenir
del propio lenguaje de los pequeños.
Por otra parte diversas ciencias
han abordado estos estudios, y así se observa que predominan las
investigaciones de una base lingüística, e igualmente de aquellas
relacionadas con el lenguaje defectuoso y los consiguientes trastornos,
siendo mucho menor en número los relacionados con el enfoque psicológico
de este proceso, o los modos de acción pedagógicos para
garantizar el pleno desarrollo del lenguaje, de acuerdo con lo esperable
en cada etapa de la vida del niño.
Resumir todas esas investigaciones
desbordaría las posibilidades de este módulo, por lo que
se hará referencia a algunas que tienen una singular significación
para los educadores, o aquellos que tienen que ver con la educación
y formación de los niños en las edades tempranas.
Las investigaciones iniciales
sobre el proceso del lenguaje tuvieron en consideración el tratar
de dilucidar las relaciones del mismo con el pensamiento, y son clásicos
los estudios realizados por Köler, Yerkes y Bühler, incluso
del propio Vigotski y sus colaboradores, que difiriendo de enfoques y
perspectivas, van definiendo, de una manera u otra, esta interrelación.
Dentro de esta línea Stern establece la trascendental importancia
que tiene para el niño el descubrir "que cada cosa tiene un nombre",
que va a derivar en la activa curiosidad del niño sobre las palabras
y cada cosa nueva que conoce, y su consecuente aumento en el vocabulario.
Los estudios sobre el vocabulario
son harto interesantes, a pesar de su enfoque cuantitativo. Establecer
un número dado de palabras en una edad determinada, sin entrar
a considerar el entorno social en que se desenvuelve, o la calidad del
proceso psíquico que involucra, pueden conducir a enfoques desacertados
en el análisis. Así al revisar las tablas dadas por Smith,
Arkin, Bühler y otros, se observan grandes diferencias entre unos
autores y otros, tanto en la cantidad de palabras que se atribuye a cada
edad, como del incremento de palabras de un período a otro. Al
respecto es significativo observar el cuadro comparativo siguiente, al
cual se ha añadido resultados de investigaciones recientes realizadas
en Cuba por L. Chi y sus colaboradores:
VOCABULARIO
EDAD
CANTIDAD
DE PALABRAS
INCREMENTO
DE PALABRAS
SMITH
’0’10
1
1
’1’0
3
2
’1’3
19
17
’2’0
272
255
’3’0
896
624
’4’0
1540
816
’5’0
2072
1156
’6’0
2589
1433
ARKIN-BÜHLER
’1’0
9
9
’1’6
39
30
’2’0
300
261
’3’6
1110
810
’4’0
1926
916
CHI
y otros
’1’0
5
5
’2’0
28
23
’3’0
300-500
277-477
’4’0
800-1000
500
’5’0
1000-1200
200
’6’0
1600-2000
600-800
De esto se desprende que considerar
de manera aislada el número de palabras que un niño puede
emitir en una determinada edad sin valorar sus aspectos cualitativos,
puede conducir a considerar un comportamiento oral dado como por debajo
o por encima de la norma, y ser erróneo su análisis. Hay
niños que dicen muchas palabras y, sin embargo, el nivel de sus
estructuras básicas lingüísticas es realmente pobre,
cuando otros, con un margen de vocabulario mucho más estrecho muestran
cualitativamente un mayor desarrollo. El dato empírico es importante,
pero ha de acompañarse de su consecuente análisis teórico
cualitativo.
