Facilitarle la comunicación y, por ende, la socialización.
Favorecer su expresión creadora.
Propender a que exprese libremente sus ideas y sentimientos.
Iniciarlo en el ordenamiento lógico de las ideas.
Educar su emoción.
Formar su juicio crítico mediante la apreciación de valores estéticos.
Dotarle de experiencia de vida.
Estimular el trabajo en común y el goce de la acción grupal.
Lograr su desarrollo integral.
Estimular y desarrollar su sentimiento patriótico y el respeto por las
tradiciones.
Iniciarlo en el descubrimiento de la lecto-escritura.
Ayudarlo en la adquisición de un lenguaje claro.
Ampliar su vocabulario.
Satisfacer sus necesidades e intereses literarios.
Pulir su dicción.
Proveer su imaginación.
Despertar su amor por los libros.
Dotarlos de información.
Fortalecer su atención.
Detectar sus problemas de articulación, fonación, audición,
respiración.
El Cuento
El más antiguo de los géneros literarios esconde
sus antiquísimas raíces en tierras de Oriente.
La India detecta el mayor documento antecesor del cuento, una
recopilación titulada: "Panchatantra", conjunto de cinco libros escritos
entre los siglos II al V d. de C. Pero hubo, en China, en Egipto, en tierra
de hititas y cananeos, producciones de los siglos XIII al VIII a. de C., cuya
finalidad era ética, didáctica o religiosa.
El cuento con las características que hoy se le conocen,
sufrió un proceso de traslaciones y decantaciones que lo llevaron desde
su cuna y en viajes sucesivos, hacia Occidente, a través del puente de
España.
Desde los cuento grabados en tablillas, escritos en papiros,
recopilados de la tradición oral e incluidos por Homero en la "Ilíada"
("Belarofonte" y "La Quimera") y en la "Odisea" ("Los cíclopes", "La
Hechicera Circe" y "Las sirenas") recogidos en latín por Apuleyo ("El
asno de oro") hasta los cuento árabes traducidos al español ("Calila
e Dimna") o los cuentos picarescos italianos y franceses del Renacimiento ("Decamerón"
de Boccaccio, "Pentamerón" de Basile, "Heptamerón" de Margarita
de Navarra) el género se mantiene con características similares
si bien se le han adjudicado los más variados nombres: fablilla, parábola,
proverbio, ejemplo, apólogo, historia, relato, castigo, novela, encerrando
cada denominación las tendencias que el ideal literario de la época
conferia a su estructura. (Fablilla y ejemplo fuerón usados por Don Juan
Manuel; historia, proverbio por el Arcipreste de Hita; novela por Boccaccio
y Cervantes).
Su nombre actual, cuento, deriva del latín "computo",
"cálculo". El cuento tenía como finalidad enumerar hechos.
Su esencia, sin embargo, fue siempre la misma: "una narración
lo bastante breve como para que pueda leerse de una sola sentada" Enrique
Anderson lmbert.
Hoy, el cuento configura dentro de las letras españolas,
un género literario. Se debió a la iniciativa de Cecilia Bóhí
de Faber (1796-1877), a fines del siglo pasado, que se lo reconociera como tal.
El Folklore
Lo folklórico, el saber popular, la tradición
(etimológicamente: lo que se entrega) es el legado que se recibe
y se trasmite de generación en generación: danzas, usos, supersticiones,
comidas.
Cuentos, leyendas, juegos y canciones, nacieron en torno a
la necesidad del niño y del hombre de jugar y entretenerse.
La campaña los adoptó y los adaptó devolviéndolos
a la ciudad convertidos en fenómeno popular.
Argentina cuenta con un folklore nativo y un folklore recibido
de Europa a través de España Metropolitana.
La maestra es el puente indicado para que ese pasado común
dé la mano a sus niños.
Así, las mismas creencias, idénticos juegos,
melodías y cuentos repetidos, nutrirán a las nuevas generaciones
y la tradición tendrá para todos el sabor nostálgico de
las cosas de infancia.
El folklore es lo que sobrevive, "las supervivencias" dice
Carlos Vega, por ello es eterno; los pueblos que perduran, respetan y cultivan
su folklore.
Un ejemplo de ello son los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm,
filólogos alemanes del siglo XVIII. Pertenecían a la escuela romántica
que se caracterizó, entre otras cosas, por exaltar el sentimiento nacional.
Dedicados al estudio de la lengua, llegaron a la conclusión que para
consolidar el sentimiento de patria de una Alemania hasta entonces dividida
políticamente en pequeños principados, nada era mejor que recopilar
las narraciones populares, base común del pueblo germano.
Por medio de la literatura contribuyeron positivamente a la
anhelada integración. En Argentina, Rafael Jijena Sánchez, Juan
Alfonso Carrizo, se han preocupado por recopilar sencillas creaciones literarias
para los niños pequeños.
El folklore poético, así como el narrativo, goza
de una simplicidad, emoción y pureza acorde con el sentir infantil.
Lo folklórico es fresco, a veces gracioso, siempre sabroso.
El cuento folklórico y el cuento literario
Los cuentos trasmitidos por repetición oral que llegan
desde un pasado incierto y de los que no se conoce autor, configuran el acervo
folklórico de la literatura universal: "Los siete cabritos'', ''Caperucita
roja'', ''El sastrecillo valiente", si se toman algunos de los muchos recopilados
por los hermanos Grimm.
Los cuentos literarios son la creación de un determinado
y reconocido autor: "Pinocho" de Carlo Lorenzini (Collodi), "Dailan Kifki" de
María Elena Walsh.
Los cuentos folklóricos o populares son pues, antiguos
como el mundo y se los encuentra en todos los pueblos que hayan alcanzado un
determinado nivel cultural.
El hecho que se incorporaran a la literatura escrita, se debió
al impulso que les diera el romanticismo, al rescatarlos de la tradición
oral en un ansia por respaldar el nacionalismo en el patrimonio de lo folklórico.
Se debe a los hermanos Jákob y Wilhelm Grimm la primera
recopilación, en 1812, de cuentos folklóricos "Kinder und Hausmarchen"
(Cuentos de la infancia y el hogar).
Otros nombres ilustres de la literatura infantil fueron recreadores
de motivos tradicionales que volcaron al papel imprimiéndoles un sello
personal, como Charles Perrault, Mme. D'Aulnoy, Lois Bechstein. Sus cuentos
son literarios y por respetar un esquema tradicional, se los puede llamar parafolklóricos.
En la actualidad el cuento literario ha escapado a las leyes
de otros tiempos: se han multiplicado los motivos, han proliferado nuevos estilos.
Basta para aclararlos la confrontación de un cuento como "La Bella Durmiente"
de Perrault y "El caballo que perdió la cola" de Javier Villafañe.
Estructura del cuento folklórico
Los cuentos folklóricos tienen elementos comunes que
les otorgan un aire de familia.
La esencia de estos relatos se apoya en la lucha entre el bien
y el mal. Este antagonismo se relaciona con la ley del contraste enunciada por
Axel Olrik, folklorista danés, en un artículo publicado en 1909,
en el que se refería a las leyes épicas, leyes que en parte, se
tratarán en este capítulo.
El personaje que encarna las virtudes, héroe o heroína,
una vez resueltas las dificultades presentadas por el argumento, será
coronado por el éxito.
El oyente se identificará con este protagonista y lo
acompañará en tensión progresiva desde la iniciación
de la trama hasta el climax, punto culminante del suspenso, para relajarse luego
en la curva de descenso que marca el desenlace feliz.
El cuento cumple una parábola que abarca la presentación,
el nudo de los acontecimientos, y que muere en la resolución final que
cierra herméticamente el relato.
Los personajes de los cuentos populares provienen generalmente
de las clases altas: reyes, príncipes, o de las muy pobres: campesinos,
leñadores.
Si el cuento es de tipo maravilloso, si en él interviene
la fantasía, no faltarán hadas, enanos, magos; si sé apela
al animismo, habrá animales y objetos parlantes.
Todos ellos son presentados de manera superficial, sin profundizar
en sus defectos o cualidades; son, psicológicamente, simples.
Para lograr el objeto de sus desvelos son sometidos por la
fuerza que encarna el mal al cumplimiento de pruebas o hazañas, generalmente
en número de tres.
El desenlace otorga al protagonista un premio: casamientos
ventajosos, riquezas, readquisición de bienes perdidos ("Medio pollo",
"Cenicienta", "Juanito y Margarita").
Es muy común que entre tres hermanas o entre tres pretendientes,
sea la más pequeña o el que se incorpora al relato en último
término el que gana las simpatías del oyente. Este personaje concentra
la acción del relato, acción a la que todo se subordina.
Los relatos populares se inician con una fórmula tradicional:
"Había una vez..." o "Hace mucho tiempo...", que confieren a la narración
una imprecisión temporal que redunda en su permanente actualidad.
Esta imprecisión también rige para la ubicación
espacial pues nunca se nombra el país o localidad, escenario del argumento.
Otro tipo de fórmulas suelen aparecer en el trascurso
del cuento ("Medio Pollo") y son por lo general frases rimadas o con un ritmo
tal que permiten su fácil repetición. Las fórmulas finales
se repiten como un colorario: "Colorín colorado este cuento se ha acabado"
al terminar el relato.
El argumento de los cuentos se da como una totalidad, sin ramificaciones
secundarias que dispersen la atención y, el final de la narración,
"no deja resquicios para aperturas, para ninguna explicación posterior
so pena de destruirla", al decir de Alba Omil y Raúl Piérola,
en "El cuento y sus claves".
Estructura del cuento literario
A diferencia del cuento folklórico el cuento literario
tiene un autor reconocido y su estructura no está sometida a leyes tan
severas como las de aquel.
Es común que haya en ellos una ubicación témporo-espacial
definida.
Los "Cuentos de la selva" de Horacio Quiroga están ambientados
en la selva misionera; "Yo y Homerín" de Ma. Hortensia Lacau, en la llanura
argentina; "Peter Pan" de James Barrie está teñido por el costumbrismo
de la época victoriana y "Pinocho" de Carlos Collodi, por el de la Italia
del siglo pasado a veces en estos cuentos aparecen personajes que no incursionan
en lo fantástico según la tradición folklórica.
El protagonista de "Bambi" de Félix Salten o los de "El viento en los
sauces" de Kenneth Grahame, están animados pero conservan visos
de realidad.
Los datos informativos referentes a la realidad representada,
son abundantes en detrimento de fórmulas, números cabalísticos,
hechizos y talismanes.
Estos cuentos basan su valor en los recursos técnicos del autor. El
estilo original de María Elena Walsh, en "Dailan Kifki" o el de Javier
Villafañe en los "Sueños del sapo" no puede ser reemplazado por
la versión de la mejor de las narradoras. Son, por lo tanto, cuentos
para ser leídos.
Clasificación de los cuentos
Según su tema los cuentos folklóricos pueden
responder a la denominación de:
a) cuentos de animales.
b) cuentos comunes:
- maravillosos
- religosos,
- novelescos,
- del ogro tonto.
c) chistes o historietas,
d) cuentos de fórmula.
