1. La lectura
de imágenes en el marco de la legislación educativa
Una de las herramientas de las que se vale
la Literatura Infantil para conseguir la comunicación con sus lectores
es la de utilizar un extenso abanico de códigos, entre ellos el
iconográfico. Su función no es ornamentar sino complementar
y clarificar los signos escritos en la obra, formando parte inherente
del mensaje estético y, por tanto, de su propia textualidad.
Esta característica no pasa desapercibida
en el marco legal que rige la Educación Infantil. En la legislación
española, el Diseño Curricular Base, elaborado bajo las
directrices de la LOGSE, manifiesta como undécimo objetivo general
del Área de Comunicación y Representación:
Leer, interpretar y producir imágenes
como una forma de comunicación y disfrute, descubriendo e identificando
los elementos básicos de su lenguaje (DCB: 175)
Y en los bloques de contenido que establece
bajo el epígrafe Aproximación al lenguaje escrito encontramos
entre los contenidos procedimentales algunos que hacen referencia a este
tema:
1.- Interpretación de imágenes,
carteles, grabados, fotografías, etc., que acompañan
a textos escritos, estableciendo relaciones entre ambos
2.- Comprensión y producción
de imágenes debidamente secuenciadas (ordenación cronológica
de fotografías, historietas gráficas)
4.- Diferenciación entre
las formas escritas y otras formas de expresión gráfica
(dibujos, por ejemplo)
8.- Producción y utilización
de sistemas de símbolos sencillos (cenefa, signos icónicos,
diversos garabatos) para transmitir mensajes simples (DCB: 176)
En la legislación portuguesa, a modo
de ejemplo, las llamadas Orientaciones Curriculares dedican el Área
de Comunicación a establecer preceptos muy similares a los españoles.
Ésta es la única Área en la que se distinguen varios
dominios. Dominios que se considera deben estar íntimamente relacionados,
porque todos ellos se refieren a la adquisición y aprendizaje de
códigos que son medios de relación con los otros, de recopilación
de información y de sensibilización estética, indispensables
para que el niño represente su mundo interior y el mundo que le
rodea. Sin embargo, aunque no expliciten el trabajo de decodificación
de imágenes tan contundentemente como en el DCB, no obvian que
el dibujo es también una forma de escritura y que estos dos medios
de expresión y comunicación surgen muchas veces asociados,
complementándose mutuamente. El dibujo de un objeto puede sustituir
una palabra, una serie de dibujos permiten “narrar” una historia
o representar los momentos de un acontecimiento. Se sugiere, en este apartado,
el trabajo con las ilustraciones.
En la legislación italiana en el
apartado de experiencia educativa (concepto equivalente al Área
científica de la legislación española) denominado
Mensajes, formas y media se manifiesta la necesidad de introducir al niño
en los lenguajes de la comunicación y de la expresión visual,
partiendo del garabato y de las primeras conceptualizaciones gráficas
para activar una posibilidad más madura de producción, empleo
e intercambio de señales o de técnicas.
2. La enseñanza de la lectoescritura y la comprensión
lectora
Las concepciones sobre la lectura se han
ido modificando en los últimos años como consecuencia de
los estudios de lingüística, psicolingüística,
psicología cognitiva, sociolingüística, (Pearson y
Stephens, 1992). Las definiciones del proceso lector han cambiado y los
objetivos para la enseñanza de la lectura, también (Glazer
y Searfoss, 1988).
En la década de los sesenta se pensaba
que el éxito en la comprensión lectora dependía de
los procesos de decodificación: si los alumnos eran capaces de
identificar las palabras del texto, la comprensión estaría
asegurada. Ésta era considerada como el producto resultante de
la capacidad de recordar palabras y responder a determinadas cuestiones.
Se comprobó, no obstante, que las habilidades de decodificación
no eran suficientes. Entonces se desplazó la atención al
tipo de preguntas que los profesores formulaban. Las preguntas respondían,
sobre todo, a la comprensión lectora literal, en detrimento de
la comprensión interpretativa y la comprensión crítica.
No se cultivaba ni la inferencia ni el análisis crítico
del texto.
