Los primeros seis años de vida del niño,
especialmente, los primeros tres, son básicos en el desarrollo
de todas las esferas de la personalidad en formación, entre ellas
la cognoscitiva.
El pensamiento infantil, especialmente el que tiene
lugar en el período de la infancia temprana y niño, ha sido
objeto de múltiples investigaciones dirigidas al esclarecimiento
de las principales regularidades de este proceso en esta etapa del desarrollo;
al conocimiento de los componentes estructurales del acto intelectual,
y al análisis de las operaciones y procedimientos que se utilizan
en el proceso de solución de problemas cognoscitivos y en la formación
de conceptos.
Independientemente de las tendencias y concepciones
de los diferentes autores acerca del desarrollo del pensamiento, sus fuerzas
motrices y mecanismos, hay coincidencia entre ellos en distinguir tres
etapas fundamentales en el desarrollo del pensamiento infantil que corresponde
a tres tipos o formas específicas de pensamiento: pensamiento en
acción, pensamiento en imágenes o representativo y pensamiento
lógico.
Estas formas de pensamiento aunque presentan su especificidad,
están íntimamente relacionadas y son parte del proceso único
del conocimiento de la realidad, en la cual, en un momento determinado
puede predominar una forma u otra en dependencia del tipo y naturaleza
que ante el niño se presentan.
Hacia finales del primer año de vida, las posibilidades
crecientes de los niños de desplazamiento en el espacio (mediante
el gateo y la marcha incipiente); posibilita la manipulación de
los objetos no de una forma casual sino "investigativa", y manifiesta
la aparición de acciones de orientación; el surgimiento
del interés por las propiedades de los objetos; la percepción
de la constancia y de la permanencia de estos en el espacio, se crea las
condiciones para que el niño sea capaz de solucionar nuevas y más
complejas tareas, que exigen el establecimiento de relaciones entre los
objetos y sus propiedades.
Es decir, ya en el umbral de la infancia temprana
en el niño surgen acciones que podemos considerar como manifestaciones
del pensamiento y que tienen como base las acciones prácticas que
el niño realiza con los objetos, las que requieren tomar en cuenta
los vínculos y nexos, aún sencillos, que existen o se establecen
entre los propios objetos y sus propiedades.
La distinción o el establecimiento de estos
nexos y relaciones inicialmente tienen un carácter situacional
y ocurren sobre la base de aquellas propiedades que más se destacan,
que son más evidentes, que "saltan a la vista" o por las influencias
externas que unos objetos ejercen sobre otros. Así, la mesa se
cae porque se tropieza con ella o porque solo tiene una pata.
La solución de tareas prácticas que
surgen espontáneamente o que intencionalmente, se plantean ante
el niño, requieren tomar en cuenta las relaciones entre los objetos
para la consecución de un objetivo. Estas relaciones pueden tener
un carácter estático o dinámico.
Relaciones estáticas son aquellas que ya
están fijadas, ya están dadas; los objetos ya están
relacionados y solo hay que utilizar esta relación: halar una
almohada sobre la que se encuentra un juguete con el fin de alcanzarlo
o halar un carrito por una cuerda atada a él para que se desplace.
Relaciones dinámicas son aquellas que establece
el propio niño, de manera independiente o con la ayuda que le
brinda el adulto.
Al ejecutar distintas acciones con los objetos, el
niño comienza a orientarse en las relaciones que entre ellos o
entre sus propiedades se dan; en que un objeto puede servir de "medio
auxiliar", de "instrumento" para lograr un resultado determinado. A ello
contribuyen los adultos que le rodean y que comienzan a brindarle modelos
de acciones, de utilización de instrumentos.
El paso del uso de las relaciones prefijadas o preestablecidas
por los adultos, a la etapa de establecimiento de relaciones por el propio
niño de manera independiente, valiéndose de un medio auxiliar
que posee carácter mediatizado (la cuchara para comer, la pala
para llenar de arena el cubo, el jamo o red para pescar), constituye un
importante logro en el pensamiento infantil.
