EL APRESTO
                    MATEMÁTICO EN LA FORMACIÓN INICIAL DEL NIÑO.
                Lidia Bartolo Guerrero  
                Universidad de Tarapacá
                Arica- Chile
                La
                    conocida profesora chilena, señora María del
                    carmen Rencort
                    señala en una de sus obras (1994, p.13): “La
                    misión de la Educación es lograr el pleno desarrollo
                    de toda la potencialidad de cada individuo que llegará así a
                    transformarse en una persona integrada a la sociedad, con intereses propios
                    y en permanente evolución autónoma”.
                Desde
                    esta perspectiva, la importancia de la Matemática
                    es indiscutible, la cual puede ser analizada desde una doble
                    perspectiva: como proceso y como producto.
                En
                    cuanto proceso, la formación matemática adecuada
                    permite desarrollar habilidades cognitivas y estructuras
                    de pensamiento generales y específicas, que preparan
                    al individuo para enfrentar con mayores probabilidades de éxito
                    tanto de los múltiples problemas de la vida cotidiana
                    y laboral, como los cambios y desafíos propios de
                    nuestra época. La matemática como ciencia deductiva
                    desarrolla el pensamiento lógico, agiliza el razonamiento,
                    la capacidad de deducción la
                    creatividad y la autonomía, todos estos aspectos propios
                    del pensamiento divergente.
                La
                    formación matemática, en cuanto producto, proporciona
                    un sistema estructurado de conocimientos (conformado por
                    conceptos y relaciones), además de un lenguaje y un
                    sistema de signos, que constituyen uno de los aspectos medulares
                    de la cultura contemporánea. El saber matemático
                    ha llegado a ser un poderoso sistema teórico de alto
                    nivel de abstracción, pese a lo cual constituye la
                    base estructural necesaria para el desarrollo científico
                    y tecnológico del mundo actual.   La  asimilación
                    del saber matemático, desarrollado, depurado y transmitido
                    por generaciones sucesivas de individuos, como parte importante
                    del acervo cultural de la humanidad, responde a lo que se
                    conoce como pensamiento convergente.
                     Ambas
                    formas de pensamiento, convergente y divergente, son necesarias
                    y complementarias en el acto del pensar matemático
                    y en la resolución de problemas.
                     Los
                    primeros conceptos matemáticos se forman durante la
                    etapa preescolar.   Aunque de carácter prenumérico,
                    estos conceptos sirven como base o andamiaje a todo el conocimiento
                    matemático posterior, especialmente a aquellos  relacionados
                    con números y operaciones aritméticas.
                     De
                    acuerdo a las teorías psicológicas modernas,
                    las nociones matemáticas básicas tienen su
                    origen en los esquemas motrices propios de los primeros estadios
                    de desarrollo del individuo.  Piaget  (Piaget y
                    Inhelder, 1983) afirma que cualquier adquisición mental,
                    no se da por simple aprendizaje sino por evolución
                    a partir de las edades más tempranas de la vida del
                    niño de una serie de estructuras mentales que van
                    progresando a través de etapas y en un determinado
                    orden, conformando sistemas cada vez más complejos.
                     De
                    acuerdo a las investigaciones de Piaget (Piaget y Szeninska,
                    1975, la iniciación de los aspectos numéricos
                    y las operaciones aritméticas elementales requieren
                    del niño el dominio de procesos lógicos y esquemas
                    de pensamiento específico, los cuales se adquieren
                    alrededor de los 7 u 8 años de edad, específicamente
                    cuando el niño ha alcanzado el estadio de las operaciones
                    concretas.
                     El desarrollo de
                    estas conductas prenuméricas debe, por lo tanto, ser
                    estimulado durante los últimos años de la educación
                    preescolar y al comienzo de la escolaridad básica.
