Componentes básicos de los programas de educación no formal
El diseño
y desarrollo de los programas de educación no formal, como todo
proceso de educación inicial, debe partir de reconocer el hecho
de que los primeros seis años de vida de los niños y las
niñas marcan los períodos de mayor sensibilidad para su
desarrollo, por lo que sus posibilidades futuras de acción, expresión
y creación dependerán de las vivencias y oportunidades
que en esta etapa se le posibiliten. En esta etapa de la vida humana
el cerebro tiene la mayor plasticidad, en cuanto capacidad de establecer
la mayor parte de las conexiones neuronales que están a la base
de los procesos de aprendizaje, desarrollo cognitivo y desarrollo de
las diversas inteligencias; y al mismo tiempo, es también en
esta etapa donde se construyen las bases para el desarrollo psicosocial,
afectivo, moral e interactivo, a partir del establecimiento del vínculo
inicial con el objeto relacional primario (agentes primarios de la socialización)
y de las generalizaciones progresivas que niños y niñas
van haciendo de él, a sus diversas relaciones consigo mismos
(autoconcepto), con otros (potencial de afecto) y con las instituciones
del estado y de la sociedad civil en el marco de la historia social
de su propia constitución como sujetos de derechos (potencial
ético).
En este sentido,
la capacidad de niños y niñas para aprender; sus habilidades
para interactuar con elementos, problemas y fenómenos del mundo
físico, mental, social y emocional; su actitud de apertura y
flexibilidad frente al cambio y a los procesos de transformación
de la realidad y de sus representaciones simbólicas; su capacidad
de reconocimiento, de afecto y de compromiso con la construcción
de la cultura y de la sociedad; su potencial para el ejercicio de sus
derechos; su potencial de ciudadanía; se forman y determinan
a raíz de sus experiencias tempranas en sus diversos escenarios
de socialización (familia, escuela, calle, mass media, etc.),
entre los cuales juega un papel fundamental, la familia.
La gran importancia
que, desde los presupuestos anteriores adquieren los escenarios socializadores,
el contexto y la cultura, muestra porque toda experiencia de atención
no formal a la niñez debería enmarcarse en el ámbito
de procesos de DESARROLLO SOCIAL Y CULTURAL más amplios,
que tengan como eje el DESARROLLO HUMANO de los niños
y las niñas; es decir, procesos de desarrollo en los que niños
y niñas, y su dignidad humana, no sean medios sino fin en si
mismos; lo que supone la creación de condiciones que hagan posible
y faciliten su desarrollo integral, pensado más allá de
la satisfacción de necesidades básicas y orientado al
desarrollo de su potencial y al ejercicio de sus derechos; lo que implica,
al mismo tiempo, potenciar el desarrollo de los actores sociales que
tienen a su cargo el cuidado y atención de la niñez, y
fortalecer las instituciones y contextos en los que se resuelven los
procesos de interacción.
En este sentido
los programas de atención no formal a la niñez deben superar
las metas cuantitativas de generación de bienestar y asumir las
exigencias cualitativas que implican una formación de la niñez
hacia el desarrollo de su potencial en el marco de procesos de interacción,
basados en un amplio conocimiento de los niños y las niñas,
de sus condiciones de desarrollo, y en el reconocimiento a la legitimidad
de su expresión, de su palabra. La crisis de la sociedad contemporánea
se encuentra estrechamente relacionada con los problemas que enfrentan
niños y niñas para su desarrollo integral. Nuestras redes
sociales están deterioradas y no tienen referentes de integración,
pertenencia y organización, por lo que se hacen ineficaces, tanto
para crear condiciones de satisfacción de necesidades, como para
posibilitar el desarrollo del potencial humano de los niños y
las niñas, el ejercicio de sus derechos, la vivencia de su ciudadanía.
La reconstrucción
de estas redes sociales en el espacio de lo público, depende
del encuentro de la función de coordinación y garantía
de los derechos civiles y de bienestar básico por parte del estado,
con una sociedad civil capaz de generar resortes de solidaridad,
de vivencia de la ética y de procesos de comunicación
activa, entre los ciudadanos. Esto se logra en programas de atención
a la niñez que trabajen paralelamente en el desarrollo integral
de los niños y las niñas; en su reconocimiento como sujetos
de derechos; y en el desarrollo de escenarios que lo hagan posible,
fortaleciendo la familia, las instituciones, la cultura y la sociedad.