Esta clasificación corresponde a la de los investigadores
Antti Aarne, finés y Stith Thompson, norteamericano.
Los cuentos literarios podrían clasificarse según
la escuela literaria de la que tomaron sus características en:
a) cuentos parafolklóricos (a la manera de los cuentos
populares): Cuentos de Perrault, de Mme. D'Aulnoy.
b) cuentos románticos<"Sirenita" de Hans C. Andersen;
"Cascanueces" y "El rey de los ratones" de G. Hoffman).
c) cuentos realistas:
- de animales ("El gato malo" de Alain y Denise Trez)
- costumbristas ("La cabra Sultana" de Singer)
- cientificistas ("Maya la abeja" de Waldemar Bonsels)
- de aventuras ("El maravilloso viaje de Nils Holgerson
a través de Suecia" de Selma Lagerlof)
d) cuentos surrealistas:
- absurdos y humorísticos ("Las desopilantes aventuras
del barón de Munchhausen" de Enrique Raspe, "Las aventuras de Barbar"
de Jean de Brunhoff, "Cuentopos de Gulubú" de Ma. Elena Walsh)
Los cuentos folklóricos y la pedagogía
No todos los pedagogos están de acuerdo en fomentar
la imaginación infantil a través de los, a veces, mal llamados
cuentos de hadas. Hay relatos de maravilla con gnomos, ogros, con hechizos y
trasformaciones, en los que intervienen no solamente hadas, sino genios, magos
y brujos.
Gran Bretaña optó siempre por el realismo en
la literatura, proscribiendo de la isla los cuentos de hadas. A esto, los niños
respondieron señalando en sus preferencias obras que no les estaban dedicadas
pero en las que jugueteaba la maravilla ("Gulliver", cuentos de Perrault traducidos
al inglés).
María Montessori comparte esa posición, considerando
que estimular la fantasía puede provocar una ruptura con la realidad,
de consecuencias nocivas para el niño. Sin embargo la fantasía
inspira el juego dramático, confiere libertad, amplia horizontes.
Kornei Chukovsky defiende los cuentos de hadas y la literatura
del disparate, como legítimo material literario para los pequeños.
"El relato de hadas es tan importante para el desarrollo psicológico
del niño como una dieta sanamente balanceada lo es para su físico".
Susanne Langer dice del cuento de hadas: "... su propósito
es gratificar los deseos. Sus héroes y heroínas, saludables y
bellos, aunque de alto rango, son simplemente individuos: cierto príncipe,
una hermosa princesa. El tema es generalmente el triunfo de un desafortunado
(una doncella encantada, el hijo más pequeño, la pobre cenicienta,
un pretendido tonto) contra sus superiores, ya sean éstos reyes, hadas
maléficas, violentos animales, madrastras o hermanos mayores celosos.
Tres años
El niño de tres no necesita verdaderas historias, sino
secuencias en las que un personaje familiar cumpla ciertas acciones. "La historia
del Conejito desobediente" o "El Conejito Pedro". La ilustración de estos
libros es más importante que el texto.
La narración es simultánea a la observación
de la lámina (Ya sea la del libro o la silueta en el pizarrón
magnético o franelógrafo). La figura corrobora el significado
de la palabra oral facilitando la comprensión e infundiendo seguridad
en el oyente.
La madre, la maestra, ayudarán a que el pequeño
vea realmente lo que le muestran, guiando la observación en forma lenta.
A los tres años el niño anima objetos
y animales y acepta que hablen y se desempeñen como personas.
Los cuentos breves le permiten identificación con el
héroe. El es el conejito desobediente o el gato pícaro que desovilló
la madeja. El reencuentro con estos episodios familiares a su experiencia doméstica,
le confieren cierta seguridad al comprobar que él no es el único
que se equivoca.
Los argumentos de los cuentos para niños pequeños
girarán en torno a las desobediencias comunes a esta edad.
No deben faltar en los relatos de tres años, las repeticiones.
El niño gusta de ellas y el reencontrarías a lo largo del relato,
le confiere el gusto por lo ya conocido. En "Quién dijo miau?" toda vez
que el perrito se enfrenta con un nuevo animal dice: -¿Fuiste tú quien
dijo miau?, pregunta casi adivinada y esperada por los oyentes.
Los valores éticos son aún muy primitivos.
Sus motivaciones emocionales básicas están relacionadas
con la dualidad agradable-desagradable, a menudo identifica lo lindo con lo
bueno, lo malo con lo feo.
En el trascurso del relato, tal vez el pequeño de tres
años no capta todo pero intuye a través de la inflexión
de voz, de los gestos de la narradora, de sus ademanes. Y se entrega tanto y
escucha con tal participación de todos sus miembros que imita sus visajes,
remeda el movimiento de sus manos. El niño es imitador por excelencia.
Cuatro años
El alimento literario de este período es el cuento folklórico
o parafolklórico que perdura universalmente a través de milenios.
Este cuento que, según algunos investigadores participó en sus
orígenes del mito, satisface la imaginación y actúa, al
decir de Ortega y Gasset, como hormona psíquica, balanceando todo desarrollo
armonioso.
Los temas de los libros preferidos serán las historias
tradicionales de aldeanos y princesas, de encantamientos y magia, de alfombras
voladoras, enanos y gigantes.
Esta es la edad de la fantasía confabulatoria a través
de la que se satisfacen deseos; fabulación que no se debe confundir con
la mentira. Gustan de los cuentos con transformaciones y aumentos y disminuciones.
Es interés principal de esta edad el relato con escenas que se resuelven
por magia, con animales que entrañan peligro, con niños que pierden
el apoyo del hogar paterno pero que, finalmente, llegan a un desenlace feliz.
El cuento para cuatro años, se ha liberado de la imagen,
sobre todo en el momento de la narración. El niño no la necesita
como en etapas anteriores ya que su presencia no podrá suplir la riqueza
de su imaginación. La palabra de la maestra será el pincel que
coloree sus propias imágenes. El libro de cuentos podrá ser incorporado
luego al rincón de la biblioteca, donde la ilustración cumplirá
otra finalidad: estimular al niño para que recree el cuento.
Cinco años
Los cuentos para cinco serán relatos de aventuras, reales,
con protagonistas niños.
Además su ansia de información lleva al pequeño
de cinco años a tratar con gusto todo relato verosímil con personajes
del mundo animal: caballos, perros, tortugas.
Existen cuentos de animales con referencias a sus modos de
vida, ilustrados ya no con dibujos, sino con fotografías. Los libros
que se incluirán en su biblioteca serán ejemplares con dibujos
muy fieles, detallados, técnicamente perfectos.
La ciencia, el fondo del mar, la caza submarina, las invenciones,
los vuelos espaciales, constituyen grandes atractivos.
En esta edad los sentimientos valorativos se han acrecentado;
comprende el castigo y la reprobación al personaje que encarna el mal;
comprende el premio y aprecia la justicia; su juicio crítico se ha afinado.
Existen libros de imágenes, mudos, para ser leídos
por el niño de cinco años. Las imágenes diagramadas
a manera de historieta tienen un pequeño argumento a través de
cuatro figuras. Se utilizan para estimular el lenguaje y comprobar su madurez
en el ordenamiento lógico de una serie de acciones.
Cuentos creados por los niños
No es difícil la creación de sencillas historias
por parte de los niños de cinco años. A esta edad pueden ser autores
del argumento, de los dibujos e incluir, al pie de los mismos, breves leyendas
que previamente habrán dictado a su maestra y que luego copiarán.
La creación de cuentos puede nacer de diversos modos.
O bien la maestra inicia un relato sin dar la resolución final, y se
invita a los niños oyentes a que lo concluyan dándole un fin que
crean adecuado; o bien en torno a un motivo circunstancial: el encuentro durante
una experiencia directa con un personaje interesante, los animales del zoo,
los juguetes de una vidriera, la llegada de un animalito al aula, pueden dar
pie para que, en forma colectiva, se redacte una historia breve, descriptiva
y real. Cada niño será invitado a agregar una secuencia.
La maestra puede tomar nota o grabar la experiencia y los niños, complementando
la actividad creadora, podrán ilustrar mediante un trabajo en equipo,
las diferentes escenas.
Se incorporará así un nuevo volumen al rincón de biblioteca
que tendrá un sabor muy especial para los niños que a él
concurran.
EL HECHO NARRATIVO
La narración de cuentos tiene un hechizo de influencia
universal. Nació no se sabe dónde ni cuándo, tal vez cuando
un hombre de las cavernas relató junto al fuego con gran economía
de palabras y una gran excitación, lo acaecido en un suceso de caza.
Posteriormente, cuando el hombre cambió su modo de vida
y amplió su pensamiento, este relato en primera persona pasó a
tercera y gradualmente ésta fue la forma aceptada.
Cada narrador imprimió a los relatos su modalidad, aplicó
a ellos su mayor o menor capacidad innata. Naturalmente, el que mejor narraba,
se distinguió en su grupo o tribu.
A menudo, relataba experiencias ajenas, agregando comentarios
que le eran propios. Se fue convirtiendo así en un intérprete
de la realidad, más que en un narrador y fue el elegido para comunicarse
con otros grupos. Estos narradores, volcaron la experiencia recogida en sus
idas y venidas en relatos que ampliaron los horizontes de sus oyentes e hicieron
más profunda su comprensión. Su habilidad en el arte de narrar,
había dejado huellas en el alma de su auditorio y desde el momento en
que ese relato formó parte de la experiencia de una mayoría, tomó
la categoría de universal. A medida que las preocupaciones materiales
como la supervivencia, la obtención de alimentos, la defensa contra peligros,
pasaban a un plano secundario, surgieron interrogantes de otro tipo: cuáles
habían sido los orígenes de ese pueblo, quienes eran sus dioses,
sus héroes, qué entendían por belleza, cuál era
su se nudo del humor.
Así nacieron los mitos, las leyendas, los relatos épicos,
las fábulas, los relatos folklóricos. A través de la repetición
de los mitos, se ejemplificó la enseñanza a las generaciones sucesivas,
dando respuesta a los interrogantes sobre la vida y la muerte, orientando a
los jóvenes hacia un norte deseable. Las leyendas explicaron hechos naturales
contemplando las necesidades básicas y los intereses intelectuales característicos
de todo grupo cultural.
Los relatos, trasmitidos oralmente, se fueron puliendo, se
expurgaron las palabras superfluas, adquiriendo la perfecta redondez de un canto
rodado.
Poco a poco, quedaron establecidos los moldes o patrones. El
pueblo dio a estas narraciones cierta forma, cierta estructura, cierto sabor
inconfundible.
A veces se relataba versificando, especialmente cuando se trataba
de las aventuras de un héroe, o de un santo. Nacieron así las
baladas, los cantares de gesta. Durante la Edad Media, Europa fue recorrida
por trovadores, juglares y ministriles que, acompañándose con
instrumentos de cuerda, llevaban de castillo en castillo las noticias de la
última batalla, del último romance cortesano.
