La utilización de la práctica laboral como actividad esencial en la formación del profesional ha sido objeto de estudio, de abundante discusión, y de diferente aplicación. Esta multiplicidad de aplicaciones no solamente ha dependido del desarrollo científico, sino también de las necesidades sociales y técnicas, que han impuesto criterios para la búsqueda de soluciones científicas a partir de condiciones particulares.
Los cambios acaecidos en el mercado del trabajo han acortado notablemente los períodos de utilidad de las competencias profesionales trasmitidas a través de los planes de estudios tradicionales de las universidades. La velocidad de estos cambios es tal que determina una gran incertidumbre respecto a las tareas que desempeñarán los futuros profesionales, de lo que se deriva que hoy día se requiera de estos egresados una gran versatilidad, la capacidad de estar abiertos al cambio, de promover estos cambios, y de identificar y resolver problemas valorando entre diversas alternativas.
Esto implica que la formación del profesional tiene que estar apta para dar respuesta a los nuevos desafíos, cosa que en los últimos tiempos ha sido muy cuestionada, y donde se plantea la falta de calidad en la formación de estos profesionales. En esto, por supuesto, inciden factores extra institucionales que condicionan esta realidad, y factores internos, que dependen de cómo se ha estado concibiendo la formación en los últimos años.
El problema de la calidad educativa, actualmente en el candelero de cualquier enfoque educacional, se refleja de modo particular en aquellos que están encargados de la formación y superación del personal docente, y en muchos países se habla de hacer una profunda reforma universitaria (y no universitaria) en las instituciones que se dedican a formar profesionales para la docencia.
Esto ha implicado reformas y reajustes curriculares en muchos planes de formación, donde se enfatiza ya en la necesidad de establecer mecanismos de articulación necesarios entre los centros que forman personal pedagógico y el resto del sistema educacional.
El caso de la educación de la primera infancia es quizás uno de los más agudos en esta problemática. La utilización frecuente de personal desprofesionalizado, con solo buenas intenciones y afecto hacia los niños por una parte, pero sin ninguna preparación eficaz, ha sido uno de los problemas vigentes en la práctica pedagógica profesional, y por la otra el anquilosamiento y la falta de capacitación de los que tienen el nivel legal requerido, ha sido una constante dentro de muchos de los sistemas educacionales, problemática que es mucho más seria en los países menos favorecidos cultural y económicamente.
Se ha dicho que, desde el punto de vista educacional, la eficiencia de los programas de la primera infancia no está directamente relacionada con la teoría curricular que se utilice ni con el tipo, la escasez o la abundancia de los recursos y materiales que se usan, sino que la misma está ligada a la calidad del agente educacional.
La importancia de la labor del docente en la mejora cualitativa de los sistemas educativos es reconocida de manera unánime por todos los sectores que se implican en la educación, no obstante, la atribuida relevancia de ese rol no se traduce en el mismo consenso a la hora de establecer los modelos de formación, que muchas veces carecen de lo que se les otorga en el plano teórico-conceptual, pero que no se materializa en la realidad profesional.
Al respecto, G. Fujimoto y M.V, Peralta plantean que la metodología de los programas formativos para los docentes ha de estar caracterizada por la flexibilidad y apertura del proceso educativo, la integración teórico-práctica, la posibilidad de aplicación del conocimiento en contextos reales, y de generar conocimientos desde la reflexión sobre procesos prácticos, la contextualización social económica, social y cultural del aprendizaje y la autodeterminación de los participantes en el proceso.
Desde este punto de vista, la reflexión para el mejoramiento de la calidad en la formación de los docentes ha de estar centrada en la reflexión de su práctica, en la elaboración de conocimientos a partir de la misma, y en su actualización.
A partir del concepto de actividad, como categoría que designa el modo de existencia y transformación del hombre en su mundo, la misma se concibe en tres subcategorías o dimensiones de la forma existencial de la realidad social, que son la actividad práctica, la actividad cognoscitiva o gnoseológica y la actividad valorativa o axiológica.