De acuerdo con
lo anterior el desarrollo humano no puede ser comprendido e intervenido
por fuera de su contexto; trabajar por el desarrollo humano de los niños
y las niñas, implica al mismo tiempo trabajar por el desarrollo
cultural y social. Muchos de los factores y condiciones del desarrollo
infantil están relacionados con las creencias, actitudes y comportamientos
que los padres y adultos tienen respecto a la niñez, a su crianza
y a la forma de resolver sus necesidades; así, un programa de
atención a la niñez debe generar procesos de resignificación
cultural; por otra parte, la situación objetiva social y
económica de una familia (pobreza, desempleo, etc.) y su situación
política (falta de canales y de posibilidad para el ejercicio
de la participación democrática) son determinantes de
la imposibilidad de crear las condiciones que permiten el desarrollo
integral de la niñez; así, un programa de atención
a la niñez, debe enmarcarse en procesos de desarrollo social
más amplios. El desarrollo humano y el desarrollo social y cultural
deben ir de la mano, ya que la suma de desarrollos individuales no garantiza
el desarrollo social y cultural, y éste tampoco, por si mismo,
garantiza el desarrollo humano de los individuos. En este sentido, todo
programa de atención no formal a la niñez debe constituirse,
a la vez, en un escenario de promoción socio-cultural y de desarrollo
humano de los niños y las niñas.
El desarrollo humano
integral articula el sustrato bio-neurológico de
niños y niñas, con las experiencias de aprendizaje
y de constitución de su subjetividad y socialidad en procesos
de interacción en escenarios socializadores. Es siempre un
proceso gradual, que se desarrolla en varias áreas
a la vez, articuladas de manera compleja: la maduración
física, el potencial perceptual y cognitivo, la capacidad de
reconocimiento y de expresión del afecto, el potencial moral
y ético, la capacidad comunicativa, la creatividad.
Dado su carácter
sociocultural, no es posible pensar en procesos rígidos y unificados
de aplicabilidad de programas orientados al desarrollo humano. Es necesario
crear condiciones para que los niños y las niñas puedan
disfrutar de su derecho a vivir y desarrollar su potencial, en un ambiente
de afecto y protección, bajo el cuidado de padres y adultos y
en el marco de programas que garanticen:
El acceso a condiciones alimentarias
que logren satisfacer los requerimientos de su edad y con registros
antropométricos permanentes, de manera que se logre un buen
estado nutricional, como condición mínima de desarrollo
del sustrato neuro-biológico de niños y niñas;
Procesos de prevención
e inmunización; de control de crecimiento y desarrollo; y de
educación en salud, que aporten el conocimiento y el desarrollo
de habilidades para identificar y controlar factores de riesgo epidemiológico
y de saneamiento ambiental, en el marco de procesos de autocuidado
y de acceso oportuno a los servicios;
Experiencias de aprendizaje
y procesos de interacción social facilitadores de la maduración
neuromotriz; el desarrollo del potencial cognitivo, las inteligencias
y la creatividad; la capacidad de comunicación e interacción;
el conocimiento y manejo de su entorno; el desarrollo de un autoconcepto
realista y positivo, que permita la seguridad y la autonomía;
la capacidad de dar y recibir afecto; el desarrollo del potencia lúdico
y estético; el desarrollo del potencial ético y de la
crítica, el conocimiento de sus derechos, la recuperación
de su voz, el respeto a las diferencias, el amor a la paz, la solidaridad.
Procesos de desarrollo sociocultural
que mejoren la calidad de vida de las familias y las comunidades,
fortalezan su potencial de desarrollo y las empoderen para el ejercicio
de sus derechos y de los derechos de los niños y niñas
de estos grupos sociales.
Hablar de esta
perspectiva implica el reconocimiento del ejercicio pleno del derecho
de los niños y las niñas a la supervivencia infantil
(niveles de nutrición y salud adecuados, acceso a servicios
médicos y de seguridad social); del derecho a su pleno y armónico
desarrollo (como seres humanos, en todas las áreas y dimensiones);
del derecho a la participación (a expresar su palabra
y a que ésta sea tenida en cuenta, a colaborar en la toma de
decisiones, a tener sus propios gustos); y el derecho a la protección
(de toda forma de maltrato y abuso, de explotación o discriminación,
o de cualquier práctica que atente contra su desarrollo integral).
Los programas no
formales de atención a la niñez,
orientados desde esta perspectiva
compleja, que intenta superar la visión de las necesidades
y orientarse a aquella definida desde las capacidades o potencialidades
integrales de los niños y las niñas;
realizados en el marco de una
concepción de derechos; e
insertos en procesos articulados
de desarrollo humano, social y cultural;
deberían
tener las siguientes características:
Generar condiciones, experiencias
y procesos de interacción que permitan el desarrollo integral
de los niños y las niñas en sus diferentes áreas
y dimensiones, a través de procesos claros de articulación
intersectorial, trabajo interdisciplinario y articulación de
las instituciones del estado, las ONG´s y la sociedad civil en general.