Los conquistadores, los cruzados, los peregrinos, de regreso
de tierras lejanas y desconocidas, traían en sus alforjas nuevas historias
que se fueron expandiendo, repetidas millares de veces por boca de madres, nodrizas,
maestros, titiriteros de feria.
Relatos nuevos y viejos como el mundo, tejidos con el hilo
de la vida y de la muerte, del amor y del odio, del bien y del mal, de lo real
y de lo sobrenatural, legados por el tiempo; relatos que forman este rico tapiz
sobre el que los niños, y también los adultos, se evaden de lo
cotidiano.
La narración
Sin el arte de la narración no hubieran nacido los mitos,
ni la literatura épica, existentes antes de la creación de la
imprenta.
El hombre desarrolló este arte agregando a los sucesos
en sí, el calor de sus emociones: temor, cobardía, esperanza,
coraje, duda ante lo desconocido.
La narración preservó un gran caudal literario;
gracias al folklore de los pueblos, se mantuvieron leyendas y cuentos, a través
de la palabra oral. El hecho narrativo es tan antiguo como el poder del hombre
de comunicarse a través de la palabra. El narrador es un indispensable
agente socializador. Debe desempeñar su papel cumpliendo una serie de
condiciones que harán que su relato sea una verdadera entrega artística.
Su actividad es un acto de creación en el que la historia
o cuento, nacidos de la imaginación o recogidos del mundo circundante,
pasan a través del narrador como la luz a través de un prisma.
Cada vez que cuenta un mismo cuento, lo plasma, lo vivifica,
pero siempre con alguna variante que lo identifica. Nunca contará, aún
proponiéndoselo, el mismo relato punto por punto.
El estada de ánimo, el eco que se encuentra en el auditorio,
lo imponderable, lo imprevisto, se encargarán de otorgarle un matiz diferente.
Este viejo arte sigue siendo, aún hoy en la era tecnológica por
excelencia, el medio más directo para aproximar al niño a la obra
literaria.
Han desaparecido las chimeneas acogedoras en torno a cuyas
llamas surgían las palabras que hacían soñar. Las abuelas,
las mamás, urgidas por prisas que impone el trabajo, el horario, otros
intereses, no encuentran fácilmente el momento sosegado e íntimo,
propicio para la narración. Las maestras de escuela primaria, pocas veces
pueden ubicar el relato en el desarrollo demasiado comprometido de la programación
escolar. ¿Quién, entonces, tiene el deber de conservar esta llama sagrada
de la infancia, de los pueblos? La maestra jardinera.
Ella tiene la dicha de estar en contacto cotidiano con niños
que beben de sus labios este ambicionado alimento. Es la escuela la que deberá
salvar del olvido la práctica de una tradición milenaria. Es ella
quien deberá orientar a las madres sobre qué, cómo y porqué
narrar a los niños.
¿Narrar o leer?
Hay un algo mágico en la relación que se entabla
entre el narrador y su audiencia: algo cálido y personal que permite
sentir la recreación de ese cuento de manera diferente a como lo sentirían
leyéndola con la vista.
Aprender el bien narrar toma su tiempo, pero se ve recompensado
con creces por el eco que se logra en el auditorio: aprender a narrar bien y
no a leer bien; pues no son la misma cosa. El niño aprecia más
la narración que la lectura y sabe distinguir la una de la otra. Prueba
de ello lo ocurrido a un niño de cinco años cuya mamá había
agotado todos los cuentos del repertorio cuando se disponía a leerle
uno nuevo el pequeño le dijo: léemelo como silo contaras.
Los cuentos folklóricos deben ser contados, pues fueron
creados oralmente y sobrevivieron durante generaciones gracias a la tradición
oral.
El leer interpone él libro entre la narradora y los
niños y la sujeción a una lectura atenta le quita al relato espontaneidad
y el goce con que, de otra manera, se vería enriquecido.
La expresión del rostro, la mímica, la inflexión,
son parte del relato que los oyentes deben disfrutar.
Los más pequeños necesitan en mayor medida esta
comunicación de mirada a mirada que sólo se logra desembarazados
de la tiranía del libro. Las palabras aún representan para ellos
símbolos no del todo claros y gustan intuir a través de los gestos,
su verdadero significado. A su vez, el relato de este modo permite a la narradora,
leer en la expresión de sus niños si la siguen sin dificultades;
si debe, rápidamente, acotar la aclaración de una expresión;
si es conveniente prolongar el suspenso; si para relajar a su auditorio, debe
insertar una nota humorística.
La narración ofrece al niño que individualmente
escucha o al grupo, la posibilidad de compartir una experiencia con el adulto,
sobre la base de una absoluta igualdad.
El buen narrador barre con las vallas de la diferencia de edad,
de la inhibición con que a veces los pequeños, se sienten frente
a los adultos.
La narración enriquece la imaginación de los
niños. Bajo la magia de la palabra construyen en sus mentes la escena
descrita y la ven con los ojos de la imaginación.
Basta la modulación de la voz y las palabras, el ademán,
el gesto, la pausa oportuna, el cambio de ritmo para que el pequeño oyente
visualice los personajes, sus peripecias, los conflictos y sus soluciones.
A través del relato1 los niños aprecian
el valor musical del lenguaje; desarrollan su capacidad de comprensión
auditiva; escuchan1 comprenden y reaccionan adecuadamente a la palabra
hablada.
Entender las poesías o cuentos que se leen o se narran
en una ejercitación que no debe faltar en el Jardín de Infantes
y que debe equilibrarse con la de la lectura de láminas.
Estas experiencias así balanceadas, ayudarán
a enriquecer el vocabulario.
Las palabras escuchadas y claramente comprendidas serán
más fácilmente reconocidas cuando el niño se inicie en
la lectura.
La narración correcta a través de una voz agradable
y mediante una buena dicción, pone en contacto al niño con el
castellano cuidadosamente expresado, que tal vez, no es el que está habituado
a escuchar en su casa.
En una época en que se pone el énfasis en la
imagen, en la que lo visual se utiliza como medio de comunicación, en
la que el lenguaje se reduce a sus estructuras más simples, perdiendo
colorido y emoción, la narración puede ser un medio de revitalizarlo
y elevarlo a la categoría de verdadero complemento de lo visual.
La narración aproxima al niño a cierto tipo de
obra literaria que de otro modo no leería pero que aprecia al escucharla
de labios de un buen narrador.
Hay cuentos para ser narrados y hay cuentos para ser leídos.
Un libro de láminas, los llamados en inglés "picture books", en
los que la ilustración llena las veces del texto y éste se reduce
a una simple línea orientadora para el adulto que lo lee, es un libro
para ser leído.
La serie de Babar perdería mucho de su atractivo si
no se la narrara al mismo tiempo que los niños observan sus láminas.
Pero exceptuando estos libros en los que la lámina es
parte integral del texto, no hay razón para leer cuentos como "Caperucita",
"Los tres cerditos", "La gallinita roja"; los cuentos folklóricos deben
ser narrados sin la ayuda del libro.
La maestra estudiará un puñado de cuentos cada
año y llegará a poseer así un repertorio que no permitirá
que se la sorprenda desprevenida a la hora del cuento.
Los cuentos folklóricos son extensos pero en general
su esquema es lineal, lo que hace fácil su memorización.
Hay otro tipo de cuentos, generalmente los literarios, que
deben ser leídos respetando exactamente las palabras del autor ya que
de su justo empleo y ubicación en el texto surge un encanto poético
irreemplazable. Es el caso de "Los cuentos de la Selva" de Horacio Quiroga o
"Los sueños del sapo" de Javier Villafañe. Si se narraran sus
capítulos alterando sus palabras, no se alcanzaría, seguramente,
el nivel estético en que los ubicó su autor.
En estos casos sí se justifica el leer y no el memorizar
el cuento, ya que el recitado no es narración.
Selección del cuento
No es tarea fácil y se apoya en el conocimiento de la
evolución psicológica del grupo y en sus necesidades según
la edad. La elección del cuento o tema de información, dependerá
también de la función que se le asigne:
a) Libros para uso de la maestra (para el momento dela experiencia
grupal).
b) Libros para uso de los niños <para el rincón
de la biblioteca).
En el primer caso el éxito de la actividad radicará
en la acertada selección del material a narrar y en la calidad del relato.
En el segundo caso se tendrán en cuenta las características
señaladas respecto a formato, lámina, texto.
Progresivamente, el pequeño deberá recibir relatos
maravillosos y reales en una sistematización que lo lleve del ámbito
del hogar al mundo que ve y en el que vive; de la familia a la escuela y a la
sociedad, transitando por el reino de la naturaleza (animales, plantas, el sol,
la luna, las estrellas). A medida que avance en edad ampliará su radio
de experiencia como las ondas en el agua.
Esquemas de contenidos
Es una práctica útil y que agiliza a la maestra
en el manejo del material narrable. Consiste en extraer del cuento, después
de una primera lectura, las acciones que resumen, sintéticamente, el
orden de los acontecimientos principales.
Para ello se debe desbrozar la ilación esencial del
relato de descripciones superfluas, de personajes secundarios, de hilos conductores
que entorpecen la franca llegada al punto final.
Si se realiza este trabajo que en un principio costará
esfuerzos y que luego, adquirida la práctica, se realizará casi
automáticamente con la lectura, se tendrá un ordenamiento que
permitirá respetar el cuento en sus secuencias lógicas, evitando
alteraciones en la sucesión de escenas u olvidos valiosos a la buena
comprensión del todo.
Este esquema, vertido en una ficha, se convierte en la guía
que evitará que el cuento, alejándose en el tiempo, se desdibuje
de la memoria.
En "Caperucita Roja" el esquema de contenidos tendrá
en cuenta:
-La recomendación de la mamá a Caperucita que
parte a casa de su abuela.
-La desobediencia de Caperucita al elegir el camino y su encuentro
con el lobo.
-El engaño a la abuelita, que es devorada por el lobo.
-El engaño a Caperucita que a su vez sucumbe ante el
lobo.
-La liberación de la abuelita y de Caperucita por la
intervención oportuna de un cazador.
-El castigo del lobo, que se hunde en el río como consecuencia
de las piedras con que llenaron su panza.
- El regocijo final
Estudio de la narración
Una vez que el material literario ha sido escrupulosamente
escogido y que se ha adaptado la versión o sistematizado sus contenidos,
la maestra tendrá que ejercitarse en la práctica narrativa.
A la jardinera, a la mamá, les basta, para bien narrar,
con un solo elemento: su voz.
La voz es un instrumento que, bien pulsado, permite expresarse
con riqueza de matices. Para ello hay que probar las posibilidades de tono,
volumen, inflexión. El ensayo en voz alta permitirá adecuar los
pasajes narrativos, sus tensiones, distensiones, suspensos y aceleraciones al
registro vocal del narrador.
En los relatos para niños pequeños, cada personaje
adoptará un modo de hablar que lo identifique; a ellos les gusta, además,
conocer las voces onomatopéyicas que corresponden a cada animal.