                    La necesidad de esta estimulación es más evidente
                    si se toma en cuenta  que, de acuerdo a investigaciones
                    desarrolladas (Bartolo y Erber, 1993) un porcentaje significativo
                    de niños de primer y segundo año  de Educación
                    General Básica de las Provincias de Arica y Parinacota,
                    inician el aprendizaje matemático sin haber alcanzado
                    plenamente el periodo de desarrollo ya señalado.   Existen
                    fundadas sospechas  de que esta situación se
                    presenta también en otras regiones del país.   Cabe
                    entonces preguntarse acerca de la calidad de los aprendizajes
                    cuando estos son iniciados  sin contar con los esquemas
                    de pensamiento que constituyen sus fundamentos o requisitos.
                     El
                    conjunto de actividades destinadas a desarrollar las funciones
                    neuropsíquicas y esquemas de pensamiento necesarias
                    para el aprendizaje de los primeros conceptos numéricos
                    y operatorios, se conoce como aprestamiento matemático.   Estas
                    actividades deben estar estructuradas en un programa de trabajo,
                    el cual debe responder a un adecuado diagnóstico individual
                    y grupal.   El grado de efectividad de este programa
                    de actividades va a depender del nivel de desarrollo cognitivo
                    alcanzado por el niño, siendo mayor su efecto en aquellos
                    que se encuentran en un nivel de Transición y, por
                    lo tanto, están próximos al periodo de las
                    operaciones concretas.
                     De
                    acuerdo a Piaget  y sus seguidores, los conceptos y
                    conductas prenuméricas que se estimulan durante el
                    aprestamiento matemático constituyen las estructuras
                    lógicas primarias del razonamiento humano y constituyen,
                    en suma, las bases de la inteligencia.
                Consecuente con lo planteado, puede considerarse como objetivo
                    general del Aprestamiento Matemático: el desarrollo
                    de las conductas y conceptos que constituyen los fundamentos
                    y bases lógicas de los primeros conceptos cuantitativos
                    relacionados con números y operaciones aritméticas.            Este
                    objetivo general puede  desglosarse en los siguientes
                    objetivos específicos. (Oñativia y Boffa-Trasci,
                    1983).
                1.    Iniciar
                    el pensamiento del niño en la formación de
                    las estructuras lógicas que son anteriores a las estructuras
                    matemáticas básicas.
                2.    Construir
                    los principios básicos que conducen a la cuantificación
                    de la realidad y el valor cardinal y ordinal del número.
                3.    Internalizar
                    acciones que dan soporte concreto a las operaciones aritméticas
                    básicas.
                Según
                    Oñotivia y Boffa-Trasci (1983), aún existen
                    educadores que no reconocen la necesidad de un periodo preparatorio
                    para la enseñanza inicial, tanto de la lectoescritura
                    como de la matemática, aduciendo que las conductas  que éste
                    desarrolla  no tienen una relación directa con
                    los aprendizajes matemáticos posteriores.     
                Estos
                    planteamientos se basan en una concepción errónea
                    de lo que es el aprestamiento y de cuál es su objetivo.   Si
                    bien es cierto  que este periodo “compromete procesos
                    de maduración que en sí mismos no son todavía
                    ni lectores ni numéricos” (Oñotivia y Boffa-Trasci,
                    1983, p.35), se enfoca hacia “actividades y procesos de la
                    vida mental vinculados con las etapas de maduración
                    que son previas y necesarias al aprendizaje propiamente dicho” (Oñotivia
                    y Boffa-Trasci, 1983). Con esto se muestra que aunque sus
                    objetivos no son coincidentes, están estructuralmente
                    vinculados; es más, el periodo de aprestamiento proporciona
                    las bases lógicas que aseguran un aprendizaje matemático
                    razonado y no mecánico.
                Al
                    revisar las bases lógicas de la construcción
                    del concepto de número por el niño se puede
                    apreciar que la noción  de cantidad ha sido utilizada
                    espontáneamente desde siempre por el hombre (Rencoret,
                    1994), sin embargo,  los aspectos conceptuales del número,
                    sólo han sido abordados y enclarecidos en el último
                    siglo.
