Aproximación histórico conceptual a la metodología de enseñanza de la lectura
APROXIMACIÓN HISTÓRICO-CONCEPTUAL
A LA METODOLOGÍA DE ENSEÑANZA DE LA LECTURA
Congreso
Mundial de Lecto-escritura, celebrado en Valencia,
Diciembre 2000
Prof. Carlos Gallego
Profesor Titular de Psicología
Básica
Universidad Complutense de Madrid
Si queremos
enseñar a un niño las habilidades necesarias
para leer debemos conocer primero cuáles son estas
habilidades y después preguntarnos cómo enseñarlas.
Recientemente se ha producido un incremento muy importante
en el conocimiento sobre las operaciones que la mente humana
realiza hasta extraer el significado de un texto escrito.
Incorporar a los métodos las consecuencias que para
la enseñanza de la lectura se derivan del desarrollo
de estos conocimientos es un reto al que deben responder todas
aquellas personas interesadas en mejorarla y facilitarla.
Del desarrollo de los modelos del procesamiento lector
pueden derivarse importantes conclusiones sobre la forma más
útil de enseñar este proceso, de enseñar
a leer. En esta línea, se propone aquí una reflexión
desde esta perspectiva sobre los métodos de lectoescritura
con objeto de aportar una nueva dimensión a este problema
y superar las polémicas tradicionales entre lo analítico
y lo sintético, sobre si debe centrar el aprendizaje
en el fonema, la palabra o la frase, o si el enfoque debe
ser instruccional o "natural". Polémicas que creemos
cuando menos desenfocadas.
Por tanto, no se va a
hacer aquí un análisis exhaustivo ni un resumen
de todos los métodos didácticos empleados para
la enseñanza de la lectura a lo largo de la historia
cuya enumeración y descripción se ha repetido
hasta la saciedad y es de sobra conocida por todos. Se pretende
también huir de la evaluación tradicional de
los métodos que creemos mediatizada por juicios ideológicos
con demasiada frecuencia. (Por ejemplo en ocasiones se ha
descalificado el papel del análisis fonológico
en la lectura sin ninguna argumentación científica
o técnica simplemente etiquetando a los métodos
sintéticos como "conservadores" o se han defendido
enfoques naturalistas extremos de una manera ingenua o voluntarista
sin ninguna evidencia empírica que los apoye). En lugar
de ello, partiendo del análisis crítico de los
principios básicos de las metodologías más
usuales se plantean ideas para la reflexión desde la
perspectiva de la investigación psicolingüística
sobre el proceso lector y sus aplicaciones a la enseñanza
de la lectura. Se recogen también los datos que sobre
el proceso lector se derivan de los estudios con aquellos
sujetos en los que el proceso de aprendizaje de la lectura
fracasa. Los datos procedentes de las investigaciones sobre
la naturaleza específica de los déficit que
presentan los lectores disléxicos o los "malos lectores"
aportan mucha información sobre la eficacia real de
los métodos. Es en condiciones "difíciles" cuando
los métodos prueban su verdadera valía, ya que
con lectores potencialmente competentes muchos métodos
pueden ser eficaces. ¿Qué pasa con ese 10% de lectores
que todos los métodos dejan fuera? En el marco de esta
perspectiva intentaremos recoger hechos contrastados y evidencias
experimentales bien establecidas (si es que existen) y analizar
su posible aplicación al proceso de enseñanza-aprendizaje
de la lectura.
LOS METODOS
El interés y la
necesidad de desarrollar métodos eficaces que garanticen
el acceso fácil a la lectoescritura y la propia evolución
de los conocimientos sobre el proceso de aprendizaje y de
la lectura ha conducido a la multiplicación de métodos,
la mayor parte de ellos útiles y algunos pocos ciertamente
pintorescos. No se va a insistir demasiado en los diversos
métodos por ser de sobra conocidos (Cf. p. ej. Lebrero,
1990, para una visión general). Tampoco se pretende
hacer una revisión exhaustiva sino simplemente recordar
las principales alternativas metodológicas. Para el
análisis que nos ocupa es suficiente con recurrir adoptando
una perspectiva diacrónica a la conocida distinción
entre las dos formas básicas de hacer frente a los
problemas que plantea el aprendizaje lector: distinción
hecha sobre todo en función de las unidades lingüísticas
de las que se parte para el análisis del texto escrito.
Los métodos
sintéticos o ascendentes se caracterizan
por un proceso de aprendizaje que partiendo de las unidades
mas elementales del lenguaje (grafemas, fonemas, sílabas
) progresa hacia las unidades mayores (palabras, frases).
El énfasis se sitúa sobre las habilidades de
decodificación del significante, el establecimiento
de las correspondencias grafema-fonema y en general sobre
los aspectos específicamente lingüísticos
(formales) de la lectura, atendiendo sobre todo al proceso
de decodificación más que al resultado. Son
los más antiguos y por ello se les considera "tradicionales"
y a menudo se les asocia con un modelo de enseñanza
pasivo y conservador. En su evolución fueron adoptando
unidades cada vez mas naturales, para evitar ciertos efectos
indeseables sobre el aprendizaje como por ejemplo la interferencia
del aprendizaje del nombre de las letras con la lectura propiamente
dicha (Cf. Gallego y Sainz, 1985). Así se pasó
de los primeros métodos alfabéticos ya
abandonados, a los fonéticos y por último
a los métodos silábicos, todos ellos
a su vez con distintas variantes.
