La sensibilidad y el despertar de los valores plásticos
INTRODUCCIÓN
Desde sus primeros años de vida el niño
desarrolla espontáneamente, pero con limitaciones, habilidades
para la actividad artística. Con la ayuda oportuna y apropiada
del maestro de arte, éstas se desarrollarán hasta convertirse
en valores plásticos y dotar al niño de una visión
artística educada.
El proceso se inicia en el infante con el comienzo de
la vida misma y se va autoestimulando por una misteriosa chispa de deleite
y satisfacción sensorial que le impulsará a estampar impresiones
cinestésicas. A medida que se van alertando sus sentidos se van
transformando sus trazos, planteando a los sorprendidos e inexpertos adultos
multitud de incógnitas. Desafortunadamente, la incomprensión
de tales grafismos puede llevar a los mayores a reaccionar ignorándolos
o imponiéndoles los suyos propios, interrumpiendo así el
proceso de crecimiento comunicativo plástico. Es posible asegurar
el éxito de la labor del maestro y contribuir al cambio de la actitud
de los padres y adultos que rodean a los pequeños, aclarándoles
el significado de esos grafismos para el niño, para su crecimiento
y para su desarrollo artístico.
No obstante, ese proceso que se da en los infantes es
limitado; ello hace irremplazable al maestro de arte como guía
y promotor de la sensibilización de los pequeños en todos
los campos, especialmente en el de la visión, que es el que tiene
mayor incidencia en la adquisición de los valores plásticos.
La presencia sabia del maestro será indispensable, haciendo al
inicio de soporte protector e impulsador, para convertirse luego en desatador
de vendas y ciserone del mundo visual.
¿De dónde partir?
Para comenzar a hablar sobre la sensibilidad del niño
y el despertar de los valores plásticos ante una audiencia tan
especial, por el interés y el significado que para ella tiene el
crecimiento integral de los niños, así como por su preparación,
es preciso aclarar que para tratar de desarrollar el tema en un tiempo
tan corto se darán por ciertas varias afirmaciones, que han sido
demostradas mediante estudios realizados con rigor por especialistas en
diferentes campos como el filosófico, el médico, el psicológico,
el pedagógico, el de la estética y el del arte, en los cuales
se ha logrado un consenso generalizado.
La primera afirmación que daremos por cierta
es que la capacidad de "creación", de hacer arte, que constituye
una de las mayores diferencias entre el ser humano y los animales, es
de trascendental importancia para su desarrollo.
La segunda afirmación será la de la gran
importancia que tiene el desarrollo de la sensibilidad, la percepción,
la visión y el refinamiento de estas percepciones sensitivas y
visuales para despertar los valores artísticos en general y los
plásticos en especial, que son los que más interesan para
la charla de hoy.
La tercera afirmación proviene de la medicina,
que sostiene que los sentidos comienzan a experimentar o a percibir sensaciones,
dando inicio a la sensibilización, ya desde el útero materno.
Así que el feto no se aísla de su entorno, sino que se mantiene
en contacto con la incesante actividad que lo rodea a través de
la función interconectada de sus sentidos.
La sensibilidad - la visión - la percepción
- la mirada
¿Por qué es un desarrollo espontáneo?
Una vez establecidas las tres afirmaciones anteriores,
se hará una presentación sobre qué es la visón,
partiendo de la base de que a mirar se aprende y de que ver es un proceso
natural y espontáneo del sentido de la vista.
La vista es posiblemente el sentido de mayor importancia
después del nacimiento. La visión del recién nacido,
enfoca de 20cm. a 30cm. de distancia y tiene recursos visuales sorprendentes
en agudeza, sensibilidad, visión binocular, visión del color,
sensibilidad a los movimientos. Los ojos del pequeño exploran su
medio ambiente de día y de noche mostrando curiosidad y una forma
básica de percepción sin tiempo de práctica. Es desde
aquí, desde esta falta de práctica en la acción de
ver, desde donde se continúa en forma espontánea el desarrollo
de la visión. Esa sensibilidad, como cualquier otra impresión
recibida por los sentidos, debe tomarse en la consciencia a través
del sistema nervioso para ser procesada por el cerebro; como esto no sucede
aún, podríamos decir que a pesar de que sus ojos funcionan,
su cerebro no ha aprendido a procesar toda la información, lo cual
lo hace mentalmente ciego.