Hoy se piensa que una lectura correcta exige
tener en cuenta muchos procesos básicos (Gómez Villalba
y otros, 2000), como la identificación de letras, la conversión
de letras en sonidos y el reconocimiento de palabras y de la sintaxis.
Incluye, además, el reconocimiento de los hechos o eventos para
relacionarlos entre sí y con el conocimiento previo que de ellos
tiene el lector, y la memorización de los mismos para utilizarlos
después. Estas últimas operaciones exigen procesos superiores,
como inferir, razonar. En la década de los noventa se han producido
importantes avances en la comprensión de cómo lectores de
diferentes niveles de habilidad comprenden, almacenan y recuperan la información
del texto. Se piensa que la comprensión de un texto puede significar
varias cosas: desde la identificación y recuerdo del texto hasta
su valoración crítica, pasando por la inferencia en sus
variadas posibilidades. Cualquiera que sea la significación, es
necesario que el lector construya una representación mental del
texto, en la que sus diversos elementos se seleccionan entre sí
de dos maneras básicas: referencial y causal/lógica. Todo
ello requiere en el lector una adecuada capacidad atencional y una autoexigencia
de comprensión que varían de lector a lector (Van den Broek
y Kremer, 2000).
La comprensión lectora se concibe
como un proceso interactivo entre el lector y el texto. El lector relaciona
la información almacenada en su mente con la que le presenta el
autor. La comprensión consiste en la relación de la información
poseída con la nueva, de modo que, como afirma Cooper (1990), el
significado que el lector elabora no viene únicamente de la página
escrita; proviene a la vez de sus experiencias, las experiencias del lector
que son activadas por las ideas que le presenta el autor.
Los partidarios del enfoque interactivo
lector-escritor hablan de que la comprensión lectora no es un conjunto
de habilidades sino un proceso a través del que el lector elabora,
construye el significado. No desprecian las habilidades pero lo que pretenden
es enseñar al lector a que identifique la información relevante
dentro del texto y la relacione con la que él posee. Se deberían,
dicen ellos, conservar aquellas habilidades que ayudan al lector a relacionar
el texto con su experiencia previa. Aunque reconocen, no obstante, que
hasta que los investigadores no posean evidencias concluyentes acerca
de lo que debería enseñarse en lugar de las habilidades
de comprensión actuales, es mejor aferrarse a aquello que al menos
ha suscitado ciertos efectos positivos en el intento de mejorar la comprensión
por parte de los alumnos. Los datos aportados por el National Assessment
of Educational Progress (1982, cit. Por Cooper) indican que los alumnos
tienen más éxito en los casos de comprensión literal
y que su rendimiento decae cuando se trata de mejorar la comprensión
inferencial o crítica. Como este tipo de comprensión depende
en mayor grado de la práctica de enseñar a los alumnos los
aspectos procesuales de la misma, tal vez quizá sea preciso agregar
esas habilidades a los programas de enseñanza existentes o fortalecer
su entrenamiento dentro de ellos (Cooper, op. cit.).
Por otra parte, la enseñanza de la
lectoescritura ha producido abundantes controversias, especialmente enconadas
en el caso de la enseñanza de la lectura en el inicio de su aprendizaje
formal. En nuestro ámbito lingüístico, la polémica
entre los métodos analíticos y sintéticos ha sido
intensa, aunque ahora parece que son pocos los partidarios de los métodos
globales, en una lengua de la transparencia fonética de la nuestra
(Pérez González y Gómez-Villalba, 2003). La falta
de acuerdo, no obstante, está vigente en otros países, como
Estados Unidos, donde contenden los enfoques literature-based con los
denominados skills-based. Los primeros defienden la enseñanza implícita
de la lectura. Krashen (1997) habla de la superioridad de estos planteamientos
y cita en su apoyo los trabajos de numerosos investigadores que han reaccionado
contra los skills-based approaches. Sin embargo, Honig (1996), por ejemplo,
defiende la importancia del aprendizaje de las habilidades fonéticas
y su relación con la lengua escrita y enfatiza los trabajos que,
con esta orientación, ha realizado Chall (1983, 1992) en los que
destaca las perniciosas consecuencias del literature-approach y comenta
los importantes trabajos de Share y Stanovich (1995), que concluyen que
la lectura no se aprende “naturalmente”, como el habla.