Los métodos analíticos,
globales o descendentes parten del reconocimiento
de unidades complejas con significado (palabras, frases) para
que más tarde se discriminen las unidades mas simples
o elementales (sílabas, letras). El énfasis
se sitúa en el proceso de reconocimiento de palabras
y frases, atendiendo sobre todo a la comprensión del
significado y al valor funcional de la lectura. Da preferencia
a la función visual sobre la auditiva y por encarnar
los valores de una enseñanza más moderna y motivadora
pretende tener un carácter natural y en sus modalidades
extremas promover el aprendizaje de la lectura de manera análoga
al aprendizaje del habla. Dentro de esta categoría
se enmarcan los métodos léxicos y el
método global-natural.
Como es natural, dentro
de cada una de estas posiciones metodológicas existen
muchas variantes que se concretan en multitud de métodos.
También se han desarrollado métodos tomando
aspectos de ambas. Los métodos mixtos o mitigados
pretenden conjugar la actividad analítica y la
sintética, simultaneando la percepción global
y el análisis fonológico. Se centran en que
el reconocimiento de palabras, la comprensión y el
descubrimiento de las correspondencias grafema-fonema se produzcan
de forma combinada y se realimenten entre sí.
A nuestro juicio, tanto
los métodos ascendentes como los descendentes parten
de principios y supuestos en algunos casos erróneos
y en otros acertados. Algunas de las estrategias que emplean
resultan en ocasiones correctas, en otras dudosas y en otras
simplemente equivocadas. Ante esto lo más razonable
sería asumir un método mixto que intentara superar
ambas posiciones tomando lo bueno de cada una de ellas e incorporando
nuevos conceptos que no se contemplan en ninguna. ¿Pero cómo
decidir cuáles de los aspectos de cada método
han de tomarse, que nuevos conceptos han de incorporarse y
cómo integrar después todos ellos en un método
coherente?
Como ya se ha dicho, la
mayor parte de las conclusiones sobre la eficacia y validez
de los métodos se derivan de la experiencia, del sentido
común y de intuiciones mas o menos justificadas mas
que de estudios controlados, que son pocos o sencillamente
no tenidos en cuenta. Ante ello, para tomar decisiones sobre
que propuestas de cada opción metodológica han
de asumirse, una posibilidad es acudir a los conocimientos
que las recientes investigaciones sobre el procesamiento del
lenguaje - lo que hace la mente para comprender y producir
lenguaje- han puesto a nuestra disposición sobre el
procesamiento lector y la conducta lectora - lo que hace la
mente para reconocer el texto escrito y comprenderlo. Así
los principios que guían la metodología deberán
asumir algunos hechos bien establecidos sobre el aprendizaje
y la naturaleza de la lectura así como desterrar algunos
prejuicios y malos entendidos. Para ejemplificarlo examinaremos
mas adelante algunas cuestiones concretas esenciales de los
métodos, pero antes trataremos algunas cuestiones previas
sobre los objetivos generales del método, su necesidad
y utilidad.
EN BUSCA DEL MÉTODO
ÓPTIMO ¿eldorado?
Desde el momento en que
el aprendizaje de la lectura requiere necesariamente
instrucción, la búsqueda del método de
enseñanza óptimo deviene en una cuestión
crucial. Convendremos en que por el momento muchos son los
métodos "eficaces" para aprender a leer. De hecho todos
nosotros hemos aprendido a leer (en la mayor parte de los
casos presumimos que con éxito) con métodos
que ahora posiblemente consideraríamos en el mejor
de los casos no convenientes, cuando no inadecuados o simplemente
erróneos.
Más aún,
algunos de nosotros empleamos, somos partidarios, defensores
o hemos diseñado métodos distintos para enseñar
a leer en la creencia de que el método que defendemos
o empleamos es "bueno" (y seguro que lo es). Paradójicamente
el problema no es encontrar un buen método de enseñanza
de la lectura. Hay muchos métodos de lectura que lo
son, aunque lo sean en distinto grado y en distintas circunstancias.
Por ejemplo, algunos de los métodos al uso pueden resultar
eficaces con la mayor parte de los niños en edad de
aprender a leer pero no obtienen éxito con la totalidad.
Consiguen su objetivo únicamente con aquel subgrupo
con el que cualquier método razonable lo haría.
Para citar un ejemplo concreto, la metodología global-natural
puede fracasar con aquellos niños que tienen dificultad
(pero no imposibilidad) para el aprendizaje de las habilidades
lectoras (retraso lector, "malos lectores"). Es necesario
encontrar el método no sólo que enseñe
a leer sino también que reduzca el fracaso lector al
mínimo o lo elimine completamente.
El problema no es tanto
disponer de métodos relativamente eficaces como encontrar
el método óptimo (si es que lo hay) o
las estrategias de enseñanza óptimas para las
distintas circunstancias (en su caso), considerando que desde
luego es seguro que no existen métodos milagrosos y
que el aprendizaje de la lectura requiere siempre tiempo,
esfuerzo y una participación activa y laboriosa del
niño y del educador.
¿Qué se le puede
pedir a un hipotético método óptimo?