Los estudios de Jean Piaget
sobre el lenguaje, y particularmente sobre el lenguaje egocéntrico,
marcan un hito en el conocimiento de este proceso, independientemente
de su diatriba con Vigotski. Esto no ha sido resuelto del todo aún
en la actualidad, e investigaciones recientes realizadas en U.S.A. por
L.Berk y sus colaboradores, de la Universidad de Illinois, y por el grupo
de R. M. Díaz, de la Universidad de Stanford, llegan a resultados
divergentes respecto a la significación de este lenguaje egocéntrico,
o habla para sí, y de sus resultados en el proceso intelectual
de los infantiles, manteniendo vigente esta discusión. Los datos
de Berk demuestran que los niños que usan el habla para sí
obtienen mayores resultados en sus procesos intelectuales, basado en la
tesis de Vigotski de que este tipo de lenguaje ayuda al niño a
dirigir sus acciones, y por lo tanto, estimulan a que padres y educadores
no repriman este tipo de acción verbal en los niños, mientras
que los de Díaz y Frauenglass, una de sus colaboradoras, plantean
que esta habla para sí no es universal y que los niños que
mostraron este tipo de lenguaje tuvieron un peor rendimiento intelectual,
atribuyendo su divergencia al uso de la experiencia en el laboratorio,
en lugar del medio habitual de los niños.
Las investigaciones psicolingüísticas
realizadas por E. Ferreiro sobre la construcción espontánea
de la lengua escrita, constituye, dentro de su enfoque constructivista,
un estudio de avanzada dentro del desarrollo del lenguaje en América
Latina, planteando una hipótesis silábica en la construcción
del sistema de escritura bien fundamentada y teóricamente bien
concebida que, no obstante, encuentra detractores en otros investigadores,
como G. Gómez, que plantea en sus investigaciones que dicha etapa
llamada silábica es el resultado de las dificultades iniciales
que tiene el niño para concientizar la existencia de los sonidos
elementales o fonemas del idioma, y no constituyendo, por lo tanto, una
etapa evolutiva en la asimilación de la escritura.
A las investigaciones que
correlacionan el desarrollo del lenguaje de los niños dependiendo
del de los adultos que les rodean, se les ha señalado como crítica
el hecho de que las observaciones y criterios que se recogen muchas veces
parten de los propios padres, y que esto puede resultar no confiable.
En este sentido es muy aleccionadora la investigación de P. Dale,
de la Universidad de Washington, quien desarrolla un instrumento para
inventariar el desarrollo comunicativo a partir de los padres y que, de
acuerdo con sus resultados experimentales, es altamente confiable, tanto
en lo que respecta a la medida del vocabulario como de la sintaxis en
el lenguaje de sus hijos.
J. Perel plantea una teoría,
derivada de sus datos experimentales, que establece que las primeras manifestaciones
sonoras de los niños están asociadas a sonidos producidos
por órganos que tienen en dicho momento un mejor desarrollo que
otros. En este sentido los labios, las mejillas y la lengua (que están
tempranamente asociados activamente al llanto, la risa, la succión
y la masticación) tienen una mayor maduración relativa que
el resto de las estructuras fonatorio- motoras que intervienen en el lenguaje
oral, y como consecuencia de esto, van a surgir primero las vocales anteriores
(e- i), luego la vocal media (la a) y más tarde las posteriores
( la o y la u), considerando el lugar del levantamiento de la lengua;
de igual manera va a suceder con las consonantes, que toman en consideración
el lugar de articulación: primero las posteriores (j, g, k) que
son linguovelares, las bilabiales (p, b, m), las labiodentales (f), las
linguopalatales (ñ, ch, y), las linguodentales (t, d, s) y finalmente
las linguoalveolares (n, l, rr). Estos resultados de J.Perel están
estrechamente relacionados con posiciones teóricas que destacan
el papel predominante de las estructuras fonatorio-motoras en la emisión
verbal del niño.
Gvezdov, en sus investigaciones
dentro de esta misma línea conceptual, plantea en contradicción
con los resultados cuantitativos en el desarrollo del vocabulario, que
establecer determinada cantidad de palabras sin referirse a su contenido
no puede caracterizar al vocabulario, y que el aumento de las palabras
no se basa en un incremento cuantitativo, sino en el desarrollo del aspecto
semántico de las palabras, considerando que lo más esencial
es la asimilación de la estructura gramatical de la lengua natal.