La narradora analizará las dificultades que pueda presentar
el léxico, lo adoptará al nivel de comprensión de su auditorio
y respetará algunas palabras nuevas. Estas no se explicarán destacándolas
del contexto y deteniendo así el curso fluido del relato, sino que cada
una irá unida a una comparación o aposición que, por ser
de fácil comprensión, clarifique el nuevo significado. Así
por ejemplo, si se dice:
Este era un cerdito holgazán, se acotará: muy
poco trabajador. Esta frase apoya la anterior con palabras habituales a
la expresión infantil o: Y se encontró con una toronja, que
es como una naranja grande.
El momento de la narración
Es tal vez el momento en que se establece la verdadera comunicación
entre maestra y niño.
El cuento a manera de puente, los nivela en una experiencia
que identifica en placer al niño y al adulto.
Para lograr el éxito deseado, un cuento antes de llegar
a ser narrado, pasa por varias etapas previas que ya fueron tratadas anteriormente.
Se verá ahora en qué consiste el momento de la narración
del cuento.
De acuerdo a los intereses de los niños, contemplando
su nivel socio-cultural y su grado de evolución, la maestra, elegirá
un cuento que le guste. Esta es condición "sine qua non" ya que la jardinera
para poder trasmitir con convicción, debe sentir al cuento, vivenciarlo.
No se puede hacer gustar lo que en principio disgusta.
Una vez seleccionado: se verá si pertenece al tipo de
cuento folklórico o parafolklórico o si es un cuento moderno.
Los cuentos folklóricos nacieron con el mundo y se mantuvieron
vivos gracias a la palabra hablada, a la trasmisión oral. Este tipo de
cuentos sólo se pueden narrar realizando previamente un estudio que permita
reelaborarlos en una versión personal. El cuento literario,
por lo general basa sus valores no sólo en el contenido sino también
en su estilo. Sus autores son grandes estilistas y el cambio de los giros por
ellos elegidos, el desequilibrio que se causaría al cambiar el orden
de las palabras, al suprimir un párrafo o al agregar un algo que no les
pertenece, restaría jerarquía artística a esa unidad de
una sola pieza que es el cuento.
¿Qué hacer si el elegido es un cuento clásico,
estructurado a la manera tradicional?
Después de una primera lectura se verá si se
respeta el total de la versión que se tiene entre manos o si es posible
hacer una adaptación "in extenso" o, por el contrario, abreviándolo.
Hay cuentos que tuvieron su origen en una fábula y son adaptaciones de
aquella versión primera que se enriqueció por medio de personajes,
diálogos, descripciones. Otras veces un cuento de argumento atractivo
se ve prolongado inútilmente por hechos secundarios que lo entorpecen
en su comprensión, o por un desfile demasiado numeroso de personajes
que fatigan la atención, o se debilita en sus valores por la presencia
de apreciaciones o conceptos éticos poco recomendables.
Es el caso entonces de reelaborar ese cuento, adaptándolo
a los objetivos que persigue toda buena narración.
Uso de láminas
La jardinera, en el momento de la preparación de su
cuento puede interrogarse ante dos posibilidades: ¿Usará o prescindirá
de las láminas para ilustrar su narración?
Se descarta, por inútil, la preparación adocenada
de láminas que acaban tapizando las paredes del aula en un intento por
demostrar la preocupación de la maestra más que satisfacer las
necesidades del niño.
Ya se habló del valor de la imaginación y de
-cómo el pequeño oyente debe "colaborar" en el momento del cuento,
creando sus propias imágenes. Una desmedida cantidad de láminas
coarta el libre vuelo imaginativo.
Un cuento puede ser narrado de manera impecable y la narración
cumplir con los objetivos propuestos, sin respaldar su éxito en la presencia
de láminas.
Esto no significa que se prohíba su uso. Si la maestra
cuenta con un libro con excelentes ilustraciones, sería lamentable que
no lo utilizara.
Podrá hacerlo durante la narración si tiene el libro a mano,
o podrá introducir el volumen en la biblioteca para que, posteriormente,
los niños lo manejen.
Si en el transcurso del relato se habla de animales o elementos reales,
desconocidos por el niño, es oportuno precisar la imagen, con la
ayuda de una lámina, para asegurarse una total comprensión.
Al hablar de láminas se hace referencia tanto a la ilustración
del libro o a la de uso mural; a la silueta para ubicar en el franelógrafo
o al esquema hecho con tiza en el pizarrón por la maestra hábil.
Esta práctica es particularmente exitosa con los niños pequeños.
La mostración se hará en forma simultánea al relato. Si
se traslada este momento al final de la narración, se arriesgaría
la pérdida de atención por parte de los niños ya que el
vivo interés se suscita por la palabra en el transcurso del cuento.
Existen tres maneras de contar cuentos
1) Narración oral efectua a por un adulto.
2) Lectura en voz alta hecha por un adulto.
3) Lectura directa, individual y silenciosa realizada por el
propio niño para sí mismo.
A los más chiquitos les encanta que les narren cuentos.
Sin embargo, no ha de caerse en el error de suponer que la narración
tiene como únicos destinatarios a los preescolares, por el sólo
hecho de que ellos no saben leer aún. No es una técnica exclusivamente
limitada al jardín de infantes. Por el contrario. Correctamente llevada
a cabo, la narración es -por lo general- una cautivante experiencia para
todas las edades.
De todos modos, cierto es que la iniciación a la literatura
se produce siempre por esta vía y que -tal como ayudamos a los niños
a descubrir el mundo- debemos ayudarlos a descubrir también el placer
de escuchar cuentos. La innata predisposición infantil en este sentido
se encuentra amenazada en nuestra época debido al casi permanente contacto
que los niñas tienen -desde su más temprana edad- con ciertos
medios de comunicación de masa, entre los cuales destacamos con preponderancia
uno: la televisión.
Instalada en muchos hogares como una especie de niñera
mecánica a la que basta apretar unos botones para que seduzca a los pequeños
con su magnetismo de imagen y sonido,a la televisión se le ha
delegado la misión de acompañarlos y entretenerlos para lograr,
por ese medio, algo muy difícil dada la índole natural-mente inquieta
de los pequeños receptores: que permanezcan inmóviles, en un estado
semi-hipnótico, permitiendo así al resto de la familia atender
sus intereses con la certeza de que los chicos no han de perturbarlos durante
un buen rato. Reconocemos -por ende- que no es sencillo crear el clima propicio
para narrarles o leerles en voz alta un cuento. Además, los niños
no se convierten automáticamente en buenos oyentes. Es breve el tiempo
de atención que pueden prestar, pero debemos considerar que tampoco es
largo el que le requieren los programas de televisión, interrumpidos
constantemente por los avisos comerciales. No obstante, este tiempo de atención
puede prolongarse debido a que se apela a otros recursos para mantener despierto
el interés, como por ejemplo la difusión casi continua de música,
mucha acción física, etcétera.
En el momento en que ingresan en el jardín de infantes,
la mayoría de los niños necesita aprender a escuchar la palabra
hablada, la voz desnuda de quien intente narrarles un cuento sin la asistencia
de ninguno de los recursos antes citados. Esto no significa que se tenga que
competir con los medios electrónicos sino que -tras una obvia preparación
y un consciente perfeccionamiento de la técnica narrativa por parte de
aquellos que no están naturalmente dotados para ella, y que no es propósito
de esta introducción abordar puesto que circulan varios y excelentes
manuales especializados en el arte de narrar- se deberá tener muy en
cuenta que la voz calma de los libros ha de tomar un tiempo antes _de ser real
y efectivamente escuchada por esos oídos habituados al ruido de los medios
modernos. Para lograr esto, aparte de la habilidad que se posea para seleccionar
y presentar los textos oralmente (muy breves al principio y paulatinamente más
extensos), aparte de la capacidad para crear el clima adecuado previo a la narración
o lectura en voz alta y del entusiasmo que se sienta por establecer este tipo
de comunicación con los pequeños, ha de partirse de la premisa
de no convertir este momento íntimo en una ocasión más
para "enseñar". Es hora de que padres y maestros comprendan que la literatura
infantil debe ser disfrutable por sí misma, único modo de que
los niños encuentren en ella el goce que más adelante les hará
descubrir el intransferible placer de la lectura solitaria, hábito que
una vez arraigado en la niñez es improbable perder. Además, reconozcamos
que nadie escucha realmente cuando se aburre: de esta apreciación no
estamos eximidos los adultos.
Acaso parezca aventurado afirmar que un buen narrador puede
ser uno de los más efectivos medios audiovisuales con que contamos, pero
mi propia experiencia me lo ratifica diariamente.
Pero . . . ¿cuándo y dónde narrarles o leerles
cuentos a los chicos? El asunto varía ya se trate de hacerlo en el hogar
o en la escuela.
Sin embargo, los momentos más apropiados pueden presentarse
espontáneamente, casi en cualquier circunstancia, porque los mejores
momentos para la literatura -tal como los de la vida- aparecen a menudo en forma
inesperada, y acaso por ello sean doblemente gratificantes. Por ejemplo, bajo
un quincho, un día de pic-nic en el que comienza a llover de repente;
durante un viaje en tren, auto, etc.; mientras se aguarda turno en una tediosa
cola de banco; durante la caminata de las compras; a medida que se realizan
algunos quehaceres domésticos tales como el planchado, la costura, etc.
en tanto se toma fresco o sol en el balcón. En síntesis, son incontables
las oportunidades adecuadas para tal fin, pero depende fundamentalmente de las
ganas de los adultos el saber percibirías y aprovecharlas en bien de
sus niños.
Todo aquel al que de chico se le haya contado cuentos sabe
qué profundo acercamiento afectivo se le produjo con quien solía
narrarle o leerle, qué sensación de seguridad y de predisposición
hacia los buenos sueños sentía si esas narraciones tenían
lugar antes de dormir que era estar en casa (no importa cuán humilde
fuera) y cómo el mundo parecía entrar en ella a través
de la voz de papá o mamá que -en ese entonces- todo lo sabían.
Es que los libros -para los chicos- raramente encierran la
posibilidad de hacerles sentir el placer que proporciona frecuentarlos en soledad.
Este es un placer que se adquiere después de múltiples experiencias
que implican compartir libros con los mayores, lo que presupone -de parte de
estos últimos- la capacidad de sentir el goce de iniciar a los pequeños
en el recorrido de un territorio tan maravilloso como la vida misma.
Es obvio que mientras los padres peden ser flexibles en cuanto
a cuándo y dónde narrar o leer, no es este el caso de las maestras.
A pesar de que ellas consideren a la literatura como una parte indispensable
del currículum, pueden encontrar dificultades para la comunicación
oral de aquélla durante la natural agitación de un día
escolar. El éxito de su labor dependerá entonces de una buena
planificación del período destinado diariamente para contar o
leer cuentos, tanto como de la correcta selección y preparación
de éstos. Por ejemplo, aun cuando una maestra sea sumamente talentosa
para la ejecución de piezas musicales en el piano, también deberá
crear y elegir los momentos más propicios para tocar.
A este respecto, es esencial saber que se dispone de un lapso
suficiente, para que la narración o la lectura no se vean inoportunamente
interrumpidas.