Sobre este tema realizó interesantes investigaciones
el fisiólogo inglés Thomas Young ya desde el siglo XIX,
que lo llevaron a descubrimientos con los cuales aclaró muchas
dudas. Aún siguen vigentes. Estas investigaciones se llevaron a
cabo con personas que habiendo sido ciegas, después de un largo
período recuperaron la vista. De esta forma Young hizo un estudio
de las fases del adiestramiento visual que normalmente tiene el niño.
Proceso que sus pacientes, por ser adultos, podían describir.
Sus conclusiones fueron:
Que el ciego anterior, al recuperar la vista, no ve inmediatamente
y encuetra dolorosa, no placentera, esta primera o primeras experiencias
de visión.
Que inicialmente percibe una masa giratoria de luces y colores.
Que las sensaciones recibidas por sus pacientes carecían de
sentido, mientras que no supieran ordenarlas en una percepción
coherente, teniendo aquí presente que la sensación es
sólo una parte de la percepción.
Todo esto que sucedía a los pacientes de Young
se debía a que el anteriormente ciego no había sido adiestrado
con las reglas para ver perceptivamente, reglas que todos los humanos
ejercitan espontáneamente en su infancia, sin que de ellas quede
consciencia, hasta el punto de que todo adulto cree que vio naturalmente
y de inmediato, ignorando la cantidad de reglas que tuvo que autoaprender
en la infancia. Por consiguiente, estos pacientes que recuperaron la vista
solamente podían aprender a ver adiestrando su cerebro mediante
un gran esfuerzo y gradualmente dentro de un tiempo prolongado, así
podían ir comprendiendo las experiencias visuales de color, forma,
espacio y estructura.
Resulta interesante ver, a la luz de tales conclusiones,
la película del director Irwin Winkler realizada en 1999 y titulada:
"A Primera Vista". En ella se trata un caso de la vida real, similar a
los trabajados por Young en el siglo XIX: un pequeño de dos años
pierde la vista antes de haber alcanzado a fijar sus patrones visuales
y veinticinco años después la recupera por medio de una
cirugía. ¿Qué le sucede a este paciente al quitarle el vendaje
de los ojos? Tiene las mismas reacciones que tuvieron los pacientes del
Dr. Young.
Más adelante, un psicólogo que comienza
a ayudarlo en su entrenamiento visual le muestra una manzana, pero como
el paciente no tiene la capacidad de relacionar visualmente las formas
que ya había percibido con el tacto, debe actuar al revés:
cerrando los ojos palpa el objeto, para luego abrirlos y poder relacionar
el objeto que reconoció al palpar con el que ahora tiene ante su
vista y de esta forma percibir con ella por primera vez. ¡Ah, con que
esto es una manzana! Exclama. A continuación, el entrenador
le muestra al paciente la foto de una manzana; aquel creyendo acertar
dice: otra manzana, confundiendo la foto con el objeto mismo. Entonces
repite el procedimiento; palpa la foto con los ojos cerrados y enseguida
reconoce un papel; sabe que tiene entre sus manos algo distinto. Es
una foto de la manzana, le dicen. El paciente, muy preocupado dice
al doctor ¿De manera que los ojos también nos engañan?.
A lo que contesta: sí, y te seguirán engañando
por mucho que ejercites tu visión. La propuesta para este adulto,
como para cualquier otro en su situación, es que debe desarrollar
su vocabulario visual, el cual, en ese momento es un simple balbuceo:
debe aprender a ver, de la misma forma en que tuvo que aprender a hablar.
La vista, la percepción, la vida misma, consisten
en experimentar; en que cada ser humano explore el mundo por sí
mismo; nadie podrá hacerlo por él. Y para percibir y explorar
el mundo, no basta sólo ver, hay que mirar también. Y a
mirar, se aprende.
Este personaje de la película poco a poco va
distinguiendo formas y distancias, e irá cobrando seguridad y confianza
para moverse, al ir conociendo el mundo y los seres y objetos que lo habitan.