Al principio el establecimiento de estas relaciones
se produce por medio de pruebas prácticas que no excluye la participación
y ayuda de la casualidad. Luego, estas acciones se van haciendo cada vez
más de búsqueda, intencionales, de orientación.
Investigaciones realizadas por S. Novoseolova (1965-1970),
A. M. Siverio (1971-74) y F. Martínez (1984-88) confirman lo expresado.
Ante un niño de dos años al que se le plantea la tarea de
alcanzar un objeto atractivo (juguete) que está fuera del alcance
de sus manos, se observa el siguiente comportamiento: inicialmente hace
esfuerzos denodados estirando la mano para lograrlo (acciones prácticas).
La no obtención del resultado deseado hace
fijar su atención en otro objeto que también se encuentra
en su medio más cercano (una varilla); la toma y comienza hacer
movimientos con ella. Estas continúan siendo acciones prácticas.
En un determinado momento el extremo de la varilla roza, el juguete. Este
se mueve. Al niño no le pasa inadvertido este hecho y su atención
de nuevo se vuelve hacia el juguete; ahora, mueve la varilla de manera
intencional para ver si se desplaza el juguete. Estas acciones comienzan
a tener un carácter orientador.
Después de una serie de pruebas inicia la realización
de movimientos necesarios para mover el juguete y así, obtener
el resultado: alcanzarlo. El interés del niño se traslada
del objeto–fin (juguete) al objeto-medio (varilla) y su relación
con el desplazamiento del primero.
El niño continúa observando esta relación;
en ocasiones, intencionalmente, desplaza el juguete, lo aleja y luego,
lo acerca con la varilla. Ahora, estas acciones son propias de orientación
y tienen un carácter externo, porque se realizan en el plano material,
concreto. Sin embargo, las acciones realizadas se diferencian sustancialmente
de las acciones de percepción, analizadas en el epígrafe
anterior, porque están dirigidas no a descubrir las propiedades
externas de los objetos (color, forma, tamaño, etc.) sino a la
búsqueda de las relaciones entre dos objetos y a la obtención
de un determinado resultado.
El pensamiento que se realiza mediante acciones de
orientación externa, se denomina pensamiento en acción y
es característico de estas primeras edades.
En el desarrollo del pensamiento infantil ocupa un
lugar destacado la formación de generalizaciones, la unión
mental de objetos y acciones que representan los mismos rasgos. Estas
generalizaciones surgen primero durante la acción y luego se fijan
en la palabra.
Uno de los primeros "portadores" de generalización
son precisamente los objetos-instrumentos. Cuando el niño ha asimilado
los modos de acción con uno u otro instrumento –una varilla, una
cuchara, un lápiz, etc.- trata de usarlo en las situaciones más
diversas, distingue su significación generalizada para la solución
de determinado tipo de tareas. En el instrumento se destacan aquellos
rasgos que son importantes para su utilización y los otros, pasan
a un plano secundario.
Si el niño ha aprendido a acercar hacia sí
los objetos mediante con una varilla, con posterioridad usará cualquier
objeto alargado –una regla, un cuchillo, una cuchara- con el mismo fin.
Todo esto cambia la significación de las palabras que el niño
ha asimilado. Dichas palabras comienzan a representar la designación
del objeto en forma cada vez más generalizada.
En el desarrollo intelectual del niño, próximo
a los tres años, tiene lugar una avance de gran significación
para el dominio de formas más complejas de pensamiento, así
como para la realización de nuevos tipos de actividades. Se trata
de la aparición de la función simbólica o función
señalizadora de la conciencia.
Esta función consiste en la posibilidad de
establecer una relación de sustitución; es decir, utilizar
un objeto como sustituto de otro y realizar acciones con los sustitutos
en lugar de con los objetos concretos.