En este sentido plantea tres períodos básicos en la asimilación
de la lengua natal, el primero que va desde el año tres meses al
año diez meses, en que se da la existencia de oraciones constituidas
por palabras –raíces amorfas, que se usan invariablemente en todas
las situaciones (como la palabra–frase y las frases de dos palabras);
un segundo período, del año diez meses a los tres años,
caracterizado por la asimilación de la estructura gramatical de
la oración, relacionada con la formación de las categorías
gramaticales y de su expresión externa (que subdivide en tres subperiodos:
1 año diez meses a dos años un mes, desarrollo de las primeras
formas; dos años un mes a dos años tres meses, con la utilización
del sistema flexivo para expresar relaciones sintácticas; y uno
final, de dos a tres años, en que se asimilan las palabras "auxiliares"
o elementos gramaticales) y finalmente, un tercer período que va
de los tres a siete años, en que se da la asimilación del
sistema morfológico de la lengua natal, y los paradigmas de declinación
y conjugación.
Este desarrollo evolutivo
de Gvezdov, que tiene una interesante lógica interna, tiene como
inconveniente el ser demasiado general, lo cual lo hace de relativo valor
para la elaboración de programas educativos, y por la otra, que
está en muy estrecha relación con las particularidades de
la lengua rusa, que es la lengua del autor de estas investigaciones.
A. Pineda, dentro de la línea
neoconductista, plantea que el comportamiento del desarrollo lingüístico
solo puede ser entendido a partir del análisis de la relación
del niño que se desarrolla con los agentes socializantes que le
rodean, y que el análisis de la conducta lingüística
ha de estar dirigido a establecer la ontogenia de dicha interacción,
y como se afectan mutuamente adulto y niño en los diferentes momentos
del desarrollo. Este planteamiento reviste una importancia particular
para enfocar el desarrollo del lenguaje en el niño, no como una
simple asimilación de una imitación, sino como un proceso
activo dado entre él y los adultos que le rodean, lo que tiene
implicaciones para la elaboración de un sistema de influencias
educativas dirigido a la asimilación de la lengua materna.
En Cuba, F. Martínez
Mendoza y sus colaboradores, han realizado importantes investigaciones
en relación con el desarrollo del lenguaje, dentro de la línea
psicológica y pedagógica de abordaje de estos problemas.
Una de sus primeras investigaciones trató sobre los medios para
el desarrollo del lenguaje en los niños de dos a tres años
mediante las actividades pedagógicas que se realizan en el centro
infantil, encontrando que el tiempo dedicado a la ejercitación
es un factor importante dentro de estas actividades pedagógicas
para el incremento de la amplitud del vocabulario y la eliminación
o reducción de las dificultades fonéticas en la pronunciación
en estas edades, que deben incluir contenidos específicos dirigidos,
puesto que en el transcurso del lenguaje espontáneo no se observa
un aumento significativo del mismo, y que entre los métodos apropiados
la combinación de los cuentos o relatos apoyados por láminas
resultan eficaces para incrementar el vocabulario de los niños
en esta edad, dada la dificultad de los mismos de poder estructurar mentalmente
la acción verbalizada sin este apoyo visual. No obstante, en una
investigación posterior realizada por sus colaboradores, se comprobó
que en las edades mayores infantiles, de los cuatro a los seis años,
el apoyo visual constituía un impedimento para el desarrollo de
la creatividad y la imaginación en el lenguaje, demostrándose
una mayor riqueza, amplitud del vocabulario e iniciativa, cuando se utilizaba
el estímulo verbal dentro de una situación de comunicación.
Estos datos, por supuesto, tienen una gran significación para la
concepción de las actividades pedagógicas de la lengua materna,
y demuestran a su vez, las diferencias cualitativas entre el desarrollo
del lenguaje en la edad temprana y la edad infantil, que siguen líneas
y métodos propios dentro de esta etapa de la formación del
niño.