De los cinco minutos iniciales que por lo habitual se destinan
para tal fin con los más pequeñitos, se pasará gradualmente
a diez y quince, con cuentos más extensos a medida que el tiempo de atención
de los preescolares así lo permita, en tanto que media hora puede ser
un período ideal para los primeros grados. Ciertos cuentos se prestan
mucha mas que otros para ser narrados. En líneas generales, son muy adecuados
para tal fin los de origen popular, cuentos que han llegado a nosotros transmitidos
precisamente por vía oral, de generación en generación,
y con los que basta por lo corriente una sola lectura atenta para poder recordarlos
sin inconvenientes.
Su estructura lineal, de estilo directo exento de descripciones
que retardan la acción, con abundancia de onomatopeyas, repeticiones
y expresiones de la lengua oral, hace que los cuentos folklóricos constituyan
una excelente materia narrativa. Por el hecho de ser patrimonio de todos, tenemos
la libertad de recrearlos, ya sea variando alguna de sus partes, condensándolos,
alargándolos, corrigiendo su len-guaje, etcétera.
Sin embargo, como todos sabemos que estos cuentos han sido
motivo de profundos y difundidos estudias a causa de los cuales se les hacen
actualmente justas objeciones, se impone una cuidadosa selección que
permita espigar los que pueden ponerse -sin inconvenientes- al alcance de los
niños.
Muchos cuentos literarios (esto es, aquellos a los que puede
atribuirseles un autor determinado) se adecuan también perfectamente
a los propósitos de la narración. No obstante, por lo común
habrá que trasladar sus textos al estilo directo, eliminar ciertos párrafos
eminentemente descriptivos, simplificar el lenguaje, que suele ser rico en comparación
con el utilizado corrientemente, introducir frases de apertura y de cierre,
etc.
O sea, otorgarles algunas de las características formales
de los cuentos populares.
No debe olvidarse -empero- que siempre es preferible una correcta
lectura en voz alta antes que una narración deficiente.
En el caso de que se lea, es importante mantener -durante la
lectura- tanto contacto visual con los niños oyentes como sea posible,
sin temer las interrupciones que hacen con frecuencia cuando piden que se les
repita un pasaje o se les explique el significado de algún término
cuya comprensión no alcanzan.
También hay que tener en cuenta que a algunas personas
no les gusta que les lean en voz alta, no disfrutan jamás de la audición
de cuentos, ya sean de cinco, de veintisiete o de sesenta años. En algunos
casos, porque no les interesa la literatura, por más inaudito que esto
parezca a quienes tanto la amamos. En otros, porque el contacto con los libros
se prefiere como una relación intima, privada, de la que sólo
se goza en soledad. Y aunque no es común encontrar niños que manifiesten
precozmente esta preferencia, sabemos que los hay y que merecen ser respetados.
Obviamente, estas características de personalidad sólo
podrán observarse con claridad en los chicos ya capacitados para leer,
parlo que con los preescolares reacios a escuchar cuentos ha de pensarse que
acaso la técnica narrativa que aplicamos tiene falencias y -por ende-
debemos mejorarla, que no hemos escogido el material más adecuado según
la demanda de sus necesidades e intereses, que tal vez esos pequeños
distraídos tengan algún problema que les dificulta la concentración,
etc. Es decir, que siempre debemos tratar de encontrar el modo de ayudarlos
a descubrir el placer de escuchar cuentos, para no privarlos -porno ser adultos
capaces de detectar las causas de su imposibilidad de ser buenos oyentes- de
una experiencia enriquecedora, formativa e indiscutiblemente tan teñida
de afectividad.
Para finalizar, abordará la exposición de ciertas
pautas de acuerdo con las que se ha realizado esta antología y algunas
consideraciones de orden práctico destinadas a lograr su mejor uso.
Esta colección fue compilada atendiendo a un propósito
fundamental: ofrecer una muestra representativa de buenos cuentos para niños,
escogiendo en particular aquellos que promuevan la alegría de los pequeños.
A pesar de que existen definidas diferencias entre las necesidades
e intereses y la capacidad de recepción de los preescolares y los chicos
de los primeros grados de la escuela primaria, cualquiera de los textos aquí
reunidos puede ser narrado a los chiquitos de cuatro y cinco años, o
sea leído primeramente por el adulto para sí y transmitido oralmente
luego.
Pero no todos se prestan para ser leídos en forma directa
a los más chiquitos. Dependerá entonces de la habilidad del narrador
que ciertos cuentos que presentan tramas más complejas y vocabulario
más rico puedan ser gustados por aquéllos, ya que -eso sí-
cualquiera de los cincuenta cuentos que se presentan se ha seleccionado para
niños cuyas edades oscilen entre los cuatro y los ocho años. Creo
importante consignar que todos fueron narrados y/o leídos a los pequeños
comprendidos en tal etapa antes de sumarlos a esta antología, por lo
que una exitosa experiencia práctica previa avala la inclusión
de cada uno de ellos.
Por lo tanto y en líneas generales, los primeros veinticinco
textos se ajustan más al nivel preescolar en tanto se prefiera la lectura
en alta voz y se prestan para ser leídos por los propios chicos para
sí mismos una vez que han avanzado en el aprendizaje de la lectura.
De todos modos, no es posible clasificar con demasiado rigor
el material narrativo encasillándolo con exclusividad para determinada
etapa evolutiva, ya que -a pesar de estar comprendido en ciertas generales de
sus leyes- cada niño es un individuo y -como tal- también responde
a características de personalidad que le son propias y de las que ha
de depender su acaso temprana elección de un cuento que el antólogo
supuso adecuado para los mayorcitos, o la tardía preferencia por otro
que tal vez fuera escogido para los más pequeños.
Por esta causa no se ha clasificado el material adjudicándolo
estrictamente a distintas edades. Tales clasificaciones implican -casi siempre-
el riesgo de ser tomadas "al pie de la letra" por los adultos, y los chicos
se privan así a menudo de conocer hermosos cuentos que si bien no son
totalmente apropiados para leérselos, si lo son en cambio para narrárselos.
El destinatario Infantil
A la hora de decidir -tanto la elaboración como el ofrecimiento
de una obra literaria para su lectura, recitado o narración-, conviene
detenernos a pensar en ese receptor concreto a quien va dirigido. Esto implicaría
básicamente, la siguiente pregunta:
¿En qué niño pienso: en la persona
real o en la persona ideal?
La respuesta necesariamente debe enmarcarlo y contenerlo a
partir del cúmulo de caracterizaciones que lo identifican, sin olvidar
el medio del que proviene y con el que se maneja, ya que obtiene de ese medio,
los elementos necesarios para construir su comprensión del mundo (Vigotsky,
Bruner).
La torpeza inicial de su comportamiento (desplazamiento, ubicación
física y espacio temporal) hacia el dominio de su cuerpo, los afectos,
los juegos, sus estados anímicos, sus movimientos, es decir, todas sus
manifestaciones comunicativas (gestos, posturas, silencios) incluida su historia
personal, lo irá acompañando a lo largo del proceso escolar.
Cada niño es una persona y como tal, conforma una totalidad
irrepetible con sus modalidades, características y modos diferentes de
vinculación. Pero además, es producto de su entorno y de una historia
de relaciones, que no se pueden ignorar. Sus deseos, necesidades, temores y
fantasías tienen orígenes concretos; la tarea mediadora de la
escuela ayudará a neutralizar unos y despertar otros, pero siempre con
la intención de permitirle encontrar su propio destino y autonomía.
Tanto el factor social como el psicológico deben primar
a la hora de situar a ese niño concreto. Sus cambios de conducta, miedos
y ansiedades no deben espantar, sino llamar a la consideración del adulto,
quien estará frente a un síntoma que encubre realidades imposibles
de ignorar.
Todo esto incidirá en la valoración interpretativa
de una obra, que se producirá a través de una especie de "pacto"
interactivo (entre autor - obra - lector). En ese "pacto", el receptor decidirá
tanto como el autor sobre el texto, porque quien escribe lo hace en función
de la reacción de ese destinatario, que lo actualizará y normalizará
otorgándole sentido, pues leer es reescribir.
Concepción del sujeto
Los aportes de Piaget en cuanto a la descripción de
las etapas (evolutivas) por las que atraviesa el sujeto infantil, sólo
podrán servir para una caracterización de la temática general
a la hora de seleccionar textos, pero nunca serán freno, obstáculo
o tabiqué para encasillar y decidir en consecuencia, entre lo que
se debe y lo que se puede. Al respecto, se abusó o mal interpretó
esta postura, pretendiendo dividir taxativamente edad cronológica vs
edad biológica y lectora, generando severos inconvenientes y exageraciones
psicopedagógicas para su acceso. Las descripciones piagetianas sólo
podrán entenderse como marco orientador y referencial, nunca como Imposición,
ya que quien decide finalmente es el propio protagonista: el niño.
El mejor referente con que podemos contar es su activa (o escasa)
participación -tanto en su calidad de escucha como de intérprete-,
ya que la valoración máxima girará en torno a su particularidad.
Al seleccionar los textos, tenemos que pensar en sus intereses. Si bien un texto
nos tiene que "gustar" a nosotros -mediadores, condición básica
para una mejor transferencia-, debemos atender y priorizar las expectativas
de las personas que lo receptarán.
Algunas sugerencias:
Aun teniendo en cuenta los aportes de otras disciplinas, resultaría
riesgoso establecer determinaciones rígidas "por edades"; en consecuencia,
sólo se brindarán sugerencias prácticas para
implementar progresivamente desde los más pequeños hacia los mayores.
A saber:
En relación a "las etapas" por las que atraviesa, conviene
tener en cuenta por ej.:
· Etapa animista: cuando
atribuye características del yo a la realidad circundante, dándole
vida a todo lo inanimado.
Se sugieren: textos breves, ilustraciones e imágenes,
cuentos fantásticos con seres maravillosos y todas las producciones que
giren en torno a lo 'raro' y maravilloso.
· Etapa imaginista: de socialización,
empieza a interactuar con el otro.
Se sugieren: textos breves, aventuras con sus pares, fábulas
sencillas, tratamiento del humor.
· Etapa robinsoniana: búsqueda
de realismo.
Se sugieren: relatos de aventuras y peripecias, viajes, leyendas,
encuentros exóticos, temas graciosos y burlescos.
· Etapa racionalista: cambios
psicofísicos de los prepúberes o púberes que demandan variedades
temáticas. Etapa de angustias, conflictos que requieren de 'modelos'
referenciales. Necesaria actitud critica sin perder el humor, lo afectivo y
el absurdo.
Se sugieren: tratamiento sobre hechos humanos relevantes, mitos,
alegorías, recitados humorísticos, leyendas folklóricas,
cartas y un repertorio variado que contemple las motivaciones propias por las
que está transitando.
Observación: por sentido común, conviene ir trabajando
gradualmente desde historias breves hasta llegar a novelas de aventura e historias
de viajes, pasando por historias que se irán complejizando y extendiendo
según las características del destinatario. La condición
básica para tener en cuenta: ser oportuno y conocer la naturaleza
del destinatario.