De igual manera les sucede a los pequeños. Traigan ahora a su mente
las veces que un niño tropieza con sus propios juguetes y cae al
no poder medir distancias, hasta que un buen día pasa con seguridad
por sobre ellos. Ahora traigan también a la mente el gozo que experimenta
un pequeño con cada forma, cada imagen, cada objeto, que por ser
nuevo para él le producirá fascinación y que disfrutará
y explorará visualmente, con el tacto, con el olfato, con el gusto
y con el oído. ¡Extraordinario¡ Esta mágica experiencia
solamente la viven los niños, ya que los adultos dan por asumidos
todos estos conocimientos y no les prestan ninguna atención. Esta
experiencia no es ya solamente una suma de estímulos, sino la organización
de toda la información recibida, teniendo en cuenta anhelos, experiencias
y necesidades. Esta es la percepción, que es una interpretación
significativa de los estímulos que han sido captados por los sentidos,
produciendo sensaciones que nuestro cerebro ha estructurado, dándonos
a conocer parte de lo que está afuera.
Este proceso de maduración visual va acompañado,
a partir de los dos años aproximadamente, de una expresión
gráfica que está estrechamente relacionada a este desarrollo
sensorial motor y perceptivo del niño. Dewey, Lowenfeld, Eisner,
Langer y Kellogg son algunos de los estudiosos del desarrollo del arte
infantil, que han analizado este proceso y han dejado consignadas sus
apreciaciones y teorías, que de hecho han guiado buena parte de
la enseñanza infantil del arte.
Tan pronto como el niño es capaz de sostener
un lápiz o una crayola en sus manos, la toma con fuerza, con toda
su mano, e inicia un trazado de líneas que son reflejo de movimientos
sin control, que algunas veces rayarán y otras golpearán
el papel con mayor o menor fuerza. Con estos grafismos el niño
estará reflejando su sensibilidad propioceptiva que es la constituida
por estímulos que proceden de estructuras profundas de significado
estático y motor. El niño con estos grafismos que llamamos
garabatos experimenta un estimulante placer cinestésico, ya que
básicamente lo guían sus movimientos. El niño con
entusiasmo repite una y otra vez sus intentos, hasta que, poco a poco,
va aprendiendo a controlar y a manejar su gesto. Al cabo de un tiempo
este placer cinestético se hará extensivo a la visión
y sus ojos comenzarán a acompañar sus trazos en el inquietante
y ágil recorrido por el papel; el niño entonces estará
realizando una coordinación visomotora. Se debe hacer notar aquí
que antes de este momento el niño no guía, no acompaña
sus trazos con la vista, los podía hacer mirando para otro lado.
Ahora el niño, se encuentra encantado con su descubrimiento: está
siguiendo con sus ojos la expresión de sus propios movimientos
y comienza a relacionarlos.
Hasta aquí, se tiene muy claro que el desarrollo
ha sido espontáneo, físico y genético. Además,
es de gran interés ver como está estrechamente relacionado
este instinto de graficar con el desenvolvimiento natural del sentido
de la vista y del movimiento.
Dentro de las muchas descripciones y clasificaciones
que se han hecho de este proceso, la que ha tenido mayor difusión
y aceptación ha sido la que hizo Víctor Lowendfeld, con
sus etapas o estadios de desarrollo del niño en su expresión
artística. Las sintetiza así:
Estadio del garabateo - entre los dos y los cuatro años.
Estadio preesquemático - entre los cuatro y los siete años.
Estadio esquemático - entre los siete y los nueve años.
Estadio de grupo - entre los nueve y los once años.
Estadio del razonamiento - entre los once y los trece años.
La crisis de la adolescencia.
Lowendfeld afirma que el desarrollo del niño
es de carácter holístico, siguiendo el ejemplo de la noción
progresista del niño total, de manera que los dibujos infantiles
en general, están afectados también por su particular estadio
de desarrollo social y por los valores que el niño otorga a la
experiencia. Sostiene además que estos estadios son aspectos naturales
del desarrollo humano. En este sentido, Lowendfeld da mayor importancia
a la herencia genética que lleva a orientar visualmente a los individuos
en dos formas diferentes de ver el mundo: los hápticos, que dan
respuestas afectivas y cinestécicas a su contacto con el entorno,
y los visuales, que, como lo sugiere su nombre, perciben el mundo más
literalmente visual.