Ser desarrollados dentro de
modalidades diversas y flexibles, que involucren distintos
agentes socializadores, actores sociales y sectores del desarrollo
social y cultural: grupos de padres y madres que pueden organizarse
para la atención integral a sus hijos y a otros niños
y niñas de la comunidad; centros educativos de jornada ampliada
(escuela-hogar); centros comunitarios con atención mixta (educadores
y promotores comunitarios); atención directa en la familia
con formación a través de visitas domiciliarias; programas
a distancia usando los medios de comunicación más utilizados
en las comunidades (radio, radioteléfono, televisión,
programas grabados, etc.); actividades complementarias de los programas
de nutrición, salud, generación de ingresos, desarrollo
personal, con contenidos acerca del desarrollo cognitivo y psico-social
de los niños y las niñas; programas de fortalecimiento
de los padres en otras dimensiones que apoyen el sano desarrollo de
niños y niñas (alfabetización, liderazgo comunitario,
etc.); proyectos de desarrollo social y cultural con eje en niñez;
etc.
Trabajar con la madre y el padre,
con una participación activa de la familia, de manera
que se fortalezca su capacidad socializadora. Esto implica fortalecimiento
de los roles de padre y madre y fortalecimiento de sus identidades
y de sus propios proyectos de vida. Los aprendizajes logrados por
los padres serán transferidos a la crianza de los demás
hijos.
Implementar procesos de formación
de talento humano, que tengan diversos niveles y formas de participación
dentro de los programas, o respecto a las políticas y lineamientos
que les dieron origen o en los cuales se enmarcan: agentes socializadores
primarios (madre, padre, hermanos, u otros); agentes educativos (promotores
comunitarios, multiplicadores del sector social en salud, educación,
cultura, etc., educadores,); administradores de programas (de ONG´s
o del estado); y diseñadores de política a nivel local
o nacional. Los procesos de formación deben incluir tanto conocimiento
en torno a los niños y niñas y a sus procesos de desarrollo,
conocimiento pedagógico referido a las formas particulares
de contribuir en los procesos de desarrollo cognitivo, a su potencial
lúdico, estético, creativo y perceptivo; conocimiento
sobre formas de interacción social y cultural que faciliten
el desarrollo del potencial afectivo y ético de los niños,
su potencial de comunicación y participación; y conocimiento
que facilite los el diseño, la puesta en marcha, la administración
y la evaluación de proyectos de intervención social
y cultural de las comunidades.
Realizar los programas de atención
no formal en el marco de currículos flexibles y pertinentes
culturalmente, que respondan a las necesidades de los educandos
y a las de los contextos en los que estos se desarrollan; que tengan
en cuenta las diferencias individuales; desarrollados dentro de una
perspectiva de género; que usen materiales del propio contexto
y de otros contextos y que apropien tecnologías que permitan
el enriquecimiento del proceso educativo.
Tener bases de datos y
sistemas de información permanentes que permitan establecer
líneas de base para el monitoreo y seguimiento de los procesos
de desarrollo social y cultural y de los procesos de desarrollo humano
integral de los niños y las niñas. Solo a partir de
estas bases de información se puede cualificar el proceso de
toma de decisiones, evaluar y valorar el impacto de los programas.
Sistematizar los procesos
y derivar lecciones aprendidas que puedan ser replicadas en el
propio contexto sin necesidad de presencia de agentes externos; diseminadas
en otros contextos; y que potencialicen los procesos de autosustentabilidad
de los programas, en la medida en que favorecen la autogestión
y empoderan a las propias comunidades para trabajar de manera autónoma
los programas de atención a los niños y niñas
desde perspectivas no formales.
Los programas de atención
no formal a la niñez deben además, ser de bajo costo,
amplia cobertura y un acceso libre de discriminaciones,
en la medida en que se proyectan como estrategias desarrolladas para
comunidades con escasas oportunidades de participar activamente en
la dinámica social, económica y política de nuestros
países latinoamericanos. Estas variables deben ser conjugadas
con estándares altos de calidad, para lo cual resulta
indispensable la articulación de los programas de atención
no formal a la niñez en procesos de desarrollos social y cultural
en el marco de los planes de desarrollo de los países, a partir
de la acción concertada entre estado, ONG´s y sociedad civil.