A los fines de la elaboración
de un nuevo programa de educación infantil, en lo que respecta
al lenguaje, F. Martínez dirigió unas investigación
para constatar el nivel de desarrollo del lenguaje de los niños
en las instituciones infantiles, desde el primero al sexto año
de vida, en una muestra significativa de 5000 niños, en aspectos
tales como la amplitud y frecuencia del vocabulario, el desarrollo de
la articulación, la estructura gramatical, la formación
de la palabra y la dirección de la comunicación verbal.
Los resultados encontrados evidenciaron que los logros esperables en el
desarrollo del lenguaje eran en realidad muy pobres, y que esto guardaba
una estrecha relación con concepciones teóricas, metodológicas
y organizativas que ya resultaban ineficientes para la consecución
de estos logros, por obedecer a criterios conceptuales que, aunque basados
en lo planteado teóricamente en la bibliografía educativa
más actual en dicha época, no eran realmente propiciadores
de alcanzar dichos logros. Esto obligó a transformar radicalmente
las concepciones vigentes en dicho programa, y a su comprobación
experimental, elaborándose un nuevo programa para el desarrollo
del lenguaje que resolvió esta problemática tan significativa,
lo cual ha de ser tratado en este módulo en los acápites
referentes al sistema de actividades de la lengua materna.
Algunos resultados fueron
muy significativos, por la repercusión que los mismos podían
tener en la concepción de las formas metodológicas de las
actividades pedagógicas a incluir en el nuevo programa. Los datos
de la tabla expuesta a continuación son harto elocuentes en este
sentido:
DIRECCIÓN
DE LA COMUNICACIÓN
AÑO
DE VIDA.
1º
2º
3º
4º
5º
6º
ACCIONES
DE COMUNICACIÓN.
Hacia
objetos y fenómenos del medio circundante.
115
161
179
141
123
68
Hacia
otros niños.
7
79
224
333
462
950
Hacia
los adultos.
90
171
306
332
364
186
El análisis de
esta tabla refleja que en los dos primeros años de vida la dirección
de la comunicación del niño está dirigida fundamentalmente
hacia los objetos y fenómenos del mundo circundante, en segundo
término hacia los adultos, y en el más pobre nivel, hacia
los otros niños. Esta situación comienza a cambiar en la
medida que transcurre el tercer año de vida, que muestra una predominancia
de la comunicación verbal del niño hacia los adultos, en
segundo término comienzan a tener importancia los otros niños,
y ya los objetos y fenómenos del mundo circundante pasan a un plano
menor. En la medida que se avanza en la edad infantil la comunicación
verbal hacia otros niños se vuelve la más significativa,
bien alejada de la que el niño dirige a los adultos, y prácticamente
sin relevancia alguna la dirigida a los objetos y fenómenos. Esto
nos indica que evolutivamente la relación del niño con sus
iguales va siendo cada vez más importante y crucial en su comunicación
verbal y que, aunque el adulto permanece con un cierto grado de importancia
ya no tiene la misma significación que en la edad temprana. Las
implicaciones pedagógicas de estos hallazgos son obvias, e indica
que las actividades pedagógicas de la lengua materna han de centrarse
en los propios niños, y no en los adultos, en una situación
de comunicación, por ser este el curso evolutivo que siguen sus
motivos de comunicación con lo que le rodea.
Una importante investigación,
la constituye la de J. López y A. Borgato respecto a la formación
de la habilidad de análisis sonoro de la palabra en los infantiles
mayores, de cinco a seis años de edad.
Esta investigación
parte de fundamentos teóricos que plantean que el proceso de la
lecto-escritura no corresponde a la etapa del centro infantil, sino que
en el mismo lo que ha de garantizarse es su preparación.