A manera de conclusión preliminar, podría
decirse que la experiencia práctica corrobora la razón de
lo dicho hasta aquí: el garabateo es una expresión propia
del niño que muestra su grado de madurez visual en el estadio de
desarrollo en el que se encuentra y que es posible esperar se afine cada
vez más, gracias a la coordinación visomotora adquirida
por el pequeño. Un ejemplo muy valioso de lo anterior, es el aporte
muy experimentado de investigación y análisis de Rhoda Kellogg,
quien durante más de veinte años investigó y reunió
más de un millón de dibujos infantiles procedentes de muchas
partes del mundo y de todas las clases económicas y sociales. Dejó
hecha una detallada relación de este trabajo en su libro "Análisis
de la expresión plástica del preescolar". Kellogg encuentra
que los garabatos básicos son veinte clases de trazos que los niños
realizan aproximadamente a los dos años, y afirma que estos ayudan
a ver que los seres humanos tienen, desde muy pequeños y de manera
natural, una formación básica de aptitud para el dibujo,
y que si un niño en un tiempo prudencial no los hace, estará
revelando una deficiencia física o mental. Kellogg considera que
estos garabatos básicos constituyen los cimientos del arte en general
y que permiten una descripción detallada y global del trabajo que
hacen los niños en esta etapa.
Kellogg estudia este desarrollo y lo divide en cuatro
estadios que son autodidactas y que van desde los dos hasta los cinco
años aproximadamente.
Estadio de los patrones de disposición: el niño hace
los garabatos básicos y dibuja algunos de ellos en patrones de
disposición; aproximadamente, a partir de los dos años.
Estadio de las figuras: comprende diagramas (figuras definidas y
delineadas) y también formas de diagramas nacientes (los que
preceden a los diagramas); - aproximadamente, entre los dos y los tres
años.
Estadio del dibujo de arte espontaneo: después de los diagramas,
el niño elabora estos llamados combinaciones (unidades de dos
diagramas) o los llamados agregados (unidades de tres o más diagramas);
- aproximadamente, entre los tres y los cuatro años.
El estadio del dibujo: el niño comienza a hacer estructuras
lineales equilibradas a las que Kellogg denomina mándalas, soles
y radiales. Luego de este estadio, el niño hace trabajos pictóricos,
dibujos que representan figuras humanas, animales, casas, plantas, etc.;
- aproximadamente, a los cuatro años o algo más.
El niño pasa por este proceso a través
de sus propias actividades y percepciones; después de los cinco
años, dice Kellogg, suele suceder que se enseña a los niños
a copiar esquemas que la sociedad fomenta.
Hay dos aspectos para destacar sobre sus apreciaciones
en esta charla:
El primero, será para controvertir la concepción sobre
la que trabaja Kellogg, en el sentido de considerar la actividad artística
infantil como arte y como tal sugerir que puede ser expuesto como el
arte del adulto, para ser criticado y valorado. Anota que artistas como
Jackson Pollock, Miró, Klee, o, en general, los artistas abstractos,
hacen un arte muy parecido al de los niños, y algunos de los
artistas no se ofenden cuando su obra es comparada con el arte infantil.
En esto tiene razón; es muy conocida la frase: "Los artistas
se pasan el resto de su vida tratando de volver a pintar como cuando
eran niños". Sin embargo, ella refiere a la frescura, la libertad,
la espontaneidad, la irreverencia, la falta de prejuicios; de ninguna
manera a la falta de conciencia de lo que están haciendo y de
la intención plástica, estética o expresiva, porque
el niño no tiene conciencia del acto creativo.
Una nota de Delacroix en sus diarios confirma esta idea:
"Hay en la aurora del talento algo ingenuo y a la vez audaz, que recuerda
las gracias de la infancia y también su feliz despreocupación
de las convenciones que gobiernan a los hombres maduros."
Para entender mejor esto veamos el caso de Jackson Pollock
con su pintura de acción. Esta tendencia pictórica se propone
realizar la obra sin un plan a priori ni un control de dibujo, de color
o compositivo consciente. Sin embargo, es el ojo depurado de un artista
el que conscientemente elige dentro de los quince o treinta experimentos
los pocos o muchos que cumplen con los requerimientos de satisfacción
plástica, estética o conceptual.
Igual sucede con los "Objetos encontrados", o los "Objetos
ya hechos", de Marcel Duchamp. En esta tendencia, el acto de creación
está relacionado con el momento en que el artista descubre valores
plásticos en un objeto, y lo eleva a la categoría de arte.