Que consiga los objetivos - la lectura competente, fluida
y comprensiva- con máxima eficacia, esto es
que conduzca a cada niño a
su nivel óptimo de competencia y rendimiento lector
con la máxima funcionalidad
y satisfacción
con mínimo costo, tiempo y
esfuerzo
y que elimine o reduzca al mínimo
la posibilidad de fracaso
MEDIR LA EFICACIA
Sin embargo, los primeros
problemas surgen ya cuando se intenta precisar el propio concepto
de eficacia. A menudo se confunde la eficacia del método
con su bondad, situándose más en aspectos
motivacionales, funcionales o de satisfacción que en
los denostados aspectos "técnicos" convirtiéndose
a menudo los juicios sobre la eficacia de un método
en retórica ideológica o en obviedades en las
que todos coincidimos porque es imposible estar en desacuerdo.
Así se centra la eficacia en que el método "fomente
el autoaprendizaje, se desarrolle en un ambiente relajado,
se adapte al ritmo y características del niño,
contribuya al desarrollo total del alumno, sea intrínsecamente
motivador, promueva la transferencia a otros aprendizajes,
favorezca la intercomunicación, o contribuya a hacer
conscientes los progresos".
Es difícil estar
en desacuerdo con esta clase de afirmaciones y es un hecho
admitido que un buen método debe reunir estas características
en la medida en que sea posible. Pero otra cosa muy distinta
es que la eficacia del método resida exclusivamente
y de manera esencial en ellas. Con ser muy importantes, estas
características no son las esenciales. Se confunde
la eficacia del método en cuanto que proporcione al
niño una herramienta funcional -útil para su
desarrollo y adaptación al entorno- y sea fuente de
satisfacción con la eficacia del método en cuanto
contribuya específicamente al desarrollo de las habilidades
lectoras.
Un buen método
debe atender tanto a su validez externa, a su funcionalidad
o al grado de satisfacción que produce en el alumno
y el profesor como a la propia eficacia técnica, es
decir a la forma en que el método consigue instalar
las operaciones y procesos que el niño necesita para
decodificar el lenguaje escrito y leer correctamente y con
aprovechamiento. La eficacia del método reside en su
capacidad para desarrollar en el niño la competencia
lectora. Es evidente que el desarrollo de ésta para
ser óptimo requerirá unas condiciones óptimas
de aprendizaje pero también que el peso principal recaerá
sobre el aprendizaje de las habilidades lectoras específicas
(reconocimiento de palabras, establecimiento de correspondencias
grafema-fonema, extracción del significado, etc.).
Los instrumentos que empleamos
habitualmente para medir la capacidad lectora de los niños
nos proporcionan información sobre aquellas habilidades
que se consideran medidas de la lectura eficaz: la exactitud
– que el niño lea correcta y fielmente, sin confundir
los sonidos o palabras, la velocidad lectora – que lea fluidamente
- y la comprensión lectora – y que sea capaz de extraer
el significado del texto (Cf. p. ej. el TALE de Toro y Cervera,
1984, o el PROLEC de Cuetos y colbs.,1996).
Más todavía,
los problemas para conseguir un aprendizaje motivador, un
aprendizaje que refuerce intrínsecamente, un aprendizaje
que proporcione al niño retroalimentación y
conciencia de que aprende, se resuelven en gran medida por
sí solos si la metodología empleada es eficaz
en enseñar a leer. No hay nada más motivador
que descubrir con facilidad el significado del texto y el
propio texto. ¿Que mejor motivación que la de un método
que proporcione la recompensa del aprendizaje?
NECESIDAD Y UTILIDAD
DEL METODO
El que los lectores hayan
aprendido a leer con diversos métodos y una diversidad
de ellos puedan resultar eficaces no quiere decir ni que todos
lo sean ni mucho menos que la elección de un tipo u
otro de método sea indiferente.
Existe una confusión
que convierte el hecho de que el aprendizaje de la lectura
y la lectura misma requieren una participación activa
del sujeto, son procesos activos, en la idea infundada de
que el método tan sólo facilita, frena o dificulta
el aprendizaje siendo un mero catalizador de la propia actividad
natural del sujeto. Aunque es obvio para todos que el método
no soluciona por sí solo los problemas didácticos,
ésta idea olvida como olvidan algunos métodos
bienintencionados que la lectura es un proceso que requiere
instrucción y que no se aprende espontáneamente
por mera exposición al ambiente como ocurre con el
lenguaje natural. ¡Nadie aprende a leer sin método,
sólo con su actividad! La alfabetización es
una tarea instruccional.
Es cierto que un método
es tan sólo un instrumento y que su eficacia en cierta
medida depende, como la de toda herramienta, del uso que se
le dé. En este sentido es esencial el papel del educador
para guiar al niño a través del aprendizaje.
El profesor tiene la responsabilidad, desde el inicio del
proceso de aprendizaje de abrir este a los niños e
inducirles a dar los primeros pasos en la adquisición
del hábito de la lectura. El profesor tiene la responsabilidad
de facilitar el aprendizaje lector logrando la mejor disposición
en los niños mediante la creación de un ambiente
pedagógico óptimo y el desarrollo de una actitud
positiva pero también y muy especialmente a través
del rigor metodológico.
También es cierto
que como toda herramienta cuánto más precisa
y perfecta sea con mayores garantías conducirá
al éxito. Y también podrá convenirse
en que será mejor cuánto menos este sometida
a factores situacionales o a la competencia personal de quién
lo aplica. Es decir, será mejor cuando tenga éxito
con mayor número de niños, en mayor número
de ambientes pedagógicos e independientemente de las
características personales de quien lo use.
MÉTODOS ASCENDENTES
vs. DESCENDENTES ¿UNA FALSA DICOTOMÍA?