La función simbólica o función
señalizadora de la conciencia se desarrolla primeramente en relación
con la actividad práctica y solo después se traslada al
uso de las palabras y le da al niño la posibilidad de pensar por
medio de ellas. La premisa para el surgimiento de la función simbólica
es el domino de las acciones con objetos de la separación posterior
de la acción, del objeto. Cuando la acción comienza a realizarse
sin el objeto, con un objeto que no corresponde a la acción, esta
pierde su significación práctica y se transforma de hecho
en una imagen, una representación de la acción real. Si
un niño "bebe" de un cubito esto no es en sí la acción
de beber sino la representación de que está bebiendo.
Como consecuencia de representar una acción
mediante otra, surge la designación de un objeto mediante otro,
la sustitución de uno por el otro. El cubito se puede utilizar
en calidad de taza.
Que el niño capte el hecho de que un objeto
se puede utilizar como sustituto de otro, es un importante punto de avance
en el conocimiento del mundo circundante. Esto se manifiesta no solo en
el dominio del juego representativo, sino también en otros tipos
de actividades y en el comportamiento diario de los niños.
La función simbólica reestructura el
dibujo infantil, constituye un impulso notable para la transformación
del proceso de trazar garabatos en una actividad plástica, y precisamente
a causa de ella, el niño empieza a distinguir en los garabatos
trazados las representaciones de los objetos. El dibujo y el juego están
íntimamente relacionados: el niño con frecuencia completa
la imagen mediante acciones lúdricas que le atribuyen a ella una
u otra significación.
Al final de la edad temprana, los niños pasan
de la solución de problemas que exigen el establecimiento de relaciones
entre los objetos con ayuda de acciones externas, a su solución
en el plano mental mediante acciones elementales de pensamiento utilizando
imágenes, representaciones. En la base de este proceso está
la ya expresada asimilación de la función simbólica
de la conciencia que tiene, según J. Piaget, un carácter
individual, o función señalizadora de la conciencia, que
tiene según L. Vigotsky, un origen social.
El pensamiento representativo o en imágenes,
característico de la etapa de 3 a 6 años propiamente dicha,
exige que el niño, al solucionar una tarea o enfrentar un problema
se represente mediante imágenes, las acciones reales con los objetos
y sus resultados, es decir, actúan con las imágenes o representaciones
aproximadamente el mismo que lo haría con los objetos reales.
Las investigaciones realizadas por autores rusos (L.
Vigotsky, A. Leontiev, D. Elkonin, L. Venguer, N. Poddyakov, entre otros)
y, fundamentalmente, por investigadores cubanos ( J. López, A.
Siverio, S. León, F. Martínez, L. Morenza, entre otros),
permitieron establecer, a partir de la consideración de que toda
acción psíquica se manifiesta inicialmente en forma externa
y que, por lo tanto, toda acción de pensamiento se establece sobre
la base de la interiorización de acciones externas, las acciones
características del pensamiento representativo, su dinámica
los mecanismos propios, así como el carácter y la naturaleza
de las tareas cognoscitivas que permiten resolver.
Se toman como punto de partida las acciones que el
niño realiza no con los propios objetos, sino con sus sustitutos,
con los cuales puede crear un modelo de las relaciones que existen entre
los elementos (objetos y sus propiedades) que conforman una situación
polémica determinada.
Se entiende por modelo al conjunto de elementos (sustitutos)
que guardan entre sí la misma relación que en la realidad
guardan los objetos sustituidos. El modelo cumple, por tanto, una función
mediatizadora en la solución de distintos tipos de tareas cognoscitivas:
espaciales, temporales, cuantitativas, mecánicas, de recordación,
verbales, entre otras; constituyen la forma de mediatización características
de estas edades y le que permite, de manera asequible y exitosa, la asimilación
de distintos tipos de conocimientos.
En las investigaciones antes referidas, especialmente,
en las de J. López y A. M. Siverio, se distinguieron las principales
acciones que conforman el componente estructural de la habilidad o capacidad
para la modelación. Estas son las acciones de sustitución,
de construcción y de utilización de modelos.