En este caso también, es el ojo depurado del artista el que está
en juego. No se puede decir que el mar es un artista por el hecho de que
con los repetidos golpes de las olas sobre las rocas se haya podido conformar
una forma estética en algunas de ellas capaces de conmover a un
espectador sensible.
En cuanto al arte abstracto, como dice Arnheim, "No
hay pruebas de que los niños pequeños posean los conceptos
intelectuales avanzados necesarios para pensar en abstracto, sobre simetría,
proporción o regularidad", y añade, que "Los niños
trabajan bastante más en la esfera de la percepción misma
que en el nivel de las abstracciones intelectuales." Kellogg dice a esto
que si los conceptos abstractos son una condición del arte abstracto,
el niño no es un abstraccionista. A lo que habrá que contestar
que sí son necesarios estos conceptos, y que el artista abstracto
plantea su obra desde ellos.
El segundo aspecto para destacar se refiere a la apreciación
que hace Kellogg sobre los dibujos recurrentes que ha registrado en
el arte de preescolar; a los cuales considera, uniéndose a Herbert
Read, como símbolos arquetípicos que dan una explicación
a la semejanza de estos dibujos con las formas del arte primitivo y
ancestral, que a su vez Read considera como la evidencia de la humanidad
común del hombre.
En esa increíble uniformidad y semejanza del
primer arte infantil puede estar la comprensión del arte del hombre
arcaico, dice Kellogg.
A pesar de que estos puntos dejan incógnitas
llenas de atractivos misterios sin resolver, la respuesta que a ello nos
da Arnheim y los psicólogos de la Gestalt, es muy convincente.
Ellos dicen que la semejanza entre estos primeros dibujos infantiles se
debe primero a que la motivación de estos trabajos iniciales es
idéntica en cualquier parte del mundo, ya que responde a la expresión
del desarrollo cinestésico del ser humano, que es algo común
a la especie; y en segundo lugar, a la falta de cualquier tipo de influencia
cultural debido a que, por la tierna edad de los niños, la cultura
no ha llegado a afectarlos aún.
Después de recorrer y analizar muy someramente
este desarrollo espontáneo de la actividad artística infantil,
queda manifiesta su trascendental importancia ante la riqueza de realizaciones,
sensaciones y experiencias cinestésicas y visuales que muestra,
y las satisfacciones que todo ello produce en el niño, elementos
todos de gran relevancia en el desarrollo integral del pequeño.
Además, es el contacto inicial y definitivo con la expresión
plástica, porque es aquí, desde esta actividad artística,
desde donde comenzará y donde continuará el niño
desarrollando su futuro vocabulario visual, que como ya se dijo, se irá
poco a poco conformando para ser la base de todas las formas que realizará
o que podrá apreciar como adulto en los trabajos de arte visual
propios o ajenos.
Por otro lado, como nos lo hace ver Rhoda Kellogg, los
trabajos de los niños en esta etapa se constituyen en tesoro pedagógico
para padres y maestros, ya que a través de ellos podrán
saber muchísimo de los niños, en un estadio donde la comunicación
verbal es tan limitada.
La psicóloga y educadora Isabel Merodio, dice
haber comprobado que los niños que han garabateado a sus anchas
han alcanzado niveles de desarrollo muy superiores a los que no lo han
hecho. Con esto no se puede decir, continúa, que el niño
que garabatea es más inteligente o que el garabateo hace más
inteligente al niño. Ella espera que el tiempo lo pueda llegar
a decir.
La diferenciación perceptiva - Las limitaciones
- Despiertan los valores plásticos - El adulto frente al niño
En este punto, es indispensable conocer cómo
se da ese despertar de los valores plásticos, en qué consiste
y a dónde debe llegar.
La valoración plástica se refiere, como
dice Eisner, ya, a un desarrollo perceptivo de la visión que llevará
a una visión artística educada, la cual no se da en forma
completamente natural, sino que debe ser despertada, encaminada y dirigida,
hacia la capacidad apreciativa y el logro de diferenciaciones perceptivas
refinadas, conscientes y enriquecidas sobre las imágenes.