Actualmente, son numerosas las publicaciones
a favor de un enfoque equilibrado (balanced instruction), que integra
los anteriores y subraya la importancia de la enseñanza explícita
de las habilidades lectoras (Honig, 1996; Tompkins, 1997; National Reading
Panel, 2000; CIERA, 2002), mediante estrategias antes, durante y después
de la lectura, encaminadas a conseguir el recuerdo inmediato y la atención
sostenida, a activar los conocimientos previos, con el consiguiente desarrollo
del vocabulario, a hacer predicciones sobre el contenido, a establecer
conexiones, a hacer preguntas, a visualizar, a identificarse, a inferir,
a activar los conocimientos sobre las estructuras del texto, la selección
de la información relevante, la organización de la información,
entre otras (Cooper, op. cit; Hancock, 1999; Sadler, 2001; Romero y González,
2001; McLaughlin y Allen, 2002; Block, Gambrell y Pressley, 2002; McLaughlin,
2003).
3. Lectura de imágenes: leer
antes de leer
¿Por qué esperar a trabajar
estas habilidades hasta que el niño pueda acceder al texto escrito?
¿Por qué no enseñarlas y ejercitarlas a través
de la lectura de imágenes? El niño mantiene con el libro
ilustrado unas relaciones de interrogación particularmente ricas,
con unas posibilidades de anticipación en las que podrá
adivinar, encadenar acontecimientos, imaginar relaciones nuevas entre
personajes, que luego verificará en el texto con la ayuda del adulto,
manteniendo siempre una actitud activa de búsqueda, en espera de
una significación.
Dice Teresa Durán (2002) que no
es lo mismo mirar que reconocer, entendiendo por ello ser capaz de llevar
a cabo las tres funciones ya clásicas enunciadas por Durand (1982):
reconocer, es decir, aislar un signo visual singularizándolo respecto
a su contexto y nominándolo, “saber” lo que representa
o entender la relación entre dibujo y realidad; identificarse con
él mismo, entender la relación comunicativa que se establece
entre la representación de la realidad y la expresión de
nuestra propia realidad, identificarse con el personaje, implicarse afectivamente,
ser capaz de reconocerse en la imagen, apropiarse de las vivencias ajenas
y de proyectar las de cada uno en las de los demás; imaginar, en
el sentido de proyectar, tirar adelante, crear una circunstancia nueva
ante la propuesta que la imagen nos ofrece.
A través de la lectura de imágenes
podemos desarrollar una serie de habilidades que facilitarán la
comprensión lectora, no solamente literal sino interpretativa y
crítica, cuando el niño se adentre en el texto escrito,
siempre que el adulto guíe esa lectura y ayude al niño a
traspasar la fase de mero reconocimiento.
En una obra literaria destinada a niños
de Educación Infantil, lo ideal es que exista un equilibrio entre
el texto y la ilustración. Aunque no sepa leer, el niño
sí es capaz de escuchar una historia bien narrada o leída,
al mismo tiempo que contempla las imágenes del libro, pues ello
le produce emoción, reflexión, contemplación y recreación
de la historia, en definitiva: placer (Majó, 1989). Por otra parte,
debemos educar en la estética sin obviar el texto, ya que las ilustraciones
sin la compañía del texto no configuran una auténtica
lectura porque no hay un elemento de transición temporal entre
ellas que sí viene explicado verbalmente. Por tanto, ilustración
y texto literario se complementan y ofrecen al niño información
que no podría obtener de otro modo.
La interacción que se produce entre
texto e ilustración permite introducir los elementos más
complicados de la trama que, verbalmente, serían muy difíciles
de entender y favorece la comprensión pues la imagen ayuda a recordar
la historia, además de enriquecerla, ya que permite establecer
divergencias significativas entre otros elementos del discurso, por ejemplo
entre la interpretación del narrador y la historia que él
nos cuenta; facilita las alusiones culturales e inicia en el juego intertextual
y en el lenguaje visual. También estimula la creatividad, la imaginación
y la curiosidad, propiciando un clima mágico que genera sentimientos
(Durán, 1989; Janer, 1995; Colomer, 1999 y Gassol Aránega,
2000).