La acción de sustitución desempeña
un papel fundamental dentro de la acción de modelación como
un todo. Como ya hemos referido, desde que aparece la función simbólica,
el niño es capaz de sustituir un objeto por otro, fundamentalmente
en sus juegos: Un palo puede realizar la función de caballo, de
muñeca o de termómetro. Sin embargo, el niño realiza
esta sustitución de forma no consciente, no propositiva, no con
un fin determinado sino operacional y funcionalmente.
Por el contrario, en la acción de modelación,
la sustitución se distingue como su primer componente y plantea
la necesidad de que el niño, de forma consciente, realice la sustitución
de objetos y cualidades.
Así, por ejemplo, en la investigación
referida de A. Siverio, se planteaba a los niños la tarea de representar,
en un campo de juego, un cuento conocido; primero, utilizando los propios
personajes y en otro momento, al no estar estos presentes, se les proponía
escoger de una serie de figuras geométricas de distintas formas
y tamaño, las que sustituirían a cada personaje y, con ellos,
reproducir el cuento. En este caso, el niño seleccionaba de forma
consciente los sustitutos que representaban cada personaje real.
Otra operación necesaria en la acción
de modelación es la que se refiere a la adecuada correspondencia
que tiene que establecerse entre el sustituto y el objeto o propiedad
sustituida de forma tal, que el conjunto de sustitutos guarde entre sí
la misma relación que en la realidad existe entre los objetos sustituidos.
Esta es la operación básica en la construcción del
modelo.
Un ejemplo de la investigación de J. López
y A, Siverio puede contribuir a la comprensión de lo expresado.
Ante el niño se plantea la tarea de reproducción especialmente
los desplazamientos de los personajes del cuento " Los tres ositos" (papá,
mamá y nene) los cuales iban de paseo y, en dependencia de las
circunstancias, ocupaban distintos lugares. Al principio iba papá
oso, detrás de él, la mamá osa y la seguía
el nene osito; posteriormente, delante iba el hijito, detrás papá
oso y, por último mamá osa.
La consecutividad del movimiento de los osos se designaba
cada vez en una tarjeta, con la ayuda de tres barras de distintos tamaños,
y el niño reproducía el relato en el campo de juego, utilizando
tres círculos de igual tamaño pero de diferente color, uno
de los cuales representaba al papá oso, otro a la mamá y
el tercero al hijito. Es decir, los niños aprendían a reflejar
cómo habían sido dispuestos los personajes en el espacio,
con ayuda de la correspondiente disposición espacial de los sustitutos
(construcción del modelo).
El tercer componente u operación es la referida
a la utilización del modelo. No es suficiente que el niño
sea capaz de sustituir y construir con sus sustitutos un modelo de determinas
relaciones. Una acción completa de modelación implica la
utilización del modelo para la solución de una tarea planteada.
Solamente cuando el niño es capaz de poner en función el
modelo y resolver exitosamente una determinada situación polémica
podemos hablar de asimilación del tipo de relación o del
contenido modelado.
Así, por ejemplo, ante el niño se planteaba
un problema cuya solución exigía el establecimiento de relaciones
cuantitativas en tal dimensión que no podía ser resuelto
de forma directa, por conteo.
Al niño se le mostraban catorce o más
florecitas y se le proponía traer de otro lugar un búcaro
para cada flor y así, adornar la habitación donde se celebraría
una fiesta. ¿Cuántos búcaros traer si por conteo aún
no eran capaces de resolverlo? Entonces, en calidad de medio intermedio
se le brindaban fichas de madera de un mismo tamaño y color.
El pequeño, mediante el establecimiento de
correspondencia uno a uno, colocaba una ficha para cada flor y seleccionaba
así la cantidad necesaria de fichas; las colocaba en una bandejita
la llevaba a la otra habitación y de nuevo utilizando la correspondencia
uno a uno, colocaba una ficha para cada búcaro y seleccionaba así
la cantidad necesaria de búcaros. De esta manera el niño
construía un modelo de la cantidad y luego, lo utilizaba resolviendo
la tarea planteada.