En este momento será muy útil referirnos
a Arnheim y los psicólogos de la Gestalt, con su teoría
del desarrollo perceptivo, su incidencia en el arte infantil y la relación
de este arte con el del adulto. En su obra "Arte y visión perceptiva",
afirma que: "la percepción se desarrolla de totalidades a particularidades
mediante un proceso de diferenciación perceptiva. La naturaleza
proporciona al organismo los procesos de percepción y durante el
curso de la maduración las capacidades del niño se diferencian
cada vez más. Por esta razón el niño ve menos que
el adulto". Afirma, además, que "los esquemas simplificados que
dibuja el niño, no son exclusivamente el resultado de habilidades
motrices limitadas, sino un reflejo de sus capacidades perceptivas. Por
ejemplo, el niño dibuja primero un círculo que un cuadrado,
porque el último tiene una diferenciación mayor. Según
esta teoría las personas maduran aumentando su capacidad de discriminar
entre las cualidades constitutivas de su entorno. Así, un adulto
puede percibir cualidades y relaciones entre cualidades que son mucho
más complejas y sutiles que las que pueden percibir la mayoría
de los niños, esta es la llamada diferenciación perceptiva.
Proceso que consiste en comparar y contrastar cualidades."
Arnheim nos ofrece un ejemplo clarificador con el proceso
observado en los expertos o entendidos en cualquier campo, cuando deben
distinguir entre aspectos muy sutiles del mundo. Como en el caso de un
catador de vino, que es capaz de apreciar el aroma, el color, el sabor,
el origen, el tiempo, etc. Igual sucede con un especialista en música,
en pintura y demás.
Nos dice Arnheim, que, "Los niños también
desarrollan su capacidad de percibir cualidades. Por ejemplo, un niño
no podría ver, a menos de que se le enseñe, que un campo
de césped no es simplemente verde, sino que contiene una amplia
variedad de tonos de verde, además de otros colores; o que las
formas de un edificio son ligeramente más anchas que altas. Esta
capacidad de percibir relaciones se desarrolla a medida que se aprende
y se ve afectada por el tipo de experiencias que tienen los niños".
La importancia del maestro - La creatividad
El maestro debe saber que en la etapa inicial, el niño
depende más de su propio motor de desarrollo que del estímulo
del maestro, pero que en muy corto tiempo debe afinar sus sentidos para
percibir más y mejor, teniendo en cuenta la evolución personal
del pequeño, el maestro será indispensable. Ya que este
proceso natural de percepción se frenará, pues como en el
caso del lenguaje, es limitado, y si no se educa de la forma debida, se
estancará en un nivel muy primario, como al que han llegado la
mayoría de los adultos que no han recibido apoyo en el campo de
la educación visual, o lo que es peor, la recibieron de forma indebida,
quedando bloqueada su creatividad; su capacidad expresiva, apreciativa
y evaluativa del arte queda convertida en un estereotipo sin valor y sin
futuro.
El maestro de arte debe enseñar al alumno el
uso correcto y la enorme potencialidad de sus sentidos, lo que será
de vital importancia para poder disfrutar y gozar la vida, así
como para desempeñarse en la vocación que elija seguir.
Herbert Read decía que, "La educación
artística es la educación de aquellos sentidos en los cuales
se basa la consciencia y por intermedio suyo la inteligencia humana; según
sea el grado en que dichos sentidos se relacionen armónica y habitualmente
con el mundo externo, se habrá integrado su personalidad."
El maestro será indispensable en este proceso
del desarrollo artístico infantil. El podrá ser un orientador
de los sentidos como medio de conocimiento y de su expresión personal
a través de la imagen gráfica y del color. Además,
si el maestro conoce las implicaciones que tiene el arte en la totalidad
del ser humano sabrá que a través de su riqueza y en forma
totalizadora, hará al hombre mejor representante de su especie,
de su época y más feliz como persona.
Si los adultos que rodean al niño, empezando
por sus padres, son conscientes y entienden la gran diferencia perceptiva
que hay entre el niño y el adulto, y conocen el proceso de desarrollo
de ésta, sabrán qué hacer frente a la expresión
gráfica infantil y frente a la formación y desarrollo de
los valores plásticos en los pequeños; serán capaces
de comprender que cuando no puedan ver en los dibujos del niño
lo que éste dice que ha dibujado, no deben imponer su propia visión
y percepción adulta al pequeño, sino saber cuándo
y en qué forma intervenir, no para que el niño los complazca
haciendo lo que ellos quiere ver, sino para ofrecer al niño experiencias
enriquecedoras que le permitan abrir su mente y afinar sus sentidos para
que sea capaz de percibir la riqueza de su propio mundo infantil, en la
totalidad de su vida y de su entorno. No sólo en su clase de arte
sino en el colegio, y también en la calle, la casa, la naturaleza,
etc. El maestro debe procurar, al igual que sus padres, rodear al niño
de arte, de naturaleza, de imágenes valiosas, para que sus patrones
de referencia sean los mejores; más creativos, más enriquecedores
y estimulantes; no estereotipados, pobres o insignificantes. Y si los
padres no pueden mejorar su entorno, obra titánica por cierto,
el maestro debe estar en condiciones de convertir este mundo de las imágenes
sin control, en motivo de riqueza creativa y de valor plástico.