Muchos son los lingüistas que confían
en la natural predisposición que presentan actualmente los niños
para comprender las ilustraciones, pues, entre otras cuestiones, están
acostumbrados a tener contacto con las múltiples imágenes
que los medios les brindan constantemente. Unos medios que enfatizan el
placer sensorial especial de la imagen. Sin embargo, nuestros niños
no están acostumbrados a la interconexión dinámica
de los elementos, lo que Gómez del Manzano (1986) denominó
el tercer nivel de lectura de la imagen que acontece tras la lectura de
los elementos separados de la misma (primer nivel) y la comprensión
de la imagen a través de la interconexión estática
y descriptiva de los elementos identificados (segundo nivel). En este
nivel de lectura icónica interesa advertir la percepción
dinámica espacial de la imagen, ya que el niño puede llegar
a percibir la dinámica temporal. Este proceso se realiza cuando
es capaz de rellenar el hueco entre dos imágenes que expresan dos
actos consecutivos. Si el niño percibe esta relación procede
a la enunciación que tiene como elemento sintagmático esencial
el predicado, la forma verbal.
El siguiente paso es el denominado “discurso
paralelo”. La lectura de la imagen se traduce en exclamaciones,
preguntas, comparaciones por parte del niño. A veces se producen
silencios elocuentes. Cuando estos silencios se dan no conviene forzar
la expresión ya que el niño está sometido a una recreación
de la imagen en el interior de sí mismo.
Este proceso, como advertíamos más arriba, no es espontáneo.
En el aula hay que enseñar a leer imágenes estáticas
y a establecer la conexión entre ellas, pues el niño está
acostumbrado a ver imágenes en movimiento pero no a establecer
relaciones de temporalidad o de causa-efecto entre imágenes estáticas.
El niño que lee la imagen tiene
que ejercitar su capacidad creativa para traducir símbolos, reconocer
significados y reaccionar ante la palabra, inferir, valorar, interpretar
y lo hará del mismo modo que extrae el significado de un texto:
formulando hipótesis y verificando.
Hay imágenes que son monosémicas
(con un significado) y otras polisémicas (con un significado inmediato
y otro derivado). Esto nos lleva a que, en multitud de ocasiones, en Literatura
Infantil se recurre a los estereotipos sociales para asociar a determinadas
imágenes, determinadas ideas. De aquí se deducen los dos
niveles de significación: el nivel denotativo y el connotativo,
más propio del lenguaje literario. Tradicionalmente, se ha considerado
que hasta una edad muy avanzada los niños no estaban capacitados
para interpretar su lectura, sin embargo, si se les enseñan una
serie de habilidades, por medio de estrategias adecuadas y se les acostumbra
a trascender la mera anécdota o que, por lo menos, no todas las
posibilidades se agotan en ella, se puede conseguir algo más que
una comprensión literal de la historia.
4. Propuesta práctica
La propuesta concreta que presentamos forma
parte de una experiencia que se está llevando a cabo a lo largo
del presente curso con niños y niñas del tercer nivel del
segundo ciclo de Educación Infantil (cinco años) de dos
centros públicos de Melilla. Son un total de 108 niños,
de los cuales 27 pertenecen al grupo de control y 81 al grupo experimental,
a los que se les practicó una prueba antes de iniciar la experiencia
y se les volverá a hacer cuando ésta termine.
Hemos seleccionado una serie de álbumes
infantiles relacionados con las unidades didácticas planificadas
para trabajar con los niños durante el presente curso. Nuestros
objetivos se centran en:
• Ampliar el vocabulario activo
y pasivo de los niños
• Practicar un discurso oral con construcciones sintácticas
cada vez más complejas así como utilizar en ellas un
repertorio variado de nexos y conectores
• Activar los conocimientos previos y asimilar y acomodar en
sus esquemas mentales los adquiridos
• Estimular el recuerdo inmediato y la atención sostenida
del relato
• Familiarizarlos con la estructura narrativa
• Capacitarlos para:
- Hacer predicciones sobre el contenido
de las historias y para confirmar sus hipótesis a través
de las imágenes
- Establecer conexiones entre ellas
- Trascender la comprensión literal de la historia mediante
la interiorización de la misma e induciendo a hacer inferencias
- Tomar partido ante las acciones de los protagonistas
Para conseguir los objetivos enunciados
hemos establecido una metodología de trabajo integrada por:
• Actividades antes de la narración,
en las que no sólo tratamos de suscitar la motivación
suficiente para el texto elegido, sino que creamos el ambiente propicio
para su entendimiento. Es también, un buen momento para conectar
con las ideas previas de los niños acerca del tema central
y para formular las primeras hipótesis que luego serán
verificadas durante la narración y la lectura de imágenes.