                El
                    número en su concepción más amplia (natural,
                    cardinal, entero, racional, etc.) es un constructo teórico,
                    como todos los entes matemáticos.   Esto
                    significa que es inaccesible a nuestros sentidos y que sólo
                    puede ser percibido con los ojos de la mente, capacidad privativa
                    de los seres humanos y uno de los componentes de la denominaba
                    habilidad matemática. El concepto de número
                    natural se fundamenta en ciertas relaciones que pueden establecerse
                    entre conjuntos finitos, específicamente en el concepto
                    de equivalencia entre conjuntos.  Según Rencoret
                    (1994), sólo los conjuntos tienen la propiedad numérica:
                    un objeto puede ser rojo, grande, largo o bonito, pero ningún
                    objeto tiene la propiedad de ser tres.   El número
                    no es una cualidad del objeto en cuanto ente físico
                    o concreto sino que emerge como característica de
                    un conjunto o clase de objetos. Surge así el número
                    natural como la propiedad común de una familia infinita
                    de conjuntos equivalentes; cada número natural representa
                    a una familia de conjuntos equipotentes y surge como la propiedad
                    que se desprende de la percepción de la característica  cuantitativa
                    de ellos.        
                 Construir
                    la noción de número como clase es una actividad
                    operatoria que, partiendo de la realidad concreta, alcanza
                    lo formal.   Efectivamente, se construye la noción
                    de número tres (como el del ejemplo) cuando se trascienden
                    los aspectos físicos de la realidad de los tres elementos     pertenecientes
                    a alguno de los conjuntos y se considera a éste como
                    elemento con el cual es posible operar.
                La
                    teoría piagetana diferencia la abstracción
                    de propiedades físicas (como color, tamaño,
                    etc.) de la abstracción de la cualidad numérica.   A
                    la primera se le denomina abstracción empírica
                    o simple mientras que a la abstracción de número
                    se la asocia con la abstracción reflexiva.             Según
                    Kamii (1984), en la abstracción empírica el
                    niño solamente focaliza una cierta propiedad de los
                    objetos e ignora las otras; en contrapartida, la abstracción
                    reflexiva involucra la abstracción de relaciones entre
                    objetos, relaciones que no tienen existencia externa o concreta  y
                    existen sólo en las mentes de aquellos que pueden
                    crearla.   Dado que este tipo de abstracción
                    es una construcción de la mente, también podría
                    denominarse abstracción constructiva.
                “A
                    pesar de la distinción entre la abstracción
                    reflexiva y la empírica, Piaget afirma que en el ámbito
                    de la realidad psicológica del niño no es posible
                    que alguno de estos tipos de abstracción exista sin
                    el otro” (Kamii, 1984, p. 17).   Esto significa
                    que el niño no puede construir el conocimiento físico
                    sino tiene un sistema  de referencia lógico-matemático
                    que le permita relacionar nuevas experiencias con conocimientos
                    ya existentes (por ejemplo, para distinguir el rojo de los
                    demás colores necesita un sistema clasificatorio);
                    por otra parte, durante los primeros estadios de desarrollo,
                    la abstracción reflexiva no puede ocurrir independiente
                    de la empírica, aunque más adelante ya no la
                    requiera.    La distinción entre estos dos
                    tipos de abstracción puede parecer poco importante
                    cuando los niños están aprendiendo los primeros
                    diez números cardinales (dígitos), pero puede
                    causar grandes problemas en el aprendizaje de ámbitos
                    numéricos mayores.
                El
                    número construido como clase tal como ha sido descrito
                    en los párrafos anteriores, “es un esfuerzo de la
                    razón, una actividad de la mente, una categoría
                    que aprehende la realidad bajo bajo el aspecto de la cantidad” (Rencoret,
                    1994, p. 49).