Al respecto señala:
El aprendizaje de la lectura implica indispensablemente una comprensión
clara del proceso de leer y de los métodos apropiados para hacerlo
bien. En su etapa inicial de lectura, de acuerdo con D.B.Elkonin, se define
como el proceso de reproducción de la forma sonora de las palabras,
siguiendo sus modelos gráficos. Esta definición lleva implícito
el establecer al proceso de leer como la posibilidad de comprender la
información contenida en un texto. Es decir, que leer, saber leer,
implica indefectiblemente la comprensión de lo leído.
Otras formas de la actividad
verbal también implican la comprensión de la información,
tal como sucede cuando se le relata o se le hace un cuento al niño,
que requiere comprender aquello que se le dice para verdaderamente asimilar
su contenido. Si bien, en las etapas tempranas del desarrollo la comprensión
constituye un medio de corrección de la acción realizada,
y comprender quiere decir que se leyó bien.
Estos conceptos se derivan
del enfoque histórico cultural respecto a la génesis de
las acciones y las operaciones, y en la que la evidencia experimental
refleja que ninguna operación puede formarse como tal si previamente
no se forma como acción consciente. Lo que sucede es que como en
la lectura ya adquirida como tal en su forma perfeccionada, sólo
se destaca la función de compresión nos parece que la reproducción
sonora del lenguaje partiendo de sus esquemas gráficos es irrelevante.
Pero basta que nos trabemos con una palabra desconocida o complicada,
para que regresemos a las etapas iniciales de la lectura.
El ejemplo anterior demuestra que
lo que ahora es una operación, prácticamente automatizada,
se formó inicialmente como acción independiente realizada
de manera consciente.
De ello llegamos a la conclusión
que para aprender a leer, en el verdadero sentido de la palabra, hay que
partir de la formación de la acción, que en este caso consiste,
en su etapa inicial, en la reproducción de los sonidos de las palabras,
partiendo de su modelación gráfica. La acción en
su formación pasa por etapas en las que se generaliza, se reduce
y se automatiza hasta convertirse en una operación, en un medio
para llevar a cabo una nueva acción: la comprensión de oraciones,
que siempre ha de acompañarse de otro tipo de relaciones, las sintácticas.
Este enfoque deja de lado el considerar
que el contenido de la lectura lo sean las letras y su denominación,
y enfatiza en que lo esencial lo constituyen los sonidos del idioma que
se designan por letras. De esta manera la lectura implica una codificación
de un modelo gráfico espacial a un modelo sonoro, que sigue una
secuencia de pasos hasta convertirse en una operación en sí
misma.
Desde este punto de vista el aprendizaje
consciente de esta acción, que devendrá posteriormente una
operación, ha de constituir la fase previa obligatoria del proceso
de enseñanza de la lectura, más que el tratar de alcanzar
la operación directamente. Ello implica dar al niño una
preparación general para la lectura en la institución infantil,
que tenga como objetivo primordial lograr en el niño una orientación
general en el sistema fonético de la lengua materna, mediante el
análisis fónico de las palabras.
Por lo tanto, no se hace énfasis
en procurar que el niño aprenda a leer, sino que sea capaz de efectuar
de manera cabal el análisis sonoro de las palabras, entendido no
como una simple localización de sonidos aislados ubicando su lugar
en la palabra, o como medio para separar un sonido y relacionarlo con
su letra correspondiente, sino como orientación en el sistema de
sonidos que integran su idioma materno, y en el cual la función
fundamental del fonema es la diferenciación de las palabras por
su forma sonora.
Esto implica tres momentos fundamentales
en la preparación del niño para el aprendizaje de la lectura:
la orientación hacia los sonidos del idioma, la determinación
de los sonidos consecutivos que forman una palabra, y el establecimiento
de la función diferenciadora de los fonemas. Esto lleva implícito,
por supuesto, partir de considerar a la palabra como unidad de comunicación
del lenguaje, que siempre se conserva completa, y donde la misma se comprende
como una unidad que permite designar los objetos de la realidad, sus cualidades
y sus acciones.
La certitud de este enfoque está
avalada por una amplia evidencia experimental de las investigadoras J.