La actividad práctica es considerada como la actividad transformadora, adecuada a fines, en la cual se produce la interrelación dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo, y dentro de la cual el trabajo, o actividad laboral, se destaca como la principal del hombre encaminada a un fin productivo.
La actividad práctica, dado su carácter integrador, cumple la función de núcleo estructurador del sistema de actividades que media la relación sujeto-objeto, a tal punto que su propia definición implica la determinación del sistema. La práctica, es una relación esencial entre el sujeto y el objeto, donde lo ideal y lo material interactúan recíprocamente, deviniendo en la actividad humana principal.
La práctica implica necesariamente la existencia de un sujeto y de un objeto, relación que resultaría inexplicable al margen de la categoría actividad y de la práctica.
La actividad cognoscitiva o gnoseológica está derivada de la actividad práctica y condicionada por ella. A través de esta forma especial de actividad se produce un reflejo activo y creador de la realidad en forma de conocimiento, que se expresa en teorías, leyes, categorías, entre otras.
Desde este enfoque la aprehensión de la realidad que se da a través del conocimiento transcurre de lo sensorialmente concreto a lo psíquico abstracto, y de este a lo concreto pensado, en un movimiento de interrelación mutua inseparable.
La actividad valorativa o axiológica encarna y objetiva las relaciones valorativas, en la que el sujeto aborda el objeto a partir de la concesión de un valor, es decir, de su significado moral, cultural, ético, estético, etc. Así, el sujeto actúa de acuerdo con sus necesidades, y en la misma medida, evalúa su realidad, discrimina lo negativo de lo que no lo es, y en este sentido todo conocimiento está siempre implícito en una actividad valorativa.
A partir de este punto de vista, y al considerar la significación de la actividad que designa el modo de existencia y transformación del hombre en su medio, su formación y educación ha de transcurrir indefectiblemente en la actividad, en sus dimensiones señaladas: práctica, cognoscitiva y valorativa.
Algunos incorporan a estas tres dimensiones la actividad comunicativa, mediante la cual se trasmite la cultura de la humanidad a través de los medios expresivos del lenguaje y otras formas de expresión humana.
En realidad la categoría comunicación es una forma de actividad, y por lo tanto, más que una subcategoría es una forma específicamente humana de actividad, donde la relación sujeto-objeto se transforma en una nueva relación sujeto-sujeto. Es por ello, que para no entrar en diatribas conceptuales, se puede afirmar categóricamente que el hombre es producto de la actividad y la comunicación.
Si bien estas posiciones no han sido históricamente valoradas de esta manera en la formación del educador más tradicional, en la actualidad avanza sin detenerse la concepción de que el aprendizaje ha de tener sentido y significado para el que aprende, y que los conocimientos se construyen a partir de la actividad del sujeto.
Desde este punto de vista la actividad práctico-laboral asume un lugar importante en la formación del hombre como tal, y del educador en particular.
La práctica laboral ha sido poco estudiada en cuanto a sus aspectos organizativos, de ahí que haya dificultades para establecer su tipología de enseñanza, con alguna que otra excepción como es el caso de la práctica médica en la formación de estos profesionales, que históricamente ha sido bastante bien definida en la mayoría de las sociedades actuales.
Sin embargo, la correspondiente a la formación de educadores, y en particular la de los de la primera infancia, ha sido por lo general poco estudiada y considerada dentro del plan de estudios de estos profesionales.
El diseño del área de formación práctico-laboral ha de estar vinculado de manera sistémica con los objetivos generales de la formación del educador, y no es posible concebir una formación apropiada del mismo si no se parte de la aceptación de este planteamiento.
Esto se deriva del doble carácter de la práctica como fuente del conocimiento y comprobación de la validez de la teoría, de su desarrollo paulatino mediante la ejercitación ininterrumpida por parte de los estudiantes de tareas propias de su esfera de actuación, en la apropiación gradual de los modos de acción de su quehacer profesional, en su vinculación directa con las actividades de la institución, la familia y la comunidad, y en la formación de cualidades profesionales mediante la ejecución de funciones previstas en el modelo del profesional.
