En los procesos de enseñanza-aprendizaje
que se realizan en los centros docentes intervienen una serie de variables
que merecen una consideración especial, ya que de su organización
depende, en gran medida, el logro de las intenciones educativas. Una de
estas variables es el ambiente educativo, o entorno como elemento fundamental
del proceso educativo.
El desarrollo infantil es un proceso
de construcción global que se produce por las continuas relaciones
interactivas que los más pequeños realizan de forma espontánea
y sistemática en su entorno habitual.
Las relaciones niños/objetos,
niños/niños y niños/adultos están condicionadas
por el modelo de escuela en el cual se producen esos contactos. Por tanto,
diseñar un buen entorno educativo en nuestros centros no carece
de fundamento, por el contrario es una pieza esencial en el desarrollo
afectivo, social, cognitivo, etc. de los más pequeños. Y
ese entorno debe estar diseñado básicamente en torno a las
necesidades infantiles.
Los niños/as se sitúan
de manera espontánea en una continua relación con los materiales
de su entorno. A través de esas relaciones se desarrollan y aprenden
a dar respuesta a sus propias necesidades: de movimiento, de expresión,
de juego, de investigación, de socialización, de autonomía,
etc.
La organización del ambiente
físico escolar no puede ser otra que aquélla que fomente
y permita la comunicación entre los niños/as y el trabajo
en grupo desde planteamientos lúdicos. Estas exigencias infantiles
reclaman nuevos espacios de aprendizaje distintos de los tradicionales
que inviten a los niños/as a actuar de forma autónoma y
en contextos de colaboración. El aprendizaje de los más
pequeños pasa por un alejamiento discreto de las "fichas o láminas
de trabajo" en las que algunos docentes centran todo su quehacer diario,
para realizar toda una serie de actividades previas que den sentido y
coherencia a aquéllas.
A la hora de diseñar el entorno
educativo, cada profesor deberá tener en cuenta varios factores
como:
Las diferencias individuales entre
los niños, los materiales con los que cuenta, el espacio, etc.,
y así buscar su propio modelo organizativo en función de
estas variables. Además, el ambiente escolar tiene un carácter
dinámico, es cambiante en función de las personas que lo
utilizan y de las tareas a realizar.
No debemos olvidar que, el espacio
en la escuela debe estar diseñado en función de las necesidades
de los niños y niñas, con el fin de que puedan desarrollar
todas sus capacidades. De esta manera, podemos decir que la disposición
del espacio facilita determinadas tareas y dificulta otras, porque (Gairín,
1989) el medio físico, además de ser un elemento que genera
estímulos, incide sobre los comportamientos de los niños
y niñas. Por ello debemos organizar espacios flexibles, en los
que no se limite la realización de diferentes tareas y juegos.
Es la única manera en que garantizaremos un adecuado desarrollo
infantil, sin limitaciones.
Organizar y diseñar el entorno
educativo, no sólo consiste en organizar el espacio, sino también
en diseñar cuidadosamente el tiempo para las diferentes actividades,
los materiales que vamos a utilizar, las características de nuestros
niños de manera que las actividades que planteemos no varíen
significativamente de su entorno familiar y cultural, así como
sus características psicoevolutivas. Y lo que es más importante,
la capacidad del profesor de flexibilizar y cambiar su plan de actividades
diario en función de las necesidades de los niños, y en
función de las necesidades individuales de los niños.
Para ello, una observación
sistemática y continua sobre las actividades que los alumnos realizan
en los distintos espacios y con diferentes materiales, nos dará
las pautas necesarias para establecer las modificaciones oportunas.
El medio en el que el niño/a se desarrolla
constituye uno de los factores esenciales de su desarrollo personal. En
consecuencia, ese medio necesita ser estimulador, gratificante, afectivo,
rico y variado en posibilidades. De ahí la importancia educativa
de los materiales didácticos, de los espacios o rincones de trabajo,
y de la forma de organizar el trabajo infantil.