En los últimos
años se ha producido un fuerte movimiento de apoyo
a los métodos descendentes, quedando relegados los
ascendentes, que han sido descalificados en virtud de su carácter
"tradicional, conservador y pasivo" por "cómo" desarrollan
la enseñanza y su carácter "mecanicista" desde
el punto de vista de lo "qué" enseñan. Sin embargo
el creciente incremento de los conocimientos sobre el proceso
lector y las evidencias empíricas acumuladas en estos
años no avalan la adopción ciega e incondicional
de todos los presupuestos y procedimientos adoptados por la
métodología descendente o no al menos en el
sentido en que ellos lo hacen. Con ser genéricamente
ciertas muchas de las críticas a los métodos
ascendentes, su rechazo ha traído una consecuencia
a nuestro juicio indeseable: el rechazo de la enseñanza
de las habilidades necesarias para llevar a cabo el proceso
de decodificación, de la asociación grafema-fonema
o de la descomposición silábica, descuidando
además aspectos esenciales como la toma de conciencia
fonológica.
Otros supuestos generales
tampoco justificados se han asumido. Por ejemplo, suponer
que el aprendizaje de la lectura es relativamente independiente
de las habilidades lingüísticas previas sólo
por adoptar una forma gráfica que implica una entrada
visual y no auditiva. La lectura no es sino una modalidad
de lenguaje dependiente o secundaria al lenguaje oral natural
(no otro lenguaje), un lenguaje de segundo orden construido
sobre el lenguaje oral. Parece razonable entonces que su aprendizaje
se apoye también en él. El aprendizaje de la
lectura no es independiente del lenguaje oral. Una buena adquisición
del lenguaje oral no garantiza un buen aprendizaje lector
pero sí lo facilita en gran medida. Por el contrario
una escasa competencia lingüística predice dificultades
seguras en el aprendizaje lector.
La fuerza de los hechos
tampoco avala la adopción de otros principios asumidos
por algunos métodos, especialmente en este caso por
la metodología global-natural. No parece fundamentado
esperar que el aprendizaje de la lectura se produzca de la
misma forma en que se produce el "aprendizaje" del habla.
La lectura no es el "lenguaje natural" y no se adquiere por
mera inmersión en el ambiente adecuado. A diferencia
del lenguaje natural que se "adquiere", la lectura se aprende.
La lectura (lamentablemente) requiere instrucción.
Es cierto que se observa en el desarrollo del niño
una etapa de prelectura "global" o logográfica (Frith,
1997) en la que algunas palabras (el nombre del niño
u otras muy familiares) se aprenden como dibujos y se reconocen
globalmente. Pero esta estrategia de prelectura desaparece
apenas el niño aprende estrategias más eficaces
y comienza la lectura alfabética y ortográfica.
Llevarla más lejos no sería sino hacer aprender
al niño de manera memorística largas listas
de dibujos complejos. Una estrategia "natural" de aprendizaje
resultaría sólo útil en la fase de iniciación
o prelectura, en la toma de contacto del niño con la
lectoescritura,.
La unidad básica
de aprendizaje. ¿Letras, fonemas, sílabas, palabras,
frases?
Abordando ya cuestiones
más específicas, el criterio que guía
la distinción básica entre métodos ascendentes
y descendentes es la unidad básica de aprendizaje de
la que se parte (letra, fonema, sílaba, palabra, frase).
Como consecuencia de las fuertes críticas que en su
momento recibieron los métodos ascendentes por su carácter
"mecanicista", los métodos descendentes inician la
enseñanza partiendo de unidades significativas como
la palabra o la frase. Dentro de éstos la evidencia
empírica sobre el procesamiento lector parece apoyar
el criterio adoptado por los métodos léxicos
que toman la palabra como unidad de partida. Pero teniendo
en cuenta, eso sí, que el concepto de palabra que manejan
los métodos puede no coincidir con el concepto psicológico
de palabra (como unidad de procesamiento lector).
El hecho de adoptar la
palabra como unidad de partida favorece el proceso de aprendizaje
al estar el niño siempre expuesto a estímulos
completos y significativos maximizando la fuerza de la asociación
entre el patrón gráfico (la palabra escrita)
y la entrada lexical en la mente del niño (representación
fono-ortográfica) y más tarde semántica.
El hecho de presentar información parcial y fragmentaria
(letras o sílabas aisladas) reduce el número
de estas oportunidades de aprendizaje. Los profesionales que
trabajan con niños con dificultades lectoras saben
bien que en estos casos la exposición del niño
a estímulos fragmentarios (letras o sílabas)
no ya resulta poco útil sino hasta contraproducente.
El principio es aprovechar cada experiencia lectora como una
oportunidad de aprendizaje. Los estudios sobre los movimientos
oculares en la lectura avalan también esta posición.
El registro de los movimientos oculares en la lectura pone
de manifiesto que las fijaciones oculares se centran sobre
las palabras y especialmente sobre las palabras de contenido
(con significado) (80%) frente a las palabras funcionales
que reciben un número considerablemente inferior de
fijaciones.
¿Cómo se leen
las palabras?