A esta fase contribuye, indudablemente, la unidad didáctica
que se esté trabajando en el aula en esos momentos.
• Una vez narrado el cuento, retomamos
la historia para realizar una serie de actividades durante la “lectura”;
con el fin de que comprendan y fijen la historia trataremos de inducir
a los niños a que practiquen la memoria a corto plazo, a establecer
conexiones, visualizar las imágenes, identificarse con los
personajes y con la trama, hacer inferencias y valoraciones.
Si bien todos las fases son importantes,
la anterior es especialmente interesante, de modo que la desarrollamos
de manera recurrente, ya que nos permite desarrollar la mayor parte
de estrategias para enseñar las habilidades de comprensión.
• Actividades después de
la lectura, con el fin de conseguir una valoración a través
de la selección de la información relevante, la organización
y el procesamiento de la misma para que activen los conocimientos
sobre las estructuras del texto y refuercen habilidades sintácticas
y de vocabulario. Es el momento de afianzar, asimilar y acomodar a
los esquemas mentales los conocimientos adquiridos.
Presentamos como muestra, el trabajo realizado
con la obra Tragasueños de Michael Ende, ilustrada por Annegert
Fuchshuber. Se trata de una historia compuesta a imitación de los
cuantos tradicionales cuyo argumento podría resumirse del siguiente
modo: En el país de Dormilandia, en el que lo principal es dormir,
la princesa Dormilina no puede hacerlo porque los malos sueños
no se lo permiten. Los súbditos están muy preocupados y
sus padres también. Consultan con todos los sabios y, en vista
de que nadie acierta a darles una solución, su padre, el rey, decide
salir a buscarla; pero todo es en vano porque nadie conoce un remedio
para su problema. Cuando se halla perdido, desanimado y triste en un extraño
paraje, encuentra de pronto la solución en un reluciente y hambriento
personaje que dice llamarse Tragasueños.
Hemos de advertir que aunque hemos diferenciado
tres momentos, en la práctica diaria las actividades propuestas
se van entremezclando a través de las distintas sesiones. Hemos
hecho, además, una selección de tales actividades.
ANTES DE CONTAR EL CUENTO:
Observa la portada. ¿Qué
ves? ¿Quién duerme? ¿Con quién?¿Duermes
tú también con tu juguete preferido o con chupete? Fíjate
en las manos que aparecen a la derecha y que sostienen un tenedor, ¿quién
será? ¿Qué querrá comer? ¿Qué
es ese pájaro que merodea con un reloj por la habitación?
¿Y el pergamino?
RECONTAMOS LA HISTORIA:
.- Fíjate en la ciudad que aparece
en la primera página. ¿Cómo se llama?¿ ¿Por
qué crees que tiene ese nombre? Todos sus habitantes duermen.
¿Qué expresión tienen en la cara? ¿Por qué
crees que están sonriendo mientras duermen? Localiza al rey.
Hay también una persona que no tiene hogar pero aún así
está durmiendo, ¿sabes quién? ¿Sabes cómo
se llaman estas personas?
.- Compara a los habitantes de Dormilandia
con la princesa Dormilina, ¿qué le ocurre? ¿Por
qué crees que no puede dormir? ¿Cómo es su aspecto?
¿Qué notas cuando tienes sueño y no puedes dormir?
Cuando alguna vez no has dormido por la noche, ¿lo has hecho
durante la mañana?
.- ¿Le gustaba a la princesa acostarse?
¿Por qué? ¿A qué hora sueles acostarte tú?