Esta síntesis refleja una concepción de la actividad práctico-laboral actualizada y correspondiente con las necesidades presentes en la formación del educador de la primera infancia.
Esta actividad práctico-laboral se expresa en formas organizativas propias de esta área de formación y asume una tipología que puede reflejarse y definir estas formas a partir de cinco criterios fundamentales:
1. Un criterio temporal, relativo a la relación existente entre las formas y el tiempo que se dedica a las mismas. Desde este punto de vista pueden denominarse de la siguiente manera:
Sistemática, que se establece por determinados periodos breves de tiempo, que se realizan repetidamente y distribuyen a lo largo del trimestre, cuatrimestre, semestre o curso, de acuerdo con la estructura del plan de formación.
Concentrada, aquella que transcurre en lapsos más largos y continuados, y que se distribuyen de acuerdo con los propósitos más amplios de los objetivos pedagógicos.
La terminología es convencional, y se puede dar otro nombre cualquiera para designarla: de estancia corta y prolongada, de horas y semanas, transitorias y permanentes, etc.
2. Un criterio de nivel de asimilación (que expresa una relación entre el contenido y la forma organizativa que se adopta). Estas pueden ser:
Familiarización, que se organiza para propiciar un acercamiento afectivo, cognitivo instrumental y ético cosmovisivo del estudiante a los problemas propios del objeto de su profesión.
Reproductiva, orientada a la ejercitación de modos de actuación de la profesión a partir de determinados modelos.
Productiva, que se caracteriza por una independencia creativa e integración de los aprendizajes en los modos de actuación del profesional que se forma.
3. Un criterio de esferas de actuación, que expresa una relación forma-método-medio, dada en la interacción espacio y objeto de influencia. Las mismas pueden ser:
Institucional, referida a la práctica que se realiza en un centro infantil como tal.
No institucional, no formal o no escolarizada, cuando se lleva a cabo en las condiciones de las vías no convencionales de la educación de la primera infancia.
Familiar, enfocada a una relación de influencia sobre el medio familiar, con los padres y demás miembros del hogar.
Comunitaria, caracterizada por acciones en la comunidad, para coordinar relaciones de influencia y apoyo.
4. Un criterio socio-participativo, expresada en el abordaje y solución de tareas con ayuda y mediación del individuo y el grupo. Tales pueden ser:
Individual, que se ejecuta de manera independiente por el estudiante
Grupal, donde se establece una relación de colaboración entre el individuo y el grupo social.
5. Por un criterio de carácter de la actividad, referida a la naturaleza de las acciones, siendo una expresión de la relación forma-método.
Observación valorativa, que se caracteriza por una relación externa entre el estudiante en su práctica y su objeto de la profesión.
Interventiva, que se distingue por la ejecución de acciones en función de la solución total o parcial de determinados problemas.
Estos cinco criterios no se excluyen, sino que funcionan interrelacionados para permitir la variedad de condiciones que puede asumir la organización de la actividad práctico-laboral, partiendo del supuesto del rol activo del estudiante dentro del proceso educativo, y del reconocimiento de que el proceso educativo práctico-laboral requiere de una estructuración didáctica. Utilizado de manera apropiada se puede convertir en elemento integrador que equivalencie el énfasis academicista de la formación del educador.
Esta práctica laboral, en cualquiera de sus variantes, ha de tener las siguientes condiciones:
A. Carácterproblematizador de la teoría y la práctica
Pretende asignarle a la práctica su lugar correspondiente, a partir de problemas previamente determinados para darles una solución integrada.
B. Carácter investigativo
La práctica he de ser un proceso de planteamiento y solución de problemas con las alternativas que se pueden utilizar en un momento dado el nivel de conocimientos del estudiante. Estas soluciones han de surgir del intercambio, la reflexión y la interpretación de la realidad concreta.