Otra cosa es la consideración
que se adopta de la naturaleza de la palabra escrita. Un problema
importante de algunos métodos es el papel preponderante
que otorgan de manera aventurada a la percepción visual
en la lectura. Es obvio para todos que la palabra escrita
es un estímulo gráfico y debe ser procesada
visualmente. Sin embargo esto no implica que las palabras
se procesen como dibujos. Hay numerosas evidencias experimentales
que ponen de manifiesto las diferencias existentes en el nivel
psicológico entre el reconocimiento de palabras y el
reconocimiento de dibujos. Las palabras no son dibujos, son
sí estímulos gráficos pero de otra naturaleza
y no se procesan como dibujos (por tanto no es acertado intentar
enseñarlas como si lo fueran).
Es cierto que la lectura
es esencialmente un problema de reconocimiento de palabras
y así se considera hoy. Cuando el sujeto se enfrenta
a una palabra escrita y la reconoce visualmente se activa
en su mente una entrada lexical que esta asociada a información
visual-ortográfica pero también a información
fonológica. Después de todo las palabras escritas
se aprendieron asociándolas con su sonido. La ejecución
lectora depende básicamente de la integración
e interpretación correcta de la entrada léxica
correspondiente al patrón de letras. El sujeto debe
identificar la palabra y emparejarla con la entrada léxica
previamente almacenada en su memoria recuperándola
a partir de un conjunto de claves informativas que proceden
tanto del propio nivel lexical (morfema) como del análisis
de las estructuras componentes (letras o segmentos). En todo
caso la entrada lexical siempre está asociada a información
fonológica (Fig. 1).
Figura 1. Cuando
se ve una palabra escrita (1), tras reconocerla visualmente
(2) se activa su representación visual-ortográfica
(3) que está conectada con su representación
fonológica (4). Ambas activan el significado. Alternativamente
se puede acceder a la representación fonológica
a través de la conversión grafema-fonema (5).
Cuando se tratan las palabras
como estímulos gráficos análogos a dibujos
se olvida que las palabras escritas están asociadas
a sonidos concretos, y muchas veces "suenan" en la mente de
los lectores expertos. La lectura subvocal no es precisamente
infrecuente. No quiere decir esto que sea imprescindible ni
que sea obligatorio activar la representación fonológica
de la palabra, pero que sí que las representaciones
ortográficas (palabras escritas, letras) están
asociadas a representaciones fonológicas (palabras
orales, fonemas) que normalmente se activan y su activación
se produce además muy rápidamente.
En la figura 2 (Posner
y colbs.) se describe la secuencia temporal de los procesos
y activación cerebral que se ponen en marcha durante
la lectura normal de un texto desde el momento se fija la
mirada en una palabra. En ella puede observarse que apenas
en 60 ms la información viaja desde la retina a las
áreas corticales momento a partir del cual el procesamiento
léxico puede empezar. Entonces comienzan las operaciones
cognitivas que constituyen la lectura: operaciones visuales,
fonológicas, semánticas y atencionales.
El procesamiento cortical
primero de la palabra escrita tiene lugar en el córtex
visual primario. Sin embargo a diferencia de lo que ocurre
cuando se procesan otras clases de estímulos visuales
la activación de las áreas visuales de los hemisferios
derecho (HD) e izquierdo (HI) es asimétrica. La activación
que se produce en el HD no es exclusiva para las palabras
o letras, se produce también cuando se ven cadenas
de letras no permitidas o letras falsas. La activación
en el HI es sin embargo mucho más específica,
activándose algunas áreas por palabras o pseudopalabras
de ortografía regular pero no por cadenas de consonantes
(Petersen, Fox, Snyder, & Raichle, 1990. Esto sugiere
que estas áreas son sensibles a las regularidades ortográficas
de las lenguas alfabéticas. Las modernas técnicas
de imaginería cerebral muestran también como
la activación de las áreas cerebrales difiere
en función de si se trata de palabras o dibujos. En
la lectura de palabras se registra activación en áreas
temporales del HI que se no se registra en el procesamiento
de dibujos.
Estudios de potenciales
evocados han puesto de manifiesto que zonas del lóbulo
temporal y del occipital inferior se activan durante el procesamiento
visual de letras y palabras pero no de otros estímulos
gráficos familiares como caras. Cuando se presentan
visualmente pares de palabras y se le pide al sujeto que decida
si riman o no se activan zonas en el lóbulo temporal
superior izquierdo muy cercanas a las áreas activadas
durante la audición de palabras pero no durante la
lectura de palabras en voz alta o
Figura
2. Diagrama temporal de procesamiento durante
la lectura de palabras. La fijación ocular
sobre loduce a los 0 sg. y se inicia un movimiento
sacádico hacia una nueva palabra a los 275
sg. Datos construidos a partir de los tiempos de fijación
normales durante la lectura, PET y ERP de lectura
de palabras (Posner y colbs., 2000)
en tareas semánticas.
Parece entonces razonable asumir que esta activación
se relaciona con la recodificación de la forma visual
de la palabra en su forma fonológica lo que apoya
la tesis de que codificación fonológica es
una parte (al menos opcional) de la lectura de palabras
y que sería también muy temprana (en torno
a 250 msg.) en el procesamiento.
La mediación
fonológica
Durante los últimos
años ha habido una tendencia no sólo a reconocer
el papel de la codificación fonológica en
la lectura sino a otorgarle un papel principal y no sólo
como una posibilidad una vez que se ha accedido a la forma
de la palabra en el léxico sino como mediadora del
acceso al léxico. La evidencia experimental sugiere
que las representaciones fonológicas pueden mediar
el acceso al significado en la comprensión lectora.