¿Por qué crees que tus papás quieren que te vayas
a dormir pronto? ¿Te dejan acostarte más tarde si no has
de madrugar al día siguiente? ¿Duermes siesta? ¿Sueles
despertarte solo o te tienen que despertar? Cuando te despiertas y aún
no lo ha hecho el resto de tu familia, ¿te quedas en la cama
o te levantas? ¿Por qué? ¿Te da miedo estar solo
en la cama? Y si te despiertas a medianoche, ¿qué haces:
esperas a poder dormirte otra vez o llamas a mamá para que te
acompañe? ¿Te da miedo la oscuridad?
.- Los mensajeros del rey visitan también
en otros países a otras personas en busca de remedios? ¿A
quiénes acuden? ¿Qué soluciones les dan? ¿Qué
crees que escriben en ese gran libro que llevan? (Págs. 5-6)
.- ¿Por qué decide finalmente
el rey irse? ¿A dónde va? ¿Qué prepara para
este viaje? ¿Por qué no lo acompaña la reina? ¿Quién
le prepara la mochila? (págs. 7-8)
.- ¿A quién se encuentra en su viaje? (págs. 9-10)
¿Qué le dice cada uno de esos personajes? (realizar diálogos
con cada uno de ellos y dramatizarlos)
.- El rey ha caminado mucho y anda rendido y muy desanimando. No se
da cuenta de que va entrando..., ¿dónde? ¿cómo
es el lugar? ¿Hace frío? ¿Cómo son los árboles?
¿Y las plantas? ¿Y los pájaros? ¿Por qué
ha cambiado tanto el paisaje en estas páginas (págs. 11-12)?
(relacionarlo con el ánimo del rey) ¿Dónde crees
que estará este mundo de Tragasueños?
.- Todo estaba negro pero de pronto apareció...
“un pedacito de plateada luz de luna”, ¿qué
era? ¿cómo era? ¿Qué le pasaba? ¿Qué
decía? ¿Qué dice en la poesía que hay que
recitar para que venga? ¿Es bueno o malo? ¿Crees que es
buena la idea de que Tragasueños le ayude? Imagina que no le
hubiera ofrecido esa ayuda, ¿qué hubiera pasado?
.- ¿Cómo vuelven a palacio?
¿Por donde pasan? Cuando el rey regresa, vuelve justo a tiempo,
en el momento en que Dormilina de nuevo está en la cama para
dormir ¿quién está junto a la cama de Dormilina
(p.23-24)? ¿Por qué? ¿Crees que está preocupada?
¿Se sienta también mamá a tu lado cuando estás
enfermo? ¿Por qué está Dormilina tan seria? ¿Crees
que tiene miedo de soñar con sueños feos?
DESPUÉS DE LA LECTURA.
.- Fíjate en la palabra Dormilandia.
Esta ciudad se llamaba así porque sus habitantes concedían
mucha importancia al buen dormir. Fíjate ahora en la palabra
Disneylandia; es el país o lugar donde se encuentran todos los
personajes de Disney. ¿Inventamos otros países?
.- Fíjate en el nombre de TRAGASUEÑOS
que es igual que TRAGA + SUEÑOS y se llamaba así porque
se tragaba los sueños. Según esto, ¿qué
será un sacacorchos, un cascanueces,... ¿conoces otras
palabras así?
.- ¿Qué sueños tienes
tú? Nombra sueños que sean bonitos y sueños que
sean feos. ¿Has tenido alguna vez un mal sueño? Cuenta
alguno. Nos inventamos un personaje: uno será el de los sueños
buenos y otro el de los sueños malos. ¿Qué nombres
les ponemos? ¿Cómo son? ¿Cómo van vestidos?
¿Qué le dirías al personaje de los sueños
buenos? ¿Y al de los sueños malos? ¿Cómo
podríamos llamar al personaje de los sueños buenos? Nos
inventamos una retahíla o conjuro para invocarlo. ¿Cómo
podríamos alejar al de los sueños malos? Nos inventamos
otra para alejarlo.
.- Termina estas frases y acompáñalas
de un dibujo:
.- Dormilina tenía una flaca
figura porque...
.- Sus padres estaban muy preocupados, así es que...
.- Cuando Tragasueños llegó...
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