López y A. Borgato. Sus investigaciones comprobaron que siguiendo
este sistema, partiendo de la modelación gráfica de los
sonidos del idioma, los niños mostraban una mayor eficiencia y
un menor tiempo en adquirir la necesaria preparación para la lectura,
la cual asimilaban de manera extraordinariamente rápida y con una
verdadera comprensión en los meses iniciales de su ingreso al primer
grado.
Los datos comprobados de estas investigaciones,
permitieron conformar una metodología para el análisis fónico
de la palabra para ser trabajado en el grupo de sexto año de vida,
es decir, los niños de cinco años que están en el
grado infantil o preparatorio para la escuela.
Relacionada con esta preparación
para la lectura, está la investigación realizada por M.
T. Rosés respecto a las condiciones para preparar al niño
para la escritura.
La preparación para la escritura
se refiere fundamentalmente a la formación de habilidades caligráficas.
Cuando se revisa la literatura se observa que con respecto a la formación
y preparación de las habilidades caligráficas se han seguido
históricamente dos vertientes:
Una, la que esta preparación
es alcanzada mediante la realización de diversas actividades productivas:
el dibujo, el modelado, el trabajo manual, entre otras, y que con esto
basta para que el niño ejercite las cualidades que son necesarias
para el proceso de escribir. La experiencia demuestra que si bien estas
actividades tienen una cierta influencia en los movimientos finos de la
mano, la percepción visual y la orientación espacial ellas
de por sí no garantizan la formación de las habilidades
caligráficas, que requieren de un proceso de enseñanza especialmente
dirigido.
La otra, que además de esto,
se hace necesario la ejercitación de diversos rasgos que se supone
están presentes en la escritura, y abundan en la literatura los
cuadernos de diversos tipos en los cuales se les enseña y entrena
a los niños en la realización de diferentes rasgos y elementos
componentes de las letras que conforman las palabras. Esto simplemente
ha sido ampliamente utilizado, y se basa fundamentalmente en la copia
del modelo de un rasgo o elemento, para lo cual se dan determinadas orientaciones
para su ejecución. Se ha comprobado experimentalmente que este
tipo de aprendizaje, basado fundamentalmente en el ensayo- error, no forma
habilidades caligráficas de verdadera calidad, pues al ser más
importante la copia que la propia formación de la habilidad, se
requiere una gran ejercitación, los progresos son lentos, y la
base orientadora que se forma de la acción es incompleta, concreta
y no concientizada.
Si escribir es complejo, requerirá
obviamente de una adecuada preparación, y al igual que con la lectura,
escribir requiere proporcionar una preparación que garantice una
verdadera calidad de las habilidades caligráficas imprescindibles
para el acto de la escritura.
Comprobar esto, y no circunscribirlo
a una simple declaración de principios fue uno de los objetivos
principales que se planteó la investigadora cubana M. Rosés,
autora principal de las investigaciones que culminaron en la metodología
para la preparación de la escritura, la preescritura.
De acuerdo con esta investigadora,
estar preparado para el aprendizaje del aspecto caligráfico de
la escritura implica el dominio de los movimientos finos de la mano, la
percepción visual, la coordinación visomotora, la orientación
espacial, y la asimilación de procedimientos generalizados de análisis,
este último aspecto constituyendo el gran elemento diferenciador
de esta metodología de otras similares. Por supuesto, cada uno
de estos aspectos por sí sólo no garantiza esta preparación,
y están estrechamente interrelacionados y coordinados, y muy de
acuerdo en como se organice y dirija la actividad de preescritura.
El principio básico de este
sistema de preescritura es el mismo que está presente en el análisis
fónico y en el cual, partiendo de la génesis de las acciones
y operaciones planteada por el enfoque histórico- cultural, y basado
en proceso de modelación, el niño asimila procedimientos
generalizados del proceso de formación de la habilidad caligráfica,
que posibilita la formación de una operación de mayor calidad,
y consecuentemente, de una mejor escritura.