La mediación fonológica se describe como un
proceso en el que la representación fonológica
de una palabra se deriva de su forma impresa, y esta actúa
entonces como un mecanismo de acceso a un lexicón
fonológico de entrada cuyas entradas acceden a su
vez a significados en el léxicón semántico
o sistema cognitivo (Fig. 3)
La importancia de las
habilidades de descomposición fonológica en
la lectura se pone de manifiesto reiteradamente, al menos
en las lenguas alfabéticas y más cuanto mas
transparentes son las lenguas, es decir de más alta
correspondencia fono-ortográfica. Entre otras cosas,
la lectura fonológica o composicional permite leer
palabras nuevas, nunca antes vistas. Sería cuando
menos inconsciente desaprovechar las regularidades de la
lengua e imponer aprender las palabras como una larga lista
de dibujos. ¡Haciendo descansar todo el aprendizaje sobre
la memoria! Paradójicamente resultaría que
métodos pretendida y declaradamente "progresistas"
en realidad están haciendo descansar el aprendizaje
sobre la memoria ya que aprender las palabras como unidades
cerradas (no composicionales) exige un aprendizaje ítem
por ítem en el que cada una de las palabras debe
tratarse como un elemento independiente y almacenarse de
esta forma en la memoria ¡Podría decirse entonces
que recurren a la tan denostada enseñanza "memorística"!
La importancia del dominio de las habilidades fonológicas
sería además directamente proporcional a la
falta de experiencia del lector (conoce menos palabras)
y por tanto crucial en los primeros momentos del aprendizaje.
En contra de estos argumentos,
podría esgrimirse que la exposición del niño
a las palabras iría desarrollando progresivamente
la capacidad de análisis fonológico. Pero
¿Cuántas ocurrencias serán necesarias?. Por
sí sola esta estrategia no posibilitará el
análisis de los elementos componentes e incrementará
el número de errores al intentar reconocer palabras
nuevas. Vellutino (1987) dentro de una serie de experiencias
muy conocidas instruyó a dos grupos de niños
para reconocer pseudopalabras formadas con caracteres de
un alfabeto desconocido. Los dos grupos fueron enseñados
a leer mediante dos métodos distintos: uno consistía
en hacer a los niños sensibles a los sonidos de las
letras y otros al significado de palabras enteras (asociando
las pseudopalabras sin sentido a dibujos de animales imaginarios).
El experimento consistía en reconocer pseudopalabras
que eran combinaciones al revés de los signos que
componían las pseudopalabras enseñadas. Los
lectores adiestrados fonéticamente cometieron muy
pocos errores de inversión mientras que en los lectores
que habían aprendido apoyándose en el significado
el número de errores era significativamente mayor.
Otra fuente de evidencias
a favor de la importancia del dominio de las habilidades
fonológicas para la lectura la constituyen los estudios
en niños con dificultades lectoras o con dislexia
evolutiva. En contra de lo que se pensaba hace unos pocos
años hay numerosas evidencias de que los errores
característicos de los disléxicos y el mayor
número de los que cometen no son errores meramente
visuales sino que incorporan un importante componente fonológico
(confusiones entre grafemas parecidos que representan sonidos
próximos). Los errores de lectura resultan de dificultades
en el procesamiento lingüístico más que
en el procesamiento visual. En otra de sus experiencias,
Vellutino comprobó que la capacidad de la memoria
visual para reproducir letras de un sistema de escritura
desconocido era igual para lectores disléxicos y
normales. Cuando reproducían letras del alfabeto
hebreo los lectores disléxicos y los normales cometían
igual cantidad de errores. No aparecía entonces en
los disléxicos la conocida "escritura en espejo".
Sin embargo cuando se comparaban lectores disléxicos
bilingües (de inglés y hebreo) y monolingües
(desconocedores del alfabeto hebreo) resultaba que los primeros
cometían errores de inversión tanto cuando
copian letras del alfabeto latino como del hebreo. Los monolingües
por su parte sólo escribían en espejo copiando
en inglés pero no cuando copiaban letras del hebreo.
Asumiendo que los bilingües, conocedores de ambos alfabetos
trataban todos los estímulos como letras mientras
que los monolingües desconocedores del alfabeto hebreo
trataban las letras de éste como dibujos, se concluye
que los errores se producían únicamente cuando
los "dibujos" eran letras es decir estaban asociados a sonidos.
Hoy se sabe que muchos niños disléxicos manifiestan
un déficit de habilidades fonológicas y de
hecho la dislexia evolutiva ha sido explicada así
recientemente (Cf. p. ej. Frith,1997 para una explicación
de la dislexia como un déficit en el procesamiento
fonológico).
El papel de la conciencia
fonológica
La conciencia fonológica
se desarrolla con la capacidad lectora. Si no somos capaces
de imaginar la palabra escrita no podemos descomponerla
en sus fonemas componentes, ya que los fonemas no son unidades
naturales. De manera natural sólo podríamos
descomponer la palabra en sílabas o golpes de voz.
Paradójicamente es la escritura quien nos proporciona
la llave de la descomposición fonológica.
Este hecho por sí solo pone de manifiesto la importancia
de las relaciones entre lectura y procesamiento fonológico.
