El desarrollo de la atención, la
memoria y la imaginación en la etapa infantil presenta rasgos comunes.
En la edad temprana, partiendo de
una orientación general indiscriminada dentro del mundo circundante,
se destacan formas especiales de acciones de orientación que pueden
ser determinadas como acciones de percepción y de pensamiento,
y en la segunda etapa infantil dichas acciones se van complicando y perfeccionando
constantemente, la atención, la memoria y la imaginación
permanecen, sin embargo, dependientes por largo tiempo: el niño
no domina acciones especiales que le permitan concentrarse, retener lo
visto u oído, representarse algo que se salga del marco de lo anteriormente
percibido. Tales acciones e comienzan a formar sólo durante la
etapa infantil.
Por supuesto, ya desde mucho antes
los niños logran concentrarse en las manipulaciones con objetos
o en el examen de láminas, acumulan una experiencia diversa, reconocen
en sus propios garabatos la "máquina" o el "hombre". Pero todo
esto constituye los resultados de una orientación general dentro
del mundo circundante, encaminada a analizar los objetos, sus propiedades
y relaciones en la práctica, y no a mantener la acción y
la retención mental, a la creación de nuevas imágenes.
Por eso la atención, la imaginación, y la memoria en el
niño de edad temprana no son voluntarias, son impremeditadas.
Esta situación se mantiene
vigente aún después de que el niño llega a la mitad
de la etapa infantil. Al estudiar estos aspectos del desarrollo intelectual
del niño, nosotros podemos señalar, hasta determinado momento,
solo las variaciones cuantitativas: el aumento del poder de concentración
y de la estabilidad de la atención; de la duración del tiempo
de conversación, de la retención de un material en la memoria,
el enriquecimiento de la imaginación.
El salto se produce, cuando bajo la
influencia de nuevos tipos de actividades que el niño domina, de
las nuevas demandas que le plantean los adultos, surge ante él
la tarea específica de concentrar y mantenerla atención
fija sobre algo, recordar un material para luego reproducirlo, realizar
la idea de un juego, de un dibujo, etc. Para poder resolver esta tarea,
el niño se vale de los métodos que le han transmitido los
adultos. Entonces se comienzan a formar acciones especiales de atención,
memoria, imaginación, gracias a las cuales ellas adquieren un carácter
voluntario, premeditado.
Desarrollo de la atención.
La atención del niño
al comienzo de la etapa infantil, refleja sus intereses con relación
a los objetos circundantes, a las acciones realizadas con ellos. El niño
se concentra sólo mientras no decaiga su interés. El surgimiento
de un nuevo objeto implica el traslado instantáneo de la atención
hacia él. Por eso, los niños, raras veces, logran ocuparse
de una misma cosa por tiempo prolongado.
En la extensión de la etapa
infantil, en relación con la complicación del contenido
de la actividad de los niños y de su avance en el plano intelectual
general, la atención se hace más concentrada y estable.
Así, los pequeños de 3 a 4 años pueden jugar a un
mismo tema durante 30 o 50 min., a los 5 o 6 años la duración
del juego aumenta hasta hora y media. Esto se explica por el hecho de
que en el juego se reflejan las relaciones e interrelaciones más
complejas entre las personas, y el interés hacia él se manifiesta
en la constante introducción de situaciones nuevas.
El aumento de la estabilidad de la
atención se manifiesta también cuando el niño observa
láminas, escucha relatos y cuentos, etc. Así, el tiempo
de permanencia en la contemplación de una lámina aumenta
un 100% al final de la etapa infantil: un niño de seis años
capta mejor una lámina que uno de tres años, destacando
en ella más cosas y detalles.
Sin embargo, la variación fundamental
de la atención, que se opera en la infancia, consiste en que los
niños comienzan, por primera vez, a dirigir su atención,
a guiarla conscientemente y a mantenerla dirigida hacia determinados objetos
y fenómenos valiéndose para ello de varios métodos.
Las fuentes de la atención
voluntaria se encuentran fuera de la atención del niño.
Esto quiere decir que el propio desarrollo de la atención involuntaria
no implica el surgimiento de la atención voluntaria. Ésta
se forma gracias a que el adulto incorpora al niño a nuevos tipos
de actividades, y mediante determinados medios organiza y dirige su atención.