Para ser utilizado como fuente para el diagnóstico, buscando alternativas en la solución de problemas educativos y la evaluación de sus resultados
La práctica ha de ser concebida como un sistema, lo cual implica considerarla como un conjunto íntegro de actividades para mejorar la calidad de la preparación del futuro educador bajo determinadas condiciones. Ello conlleva que las actividades han de tener continuidad y consecutividad.
La identificación de las tareas práctico-laborales del estudiante ha de posibilitar su adecuación a la realidad, lo que implica una mejora constante y una aceptación de lo particular dentro de lo general.
Implica que cada estudiante pueda elaborar su programa de trabajo en cada período a partir de la orientación básica del profesor. La acción de valoración se forma sobre la base del control y permite determinar la calidad alcanzada, y el grado de correspondencia entre las exigencias y los resultados.
Está dado por la unidad de las áreas de formación de la educación de la personalidad del profesional, de los factores del proceso docente-educativo, y de los contenidos de las diferentes asignaturas, módulos o disciplinas, en función de problemas formativos determinados. Parte de un enfoque integral de la realidad, su desmembramiento para su comprensión, y de ahí nuevamente a su integración.
En la realización de las actividades práctico-laborales es importante establecer que la tipología que se utilice parta de una estructuración didáctica. Para esto se ha de determinar previamente cuales son los problemas formativos a los que ha de enfrentarse el estudiante de acuerdo con el nivel estructural, para que transite de manera eficaz de simple ejecutor de tareas a solucionador de problemas cognoscitivos y prácticos integrales.
También metodológicamente se ha de tomar en cuenta que el estudiante se enfrente al problema con un criterio integrado, visto desde sus múltiples dimensiones, para lo cual tendrá que echar mano de toda la información y conocimientos que le provean todas las asignaturas.
La inclusión de la actividad práctico-laboral guarda una estrecha relación con el modelo curricular que fundamenta el proceso educativo. Desde este punto de vista para algunos esta actividad práctica no tiene un gran valor formativo, en el sentido de que se considera que la que realmente lo posee son las actividades de tipo académico.
Esto es un criterio que la realidad actual ha ido superando, pues no se puede pensar en un profesional realmente apto si no se entrena desde temprano en las condiciones que posteriormente han de caracterizar su práctica profesional. Por otra parte, la práctica, como criterio de la verdad, permite al estudiante validar lo que aprende mediante el sistema de conocimientos y a la vez desarrollar sus habilidades, que en un futuro se corresponderán con su campo de acción.
En el caso específico de la educación de la primera infancia, esta práctica laboral reviste una mayor importancia, dado que su objeto de estudio, los niños de estas edades, están en un continuo proceso de cambio y transformación que solamente el contacto directo y estrecho permite valorar en toda su dimensión.
Pero no solamente la actividad práctico-laboral del estudiante está dirigida a validar los conocimientos y las habilidades, sino que de igual manera esta enfocada a consolidar la motivación para una tarea de esta naturaleza, y que en las condiciones reales de la práctica pedagógica es como verdaderamente se comprueba y manifiesta.
Las actividades práctico-laborales no han de concretarse exclusivamente a las condiciones del centro infantil, sino que de igual manera se han de realizar en las vías no formales, la familia y la comunidad, de modo tal que el estudiante tenga una visión integral de su objeto de estudio y forme las habilidades práctico-profesionales que ha de desarrollar en su vida laboral al egresar. Estas actividades han de ser el marco idóneo para la integración de las áreas de formación académica, de formación investigativa, y de la propia actividad práctico-laboral, lo cual es fundamental en la formación profesional de los estudiantes.
El área de formación práctico-laboral ha de ser el núcleo central alrededor del cual giran y se integran las áreas académica e investigativa. Esto se fundamenta en los siguientes criterios:
(a) El enfoque profesional que todas las asignaturas, módulos o disciplinas han de tener implícito, por su vínculo directo con el modelo del profesional.