Las acciones de modelación características
del pensamiento representativo contribuyen al conocimiento de la realidad
por los niños. Las imágenes, las representaciones que en
ellos se forman, no reflejan la realidad en todos sus elementos y detalles,
sino solo las relaciones y nexos esenciales que están en la base
de la solución de las tareas cognoscitivas que ante el niño
se presentan. En este sentido, estas representaciones tienen un carácter
esquematizado.
Así, el dominio por los niños de tres
a seis años de las acciones de modelación, los pone en condiciones
no solo de orientarse y conocer mejor la realidad en sus relaciones esenciales
de asimilar de forma más rápida y eficiente los conocimientos
más diversos, los distintos tipos de actividades, sino también
de formar una capacidad general para la solución mediatizada de
tareas cognoscitivas que les permiten el establecimiento de relaciones
generalizadas.
Como se puede apreciar, la contribución de
la modelación –como forma de mediatización características
de estas edades - al desarrollo intelectual general, es significativa.
Tiene también una gran significación
para el niño de estas edades el dominio de la capacidad de operar
con imágenes y representaciones de la realidad aunque estas no
constituyan modelos; la flexibilidad y movilidad que estas imágenes
alcanzan, permiten representarse los objetos y sus partes en distintas
posiciones.
Las posibilidades de operar con imágenes, de
transformarlas mentalmente así como la de construir y utilizar
modelos, aunque constituyen formas idóneas del pensamiento en la
etapa infantil, que propician que el niño asimile y comprenda las
relaciones y dependencias esenciales entre los objetos y fenómenos
de la realidad, no obstante, permanecen en el marco de las representaciones
y las imágenes, y presentan limitaciones cuando surgen ante el
niño tareas y situaciones polémicas que requieren para su
solución distinguir propiedades, nexos y relaciones que no son
posibles de representar visualmente en forma de imágenes. Dentro
de este tipo de tareas están comprendidas, por ejemplo, aquellas
en las que se les plantea establecer si varía o no la cantidad
de líquido o de masa al cambiar el recipiente que los contiene
o al modificarse la forma del objeto modelado, es decir, la conservación
de la cantidad de la materia.
La solución de estos problemas requiere el
establecimiento de relaciones, ya no con la ayuda de imágenes,
representaciones o modelos, sino con la participación de acciones
de pensamiento lógico.
Las premisas del pensamiento lógico comienzan
a surgir a finales de la edad temprana cuando empieza a formarse en el
niño la función simbólica o señalizadora de
la conciencia, que le permite comprender que un objeto puede ser representado
por otro, por un dibujo o por una palabra.
No obstante, la palabra y las restantes formas simbólicas
permanecen por largo tiempo fuera del alcance del niño para que
pueda resolver tareas del pensamiento, por sí mismo.
Las verbalizaciones infantiles, incluso en el período
en que los niños las utilizan sólo para acompañar
sus acciones y no para preverlas, contribuye a que estos tomen conciencia
del curso de desarrollo y de los resultados de la acción, de los
errores y las dificultades que surjan, y que ayudan a encontrar la vía
para la superación de estos. Aumenta aún más el papel
que juega el pensamiento en el período en que el niño adquiere
la función planificadora. Aquí se podrá decir, en
el más amplio sentido de la palabra que el niño, "piensa
en alta voz".
Sin embargo, para que la palabra se comience a utilizar
como una forma de pensamiento, que permita resolver tareas intelectuales
sin necesidad de utilizar imágenes, el niño debe asimilar
los conceptos elaborados por la humanidad, es decir, los conocimientos
acerca de los rasgos generales y esenciales de los objetos y fenómenos
de la realidad, fijados mediante las palabras.
No obstante la significación que adquieren
para los niños las palabras que asimilan, solo paulatinamente se
va acercando a la significación que les atribuyen los adultos.
Mientras el pensamiento del niño permanezca siendo por imágenes,
sus palabras expresarán las representaciones acerca de los objetos,
acciones, propiedades y relaciones que vengan dados por la significación
de la palabra.