En relación con las "ilustraciones", se sugiere:
Para los más pequeños: elaboración de
relatos a través de la lectura de imágenes, en secuencias organizadas
por ellos.
No coartar el clima ni de la narración ni de la lectura,
con la mostración intercalada de imágenes, porque:
- obstruye la construcción de su propia imagen.
- dispersa su atención.
- rompe el "pacto" interactivo entre obra-destinatario.
Tampoco mostrarías después, porque:
- rompe sus propias imágenes (frustración,
inseguridad ante lo propio).
- pierde sentido.
Sólo resultan aconsejables como textos, para que a partir
de allí puedan elaborar sus propias y personales producciones (pacto
interactivo que le permite su particular elaboración e interpretación).
Entre la Literatura y la Literatura para niños
Durante mucho tiempo se consideró a la Literatura infantil
como la "Cenicienta" de la Literatura, como una impostación o una subliteratura
que tenía como única finalidad educar a niños (y jóvenes),
mientras se los soporizaba y/o entretenía. Las producciones se preparaban
para ello y muchos autores fueron cómplices de la situación, sin
importarles ni la materia sobre la que trabajaban ni el destinatario.
Sin duda estas posiciones tenían mucho que ver con el
concepto mismo de infancia. Mientras para unos era necesario educar por vía
del temor, con el objeto de someter a los niños a las pautas culturales
del momento, otros ignoraban su existencia depositando la atención de
su crecimiento y desarrollo en personas extrañas o ajenas a la familia.
La literatura en sus diversas manifestaciones fue reflejando cada uno de estos
momentos.
Existe una mezcla de ficción y realidad en las etapas
de 1<' historia de la humanidad. Estas fueron creando (proto)tipos tales
como: la madrastra (mala, intrusa, cruel) - el padre (victima
distraída ocupado en las cuestiones materiales de sobrevivencia, depositando
el cuidado de sus hijos en otros); marcados roles familiares: madre -adorno
asexuado, de escasa o nula inteligencia para comprender e mundo-, padre -trabajador,
fuerte, inteligente, único capaz de lleva adelante a la familia con su
esfuerzo-, niños y jóvenes -heroicos activos-, niñas
y jóvenes -sosas, pueriles, pasivas-, etc.
Estas caracterizaciones fueron marcando además, el ideario
el perfil social, con claros limites de comportamiento: las niñas
(que sepan coser y bordar, abriendo la puerta para ir a jugar, las nenas
con las nenas y haciendo sólo cosas de nenas), los niños (como
único demandantes autorizados, pero sin demostrar sentimientos que pudieran
confundirlos con el sexo opuesto), etc. El estereotipo se instaló con
fuerza tanto en la literatura como en la vida real generando profundas fricciones
y luchas en defensa del libre sentimiento.
La pedagogización de la Literatura
Esta Literatura que venimos observando, tenía fine aleccionadores
muy claros: educar para el sometimiento, delimitando sin rodeos ni metáforas,
los roles que cada uno debía cumplir en la sociedad.
Así fueron apareciendo algunas figuras como: las
nodrizas, iniciando a niños y jóvenes en la vida; los buenos
contra los malos (en defensa de una bondad decretada desde el poder);
los monstruos (como aberración de la naturaleza); las hadas
(como seres sobrenaturales capaces de auxiliar a los buenos en el infortunio),
etc. Se pudo observar además, las consecuencias terribles sufridas ante
la desobediencia y la transgresión a lo normado por la clase dominante,
por una sociedad que no perdonaba faltas que contradijeran sus
intereses y la consecuente exclusión de aquellos que pensaran, actuaran
o fueran diferentes.
Si bien muchas de estas producciones fueron realizadas pensando
en los adultos por su valor moral y aleccionador (Perrault, Grimm, Andersen),
paulatinamente se fueron adaptando y adecuando para niños y jóvenes
al comprobar sus efectos coercitivos, que permitían desde temprano ir
domesticando por medio del susto, del terror y de la mansedumbre.
La Literatura infantil
Para muchos, la Literatura infantil conformaba producciones
escritas adultas destinadas a los niños, teniendo en cuenta su formación
ética y estética.
Las tergiversaciones que fue padeciendo a lo largo de la historia
en función del poder dominante de cada época, la relegó
al plano estrictamente escolarizado al entender que éste conformaba el
ámbito más adecuado de implementación. Paralelamente, iban
circulando las expresiones populares que reflejaban el sentimiento genuino de
la mayoría. Estas producciones orales se fueron aplicando y empleando
hasta formar un corpus literario al que hoy nos remitimos en busca de orígenes
y de raíces que puedan explicar algunos de los múltiples significados
de nuestro hacer cotidiano. Infinidad de versos, rimas, villancicos, refranes,
retahílas, expresiones, leyendas y cuentos populares, conviven entre
nuestras costumbres y creencias, conformando un sustrato cultural que no siempre
admite explicaciones lógicas.
Los cuentos hunden sus ralees en la tradición oral,
que perdura en su organización y estructura, en sus fórmulas rituales
de inicio y de cierre con un valor mágico y atemporal imposible de desentrañar.
Para una mejor ilustración, transcribimos los conceptos
de Maria Luisa Cresta de Leguizamón, cuando marca la diferencia
conceptual entre Literatura infantil y Literatura escolar:
Literatura infantil: ... se le adjudica cierta
gratuidad y se la ubica en el plano que llamaríamos de la distracción
o el entretenimiento." (.) ... es la que narra, distrae, poetiza, ayuda a
imaginar sobres al la, hace reír o llorar sin otro ánimo
que el de utilizar una simple operación de comunicación antiutilitaria."
Literatura escolar: . . . teñida de una fuerte
dosis de pragmatismo, es en realidad una literatura ancilar dependiente." (.)se
autoconstituye en una prolongación de la tarea del aula con un contenido
erudito donde prima esencialmente la información. A esto se agrega con
frecuencia una vertiente moralizadora, que en muchos casos el adulto o el docente
creen más eficaz, si va encubierta por la aparente narración de
una anécdota o la versificación de un episodio, a través
de engorrosos símbolos
Los aportes más significativos en el campo de la
Literatura infantil en nuestro país
Sin el afán de ser excluyentes y sólo a titulo
orientador e ilustrativo, señalaremos los momentos y los representantes
más significativos de "nuestra' Literatura destinada a niños y
jóvenes. A modo de síntesis ejemplificadora, podemos mencionar:
- Hasta la década del 30, el niño-chiquito
(considerado en base a su estatura) a quien se debía preparar para
el futuro.
- A partir del 30, posturas antipositivistas (más espiritualistas)
visualizan al niño-ideal a partir de su valoración como
persona. La literatura intenta desprenderse del didactismo y ensaya otras
propuestas; se abandona el lenguaje ñoño y se buscan identificaciones
propias del mundo de su destinatario infantil.
Hay una revalorización del folclore, que arroja figuras
como las
de: R. JIJENA SÁNCHEZ, JAVIER VILLAFAÑE.
Junto con Villafañe, cabe nombrar por su relevancia
a JOSÉ SEBASTIÁN TALLON que ya venia trabajando (comienzos del
20) a favor de los niños, apartándose de falsos didactismos -aunque
su aporte se reduce a una única obra-.
Dentro de esta etapa -aunque en algún caso la obra ha
envejecido-, podemos mencionar a HOPACIO QUIROGA (Cuentos de la selva, Cuentos
para mis hijos), ALFONSINA STORNI y su producción teatral para niños,
FRYDA SCHULTZ DE MANTOVANI, ENRIQUE BANCHS, CONRADO NALÉ ROXLO.
No puede ignorarse a CONSTANCIO VIGIL (aunque uruguayo) y la
edición de publicaciones periódicas para niños Billiken,
Pulgarcito; a GERMAN BERDIALES, MARIA GRANATA, entre otros. Desde la
recopilación del folklore y las obras de autor, se va conformando toda
una plataforma a partir de la cual voces innovadoras como las de MARJA ELENA
WALSH cobran relieve. Tampoco pueden dejar de mencionarse nombres como los de
S.POLETTI, J. MURILLO, 5. LÓPEZ DE GOMARA, M. GIMENEZ PASTOR, A. CUPIT.
- En la década del 60 nos encontramos ante un cambio
radical:
MAJIJA ELENA WALSH por un lado, JAVIER VILLAFAÑE por
el otro, conmocionan el mundo de la literatura infantil, tanto por la renovación
temática de sus propuestas como por la consideración hacia su
destinatario: el respeto por el niño-persona, por sus necesidades,
sus tiempos, esparcimiento, juegos y sentido del humor.
- Sucesivamente se van agregando otros nombres relevantes:
LAURA
DEVETACH, GUSTAVO ROLDAN, ELSA BORNEMANN, RICARDO MARIÑO,
SILVIA SCHUJER, EMA WOLF (entre otros), multiplicando alternativas donde la
estética, el humor, la recreación y el manejo de un lenguaje propio
-no oficial ni preciosista-, garantizan sus propuestas como producciones verdaderamente
literarias.
- En relación con su especificidad y tratamiento didáctico,
debemos destacar los aportes de: DORA PASTORIZA DE ETCHEBARNE, MARIA LUISA CRESTA
DE LEGUIZAMÓN, J.C. MERLO. A ellas, también se agregan F. SCHULTZ
DE MANTOVANI, OLGA Y LETICIA COSSETI'INI, M. SALOTTI, M. GRANATA, entre otros,
siendo significativo el aporte reciente de GRACIELA MONTES en su trabajo de
traducción y adaptación de la Guía (La Literatura para
niños yjóvenes, 1995) de MARC SORIANO (aunque antes ya había
incursionado con tratamientos muy enriquecedores, en los estudios preliminares
de la colección de Centro Editor).
- En el campo de la critica: MARIA ADELIA DIAZ
RÓNNER, SUSANA ITZCOVICH.
Todos ellos supieron luchar por un espacio propio para la Literatura
infantil, intentando denodadamente desterrar estereotipos, lugares comunes,
falsos didactismos, puerilidad y ñoñerías.
Otra personalidad relevante que mucho colaboró en el
tratamiento de la literatura: MARIA ITORTENSIA LACAU, quien con su Didáctica
de la lectura creadora, aportó excelentes propuestas para el abordaje
de obras literarias.
Sobre la narración:
Narrar, contar, remite a acción, a hechos ocurridos,
a experiencias vividas, a sucesos acaecidos -aún en el plano de lo fantástico,
sobrenatural o maravilloso- de tanto valor y relevancia, que necesitan ser transmitidos
y compartidos.