(c) La práctica en su doble carácter de fuente de conocimientos y vía para comprobar la validez de la teoría.
(d) La ejercitación ininterrumpida de tareas propias de las esferas de actuación, lo que contribuye al desarrollo paulatino de los estudiantes.
(e) La apropiación de manera gradual, de los modos de actuación del educador en su quehacer profesional, a partir de la modelación, hasta la realización de tareas con los niños.
(f) El vínculo con la actividad científica desde los primeros años, a partir del estudio y la observación de problemas, la aplicación de determinados métodos y la realización de trabajos de curso y de tesis.
(g) El tránsito de los estudiantes por los diferentes grupos de años de vida, en el centro infantil, así como con los grupos de niños que no asisten a la institución y se encuentran en las vías no formales, lo que garantiza el dominio de las especificidades del trabajo en cada caso.
(h) La vinculación directa de los estudiantes a las actividades de la institución preescolar con la familia, y la comunidad y en la aplicación de vías no formales de la educación de la primera infancia.
La formación profesional del estudiante mediante la actividad práctico-laboral ha de seguir las mismas direcciones anteriormente planteadas en las funciones del educador, a saber:
1. Formación y desarrollo de habilidades para la preservación y cuidado de la salud física y mental de los niños.
2. Formación y desarrollo de habilidades para la dirección del proceso pedagógico.
4. Formación y desarrollo de habilidades en relación con su superación científico-metodológica.
5. Formación y desarrollo de habilidades para realizar tareas de investigación de problemas de la educación de la primera infancia.
Estas direcciones de la actividad práctico-laboral han de concretarse en tareas pedagógicas que los estudiantes deben realizar en los diferentes años de su formación, encaminadas al logro de las habilidades señaladas en las funciones del educador:
A partir de la tipología establecida en páginas anteriores, la práctica laboral se ha de distribuir por años de la formación, en un sentido ascendente de mayor complejidad y tiempo de permanencia en las tareas prácticas en el centro infantil y la vía no formal de educación.
Los criterios de distribución y tiempos asignados a la misma podrán ser variados, en dependencia del modelo curricular que se asuma, y de la importancia que este modelo le otorgue a la actividad práctico-laboral.
A continuación se ejemplifica un sistema de prácticas laborales tomado de un modelo curricular en el cual se le concede a la misma un lugar relevante, en una licenciatura que abarca cinco años de formación:
Este modelo plantea la realización de prácticas de forma sistemática y en períodos concentrados, que se distribuyen por años de formación de la forma siguiente:
a) 8 horas semanales (práctica sistemática)
b) 4 semanas concentradas (incluye una semana de familiarización que ha de realizarse a principios del curso escolar).
a) 8 horas semanales de práctica sistemática
b) 5 semanas concentradas
Tercer año
a) 16 horas semanales de práctica sistemática
b) 2 semanas concentradas
a) 16 horas semanales de práctica sistemática
b) 6 semanas concentradas
a) 40 semanas de práctica concentrada
Como se destaca en el modelo expuesto como ejemplo, la actividad práctico-laboral va cada vez ocupando mayor tiempo de la actividad formativa del estudiante, hasta concluir en el último año en que todo el tiempo de formación se realiza en el centro infantil o la vía no formal, directamente en contacto con la realidad pedagógica.
Otros modelos podrán no ser tan completos y abarcadores, pero decididamente la actividad práctico-laboral ha de ocupar un lugar prominente dentro de la formación del estudiante, pues es la que permite de forma más directa y activa ejercitar al mismo en las actividades propias de su quehacer profesional.
En cualquier variante la organización de la práctica laboral ha de contemplar:
Para la elaboración del plan de actividades práctico-laborales se ha de tener en cuenta el cumplimiento de las exigencias metodológicas y organizativas para este tipo de actividad. Este plan ha de procurar que la misma no se convierta en una suma de tareas aisladas de las diferentes asignaturas y permita comprobar la utilidad de los conocimientos adquiridos y el desarrollo alcanzado mediante las áreas de formación académica e investigativa, en la solución de los problemas de la práctica.