Se ha demostrado que entre las representaciones infantiles
y los conceptos del adulto existen diferencias esenciales; las representaciones
reflejan la realidad de manera más viva y clara que los conceptos,
sin embargo, no poseen la exactitud, precisión y sistematización
propias de los conceptos.
Las representaciones infantiles no se pueden transformar
en conceptos, solo pueden ser utilizadas para su formación. Los
propios conceptos y las formas lógicas de pensamiento son asimiladas
por el niño durante la adquisición de las bases para los
conocimientos científicos.
El dominio sistemático de los conceptos comienza
en el proceso de la enseñanza escolar. No obstante, las investigaciones
han demostrado, que ciertos conceptos pueden ser asimilados por los niños
de etapa infantil en condiciones de una enseñanza especial organizada.
Mediante semejante enseñanza se organizan fundamentalmente acciones
especiales de orientación externa en los niños con materiales
didácticos. El niño obtiene un medio, una herramienta necesaria
para, mediante acciones propias, destacar, en los objetos o en sus relaciones,
aquellos rasgos esenciales que deben contemplarse dentro del contenido
del concepto. Se le enseña a utilizar de manera correcta esta herramienta
y a fijar el resultado obtenido en una forma esquemática, accesible
para él.
El curso que ulteriormente tomará en los niños
la formación de conceptos será organizar un tránsito
a partir de las acciones de orientación externa a acciones realizadas
mentalmente. En este caso, la utilización de medios externos es
sustituida por el uso de denominaciones verbales.
Se hace obligatoria una etapa en la cual el niño
sustituya la acción real por un amplio razonamiento verbal, dentro
del cual se reproducen todos los aspectos fundamentales de dicha acción.
A fin de cuentas, este razonamiento no comienza a realizarse en voz alta,
sino para sí, sintetizándose y transformándose en
una acción del pensamiento abstracto lógico, realizada mediante
el lenguaje interno. En la etapa infantil, no obstante, aún no
tiene lugar la asimilación completa de las acciones y los conceptos
en el niño. Éste puede, por lo general, valerse de ellos
sólo si razona en alta voz.
Esto nos obliga a plantear la cuestión acerca
de cual es la dirección de desarrollo del pensamiento más
conveniente en la etapa infantil, cuál tiene mayor importancia
para la vida futura del hombre.
El estudio de las leyes del desarrollo psíquico
y de sus particularidades en la etapa infantil han establecido que este
período es esencialmente sensible al desarrollo del pensamiento
por imágenes, y que no es conveniente acometer la tarea de acelerar
el dominio de las formas lógicas del pensamiento.
En primer lugar, la propia asimilación de las
formas lógicas del pensamiento resulta inconsistente sin un "fundamento
" sólido, las formas de pensamiento por imágenes. Este pensamiento,
conduce al niño hasta el umbral de la lógica, le permite
comprender representaciones esquemáticas generalizadas, sobre cuya
base se estructura, en gran medida, posteriormente la formación
de los conceptos.
En segundo lugar, una vez dominado el pensamiento
lógico, el pensamiento por imágenes no pierde su significación.
Incluso en los tipos de actividades humanas aparentemente más "abstractas"
que impliquen la imperiosa necesidad de un pensamiento estrictamente lógico
como, por ejemplo, el trabajo de un científico, cumple sin embargo
una gran función la utilización de imágenes.
El pensamiento por imágenes es necesario para
todo tipo de creación; es parte constitutiva de la intuición,
de la cual no puede prescindir la investigación científica.
Este tipo de pensamiento corresponde a las condiciones
de vida y actividad del niño, a aquellas tareas que surjan durante
el juego, en el dibujo, en la construcción y en la comunicación
con las personas circundantes. Es precisamente por esto, que la etapa
infantil es la más sensitiva de la enseñanza apoyada en
el uso de imágenes.
El tomar en cuenta todos estos aspectos nos obliga
a prestarle especial atención al desarrollo del pensamiento por
imágenes en este período.