Contrario a lo que se ha creído, la didáctica en la Educación Inicial requiere rigor conceptual, en ella existen problemas didácticos y situaciones de enseñanza (Sarlé, 2001) que demandan conocimientos tanto teóricos como prácticos por parte del educador, ya que este debe tomar decisiones pedagógicas y juicios educativos que le permitan realizar procesos reflexivos y de comprensión de las situaciones educativas (Bárcenas, 1994). Sarlé (2001) opina que los diseños de las aulas y las situaciones didácticas de las instituciones de Educación Inicial fueron transformados para encajar en las instituciones elementales, registrándose cambios solo en los últimos años. De acuerdo con esto, cabe preguntarnos ¿cómo debe enseñarse en la escuela inicial?
Ámbitos Educativos
Un jardín de infantes –ya sea que le llamemos preescolar, maternal, escuela de Educación Inicial– vive en sus prácticas diarias ideas de los primeros pedagogos que sentaron las bases del Kindergarten y modos de trabajo didáctico con los pequeños; es así como vemos cohabitar en ellos a Froebel, Montessori, Decroly, Agazzi junto con teorías educativas (Sarlé, 2001) como aquellas de enfoque cognitivista, donde la práctica educativa le permite al alumno un papel protagonista y al educador un papel mediador que promueve conocimiento sobre la enseñanza (Marcelo, 2001). Convivencia y simultaneidad de prácticas que le dan un sello característico a estas instituciones.
En esta etapa inicial, el niño1[1] desarrolla capacidades sensoriales, de movimiento, dominio físico, comunicación, relaciones sociales y de descubrimiento de la realidad. Esto nos lleva a considerar los ámbitos educativos mediadores del proceso que influyen en el niño –medio físico y social en el que viven–, ya que alcanzar la armonía de estos ámbitos es sinónimo de una acción educativa intencionada (PRIME, 2006). La integración de los elementos mediadores se convierte en una herramienta pedagógica, tal como lo expresa Litwin (2006) cuando indica: «El espacio del aula es también un espacio pedagógico y laborioso en tanto vuelve a colocar en el centro del debate la preocupación de los docentes por lo que seleccionan y jerarquizan para enseñar, entendiendo que las formas de la enseñanza ocupan todos los espacios posibles...».
Hablar de ambiente en un aula educativa es referirse tanto a lo físico y material como al clima, a la convivencia, a las relaciones, al movimiento, al trabajo que allí se lleve a cabo. La organización y distribución del espacio facilita o dificulta la forma de moverse, las interrelaciones que allí se dan, su funcionamiento general. El mobiliario posibilita crear ambientes, la participación, la propuesta; pero la verdadera atmósfera de aprendizaje lo da la forma como hayamos creado su organización, su utilización, es crear un ambiente físico para el tema didáctico y para ofrecer calidad.
Es así como las aulas de los infantes dividen su espacio en áreas o sectores denominados «rincones», todos ellos afines a los contenidos que el docente enseña
1[1] Niño, será utilizado para los dos géneros
grupalmente, que podríamos explicar como espacios en el aula, delimitados y concretos, donde los niños aprenden. Actualmente hay una gran difusión de esta herramienta pedagógica, lo que no significa que exista unidad de criterios o de formas de aplicación, ya que cada docente debe elegir la opción metodológica favorable para su aula. Sarlé (2001) relata que fue a partir de los sesenta cuando aparece enunciada como estructura dinámica en los escritos referidos al Nivel Inicial.
Admitamos que en un aula de Nivel Inicial sus habitantes tienen por naturaleza jugar.
«El niño en edad preescolar entra en un mundo ilusorio e imaginario, en el que aquellos deseos irrealizables encuentran cabida: este mundo es lo que llamamos juego»,
(Vigotsky, 1988); por ello, dentro de las clasificaciones de estos espacios de actividad encontramos los llamados Rincones de Juego, Rincones de Trabajo y Rincones de Juego-Trabajo, Rincones de Construcción, Rincones de Dramatización, etc., denominaciones que dependen de la naturaleza de la actividad, así como de la postura que se tenga con relación al juego. Cualquiera que sea el caso, y cualquiera que sea el nombre que le proporcionemos, la intervención del docente es dada por momentos de acompañamiento, y por momentos de observación.
Cuando el docente enseña para que el alumno aprenda, organiza y dispone actividades, asumiendo que interactuar con un niño es tener en cuenta que no son recibidores pasivos de las influencias ambientales, sino productores activos de tales influencias. De aquí, que las respuestas del uno dependen de la respuesta anterior del otro, constituyéndose así en instrumentos esenciales de regulación tanto de la relación como de las metas propuestas. El niño usa las experiencias vividas con el docente y con sus pares, como base y guía para construir comprensión y desarrollar habilidades; es a través de estas actividades colaborativas donde recibe la ayuda necesaria para completar la tarea dada.
La interacción que se lleva a cabo es una oportunidad para el docente de evaluar y guiar el aprendizaje, la ocasión para facilitar el desarrollo y aprendizaje social, emocional, intelectual y físico. Los papeles activos, tanto del docente como del niño, son requeridos para que ocurra un aprendizaje exitoso en ese ambiente social compartido. Trabajar en la zona de desarrollo próximo y planear los cambios cualitativos que se deben lograr en el niño hace necesario que el docente sea conciente de la fase de desarrollo en la que este se encuentra, porque solo así podrá crear cambios en su nivel actual (Yiassemides, 2000).
De manera que la propuesta de los rincones es planteada una vez el docente recoge datos en sus observaciones, recursos y materiales disponibles, y elige el reto apropiado para los niños a través de una invitación que dé respuesta a sus necesidades, dejando que sepan que cada uno de ellos es valioso y único. Es necesario recalcar que las actividades o juegos seleccionados deben ser motivadoras y de intencionalidad pedagógica; la idea es que sean mediadores del contenido, y demandan ser pensadas desde cómo enseñar, cómo guiar el proceso y cuál es el contenido a enseñar (Valiño, 2005). En cada uno de los Rincones se indican los objetivos adecuados, comportamiento esperado del alumno durante la actividad y los materiales a utilizar.
Terminaré diciendo que el docente debe trazarse metas para dar la máxima oportunidad a sus alumnos con el fin de desarrollar sus posibilidades; debe darles materiales, trabajo, juegos, aplicaciones y problemas ricos en significados,
comunicándoles con palabras y acciones que poseen cosas importantes para que hagan, porque estas los ayudarán a convertirse en todo lo que pueden ser.
Referencias
Bárcena Orbe, Fernando: La Práctica Reflexiva en educación, Editorial Complutense. Ginsburg, Herbert: Match in early years, 2000. Sarlé, Patricia: Juego y Aprendizaje Escolar, Ediciones Novedades Educativas 2001. www.infanciaenred.org.ar/ Yiassemides, A. P.: The Vygotskian Dynamic Assessment: Going Beyond the Clinical