Por otra parte, ha de posibilitar retomar los contenidos de las prácticas realizadas anteriormente, de modo que se dé una retroalimentación constante, se refuerce la solidez de los conocimientos adquiridos, su sistematización y profundización, y se posibilite un desarrollo efectivo de las habilidades profesionales.
La especificidad de la práctica se ha de valorar en cada caso, detectando las necesidades, de acuerdo con las asignaturas que se imparten en el año y los contenidos precedentes.
La actividad práctico-laboral ha de ser evaluada, y en la misma ha de comprobarse el grado en que se logran los objetivos definidos para cada año de la formación, así como valorar el nivel de aplicación de los conocimientos y el desarrollo de las habilidades profesionales.
La evaluación de la práctica laboral ha de tomar en consideración la calidad de las actividades previstas para cada año, el grado de desarrollo alcanzado en las habilidades profesionales, el desarrollo de las cualidades personales; la disciplina laboral de los estudiantes y su participación en las actividades sociales que se realizan; los niveles de independencia y creatividad alcanzados, las relaciones con el colectivo pedagógico de los centros en que ser realiza dicha práctica, con los niños, los padres y la comunidad, la dedicación a su actividad profesional y otros indicadores que se consideren transcendentes.
El control y evaluación de la práctica ha de ser individual para cada estudiante, lo cual significa evaluar a cada uno de acuerdo con la calidad del trabajo realizado desde el punto de vista de la educación de los niños en su sentido más integral y en correspondencia con las particularidades de cada estudiante, así como con las condiciones concretas en que desarrolla su actividad.
Esta evaluación se realizará de manera sistemática sobre la base de la observación y el control sistemático de la labor del estudiante, y ha de constituir un elemento de gran importancia en la valoración del rendimiento del estudiante en cada año de su formación. Esta evaluación ha de llevarse a cabo tanto por los profesores que tienen la responsabilidad de conducir la práctica en el plan de formación, como por los tutores del centro infantil o la vía no formal en que se inserta al estudiante.
La evaluación de la actividad práctico-laboral tiene un carácter diagnóstico de las condiciones técnicas y formación de la personalidad del estudiante, por lo que de acuerdo con los resultados de la evaluación en los que se valoran los principales logros y deficiencias en el cumplimiento de las tareas y el nivel de desarrollo de sus habilidades profesionales se define el plan de medidas que debe cumplir cada estudiante en la siguiente etapa de formación.
Los resultados de su evaluación práctico-laboral ha de ser conocido por el estudiante, para que pueda valorar cómo marcha su desarrollo profesional y hacerle consciente de hacia donde ha de dirigir sus esfuerzos.
La organización de la actividad práctico-laboral es un aspecto importantísimo en la estructuración de la misma, pues de ella depende en mucho que cumpla sus objetivos. Asimismo, su evaluación permite adecuarla a las necesidades particulares de cada estudiante, de modo tal que pueda reestructurarse de acuerdo con las cambiantes condiciones.
No obstante, lo que es necesario definir claramente son las particularidades que tiene esta práctica laboral y su contenido, pues de que como se entienda que se pretende con esta actividad, de igual manera serán los resultados a obtener. La práctica laboral no es simplemente poner a hacer al estudiante sin un objetivo claramente establecido, cuando esto sucede el alumno puede fácilmente perder la motivación, no sólo por este tipo de actividad sino incluso por su propia carrera.
Desde el momento que se habla de esta actividad como una práctica “laboral” ello implica que es precisamente el trabajo el contenido fundamental de esta actividad, trabajo que refleja el futuro campo de acción donde actuará el estudiante ya convertido en profesional. El superobjetivo final de la práctica laboral no es tanto quizás la asimilación de conocimientos y el entrenamiento de las habilidades, como que el estudiante aprenda a amar su objeto de trabajo, respete el trabajo de los demás, y se cree exigencias internas para hacerlo cada vez mejor.