En el proceso de modelación
el niño ya no solamente trabaja con la ejercitación de determinados
rasgos que las investigaciones han comprobado son los más frecuentes
de la escritura de la lengua española, sino en la construcción
de modelos espaciales que reflejan estos rasgos, y donde la acción
se concientiza para garantizar una verdadera asimilación de la
estructura del rasgo, ya que no es mecánica y producto exclusivo
del reforzamiento y la señalización de elementos externos.
La metodología experimental
utilizada por M. A. Rosés demostró fehacientemente que los
niños a los cuales se aplicó lograron procedimientos de
análisis efectivos, lograron construir y utilizar de manera adecuada
los modelos de los rasgos, y efectuaron de modo acertado el autocontrol
y la autovaloración de su propia acción, de manera mucho
más efectiva que los niños del grupo control, con los cuales
se siguió el contenido y metodología anteriormente vigente
en otros programas de educación en Latinoamérica.
Esta metodología consta de
una serie de pasos que en términos generales implica el desarrollo
de una motivación inicial, el análisis del rasgo para determinar
y concretar los cambios de dirección, el análisis y concreción
de la forma del rasgo, el control y valoración del modelo construido,
el trazado del rasgo con puntos de orientación (construcción
del modelo gráfico), el control y valoración del trazado
sin puntos de referencia, el control y valoración del rasgo trazado,
y finalmente, la ejercitación del trazado del rasgo.
A pesar de lucir extraordinariamente
compleja, la metodología interesa mucho a los niños que
encuentran en la construcción del modelo una actividad intelectual
que les atrae considerablemente, lo que facilita notablemente el proceso
de la enseñanza por parte de la educadora.
Por supuesto, la aplicación
de estas metodologías, ambas producto del quehacer experimental
de investigadores cubanos, no puede estar ajena a las particularidades
de los niños de esta edad, de ahí su éxito en la
práctica pedagógica, específicamente del desarrollo
del lenguaje y la asimilación de la lengua materna en la edad infantil.
Una de las problemáticas frecuentes de los diversos programas de
educación infantil es que las propuestas metodológicas muchas
veces no están avaladas por un conocimiento profundo de las particularidades
psíquicas del niño de esta edad, en este caso, del desarrollo
del lenguaje.
Determinar si aprender a leer y escribir,
o preparar al niño para la lectoescritura, no podía estar
separado de las particularidades del desarrollo psíquico del niño
de esta edad, y obligaba imprescindiblemente a caracterizar el desarrollo
evolutivo del lenguaje del niño desde el nacimiento hasta su ingreso
en la escuela, con el propósito de insertar adecuadamente esta
preparación, si tal era lo que había que hacer, o simplemente,
enseñar a leer y escribir.
Los objetivos y contenido del propio
programa de Lengua materna, del cual el análisis fónico
y la preescritura constituyen un contenido, requerían indispensablemente
del conocimiento de su desarrollo evolutivo, a fin de corresponder objetivos
y contenidos con posibilidades del desarrollo psíquico de los niños.
En el caso específico de la
preparación para la escritura, el análisis fónico
y la preescritura encuentran las condiciones propicias para su manifestación,
por las propias particularidades del desarrollo del lenguaje en dicho
momento evolutivo en el sexto año de vida, de ahí que se
inserten como contenidos de la lengua materna a partir de los cinco años,
en el grado infantil o preparatorio para la escuela.
Una problemática fundamental
que presentan mucho de los programas de educación infantil en Latinoamerica
y otras regiones de habla hispana, es que se elaboran basándose
en el fundamento teórico del curso evolutivo del lenguaje usualmente
establecido en la bibliografía, y en estudios realizados en países
de mayor desarrollo técnico–industrial y, generalmente, con características
idiomáticas diferentes. Esto hace que no exista la seguridad de
una exacta correspondencia entre el desenvolvimiento progresivo del lenguaje
de nuestros niños de habla hispana y los contenidos de la lengua
materna dirigidos a su formación. A su vez, la necesidad de una
caracterización psicológica del desarrollo del lenguaje,
y no solo lingüística, es imprescindible a los fines de organizar
el sistema de influencias educativas dirigido a su formación.