                Siguiendo
                    con el ejemplo del número tres, este número
                    además de representar la familia de conjuntos equivalentes
                    con tres elementos, indica la posición relativa de
                    esta clase con respecto a otras.   Así entonces
                    se puede decir que la clase del tres es menor que la clase
                    del “cuatro” pero es mayor que la clase del “dos”. Esto permite
                    formar la serie de números naturales en la cual cada
                    número tiene una posición y mantiene una relación
                    respecto de los demás.
                De
                    acuerdo a Piaget y Szeminska (1975), y tal como ha sido presentado
                    aquí, el concepto de número no puede desarrollarse
                    a partir de una definición, ni a partir de su nombre
                    (que sólo es un vocablo), ni a partir de un símbolo
                    (que sólo es un grafismo), sino que se construye a
                    partir de las relaciones que se pueden establecer y coordinar
                    en los objetos agrupados en conjuntos.   De ahí la
                    necesidad de estimular al niño a establecer todo tipo
                    de relaciones entre objetos primeros y entre conjuntos después.   Las
                    relaciones establecidas pueden ser de semejanza o de diferencia.   Las
                    de semejanza llevan, primero, a formar conjuntos con objetos
                    que presenten alguna característica (observable) en
                    la cual son semejantes, aunque en otras difieran (como por
                    ejemplo, el conjunto de los objetos que son juguetes, sin
                    que importe su color, tamaño o material); posteriormente,
                    a agrupar conjuntos que tengan entre sí la relación
                    de equivalencia.   Las relaciones de semejanza
                    llevan entonces a formar clases y familias y, más
                    adelante, cuando a partir de un conjunto de referencia se formen varias
                    clases o conjuntos, a clasificar.   Todo esto tiene
                    que ver con el aspecto cardinal de número.  
                Cada
                    uno de los conjuntos formados (subclases) es un subconjunto
                    del conjunto de referencia.   Esto permite afirmar,
                    por ejemplo, que el conjunto de las flores rojas es un subconjunto
                    del conjunto de las flores, o que el conjunto de las flores
                    rojas está incluido en el conjunto de las flores.
                    Aquí está presente otra de las conductas prenuméricas
                    conocida como “relación parte-todo”. También
                    permite plantear afirmaciones como: “algunas flores son rojas”, “todas
                    son flores” o “hay más flores que flores rojas”.     Esto
                    nos muestra que los cuantificadores lógicos todos,
                    algunos, ninguno, etc. y la relación parte-todo están
                    estrechamente relacionados con la relación de inclusión
                    y ésta con la idea de subconjunto.
                Las
                    relaciones también pueden ser de desigualdad las cuales,
                    al establecerse entre objetos, permiten afirmaciones tales
                    como: “Juan es menor que Luis” o “el lápiz verde es
                    más grande que el lápiz azul”. Más adelante,
                    establecidas estas relaciones entre conjuntos, permiten afirmaciones
                    tales como: “el conjunto A tiene menos elementos que el conjunto
                    B”  o “la cardinalidad de E es mayor que la cardinalidad
                    de F”. Y posteriormente, establecidos entre números,
                    permite afirmaciones tales como  6 < 8.
                Las
                    relaciones de desigualdad conducen a la ordenación
                    o seriación. A su vez, la idea de orden está estrechamente
                    relacionada con la idea de contar, pero no la agota.   La
                    acción de contar se manifiesta en niños desde
                    edades muy tempranas pero tiene diferentes connotaciones
                    según el estadio de desarrollo en el cual se encuentra
                    el niño.
                Según  Kamii
                    (1984) en niños muy pequeños es posible observar
                    la tendencia a contar objetos saltándose algunos o
                    contando un mismo objeto más de una vez, errores que
                    se presentan aún cuando conozca y sepa recitar perfectamente
                    la secuencia numérica hasta diez o más.  Esto
                    se debe a que el niño no siente la necesidad lógica
                    de colocar los objetos en un determinado orden  para
                    evitar omisiones o repeticiones.   Esta ordenación
                    no significa cambio en la disposición espacial de
                    los objetos sino una ordenación mental de ellos.