La practica-laboral tiene que ser activa y dinámica, una práctica pasiva, que no ofrece estímulos a la acción, que no posibilita que el estudiante haga y experimente, no es una buen a práctica. Incluso, aunque la actividad esté concretada solamente a observar lo que el personal del centro infantil hace, esta observación tiene que ser participante, y donde el alumno se sienta involucrado en el fenómeno que observa.
La práctica laboral ha de ser reflexiva. Esto quiere decir que haga pensar al estudiante, que lo obligue a hacer análisis sobre la base de los conocimientos que ya posee, y que le permita, mediante un proceso de reflexión, llegar a conclusiones de acuerdo con sus posibilidades actuales de conocimiento.
La práctica ha de tener un alto nivel de exigencia. Cuando el estudiante detecta que fácilmente puede resolver los cuestionamientos que la práctica le plantea, es muy fácil que se desmotive hacia la actividad. Por el contrario, cuando esta práctica le exige conocer, le plantea hacer con un determinado nivel de competencia, entonces la práctica motiva a la acción. Por eso establecer parámetros altos para evaluar el resultado de la práctica es una condición que la misma ha de tener.
La práctica laboral ha de conducir a un resultado. Con cierta frecuencia se observan actividades prácticas que no plantean obtener un cierto grado de logro en el objeto que se estudia, simplemente se concreta a destacar el fenómeno sin analizar si el proceso ha sido efectivo o no. Esto, además de ser poco motivante, no ayuda a que el estudiante afiance sus conocimientos sobre el objeto que analiza, pues no se concreta un resultado a esperar, solo a verlo en movimiento. Y si bien el proceso es importante, más aún lo es valorar el resultado de dicho proceso.
La práctica laboral ha de ser cada vez más semejante a la acción real. Esto implica que el estudiante deba ir realizando acciones que lo acerquen cada vez más a lo que podría hacer si fuera un profesional. Esta prueba de la realidad no tiene que esperar a que el estudiante egrese, sino que, una vez apertrechado ya de los suficientes conocimientos y habilidades, actuar en la práctica como lo haría en la práctica pedagógica real. Es por eso que, en algunos sistemas educacionales, en los últimos períodos de la práctica el estudiante es ubicado en un grupo de niños y trabaja como si fuera en verdad el educador, prueba de fuego que consolida su motivación y lo impulsa a ser mejor.
El contenido de la práctica laboral se concibe a partir de los objetivos generales educativos e instructivos que se plantean en el modelo del profesional. En este sentido es importante que en la planificación y organización de la actividad práctico-laboral el estudiante tenga la oportunidad de transitar por todos los grupos etarios desde un primer momento, lo cual le ayuda a definir su propia proyección laboral, pues muchas veces los que ingresan para formarse como educadores, traen una imagen idealizada, no sólo de su trabajo sino de los niños con los que ha de trabajar, y poder conocer todo el proceso evolutivo de la formación y educación de estos, puede contribuir a despejar esa imagen ideal y adecuarla a una realidad que es la que verdaderamente se ha de enfrentar al egresar de su propia formación.
Para analizar el contenido de la actividad práctico-laboral se ha de tomar como ejemplo un plan de formación de cinco años, correspondiente a una licenciatura que comprende la formación y educación de los niños desde el nacimiento hasta su ingreso a la escuela. En aquellos centros infantiles que solamente se ocupan de un determinado nivel de edad, la racional de este sistema que se ha de proponer ha de ser ajustada para que se adecue a una organización del trabajo educativo y de los grupos de niños diferente, pero que en su base ha de seguir la misma proyección.
El objetivo fundamental de la actividad práctico-laboral durante el primer año de la formación del estudiante ha de recaer en la familiarización, es decir, en observar y conocer el funcionamiento general del centro infantil o la vía no formal, así como de empezar a saber cuales son los deberes funcionales del personal que trabaja en ambas vías. Esto hace a la observación como la habilidad rectora en el primer año de inserción en la práctica.