Dicho de esta manera, cualquier relato o acontecimiento adquiere
categoría de "literario". Si bien -como hemos anticipado-no vamos a detenernos
en cuestiones formales, ni rígidas diferencias que deriven en cuestiones
"preciosistas" y/o elitistas, debemos estar en condiciones para aprender a diferenciar
cuándo un cuento es literario y cuándo remite a una simple fabulación
"no literaria". En ambos casos vamos a estar en contacto con la palabra dicha
y organizada en acciones secuenciadas y sucesivas, como forma o modalidad discursiva
susceptible de ser "narrada" no obstante entre ellas habrá diferencias:
1) la intencionalidad (de todo acto de habla).
a) para que el relato circule con el objeto de transmitir
una información persuasiva acreditable, que convenza y se imponga, primando
sólo el efecto performativo (narración utilitaria no literaria).
b) sumado a lo anterior, habrá un "plus", un más
poético, recreador de ese lenguaje que lo transporta y vehiculiza, ya
sea para seducir y/o conmover con intención estética (narración
literaria).
2) el contexto comunicativo. La organización
discursiva del relato nos interesará por la estrecha correspondencia
con la construcción de las estructuras cognitivas, dado su ámbito
de implementación (Educación Inicial y EGB).
Esta simple diferenciación o punto de vista, nos permitirá
acercar a las variantes discursivas de la narración. Puede ocurrir que
un cuento popular, de autor, o de recreación tradicional, de tirada masiva,
o impulsada por cómic y tebeos sea más pertinente para ocasiones
festivas, informales o extraescolares, que un cuento (de estructura similar)
con el plus o el más poético adecuado para que el
destinatario infantil -juvenil pueda generar sus competencias literarias (y
comunicativas) -sin perjuicio de la evasión y/o entretenimiento-.
En tal sentido, el cuento 'literario' reúne los siguientes
requisitos (en relación a su estructura):
- desarrolla acciones (qué: situación
inicial o conflicto - sucesivas peripecias y sorteo de obstáculos hacia
la restitución del equilibrio una vez resuelto el conflicto - resolución
del conflicto y restauración del equilibrio),
- personajes (quiénes: los que desempeñan
los distintos roles" o "papeles" para el avance de las acciones),
- está contextualizado (dónde: espacio
físico o mental),
- tiempo (cuándo: suceden los hechos).
Distintas corrientes "narratológicas" varían
sus posturas en el manejo de algunos conceptos relacionados con las estructuras
diegéticas (estructuras gracias a las cuales el relato progresa y se
construye en el tiempo), por ej., podemos encontrarnos con alusiones referenciales
como: trama, suceso, motivo, tema, personaje, voz (en cuya
boca se pone el relato, quien enuncia o quien narra), el ángulo de visión
o focalización del relato (desde donde se cuenta la historia),
o bien algunas nociones provenientes del estructuralismo (secuencia, actantes).
Si nos remitimos a esquemas tradicionales, el cuento se divide en: introducción
- nudo o desarrollo - desenlace.
- Los cuentos para niños son estructuras narrativas
unidimensionales o de interpretación lineal, ya que suceden en un, solo
sentido (no resulta aconsejable la subdivisión que diversifíque
el entramado textual; por ej. de la narración principal hacia otras menores
-cajas chinas-).
Para entenderlos mejor y sumergirnos en su entramado textual
con todas sus variantes, recordemos que el cuento surge con el hombre mismo
y su deseo de explicar el mundo, las transformaciones que observa y las cosas
que lo rodean. Esta óptica no nos debe abandonar para entender por qué
recorridos iremos transitando.
En el terreno infantil que nos ocupa, es importante la adquisición
temprana de esquemas narrativos simples, pues -como hemos venido sosteniendo-
colaboran en la organización y estructura de los esquemas mentales. De
allí que, las propuestas iniciales conviene realizarlas sobre textos
breves y de estructura convencional, para que puedan simultáneamente
organizar sus propios textos mentales. La conveniencia además, de ofrecer
estructuras narrativas cerradas, con final -feliz o triste- concreto, posibilita
completar sus operatorias, para después ir paulatinamente complejizándolas
hasta llegar a finales abiertos (proponiendo su decisión para el cierre)
o bien, ir alternando las secuencias de los episodios para que ellos/as las
ordenen.
En este sentido desde la Psicología, Vigotsky
(y su aporte sobre la Zona de desarrollo próximo) supo advertir que,
para que el niño avance cognitivamente en el proceso de lectura hay que
ir planteándole textos de creciente complejidad y dificultad, para activar
(con la mediación adulta) la ZDP, o sea el aprendizaje potencial
a que el niño puede llegar más allá de lo que sabe.
En el terreno concreto entonces, siempre es conveniente una
primera lectura de 'aproximación", o sea interpretar antes de iniciar
el análisis, para permitir que cada uno vaya elaborando y proponiendo
su propia valoración comprensiva sobre la obra.
Interpretar es hacer suposiciones y conjeturas: la intención
del autor, la intención del texto, Esto es ideal para los más
chicos, pues requiere de su activa participación y se plantea desde la
complicidad lúdrica. Como receptor podrá colaborar en la reconstrucción
(recordemos que leer es reescribir, y no estamos hablando de lectura como mera
transcripción Y/O decodificicación). Una vez finalizado
este primer encuentro de suposiciones iniciales, podemos entrar al terreno de
la "literalidad" del texto; esto es, ir detrás de los indicios, instrucciones
e interrelaciones que cada receptor pueda ir estableciendo -reglas de juego,
negociación de significados- (ya sea para ratificar o rectificar sus
hipótesis iniciales).
Por otro lado, no olvidemos que aún los más pequeños
intuyen esas "reglas de juego" que se entablan durante el acceso a la
obra: quién habla (o narra), de qué o de quiénes se habla
(personajes, marco), voces y visión (juegos de la enunciación
y puntos de vista, narrador omnisciente, testigo, participe. etc).
Una vez iniciados en las estrategias de comprensión
y producción, las "normalizaciones" son importantes, ya que permiten
completar los aspectos faltantes y esto refuerza a la competencia lectora pues
remite tanto a la coherencia como a la configuración semántica
de un texto. Lo mismo para las "indeterminaciones" y el "horizonte de expectativas"
(Teoría o Estética de la recepción).
Hay cierta atemporalidad espacial en los cuentos, que permite
a los destinatarios navegar en un mundo de ensoñación donde todo
puede ser factible. Aunque la temporalidad explicitada en algunas fórmulas
de inicio como el tradicional "Había una vez" hasta su finalización,
remita a un tiempo imperfecto, se intuye de inmediato ese transporte mítico
a través del tiempo en donde, por medio de las diversas representaciones
asumidas detrás cíe cada personaje. se pueden realizar y/o canalizar
los deseos más íntimos, reprimidos y hasta desconocidos por cada
receptor. (Con respecto a las fórmulas cierre, se sugiere
intercalar probando sólo con el tono, con la inflexión
de voz que "se apaga", en coincidencia con la finalización
del recorrido semántico: será mejor indicador de
sentido que el tradicional "Y colorín colorado...")
La posibilidad de explorar un texto desde varios ángulos
(miradas) de interpretación, permite un mejor acercamiento que contribuye
al desarrollo de las competencias lectoras.
Al respecto, resultan interesantes las propuestas de Podari.
(1973) de "equivocar historias", ya que permiten recapacitar sobre la
captación real del texto. De allí, cuando hablábamos de
la tarea docente de ir facilitándoles los caminos de acceso, éstos
pueden ser a través de 'palabras claves', indicios, preguntas orientadoras
(no cuestionarios) que motiven y allanen las dificultades. ya que debemos conciliar
el placer de la lectura con el desarrollo de las habilidades y destrezas lectoras.
En todas las propuestas. se aconseja no encubrir ni 'silenciar
el mal' -tampoco caer en la morbosidad-, con la mirada atenta al gesto o reacción
del receptor:
"...lo que provoca angustia no nace de un tema en particular
sino de la manera de abordarlo, es decir de una atmósfera..."
El niño interviene en la piel imaginaria de los protagonistas
(la mayoría de las veces se inclina por el héroe o heroína,
pero también puede suce4er que haga partido por el contrincante o antagonista),
por lo tanto hay que dejarlo para que encuentre o rechace (fenómeno de
identificación) la situación que (lesee. Pero reiteramos, aunque
no siempre el final sea feliz, el cuento infantil necesita un cierre definitivo
(que lo finalice).
Por naturaleza, el niño es activo, por lo tanto el cuento
siempre debe plantearse como una intención o un enigma, que requiere
de su participación para su resolución y aclaración definitivas.
Si tuviéramos que esquematizar los procesos de abordaje,
podríamos simplificarlos tentativamente de la siguiente manera:
- para los más pequeños: lectura recreativa,
que contemple aspectos lúdicos de comprensión e interpretación.
- para la EGB: ir complejizando haciaresoluciones que alternen lo grupal con lo individual.
- para los tramos superiores: lectura más crítica,
que permita comparar, contrastar y valorar.
Sin olvidar nunca:
- el principio de placer recreativo en contacto con la obra,
- que la obra no es un producto terminado sino un proceso (Jauss).
Para todos los casos, se sugieren entre las actividades de
extensión:
- talleres de lectura, clubes de lectura, teatro leído,
organización de bibliotecas, etc.
No existen "recetas mágicas" para interpretar un texto.
Solamente el contacto permanente con ellos (muchas obras), podrá ir formando
sus apetencias junto con las competencias que nos interesan.
Recordemos que el objetivo último que perseguimos es
formar lectores, que los alumnos dialoguen con los textos, que encuentren placer
y satisfacción con el universo literario; todo lo demás vendrá
por añadidura.
Fórmulas de rutina:
- En el caso de las narraciones, las fórmulas tradicionales.
Para comenzar:
Había una vez..., Erase que se era..., Cierto día...,
Hace mucho, mucho tiempo..., Vivía una vez..., En tiempos de María
Castaña..., En un país lejano..., etc...,
Para finalizar: las que anticipan el final
... y fueron felices comiendo perdices.
...colorín colorado, este cuento se ha terminado.
...esto es verdad y no miento, como me lo contaron lo cuento.
Como variantes, a estas últimas se las puede
remplazar sólo por la entonación de la voz.
No se aconseja incorporar en la fórmula de cierre ni
el nombre de algún personaje ni de algún niño, ya que esto
no sólo destruiría la magia del encuentro con la obra, sino que
además desvirtuaría su valoración simbólica, perjudicando
la esencia del mensaje literario.
En el caso de otras obras (poesía, drama, etc.), la
anticipación se puede realizar mediante otras "pistas" tendientes a generar
expectativas en el receptor: decoración del ambiente, música,
aclimatación, distribución, acuerdos previos para no ser interrumpidos,
etc.
No se debe tender a la formulación de hipótesis
como mera actividad vacía de sentido, sino que se debe tener presente
el alto potencial que encubre ya que es la situación o plataforma inicial,
para que los lectores-receptores se predispongan favorablemente frente a la
obra. Si se desvirtúa la intencionalidad, puede llegar a convertirse
en otra rutina (costumbre), que lejos de favorecer perjudicará todo el
proceso lector.
Por otro lado, no se debe olvidar la confrontación permanente
entre las hipótesis iniciales y las corroboraciones que cada destinatario
vaya realizando durante el recorrido, ya que -como dijéramos-, puede
ocurrir que durante el proceso o al finalizar, llegue a modificar (o no) dichas
expectativas. En consecuencia, habrá que montar todo un andamiaje,
que permita ir comprobando las fluctuaciones de los receptores.