Dirigiendo la atención del
niño, el adulto le pone en sus manos los medios con los cuales
comenzará con posterioridad a guiar su atención por sí
mismo
Conjuntamente con los métodos
ambientales, que organizan la atención en relación con la
tarea concreta, particular, existe un medio universal de organización
de la atención, el lenguaje. Al principio, los adultos organizan
la atención del niño mediante indicaciones verbales y recordatorios
acerca de la necesidad de realizar la acción dada, considerando
además las circunstancias determinadas. Más tarde, el niño
comienza por sí solo, a denominar verbalmente aquellos objetos
y fenómenos sobre los que debe prestar atención para lograr
el resultado deseado.
A medida que se desarrolla la función
planificadora del lenguaje, el niño se hace capaz de organizar
previamente su atención con relación a las condiciones de
ejecución de la actividad a realizar, expresar verbalmente hacia
qué se debe orientar.
En el transcurso de la infancia aumenta
notablemente el uso del lenguaje para organizar la atención. Esto
se manifiesta por el hecho de que al cumplir las tareas siguiendo las
instrucciones del adulto, los niños de 5 a 6 años se ponen
de acuerdo en lo que van a hacer con una frecuencia diez o doce veces
mayor que los niños de 4 a 5 años.
De este modo, la atención voluntaria
se forma a la etapa infantil en relación con el aumento general
del papel del lenguaje en la regulación de la conducta del niño.
Aunque los niños de etapa infantil
comienzan a dominar la atención voluntaria, en el transcurso de
la infancia niño predomina permanentemente la atención involuntaria.
A los niños les resulta difícil concentrarse dentro de una
actividad monótona y poco atractiva, mientras que el proceso del
juego, al resolver alguna tarea atrayente, ellos pueden permanecer largo
tiempo en atención. Esta característica de la atención
en los niños constituye uno de los fundamentos, por los que la
educación no se puede estructurar mediante la organización
de actividades programadas, que requieran la constante tensión
de la atención voluntaria. Los elementos lúdricos, los tipos
productivos de actividades, el cambio frecuente de las formas de la actividad,
permiten mantener la atención infantil a un nivel suficientemente
alto.
Desarrollo de la memoria.
La etapa infantil se caracteriza por
el desarrollo intenso de la capacidad de retención mental y reproducción.
El período del cual se recuerdan las personas y acontecimientos
en la etapa infantil aumenta de duración en un lapso relativamente
largo. En realidad, si nos es difícil o casi imposible recordar
algo de los acontecimientos transcurridos en la temprana infancia, no
obstante, la etapa infantil se recuerda con profusión y claridad.
La memoria es básicamente de carácter involuntario. Esto
quiere decir que el niño, con frecuencia, no se plantea ante sí
el objetivo consciente de recordar algo. La retención mental y
la recordación incidental tienen lugar independientemente de su
voluntad y de su conciencia. Se producen dentro de la actividad y dependen
del carácter de ésta. El niño retiene en la mente
aquello hacia lo cual prestó su atención en la actividad,
lo que produjo una impresión en él.
La calidad de la retención
mental involuntaria de objetos, cuadros o palabras, depende de cuán
activamente el niño actúe con relación a ellos, de
la medida en que tenga lugar su percepción detallada en el proceso
de la acción. Así, al examinar sencillamente láminas
o cuadros, su retención mental es peor que en el caso en que al
niño se le proponga clasificar las láminas "por sitios",
separar las cosas relacionadas con el centro infantil, con la cocina,
con la sala del grupo, con el patio, con el jardín, etc.
La retención mental involuntaria
es un resultado indirecto, complementario de las acciones de percepción
y de pensamiento realizados por el niño.
En los pequeños la retención
mental involuntaria y la reproducción, constituyen la única
forma de trabajo de la memoria. El niño aún no se puede
plantear el objetivo de retener en la mente o recordar algo y, por lo
tanto, no aplica para ello procedimientos especiales.
Las formas voluntarias de retención
mental y recordación se comienzan a formar durante la edad mediana
y se perfeccionan sustancialmente en los niños de edad mayor.
Las condiciones más propicias
para el dominio de la retención mental y de la reproducción
voluntarias se realizan en el juego, cuando la retención mental
es una condición a satisfacer, para la realización exitosa
del papel asumido por el niño.
El dominio de las formas voluntarias
de la memoria comprende varias etapas. En la primera de ellas, el niño
comienza a distinguir las tareas de retención mental y recordación
–reproducción- sin dominar aún los procedimientos necesarios.