La asunción de un concepto sesgado hacia lo global
o visual de la palabra tiende a ignorar este hecho y que
gran número de estudios han puesto de manifiesto
la importancia de la conciencia fonológica en el
dominio de la lectura. El conocimiento de cómo se
segmenta el habla y la ejecución en tareas que implican
conciencia fonológica (p. ej. rimas) predice la ejecución
en tareas de lectura. Los lectores disléxicos muestran
un desarrollo muy deficitario de estas habilidades, mostrando
grandes dificultades en tareas de deletreo.
Un fenómeno inverso,
patológico, y aunque anecdótico por lo infrecuente,
que sin embargo pone de manifiesto la fuerte relación
entre las representaciones ortográficas y fonológicas
es el fenómeno conocido como "habla subtitulada".
En una caso referido a nosotros, una estudiante holandesa
hablante experta en polaco e inglés manifestaba que
cada vez que escuchaba o decía algo lo "veía"
en su cabeza en forma escrita. Según creía
recordar esto apareció cuando aprendió a leer
(¡). Siempre pensó que era normal hasta que le dijo
a su profesor de polaco que tenía problemas para
reconocer y pronunciar palabras polacas si no las había
visto escritas previamente.
La frase como unidad
Menos justificado que
adoptar la palabra como unidad de partida parece adoptar
la frase como tal. Su carácter composicional y complejo
no parece aconsejarlo. Este aprendizaje exigiría
una elevadísima carga de memoria al pretender un
aprendizaje de estímulos excesivamente complejos
y desaprovecharía el carácter composicional
de las propias frases y el proceso básico de reconocimiento
de palabras. Es cierto que debe prevalecer el significado
sobre las habilidades de decodificación y el significado
completo se encuentra en la oración, pero esto no
ha de llevarnos contra el sentido común. El niño
necesita bastante competencia en el reconocimiento de palabras
para poder realizar la integración semántica
en la frase. La frase ha de introducirse cuando el niño
conozca si no todas al menos las palabras principales de
la frase.
Motivación
y papel activo del aprendiz
De todo lo anterior
puede concluirse que la enseñanza-aprendizaje de
las correspondencias grafema-fonema es imprescindible por
lo menos en algún momento o de alguna forma para
el desarrollo de la competencia lectora. Podría todavía
argumentarse en contra que aunque su aprendizaje se demostrase
"técnicamente" necesario, su integración en
el proceso de aprendizaje tendría efectos indeseables
sobre la motivación al convertir la lectura en algo
mecánico, difícil, desprovisto de significado
y a ojos del niño inútil.
Es necesario resaltar
que la enseñanza de las correspondencias grafema-fonema
o el reconocimiento de sílabas (la unidad natural
fonológica perceptible) o las habilidades de descomposición
fonológica no necesariamente ha de ir ligada a una
concepción pasiva o conservadora del aprendizaje.
Este proceso puede insertarse en un marco en el que se otorgue
un papel activo al aprendiz, se busque la motivación
y la satisfacción de leer y una lectura plenamente
funcional. La enseñanza de las habilidades fonológicas
no es incompatible con un aprendizaje motivador y significativo.
Se trata simplemente de encontrar los recursos y procedimientos
adecuados, combinando la enseñanza de estas unidades
con la de las unidades significativas. Todos estamos de
acuerdo que un buen aprendizaje debe ser motivador y satisfactorio
¡pero no podemos sacrificar el propio aprendizaje a la satisfacción!
La lectura fonológica puede ser laboriosa al principio
pero cuando se adquiere un buen nivel de competencia en
estas habilidades la lectura se hace especialmente fluida
y satisfactoria. Además la decodificación
correcta es condición de una buena comprensión
lectora. Como la decodificación ha de llevarse a
cabo durante la lectura necesariamente en algún momento
y la capacidad de memoria activa es limitada, si estas habilidades
son deficitarias se ocupa gran cantidad de memoria en la
decodificación detrayendo recursos para la comprensión.
Ahora bien, emplear únicamente estas habilidades
sin beneficiarse del reconocimiento léxico de palabras
o del significado contextual puede ser igualmente contraproducente.
Esta comprobado que los malos lectores emplean para leer
más estrategias locales, independientes del contexto.
En conclusión
para leer eficazmente es necesario dominar las dos estrategias
básicas de lectura basadas en las dos clases de información
necesarias para leer (o dos rutas de lectura): la estrategia
de lectura fonológica (por descomposición)
y la estrategia de lectura léxica (por reconocimiento
de palabras). La lectura fonológica permite leer
palabras nuevas, desconocidas o que todavía no se
han aprendido. La lectura léxica hace la lectura
fluida permitiendo leer más rápidamente las
palabras frecuentes, ya conocidas haciendo innecesaria la
descomposición fonológica. Es necesario tener
en cuenta eso sí que estas dos estrategias lectoras
no son independientes.
Lectura en paralelo
La importancia que el
uso simultáneo de las dos estrategias tiene para
la lectura se deduce fácilmente de las consecuencias
que las lesiones neurológicas tienen sobre el proceso
lector en lectores adultos competentes antes de la lesión
y en concreto en la disociación entre las llamadas
dislexia fonológica y dislexia superficial. Los pacientes
con dislexia fonológica han perdido la capacidad
para emplear las habilidades de decodificación de
forma que únicamente son capaces de leer palabras
que pueden reconocer lexicalmente de forma global (como
palabras, no como dibujos). De esta forma sólo pueden
leen palabras muy frecuentes o que ya conocen. Cuando encuentran
una palabra desconocida o infrecuente es probable que la
lean como una palabra muy frecuente. Si la palabra es morfológicamente
poco usual la leerán como la forma más frecuente.