                “Este
                    proceso de contaje, esto es, la sucesiva asignación
                    de un número a los objetos paticulares que constituyen
                    una serie, corresponde al aspecto ordinal del número.   Queda,
                    sin embargo, un último paso, el que consiste en saber
                    que el número con el que se termina de contar una
                    colección puede ser utilizado para representar el
                    tamaño (la numerosidad o la muchedumbre) de una colección
                    entera.   Dicho conocimiento liga entre sí los
                    aspectos cardinal y ordinal del número” (Dickson y
                    otros, 1971, pág. 182).
                El
                    contar reflexivo también implica la convicción,
                    por parte del niño, de que la cantidad de elementos
                    que está contando no varía al cambiar el orden
                    en que los considere al contar;  esto y obviamente tiene
                    estrecha relación con la conservación de conjuntos
                    discretos.
                La
                    relación de orden, elaborada por abstracción
                    reflexiva, y no por simple mecanización o memorización
                    de la serie numérica, está estrechamente relacionada
                    con la inclusión jerárquica ya que para determinar
                    la cardinalidad de un conjunto, el niño tiene que
                    concebir los números en una relación de inclusión
                    jerárquica o inclusión sucesiva; esto significa
                    incluir mentalmente el uno en el dos, el dos en el tres,
                    el tres en el cuatro, etc., y no considerar las palabras
                    uno, dos, tres, etc., como elementos individuales e independientes
                    de la serie numérica.
                Sólo
                    cuando el niño es capaz de contar reflexivamente y
                    concebir la relación de inclusión jerárquica
                    que existe entre dos números, es capaz de dar respuestas
                    acertadas a interrogantes como:  ¿cuántas
                    casas hay aquí?.    La respuesta correcta
                    se obtiene cuando cuenta señalando sólo un
                    objeto por vez, llevando el control de los objetos que ya
                    han sido contados y cuando es capaz de asignar el último
                    número enunciado (cuatro) como respuesta al “cuanto”,
                    o sea, como cardinalidad del conjunto.
                Cuando “el
                    niño ha desarrollado la capacidad de agrupar considerando
                    las semejanzas y ordenar de acuerdo a las diferencias, adquiere
                    la posibilidad de clasificar y seriar simultáneamente.   Allí,
                    según Piaget, se origina el concepto de número
                    como síntesis de similitudes y de diferencias cuantitativas” (Rencoret,
                    1994, p. 48).
                Un
                    concepto, como el concepto de número,  es un
                    ente puramente mental, es inaudible e invisible (mientras
                    no existan formas de observar el contenido de la mente).       Para
                    representar un concepto se requiere de la utilización
                    de medios audibles y visibles como las palabras (habladas
                    o escritas) o marcas sobre una superficie (grafismo).   Así la
                    palabra ocho y el grafismo 8 son signos convencionales asociados
                    a una idea: el número 8.
                Estos
                    signos (palabras o grafismos) que permiten evocar números,
                    son una creación del hombre y, por lo tanto, han ido
                    evolucionando a través de la historia de la civilización
                    del mismo modo como han evolucionado el lenguaje, costumbres
                    y creencias.   Esto significa que aunque actualmente
                    los grafismos 1, 2, 3, etc., son de uso universal, no siempre
                    fue así y que las palabras asociadas a ellos cambian
                    según el idioma (son convencionales).   En
                    consecuencia, estos signos no pueden ser adquiridos espontáneamente
                    por el hombre como producto de una maduración o desarrollo,
                    por el contrario, requieren de transmisión social.
                El
                    signo usado para comunicar un número por escrito se
                    denomina numeral.   Estos se pueden combinar mediante
                    reglas conformando un sistema de numeración, el cual
                    permite expresar diferentes números con una cantidad
                    reducida de símbolos básicos.   A
                    través de la historia se han creado diferentes sistemas
                    de numeración; prácticamente todas las grandes
                    culturas idearon algún sistema de numeración
                    para expresar aspectos cuantitativos requeridos por su vida
                    diaria.   Actualmente el sistema de numeración
                    usado universalmente es el denominado indoarábigo
                    debido a que se considera desarrollado por los hindúes
                    y difundido por lo árabes.