Aquí, la tarea de recordar, el niño la distingue primero,
ya que se enfrenta, en primer término, con situaciones que implican
precisamente la recordación, la reproducción de algo que
ya percibió o hizo con anterioridad. La tarea de la retención
mental surge como resultado de la experiencia de la recordación,
cuando el niño se comienza a percatar de que si no logra previamente
la retención mental, entonces no podrá posteriormente reproducir
aquello que se espera de él.
Los procedimientos de retención
mental y de recordación del niño no los "crea" por sí
solo. Es el adulto quien de una u otra manera se los va suministrando.
Así, cuando el adulto, por ejemplo, le da una encomienda al niño,
inmediatamente le pide a este que la repita. Al preguntarle algo al niño,
el adulto estimula en él la recordación mediante preguntas
adicionales: "¿Y que pasó después?, ¿ Y que otros animales
viste parecidos a los caballos?, etc." El niño aprende gradualmente
a repetir, discernir y coordinar el material, a fin de retenerlo en la
mente y aprender a usar las relaciones durante la recordación.
Los niños sienten gradualmente
la necesidad de valerse de acciones especiales de retención mental
y adquieren la habilidad de utilizar en ellas medios auxiliares.
A pesar de los grandes logros obtenidos
en el dominio de la retención mental voluntaria, al final de la
etapa infantil el tipo predominante de memoria permanece siendo, la memoria
involuntaria.
Los niños recurren a la retención
mental y reproducción voluntarias relativamente poco, cuando dentro
de su actividad surgen tareas que así lo determinen, o a instancias
del adulto.
La retención mental involuntaria,
relacionada con el trabajo intelectual activo de los niños sobre
la base de determinado material, permanece siendo hasta el final de la
etapa mucho más productiva que la retención mental voluntaria
de ese mismo material.
Conjuntamente, la retención
mental involuntaria, que no está relacionada con la realización
de acciones activas de percepción y pensamiento –por ejemplo, la
retención mental de las láminas que se observen, es menos
exitosa que la voluntaria.
Ciertos niños de etapa infantil
presentan un tipo especial de memoria visual que lleva el nombre de memoria
eidética. Las imágenes de la memoria eidética por
su brillantez y precisión se acercan anteriormente, el niño
lo describe como si lo estuviera viendo de nuevo en todos sus detalles.
La memoria eidética es un fenómeno
evolutivo. Los niños que la presentan a la etapa infantil, más
tarde, en el período de la enseñanza escolar se ven privados
de esta facultad.
Desarrollo de la imaginación.
La imaginación del niño
está relacionada, en sus orígenes, con el surgimiento de
la función simbólica de la conciencia, que tiene lugar al
final de la etapa temprana.
Si una línea de desarrollo
va desde la sustitución de los objetos y por sus representaciones,
al uso de los símbolos matemáticos, lingüísticos
y de otros tipos y al dominio de las formas lógicas del pensamiento,
otra línea consiste en el surgimiento y ampliación de las
posibilidades de completar y sustituir las cosas, situaciones y acontecimientos
reales por representaciones, de construir materialmente a partir de las
representaciones acumuladas, nuevas imágenes.
Así en determinado período
del desarrollo el niño comienza a contar cosas, a relatar experiencias,
a expresar verbalmente ideas que, por su contenido, maravillan a los adultos
por su extraordinaria fantasía.
Sin embargo, en ocasiones padres y
educadores comienzan a preocuparse, pues el niño suele fantasear
un poco más de lo que ellos consideran lógico para la edad,
y se preguntan si será bueno el permitírselo, o cómo
se deben manejar situaciones de este tipo, o si esta imaginación
aparentemente tan rica es adecuada para su educación y desarrollo.
Otras veces, desafortunadamente, consideran estos relatos fantásticos
del niño como una forma de decir mentiras y aplican métodos
educativos incorrectos para solucionar lo que consideran un "problema".
En primer lugar debemos definirla.
La fantasía, la imaginación, consiste en una reorganización
de los datos de la experiencia y combinación mediante nuevas relaciones,
de manera que resulta una nueva experiencia ideativa, creativa. Esto quiere
decir que las representaciones imaginarias se componen de elementos que
se han percibido con anterioridad y que se reelaboran para crear algo
nuevo.