La lectura léxica es insuficiente y dará lugar
a numerosos errores (paralexias, errores derivativos...).
Así los pacientes leerán la forma más
frecuente "aparición" en lugar de la forma flexiva
"apareció", convertirán palabras poco frecuentes
por ej. "caseta" en palabras frecuentes ortográficamente
próximas "casa", y sustituirán unas palabras
funcionales por otras "de" por "en".
Por el contrario los
pacientes con dislexia superficial han perdido la posibilidad
de acceder o recuperar las representaciones léxicas
globales de forma que se ven obligados a leer fonológicamente.
En estos pacientes la lectura es siempre trabajosa y con
esfuerzo ya que no pueden beneficiarse del aprendizaje previo
de las palabras. Tendrán problemas con las palabras
de pronunciación irregular por ejemplo palabras extranjeras,
leerán /al/ por "hall" o /afaire/ por "affaire".
No podrán distinguir entre los homófonos "vaca-baca"
y extraerán de ellos siempre el significado correspondiente
a la forma más común. No podrán distinguir
palabras ortográficamente incorrectas pero fonológicamente
correctas "hárvol" de "árbol".
Sin embargo a pesar
de esta disociación las dos estrategias no son completamente
independientes. Además, su interdependencia es mayor
en los niños y en los primeros momentos del aprendizaje.
En los trastornos evolutivos de la lectura la distinción
entre subtipos de dislexia (fonológica y superficial)
no resulta evidente. Sólo en uno de cada tres niños
puede esperarse encontrar una dificultad particular en uno
de los procedimientos de lectura en ausencia de cualquier
dificultad en el otro. En la mayoría de los niños
se presentan dificultades en ambos procedimientos en diverso
grado de severidad. La evidencia de que la dificultad específica
para el aprendizaje lectura –dislexia evolutiva- esta asociada
con un bajo nivel de conocimiento fonológico es amplia
pero es todavía escasa en el caso de las dificultades
en la adquisición de la estrategia léxica.
Será porque la gran mayoría de los niños
que presentan dificultades de lectura suelen presentar dificultades
fonológicas. Por ello, en sus versiones extremas,
las estrategias globales fracasan en niños con dificultades
y están contraindicadas en dislexias.
Por todo ello, los modelos
de procesamiento lector actuales asumen que el procesamiento
de letras y palabras no es necesariamente secuencial sino
que puede producirse simultáneamente (en paralelo).
Justamente lo que caracteriza a los lectores competentes
es el uso de las dos estrategias simultánea y alternativamente
con máxima flexibilidad, aprovechando tanto la información
local proporcionada por letras, sílabas o palabras
como la información contextual proporcionada por
palabras, frases o textos. La conclusión final que
se extrae de todo ello resulta obvia. El principio básico
que debe regir los métodos es dotar al aprendiz de
lector de las estrategias necesarias para aprovechar toda
la información disponible de la forma más
eficaz. Si el procesamiento de palabras y letras tiene lugar
en paralelo es razonable esperar que el método lo
refleje y aproveche (Cf . Gallego y colbs., 1999, 2000)
Entonces, el proceso
de adquisición de la lectura podría describirse
como el desarrollo en el niño de una estrategia correcta
de aprendizaje consistente en reconocer patrones y secuencias
de letras como palabras, interpretándolas e integrándolas
en la memoria; y establecer las correspondencias entre letras/sílabas
y sonidos e integrarlas en la palabra. El objetivo es aprender
a identificar todas las claves informativas pero además
emplearlas adecuadamente operando con ellas de manera exacta
y eficaz. Debe emplearse la información extraída
de la palabra para identificar más rápidamente
y con menos errores las letras y la información procedente
del análisis de las letras para reconocer más
rápida y exactamente las palabras. Para conseguir
esta interacción entre niveles, el entrenamiento
debe perseguir:
Establecer un léxico ortográfico
sólido y consistente: exponiendo al niño
a la palabra escrita asociada a claves informativas que
permitan su aprendizaje y recuperación.
Aprovechar las regularidades ortográficas
para optimizar el uso de la información procedente
del nivel de letras y sílabas: estableciendo un
mecanismo estable de correspondencias grafema-fonema.
Emplear un vocabulario controlado:
seleccionando las palabras por su familiaridad y estructura
alfabética.
Introducir paulatinamente el aprendizaje
de estrategias para tratar con las irregularidades y la
información parcial.(por ejemplo, desarrollar la
conciencia fonológica y habilidades de deletreo).
El concepto clave es
el de asociación. El niño debe asociar
el mayor número de claves informativas para que unas
activen otras. Para ello, deberá estar expuesto simultáneamente
a la palabra escrita, a la palabra oral, a la imagen del
objeto que representa, al contexto adecuado, a otras palabras
y objetos próximos, acciones relacionadas, etc. Teniendo
en cuenta que la mera exposición es insuficiente
si la atención del niño no se dirige a las
claves adecuadas. Todo ello en un marco en el que la lectura
sea en sí misma satisfactoria y recompensante. Cada
experiencia de lectura lo debe ser, bien por resultar útil
en sí misma, bien a través del refuerzo social
que proporciona el educador. Este debe además dar
al niño retroalimentación continua de su ejecución,
de sus logros y de sus errores para corregirlos. Todo ello
sobre un vocabulario seleccionado que tenga en cuenta la
familiaridad de las palabras en el vocabulario básico
infantil.
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