Además, padres y maestros, sabiendo que los dibujos de los pequeños
no tendrán la realidad buscada por el adulto, serán capaces
de encontrar los símbolos con los cuales los niños en estas
etapas se refieren a las realidades que ven. Y entenderán que el
niño va bien en su desarrollo.
Es muy significativa una reflexión de Matisse
sobre sus clases: "Después de cada crítica tenía
ante mí dóciles corderos, a los que tenía constantemente
que hacer reaccionar para conseguir leones."
Y el fragmento muy dramático por cierto de una
de las cartas de Van Gogh a su hermano Theo poco antes de su muerte, donde
se nota la angustia y la inseguridad que produce la desaprobación
impositiva de la sociedad sobre el artista: " (...), si lo admitimos,
yo como pintor no significaría nunca nada de importancia; lo siento
absolutamente. Suponiendo que todo cambiara, el carácter, la educación,
las circunstancias, entonces hubiera podido existir esto o aquello, (...).
Me arrepiento a veces de no haber guardado simplemente la paleta holandesa
de tonos grises y de haber esbozado sin insistir los paisajes en Mont
Martre (...)".
Hasta aquí, se puede ratificar la importancia
del maestro de arte y afirmar que: la percepción y los valores
plásticos no se improvisan, ni son consecuencia automática
de la madurez. Al niño hay que enseñarle a descubrir estos
valores. No es necesario que el maestro de arte sea un artista, y esto
debe quedar bien claro, pero sí debe amar, disfrutar y conocer
el arte; estar muy cerca de él, para que pueda transmitir, empezando
por la propia actitud, toda la significación y el valor que el
arte puede tener para el ser humano. Y poder preparar al niño desde
su tierna infancia para una de las tres relaciones que podrá tener
con el arte cuando sea adulto.
Ser un ciudadano creativo. A lo cual debe aspirar cualquier ser humano
para ser capaz de disfrutar el mundo. Para ello necesita del arte y
de responder sensiblemente a las formas estéticas y visuales
creadas por él, por otros o por la naturaleza.
Enseñar arte. Serán las personas que no sólo,
tienen las condiciones del grupo anterior, sino que además sin
ser artistas quieren ser multiplicadores de la experiencia artística
al enseñar a otros a vivirla. Para lo cual también deben
conocer el proceso pedagógico.
En último lugar, pero no por ser el menos importante, está
ser artista. El niño que quiere llegar a ser un creador de arte.
El maestro debe comprender que aunque su misión como pedagogo
escolar no es la de formar artistas, sí debe estimular y por
ningún motivo dejar perder el talento y la voluntad de un niño
o jovencito que quiera llegar a la consagración artística.
Cualquier ser humano debería tener la capacidad
si no de sentir igual o con la misma intensidad, sí de comprender
la emoción que expresa un artista como Van Gogh, cuando en unas
de sus cartas a su hermano dice: "Te escribo desde Saintes-Maries, a orillas
del Mediterráneo, (...). El Mediterráneo tiene un color
cambiante, no se sabe nunca si es verde o violeta, ni se sabe nunca si
es azul, porque al segundo siguiente, el reflejo cambiante a tomado un
tinte rosa o gris.
Me he pasado una noche a la orilla del mar por la playa
desierta. No era alegre, pero tampoco triste - era bello. El cielo de
un azul profundo, estaba manchado de nubes de un azul más profundo
que el azul fundamental de un cobalto intenso, y de otras de un azul más
claro, como la blancura azulada de la Vía Láctea. En el
fondo azul las estrellas centelleaban claras, verdosas, amarillas, blancas,
rosas, más claras, más bien diamantinas como piedras preciosas,
(...)".