De ello se deduce que en la medida
en que sea más rica la experiencia del niño, cuanto más
haya visto y oído, mientras más cosas conozca y viva, más
activamente trabajara su imaginación. Y que, por el contrario,
mientras más deficientes sean sus conocimientos, y más pobre
su experiencia anterior, más fragmentaria y de poco contenido será
su actividad imaginativa.
La imaginación del niño
se va formando dentro del juego. En los primeros tiempos está indisolublemente
ligada a la percepción de los objetos y a la ejecución de
acciones lúdricas con ellos.
Estos planteamientos anteriores permiten
ya vislumbrar la necesidad de desarrollar la imaginación. Es necesario
inclusive en las matemáticas, y el descubrimiento del cálculo
diferencial e integral hubiera sido imposible sin la imaginación.
De esta manera, el proceso cognoscitivo de la imaginación está
involucrado con el resto de los procesos: el pensamiento, el lenguaje,
la memoria, y colabora a su complejización y perfeccionamiento.
Generalmente se piensa que el niño
posee una gran imaginación, y no es así. Él es menos
imaginativo que el adulto, porque sus conocimientos de la realidad son
mucho más limitados. Lo que sucede es que como sus productos imaginativos
son en ocasiones muy incongruentes con la realidad, resaltan mucho y nos
parecen extraordinarios, dada la edad del niño. Pero, ¿podría
un niño crear una obra literaria o pintar un cuadro o inventar
un nuevo instrumento? Por supuesto que no; esto, además de otro
grupo de posibilidades intelectuales, requiere de una gran imaginación
y conocimiento para ser posible.
Al principio el niño necesita
apoyos externos en sus juegos, pero luego se produce la interiorización,
el tránsito hacia una acción lúdrica con objetos,
que no existen en la realidad, y a la transformación lúdrica
del objeto, atribuyéndole a este un nuevo sentido y representándose
mentalmente las acciones con él, sin realizar acciones reales.
En esto consiste el surgimiento de la imaginación como un proceso
psíquico especial.
En la etapa infantil la imaginación
es aún pobre y fragmentada, y progresivamente va volviéndose
más estructurada y organizada en la medida en que el lenguaje y
el pensamiento van adquiriendo formas más complejas, y el niño
acumula más vivencias y experiencias. Así, en la medida
en que el niño crece, más variadas y múltiples son
sus experiencias, más se le desarrolla su imaginación, que
se va perfeccionando y volviendo más complicada, menos sujeta al
momento específico, y mucho más autónoma y creadora.
El aprendizaje plantea grandes requerimientos
a la imaginación a la vez que fomenta su desarrollo. No es posible
aprender cosas, que en ocasiones no son palpables, sin una gran dosis
de imaginación. Para preparar al niño para la escuela, es
necesario desarrollar su fantasía, sólo podrá aprender
con éxito ayudado por una gran imaginación.
Tanto en la casa como en el centro
infantil, y posteriormente en la escuela, el niño siempre necesitará
de una buena imaginación para comprender las cosas que se le explican,
pues, ¿es posible traer una ballena a la casa para que el niño
comprenda lo que es? Claro que no, esto tiene que imaginárselo,
y comparar lo que observa en un libro o una lámina, y se le describe
con palabras, y de ello sacar una imagen creada por la fantasía.
Producto imaginativo que se convierte en un conocimiento –qué cosa
es una ballena- a su vez le posibilitará un grado mayor de imaginación.
De esta manera, imaginación
y conocimiento, fantasía y experiencia, marchan unidos, una ayuda
a la otra y a su vez, cada una desarrolla a la otra.
La imaginación que se forma
en el juego, se representa ulteriormente en otros tipos de actividades.
Se manifiesta de forma más evidente en el dibujo y al "recitar"
poemas o hacer cuentos. Aquí, al igual que en el juego, los niños
al principio se apoyan en los objetos percibidos directamente, o en los
trazos que van surgiendo de sus manos sobre el papel.
La transformación de la realidad
en la imaginación del niño tiene lugar no solo mediante
la combinación de representaciones sino también atribuyéndole
a los objetos cualidades no inherentes a ellos. Así, los niños
en su imaginación, aumentan o reducen los objetos hasta la exageración.