Partiendo de esta problemática,
F. Martínez Mendoza se planteó la realización de
una investigación transverso–longitudinal dirigida a determinar
las regularidades del desarrollo evolutivo del lenguaje, desde el nacimiento
hasta el ingreso a la escuela, y tener de esta manera una visión
mucho más valedera de sus particularidades en la edad infantil,
y consecuentemente, lograr así una mayor correspondencia entre
su devenir evolutivo y los contenidos del programa educativo.
Para ello se trabajó durante
seis años de la investigación con una muestra transversal
de 30 niños en cada año de vida, del primero al sexto, seleccionados
al azar de la matrícula, para un total de 540 niños.
De los 540 niños, 282 fueron
hembras y 258 varones, todos supuestamente normales, lo cual se constató
mediante la observación y el criterio de sus educadoras. En los
casos dudosos el nivel de desarrollo se valoró mediante la escala
Brunet–Lézine y una entrevista clínica a padres y educadoras,
y no hubo que hacer un número significativo de sustituciones por
este motivo en el curso de la investigación.
El curso del desarrollo del lenguaje
de cada niño se registró mediante observaciones periódicas,
utilizando un protocolo de observación habilitado al efecto, en
que se plasmaban el comportamiento verbal expresado y su correlación
con las condiciones en las que se producía, para determinar realmente
los factores causales en la emisión gestual–verbal del niño,
su propia acción, y la acción del medio, que incluyó
naturalmente la de los adultos y los otros niños, es decir, la
interacción dentro del contexto en que se producía la comunicación
verbal.
Las observaciones fueron realizadas
en el transcurso de la actividad independiente y el juego, las actividades
pedagógicas y los procesos de satisfacción de necesidades
básicas, y un número más limitado en los momentos
de entrega y recogida por los padres, así como otras actividades
disímiles, tales como el chequeo médico en la enfermería,
actividades recreativas, etc. En las mismas se procuraba registrar el
lenguaje espontáneo de los niños en la condición
dada, tratando de que el investigador pasara inadvertido. No obstante,
en variadas ocasiones los niños interactuaron con el observador
de manera aleatoria, y en otras el propio investigador realizaba una determinada
estimulación para profundizar en aquellos aspectos que se consideraban
relevantes.
A la vez se trabajó mediante
situaciones pedagógicas experimentales, tanto en las condiciones
del área exterior como en el gabinete metodológico, para
someter a los niños a estimulaciones específicas dirigidas
a comprobar diversos aspectos del lenguaje. En tales casos, por lo general,
se contó con la posibilidad de realizar grabaciones que permitieron
un registro más confiable de las emisiones verbales.
Los registros de las observaciones
se correlacionaron con la edad cronológica de los niños,
mes por mes en cada año de vida, independientemente de su ubicación
en un grupo, por lo que las caracterizaciones reflejan años de
vida cronológicos y no grupos de edad en la organización
del centro infantil. Este era más perceptible en las edades límites,
en que por disposiciones de requisitos de ingreso, un niño de una
misma edad podía encontrarse en un grupo o su inmediato superior,
y en este caso el registro se compatibilizaba con la edad cronológica
correspondiente.
Las caracterizaciones se estructuraron
seleccionando solamente aquellos correspondientes que en cada estrato
mensual resultaron estadísticamente significativos al nivel del
0.05, puesto que, y particular en el segundo y el tercer año de
vida, se comprobó la manifestación de comportamientos individuales
que se apartan considerablemente de la norma, pero sin grado de significación.
Igualmente se observaron comportamientos verbales que no alcanzaron el
grado de significación, por lo que no se incluyeron en la caracterización.
Tal es el caso de la jerigonza, presente en algunos niños en el
segundo año de vida, por nombrar un ejemplo.