Predicciones:
- Se lee o narra un trozo previamente seleccionado (puede ser
del comienzo, del medio o del final), para que los destinatarios hagan sus predicciones
mediante respuestas estimativas que luego serán confrontadas con el original.
Entre las variantes, se pueden ofrecer:
- Lectura o narración de la situación inicial.
Se interrumpe para preguntar o proponer a los destinatarios:
- el tema que se desarrollará:
- las acciones que realizarán los protagonistas;
- las interferencias que aparecerán obstaculizando
el desenlace:
- el probable desenlace;
- el desenlace deseado;
- las peripecias que deberán vivir los protagonistas;
- la función de los antagonistas;
- el espacio donde se desarrollará la historia;
- posibles ayudas externas; etc.
- Realizados los aportes, se completará confrontando
con el original, tratando de observar los motivos que aproximaron o alejaron
determinadas posturas, es decir, qué 'indicios' permitieron presuponer
o predecir determinadas actitudes. Este análisis es necesario, para no
desvirtuar la intencionalidad y para favorecer las estrategias de comprensión-producción.
- Alterar fábulas conocidas que lleven hacia otro desenlace
totalmente opuesto (o humorístico o burlesco, grotesco, o tragicómico).
- Cuentos tradicionales al revés. Las propuestas tan
enriquecedoras de Gianni Rodarí en su Gramática de la
fantasía cuando nos invita a "equivocar historias":
- Caperucita Roja es mala y el lobo es bueno...
- Pulgarcito quiere escaparse de casa con sus hermanos,
abandonando a los pobres padres...
- Cenicienta es mala y le roba el novio a una hermanastra...
- Blancanieves encuentra en el bosque a siete gigantes...
- Dentro de los ofrecimientos de Gianní Rodan, se pueden
trabajar las "ensaladas de fábulas", donde conviven fantásticamente
personajes de distintas fábulas:
- Caperucita se encuentra en el bosque con Pulgarcito...
- Pinocho llega a la casa de los Siete Enanitos y se
enamora de Blancanieves...
- Cenicienta se caso con Barba Azul...
- Jugando con los cuentos tradicionales.
* Elegir dos personajes e inventar un juego con ellos.
* Hacerles una carta, una entrevista.
* Inventar un diálogo.
* Representarlo (con mímicas, con ilustraciones,
con siluetas, con máscaras realizadas por ellos, con dramatizaciones).
* Escuchar y repetir en eco, musicalizar, darle ritmo.
* Jugar con distintas inflexiones y ritmos.
* Cantar los diálogos entre los personajes.
* Recrear nuevos temas.
* Recrear cuentos mínimos de nunca acabar.
* Recrear o inventar cuentos acumulativos, etc.
Como se podrá apreciar, las variantes son muchísimas.
Todas las propuestas serán posibles si el criterio y la mirada atenta
del docente, acompañan (andamiaje) el proceso lector sin perder de vista
la particular respuesta de cada receptor.
El receptor. Importancia de las respuestas.
Ninguna actividad será posible si no contamos con la
cooperación del receptor. Las propuestas más originales, la diversidad
de recursos y las técnicas más novedosas a implementar, no serán
electivas si previamente no se plantean las "reglas de juego" o no se intenta
establecer ese "pacto" interactivo al que tantas veces aludimos.
El protagonismo activo que la Estética de la recepción
atribuye al lector -quien le da sentido a la obra al actualizaría y concretizaría-en
el campo literario infantil, adquiere mayor relevancia, ya que entre otros motivos:
Favorece el desarrollo de sus competencias literarias al iniciarlo
en el proceso lector.
Ofrece respuestas orientadoras, pues permite:
- desarrollar y fortalecer valores y actitudes;
- acercarse a la problemática de su entorno;
- conocer los filtros psíquicos y afectivos que conforman
su personal cosmovisión;
- ingresar a su inundo personal y desplegar los andamiajes'
necesarios para su orientación y crecimiento.
Sin confundir estas aproximaciones con técnicas terapéuticas
específicas de otros campos y disciplinas, reiteramos la necesidad e
importancia de respetar la particular respuesta de cada receptor, aprendiendo
a ubicarías dentro del ámbito que corresponde para su adecuada
valoración e interpretación. Todas ellas, no sólo podrán
visualizarse a través del abanico de posibilidades que hemos desplegado,
sino también a través de:
- sus reacciones, gestos, posturas, grado de participación.
- las diversas expresiones que hemos graficado en la variedad
de sugerencias.
- la variable de actitudes ante cada acto: temor,
- inquietud o indiferencia.
ACERCA DE LENGUA Y LITERATURA
Desde las nanas y primeros cuentos hasta los juegos y canciones,
el niño/a crece rodeado de lenguajes, impregnado de ritmo y fantasía,
desde el mordillo hasta las primeras imágenes gráficas las secuencias
se organizan y se inventan operando como dispositivos, para crearle el entorno
propicio a su evolución y crecimiento.
Lo mágico y maravilloso se conjugan y dan cita a través
de múltiples formas y géneros poéticos; por su intermedio,
el niño/a canaliza y alivia sus conflictos mientras se ejercitan sus
destrezas y se provocan sus actitudes.
Lo realidad viva de la Lengua semanifiesta
en la Literatura, pero su valor trasciende el limite dé
la palabra, actuando también lo no dicho o leído, el tono y la
expresividad afectiva con que le fue entregado; de esta manera comienza a alimentarse
su propio mundo interior, efectuando comparaciones y analogías, estimulando
su capacidad estética.
La Literatura es producto del lenguaje, por eso se relaciona
con las Ciencias del lenguaje, pero el material con el que trabaja no entra
en el terreno de la valoración 'verdadero / falso' ni puede
ser sometido a este tipo de juicios ya que justamente lo que la define es su
capacidad ficcional.
La Literatura no obstante, siempre nos anuncia o nos
señala algo que va más allá de su contenido explícito
y de su forma individual.
La Lengua, como corpus de prescripciones y hábitos
de una época, está más acá de la Literatura,
mientras que la literatura a través de su estilo (marcas
que pertenecen a registros diferentes) la subsume y trasciende, ¿por
qué?, porque a través del estilo nos encontramos con:
* imágenes, metáforas, aliteraciones..., tropos
que juegan con el lenguaje y el mundo del escritor y del lector:
* lenguaje transfigurado, autárquico, que recorre
el Pasado del escritor y del lector; hasta provocar su encuentro.
A la Lengua y a la Literatura las
relaciona el poder expresivo del lenguaje, pero sus objetivos son distintos:
Lengua
- se sirve de signos arbitrarioy convencionales
para comunicar.
- actúa según las normas que rigen el sistema
- Como sistema puede o no, perdurar en el tiempo
Literatura
- intenta una valoración estética.
- es capaz 'violar' las normas que regulan el sistema de la
lengua, logrando originalidad y estilo (en la creatividad).
- se prolonga en el tiempo y en el espacio.
Ducrot - Todorov (1972), alconfrontar
el objeto de estudio de la Lingüística con el de la Literatura,
infieren:
Objeto de la Lingüística ------- la lengua
Objeto de la Literatura ------- el discurso poético
La Lengua es para la Literatura sólo un medio, una
técnica que le permite crear un estilo para su valoración
estética, para ello el escritor elige el material con el que va
a trabajar, jugando, creando y re-creando la esencia misma del material linguistico.
En Literatura:
"...hay que rescatar y destacar sólo
los valores que tienen que ver con la actividad artística,
no las palabras, fonemas, morfemas, oraciones y series semánticas,
ya que están fuera del objeto artístico."
El trabajo del artista con la palabra es superarla porque el
objeto estético crece sobre las fronteras del lenguaje. El material linguístico
crea el conjunto literario hasta devenir en objeto ético y estético.
El/la poeta (como el trovador) es un inventor de signos
estéticos -que si bien responden a ciertas convenciones, no tienen carácter
restrictivo-; su carácter subjetivo conmueve y libera. Esa posibilidad
creadora es la que fascina al niño/a desde muy temprano influyendo positivamente
en su evolución.
Si erradicamos definitivamente de la tarea docente; aquellos
mensajes burdos y esclerosados, plagados de lugares comunes y estereotipos -extraídos
de lecturas 'recomendadas' por el mercado, con esquemas lineales, de pobres
y escasos recursos poéticos, amparados en un falso didactismo o utilitarismo
pedagógico-, podremos ofrecerle otros lenguajes que por su
variedad y esencia multivoca lo enriquecerán.
"El lenguaje fantástico, el de la poesía,
el del cuento, alimenta la imaginación del niño. La alimenta con
sonidos, con ritmos, con imágenes. Y si las Imágenes nacen de
las palabras conocidas, nacen también de palabras semiconocidas,
mal conocidas, desconocidas. "
Entre Los 3 a 4 años
- adquiere autocontrol (lo que le otorga
comodidad y confianza).
- hay evidentes procesos en el lenguaje (aunque eL pensamiento
siga aferrado a Lo concreto), con expresiones orales claras, mucho más
afianzadas.
Entre Los 4 a 5 años
- Comienza a afirmarse (crisis de oposición) tornándose
irascible, inestable e impulsivo; su hiperactividad lo tienta a realizar varias
actividades a la vez para sorpresa de los adultos (edad de La 'gracia').
- enriquece su vocabulario y sus progresos son notorios.
Entre Los5 a 6 años
- es más tranquilo, con desplazamientos motrices precisos
y equilibrados.
- aunque sigue en la edad de los juegos, es más reflexivo
y tolerante.
- continúa su espíritu de curiosidad.
- lentamente avanza hacia un pensamiento más lógico.
3 años
escucha cuentos leídos o narrados
construye relatos cortos
canciones de cuna, poemas, rimas
libros con ilustraciones
se identifica con los personajes
4 años
cuentos que reproduzcan su ambiente o que lo sumerjan en el mundo de lo
maravilloso
personajes con quienes pueda identificarse
cuentos breves, de acción sencilla y lineal
5 años
relatos que eviten largas descripciones
lo fantástico y lo maravilloso la acción, cuentos realistas
y cuentos de hadas
juego dramático, teatralización, graficación, manejo
de la ilustración
BIBLIOGRAFÍA
-"La lengua oral en la Educación Inicial" .Maria Luisa Miretti. Ediciones
Homo Sapiens. 1998
-"Aprender a formar niños lectores y escritores". Gloria Inostroza de
Celis. Dolmen Educación. 1997"
-"La literatura en la Educación Inicial-EGB". Maria Luisa Miretti. Ediciones
Homo Sapiens. 1998
-"Colección autoinstrucción" Martha D de Kappelmayer. Lilia F
de Menegazzo. Editorial Latina. 1975
-"Alfabetización temprana ¿y después?". Ana Maria Kaufman. Editorial
Santillana. 1998
-"Enciclopedia practica pre-escolar". Capizzano de Capalbo. Editorial Latina.
1971
-"Cuentos". Elsa Isabel Bornemann. Editorial Latina 1977.