Dentro de esta habilidad los estudiantes podrán:
· Observar la organización general del centro infantil o el grupo no formal
· Observar la organización de la vida de los niños en sus grupos etarios
· Observar como se realizan las actividades pedagógicas
· Observar el desarrollo de la actividad libre
· Observar el trabajo que realiza la institución con la familia y la comunidad
· Conocer los expedientes de salud de los niños
· Observar el trabajo del medico y la enfermera
· Observar como se realizan los procesos de satisfacción de necesidades básicas (aseo, alimentación, sueño, etc.).
Muchas otras acciones que se realizan en el centro infantil o el grupo de educación no formal pueden incluirse dentro de esta observación, que persigue familiarizar a los nuevos estudiantes con su objeto de trabajo.
Esta no es una observación pasiva, sino que a través de todo el curso escolar se han de mantener dos direcciones de la practica laboral:
1. Familiarización con las actividades del sistema de formación práctico-docente
Dentro de esta familiarización la actividad práctico-laboral ha de iniciarse con visitas al centro infantil o vía de educación no formal, para conocer su actividad y recibir información sobre la estructura organizativa del centro infantil, las actividades que desarrollan, las características de los niños, así como los documentos normativos y metodológicos que regulan la actividad de la institución.
A partir de esta información el estudiante estará en capacidad de describir las particularidades generales y específicas de la institución infantil o el grupo no formal.
2. Formación de habilidades pedagógicas generales y específicas
En esta dirección el estudiante realizará la observación de actividades pedagógicas y procesos de satisfacción de necesidades básicas, lo que le ha de permitir identificar los tipos de actividades realizadas, describir la manifestación de la interrelación entre los niños y el educador, así como algunas particularidades del desarrollo de los niños observados.
En esta dirección recibirá información sobre los documentos normativos y metodológicos, y estudiará los expedientes de salud de los niños, como forma de entrar en relación con todas las áreas de trabajo del centro infantil.
En este año se han de incluir tareas y actividades que permitan al estudiante apoyar el trabajo educativo que se realiza en la institución, tanto en el desarrollo y organización de las actividades pedagógicas y procesos de satisfacción de necesidades básicas como en la elaboración de medios de enseñanza.
La actividad de observación mantienen su vigencia, pero ahora se encamina a un nivel productivo y dirigida a la formación de habilidades pedagógicas generales y específicas.
Esto podrá llevarse a cabo en acciones tales como:
· Analizar las particularidades del desarrollo de los niños en correspondencia con la edad
· Valorar los aspectos organizativos de las actividades pedagógicas
· Participar en actividades pedagógicas como apoyo del educador
· Participar en la elaboración de materiales y medios de enseñanza
· Participar en la actividad libre con los niños
· Participar en actividades de orientación a la familia y la comunidad
· Iniciar la realización de investigaciones sencillas para resolver un problema concreto que se plantee al estudiante
Las direcciones de la actividad práctico-laboral en este año están dirigidas al igual que en el curso anterior a:
En esta dirección el estudiante realizará entrevistas al personal docente de la institución, con vista a identificar proyecciones personales respecto a su rol profesional y su proyección hacia el trabajo educativo, a su vez realizará la observación de las actividades pedagógicas con vista a realizar análisis de su desarrollo.
Las actividades a realizar en esta dirección han de partir de la observación y análisis de la actividad pedagógica para describir los aspectos metodológicos de interés observados en el transcurso de la misma, y valorar la preparación previa del personal docente de acuerdo con lo observado.
En este sentido habrá de comparar el desarrollo de la actividad observada con su planificación, identificar el tipo de actividad de acuerdo con sus características, así como los componentes del proceso educativo en estas actividades.
El estudiante apoyará el trabajo del educador en las actividades complementarias y pedagógicas, confeccionando medios de enseñanza, participando en el trabajo de atención individual a los niños, en el proceso de adaptación y en las actividades referidas a la orientación de la familia y la comunidad.