Antes de terminar, es de gran valor para los docentes
actuales, tener una idea clara de hacia donde van dirigidas las tendencias
contemporáneas y los enfoques actuales en cuanto a la educación
de las artes plásticas o visuales. Esto permitirá al maestro,
aún en el preescolar, tener un marco claro de acción para
saber hacia donde deben ir dirigidos sus esfuerzos.
A partir del siglo XX, los psicólogos y educadores,
teóricos o prácticos, de la pedagogía artística
contemporánea, empezaron a preocuparse por las incidencias que
tienen en el niño las mezclas o cruces raciales, culturales y sociales,
así como las muy importantes que proceden de los medios audiovisuales
como el cine, la televisión, la publicidad y el diseño.
Todo este nuevo mundo de culturas híbridas de cruces y superposiciones
o transversalidades son un hecho real e ineludible que se debe tener en
cuenta al educar a un niño, sobre todo a la entrada de nuestro
globalizador siglo XXI. Después de muchos estudios, análisis
e investigaciones realizados entre otros por: Arrnheim y los psicólogos
de la Gestalt, los realizadores del proyecto Kettering de la Universidad
de Stanford, Néstor García Canclini, el grupo denominado
D.B.A.E. (Disciplina basada, en el arte educación) con Elliot Eisner,
Brent Wilson, Ralph Smith, y Richard Hamilton. Estudios que han llegado
a conclusiones que tienen muchos puntos que los acercan y agrupan. Como:
La educación plástica o visual, el arte y la estética
son una parte fundamental de la formación integral del ser humano.
Aun cuando la mayoría reconoce que las artes plásticas
son usadas para lograr otros fines diferentes a los del arte mismo,
que a través de ellas se logran otras cosas o propósitos
como la salud mental, el desarrollo general de capacidades creativas,
etc., coinciden en que el aporte más importante del arte para
la educación artística de los niños, es el conjunto
de cualidades que sólo pueden ofrecer las artes, las que le son
propias y únicas para la experiencia y el conocimiento humano.
Estos aportes están relacionados con lo que ofrece el aprendizaje
del arte en las tres esferas o dominios en la experiencia cultural del
hombre. A saber:
La producción de arte.
La capacidad de responder sensiblemente al arte.
La capacidad de apreciar el arte de forma critica y valorativa dentro
de su propio contexto histórico y con relación al contexto
actual.
Que la enseñanza del arte debe ser totalizadora, en ningún
caso fragmentada. Así, el maestro de arte no debe aislarse sino
trabajar en equipo con los demás maestros y también con
los padres de familia. La experiencia artística debe abarcar
la totalidad del entorno físico del niño, la casa, el
colegio, el parque, la calle, etc. , y la totalidad de las imágenes
que lo afectan, el cine, la televisión, la publicidad, el diseño
gráfico y artesanal, el arte popular, la artesanía, el
arte consagrado y el arte joven de su tiempo, etc. Como conocedores
de que el aprendizaje informal del hombre se hace en un 82% a través
de la imagen y que de éste el 55% se hace de forma inconsciente,
la preocupación contemporánea es alfabetizar para la lectura
de la imagen. Al preparar al niño para el entendimiento de las
artes visuales, se le está preparando para el entendimiento de
la imagen, sea arte o no.
A manera de conclusión y como un homenaje a esta
etapa tan importante del desarrollo artístico en la infancia, se
deja a la audiencia como reflexión una experiencia vivida por Herbert
Read con el famoso artista Pablo Picasso. Read afirma que esta vivencia
le reveló muchísimo sobre el temperamento y los objetivos
de Picasso. Cuenta que poco después del fin de la Segunda Guerra
Mundial le estaban mostrando a Picasso una exhibición de dibujos
infantiles enviados a París por el Consejo Británico. Picasso
contemplaba los dibujos lenta y cuidadosamente, y al fin dijo: "Cuando
tenía la edad de estos niños yo pintaba como Rafael; ¡Me
llevó muchos años aprender a pintar como estos niños!".
Read comenta que Picasso llegó a comprender (y ese es el aspecto
decisivo de su genio), que la habilidad no es suficiente y que un gran
artista debe conservar su condición infantil, en el sentido de
que debe ver con inocencia al mundo y debe expresarse con espontaneidad.
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