                Los primeros sistemas de numeración
                    surgen en el seno de las grandes culturas del mundo antiguo,
                    tales como la cultura egipcia, la cultura babilónica,
                    la romana, etc. Sin embargo en las tarjas (conocidas como “cuantos” encontradas
                    en las paredes de cavernas prehistóricas, en los nudos
                    incas (conocidos como quipus), etc., puede apreciarse que
                    el hombre primitivo tuvo desarrolló el concepto de
                    número, asociado a la equivalencia de conjuntos concretos
                    y finitos, muchísimos siglos antes de que apareciera
                    la escritura e incluso, antes de que se desarrollar el lenguaje.
                    Es por eso que, no se puede suponer que el niño “aprende” los
                    números cuando puede usar vocablos como “ocho” o reconocer símbolos como 8. Tal
                    como ha sido presentado aquí, la construcción
                    del concepto de número se
                    inicia mucho antes, con las experiencias prenuméricas
                    como comparar, trabajar con series cualitativas (patrones)
                    o cuantitativas, establecer relaciones parte-todo (o inclusión
                    de clase), clasificar, establecer relaciones uno a uno, usar
                    cuantificadores, etc., cuyo valor debe ser conocido por los
                    educadores infantiles, a quienes corresponde fundamentalmente
                    sentar las bases del número.
                BIBLIOGRAFIA
                Bartolo, L. & Erber, S. (1993.)  Desarrollo
                    cognitivo de los niños del Primer ciclo de la Educación
                    General Básica de las Provincias de Arica y Parinacota.  (Informe
                    final de investigación).  Arica: U. de Tarapacá,  
                Dickson, L  et  al (1971).  El aprendizaje de las matemáticas. Barcelona:
                    Labor. 
                Kamii, C. (1984).  A
                    crianca e o número. Campinas: Papirus. 
                     Oñativa,
                  O. & Baffa -Trasci, L. (1983). Método integral para el aprendizaje de la
                  matemática inicial. Buenos Aires: Guadalupe. 
                     Piaget,J. & Inhelder,
                      B. (1983). Geneses das estructuras lógicas elementares.
                      Río de Janeiro.
                Piaget, J. & Szeminska, A. (1975).   A geneses do número na crianca. Río de Janeiro: Zahar. 
                Rencoret, M. (1994)  Iniciación matemática. Santiago: Andrés Bello..
                ANTECEDENTES
                    DE LA AUTORA
                lbartolo@uta.cl
                Lidia del Carmen Bartolo Guerrero, académica de la
                    Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad
                    de Tarapacá (Arica- Chile), donde tiene a cargo las
                    cátedras de Didáctica de las Matemáticas
                    en las carreras de pedagogía en educación Básica
                    y pedagogía en matemática. Tiene  título
                    de Profesora Primaria  y de Profesor de Estado en Matemática.  
                RESUMEN
                    DEL TRABAJO
                La iniciación de los aspectos numéricos y las
                    operaciones aritméticas elementales requieren del
                    niño el dominio de procesos lógicos y esquemas
                    de pensamiento específico, los cuales se adquieren
                    alrededor de los 7 años de edad, específicamente
                    cuando el niño ha alcanzado el estadio de las operaciones
                    concretas. Es por ello que durante los últimos años
                    de la educación preescolar y al comienzo de la escolaridad
                    básica deben estimularse el desarrollo de conductas
                    prenuméricas que sirven como base o andamiaje a todo
                    el conocimiento matemático posterior, especialmente
                    a aquellos  relacionados con números y operaciones
                    aritméticas. Sin embargo, no todos los educadores
                    infantiles comprenden a cabalidad la importancia que tienen
                    actividades como comparar, ordenar, formar conjuntos, etc., en la construcción del concepto
                    de número por el niño. El propósito
                    de este trabajo es precisamente  aclarar esto.