El niño se puede representar
muchas menos cosas que el hombre adulto, ya que aquel tiene una experiencia
vital mucho más limitada que éste, y, por consiguiente,
menos material para la imaginación. Son menos diversas también
las combinaciones de imágenes, que realiza un papel mayor que en
el adulto, se manifiesta con mucha más frecuencia y permite más
fácilmente una disgregación con respecto a la realidad,
la alteración de la realidad vital. El trabajo constante de la
imaginación constituye una de las vías que conducen a que
el niño conozca y asimile el mundo circundante, ya una salida fuera
del marco de su estrecha experiencia personal. No obstante, este trabajo
requiere la participación constante del adulto, bajo cuya dirección
el niño domina la habilidad de distinguir lo imaginado de lo real.
La imaginación durante la etapa
infantil es mayormente involuntaria.
La imaginación premeditada,
dirigida previamente por el objetivo a analizar, no existe aún
en los niños de las edades menor y mediana. Ella se forma ya a
la edad mayor en el proceso de desarrollo de los tipos productivos de
actividad, cuando los niños dominan la habilidad de estructurar
y llevar a la realidad una idea determinada.
El desarrollo de la imaginación
voluntaria, al igual que las formas voluntarias de la atención
y de la memoria constituye una de las facetas del proceso general de formación
de la regulación oral de la conducta en el niño. El planteamiento
del objetivo y la dirección de idea estructurada en los tipos productivos
de actividad, se realiza mediante el habla.
La fantasía del niño
debe ser controlada intencionadamente para que no vaya en una dirección
indeseada, debe orientarse pedagógicamente y esforzarnos para que
ella sea un reflejo creador de la realidad.
Esto quiere decir que, aunque solo
con la ayuda de la imaginación es que los niños logran representarse
y comprender importantes interrelaciones de la realidad, se requiere la
corrección y ayuda constante del adulto, bajo cuya dirección
el niño domina la habilidad de distinguir lo imaginado de lo real.
Una imaginación no correctamente
orientada, no dirigida inteligentemente por los padres y educadores puede
convertirse en un "problema", pues el contenido de las representaciones
imaginarias depende de la posición científica y de las perspectivas
que se abren al individuo en las condiciones sociales del mundo en que
vive.
Si un niño, por ejemplo, observa
un fenómeno natural cualquiera, supongamos una descarga eléctrica,
y el sonido del "trueno" el niño pregunta por qué esto pasa,
no se le debe dejar que por sí solo se lo imagine sino que, de
acuerdo con su edad, tratar de explicarle la naturalidad del hecho y no
recurrir a falsedades, como las que nos decían de niños
a los hoy adultos. De no ser así, de no hacerse este contraste
con la realidad, la imaginación del niño puede ir por derroteros
equivocados y crearse ideas de tipo innatural que luego son muy difíciles
de erradicar.
Por supuesto, esto no quiere decir
que esta corrección y ajuste con la realidad impida crear un mundo
imaginativo en los cuentos, en los relatos, en las películas, etcétera,
en que los animales, las personas y los objetos se interrelacionan en
forma fantástica para crear obras que son de gran deleite para
los niños. La literatura, está llena de buenos ejemplos
en los que, con una posición correcta se expresan situaciones de
gran fantasía o imaginación que constituyen un mundo de
alegrías para el niño.
El asunto estriba en el contenido
de lo imaginado, no en erradicar lo fantástico. Si un perro o una
ardilla hablan en un cuento, esto es fantasía, su contraste con
la realidad es posible para el niño y, con la dirección
del adulto, logra distinguir lo real de lo fantástico: ve perros,
sabe que no hablan, sino que ladran; en la comparación con la realidad
el niño gana en conocimientos y enriquece sus posibilidades de
imaginación.
Otra cosa es dejar en el niño
el instaurar ideas de tipo mágico, que son incontrastables con
la realidad y que responden a cosas que no obedecen a las leyes objetivas
del mundo circundante, sino a fuerzas ocultas ajenas a la voluntad del
hombre y por encima de la realidad.
De todo esto se desprende que, aún
en algo tan sutil como es el desarrollo de la imaginación en el
niño, el adulto, los padres, los educadores, juegan un papel importante,
tanto en lo que respecta a que el niño viva muchas experiencias
agradables como en lo que concierne a la atención de lo que el
niño crea con su imaginación.
Y comprender que cuando el niño
le dice que se ha encontrado "un elefante" en la calle que lo "saludó
con su trompa" esto no significa una mentira, sino una elaboración
imaginativa de cosas que le son conocidas ya, y que el niño ha
creado por un desarrollo cada vez más amplio de su pensamiento,
imaginación que en el futuro quizá le permita ser un artista,
un gran creador.